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VALE LA PENA LEER

Durante el período de confinamiento estricto a que obligó la pandemia ocasionada por el COVID-19 entre 2020 y 2021, muchas fueron las manifestaciones que buscaron dar salida a una situación totalmente inédita en lo relativo a las maneras como abordamos nuestras rutinas de trabajo y como nos relacionamos con los ambientes en los que tuvimos que hacerlo. La inmovilidad convirtió nuestros hogares en lugares polifuncionales para lo cual no estaban pensados, obligó a una convivencia para la que no estábamos preparados y significó para muchos la oportunidad de ocupar su tiempo y a la vez dar salida a angustias vinculadas a lo que estaba pasando de muy diferentes maneras.

En este marco se produjo el reencuentro a distancia entre la laureada periodista y escritora chilena María José Ferrada y el diseñador gráfico, ilustrador y artista plástico mallorquín Pep Carrió que tuvo como feliz resultado el libro Casas, publicado por primera vez en México por Editorial Alboroto en 2021 y vuelto a lanzar en abril de este año por Nordicalibros, Madrid.

El lenguaje de las cosas, 2011 y La tristeza de las cosas, 2017 textos de María José Ferrada e ilustraciones de Pep Carrió.
Ilustraciones plasmadas en algunas de las agendas Moleskine en las que Pep Carrió fue desarrollando el proyecto Diario visual.

Carrió, quien ya había participado en la ilustración de dos libros de Ferrada (El lenguaje de las cosas, Jinete Azul, 2011 y La tristeza de las cosas, Amanuta, 2017), venía desde 2007 registrando diariamente, a modo de juego, en el formato que le imponían las páginas de la agenda Moleskine, una imagen hecha en cualquier técnica, juegoque continuó en otros cuadernos en los años siguientes, convirtiéndose en un proyecto de nombre Diario visual y haciendo del cuaderno una herramienta que Pep considera un ‘laboratorio portátil’, un reverso de ese territorio mesurado y obediente que ha de ser todo proyecto desarrollado por encargo”, como recoge Alicia Guerrero Yeste en la estupenda reseña “ ‘Casas’, de María José Ferrada y Pep Carrió” publicada en su blog Un trabajo tartamudo el 27 de septiembre de 2022, apoyada en entrevistas hechas a los autores del libro en mayo y junio de 2022 (https://untrabajotartamudo.wordpress.com/2022/09/27/casas-de-maria-jose-ferrada-y-pep-carrio/).

Siendo casas y edificios algunos de los elementos que se repetían en sus cuadernos,en representaciones que él considera enteramente brotadas del inconsciente”, en medio del desarrollo de su “laboratorio portátil”, llegó el confinamiento y con él “la obligación de permanecer en el interior de nuestra casa como forma extrema de protección ante un virus sumamente contagioso y potencialmente mortal”. Así, Pep pasó a compartir diariamente sus imágenes a través de su cuenta de Instagram.

María José Ferrada y Pep Carrió.
Algunos dibujos que durante la pandemia Pep Carrió fue publicando en su página de Instagram.

Fue entonces, en plena pandemia, que Carrió (instalado en Madrid) le propuso a Ferrada (ubicada en Santiago de Chile) llevar adelante, revirtiendo el orden que habían seguido en los dos libros publicados anteriormente entre ambos, una actividad (o juego) que finalmente desembocaría en Casas. En otras palabras, si anteriormente le correspondió a Pep ilustrar los libros de María José buscando “generar un poema visual que acompañara al texto, pero poseyera una entidad propia”, en esta ocasión sería ella, con base en los dibujos de él, la que inventaría una serie de relatos y personajes. “Yo enseñaba casas y ella escribía sobre los habitantes de esas casas. Habitantes totalmente variopintos. Todo es ficción”, comentará Carrió en una de las entrevistas que sostuvo con Alicia Guerrero Yeste.

“Esas breves ficciones surgían de una pregunta que María José se formuló acerca de aquella extraña realidad en la que de repente todos amanecimos un día y permanecimos durante largas semanas. ‘Muchísimas personas dentro de su casa, que no estaban saliendo en absoluto de ella. Mi pregunta era: ¿Cómo estará viviendo esa gente en su casa?’ (…) El propio hecho de que dos personas, situadas en sendos lejanos puntos del mundo, emprendieran ese juego cotidiano con imágenes y textos era en sí mismo una respuesta a esa pregunta. ‘Se convirtió en una especie de herramienta de supervivencia para sentirnos ilusionados con algo’, dice Pep. ‘En esos días en que todo eran noticias negativas, estas casas eran una forma de recordar que podíamos seguir riendo y creando, aunque estuviésemos sumidos en una situación de incertidumbre muy grande’, dice María José”.

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Noel Cocteau» (casa 34)

Y subrayará Guerrero Yeste: “Desde la obvia e inescapable circunstancia ‘de que en ese momento había muchas personas dentro de su casa y que no estaban saliendo en absoluto de ella’ (cualquiera de nosotros era una de esas personas), cada una de las vidas microrrelatadas por María José a partir de las imágenes de Pep es la creación de una respuesta a la pregunta: ‘¿Cómo estará viviendo esa gente en su casa?’. Su mecanismo de creación de esas ficciones tomaba para su arranque otra pieza más de referencia en lo real, una localización en alguna parte del mundo, para después adquirir su propia libertad y deriva. ‘Decidí -dirá María José- ir situando a personas en distintos lugares, países o continentes. Esto era algo que me podía venir sugerido por el dibujo. Quizá, si en la ilustración de Pep predominaba el amarillo, esto me transmitía la impresión de calor y me hacía pensar en África. Elegía un país de ese continente y buscaba entonces un nombre típico de él. Un nombre típico para un niño del Congo, un apellido. Obtenía esa información de Internet. Buscaba también una ciudad al azar y, empleando Google Maps, la miraba para tomar alguna idea sobre el ambiente, por si en la imagen aparecía alguna persona… A partir de todo eso escribía el relato. Lo hacía esforzándome por estar libre de las restricciones que me hubiera impuesto de haber pensado que los textos iban a ser sólo leídos por adultos o por niños, de no coartarme preguntándome que iba a hacer un adulto leyendo sobre un duende o un niño leyendo una cita de Hegel’”.

Por tanto, Casas se trata de un “serial instagrámico” convertido imprevistamente en un libro y que a su vez permitió a sus autores sobrellevar la pesada carga impuesta por la pandemia del cual la reseña de Guerrero Yeste ofrece una disección atinada y profunda. De sus reflexiones sobre la publicación y su contacto con los autores hemos decidido transcribir párrafos que vale la pena compartir.

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Aparicio Silva» (casa 22)

El vínculo afectuoso con los amigos y seguidores que aguardaban cada día la publicación era un estímulo optimista, pero puede considerarse que esa comunicación era también un medio con el que establecer una apertura necesaria, un canal con el que reconstruir en esa circunstancia el sentido del adentro y afuera de la casa. Un sentido del que no sólo depende nuestra relación interna y externa con el espacio, sino también con el tiempo, con la inconsciente confianza en su trayectoria en avance del presente hacia el futuro. Y seguramente, más allá de todas las lecturas que antes hubiéramos hecho sobre esos asuntos, fue algo que sólo en esa práctica forzosa comprendimos, por fin, verdadera y enteramente: el tiempo es materia activa en la construcción de nuestro espacio vital. Y que en esa materia es tan igual de fundamental la capa donde se hace el presente cotidiano, cualquier día común, como esas otras del presente constante, más volátiles y complejas, estratificadas en nuestro espacio interior”.

(…)

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Toshio Hiraoka» (casa 4)

“Importa pensar en la forma de conexión entre la literalidad cotidiana y la profunda subjetividad de la casa que se establece en este proyecto, así como la espontaneidad y naturalidad que lo sostuvieron, y que en suma hicieron de él algo con un valor que trasciende la intención de cordial pasatiempo con que fue propuesto. Haber inventado con cierta deliberación un proyecto cuyo planteamiento fuera pensar la casa desde el suceso de un acontecimiento que forzara a una inhabitual forma de permanencia dentro de ella habría dado a esos dibujos y esas ficciones otro carácter, habría podido reducir la espontánea honestidad y despreocupada inteligencia con que fue haciéndose y ofrece esas imaginaciones que nos sitúan en un espacio en el que meditar sobre qué es habitar y la casa donde estamos y la casa (o casas, tal vez) donde somos, y que está a cierta distancia de la alta sublimación en que a menudo nos es imposible no incurrir cuando consideramos la casa”.

(…)

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Luis Pereira» (casa 1).

“En sí mismos y en su interacción esas imágenes de casas de arquitectura arquetípica, venidas del inconsciente, y esos relatos donde los modos poéticos y fantásticos en que individuos inventados piensan, sienten y habitan, enseñan de qué habla Bachelard cuando habla de la casa y la afirma como ‘uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre’; corroboran cómo somos seres ‘que participan en espacios de los que la física nada sabe’, como señala Sloterdijk, una idea que María José deja escrita en un relato de forma más precisa y comprensible: ‘Las casas no caben en el interior de las cabezas’ y que es algo enteramente cierto, porque la casa es un ser potente, racional o irracional, salvaje o domesticado, protector o adversario, liberador u opresor, controlado o inabarcable, que no se explica únicamente con base a los factores tangibles con que es gestada por el arquitecto. Y esto concierne no sólo a la casa que es pensada y sentida dentro de la filosofía o penetrada a través de la poesía, el cuento, el relato de memorias, la experiencia artística…, sino también, como muestra Perec, a esa en donde todos los días dormimos, nos duchamos, comemos y fregamos los platos… y sobre la que una atención consciente y puramente objetiva de su espacio, los elementos que hay en él y la cotidianeidad que cobija abre un campo de juego inmenso para la mente”.

(…)

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Familia O’Sullivan» (casa 25)

“El dibujo y la escritura son medios a través de los que construir y habitar la arquitectura de ese espacio interior. Con los que explicar (…) cómo hay casas que se llevan cargadas a la espalda, que caben en la palma de una mano, que flotan sobre olas agitadas o se elevan sobre quietas aguas nocturnas, que son portátiles, que están hechas de aire, que albergan en su interior otras casas y habitaciones secretas, que hay casas que son cabezas y cabezas que son casas o suelo sobre el que se levantan bloques residenciales, que hay casas en bosques y bosques en casas, que hay personas que viven en un edificio de varios pisos que está dentro de sí mismos o en los sueños de otros… Metáforas que nos traen ecos de experiencias fenomenológicas que, en recuerdos y sueños, la lectura o la mirada, nos han hecho inquilinos o visitantes de aposentos, jardines, cocinas, salas, antiguas mansiones, pisos destartalados, desvanes, tramos de escalera, pasillos…, volviendo familiares lugares extraños y extraños lugares familiares, reconsiderar la extensión de la superficie de nuestro ser y la dimensión de nuestra escala física y psíquica dentro de él, y que aquí se nos reaproximan como heterodoxas realidades, no como irrealidades ni imposibilidades, sino dando una confirmación a la idea de que habitar es construir algo que está (siempre) más allá del esquema y volumen que un arquitecto define y materializa”.

(…)

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Joao Almeida» (casa 28)

Y, finalmente:

“En La Poética del Espacio, Bachelard hace ver cómo el estado de conciencia de la infancia es el más afinado perceptor del espacio, el más virtuoso constructor de arquitectura interior, de sus muros y habitaciones más indestructibles. También, en consecuencia, podría pensarse, tal vez su más legítimo habitante. Ese estado de conciencia es un fundamento de trabajo para María José, del mismo modo que acceder al flujo de lo inconsciente lo es para las imágenes de Pep, ya que los niños ‘transitan por lugares muy libres, porque todavía no tienen muy fijos esos marcos de seguridad de los que los adultos se valen’. Es por ese motivo por el que al tener Casas entre las manos, aunque posiblemente reverberarán las impresiones y sensaciones de lecturas e imágenes en los que hemos reconocido con mayor claridad los andamios de nuestras propias arquitecturas interiores, es sobre todo importante volver a ver y sentir el extrañamiento del niño de cuatro años ante todo eso que lo rodea. Recuperar incluso el recuerdo de nuestra conciencia de pequeñez física respecto a casi todas las personas y cosas. (…) Esto último, que puede ser la permanente moraleja de Casas, no despista ni hace caer en lo ingenuo el sentido de un proyecto que surgió como pequeña vía de alivio en medio de una situación gravísima, sino que, al contrario, acentúa la trascendencia de llevar a cabo una extensa reflexión consciente sobre nuestra vivencia física y mental del espacio para exigir a la arquitectura que dé protección sana a toda nuestra libertad y fragilidad”.

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Casas

María José Ferrada y Pep Carrió

Nordicalibros

2023

Resumen

Casas es un viaje literario por distintas formas de habitar esos espacios que denominamos «casa». Por la autora ganadora del Premio Cervantes Chico Iberoamericano 2022.

Los autores de este libro nos llevan a un viaje por las distintas formas de habitar una casa. Partiendo de ilustraciones de Pep Carrió realizadas con marcadores acrílicos, la escritora María José Ferrada recurre al lenguaje poético y al humor para proponer un conjunto de microrrelatos que invitan a los lectores a observar sus propias formas de habitar el mundo. «La casa tiene que ver con el espacio físico, pero también con el espacio interior que uno habita. Puedes estar muy tranquilo en una vivienda muy pequeña y muy agobiado en otra enorme en mitad del campo. Una misma casa de treinta metros cuadrados puede ser un hogar plácido para un individuo y una celda asfixiante para otro», dice María José Ferrada.

Nota

Nos ha parecido pertinente, por lo complementario, transcribir también pero en otra entrada, el artículo “¿Qué es una casa?” publicado el 11 de abril en el diario El País por Anatxu Zabalbeascoa en su columna Del tirador a la ciudad, dedicado al libro que hoy nos ha ocupado.

ACA

Procedencia de las imágenes

https://www.domestika.org/es/projects/125580-el-lenguaje-de-las-cosas

La tristeza de las cosas

https://www.facebook.com/photo/?fbid=2544273522344956&set=a.284138575025140

https://www.instagram.com/diariovisual_pepcarrio/

«Casas», de María José Ferrada y Pep Carrió

Casas

VALE LA PENA LEER

¿Qué es una casa?

El ilustrador Pep Carrió y la escritora María José Ferrada intercambiaron durante la pandemia imágenes y el resultado es el libro ‘Casas’, que demuestra que es un término relativo y cambiante

Anatxu Zabalbeascoa

Una ilustración de Pep Carrió de la casa de Joan Arnau, que cambia de lugar.

El País

11 de abril de 2023

Una misma casa puede asfixiar a una persona y liberar a otra. La misma. En el mismo lugar. ¿Por qué? Puede que porque la mente también es una casa. Seguramente el refugio más seguro. O, en ocasiones, ¿también la mente puede ser una cárcel insalvable?

El ilustrador Pep Carrió y la escritora María José Ferrada han pensado mucho, con viajes de ida y vuelta, lo que significa, o esconde implícitamente, la palabra, el concepto más bien, casa. Así, hablando y compartiendo ideas y dibujos, idearon, cada uno en su propia vivienda, el libro Casas, que ahora ha publicado la editorial Nórdica. Del intercambio de dibujos y palabras nació este volumen que explica lo que son las casas para una serie de personajes tan reales como imaginarios.

Así se hizo el libro. En su apartamento de Madrid, Pep Carrió dibujaba. Pintaba en libretas de tapas negras. Lo hace a diario. Le interesan sobre todo los árboles, el mar y las casas. Al otro lado del Atlántico, en Santiago de Chile, María José Ferrada tenía una de esas libretas de tapas negras repletas de dibujos. Y la leía. Imaginaba a los habitantes de los hogares que dibujaba Carrió. Luego llegó el encierro doméstico, durante la pandemia. Y ese tiempo entre paredes sembró el tono ajustando, y cambiando, la definición de hogar. Hay casas por todo el mundo. Pero siempre son casas de personas. Es decir, van de lo colectivo externo a lo personalizado interno. Por eso para ellos, las casas tienen más que ver con quien las habita que con el lugar que los edificios ocupan. Y así contradicen a un postulado básico de la arquitectura: el de atender al contexto. Para Carrió y Ferrada, el contexto son los habitantes de las viviendas, los que las terminan de construir. De dibujar. De imaginar. ¿O no?

Lo que Luis Pereira le dejó claro al arquitecto Oliverio Sánchez es que en su casa debía haber una ventana en la zona de la corteza prefrontal, donde se guardan los recuerdos. Es evidente que el cliente, Pereira, había confundido una vivienda con un cuerpo. Pero él se dispuso a diseñarla. “Una casa, para bien o para mal, significa rutina, así que cada mañana, después de leer el diario, Luis abre la ventana y observa su pasado”.

La casa de Camilo Márquez que prometió a Diego García que si alguna vez lo necesitaba lo llamaría y lo hizo 50 años después.

Es María José la que busca en el pasado de Pereira, claro. Y lo hace impulsada por los dibujos de Pep. No corren, se suceden los días lentos de la pandemia. Pep dibuja en Barcelona. María José escribe en Chile. Y así hablan. Casi todos los días. De lo que hacen los dueños de las casas que, entre los dos, imaginan. La familia del arquitecto, Oliverio Sánchez, está llena de marinos mercantes. Por eso él sabe que “si el suelo de la casa se hace con tablas de barco, la casa navega”. Irina Popov es una inventora “de habitaciones para albergar el vacío”. Por eso creó la casa matrioska en un congreso. Toshio Hiraoka construye netsukes: casas que caben en la palma de la mano, es decir, microcosmos: “Piedras o maderas que hablan de la mente”.

Ernesto Barros construyó su casa con sus propias manos. Por eso la sentía como una extensión de sí mismo. No la podía abandonar. Cuando se hartó del ruido, se la llevó. ¿Cómo? El libro lo deja dudando entre poner una rueda en cada esquina o desarmarla y subirla a un carro.

Hay mucho más: Hao Wang que, “tal como correspondía al tercer hijo, se hizo lo suficientemente pequeño para compartir la casa con un canario”.

La casa de Roberta Santos donde amanece al revés.

Hay muchos más habitantes y, por lo tanto, casas. El hombre-casa vive en una caja de cartón. Y nadie lo ve. Camilo Márquez y Diego García hablaron durante más de cincuenta años desde sus casas en Santiago de Chile y San Pedro de Marcorís (en República Dominicana) antes de conocerse. O Roberto López que coopera con una ONG danesa encargada de revivir recuerdos de infancia. La de Roberta Santos no sabemos dónde está, pero sí que una vez al año amanece al revés. Ese día utiliza una ventana como puerta.

La casa de Joan Arnau está sobre un caracol. En ella se vive lento, pero cuando cambia de lugar puede viajar de Ciudad del Cabo a Colonia. Estos cambios repentinos le producían angustia que “ha aprendido a manejar, ayudado por la lectura de los clásicos japoneses”. Todos hablan de la impermanencia de las cosas. Cuesta pensarlo cuando hay tanta gente sin casa. Pero que las casas cambien y no permanezcan, ¿es malo? ¿O es bueno?

ACA

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Escritos climáticos

Philippe Rahm

Puente Editores

2021

Primera recopilación en castellano de escritos del arquitecto suizo Philippe Rahm que intenta reescribir la historia de la arquitectura en clave pospandémica y de urgencia

Nota de los editores

Quizá la arquitectura no sea más que el arte de construir climas “que corrigen artificialmente aquello que la naturaleza presenta en su camino”, como sostenía Vitruvio. Para el arquitecto suizo Philippe Rahm, la arquitectura existe porque el clima natural suele ser inhóspito para los humanos: demasiado caliente o frío, demasiado seco o húmedo, demasiado oscuro o soleado. La arquitectura debe suavizar, intensificar, mitigar y regular el clima natural para hacerlo habitable.

Este volumen reúne una serie de ensayos del arquitecto suizo donde se aborda cómo los efectos del calentamiento global y las pandemias han transformado la historiografía ambiental de la arquitectura, que para el autor es un refugio individual con una gran carga simbólica y sociopolítica, o, al menos, una solución puramente ecotécnica y “objetiva”.

Philippe Rahm es un arquitecto suizo, director del estudio Philippe Rahm architectes, con sede en París, cuya obra amplía el campo de la arquitectura desde lo fisiológico a lo meteorológico. Su trabajo reciente incluye el primer premio del concurso Farini (Milán, 2019, en colaboración con OMA) y el Central Park de Taichung (Taiwán, 2020, en colaboración con Mosbach paysagistes), y su obra ha sido expuesta en las bienales de arquitectura de Chicago y Seúl de 2017. Ha sido profesor en las universidades estadounidenses de Harvard, Columbia, Cornell y Princeton.

Contenidos

– Por un urbanismo termodinámico

– Arquitectura blanca

– ¿Qué es la belleza?

– Arquitectura, clima y meteoros

– ¿Qué es la arquitectura meteorológica?

– El coronavirus o la vuelta a la normalidad

– Estilo antropocénico: el arte decorativo en los tiempos de las epidemias y del calentamiento climático

ACA

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

DESIGN FOR LIVING

Global Contest to Rethink Our Habitat from the Body to the City.

8th Advanced Architecture Contest

Vicente Guallart

Actar Publishers, Institute in Advanced Architecture of Catalonia

2021

Idioma: inglés

Nota de los editores

El Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña convocó su VIII Concurso de Arquitectura Avanzada titulado “Diseño para vivir”. Este esfuerzo ofreció la oportunidad de una reflexión global para repensar los hábitats humanos, en un momento en el que la lucha por la vida y el clima nos permite plantearnos cómo nos gustaría vivir en las próximas décadas. Nos gusta pensar que la vida de cada persona comienza en casa, que es el centro de su universo y el origen de sus interacciones sociales. Durante la pandemia, estábamos confinados a nuestros hogares y se han convertido en microciudades donde vivimos, trabajamos y descansamos, conectados con el mundo a través de redes de información. Entonces, después de esta experiencia, ¿cómo imaginamos el futuro de nuestro entorno de vida?

El concurso animaba a los participantes a proponer un diseño relacionado con su forma de vida, a la escala que más les interese desde nuestro cuerpo hasta la ciudad, en cualquier parte del mundo, y que reflejara diferentes condiciones culturales, ambientales, económicas o sociales. En total, el concurso recibió 193 propuestas de todo el mundo y el libro incluye todas las bases y resultados del concurso, los 33 miembros del jurado internacional y las imágenes e información de 126 proyectos seleccionados. Considerado en su conjunto, este esfuerzo sirve para construir una visión contemporánea de las condiciones que actualmente están dando forma al diseño y la arquitectura y que seguirán haciéndolo en los próximos años.

Vicente Guallart fue Arquitecto Jefe del Ayuntamiento de Barcelona entre 2011 y 2015, con la responsabilidad de desarrollar la visión estratégica de la ciudad y sus grandes proyectos urbanísticos. Guallart, nacido en Valencia en 1963, abrió su estudio en Barcelona en 1992. Fue cofundador del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC) y fue director del Máster de Arquitectura Avanzada desde 2001 hasta 2011, donde lideró proyectos como Media House Project (con CBA del MIT), HyperCatalunya o Fab Lab House. Su despacho profesional, Guallart Architects ha desarrollado proyectos ampliamente publicados como los puertos de Fugee y Keelung en Taiwán, o el barrio de Sociopolis en Valencia y ahora trabaja en proyectos de varias escalas alrededor del mundo. Actualmente está desarrollando proyectos en China y Rusia. Es autor de libros como Planes y proyectos de Barcelona (2011-15); Geológico o La ciudad autosuficiente y coautor del Diccionario Metapolis de Arquitectura Avanzada. Su trabajo ha sido expuesto en la Bienal de Venecia o NY MOMA. El Instituto Americano de Arquitectos organizó en 2010 una exposición individual de su trabajo en Washington DC.

ACA

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Ciudades policéntricas: un viejo concepto como futuro urbano pospandémico

Camilla Ghisleni

Unidades de Vizinhança en Brasília

Traducción: Mónica Arellano

5 de febrero de 2021

Tomado de Plataforma Arquitectura

El año 2020 trajo consigo un torbellino de desafíos que pusieron bajo control muchos aspectos de la vida cotidiana. Marcados por la pandemia, todos necesitamos, de alguna manera, reinventarnos para resistir este momento único. Con la ciudad, no fue diferente. Covid-19, así como otras enfermedades infecciosas (como la peste negra y la gripe española, entre otras) abrieron la relación entre su proliferación y urbanización. Un análisis fácil de realizar cuando los datos muestran que la propagación del virus ha sido mucho mayor en los grandes centros urbanos.

En este sentido, la crisis de salud ha suscitado discusiones sobre el modelo de urbanización al que están sometidas nuestras ciudades, un modelo de aglomeraciones dispersas que prioriza la movilidad a través de los vehículos de motor. Wilson Ribeiro dos Santos, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la PUC -Campinas- en un artículo elaborado en alianza con Sidney Piocchi Bernardini y Gabriela Celani, afirma que este modelo de urbanización en el que el comercio y los servicios se concentran en el centro de la ciudad, mientras que en la periferia se ubican áreas estrictamente residenciales y condominios cerrados, terminó acelerando la propagación del virus, ya que personas de todos los puntos de la ciudad necesitan viajar diariamente al mismo lugar, donde trabajan, estudian, van al médico, etc.

En contraste con este modelo, investigadores y académicos han considerado las posibles alternativas para la ciudad pospandémica y cómo podemos aprovechar esta situación para recrear espacios más justos y humanos. En esta línea de pensamiento, surgieron algunos conceptos urbanos interesantes (como ciudades policéntricas o “ciudades de 15 minutos”). Ambos conceptos abordan principalmente la reducción de los desplazamientos creando pequeñas comunidades que ofrecen servicios básicos para la vida diaria.

Con respecto al modelo policéntrico de ciudades, el mismo artículo mencionado anteriormente presenta un estudio muy reciente, publicado en bioRxiv1, que explica cómo la contaminación entre los individuos es mucho más lenta en las ciudades que siguen este modelo, ya que la mayoría de sus habitantes no tiene que pasar por los mismos sitios de concentración todos los días. Según el artículo, debido a que no utilizan el mismo transporte público, en este caso, la mayoría ni siquiera dependen de este modo porque pueden ir a pie o en bicicleta al trabajo, al colegio, a la unidad básica de salud o al comercio local. En otras palabras, al reducir la necesidad de viajes largos, no solo se reduce la circulación del virus, sino que también se fortalecen las comunidades y las economías locales. Este modelo también refuerza las relaciones de vecindad, que, como señalan los autores del artículo, es de suma importancia cuando nos enfrentamos a situaciones como la actual, en la que necesitamos cooperación y cuidado.

El artículo trae otro punto positivo en las múltiples centralidades que es la viabilidad de utilizar medios de transporte activos, como caminar y andar en bicicleta, propios o compartidos, evitando la necesidad de aglomeración en el transporte público y contribuyendo también a la reducción de comorbilidades como obesidad, presión arterial alta y diabetes, tres factores agravantes para los pacientes infectados con Covid-19.

El concepto de “ciudades de 15 minutos”, a su vez, trae ideas similares a las llamadas policéntricas, ya que significa una estrategia para incentivar el desarrollo de pequeñas comunidades autosuficientes, donde los servicios básicos están disponibles en menos de 15 minutos. La capital francesa, París, es un exponente de esta táctica, que fue incluso uno de los pilares de la campaña política de la reelegida alcaldesa Anne Hidalgo. Como trata un artículo publicado por ArchDaily, la estrategia “ville de quart d’heure” busca transformar la capital en barrios más eficientes para reducir la contaminación y crear áreas social y económicamente diversas.

Estratégia Paris «Ciudad de 15 minutos»

Más cerca de nuestra realidad, es posible ver en São Paulo una iniciativa independiente muy similar llamada “São Conexões”. A través del portal São Paulo São, sus creadores buscan promover la diversidad y el crecimiento de las empresas locales, fomentando la economía creativa a través del intercambio de servicios entre vecinos. De esta forma, los habitantes de la ciudad pueden encontrar todo lo que necesitan en los alrededores y en tan solo 15 minutos a pie. Una iniciativa interesante y muy prometedora que alinea la ciudad de São Paulo con estrategias urbanas reconocidas internacionalmente.

Estratégia Paris «Ciudad de 15 minutos»

Sin embargo, estas tácticas urbanas que representan a las pequeñas comunidades creando relaciones autosuficientes, también pueden verse como una especie de reanudación del concepto de unidades vecinales, sobre las cuales tenemos cierto apoyo para comentar ya que Brasilia (a pesar de la discrepancia entre diseño y construcción) es un ejemplo de esto.

Pero, antes de que Lúcio Costa se apropiara del término y lo hiciera especialmente popular entre todos los entusiastas de la arquitectura y el urbanismo en Brasil, Clarence Perry lo acuñó en 1920, diseñando un modelo de ciudad que tenía como primer objetivo priorizar a los peatones. Su idea original preveía la creación de urbanizaciones autónomas que cubrieran todas las necesidades básicas de los vecinos, con los desplazamientos realizados en pocos minutos. El crecimiento de la industria automotriz interrumpió la realización de sus planes, sin embargo, el concepto de “unidad vecinal” continúa aplicándose y discutiéndose hasta el día de hoy.

Cabe mencionar que se trata de una estrategia urbanística que también permite un paralelo con las comunidades autónomas de las Ciudades Jardín de Ebenezer Howard, concebidas a finales del siglo XIX. Si bien su principal motivación fueron las pésimas condiciones de vida urbana derivadas de la superpoblación, provocada por la migración del campo, su idea de autosuficiencia y conectividad entre cada comunidad tiene mucho que ver con los conceptos actualmente en boga.

En relación con nuestro ejemplo brasileño, 40 años después de que Perry acuñara el término, Lúcio Costa plantea el concepto de unidades vecinales a través del diseño de supercuadras, un sistema que personifica mucho de lo que se ha discutido sobre ciudades policéntricas o “ciudades de 15 minutos”.

Diseñado con aproximadamente 300×300 metros y enmarcado por una amplia franja arbolada, los súper bloques estarían compuestos, además de las residencias, por instalaciones convenientes, como escuela primaria, lavandería, etc. “Entalados” –adjetivo que el propio Lúcio Costa utiliza al describir el proyecto- entre las vías de servicio y las ubicaciones del eje vial-residencial y separando las manzanas, son los centros vecinales con “mercado, carnicería, ventas, fruterías, ferreterías, etc.»

En la asociación de súper escuadrones se constituyen unidades vecinales, presentando un repertorio completo de equipamiento básico. Lamentablemente, solo cuatro cuadras siguen al pie de la letra el plan de Lúcio Costa, lo que no permite analizar directamente la relación entre la propagación del virus y la configuración de las unidades vecinales.

De todos modos, este regreso al pasado sirve para darnos cuenta de cómo algunos conceptos vagan en el tiempo y se pueden aplicar siglos después, reforzando la idea de que el futuro, muchas veces, parece repetir el pasado. Ya sea a través de comunidades ajardinadas autónomas utópicas o mediante un modelo urbano modernista, las lecciones que nos trae la historia emergen en nuestro presente incierto y desafiante haciéndonos reflexionar sobre la importancia de repensar nuestras ciudades e incluso, repensar cómo podemos fortalecer nuestras relaciones como comunidad, respetando el medio ambiente y los espacios que llamamos hogar.

Asa Sur de Brasília

La pandemia ha demostrado ser un experimento urbano sin precedentes que repercute en la forma en que vivimos y construimos las ciudades, aportando lecciones que deben tenerse en cuenta no solo frente a una crisis de salud, sino a diario.

ACA

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La arquitectura enferma

Las enfermedades llevan siglos moldeando nuestras casas y nuestras ciudades. La especialista en Historia de la Arquitectura y catedrática en la Universidad de Princeton Beatriz Colomina, reflexiona sobre las huellas que han dejado las pandemias en calles y edificios y el nuevo mapa de capas de metacrilato que está dibujando el Covid-19

Beatriz Colomina

12 enero, 2021

Tomado de elcultural.com

Toda arquitectura está enferma. Las enfermedades y la arquitectura son inseparables. Hasta se podría defender que los inicios de la arquitectura coinciden con los de la enfermedad. Como dijo el doctor Benjamin Ward Richardson cuando presentó Our Homes and How to Make them Healthy (Nuestros hogares y cómo hacerlos sanos), un compendio de textos de médicos y arquitectos publicado con motivo de la Exposición Internacional de la Salud de 1884 en Londres: “El hombre, al poseer una serie de conocimientos y habilidades que le diferencian de los animales inferiores, ha construido ciudades, aldeas y casas para protegerse de los elementos externos y, al hacerlo, ha producido una serie de enfermedades fatales que están estrechamente asociadas, en relación de causa y efecto, con la producción de conocimiento y con su habilidad de construir. El hombre al crear una protección contra la exposición exterior ha construido también las condiciones de la enfermedad”.

No hay enfermedad sin arquitectura ni arquitectura sin enfermedad. Los médicos y arquitectos siempre han estado en una especie de danza –a menudo intercambiando roles, colaborando, influyéndose entre sí– incluso no siempre sincronizados.Los muebles, las habitaciones, los edificios, las ciudades son fruto de emergencias médicas que han dejado capas de huellas que se han ido superponiendo a lo largo de los siglos.Tendemos a olvidar con mucha facilidad qué es lo que produjo todos estos estratos de historia. Actuamos como si cada pandemia fuera la primera, como si deseáramos sepultar el dolor y la incertidumbre del pasado.

La arquitectura moderna surgió en un contexto de emergencia. A lo largo del siglo XIX y de la primera mitad del XX murieron por tuberculosis en todo el mundo millones de personas cada año. Los edificios modernos ofrecían una defensa profiláctica contra este microorganismo invisible. Todos los rasgos característicos de la arquitectura moderna –los muros blancos, las terrazas, los grandes ventanales, los pilotis que la separa del suelo húmedo, donde como decía Le Corbusier, nace la enfermedad– se presentaron tanto como prevención como cura. Sin embargo, hemos olvidado su origen médico y el horror inimaginable al que respondía la arquitectura moderna. La imagen de edificios blancos aclara hasta borrar el trauma que los originó.

Para poder producir una idea de arquitectura moderna saludable, se demonizó la del siglo XIX, tildándola de nerviosa, malsana y literalmente llena de enfermedades, especialmente de bacilos de la tuberculosis. El exceso de decoración se trató como una infección. La modernización de la arquitectura fue en primer lugar una forma de desinfección, una purificación de los edificiosllevando a un entorno saludable luz, aire, limpieza y superficies blancas lisas, sin grietas ni hendiduras en las que el contagio pudiera acechar. Se recomendó a las mujeres que utilizaran placas de Petri para comprobar si había sobrevivido alguna bacteria a sus rutinas de limpieza. El ama de casa se convertía así en una bacterióloga y su casa en un laboratorio.

Sin embargo, la arquitectura enferma no es simplemente la arquitectura de las emergencias médicas. Por el contrario, es la arquitectura de la normalidad, la manera en que las crisis sanitarias han quedado grabadas en lo cotidiano –no solo llevando las huellas de ese pasado, sino completamente modelado por ellas–. Cada nueva enfermedad se aloja dentro de esta arquitectura construida a partir de las dolencias anteriores, en una especie de anidación arqueológica. Cada nuevo suceso médico activa la historia de la arquitectura y la enfermedad junto con los miedos, malentendidos, prejuicios, injusticias e innovaciones asociadas.

En estos tiempos de pandemia todo el mundo piensa en la arquitectura porque es una cuestión de vida o muerte: la distancia, la higiene, las fronteras, los movimientos, lo que está dentro y lo que está fuera, nuestra posición en el espacio. Nos hemos convertido todos, de repente, en expertos en la materia, rediseñando restaurantes, escuelas, universidades y hogares. Cada espacio se ajusta, limpia y supervisa con precisión. Ha habido un proyecto de renovación masivo con carpinteros, tiendas de suministros y fabricantes de muebles trabajando al máximo.La ciudad y sus edificios se han cubierto de capas interminables de plexiglás. Entrar ahora en casi cualquier edificio es como hacerlo en un aeropuerto con sus controles de temperatura, de identidad y de objetos personales en la puerta.

Nueva York, por ejemplo, se ha transformado en otra ciudad, habitada de diferentes maneras. Las calles están ocupadas por una especie de prótesis que se extienden desde el interior para que la gente pueda comer y beber de forma segura al aire libre. Empieza a parecer un lugar mediterráneo, y ojalá sea un cambio permanente. Menos coches, más vida social en el exterior, incluso más interacción.

Al mismo tiempo que todo el mundo se ha convertido en una especie de arquitecto, también nos hemos hecho todos teóricos de la arquitectura, especulando sobre el futuro de la ciudad después de la pandemia. Pero es importante tener presente que no se trata solo de la calle o de los edificios, sino también de las estructuras sociales.

Más que revelar algo nuevo, las pandemias muestran lo que ya estaba allí. Lo que el Covid-19 ha hecho visible de manera dramática, incluso chocante, ha sido la ciudad invisible, no sólo el urbanismo oculto de estos microorganismos hiper-sociales sino el de las desigualdades, los trabajadores de la economía sumergida y el acceso dispar a los cuidados o la empatía. Para reflexionar sobre lo que puede suceder a continuación es necesario, y urgente, mirar hacia atrás y comprender los estrechos vínculos que han existido siempre entre la arquitectura y la enfermedad. Gran parte de lo que resulta impactante de la situación actual ya estaba allí, escondido en lo más profundo, pasado por alto u olvidado. Pensemos por ejemplo en trabajar desde casa, en la cama, incluso, como les ha ocurrido a millones de personas.Lo que una vez fue una fantasía del futuro es ahora una realidad a la que es poco probable que renunciemos. Este repliegue hacia el interior, hacia el que ya se había avanzado bastante en la última década, no significa darle la espalda a la ciudad. Lejos de ser una fuerza anti-urbana, el virus inspirará nuevas formas de concentración y de contaminación cruzada. La clave no será la forma de la ciudad, sino el acceso a la vivienda, a la educación y a la sanidad. La pregunta no será solo la relación de la cama con el trabajo sino con la privacidad, la comunidad, la igualdad, la movilidad, la raza, la tecnología, la energía, el trabajo, el clima y la filosofía.

ACA