
Durante el período de confinamiento estricto a que obligó la pandemia ocasionada por el COVID-19 entre 2020 y 2021, muchas fueron las manifestaciones que buscaron dar salida a una situación totalmente inédita en lo relativo a las maneras como abordamos nuestras rutinas de trabajo y como nos relacionamos con los ambientes en los que tuvimos que hacerlo. La inmovilidad convirtió nuestros hogares en lugares polifuncionales para lo cual no estaban pensados, obligó a una convivencia para la que no estábamos preparados y significó para muchos la oportunidad de ocupar su tiempo y a la vez dar salida a angustias vinculadas a lo que estaba pasando de muy diferentes maneras.
En este marco se produjo el reencuentro a distancia entre la laureada periodista y escritora chilena María José Ferrada y el diseñador gráfico, ilustrador y artista plástico mallorquín Pep Carrió que tuvo como feliz resultado el libro Casas, publicado por primera vez en México por Editorial Alboroto en 2021 y vuelto a lanzar en abril de este año por Nordicalibros, Madrid.



Carrió, quien ya había participado en la ilustración de dos libros de Ferrada (El lenguaje de las cosas, Jinete Azul, 2011 y La tristeza de las cosas, Amanuta, 2017), venía desde 2007 registrando diariamente, a modo de juego, en el formato que le imponían las páginas de la agenda Moleskine, una imagen hecha en cualquier técnica, juego “que continuó en otros cuadernos en los años siguientes, convirtiéndose en un proyecto de nombre Diario visual y haciendo del cuaderno una herramienta que Pep considera un ‘laboratorio portátil’, un reverso de ese territorio mesurado y obediente que ha de ser todo proyecto desarrollado por encargo”, como recoge Alicia Guerrero Yeste en la estupenda reseña “ ‘Casas’, de María José Ferrada y Pep Carrió” publicada en su blog Un trabajo tartamudo el 27 de septiembre de 2022, apoyada en entrevistas hechas a los autores del libro en mayo y junio de 2022 (https://untrabajotartamudo.wordpress.com/2022/09/27/casas-de-maria-jose-ferrada-y-pep-carrio/).
Siendo casas y edificios algunos de los elementos que se repetían en sus cuadernos, “en representaciones que él considera enteramente brotadas del inconsciente”, en medio del desarrollo de su “laboratorio portátil”, llegó el confinamiento y con él “la obligación de permanecer en el interior de nuestra casa como forma extrema de protección ante un virus sumamente contagioso y potencialmente mortal”. Así, Pep pasó a compartir diariamente sus imágenes a través de su cuenta de Instagram.


Fue entonces, en plena pandemia, que Carrió (instalado en Madrid) le propuso a Ferrada (ubicada en Santiago de Chile) llevar adelante, revirtiendo el orden que habían seguido en los dos libros publicados anteriormente entre ambos, una actividad (o juego) que finalmente desembocaría en Casas. En otras palabras, si anteriormente le correspondió a Pep ilustrar los libros de María José buscando “generar un poema visual que acompañara al texto, pero poseyera una entidad propia”, en esta ocasión sería ella, con base en los dibujos de él, la que inventaría una serie de relatos y personajes. “Yo enseñaba casas y ella escribía sobre los habitantes de esas casas. Habitantes totalmente variopintos. Todo es ficción”, comentará Carrió en una de las entrevistas que sostuvo con Alicia Guerrero Yeste.
“Esas breves ficciones surgían de una pregunta que María José se formuló acerca de aquella extraña realidad en la que de repente todos amanecimos un día y permanecimos durante largas semanas. ‘Muchísimas personas dentro de su casa, que no estaban saliendo en absoluto de ella. Mi pregunta era: ¿Cómo estará viviendo esa gente en su casa?’ (…) El propio hecho de que dos personas, situadas en sendos lejanos puntos del mundo, emprendieran ese juego cotidiano con imágenes y textos era en sí mismo una respuesta a esa pregunta. ‘Se convirtió en una especie de herramienta de supervivencia para sentirnos ilusionados con algo’, dice Pep. ‘En esos días en que todo eran noticias negativas, estas casas eran una forma de recordar que podíamos seguir riendo y creando, aunque estuviésemos sumidos en una situación de incertidumbre muy grande’, dice María José”.

Y subrayará Guerrero Yeste: “Desde la obvia e inescapable circunstancia ‘de que en ese momento había muchas personas dentro de su casa y que no estaban saliendo en absoluto de ella’ (cualquiera de nosotros era una de esas personas), cada una de las vidas microrrelatadas por María José a partir de las imágenes de Pep es la creación de una respuesta a la pregunta: ‘¿Cómo estará viviendo esa gente en su casa?’. Su mecanismo de creación de esas ficciones tomaba para su arranque otra pieza más de referencia en lo real, una localización en alguna parte del mundo, para después adquirir su propia libertad y deriva. ‘Decidí -dirá María José- ir situando a personas en distintos lugares, países o continentes. Esto era algo que me podía venir sugerido por el dibujo. Quizá, si en la ilustración de Pep predominaba el amarillo, esto me transmitía la impresión de calor y me hacía pensar en África. Elegía un país de ese continente y buscaba entonces un nombre típico de él. Un nombre típico para un niño del Congo, un apellido. Obtenía esa información de Internet. Buscaba también una ciudad al azar y, empleando Google Maps, la miraba para tomar alguna idea sobre el ambiente, por si en la imagen aparecía alguna persona… A partir de todo eso escribía el relato. Lo hacía esforzándome por estar libre de las restricciones que me hubiera impuesto de haber pensado que los textos iban a ser sólo leídos por adultos o por niños, de no coartarme preguntándome que iba a hacer un adulto leyendo sobre un duende o un niño leyendo una cita de Hegel’”.
Por tanto, Casas se trata de un “serial instagrámico” convertido imprevistamente en un libro y que a su vez permitió a sus autores sobrellevar la pesada carga impuesta por la pandemia del cual la reseña de Guerrero Yeste ofrece una disección atinada y profunda. De sus reflexiones sobre la publicación y su contacto con los autores hemos decidido transcribir párrafos que vale la pena compartir.

“El vínculo afectuoso con los amigos y seguidores que aguardaban cada día la publicación era un estímulo optimista, pero puede considerarse que esa comunicación era también un medio con el que establecer una apertura necesaria, un canal con el que reconstruir en esa circunstancia el sentido del adentro y afuera de la casa. Un sentido del que no sólo depende nuestra relación interna y externa con el espacio, sino también con el tiempo, con la inconsciente confianza en su trayectoria en avance del presente hacia el futuro. Y seguramente, más allá de todas las lecturas que antes hubiéramos hecho sobre esos asuntos, fue algo que sólo en esa práctica forzosa comprendimos, por fin, verdadera y enteramente: el tiempo es materia activa en la construcción de nuestro espacio vital. Y que en esa materia es tan igual de fundamental la capa donde se hace el presente cotidiano, cualquier día común, como esas otras del presente constante, más volátiles y complejas, estratificadas en nuestro espacio interior”.
(…)

“Importa pensar en la forma de conexión entre la literalidad cotidiana y la profunda subjetividad de la casa que se establece en este proyecto, así como la espontaneidad y naturalidad que lo sostuvieron, y que en suma hicieron de él algo con un valor que trasciende la intención de cordial pasatiempo con que fue propuesto. Haber inventado con cierta deliberación un proyecto cuyo planteamiento fuera pensar la casa desde el suceso de un acontecimiento que forzara a una inhabitual forma de permanencia dentro de ella habría dado a esos dibujos y esas ficciones otro carácter, habría podido reducir la espontánea honestidad y despreocupada inteligencia con que fue haciéndose y ofrece esas imaginaciones que nos sitúan en un espacio en el que meditar sobre qué es habitar y la casa donde estamos y la casa (o casas, tal vez) donde somos, y que está a cierta distancia de la alta sublimación en que a menudo nos es imposible no incurrir cuando consideramos la casa”.
(…)

“En sí mismos y en su interacción esas imágenes de casas de arquitectura arquetípica, venidas del inconsciente, y esos relatos donde los modos poéticos y fantásticos en que individuos inventados piensan, sienten y habitan, enseñan de qué habla Bachelard cuando habla de la casa y la afirma como ‘uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre’; corroboran cómo somos seres ‘que participan en espacios de los que la física nada sabe’, como señala Sloterdijk, una idea que María José deja escrita en un relato de forma más precisa y comprensible: ‘Las casas no caben en el interior de las cabezas’ y que es algo enteramente cierto, porque la casa es un ser potente, racional o irracional, salvaje o domesticado, protector o adversario, liberador u opresor, controlado o inabarcable, que no se explica únicamente con base a los factores tangibles con que es gestada por el arquitecto. Y esto concierne no sólo a la casa que es pensada y sentida dentro de la filosofía o penetrada a través de la poesía, el cuento, el relato de memorias, la experiencia artística…, sino también, como muestra Perec, a esa en donde todos los días dormimos, nos duchamos, comemos y fregamos los platos… y sobre la que una atención consciente y puramente objetiva de su espacio, los elementos que hay en él y la cotidianeidad que cobija abre un campo de juego inmenso para la mente”.
(…)

“El dibujo y la escritura son medios a través de los que construir y habitar la arquitectura de ese espacio interior. Con los que explicar (…) cómo hay casas que se llevan cargadas a la espalda, que caben en la palma de una mano, que flotan sobre olas agitadas o se elevan sobre quietas aguas nocturnas, que son portátiles, que están hechas de aire, que albergan en su interior otras casas y habitaciones secretas, que hay casas que son cabezas y cabezas que son casas o suelo sobre el que se levantan bloques residenciales, que hay casas en bosques y bosques en casas, que hay personas que viven en un edificio de varios pisos que está dentro de sí mismos o en los sueños de otros… Metáforas que nos traen ecos de experiencias fenomenológicas que, en recuerdos y sueños, la lectura o la mirada, nos han hecho inquilinos o visitantes de aposentos, jardines, cocinas, salas, antiguas mansiones, pisos destartalados, desvanes, tramos de escalera, pasillos…, volviendo familiares lugares extraños y extraños lugares familiares, reconsiderar la extensión de la superficie de nuestro ser y la dimensión de nuestra escala física y psíquica dentro de él, y que aquí se nos reaproximan como heterodoxas realidades, no como irrealidades ni imposibilidades, sino dando una confirmación a la idea de que habitar es construir algo que está (siempre) más allá del esquema y volumen que un arquitecto define y materializa”.
(…)

Y, finalmente:
“En La Poética del Espacio, Bachelard hace ver cómo el estado de conciencia de la infancia es el más afinado perceptor del espacio, el más virtuoso constructor de arquitectura interior, de sus muros y habitaciones más indestructibles. También, en consecuencia, podría pensarse, tal vez su más legítimo habitante. Ese estado de conciencia es un fundamento de trabajo para María José, del mismo modo que acceder al flujo de lo inconsciente lo es para las imágenes de Pep, ya que los niños ‘transitan por lugares muy libres, porque todavía no tienen muy fijos esos marcos de seguridad de los que los adultos se valen’. Es por ese motivo por el que al tener Casas entre las manos, aunque posiblemente reverberarán las impresiones y sensaciones de lecturas e imágenes en los que hemos reconocido con mayor claridad los andamios de nuestras propias arquitecturas interiores, es sobre todo importante volver a ver y sentir el extrañamiento del niño de cuatro años ante todo eso que lo rodea. Recuperar incluso el recuerdo de nuestra conciencia de pequeñez física respecto a casi todas las personas y cosas. (…) Esto último, que puede ser la permanente moraleja de Casas, no despista ni hace caer en lo ingenuo el sentido de un proyecto que surgió como pequeña vía de alivio en medio de una situación gravísima, sino que, al contrario, acentúa la trascendencia de llevar a cabo una extensa reflexión consciente sobre nuestra vivencia física y mental del espacio para exigir a la arquitectura que dé protección sana a toda nuestra libertad y fragilidad”.

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ
Casas
María José Ferrada y Pep Carrió
Nordicalibros
2023
Resumen
Casas es un viaje literario por distintas formas de habitar esos espacios que denominamos «casa». Por la autora ganadora del Premio Cervantes Chico Iberoamericano 2022.
Los autores de este libro nos llevan a un viaje por las distintas formas de habitar una casa. Partiendo de ilustraciones de Pep Carrió realizadas con marcadores acrílicos, la escritora María José Ferrada recurre al lenguaje poético y al humor para proponer un conjunto de microrrelatos que invitan a los lectores a observar sus propias formas de habitar el mundo. «La casa tiene que ver con el espacio físico, pero también con el espacio interior que uno habita. Puedes estar muy tranquilo en una vivienda muy pequeña y muy agobiado en otra enorme en mitad del campo. Una misma casa de treinta metros cuadrados puede ser un hogar plácido para un individuo y una celda asfixiante para otro», dice María José Ferrada.
Nota
Nos ha parecido pertinente, por lo complementario, transcribir también pero en otra entrada, el artículo “¿Qué es una casa?” publicado el 11 de abril en el diario El País por Anatxu Zabalbeascoa en su columna Del tirador a la ciudad, dedicado al libro que hoy nos ha ocupado.
ACA
Procedencia de las imágenes
https://www.domestika.org/es/projects/125580-el-lenguaje-de-las-cosas
https://www.facebook.com/photo/?fbid=2544273522344956&set=a.284138575025140
https://www.instagram.com/diariovisual_pepcarrio/
«Casas», de María José Ferrada y Pep Carrió
Casas