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VALE LA PENA LEER

Una vida contada en casas

El escritor italiano Andrea Bajani recorre las viviendas que ha habitado, de niño y de adulto, temporal o mentalmente, con una arquitectura de dormitorios y sueños.

Anatxu Zabalbeascoa

Andrea Bajani, retratado por la revista ‘Domus’ en su casa de Génova.

Del tirador a la ciudad

27 de diciembre de 2022

Tomado de https://elpais.com/cultura

¿Nuestras casas saben bien cómo somos? Creo que este verso de Juan Ramón Jiménez es el que más he utilizado para escribir sobre la vivienda como retrato, deseo, castillo o escaparate. El escritor Andrea Bajani (Roma, 47 años) desarrolla esa idea de la casa como retrato en El libro de las casas (Anagrama), recorriendo la geografía —de Roma a Turín— y la arquitectura —de un sótano a una casa señorial— de su vida. Pero el libro no solo habla de él.

Esta singular novela disecciona la arquitectura —a partir de su capacidad para aislar o empujar, acoger o expulsar, dar un paso atrás o aparentar— y el urbanismo. Para hacerlo, se aparta de las personas —adjetivándolas, o llamándolas por su papel en el relato: yo, esposa, hija, padre, madre— y convierte a las viviendas en protagonistas con nombre propio en mayúsculas: Casa de Familia, Casa del Abuelo que nunca existió, Casa del Adulterio, Casa Señorial de Familia o Casa de la Felicidad.

Otras casas son más metafóricas, y, siendo reales, no han sido habitadas por Bajani más que mentalmente. Pero construyen el contexto cronológico-mental de la historia, ubican la mente de quienes protagonizaban aquellos momentos de su vida. Así, aparece sin nombrarlo el zulo donde fue secuestrado Aldo Moro. O Casa de la Muerte del Poeta introduce a Pier Paolo Pasolini también sin nombrarlo. Y describe el barrio donde se encontraba. “Si en otros barrios se construyen edificios de varias plantas, en el Idroscalo no pasan de la primera. No son empresas constructoras, sino manos desnudas e inexpertas. Pero el sueño sigue siendo el mismo: el sueño pequeñoburgués de ser protagonista del progreso teniendo casa propia”.

Bajani, en otra de sus viviendas.

Eso, fijarse en las casas en lugar de en las personas para describir las vivencias, produce un efecto igualador. Casi todas las reflexiones personales podrían ser universales. Veamos: “La Casa de Familia se ha formado por la unión de dos mobiliarios preexistentes. Es fácil saber qué objetos son de Yo y qué objetos son de Esposa e Hija, es fácil reconstruir las dos casas originales”. Está en un barrio de Turín donde hay “pastelerías, domingos de dulces, restaurantes con familias bien vestidas, pero todo sin ostentación. A dos metros de la estación central”.

En la Casa del Colchón habitan estudiantes. Pasan frío. Y “nadie habla de revolución, lo importante es no volver a casa de los padres”. La Casa Señorial de Familia, en cambio, “aunque está solo a dos calles, se sitúa bastante más arriba en la escala social: supone pasar de clase media acomodada a burguesía rica y con solera”. Tiene “suelos de mármol y, donde no hay mármol, parqué como Dios manda. Para Esposa es como volver a la clase de la que proviene; para Yo, es cumplir un sueño pequeñoburgués”. En el barrio donde está la casa “la fruta se ofrece a los vecinos bien dispuesta y sin polvo: la buena educación se extiende al reino vegetal. Los precios rara vez se muestran, es cuestión de buena crianza. Son elevados y eso tranquiliza: el precio selecciona al cliente”. En el portal, “la portera limpia ese suelo dos o tres veces al día. Contagiada del señorío con el que se codea, se ensaña con los criados y trata de usted a los propietarios. También a los obreros, pero es una amabilidad detergente”. Y Bajani, el “Yo” del libro, “mantiene la casa, la limpia de ácaros e insectos y contiene la hemorragia de los gastos”.

La Casa de los Recuerdos Fugados “es la caja negra de lo que Yo no recuerda, contiene aquello que hasta la memoria ha expulsado, aunque haya ocurrido. Es lo que le permite a Yo decir constantemente Yo, sabiendo que miente”. Y La Casa del Sótano, Sucursal de la Playa, le sirve a Bajani para hablar de su propia familia tanto como de urbanismo: “El concepto básico es que la costa, la playa, produce beneficio. Urbanísticamente, supone construir a gran velocidad y con mucho hormigón. Socialmente, la idea de veranear se adapta al capitalismo: ya no es el chalé, sino el bloque de viviendas, ya no son unos pocos, pálidos y bien vestidos, sino todos, vestidos igual”.

Las paredes levantadas por Bajani encierran dolor y amor, vidas ficticias y reales, búsquedas y equivocaciones; seres humanos pasivos e ilusiones perdidas, miedo, muerte y enfermedad. También esperanza y autoconocimiento. Hay abrazos tras un divorcio y abrazos que no se sabe que van a ser los últimos. Lo habrán visto, el libro de las casas de Bajani cuenta, en realidad, su vida.

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

El libro de las casas

Andrea Bajani

Anagrama

2022

Nota de los editores

La historia de un hombre −y de un país− a través de las casas en que ha vivido. Un intenso retrato humano a través de los espacios habitados.

La historia de un hombre a través de las casas en las que ha vivido. Un personaje del que no llegamos a saber el nombre –es simplemente Yo–, pero sí todos los detalles de su vida. Que se va reconstruyendo en una sucesión de fragmentos: la compleja relación con su violento padre, la presencia de la madre atemorizada, la tortuga que vive en el patio, la emigración de la familia al norte, las estancias en ciudades extranjeras, el matrimonio, el ascenso social, la relación con una amante, el espacio íntimo en el que se refugia para escribir… Cada una de esas etapas, cada una de las emociones de ese personaje –la educación sentimental, los anhelos, las decepciones, el amor, las traiciones, la soledad…–, están relacionadas con una casa.

De fondo, dos acontecimientos históricos, dos hechos sangrientos, proporcionan el contexto: el secuestro y asesinato de El Prisionero y el asesinato de El Poeta, que no son otros que Aldo Moro y Pier Paolo Pasolini, cuyas muertes violentas definen los años de plomo de Italia. Y es que, si la novela es ante todo la historia de un hombre a lo largo de su vida, también es, en cierto modo, la historia de Italia en los últimos cincuenta años, porque los fragmentos que constituyen esta novela se enmarcan entre los setenta del pasado siglo y un futuro más o menos lejano en el que solo la tortuga seguirá viva.

Andrea Bajani ha escrito una novela singularísima y fascinante, en la que, a través de los espacios que habitamos, se reconstruye la historia de un ser humano con todas sus contradicciones, miedos y deseos. No es una simple pirueta: es el retrato de un alma a través de las casas en que ha vivido.

Comentarios

«En esta espléndida novela, Andrea Bajani convierte la casa, o más bien las casas, en que vivió en el lugar privilegiado de su historia» (Lella Baratelli, Maremosso).

«Una novela con una estructura original que recorre una existencia (…) y con ella cincuenta años de la historia de Italia» (Cristina Taglietti, La Lettura).

«Solo quien mantiene una relación auténtica con los demás puede hablar con tanta solvencia de la soledad que nos rodea» (Nicola Lagioia).

«Una demoledora y brillante indagación para encontrar nuevas respuestas a la eterna pregunta: “¿Quién eres?”» (Claudia Durastanti).

«Bajani va más allá de la simple ficción para hacer gran literatura» (Massimo Recalcati).

«Bajani explora como nadie había hecho los lugares donde nos descubrimos, amamos, sufrimos y finalmente nos convertimos en nosotros mismos» (Sandro Veronesi).

«Junto con Rachel Cusk, Ottessa Moshfegh, Annie Ernaux, Joyce Carol Oates y Richard Powers, Andrea Bajani es uno de los escritores vivos que más admiro» (Edmund White).

«La escritura de Bajani tiene una energía incontenible» (Enrique Vila-Matas).

ACA

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Demolido y reconstruido: La identidad de las réplicas arquitectónicas

María Cristina Florian

Traducido por Diego Vivas

8 de octubre de 2022

Tomado de www.archdaily.cl

Los derechos para reconstruir la icónica Torre de Cápsulas Nakagin de Kisho Kurokawa se venden actualmente en uno de los mayores sitios de NFT. Aunque la demolición de la torre ha comenzado a principios de este año, la subasta vende el derecho a reconstruir la estructura, tanto en el metaverso como en el espacio real. La idea de recrear el edificio Metabolic en un espacio virtual parece natural. Podría permitir a una comunidad más amplia explorar una pieza icónica de la arquitectura y animarles a experimentar con ella, una iniciativa en consonancia con los ideales metabolistas. Por otro lado, la idea de reconstruir un edificio histórico demolido en el mundo físico suscita un conjunto diferente de emociones conflictivas. Las réplicas arquitectónicas no son la norma, pero su existencia plantea cuestiones sobre la identidad y la autenticidad de las obras de arquitectura.

La decisión de demoler la Torre de Cápsulas Nakagin, construida en 1972, se tomó debido al precario estado de la estructura y a su incompatibilidad con las normas sísmicas actuales. Aunque la opción más sostenible sería reutilizar las estructuras construidas, la necesidad de demolición suele basarse en factores más decisivos: el abandono prolongado, el deterioro o la presencia de materiales peligrosos como el amianto pueden hacer que una instalación sea insegura. Algunas obras de arquitectura se construyeron como estructuras temporales, mientras que otras representan símbolos que ya no se ajustan a los ideales de la población. Independientemente de las razones, no son muchos los edificios demolidos intencionadamente a los que se les concede una segunda vida

Sin embargo, hay un ejemplo de edificio icónico que fue demolido y resucitado de entre los escombros cuatro décadas después: El Pabellón Alemán de Mies van der Rohe y Lilly Reich, actualmente más conocido como Pabellón de Barcelona. Esta estructura está ampliamente reconocida como un edificio canónico, una de las estructuras clave del Movimiento Moderno. Construido en 1929 en el marco de la Exposición Internacional de Barcelona, el pabellón pretendía representar la cara de Alemania después de la Primera Guerra Mundial como una cultura progresista y moderna, pero aún arraigada en su historia clásica. Siempre se concibió como una estructura temporal, por lo que, una vez finalizada la exposición, el pabellón se desmanteló pronto, en enero de 1930.

En 1955, el arquitecto Oriol Bohigas propuso reconstruir el pabellón reutilizando su estructura de acero. Se puso en contacto con Mies, que estuvo de acuerdo con la idea y se ofreció a rediseñar los planos, ya que los originales se habían perdido. A pesar de ello, el proyecto no se llevó a cabo por falta de apoyo de las autoridades. A lo largo de los años se iniciaron otros intentos infructuosos. Sólo en 1981 prosperó finalmente la iniciativa, debido a la posición favorable de las autoridades de Barcelona. Uno de los principales argumentos a favor de su reconstrucción fue su reconocimiento como «una de las obras fundamentales del siglo XX», citando la expresión de Bohigas. El proyecto se encargó a los arquitectos catalanes Ignasi de Sola-Morales, Cristian Cirici y Fernando Ramos.

“Una premisa indiscutible era el concepto de una reconstrucción que interpretara lo más fielmente posible la idea y la forma material del Pabellón de 1929”.

Ignasi de Solà-Morales

A pesar de la extensa investigación realizada para desarrollar los nuevos planos, alzados y secciones, el nuevo pabellón, terminado en 1986, no es una réplica perfecta. Algunas de las diferencias se debieron a la falta de información sobre la estructura original, pero otras fueron intencionadas. La nueva estructura está construida para ser permanente, por lo que se hicieron una serie de cambios para garantizar la longevidad: los cimientos de «bóveda catalana» de 1929 se sustituyeron por otros de hormigón vertido, se utilizó travertino más duro, se mejoraron el tejado y los sistemas de drenaje y se montaron puertas exteriores permanentes.

El pabellón de 1986 también corrigió aspectos de la estructura original que se consideran representaciones imperfectas de la intención del arquitecto. En 1929, debido a la escasez de mármol verde y travertino, los muros exteriores y la parte trasera del pabellón no estaban revestidos de éstos, sino pintados de verde y amarillo para asemejarse a la piedra. La réplica corrige esto y tiene todas las paredes revestidas de piedra. Con todas las mejoras, se podría argumentar que la copia es de hecho mejor que el original. Intuitivamente rechazamos esta premisa, pero plantea dudas sobre la viabilidad de las copias de la arquitectura.

“No cabe duda de que todos los que hemos participado en esta empresa somos conscientes de la distancia que existe entre el original y su réplica. No porque la calidad de su ejecución sea inferior, que no es el caso, ni porque fuera imposible determinar con precisión cómo se habían resuelto todos los detalles del edificio, sino porque toda réplica es, indiscutiblemente, una reinterpretación”.

Ignasi de Solà-Morales

El sistema del filósofo Nelson Goodman, detallado en su libro Languages of Art, ofrece una visión de la relación entre una obra de arte original y su copia. Divide las artes en dos categorías: artes autográficas, que no pueden ser replicadas, y artes alográficas, que sí pueden serlo. La primera categoría incluye artes como la pintura o la escultura, donde la autenticidad se define por la historia de la producción. Cada pincelada de un maestro representa un paso que sólo puede ser imitado, por lo que cualquier copia es una falsificación. En cambio, las obras alográficas, como los textos literarios, la música o la coreografía, pueden multiplicarse infinitamente sin perder valor. Su autenticidad reside en el sistema abstracto de anotación.

Si consideramos la arquitectura como un arte alográfico, basado en los sistemas de anotación definidos por el arquitecto, entonces todas las instancias de un edificio tienen el mismo valor siempre que se ajusten a los planos y detalles originales. Sin embargo, esto sería una simplificación excesiva, ya que las historias de producción contribuyen a definir los dos edificios. Lo contrario tampoco puede ser del todo cierto, ya que la réplica es, aunque sea parcialmente, una representación auténtica de la intención del arquitecto. Una mejor comprensión de las obras arquitectónicas sería como híbridos, lo que pondría aún más de relieve la complejidad inherente a la arquitectura.

El importante estatus que adquiere un edificio es a menudo la razón subyacente para crear su réplica. El Pabellón de Barcelona no es una reconstrucción de un pabellón nacional que representa a un solo país. Es la reconstrucción de una de las representaciones más importantes y tempranas del Movimiento Modernista. El programa libre del pabellón temporal permitió a Mies van der Rohe y Lilly Reich crear una de las expresiones más puras de un movimiento radical en sus primeras etapas. Es difícil saber si la Torre Cápsula Nakagin podría adquirir un estatus igualmente relevante y una motivación lo suficientemente fuerte como para ser reconstruida.

ACA

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Libros

Una poética determinista

When Form Follows Climate

Eduardo Prieto

1 de agosto de 2022

Tomado de arquitecturaviva.com

Los ojos de los arquitectos son codiciosos: leen formas, atrapan formas, manipulan formas, y es bueno que sea así. Pero, en su fascinación por lo visual, los arquitectos y quienes les enseñan a discriminar qué es o qué no es ‘disciplinar’ han dejado de lado la componente invisible de la arquitectura, esto es, la parte térmica, termodinámica, ambiental o medioambiental que, desde siempre, compone los entornos humanos y que, por tanto, resulta ser una más de las dimensiones ‘disciplinares’ de la arquitectura.

Hay varias maneras de sacar a la luz este lado fundamental pero aún ninguneado. Una es operativa, y consiste en hacer del control del clima una estrategia prioritaria del proyecto, de manera que las nuevas formas lleguen a ser el resultado de nuevas funciones, las climáticas. La otra, más contenida, es histórico-crítica, y se orienta a desvelar los modos en que las cuestiones medioambientales han determinado técnica y culturalmente la arquitectura.

Ambas perspectivas son complementarias. Mientras que la visión histórico-crítica relativiza las aspiraciones deterministas de la visión operativa, esta dota de pertinencia contemporánea a aquella y evita que se convierta en simple arqueología erudita. Así y todo, las relaciones entre ambas distan de ser amables; reproducen, de hecho, las tensiones que se dan en general entre los proyectistas y los historiadores, afines los unos al presentismo y cómodos los otros en el pasadismo.

Aunque haya ensayado una tan interesante como anticulturalista exploración a la historia, Philippe Rahm pertenece por sensibilidad y obra a los presentistas operativos. Para él, el clima, concepto clave del Antropoceno, tiene la suficiente fuerza como para sostener un nuevo tipo de funcionalismo al que aludiría bien el lema que el suizo se precia de haber acuñado: «La forma sigue al clima». El funcionalismo medioambiental de Rahm tiene, sin embargo, poco que ver con las fórmulas y los estilemas de la sostenibilidad contemporánea, por cuanto, siendo mucho más radical, aspira a disolver la arquitectura en campos atmosféricos y variables que, no por estar determinados ‘científicamente’, resultarían ser menos estéticos.

Presente ya en aquella instalación de la Bienal de Venecia en la que dos jóvenes insertaban su desnudez en un ambiente tecno-temperado —una suerte de burbuja de Banham, pero invisible—, el empeño de Rahm puede haber perdido novedad, pero no radicalidad y coherencia, como demuestran las decenas de escritos con los que ha difundido su programa climático-estético a lo largo de los últimos quince años. Se trata de textos en su mayor parte publicados en francés e inglés, pero a los que ahora podemos acceder también en español merced a dos títulos breves pero muy representativos de las ideas del autor: Escritos climáticos y Meteorología de los sentimientos.

El primero es una atinada recopilación de ensayos en los que Rahm aborda cuestiones como el ‘urbanismo termodinámico’, el ‘estilo antropocénico’, la ‘arquitectura meteorológica’ o incluso la posibilidad de la belleza. En todos ellos, el autor critica el giro visualista, ideológico y superficial que a su juicio impuso la posmodernidad, y defiende el compromiso con un materialismo que sería a la vez cientificista, fenomenológico y neomarxista. Se trata del mismo materialismo de base climática y corporal del que da cuenta Rahm en Meteorología de los sentimientos, un libro orientado a públicos amplios en el que, a través de un ameno paseo por conceptos como la radiación, la inercia, la insolación, el enfriamiento, la conducción, la evaporación o el clima, se propone la metamorfosis de la sensibilidad humana y un replanteamiento de la arquitectura en términos más científicos. Dos objetivos igual de improbables pero que Rahm —más artista al cabo que arquitecto— conjuga con su personal poética determinista.

Libros reseñados

Escritos climáticos

Philippe Rahm

Puente editores

2021

Meteorología de los sentimientos

Philippe Rahm

Ediciones Asimétricas

2022

ACA