
Archivos diarios: 28 de enero, 2018
ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 96

La Expo de Montreal 1967 cuyo lema era «El hombre y su mundo», de la cual acaban de cumplirse 50 años de su apertura, podría decirse que conserva intacto el espíritu de New York 64: la parodia estilística y el abigarramiento formal vuelven a ser las notas sobresalientes. En Montreal, además, se sentirá como en ninguna otra Exposición el rol protagónico de quienes durante el siglo XIX ocupaban el papel secundario: los pabellones nacionales. No es casual que la Expo-67 se recuerde por la presencia casi emblemática del enorme domo que Buckminster Fuller diseñó como Pabellón para los Estados Unidos. Junto a él también brillarán el «habitat» de Moshe Shafdie y las «estructuras tensadas» de Frei Otto representativas de la República Federal de Alemania, mientras las innovaciones tecnológicas y los alardes comunicacionales, por reiterativos, dejan ya de tener interés.

También la Expo de Montreal le ofrece a Carlos Raúl Villanueva la oportunidad de reaparecer con una importante obra luego del ostracismo oficial al que se le sometió una vez caída la Dictadura. En efecto, gracias a los buenos oficios de Eduardo Trujillo, uno de sus tantos discípulos, el Colegio de Arquitectos de Venezuela selecciona a Villanueva como proyectista del Pabellón venezolano para Montreal y el Gobierno nacional procede a su contratación. En otras coordenadas se repite el relato Gasparini-Scarpa de Venecia.

Villanueva intuyendo las características del entorno que la Feria generaría (recargado y exhibicionista hasta el cansancio), opta por hacer una propuesta contrastante con el mismo. Es así como vislumbra una respuesta formal que, independientemente del programa que el edificio fuese a albergar e intentando responderse la pregunta de ¿cómo representar a Venezuela en la Expo?, deje en el visitante una marca indeleble. Se recurre entonces, recordando un viejo croquis de Le Corbusier que éste usaba para definir la escala y su valor, a la utilización del sólido platónico por excelencia: el cubo. De esta manera se daría respuesta al problema de la representatividad arquitectónica del país no por lo que lo diferencia sino por lo que esencialmente lo asemeja al resto, revirtiéndose luego ello mismo hacia lo primero.
Juan Pedro Posani, siempre próximo a Villanueva, relata en «Expo 67. Villanueva, Soto. Un cubo, dos cubos tres cubos» texto aparecido en el Boletín del CIHE, nº 8 (1967), algunos de los dilemas que tuvo que sortear el Maestro en la gestación de la idea: “Representar un país: problema dificilísimo, particularmente cuando en ese país se superponen diferentes estructuras profundamente contradictorias. Dificilísimo porque también está en juego el conocido dilema de la expresividad de la arquitectura: ¿arquitectura como escenografía o arquitectura como solución? Y si una exposición es una escenografía ¿cuáles serán los mejores medios de representación?. Villanueva llegado a este punto decide dejar a los medios audiovisuales la tarea representativa. Separa el contenido del continente como en dos regiones independientes: asume para sí el problema del segundo, deja para otros (¿el Ministerio, una comisión, etc.?) el problema del primero.”


La aparición a posteriori del programa diferenciando tres tipos de actividades en otras tantas zonas dará la clave en la formalización y resolución definitivas: “Tres cubos de 13 metros de lado en acero y aluminio, unidos entre sí por una zona de circulación y acceso más baja, policromados de fuertes colores y pulidos como una maquinaria, rojo, azul, amarillo, naranja, negro y verde levantados sobre una ligera plataforma de concreto acabado en obra limpia que permite destacar con mayor fuerza las líneas puras de los cubos”, tal y como expresara el propio Maestro en «Pabellón de Venezuela para la Expo 67 en Montreal”, Revista CAV, nº 23, quien tuvo siempre en mente la posibilidad de que el edificio fuese fácilmente desmontado y posteriormente trasladado a Venezuela.

Villanueva logra dar una respuesta clara, contundente y sencilla que se traduce en calma y tranquilidad contrastantes con el bullicio del gran parque de diversiones en que se transformó la Expo. Su localización privilegiada en la Isla de Notre Dame frente al Río San Lorenzo, en un sitio despejado y rodeado de jardines, dentro de un parcela amplia (1.512 metros cuadrados ocupados en un porcentaje del 43 %, tal y como lo muestra la fotografía seleccionada que ilustra la postal del día de hoy), permiten contemplarlo fácilmente a distancia y desde diversos puntos. El acceso a través de rampas al espacio articulador de los tres cubos acrecienta el control del factor sorpresa que el atractivo hermetismo exterior del Pabellón propicia. Un cubo se destinó a la representación de un programa audiovisual (Venezuela hoy) que se proyectaba sobre pantallas ubicadas en cada una de sus caras; otro se convirtió en recipiente y escenario para apreciar una impactante escultura cinética y giratoria de Jesús Soto la cual se fusionó con la obra «Cromovibrafonía » que Antonio Estévez (quien en aquel entonces incursionaba en la música electrónica) compuso para la ocasión; el tercero de tres niveles albergaba las áreas administrativas y de servicios (segundo nivel), depósitos, equipos y máquinas (primer nivel) y espacio de animación y vida acompañado con un restaurant-cafetín donde se servían comidas típicas en la planta baja.

Sobre los valores plásticos de esta enorme escultura concebida por Villanueva, enigmática y difícil de precisar en cuanto a su escala que ni siquiera es adivinable a través de la grafía del letrero «Venezuela» que se superpone a cada uno de sus componentes, se ha escrito mucho. Se ha hablado de reminiscencias neoplásticas en la fusión de las letras y los planos de la fachada y la misma combinación cromática utilizada. También se le han atribuido similitudes a ciertas esculturas de Robert Morris, a las esculturas del «Cool Art» e incluso al espíritu «pop» por el uso de la policromía. Más lo cierto es que si alguna coincidencia se aprecia en esta obra es la innata sensibilidad formal de Villanueva y su sentido primordial del color (presentes ya en la Ciudad Universitaria) con el «minimal art» en lo cual se basa Posani para afirmar que “si este Pabellón, como parece suponer Philip Johnson, es un ejemplo auténtico de ‘minimal art’ entonces Carlos Raúl Villanueva, a su edad, podrá estar orgulloso de seguir siendo vanguardia”.

Desde París 1937 a Montreal 1967 han transcurrido exactamente treinta años en los que a través de una importante obra construida se puede detectar la evolución y disgresiones del principal arquitecto venezolano del siglo XX. En tal sentido podríamos decir que tal vez ningún otro edificio logra mostrarnos mejor que el Pabellón de la Expo el tránsito de Villanueva de lo figurativo a lo abstracto, así como las dificultades intrínsecas que conlleva el asunto de la representatividad nacional. Al final el rechazo de la solución folklórica, historicista, ecléctica y específica ubica el problema en las coordenadas de lo esencial, lo universal, lo compartido por cualquier ser humano, refrendando en parte las posturas ya planteadas por algunos de sus discípulos. También refrenda una concepción artístico-tradicional de la arquitectura que Villanueva nunca abandona.
La implícita visualización de la arquitectura como invención del programa y de la forma preconcebida como medio de representación sin importar el contenido, permitirían considerar este Pabellón como excepcional dentro del comportamiento de Villanueva. Sin embargo, ha sido el propio Maestro quien ha tomado la decisión de enfatizar en esta edificación efímera uno de los polos entre los que siempre ha oscilado su proceso creativo, logrando plasmar un resultado personal y a la vez memorable que la colocan en el pináculo de nuestras representaciones en feria internacional alguna.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal. https://twitter.com/jorgeruizboluda/status/559429322050912256
1 y 5. Archivo Fundación Villanueva
2 y 6. Boletín del CIHE, nº 8, 1967
3 y 4. Alayón J. J. «De la boîte de Le Corbusier al cubo de Villanueva.
El Pabellón de Venezuela, Montreal» en revista DPA, nº 29, 2013
7. Colección Centre Canadien d’Architecture / Canadian Centre for Architecture, Montreal.
VALE LA PENA LEER
¿Ha llegado la infantilización de la arquitectura?
Anatxu Zabalbeascoa

Tomado de El País
22 de enero de 2018
Anatxu Zabalbeascoa, periodista e historiadora del arte nacida en Barcelona (1966), lleva unos cuantos años escribiendo sobre arquitectura y diseño en el periódico El País. Es autora de más de diez libros sobre dichos temas y su blog Del tirador a la ciudad es sin duda una referencia por la frescura y agudeza con que aborda los temas que le interesan. Su ultimo artículo titulado “¿Ha llegado la infantilización de la arquitectura?” aparecido el 22 de enero de este año pone la mirada, tomando como excusa la inauguración en Billund, Dinamarca (septiembre de 2017) de La Casa LEGO (LEGO House), centro de experiencias de 12.000 metros cuadrados diseñado por BIG, en la manera como algunos iconos han encontrado una vía para lidiar con la mala conciencia a través de la broma.
El artículo de Zabalbeascoa busca desde su inicio establecer la diferencia entre el valor lúdico que sin duda la arquitectura puede contener y el riesgoso juego en el que algunas manifestaciones han caído dando la impresión de encontrarnos en un territorio que, gobernado por la broma, raya en el chiste, tal y como lo dan a entender, sin quizás proponérselo, la proliferación de edificios “con forma de número, cesta de compra, copo de nieve, montaña o juguete”.

Sin embargo, como señala la autora, “los edificios chistosos no han existido siempre, pero las bromas en arquitectura sí. Como el del chiste es un territorio arbitrario, las extravagancias se suelen barajar con las sorpresas porque ambas impresionan tanto como cansan”. Desde los surtidores que empapan a los visitantes en los jardines de Villa d’Este (Tivoli) hasta obras salpicadas por la cultura pop son numerosas las muestras que hablan de un ámbito abonado para la diversión, pero dentro de la categoría de “bromas” es el edificio más reciente de BIG para la sede de LEGO el que lleva la voz cantante, culminando una secuela trazada por esta oficina de arquitectura encabezada por Bjarke Ingels en la que paulatinamente el apelar al reconocimiento instantáneo “como arma eficaz para alcanzar la popularidad en un tiempo en que el asombro se ha vuelto difícil de alcanzar” se ha convertido en su marca de fábrica. A modo de conclusión queda para la reflexión cómo, por un lado, quizás sea la “dificultad para asombrar en la era de la información desinformadora y en un tiempo en el que las novedades parecen nacer obsoletas, lo que podría estar detrás del creciente número de arquitecturas chistosas y lúdicas que se construyen por el planeta” y, por el otro, la necesidad de detenerse a pensar, cuando se habla de arquitectura como de un juego, si ella “puede ser una broma y si la construcción puede ser cosa de niños. No hace falta recordar que confundir lo alegre con lo chistoso puede resultar muy peligroso”.
ACA
Las publicaciones de Ediciones FAU UCV

VENEZUELA Y EL PROBLEMA DE SU IDENTIDAD ARQUITECTÓNICA
Azier Calvo Albizu
Ediciones FAU UCV/ CDCH (Colección Estudios)
2007
Venezuela y el problema de su identidad arquitectónica es el segundo título que el sello Ediciones FAU UCV coedita con el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la UCV, luego de la aparición en 2006 de La tectónica en la obra de Carlos Raúl Villanueva: aproximación en tres tiempos de Nancy Dembo (ver Contacto FAC nº 45 del 17/09/2017). Con su salida se terminó de impulsar el lanzamiento de esta joven editorial nacida en 2005 que al día de hoy cuenta ya entre emprendimientos propios y coediciones, libros, manuales, agendas y memorias de eventos, publicaciones en papel o digitales con más de 50 productos, tal y como se resalta en la referida reseña.
Producto de la tesis doctoral de su autor presentada a comienzos de 1999 en la Universidad Politécnica de Cataluña (Barcelona, España), la investigación que encierra este voluminoso libro de 632 páginas, impreso en papel glasé mate, cuyo tiraje fue de 500 ejemplares, estuvo acompañada por la actividad que como articulista desarrollara Calvo de forma sistemática para el semanario Arquitectura HOY entre 1992 y 1997 donde a cuentagotas, a manera de calistenia, fue exponiendo las reflexiones y temas que poco a poco constituyeron buena parte de su contenido. Vale la pena destacar, también, que antes de su publicación la tesis fue acreedora del premio “Carlos Raúl Villanueva” al mejor trabajo de ascenso de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo el año 2002.
La indagación está estructurada en tres partes: la primera, entendida como marco teórico, busca adentrase en los vericuetos que giran en torno al resbaloso tema de la identidad, sus diferentes acepciones, las disciplinas en las que se ha estudiado convirtiéndose en particular eje del debate y sus múltiples manifestaciones, buscándose en lo posible sentar las bases para entender de qué manera ella (la identidad) entra en contacto con la arquitectura.
Fijados los fundamentos interpretativos que al autor interesa enfatizar, la segunda parte se dedica a desarrollar la forma cómo puede comprenderse la presencia de la identidad dentro de la arquitectura moderna en Venezuela, particularmente en el período comprendido entre 1941 y 1958, auscultándose cómo aflora poco a poco a medida que se construye el pensamiento desde y sobre nuestra arquitectura y se materializa a través de una serie de manifestaciones y temas tales como: “la doble representatividad del pabellón de exposiciones: lo venezolano y la época”, “El Plan Hotelero Nacional”, “Clubes”, “Las ventajas de ser extranjero” y “¿Dónde está el norte?”, tras los cuales se va develando una particular actitud de parte de críticos y profesionales ante las variables de orden cultural y ambiental características de nuestro país, que permiten, finalmente, determinar algunos “trazos de la identidad arquitectónica venezolana”, objeto de la tercera parte del texto.
Así, parafraseando a Carlos Raúl Villanueva en un intento por establecer “el sentido de nuestra arquitectura moderna”, y teniéndose a la Plaza Cubierta de la Ciudad Universitaria de Caracas como referencia a la hora de sintetizar el recorrido hecho, Calvo resalta dentro del período estudiado ocho aspectos que pudieran considerarse como rasgos distintivos sobre los que basar una posible teoría: “la igualación (…) de una ética de la realización arquitectónica con su positiva valoración estética”; el doble comportamiento tendiente a “buscar la resolución mediante tipologías novedosas de problemas tradicionales y (…) a dar respuesta mediante el uso de tipologías tradicionales a problemas novedosos”; el “afán por incorporar innovaciones tecnológicas producto del conocimiento profundo de las posibilidades que ofrece cada material”; “la búsqueda por lograr una estrecha relación con el arte”; “la generación de un verdadero pensamiento de la sombra” al empezarse a percibir “la necesidad de tamizar la fuerza con la que el sol actúa en una latitud típicamente tropical”; “la apertura de una exploración sobre los espacios intermedios (…) que se traducen en la consideración cuidadosa y constante de la transición entre el interior y el exterior”; “las ventajas que para aquella arquitectura trajo el tan condenado y a la vez permanente eclecticismo característico del arquitecto venezolano”; y, por último, “la reflexión sobre lo nacional” (…) visto (por un lado) como un proceso en permanente construcción, dinámico y a veces confundido con un desapego que se traduce en una permanente destrucción de los vestigios del pasado” y, por el otro, de profundización y ampliación de la búsqueda “de los valores propios de lo vernacular”.
Si algo puede dejar en claro el desarrollo de la investigación realizada por Calvo es la intrínseca convivencia que existe entre identidad y alteridad y la necesidad de entender la primera dentro de una lógica incluyente que incorpore “lo uno y lo otro” y no en la que de manera excluyente predomine la de “lo uno o lo otro”. De esta manera, el dar cabida a la aparición de la tensión entre lo local y lo global, condición innegable de nuestra contemporaneidad, donde la identidad vinculada a la dialéctica entre modernidad y tradición aparece como “digestor crítico con el que el estudioso se enfrenta ante cualquier manifestación arquitectónica y que, a la vez, permite seleccionar dentro de la diversidad aquello que se asocia a su idea de autenticidad sin necesariamente descalificar lo demás”, allana el camino para develar la presencia de lo universal en las entrañas de lo más próximo.
Cabe mencionar que este libro, hoy agotado en su presentación impresa pero disponible en formato digital a través de www.edicionesfau.com, resultó ser el segundo más citado, por detrás de Caracas a través de su arquitectura (Graziano Gasparino y Juan Pedro Posani -1969-) y por delante de Carlos Raúl Villanueva y la Arquitectura de Venezuela (Sibyl Moholy-Nagy -1964-), en la consulta que a finales del año 2016 hiciera la Fundación Arquitectura y Ciudad a más de 60 profesionales y académicos solicitando que seleccionaran cinco textos que a su juicio no deberían faltar a la hora de elaborar una antología que permitiese llevar a cabo una aproximación a la comprensión de la arquitectura venezolana entendida como fenómeno cultural.
ACA