… que el 11 de agosto de 1942 abrió sus puertas el hotel Ávila?
1. Hotel Ávila. Wallace K. Harrison (con Max Abramovitz & Jaques André Fouilhoux), 1942 . Fachada principal hacia la calle
Caracas estuvo esperando muchos años para contar con una instalación hotelera acorde a su jerarquía como capital de la República. Más aún cuando a partir de la conversión de Venezuela en país exportador de petróleo comenzó a recibir cuantiosos ingresos y a ser objeto de importantes inversiones que derivaron hacia la mejora paulatina de su infraestructura.
2. Vista satelital de la urbanización San Bernardino con el señalamiento algunas de las principales edificaciones allí ubicadas. El hotel Ávila está distinguido con el número 4.3. Cruce de las Avenidas Vollmer (derecha) y La Estrella (izquierda), San Bernardino, Caracas. Años 1950
De allí que cuando la ciudad comienza a crecer decididamente, y a finales de los años 1930 se rompe por primera vez de manera clara con el tradicional patrón de retícula característico de su casco histórico, y se desarrolla la urbanización San Bernardino, los capitales norteamericanos ligados a los hidrocarburos ven en dicho sector una buena oportunidad para invertir. Ello daría pie a la construcción de los mejores hoteles de la época: el Waldorf (1944), Potomac (1949) y Astor (1950), encabezados por el Ávila (1942), el de mayor estatus y más amplias comodidades y servicios de todos ellos. Luego se terminará de construir en San Bernardino el Centro Médico (1947), obra de Stelling, Tani & Cía., con asesoría de Edgar D. Martin, de Chicago; y la Shell contratará a Badgeley & Bradbury, una compañía de arquitectura de Nueva York, para la elaboración del proyecto de su edificio sede que termina de construirse en 1950.
Estas iniciativas, junto a la ejecución en 1944 de la primera edificación sede en Venezuela de la Creole Petroleum Corporation en la Plaza Mohedano; la instalación de la Embajada de los Estados Unidos en el edificio Valderrey (1948) en San Bernardino, obra del ingeniero Emilio Solórzano Yánez; la ocupación por parte de la Mene Grande Oil Company (tercera en producción tras la Creole y la Shell) del edificio Vulcania, también en San Bernardino; y de cinco pisos del recién construido Edificio Phelps (1946), obra del arquitecto estadounidense Clifford C. Wendehack, ubicado entre las esquinas de Veroes a Ibarras, por la Sinclair Venezuelan Oil Company, han llevado a Henry Vicente en el texto “Distritos Petroleros en CCS”, aparecido en el portal Prodavinci el 8 de agosto de 2017, a considerar a la zona de San Bernardino-La Candelaria justamente como el primer “Distrito Petrolero” que se detecta en Caracas, cuya suerte “se sellaba simbólicamente en 1956 con el traspaso del Hotel Ávila a empresarios venezolanos”, luego de que el resto de las actividades mencionadas y sus respectivas sedes migrara al este de la ciudad.
San Bernardino, como ya se adelantó, es, corroborado por Henry Vicente, “la primera urbanización yuxtapuesta al centro de la ciudad con un esquema de ocupación territorial diametralmente opuesto a éste, de ejes y nodos estrellados, pero contando también con modelos de habitación aislada, suburbanos”. Su trazado libre y sinuoso con paseos arbolados centrales, aunque se atribuye a Maurice Rotival, tiene en el proyecto de Gustavo Vollmer (1897) un claro precedente y en la mano del ingeniero Gustavo A. Marturet su ejecutor material. Allí, a las faldas del Ávila, en un terreno de un poco más de 15 hectáreas perteneciente a la antigua Hacienda Gamboa, bordeado por el río Anauco que baja del cerro creando un remanso donde se forma la Laguna de Gamboa, Rotival, en 1939, a instancias de del Presidente Eleazar López Contreras, selecciona el lugar que se ofrece a Nelson Rockefeller para desarrollar un hotel que por su ubicación sobre una colina tendrá la oportunidad de aprovechar unas excelentes vistas sobre la ciudad.
4. Plan general e implantación del hotel Ávila5. Hotel Ávila. Izquierda: Planta baja. Derecha: Primer piso6. Hotel Ávila. Fachada Principal
El proyecto se le encarga al arquitecto norteamericano Wallace K. Harrison (1885-1981) a través de su firma Harrison, Fouilhoux & Abramovitz, de fuertes vínculos con el Grupo Rockefeller (para quien ya había proyectado en Nueva York el Rockefeller Center -1930-), quien hace una especie de alto en su militante adscripción a los movimientos de vanguardia europeos, «escucha al entorno» y se “tropicaliza” asimilando errores cometidos en encargos anteriores hechos en el Caribe, siendo el Ávila el único hotel que se detecta en la cronología de su obra y la única edificación realizada en Venezuela de su mano.
Hannia Gómez en el catálogo de la exposición “Our Architects en Caracas. Arquitectura norteamericana en Caracas. 1925-1975” (2017), señala cómo Harrison, quien cuando se termina de construir el hotel tenía 67 años, propone una arquitectura entre venezolana y americana, tradicional y moderna, internacional y caribeña, entre el Yatch Style y el Spanish Colonial (que) se convirtió en una referencia para toda la región desde el día mismo de su inauguración” y en “uno de los más importantes monumentos modernos de la capital”.
7. Vista aérea del hotel desde el noroeste
El edificio de 120 habitaciones se implanta como remate de la arbolada avenida Jorge Washington, se oculta entre la vegetación que lo antecede, y se direcciona compositivamente permitiendo el disfrute del Ávila y del valle de Caracas, a través de una planta compuesta por dos alas rectangulares que se articulan formando un ángulo, producto de una correcta lectura de las condiciones del sitio. Es en el vértice formado por los dos cuerpos “donde el arquitecto, siguiendo un impulso… absolutamente personal, inserta las formas libres de la marquesina de la entrada, del lobby y del salón de fiestas…”, comentará Gómez. Por otro lado, se señala cómo el pasillo-estar cubierto ubicado en la entrada del hotel que “garantiza la vista de la transitada terraza de la entrada”, proviene de emular al Caracas Country Club instalación que fuese visitada en varias ocasiones por Harrison y Nelson Rockefeller en busca de referencias “locales”.
8. Diversas tomas tanto del exterior como del interior el hotel
Harrison, egresado de la École des Beaux-Arts de París, adecúa su claro esquema funcional y la pura volumetría que rinden honores a la arquitectura moderna, a las condiciones climáticas húmedas propias del lugar donde se ubica, orientándolo correctamente, logrando una fluida relación entre el interior y el exterior, utilizando materiales locales y dotándolo, además, de elementos que lo aproximarán expresivamente a la arquitectura tradicional autóctona: romanillas en los corredores exteriores, balaustradas de madera torneadas en los balcones privados de las habitaciones y un amplio corredor previo al lobby central del hotel, todos cubiertos de teja criolla. La diferencia que se establece entre la lectura del edificio desde su acceso, donde se muestra complaciente con la cultura lugareña, y la que ofrece hacia el interior más decididamente internacional, revela aspectos interesantes de la formación del arquitecto y una proximidad asombrosa con la actitud asumida posteriormente por Villanueva (graduado también en la École des Beaux-Arts) en «El Silencio».
9. Vista actual de la fachada principal del hotel Ávila
“El Hotel Ávila, representó, como señala González Casas, un momento crucial del cambio cosmopolita vivido en la Caracas de los cuarenta”, apuntará Henry Vicente. En 1944 Clifford Wendehack realiza su ampliación (avalada por Harrison), reformulada y construida por la firma Hegeman-Harris. Al año siguiente (1945) el salón principal fue redecorado, y proyectadas la remodelación y ampliación del cuarto piso así como la “Casa del Presidente” por Badgeley, Wood & Bradbury.
El “experimento caraqueño” de Harrison es desplazado en 1953 como primer hotel de la ciudad al terminarse la construcción al sureste del hotel Tamanaco, el cual acompaña la aparición de un segundo “Distrito Petrolero”, pero eso es tema para otra ocasión. Desde hace años pasó al olvido aquel dicho que rezaba “en el Ávila es la cosa”, sinónimo de fiesta, celebración y encuentro en fechas importantes para la sociedad capitalina.
… que el 14 de agosto de 1953 se inaugura en Maracaibo el Hotel Del Lago Intercontinental?
1. Hotel Del Lago, Maracaibo. Holabird & Root, 1953
El año 1953 tuvo la particularidad de ver cómo se producía un importante despegue de lo que eran las instalaciones hoteleras nacionales hacia un significativo cambio de escala. Dicho despegue lo encabezan dos edificaciones que, diseñadas bajo estándares internacionales para una misma cadena, espoleadas por la demanda que empezaba a exigir la industria petrolera y con la participación, bien como asesores o bien como proyectistas, de oficinas de arquitectura extranjeras, convierten a las dos principales ciudades del país en puntos de referencia. Así, Caracas y Maracaibo fueron testigo de la inauguración por un lado del hotel Tamanaco y por el otro del hotel Del Lago, los cuales, aunque fueron emprendidos, construidos y administrados por entes privados, casi se podría decir que son precursores de lo que simultáneamente comenzó a gestarse como la Red Hotelera Nacional desde la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo (CONAHOTU), confundiéndose a veces como parte de esta iniciativa.
Dotados de todos los ingredientes complementarios para la celebración de eventos, reuniones sociales y actividades recreacionales, tanto el Tamanaco como el hotel Del Lago pasaron a convertirse de inmediato en importantes puntos de encuentro locales a la vez que relevantes piezas arquitectónicas. Aunque la preeminencia de la autoría del Tamanaco se le reconoce fundamentalmente a Gustavo Guinand Van der Walle lo cierto es que este reconocido profesional venezolano trabajó de la mano con Holabird & Root & Burgee, oficina estadounidense con sede en Chicago, a la cual correspondió asumir la totalidad del diseño del hotel marabino al cual dedicamos la nota de hoy.
2. Izquierda: Holabird & Roche, The Marquette Building, Chicago (1893-1894). Derecha: Monadnock Building, Chicago, Burnham & Root (1891)3. Dos obras de la firma Holabird & Root. Izquierda: Daily News Building, Chicago (1929). Derecha: Hotel Tequendama, Bogotá (1952)4. Holabird & Root. Waubonsee Community College, Sugar Grove, Illinois (2012)
El estudio de arquitectura Holabird & Root fue fundado en la ciudad de Chicago en el año 1880 por William Holabird (1854-1923) y Ossian Cole Simonds bajo el nombre de “Holabird & Simonds”, siendo reconocido como su primer proyecto importante la capilla del Cementerio Graceland (1888). Simonds abandonó la firma en 1883 para seguir su carrera como arquitecto paisajista y a partir de ese momento la oficina fue renombrada como “Holabird & Roche” al asumir Martin Roche (1853-1927) papel protagonista dentro de misma. Cabe destacar que Holabird y Roche estuvieron trabajando en el despacho de William LeBaron Jenney antes de independizarse.
Cuando son contratados los servicios de la firma para intervenir en los proyectos tanto del hotel Tamanaco como el Del Lago, ya Holabird y Roche habían fallecido y la firma se había renombrado como “Holabird & Root”, producto de la colaboración de John Augur Holabird (hijo de William Holabird) y John Wellborn Root, Jr., con sede (hasta hoy) en el edificio Marquette obra de Holabird & Roche de 1895 perteneciente a la Escuela de Chicago. A través de su larga y extensa trayectoria, la firma fue cambiando en diversas ocasiones de estilo desde el conocido (y mencionado) como Escuela de Chicago, pasando por el art deco, la arquitectura moderna y, más recientemente, sumándose a la corriente de la arquitectura sostenible (http://holabird.com/).
Ya para 1953 Holabird & Root tenía acumulada una vasta experiencia en el diseño de instalaciones hoteleras siendo importante añadir que casi en simultáneo con los proyectos venezolanos realizan el hotel Tequendama de Bogotá (1952-53) en todos los cuales se sumó como arquitecto asociado Joseph Burgee.
5. Hotel Del Lago, Maracaibo. Holabird & Root, 1953
Ubicado en la Avenida 2, El Milagro, Maracaibo, y construido en los terrenos que pertenecían a la compañía Constructora Moderna propiedad de los hermanos Manuel y Samuel Belloso, la transnacional norteamericana Intercontinental Hotels Corporation, subsidiaria de la Pan American World Airways, inaugura el día 14 de agosto de 1953 el hotel Del Lago, construido por las empresas D.O.F. Compañia Anónima de Construcciones y Tailor Construction Company. La moderna instalación que contó con una clasificación de cinco estrellas, fue el primer recinto con aire acondicionado central en la ciudad. El día de su apertura, encabezada por el primer presidente del hotel, Don Mario Belloso, asistieron Monseñor Rincón Bonilla, quien bendijo el lugar así como otras personalidades del ámbito político, comercial e industrial regional y nacional, presentándose la cantante norteamericana Diana Adrián, y por el Zulia la orquesta del maestro Gregorio Garrido.
El hotel abrió sus puertas con 129 habitaciones disponibles de las 150 previstas, todas ellas con aire acondicionado, siendo administrado, como ya se asomó, por la cadena hotelera Intercontinental. En los primeros doce meses de funcionamiento (según reseña el Diccionario General del Zulia) hospedó a 49.832 personas.
Maracaibo, ciudad que desde la colonia manifestó una clara vocación comercial, cambia en gran medida su fisonomía y empieza a presentar un sostenido crecimiento por el hecho de que allí se instalaron a partir de 1940 buena parte de las sedes y oficinas de la industria petrolera dada la proximidad con el más importante lugar de extracción de hidrocarburos del país ubicado en el Lago. De tal manera, el hotel no hace otra cosa que llenar una ingente demanda que, además de comercial y empresarial, empezará a ser turística.
También la instalación se sumará a una serie de intervenciones en las cuales ya se empezaba a ver la influencia norteamericana en la región y que empezarán a incrementar el acervo de arquitectura moderna en la ciudad, la cual tiene un principalísimo referente inicial en el Mercado Principal de Maracaibo (1931) obra dirigida por el ingeniero belga León Jerome Hoet. Más adelante, en 1943 se inaugura el Club Creole y el Aeropuerto Grano de Oro, construido con la colaboración de la Pan American Airways, Inc.., proyecto de Luis Eduardo Chataing quien diseñará también en 1946 el edificio para la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia (LUZ). En 1948 el Ministerio de Obras Públicas (MOP) concluye la construcción del Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo, proyectado por el arquitecto de origen español Fernando Salvador; en 1949 Don Hatch, arquitecto norteamericano quien vino al pais con el equipo técnico de la empresa IBEC, propiedad de Nelson Rockefeller, diseña el primer centro comercial del país, en el cual funcionaría el Supermercado Todos, C.A. (posteriormente denominado CADA); y en 1951 se ponen en servicio los edificios de Zulia Motors y del Hospital Coromoto construido por acuerdo entre el gobierno nacional y la empresa Creole Petroleum Corporation. En 1952, en fechas próximas a la inauguración del hotel Del Lago, se inaugura en Maracaibo la segunda tienda por departamentos de la cadena norteamericana Sears Roebuck de Venezuela en una edificación proyectada por el arquitecto Tomás José Sanabria. Siguiendo con esta importante inercia sería bueno registrar que en 1954 se inaugura el edificio de la Casa Matriz del Banco de Maracaibo proyectado por Arthur Kahn y en 1956 se concluyen tanto la construcción de la Aduana de Maracaibo de Dirk Bornhorst, Jorge Romero Gutiérrez, Pedro Neuberger y Simón Fernández como el edificio administrativo de la Sun Oil Company- Shell Caribbean Petroleum Company de Juan Andrés Vegas.
No es de extrañar, por tanto, que en 1956, tan solo tres años después de su inauguración haya sido necesario ampliar el número de habitaciones, salones y restaurantes del hotel Del Lago. Por otro lado, en 1972, la CONAHOTU, adquiere la mayoría de las acciones y asume el control de la instalación.
6. Ampliación y remodelación del Hotel Del Lago, 1975. Arquitectura: Américo Faillace. Diseño interior: Nikolajs Sidorkovs
Será en 1975 cuando se lleve a cabo su tercera y más ambiciosa ampliación según proyecto del arquitecto Américo Faillace: una torre de 14 pisos (que contrapone armoniosamente su verticalidad con la horizontalidad del edificio original) con 128 habitaciones, nuevos salones y piscina la cual se inaugura en 1980 luego de 5 años de trabajos, aprovechándose la ocasión para remodelar totalmente la parte original del hotel. Faillace ya había realizado en 1967 junto a Manuel Corao la ampliación del hotel Tamanaco Intercontinental en Caracas lo que lo calificaba con creces para el trabajo que le tocó enfrentar en Maracaibo. El proyecto de diseño interior de los espacios de la ampliación del hotel Del Lago quedó en manos del arquitecto Nikolajs Sidorkovs, quien venía de haber trabajado en la adecuación interna del hotel Anauco Hilton en Parque Central, Caracas (1972-77). Más tarde, en 1981 se habilitaron las 369 habitaciones y el centro de convenciones y en 1998 se inauguraron los salones Zapara A y B, con vista a la ciudad y al lago, desde donde se observa la Isla de Zapara.
Renovado nuevamente el año 2003, en 2006 una vez conformada el año anterior la Sociedad Mercantil Venezolana de Turismo Venetur, se inició el proceso de transferencia de la propiedad de varios hoteles, dentro de los que figuró el hotel Del Lago InterContinental, que pasó a manos del Ministerio del Poder Popular para el Turismo, con el nombre de Venetur del Lago.
A partir de 2017, el ampliamente conocido “Hotel Del Lago” se denomina “Tibisay Hotel del Lago” y es administrado por la empresa venezolana que le ha incorporado su nombre. Desde entonces se empezó un proceso paulatino de recuperación de las habitaciones que aún continúa.
Hoy, golpeado por la crisis y la pandemia, sin embargo se promociona de la siguiente manera: “Cuenta con 360 habitaciones: 208 son sencillas, 140 dobles, 9 junior suites y 3 suites. Además cuenta con 8 salas para eventos y tres restaurantes con platos de cocina local e internacional. Incluye instalaciones deportivas como cancha de raquetbol, pista para correr y gimnasio. Asimismo dispone de barbería, salón de belleza, tienda de artesanía, boutique de ropa masculina, floristería y librería. Cuenta con conexión wifi, lavandería, aparcamiento y helipuerto. Proporciona también piscina, espacios verdes y parque infantil. Sus habitaciones disponen servicios como televisión por cable, aire acondicionado, caja de seguridad, minibar, conexión wifi y baño privado”. En otras palabras, un hotel que, con todas las dificultades mantiene aún su estatus y se encuentra a la altura de la ciudad a la que pertenece.
1. Vista aérea del hotel Rancho Grande, Parque Henry Pittier
Hotel Rancho Grande
Con el hotel Rancho Grande cerramos el repaso a la red de instalaciones que a partir de 1930, bajo la coordinación del Despacho de Turismo, constituyeron una prometedora infraestructura tendiente a atender la demanda de visitantes que poco a poco se incrementaba en el país. Recordemos que dicha red se comienza a conformar cuando en 1920 abre sus puertas el “Gran Hotel Termal de los Baños” de San Juan de los Morros, se amplía en 1928 con la incorporación del “Hotel Miramar” en Macuto y culmina con la inauguración en 1930 del “Hotel Jardín” en Maracay. Como bien señala Ciro Caraballo Perichi en Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993), en 1931 “a este sistema de hoteles se incorporaría el nuevo ‘Pabellón del Hipódromo’ del Paraíso, en Caracas, el cual si bien no era propiamente un hotel, brindaba una amplia gama de servicios recreativos que estaban en concordancia con la oferta de la red hotelera estatal” y se sumaría como último eslabón el hotel Rancho Grande, proyectado en 1933, al igual que el Pabellón del Hipódromo, por el ingeniero André Potel.
Esta limitada gama de opciones, sin embargo, en algún momento se pensó complementar con otras edificaciones que abarcarían buena parte del territorio nacional, cuya entusiasta exposición aparece en un artículo publicado en El Nuevo País del 15 de octubre de 1931 titulado “Rutas de Turismo. La Industria Hotelera Nacional”, firmado por el Dr. Alfredo Nepustil, citado por Caraballo. Allí se recoge como “… el Gobierno Nacional -animado por el esfuerzo de hacer el mayor número de lugares atrayentes- tiene el magnífico propósito de desarrollo de la industria hotelera… y está en proyecto: construir un hotel en Caracas, para alojar 600 turistas, uno en el Puerto de Turiamo, hoteles en Puerto Cabello, Barquisimeto, Trujillo, Mérida y San Cristóbal. Además será reconstruido el hotel de los baños termales de San Juan de los Morros y erigido un balneario en la isla de Otama -Lago de Valencia- que tiene una playa hermosa de arena, con un pabellón para fiestas”. Aunque lo señalado por Nepustil apunta de forma marcada a cubrir el centro y occidente del país, no dejaba de ser auspiciosa en cuanto a traducir una clara política de atención al viajero nacional e internacional.
Junto a la propuesta de ampliar la oferta hotelera se manejaba como detonante para reactivar la construcción de instalaciones de ese tipo por parte del Estado la idea de crear cercano a Maracay (consolidada durante el gomecismo como centro del poder político-militar nacional), un puerto internacional, que minimizara la dependencia de La Guaira y Puerto Cabello, a ser ubicado en Turiamo, bahía de aguas profundas ubicada a 35 kilómetros de la capital de Aragua, muy cercana a Ocumare. Gómez quien visitara la zona por primera vez en 1920 ya había visualizado en esa “obra maravillosa de la Naturaleza” la posibilidad de convertirse a futuro en pieza clave para “el desarrollo del comercio mundial”.
2. Vista satelital de una parte del estado Aragua donde se muestra el parque Henry Pittier y la costa hacia el Caribe
El macroproyecto encargado al ingeniero A. Lebel, pensado para hacer de Turiamo “el más grande, moderno y mejor equipado complejo portuario que hubiera existido en Venezuela”, permitiría, por tanto, atender el redimensionado intercambio comercial vinculado a las nuevas condiciones de la Venezuela petrolera así como el tráfico de turistas.
En 1929 se concluían los estudios técnicos contemplándose como parte del proyecto: ”un puerto libre de derechos aduanales, con playas, hoteles y recreaciones, moderno urbanismo, sumado todo ello a la directa conexión con Maracay -núcleo del naciente turismo nacional- a través de una carretera, un cable aéreo y un servicio de hidroaviones”, según nos relata Caraballo. El puerto en sí estaría dotado de “todas las instalaciones y equipos de rigor: dique, aduana, almacenes, talleres, etc.; contaría además con una refinería petrolera desde la cual un oleoducto surtiría el producto a los barcos tanqueros para su exportación. Al este del puerto se ubicaría la nueva ciudad, erigida de acuerdo a un patrón urbanístico que combinaba la cuadrícula con calles radiales de imagen decimonónicas y un gran bulevar costero. Contaba con áreas destinadas a los edificios administrativos, el hospital, la catedral, el mercado, una escuela, plazas y jardines públicos. De igual manera tenía espacios para una urbanización obrera, la cual iba a ser emplazada entre la ciudad y el puerto, inmediata a la zona industrial. (…) Al oeste del desarrollo, inmediato a la desembocadura del río Turiamo, la costa estaba destinada para alojar las instalaciones del ‘Balneario de Turiamo’. Frente a las playas se encontraban los terrenos para los espacios de diversión y entretenimiento de la ciudad: el cinematógrafo y el ‘Gran Hotel Turiamo’. (…) Para finales de 1933 se concluían los primeros muelles y para 1934, llegaban a Turiamo los primeros cruceros con turistas. El sueño de Gómez parecía ser una realidad. Un nuevo atractivo en Aragua, corazón turístico de la Venezuela de los años treinta”.
Dentro de este panorama, la posibilidad de contar a mitad de camino entre Maracay y Ocumare, en medio de la exuberante vegetación que acompañaba la carretera, con una instalación que pudiese ofrecer otro tipo de disfrute al turista que se desplazada entre esos dos puntos, sirvió de soporte para convencer al Benemérito de construir un hotel que contase con todas las comodidades requeridas, decretándose el 1º de enero de 1933 la construcción del mismo. Para la determinación de su ubicación mucho tuvo que ver el aprovechamiento del asentamiento de una antigua propiedad denominada “Rancho Grande” en la que se instaló el campamento de obra del MOP desde donde se dirigió la construcción de la carretera, localizada en el kilómetro 22 de la misma a 1.100 metros de altura, a poca distancia del abra de Portachuelo, desde donde se ofrecían amplias visuales hacia la ciudad de Maracay, el Lago de Valencia e incluso los Morros de San Juan.
3. Vista de Maracay desde el Parque Henry Pittier4. André Potel. Hotel Rancho Grande. Planta y fachada5. El hotel Rancho Grande en plena construcción
Como ya se adelantó, le correspondería al ingeniero André Potel la realización del proyecto. Potel, quien había tenido a su cargo la coordinación en 1929 de las obras de la “Ciudad Jardín”, debió enfrentar las serias dificultades que ofrecía el lugar entre las cuales se encontraban las fuertes pendientes, el estar cruzado por una quebrada y poseer una elevada humedad, todo lo que llevaba a resolver difíciles problemas de ingeniería. Por otro lado, el programa arquitectónico demandaba atender dos tipos de visitantes: aquellos que estarían de paso en la travesía Ocumare/Turiamo – Maracay y los que habrían escogido el sitio para permanecer más tiempo, descansar apaciblemente y aprovechar las bondades que ofrecía el contacto directo con la naturaleza.
Potel, tal y como narra Caraballo, “… aprovechó la explanada donde se encontraba la antigua construcción, la cual fue demolida para levantar allí el cuerpo destinado a salones y servicios, de planta rectangular. A partir de este punto la edificación se adaptó a la montaña, desarrollándose el cuerpo de habitaciones en forma de semicírculo abierto; dicho cuerpo pasa sobre la antigua quebrada, la cual fue canalizada, y abre sobre una amplia terraza artificial en su parte delantera, construida mediante muros de contención en piedra y relleno de tierra desplazada de la montaña. La forma resultante es la de un signo de interrogación”.
Se incluyeron en total 90 habitaciones, todas con baño privado, desarrolladas en tres pisos, los cuales contaban con mecanismos que impedían a los visitantes de paso el dirigirse hacia ellas. También con base a esta premisa se situaron las oficinas de manera que vieran sobre la entrada del hotel controlando en único punto de acceso a las habitaciones, la entrada al bar y al comedor. Por otro lado se les ofrecía un grupo de servicios diferentes a los que simplemente estarían allí por un rato. La descripción que nos ofrece Caraballo señala lo siguiente: “El cuerpo destinado a los salones y servicio, de planta rectangular y tres pisos de altura, fue diseñado teniendo como centro el gran comedor para los viajeros de paso, espacio con doble altura. En el frente se ubicó el amplio corredor de acceso, con grandes ventanales hacia las visuales, y un bar. La cara que da a la montaña fue destinada a la cocina y un patio para los servicios de lavandería y habitaciones de empleados. Un acceso controlaba el paso hacia los espacios destinados a los huéspedes fijos; éstos disponían de un corredor privado, espacios de estar y un corredor delantero panorámico de tres metros de ancho…”.
En resumen, por las dificultades que presentaba el lugar y los inconvenientes para realizar los movimientos de tierra (más de 33.000 metros cúbicos fueron desplazados a mano), la ejecución de las obras se prolongó por más de tres años. Su estructura en concreto armado representó en buena parte los avances que ya se daban en cuanto al uso de ese material el cual permitía su utilización tanto para muros de carga como para pórticos de vigas y columnas con voladizos de hasta tres metros. Se procedieron a talar 8,5 Há de bosque alrededor del edificio “donde se construyeron caminos y se realizó la siembra de 12.000 ‘pinos’, de manera de lograr el verdadero ambiente de montaña que imagina todo turista”.
Ya para diciembre de 1934 un alto porcentaje de las obras civiles del Hotel Rancho Grande se habían terminado, tomándose todo el año 35 para la realización de acabados, frisos, pisos y carpintería así como del cableado eléctrico e instalación de equipos.
Caraballo concluirá su relato de la siguiente manera: “Con un área de construcción de 8.600 m2 y una inversión cercana al medio millón de bolívares, el Hotel Rancho Grande nunca llegó a concluirse. Las noticias de la muerte de Gómez en diciembre de 1935, llegarían de inmediato a la nublada selva tropical, borrando todo el desbordante entusiasmo mostrado por sus constructores. El olvido era ahora la consigna”.
6. Henry Pittier (izquierda) y William Beebe (derecha)7. Selva Nublada de Rancho Grande, Parque Nacional Henri Pittier.8. Varias tomas de las condiciones en que se encuentra actualmente la estructura de lo que hubiera sido el hotel Rancho Grande, convertida en la Estación Biológica de Rancho Grande “Dr. Alberto Fernández Yépez”
En 1937 el gobierno del general Eleazar López Contreras decreta la zona montañosa donde se insertaba el hotel como el primer Parque Nacional del país dándole también el nombre de “Rancho Grande” que posteriormente (1953) será cambiado a “Henri Pittier” en honor al ingeniero, geógrafo, pintor, naturalista y botánico suizo (1857-1950) que llegó en 1917 a Venezuela e hizo de la zona, su flora y su fauna objeto de sus principales estudios que culminan con la clasificación de más de 30 mil plantas.
“Para 1945 arribaba al país el naturalista norteamericano William Beebe (1867-1962), a fin de realizar estudios de los tipos de vida en las selvas húmedas, encontrando la oportunidad de establecer un centro de investigación en la abandonada construcción gomecista de Rancho Grande, ideal para excursiones de estudio en sus alrededores. (…) La estadía de Beebe (recogida en el libro High Jungle de 1949) … sentaría las bases para la transformación del edificio en una Estación Biológica, a partir de 1950, dependiente del Ministerio de Agricultura y Cría. (…) Para finales de la década de los cincuenta, el edificio comenzó a ser utilizado para labores de docencia e investigación por la Universidad Central de Venezuela, cuyas facultades de Veterinaria y Agronomía habían sido establecidas en Maracay”. Para la década de los 60 el edificio empieza a ser compartido por el MAC (responsable de la Estación Biológica) y la Facultad de Agronomía de la UCV que en 1966 logra inaugurar los «Laboratorios de Botánica y Zoología de Rancho Grande» nombrándose como su director al Dr. Alberto Fernández Yépez cargo que ejercería intermitentemente hasta 1970. Cabe señalar que el Dr. Fernández Yépez fue uno de los principales artífices para que el Ministerio de Agricultura y Cría cediera a la UCV parte de los espacios del edificio.
Litigios que giraron a partir de la creación en 1975 del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables (MARNR) que involucraban a la Dirección de Investigaciones de dicho ente, el Instituto Nacional de Parques (INPARQUES) y la Facultad de Agronomía de la UCV, derivaron en el desmantelamiento del Museo de Fauna de Rancho Grande creado en los años 50 por el MAC bajo la dirección del biólogo Gonzalo Medina Padilla, y su uso cada vez menos frecuente con el consecuente deterioro de las instalaciones acentuado por la humedad reinante en el ambiente y el vandalismo.
Sin embargo, la UCV no abandonó del todo las instalaciones y entre 1984 y 1995, se registra la mejor época de la Estación dadas las excelentes relaciones que se establecen con INPARQUES, que ocupaba buena parte del edificio. Desde 1987 la Estación Biológica de Rancho Grande lleva por nombre “Dr. Alberto Fernández Yépez” y en 1990 se iniciaron nuevos planes de rescate recuperándose en gran medida el cuerpo central del edificio. Hoy en estado de marcado deterioro a duras penas tanto INPARQUES como la Estación Biológica se aferran al viejo edificio inconcluso que los alberga y que constituyó el último episodio de la historia de cuando el país por primera vez se creyó que el turismo podía ser una de sus principales fuentes de ingresos.
ACA
Procedencia de las imágenes
1, 4 y 5. Ciro Caraballo Perichi, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993)
2, 3 y 8. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad .
1. Pabellón del Hipódromo de El Paraíso. Vista desde la terraza
Pabellón del Hipódromo de El Paraíso
Sin ser propiamente una edificación hotelera, Ciro Caraballo en Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993) ubica la construcción en 1931 del Pabellón Social del Hipódromo Nacional de El Paraíso como un uso complementario que formó parte de la política oficial del régimen por promover el turismo, que tuvo su etapa de mayor esplendor al momento en que León Becker, anfitrión de origen alsaciano que arriba a Venezuela “posiblemente en la primera posguerra”, asume el manejo coordinado de las principales instalaciones que conformaban entonces la red de “Hoteles Nacionales”: el Miramar de Macuto y el Jardín de Maracay de las cuales fue sucesivamente su “Director Administrador”.
Caracas desplazada durante el gomecismo por Maracay como centro de poder y de las atenciones gubernamentales, siempre se vio en la necesidad de contar con un hotel de primera categoría lo cual, como señala Caraballo, no dejó de estar “presente en la mente de las autoridades del Ministerio de Obras Públicas y, a partir de 1930, en boca de los funcionarios relacionados con el Despacho de Turismo”. Dicha inquietud, que no era compartida por el Benemérito y en parte se vio minimizada por las inversiones hechas en el ramo de la hotelería caraqueña por el sector privado, orientó la mirada de los promotores turísticos oficiales hacia el único lugar de la capital donde Gómez se sentía como en su casa: el Hipódromo Nacional de El Paraíso.
2. Las tribunas del Jockey Club en el Hipódromo de Sabana Grande ubicado en Las Delicias (1896)
Quizás sea bueno recordar que la afición hípica tuvo su primera manifestación a nivel nacional con la construcción de una pista para las carreras de caballos en el sector Las Delicias de Sabana Grande, inaugurada el 1 de marzo de 1896. Tal y como se recoge en la página http://www.anecdotashipicas.net/TrabajosEspeciales/SabanaGrande_CunaDelHipismo.htm: “Desde el año de 1893, comienza a publicarse en la prensa de la época, principalmente en el diario El Tiempo, una serie de avisos pagados por Mathieu Valery, donde se informa el proyecto de constituir el Jockey Club de Venezuela, a semejanza de Jockey Club de París, con la finalidad de construir un hipódromo en Caracas, pero sin indicar su ubicación”. Así, el Jockey Club de Venezuela, legalizado formalmente el 10 de agosto de 1895, fue la entidad que se encargó de impulsar y financiar la construcción del Hipódromo de Sabana Grande fijando allí su sede. Para su realización “…se contrataron los servicios del arquitecto Venter; se instaló la lujosa tribuna inglesa para albergar a los miembros del Jockey Club e invitados especiales; y Arturo Michelena, quien en sus tiempos en Francia fue asiduo visitante del Hipódromo de Longchamps, fungió de asesor en lo que respecta a la ornamentación de los alrededores del hipódromo”.
El crecimiento urbano de Caracas hacia el este llevó a pensar en la conveniencia de construir un nuevo hipódromo. Para ello en 1907 el Jockey Club procedió a adquirir 10 hectáreas a los hermanos García Prim en la naciente y aristocrática urbanización de El Paraíso, lo cual condujo a la inauguración de la nueva instalación el 15 de febrero de 1908 participando en el actoGustavo J. Sanabria, Gobernador Político y Militar del Distrito Federal y Presidente del Jockey Club de Venezuela, conjuntamente con José Gil Fortoul, Manuel V. Lander Gallegos, Celestino Martínez, Eduardo Sucre, Félix Galavís y Manuel Corao, miembros de esta agrupación hípica nacional. En la construcción inicial se utilizaron las gradería del desmantelado Hipódromo de Las Delicias, las columnas rescatadas como chatarra del Mercado de San Jacinto y rejas de hierro especialmente fabricadas por la Escuela de Artes y Oficios de Caracas.
3. Vista parciales del Hipódromo de El Paraíso. después de la remodelación de 1931. Arriba: la tribuna del Hipódromo de Sabana Grande reutilizada4. Izquierda: Monumento a Carabobo mejor conocido como la “India del Paraíso”, Eloy Palacios, 1911. Derecha: Plaza Petión, El Paraíso ubicada al lado del Hipódromo y frente al Instituto Pedagógico y a la India. Desapareció a raíz de la construcción del distribuidor La Araña.
Gómez, quien había respaldado el traslado del coso hípico, lo convierte en un importante foco de la intervención estatal: en 1911 se inaugura frente a dichas instalaciones el Monumento a Carabobo mejor conocido como la “India del Paraíso” (originalmente destinada para ubicarse en la Sabana de Carabobo para conmemorar los 90 años de la batalla) y, más adelante, la Plaza Alejandro Petión. Como señala Caraballo, “no sólo servía el centro hípico para las actividades de carreras, en su amplio óvalo central también tenían lugar importantes espectáculos de carácter masivo, desde el aterrizaje de aviones, hasta las marchas del ejército a caballo, en las fiestas patrióticas”.
5. Vista panorámica del Hipódromo de El Paraíso.6. Vista parcial del Hipódromo de El Paraíso en fechas próximas a su inauguración en 1911, donde se pueden apreciar las tribunas principales y la recta final de la pista.
En 1931mediante Decreto Presidencial, el Benemérito ordena la remodelación total del Hipódromo de El Paraíso la cual el estará a cargo del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Caraballo apuntará: “Estas reformas incluyeron el mejoramiento de la pista, caballerizas, nuevas tribunas públicas y la presidencial, con un especial énfasis en el rescate de sus áreas circunvecinas. Las estructuras metálicas fueron encargadas a la firma de los ingenieros Ayala y Wallis. En los jardines se distribuyeron doce kioskos, destinados a la venta de boletos; sanitarios y grupos de música en la terraza de apostadores, nueva pavimentación y enrejados, hacían de marco a lo más novedoso del nuevo conjunto: ‘El Pabellón’, inmenso templete de ladrillo, concreto y techos metálicos, en moderno estilo Art-Deco, el cual serviría para las recepciones a cubierto, restaurant y ‘dancing’, contando a su vez con un bar abierto al exterior y una terraza para bailes y espectáculos. El tradicional lugar de carreras de caballos pasaba a convertirse así en el más importante conjunto recreativo de la Capital de la República”.
7. Pabellón del Hipódromo de El Paraíso. Izquierda: Planta. Derecha arriba: vista interior del Gran Salón durante su construcción (1930). Derecha abajo: vista interior del Gran Salón una vez concluido en 19318. Pabellón del Hipódromo de El Paraíso visto desde la terraza
Diseñado por el arquitecto André Potel y elaborado en las oficinas de Edificaciones y Ornato del MOP, el “dancing”, como se le identificaba en los planos, tenía 2.200 m2 de área cubierta y, de acuerdo a la Memoria que presenta el citado Ministerio en 1932, “sus fundaciones fueron construidas considerando la posibilidad de ampliar con un segundo piso. Los techos de los corredores, del bar y de las dependencias de servicio se construyeron de platabandas; mientras que el salón central es de armadura metálica de una luz de 23,50 m por 23,50 m, cubierta de laminas de zinc; el cielo raso es de celotex y está colocado en forma de escalones y los interespacios sirven para ventilación y para alumbrado indirecto. La instalación eléctrica ha sido estudiada cuidadosamente; el salón principal con diversas luces de colores cambiantes y una cornisa luminosa de vidrios blancos opacos que la circundan”. Como datos adicionales cabe agregar que el salón tenía 8 metros de altura y que su estructura se apoyaba en doce pilares perimetrales lo cual liberaba el enorme espacio interior, único de tales dimensiones para la época. Rodeado por amplios corredores abiertos en tres de sus lados, que servían de espacio de interconexión con el exterior y áreas de expansión de la sala de fiestas, el del lado este del Pabellón se integraba con una terraza descubierta de 2.000 m2 aprovechable para grandes celebraciones. La zona norte estaba destinada a los servicios de apoyo.
La construcción se programó para ser concluida en 9 semanas y estuvo a cargo de Carlos Blaschitz & Cia, la más importante en el país para los años treinta.
A partir de su inauguración el 14 de noviembre de 1931 “el Pabellón fue adscrito al ‘Despacho de Turismo’ perteneciente al Ministerio de Salubridad, Agricultura y Cría, al tiempo que era entregado, para su administración y promoción, al Gerente de los Hoteles Nacionales: León Becker” que lo convertiría en una sala de festejos con capacidad para 1.200 personas o, en otros momentos, en un centro de diversiones, nos recordará Caraballo. “En el ramo turístico el Pabellón prestó servicio de apoyo a la red de Hoteles Nacionales, organizando desde allí excursiones, así como también sirviendo de centro para las reservaciones de habitaciones del Hotel Jardín y el Hotel Miramar”, habiendo servido eventualmente, también, para el alojamiento de turistas ante inconvenientes que se presentaban o como lugar de escala en largos traslados, sustituyendo, aunque sólo fuera parcialmente “al tan ansiado y nunca concretado, hotel de turismo de Caracas.”
9. El Pabellón del Hipódromo en la actualidad. Izquierda: Ubicación junto a la intimidante presencia del distribuidor La Araña. Derecha: Acceso principal hacia la avenida Páez.10. El Pabellón del Hipódromo en la actualidad. Frente hacia la avenida Páez.
En 1959 tras la inauguración del Hipódromo Nacional de La Rinconada cesan las actividades del Hipódromo de El Paraíso y con él los bailes y festejos especiales que se realizaron durante casi 30 años en el Pabellón, destinándose sus instalaciones para que el Instituto Pedagógico Nacional pusiese a funcionar el Liceo Aplicación, centro educativo para el entrenamiento de los nuevos docentes. El otrora espacio lúdico se convertiría en la Biblioteca y Salón de actos del nuevo Instituto, “… el área que había funcionado como cocina era transformada en enfermería y el bar en sala de gimnasia, mientras que el resto del edificio, pobremente tabicado, serviría para alojar, de alguna manera, otras instalaciones del centro educativo.”
La construcción del Distribuidor “La Araña” a finales de la década de los sesenta le da la estocada final al lugar: obliga al traslado de “La India” a una redoma en la confluencia de las avenidas La Paz y Páez, se arrasa con el parque Petión y con el campo deportivo, y la ubicación de las columnas del mamotreto vial negaron su participación urbana obligando al Pabellón a resignarse a ser considerado un “anónimo galpón”.
11. «Intervención restaurativa» del antiguo Pabellón del Hipódromo integrado a laUnidad Educativa Nacional Edoardo Crema
En 1977 laUnidad Educativa Nacional Edoardo Crema, fundada en 1974 en Montalbán, ocupa las instalaciones de la antigua sede del liceo Aplicación y en 2009 lo que fue el Pabellón del antiguo Hipódromo del Paraíso sería sometido a una “Intervención restaurativa” a cargo del Ing. Alfonso C. Olivares Garcés (la cual puede ser consultada en https://arquetipos21.blogspot.com/2010/10/intervencion-restaurativa-en-el.html), que buscó rescatar la deteriorada estructura, para un mejor uso de la comunidad educativa. En 2019 el portal Caraota Digital publica “Edoardo Crema: zona de desastre que 500 alumnos llaman liceo”, reportaje que, para quien esté interesado, ofrece una semblanza de las condiciones en las que se encuentra la que fuera la resplandeciente instalación que en los años 30 del siglo XX sirviera de lugar de encuentro y distracción para la sociedad caraqueña.
ACA
Procedencia de las imágenes
1, 7 y 8. Ciro Caraballo, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista, 1993
1. Postal del Gran Hotel Jardín, Maracay (circa 1930)
Hotel Jardín
Maracay, actual capital del estado Aragua, contó con la fortuna de haber sido objeto de un particular aprecio por parte de tres venezolanos que detentaron el poder, dos de ellos durante el siglo XIX y el otro durante el siglo XX. José Antonio Páez y Joaquín Crespo primero y Juan Vicente Gómez después, encontraron en el para entonces pequeño poblado y la región que lo circunda, dada su estratégica ubicación en el centro del país y punto intersección de las ciudades ubicadas en esa región, bondades desde el punto de vista productivo (fértiles tierras y agua permanente), oportunidad donde asentarse o poseer importantes propiedades (continuando con la tradición de los mantuanos caraqueños durante la colonia) y, sobre todo, un lugar que ofrecía indudables ventajas desde el punto de vista geopolítico en la medida en que el control de los Valles de Aragua implicaba en buena medida el control de la Capital de la República. Páez fijará su residencia en la hermosa hacienda “La Trinidad” (que había pertenecido al Marqués de Casa León), adquirirá una casona en La Victoria y extendería su dominio en la región a través de propiedades destinadas a la explotación agropecuaria. Crespo, quien siguiendo los pasos de Páez posteriormente se haría también propietario de “La Trinidad” y sus tierras, inicia la paulatina modernización de Maracay y será quien la incorpore a la “época de la máquina” al conectarla en 1894 con Caracas y Valencia a través del ferrocarril.
2. Izquierda: Vista reciente de la Casa de la hacienda «La Trinidad» ubicada del lado este de la avenida Universidad, vía que conecta Maracay con la población de El Limón. Comenzó a construirse en 1740 con el Capitán Nicolás Brito, dueño de las tierras. Posteriormente pasó a ser propiedad, entre otros, del Marqués de Casa León, José Antonio Páez, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Derecha: Plano General del Gran Ferrocarril de Venezuela (1894-1966)
Tal y como señala Ciro Caraballo en Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993), “… sería Juan Vicente Gómez el más consecuente de los ilustres pobladores con los que contó Maracay y quien le imprimiría un impulso definitivo al poblado agropecuario. El Benemérito crearía las condiciones para que este poblado alcanzara niveles materiales de vida propias de los más importantes centros urbanos del país, asumiendo en la práctica, desde 1914 hasta 1935, la función de capital político-militar de Venezuela.”
Así, desde la primera vez que visita Gómez la localidad aragüeña (1899) como integrante del ejército restaurador de Cipriano Castro “en su marcha triunfante hacia Caracas”, vio en ella un lugar que, además de prendarlo por sus bondades ambientales, le abrió la oportunidad de “conjugar sus inclinaciones agrarias, con el interés estratégico y el desempeño de sus funciones gubernamentales”, cosa que empezó a poner en práctica desde que asume la Vicepresidencia de la República a través de la adquisición de propiedades rurales y urbanas, y fortaleció una vez que asumió la Presidencia en 1908 o su versión de Comandante General del Ejército desde 1914.
Como dato vinculado al interés generado de parte de Gómez por el estado Aragua y en particular por Maracay, Caraballo apunta cómo “el gasto total del Ministerio de Obras Públicas (MOP) en el estado Aragua durante el período de Castro había sido significativo, en especial en la ciudad de La Victoria, capital del estado hasta 1917. Aún así, en el período castrista esta inversión sólo representó en promedio el 3% de lo invertido por el Estado a nivel nacional. A partir de 1910 el MOP incide con fuerza en el estado Aragua, con partidas orientadas cada vez más al desarrollo urbano de Maracay. Para 1917, momento en que se planifica la mudanza de la capital estatal a dicha ciudad, ya la inversión en Aragua superaba a la efectuada en el Distrito Federal…”. Para el período 1930-31 la inversión del MOP en el estado Aragua alcanza los Bs. 29.013.717,21 llevándose el 43,48% del porcentaje total nacional versus el 12,47% destinado al Distrito Federal. Maracay pasará de 7.017 habitantes en 1919 a 13.359 en 1928. Además, en 1917 Gómez, como paso previo a su conversión en capital del estado Aragua, había logrado poner bajo dicha jurisdicción “una amplia zona costera que hasta entonces había pertenecido al estado Carabobo, la cual incluía las poblaciones de Ocumare de la Costa, Cata y Turiamo”, previa inauguración en 1916 de la Carretera a Ocumare, logrando incorporar el mar a un estado que no tenía contacto con él y con ello reforzar un aspecto estratégico de vital importancia.
3. Lactuario de Maracay (1908). Foto tomada en 19134. Izquierda: Planta de Alumbrado Eléctrico, Maracay (1912). Derecha: Fábrica de Papeles Maracay (1913)5. Telares e Hilanderías Maracay (1927)
La ingente inversión de recursos de que se ve beneficiada Maracay se tradujo en importantes obras públicas en las que Gómez siempre participó donando o vendiendo terrenos a la Nación o como co-propietario de cuanta empresa se fue localizando allí. En 1912 se inauguró el alumbrado de la ciudad y para 1914 se emprende la reforma y ampliación del acueducto cuyas obras dirige Alejandro Chataing. También en 1912 se instala en Maracay el Lactuario, en 1915 la planta de procesamiento de papel y en 1926 se establecen los Telares, tres muestras del acompañamiento que el capital privado brindaba al desarrollo agroindustrial de la región. Para celebrar el Centenario de la Batalla de Carabobo (1921) “se inaugura un edificio para mercado, oficinas para el servicio de correos y telégrafos. Paralelamente a las obras civiles, la ciudad se consolidaba como sede principal de las tropas y equipos militares del país. Las nuevas edificaciones del Cuartel Nacional, con capacidad para 3.000 hombres y la Escuela de Aviación, iniciaban la gestación del nuevo polo urbano al este del viejo centro”.
Dentro de este marco, en el que la obra pública cobra papel protagónico, cuya calidad se ve refrendada por la adscripción al MOP de profesionales de la talla de Ricardo Razetti, Carlos Raúl Villanueva, Carlos Guinand Sandoz o Luis Malaussena, la inversión en Maracay alcanza, como ya vimos, su punto culminante entre 1929 y 1931 lo cual redundará en la construcción de importantes obras y significativas mejoras urbanas, espoleadas por el aprovechamiento de la circunstancia de celebrarse en 1930 el centenario de la muerte del Libertador.
6. Vista aérea del centro de la ciudad de Maracay que abarca desde la Plaza Bolívar (derecha) hasta el sector Los Samanes (izquierda), prouesta de renovación urbana a la que se le dio el nombre de «Ciudad Jardín»7. Vista aérea de la Plaza Bolívar de Maracay en dirección este-oeste. A la izquierda (costado sur de la plaza) se divisan el antiguo Hotel Jardín y el Teatro de la Ópera; a la derecha (costado norte de la plaza), los cuarteles Bolívar y Sucre; al fondo (costado oestede la plaza), la Clínica Maracay (hoy conocida como Ambulatorio Urbano Dr. Efraín Abad Armas)
Los planteamientos europeos provenientes de lo que en urbanismo se conoce como “Ciudad Jardín” (apelativo que desde entonces asume Maracay), influyen en la toma de decisiones al momento de dotar a la capital del estado de un imponente espacio público (que se convertiría en la Plaza Bolívar más grande del país) y las edificaciones que lo acompañarían, operación en la que estaría involucrado el Benemérito con el interés de revitalizar un sector al este de la ciudad (conocido como “Los Samanes”, “los Dos Caminos” o “La Barraca”) donde poseía numerosas propiedades. La prolongación del eje de la calle Bolívar (antigua “calle Real”), sobre la que ya se ubicaban los mejores edificios y espacios urbanos de la ciudad, permitió incorporar el sector señalado como objeto de la remodelación general la cual fue denominada como “Ciudad Jardín”. La calle Bolívar se convertiría en el límite norte y la calle Miranda en el límite sur de un rectángulo de 320 metros de longitud por 106 de ancho que en noviembre de 1929, mediante Decreto del Ejecutivo Nacional se convertiría en el corazón del nuevo proyecto. Dividida la plaza en tres lotes cuadrados separados mediante dos vías paseos (hoy en día cerradas al tránsito vehicular), en el del centro se colocó una estatua ecuestre del Libertador vaciada a partir de la existente en Caracas, acompañada del correspondiente kiosko para música. Se sumarían al espacio árboles, flores y fuentes ornamentales junto a un mobiliario urbano que constituyeron “un marco ideal para Bolívar en su centenario y para las nuevas edificaciones que Gómez realizaría en su entorno.”
8. Vista aérea de la Plaza Bolívar de Maracay y su entorno9. Clínica Maracay (hoy conocido como Ambulatorio Urbano Dr. Efraín Abad Armas). Carlos Guinand Sandoz con la colaboración de Willy Ossott (1930)10. Hotel Jardín, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930) 11. Club de Deportes, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930)
Bajo la coordinación del ingeniero francés André Potel, quien formaba entonces parte del equipo del MOP, los proyectos de las diferentes edificaciones alrededor de la plaza fueron asignados a profesionales que integraban como personal fijo o colaboraban con dicho Despacho. Al ingeniero Ricardo Razetti le fue asignado el nuevo edificio del cuartel de infantería (que llevaría por nombre “Cuartel Bolívar”), quien apeló para su diseño a duplicar el Cuartel Sucre ubicado en la fachada norte de la plaza (también por él proyectado en 1917 de planta cuadrada de unos 90 metros de lado), utilizando los mismos códigos formales y volumétricos. La entrada al Cuartel Bolívar, que alcanzaría los 176 metros de largo, se alinearía con la estatua ecuestre del Libertador ubicada en el centro de la plaza.
“El lote de la fachada este estaba previsto para la construcción de la catedral, mientras que al oeste … se proyectaba la nueva “Clínica Maracay” (…) y para ello se escogió al arquitecto Carlos Guinand Sandoz. (…) El lote de la fachada sur de la Plaza Bolívar sería destinado a un nuevo edificio para alojamiento de viajeros: el Hotel Jardín, local que durante los últimos años del régimen gomecista actuaría no sólo como hospedaje sino como el más importante espacio político y social de Venezuela”, apuntará Caraballo. Le corresponderá a Carlos Raúl Villanueva realizar el proyecto del Hotel Jardín que ocupará un inmenso lote de 28.600 m2 con 220 metros de frente y también proyectará el Club de Deportes, que se construyó simultáneamente al lado este del hotel en otro lote cuadrado de aproximadamente una hectárea con el que se completaría el frente hacia la plaza.
12. Antiguo Hotel Maracay. Fachada lateral y posterior
Maracay que a partir de 1917, transformada en capital del estado Aragua, ya se había empezado a convertir en importante foco de atracción turística, emprendió en esa fecha la construcción por parte del MOP de una instalación que transformó en hotel la casa “La Magnolia” en el centro de la ciudad. Dos años después se inaugura un segundo edificio hotelero de dos plantas que respondía a los cánones neoclásicos del siglo XIX, el Hotel Maracay, proyectado especialmente para tal fin y ampliado en 1928, llegando a alcanzar los mejores estándares nacionales.
Dada la fecha en que se decide ampliar el Hotel Maracay, todo indicaba que no estaba entre los planes del gomecismo acometer la construcción de una nueva instalación de ese tipo, lo cual logra revertirse a favor del proyecto del Hotel Jardín gracias a la influencia ejercida desde 1928 por el entonces Ministro de Obras Públicas, José Ignacio Cárdenas, quien convence al Benemérito sobre la importancia de contar con una instalación acorde a la imagen moderna de la ciudad, cosa que el Hotel Maracay no ofrecía.
13. Hotel Jardín, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930). Planta baja14. Hotel Jardín, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930) . Fachada principal (norte) hacia la Plaza Bolívar15. Hotel Jardín, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930). Izquierda: Vista del acceso desde la Plaza Bolívar. Derecha: Jardines del espacio interior.16. Hotel Jardín, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930). Vistas del interior17. Hotel Jardín, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930). Vestíbulo
El proyecto del Hotel Jardín se concluye en 1930 siguiendo para su diseño “los clásicos patrones de composición de la academia de Beaux-Arts parisina, donde Villanueva había obtenido su instrumental teórico profesional. Esa densa formación académica se vio reflejada tanto en las composiciones generales de las plantas y las fachadas como también en los elaborados dibujos y detalles de cada uno de los espacios principales, que realizó siguiendo las pautas de bellas artes, los cuales incluían molduras, ornamentos, carpintería y herrería”, nos dirá Caraballo.
La amplia y detallada descripción que hace el propio Caraballo, complementada por otra de corte más técnico publicada por Luis Polito en el nº 69 (2001) de la revista PUNTO, permiten hacerse una idea muy completa de las variables funcionales, formales y ambientales que lo acompañaron de entre las que no conviene descuidar las correspondientes al contexto donde se ubicó y que colaboró a completar.
Así, sabemos que el Hotel Jardín como conjunto está conformado por un volumen continuo de tres pisos que ofrece un frente urbano homogéneo hacia todo el frente de la Plaza Bolívar, que en planta baja se presentaba como una galería sombreada hacia el exterior y hacia el interior como un corredor de distribución que conducía a las habitaciones operando a la vez como filtro climático; en el segundo piso el edificio reconocía en su fachada los balcones de los dormitorios allí ubicados a los que se accedía por otro fresco corredor interno que funcionaba como expansión y desde donde se podía observar el conjunto de jardines internos y las dependencias públicas del hotel. El tercer piso, solucionado como una cubierta en mansarda, albergaba habitaciones más pequeñas con baños compartidos, a diferencia de los dos primeros niveles donde cada una posee baño privado.
El acceso, alineado con una fuente ubicada entre la primera y segunda zonas en que se divide la Plaza Bolívar, se ofrece como punto central y a la vez eje de simetría en la distribución del volumen que además ocupa el frente de las dos calles laterales, tomando la planta una forma de “E”. En el extremo suroeste se ubicó la zona de servicios (cocina, lavandería, depósitos) y en el sureste el garaje. Sobre el eje que define la entrada se ubican además, de manera secuencial, corredores y escaleras, un pequeño primer patio, uno segundo más amplio que conducía al bar y al salón de baile, siguiendo con el comedor y los amplios jardines arbolados posteriores que se organizarán a modo de patio central, cerrado al fondo por una pared que lo separa de los lotes vecinos. Para Caraballo, “el eje central es la parte más compleja e interesante del diseño de Villanueva, al crearse una sucesión de espacios techados sin cerramientos laterales, conectados entre sí por una secuencia elaborada de corredores y patios, generando una respuesta tropical y una sucesión de ricos espacios, sin precedentes en el país.”
Contaba el hotel con un total de 100 dormitorios distribuidos por igual en las alas que se desarrollan a ambos lados del acceso: 66 de ellos ubicados entre la planta baja y el primer piso y el resto en el tercero.
El hotel abrió sus puertas el 19 de diciembre de 1930. Para organizar la gran apertura es llamado el conocido empresario nacido en Alsacia, León Becker quien para entonces administraba también el Hotel Miramar de Macuto. Allí Becker “desarrolló sus mejores capacidades como ‘Cheff’ (sic) y ‘Maestro de Ceremonias’, siendo Maracay, como era, el centro del poder nacional y el Hotel Jardín el principal escenario para los actos oficiales”, apuntará Caraballo. En 1933 Becker “quedaría a cargo de la totalidad de la planta hotelera estatal, pasando a convertirse en ‘Director Administrador de los Hoteles Nacionales’, teniendo como único superior inmediato al jefe del Despacho de Turismo”.
18. Hotel Jardín, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930). Patio interior con el hotel en pleno funcionamiento (circa 1940)19. Hotel Jardín, Maracay. Carlos Raúl Villanueva (1930). Foto del año 2015 tomada desde la plaza Bolívar con el edificio pintado en su color original donde se ven las modificaciones incorporadas al convertirlo en sede de la Gobernación del estado Aragua (cerramiento de las columnas de la fachada).
Menos de treinta años funcionó como hotel en manos del Estado la estructura diseñada por Carlos Raúl Villanueva. Tras la muerte de Gómez y la ralentización económica que sufrió Maracay el hotel fue intervenido para modernizarlo en 1939 dotando de sanitarios los dormitorios del tercer piso y construyéndose una siempre esperada piscina. En 1957, una vez que la CONAHOTU abre el nuevo hotel Maracay proyectado por Luis Malaussena con la colaboración de Federico Beckhoff, Klaus Heufer y K.P. Jebens, el Hotel Jardín pasó a ser sede de la gobernación de Aragua y comenzó un proceso creciente de transformación de todos sus espacios, algunos de ellos propiciados por el proyecto de adecuación que le fuese encargado al propio Malaussena. El ejecutivo regional se mantuvo allí hasta el año 2010, cuando se muda al edificio de Corpoindustria.
Como se señala en la página web de IAM Venezuela https://iamvenezuela.com/2018/12/pintan-el-hotel-jardin-de-maracay-sin-el-aval-del-ipc/: “En la gestión de Tareck El Aissami la gobernación anunció que con asesoría de PDVSA La Estancia y del Instituto del Patrimonio Cultural se realizaría una rehabilitación integral de la plaza Bolívar y de la fachada del Hotel Jardín que incluyó friso y pintura, además de la creación del paseo Carlos Escarrá en la calle Miranda. (…) El 29 de diciembre de 2014 el gobernador también anunció la intención de recuperar la edificación para su uso original como hotel, por lo que algunas dependencias gubernamentales que aún funcionaban allí fueron mudadas. (…) Actualmente en el antiguo Hotel Jardín funcionan las sedes del canal del estado Telearagua, la emisora Radio Aragüeña, las oficinas administrativas de Ciudad Maracay, además de una sala situacional que funge de puesto de comando y control del estado. (…) Del regreso de estas instalaciones como hotel ya no se habla”. Sin tener hoy un doliente importante que vele por su salvaguarda, el caer de nuevo en un proceso creciente de deterioro está cantado.
En algún momento de su trabajo Ciro Caraballo afirma lo siguiente: “Para inicios de 1930, el Gobierno Nacional contaba con una naciente red hotelera, iniciada una década antes con el ‘Gran Hotel Termal de los Baños’ de San Juan de los Morros, ampliada en 1928 con la incorporación del ‘Hotel Miramar’ en Macuto y culminada con la inauguración del ‘Hotel Jardín’ en Maracay. A este sistema de hoteles se incorporaría el nuevo ‘Pabellón del Hipódromo’ del Paraíso, en Caracas, el cual si bien no era propiamente un hotel, brindaba una amplia gama de servicios recreativos que estaban en concordancia con la oferta de la red hotelera estatal”. También dentro de esta política se había dado inicio a la construcción del Hotel Rancho Grande en la carretera Maracay-Ocumare de la Costa que atraviesa en parque Henri Pittier. Con esta larga nota dedicada al Hotel Jardín, aunque cerramos nuestra revisión a los que se llamaron los “Hoteles Nacionales” construidos y puestos en funcionamiento durante el gomecismo, dejaremos la puerta abierta para comentar en futuras entregas tanto el “Pabellón del Hipódromo” del Paraíso como la frustrada culminación del Hotel Rancho Grande, responsabilidad ambos del entonces denominado Despacho de Turismo del Ministerio de Fomento.
… que en 1920, en San Juan de los Morros, abre sus puertas el “Gran Hotel Termal”, primogénito de los hoteles nacionales?
1. Gran Hotel Termal, San Juan de los Morros (circa 1920)
Ciro Caraballo Perichi cuyo libro Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993) hemos comentado y utilizado en diversas ocasiones en este boletín, se ocupa de otorgarle un importante espacio a la relación entre las “termas de salud” y la aparición en torno a ellas de lugares destinados al alojamiento que, traducidos en muchos casos en grandes hoteles, han permitido otorgarle al hidrotermalismo un lugar preponderante dentro del desarrollo del turismo a partir del siglo XIX.
En un primer momento, dentro de la “Introducción”, en el apartado titulado “De la terma de salud a la terma de placer”, Caraballo afirma: “El edificio de alojamiento en los balnearios termales, fue una de las estructuras hoteleras de mayor desarrollo durante el siglo XIX. La facilidad de transporte ferrocarrilero puso al alcance de grandes masas de la población numerosas fuentes hidrotermales y termales, cuyo uso había sido altamente ponderado por sus cualidades sanitarias y curativas desde el siglo XVIII. En términos generales, las edificaciones hoteleras en los grandes centros balnearios respondían a uno de los dos conceptos funcionales vigentes: aquellas que surgían como respuesta a la revitalización de los modelos clásicos del baño termal, casi todas de corte neoclásico; y aquellas que respondían a conceptos naturalistas, cuyas edificaciones seguían la corriente arquitectónica del romanticismo, utilizando para su construcción madera y piedra”.
Dado el importante desarrollo de los centros termales como instalaciones hoteleras durante el siglo XIX y principios del XX, Caraballo amplía sus comentarios llevando a cabo un breve pero sustancioso repaso histórico del tema a partir de la consideración de tres momentos. En el primero de ellos, titulado “Del baño como acto purificante a la terma de placer”, se introduce el valor y papel simbólico que ha tenido el agua a través el tiempo, su utilización como agente purificador asociado muchas veces a ritos religiosos, y la detección de la presencia del baño termal en los más tempranos establecimientos poblados de Egipto, Asia Menor, Japón o Mesoamérica, sin dejar de mencionar que si bien es conocido el uso ritual de termas en la Grecia clásica “cabe a los romanos el haber llevado el edificio termal a su más alto nivel conocido, sólo comparable con algunas instalaciones otomanas del siglo XVI”.
El segundo momento, que lleva por título “La Ilustración: Racionalidad, salud e hidrotermalismo”, da cuenta del impulso tanto en Inglaterra como en Francia a partir del auge de los postulados del racionalismo y la Ilustración a mediados del siglo XVII de “un movimiento de carácter científico que buscaba el mejoramiento de la salud de los pobladores de las grandes ciudades a través del desarrollo de la higiene”, dándole así cabida al surgimiento de nuevas clases de edificios entre los que encontraban grandes hospitales, cementerios extraurbanos y casas de baños públicos. De estos últimos, aquellos que se ubicaran en el campo y de ser posible próximos a una fuente de agua mineral o termal, mejor. De esta tendencia queda el registro de la aparición de criterios formales y funcionales cuyo punto culminante lo establecería la incorporación de las edificaciones balnearias como tema en los concursos de la Academia de Beaux Arts de París.
Finalmente, llega Caraballo a “La Estación balnearia termal del XIX” como tercer momento en el desarrollo del tema en lo atinente a la aparición establecimientos termales con instalaciones permanentes a partir de la finalización en Europa de las guerras napoleónicas. Durante el siglo XIX tanto en el Viejo Continente como en Norteamérica se pone de moda y a la vez se masifican las visitas periódicas a estos lugares, los cuales cambian su carácter sanitario por el de ambientes de esparcimiento y placer. Caraballo no dudará en afirmar que “los sitios termales abrían … uno de los caminos del turismo contemporáneo”.
En nuestro país, de forma más modesta, se puede apreciar cómo el tema también guarda una particular relevancia hasta el punto de ocupar el segundo capítulo del libro que nos sirve de guía, titulado “Salud y alojamiento: Venezuela siglo XIX”. Sin entrar a profundizar en los diferentes apartados que lo constituyen donde se da cuenta de los “Sitios de temperar: el ferrocarril como medio”, de los “Balnearios de mar y río” y de los “Baños hidroterapéuticos y sitios termales”, si nos detendremos en este último a modo de vínculo con el edificio centenario que ha dado origen a esta nota.
Es interesante apreciar como “desde los inicios mismos del siglo XIX, se suceden estudios sobre los recursos termales en nuestro país”, y cómo más allá de las propiedades curativas que se levantan a modo de inventario en casi todo el territorio “en la Capital de la República aparecieron hacia finales del siglo XIX, los baños públicos de carácter hidroterapéutico, de clara inspiración europea” siendo ejemplos destacados los “Baños del Valle” y las instalaciones de Caño Amarillo. Sin embargo “los centros de esta categoría que captaron la mayor atención desde finales del siglo XIX, y que en el transcurso del siglo XX lograron desarrollarse, al punto que con sus altas y bajas, aún permanecen funcionando en nuestros días son: ‘Las Trincheras’ y ‘San Juan de los Morros’ ”, los cuales contarían con el apoyo para el desarrollo de su infraestructura primero de Guzmán Blanco y luego de Juan Vicente Gómez.
Al comienzo del subcapítulo “Los vapores sulfurosos de Guarume y San Juan”, Caraballo señala: “El territorio actual del Estado Guárico, en las inmediaciones de San Juan de los Morros y del poblado de Parapara, existen dos centros de aguas termales que cobrarán mucha importancia al tener como usuario al General Guzmán Blanco; las aguas termales de Guarume y la fuente de Aguas Hediondas en San Juan de los Morros iniciaban, en 1875, su proceso de equipamiento”. Aunque son las poco conocidas aguas termales de Guarume las que Guzmán llegó a visitar, actuando prácticamente como “conejillo de indias” en cuanto a tratar sus dolencias y, por ende, beneficiarse de los efectos curativos que ellas proporcionaban, su paralelismo en cuanto a apertura al publico y construcción de las primeras instalaciones con las Aguas Hediondas de San Juan es total. Se supone que Guzmán seguramente tuvo oportunidad de llegar hasta el pequeño manantial del que surgen las aguas sulfurosas de la hoy capital de Guárico en su viaje a Parapara y Guarume.
2. Baños Termales. San Juan de los Morros, 1918. Fachada oeste (arriba) y planta (abajo)
Las obras que se realizarían en San Juan, registradas en plano anexo a la Memoria del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de 1875, consistirían en “la construcción de un estanque para el almacenamiento de las aguas y tres piletas individuales. Gruesas columnas toscanas sostenían una cubierta en pabellón, siendo esto toda la infraestructura construida entonces. El autor del proyecto fue el ingeniero Antonio María Casano López, mientras que las obras estuvieron a cargo del ingeniero Serrano”.
Para 1893 las instalaciones de San Juan estaban abandonadas, situación que se prolongó hasta inicios del siglo XX cuando serían rescatadas “contando con el aval científico de las más altas autoridades termales de Europa” reforzado en 1926 con la visita del Dr. Louis Blanc, médico de las instalaciones balnearias francesas de Aix-les Bains. Sin embargo, ya poco antes de 1920 “la mano paternal del Benemérito llevaría de nuevo el progreso a las aguas sulfurosas de San Juan, con la construcción del ‘Gran Hotel Termal’ ”.
3. Gran Hotel Termal. San Juan de los Morros, 1920. Planta (arriba) y fachada (abajo)
En cuanto al hotel propiamente dicho, se le considera el «primogénito» de una red de “hoteles nacionales” que durante el gobierno de Gómez se desarrollaron en virtud de la importante presencia gubernamental tanto en su construcción como en su funcionamiento. Al “Gran Hotel Termal de los Baños” de San Juan de los Morros se le sumará en 1928 el “Hotel Miramar” en Macuto y culminará con la inauguración en 1930 del “Hotel Jardín” en Maracay. Su desarrollo obedece al nexo que desarrollaría Juan Vicente Gómez con el lugar en el que se encontraban las aguas sulfurosas, donde pasaría largas temporadas en su residencia de “Las Adjuntas” (alrededor de la cual “surgirían suntuosas viviendas vacacionales de los familiares y allegados del Benemérito”), lo que lo llevó, en primer lugar, a ordenar “la refacción completa, a la moderna, del edificio del balneario, captando suficiente agua para cien baños diarios, a fin de que los vecinos y los temporadistas puedan, con todas las comodidades apetecibles, gozar de las saludables aguas…”. Las obras le fueron comisionadas al ingeniero Leonardo Jiménez.
Por su parte, la construcción del “Hotel Termal” complementaría la infraestructura del balneario y estaría asociada a la realización de una carretera pavimentada entre San Juan y Maracay, lugar de residencia permanente de Gómez. Las obras se iniciaron en 1919 y fue concebido como “una gran casa de huéspedes” dentro de la familiar urbanización ocupada por Gómez y su séquito. Su proyecto, como señala Caraballo, muy probablemente fue desarrollado en la Dirección de Edificaciones del MOP, quedando la supervisión a cargo de los ingenieros Rafael Díaz y Guillermo A. Salas, siendo este último quien lo finalizaría.
El hotel fue diseñado inicialmente como una edificación de una planta organizada “alrededor de un patio central rodeado de corredores que permitían el acceso directo a las habitaciones, todas con baño privado, las que distribuidas en dos alas alcanzaban un número cercano a la docena. En el cuerpo central del lado norte se encontraban los salones, los cuales abrían a los corredores externos que servían tanto de terraza-estar como de salón de baile y cinematógrafo en las horas nocturnas. Se enfatizaba la fachada principal mediante una doble escalinata, la cual actuaba como pieza ornamental del conjunto, que permitía a los huéspedes disfrutar de la gran terraza…”. En su lado sur como complemento se ubicaron dos pabellones a doble altura que contendrían el comedor y un salón especial con sus áreas de apoyo: cocina, locales y patio de servicio.
4. Gran Hotel Termal. San Juan de los Morros. 2ª etapa. Planta (arriba) y fachada (abajo)5. Postal del Gran Hotel Termal. San Juan de los Morros (circa 1920)6. Fotografía de la 2ª etapa del Gran Hotel Termal (circa 1925)7. Huéspedes disfrutando de las instalaciones del hotel
Rápidamente las doce habitaciones del hotel inaugurado en 1920 resultaron insuficientes debido a la atracción que ejercían las constantes presencias de Gómez, y ya que las dimensiones de los servicios así lo permitían muy pronto (antes de 1927) se procedió a ampliarlo. “La estructura base se conservó, duplicando las habitaciones en planta baja, las cuales fueron construidas en los antiguos corredores laterales. Otro grupo de habitaciones se realizó en la terraza. El esquema general se mantuvo al construirse de nuevo las galerías laterales, a tiempo que se demolía la escalera, duplicando de esta manera el ancho del corredor delantero, el cual pasó a convertirse en el gran hall del hotel. Las galería se repitieron en el segundo piso, a fin de dar acceso a las habitaciones allí ubicadas; el número total de aposentos fue entonces elevado a un total de treinta”.
Técnicas mixtas caracterizaron la construcción, usándose al comienzo una combinación de techos de madera, caña, brava y tejas (propios del hotel original) que se sustituyeron parcialmente con la ampliación por placas de cemento con malla sobre perfiles metálicos.
En parte, gracias al empuje que trajo para la región la construcción del hotel, San Juan de los Morros es decretada en 1933 capital de estado Guárico (desplazando a la señorial población de Calabozo), decretándose desde el Gobierno la construcción de una serie de obras públicas acordes a tal condición, viviendo la instalación una época dorada en la que se promocionaban muy bien sus bondades como lugar terapéutico y de recreación que si por algo se vieron afectadas fue por la notable diferencia de su ocupación entre las temporadas cuando Gómez lo convertía en su “casa de huéspedes” y el resto el año, y por su lejanía de las redes ferrocarrileras a pesar de los esfuerzos que se realizaban por ofrecer transporte terrestre hasta la estación Cagua del Gran Ferrocarril Alemán. En 1929, en las inmediaciones del hotel se niveló un terreno para que sirviera de pista de aterrizaje acercándolo aún más a distancias antes impensables.
8. Diversas imágenes del estado actual en que se encuentran las instalaciones del hotel
Tras la muerte del Benemérito el 1935 todas las villas y edificaciones que se habían construido a sus alrededores fueron expropiadas y el Hotel Termal comenzó a languidecer pasando por etapas de deterioro y abandono como la que lo caracteriza actualmente. Siendo propiedad el Gobierno Regional se ha convertido, tras sucesivas promesas de rescate sobre su muy golpeada infraestructura, en todo un símbolo de la desidia y la incapacidad como si no se tratase de una obra de interés publico y valor patrimonial.
ACA
Procedencia de las imágenes
1, 2, 3 y 4. Ciro Caraballo Perichi, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista, 1993