
En Venezuela, las publicaciones periódicas sobre arquitectura, salvo contadísimas excepciones, han tenido corta vida. Si nos centramos en aquellas producto de la iniciativa privada el balance es todavía más desalentador. Sin embargo, la necesidad de llenar el nicho ocupado por todo lo relacionado con el espacio construido ha sido y seguirá siendo en nuestro país no sólo una necesidad sino un territorio donde se puede soñar con alcanzar, además de la continuidad esquiva y el beneficio económico, la calidad y el cuidado en el producto que se ofrezca tanto en presentación como en contenido.
Con todo ello en mente, Henrique Vera (arquitecto venezolano) y Hans Hirsch (librero nacido y formado en Alemania), ambos con una dilatada experiencia en las lides editoriales (el uno dirigiendo por años el Centro de Información y Documentación -CID- de la FAU UCV y el otro vinculado al mundo de las publicaciones periódicas a través de SUSCRIVEN y a la librería del Ateneo de Caracas), deciden asociarse para concebir un ambicioso proyecto que además de aspirar a recoger lo más actual sobre arquitectura, urbanismo, paisajismo, diseño interior, diseño gráfico, historia e investigación en arquitectura y restauración arquitectónica, buscaba convertirse en referencia y expandir su alcance hacia ámbitos afines a su centro de atención: el mundo inmobiliario y la industria de la construcción.
Incubado el proyecto en 1982 no es sino en 1987 que empieza a tomar cuerpo la idea de producir una publicación periódica sobre arquitectura de circulación nacional, pasando a ser fundamental la manera como se caracterizaría y el poner en marcha un cuidadoso plan donde la mayor cantidad de variables que pudiesen garantizar su éxito y continuidad estuviesen cubiertas: formato, tipo de papel, especificaciones sobre la encuadernación, secciones a contener, publicidad limitada a las primeras y últimas páginas, textos solicitados y pagados de acuerdo a tarifas establecidas a nivel nacional, corresponsalías en el extranjero, dibujos de trazado limpio (que permitieran su reducción de tamaño sin perder nitidez, a escala pero sin cotas) de planos de las obras a reseñar contratados a dibujantes de arquitectura entre los que aparecería una axonometría del proyecto central de cada número y fotografías encargadas a profesionales jóvenes que hubiesen incursionado en el mundo de la arquitectura.
Dentro de este marco de referencia, en marzo de 1988 aparece Espacio, con una apretada periodicidad bimestral, no sin antes haber realizado un simulacro de edición, que permitió medir los tiempos de cada etapa involucrada y con ello: fijar el contenido del número, precisar los artículos deseados y a quienes se encargaría escribirlos, prever las fotos que de forma idónea respaldarían los textos, estimar el tiempo para dibujar los planos y fotografiar obras, así como considerar el lapso para diagramar, la recepción de las páginas de publicidad de manos de las agencias anunciantes, el tiempo para realizar la separación de colores de las fotos, impresión, reparto a los puntos de venta y envío a los suscriptores, todo lo cual arrojaba un período de aproximadamente 4 meses en función del personal con que se disponía. Lo anterior obligaba a asumir, con el objetivo de garantizar la periodicidad, el compromiso de ir elaborando simultáneamente un serie de números y de contar con una sincronización tal que contemplara los imponderables que pudiesen surgir cercanos a la fecha de cierre de cada uno.
La salida del primer número de Espacio (cuya portada engalana la postal del día de hoy) se convirtió casi de inmediato en un suceso editorial. Sus 60 páginas en papel glasé, diagramadas por Jacqueline Cherouvrier, contaron con el acompañamiento de un encartado de 24 páginas adicionales (denominado Espacio/Suplementario), en papel periódico e impresión ágil, que bajo el diseño de Martha Sanabria (autora también del logo de la publicación), incorporaba un dinamismo informativo que la producción de la revista limitaba. Ambos, revista y suplemento, venían incorporados en un elegante estuche de cartón (inspirado en la hermosa revista de arte italiana de Franco María Ricci) que permitía, además, incluir publicidad suelta y facilitaba el envío a los suscriptores y su venta en kioskos y librerías.
Editorial Arte sería la imprenta seleccionada. Ricardo Armas, Ricar-2 (Ricardo Gómez Pérez y Ricardo Jiménez) junto a Juan Carlos Oropeza se encargarían de las fotografías, Luis Rivas de los dibujos arquitectónicos y Gaetano Zapulla de las delicadas e impecables axonometrías de los proyectos centrales.
Espacio, contó con la colaboración de un número importante de profesionales y académicos para la redacción de los textos, labores de corresponsalía y facilitación de información. La lista es larga y prescindiremos de la consabida enumeración para no caer en injustas omisiones.

Henrique Vera, verdadero motor de la Sociedad Editora Latinoamericana, C.A, empresa que logró que Espacio alzara vuelo, confiesa que tras una conversación con Guillermo Betancourt, en aquel momento Vice-Presidente de Ars Publicidad, quien asesoró el lanzamiento del proyecto y también se hizo miembro del equipo editor, éste “recomendó aceptar no solo páginas completas de publicidad, sino medias páginas e incluso un cuarto”, a sabiendas que sólo con el aporte de los suscriptores ninguna revista de este tipo es capaz de mantenerse. Pero fundamentalmente insistió en que “la temática fijada para la revista, en ese momento, no era del todo muy popular por lo que recomendaba aceptar publicidad de licores, cigarrillos y lo que viniera”. Los consejos y advertencias de Betancourt fueron asumidos a medias por los editores sin que hasta hoy sepamos si fue por ello, o más bien por la reticencia de los anunciantes del sector construcción (acostumbrados a obtener ganancias sin invertir o arriesgar en un “producto nuevo”) o por el haber transitado una etapa en la que el país vio devaluar su moneda por primera vez a pasos agigantados (con el consabido encarecimiento de los costos de producción), lo que condenó a Espacio a aparecer tan sólo en cuatro ocasiones, más allá de que se habían adelantado la preparación de hasta dos números adicionales. No obstante su corta vida, Espacio ha quedado como una verdadera lección que futuros editores nacionales ha sabido tomar muy en cuenta y como ejemplo que lo que una revista de arquitectura “debe ser”: calidad de contenido, impecable diagramación, elevado nivel visual y valor agregado que puede aportar la propaganda seleccionada.
ACA