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VALE LA PENA LEER

Durante el período de confinamiento estricto a que obligó la pandemia ocasionada por el COVID-19 entre 2020 y 2021, muchas fueron las manifestaciones que buscaron dar salida a una situación totalmente inédita en lo relativo a las maneras como abordamos nuestras rutinas de trabajo y como nos relacionamos con los ambientes en los que tuvimos que hacerlo. La inmovilidad convirtió nuestros hogares en lugares polifuncionales para lo cual no estaban pensados, obligó a una convivencia para la que no estábamos preparados y significó para muchos la oportunidad de ocupar su tiempo y a la vez dar salida a angustias vinculadas a lo que estaba pasando de muy diferentes maneras.

En este marco se produjo el reencuentro a distancia entre la laureada periodista y escritora chilena María José Ferrada y el diseñador gráfico, ilustrador y artista plástico mallorquín Pep Carrió que tuvo como feliz resultado el libro Casas, publicado por primera vez en México por Editorial Alboroto en 2021 y vuelto a lanzar en abril de este año por Nordicalibros, Madrid.

El lenguaje de las cosas, 2011 y La tristeza de las cosas, 2017 textos de María José Ferrada e ilustraciones de Pep Carrió.
Ilustraciones plasmadas en algunas de las agendas Moleskine en las que Pep Carrió fue desarrollando el proyecto Diario visual.

Carrió, quien ya había participado en la ilustración de dos libros de Ferrada (El lenguaje de las cosas, Jinete Azul, 2011 y La tristeza de las cosas, Amanuta, 2017), venía desde 2007 registrando diariamente, a modo de juego, en el formato que le imponían las páginas de la agenda Moleskine, una imagen hecha en cualquier técnica, juegoque continuó en otros cuadernos en los años siguientes, convirtiéndose en un proyecto de nombre Diario visual y haciendo del cuaderno una herramienta que Pep considera un ‘laboratorio portátil’, un reverso de ese territorio mesurado y obediente que ha de ser todo proyecto desarrollado por encargo”, como recoge Alicia Guerrero Yeste en la estupenda reseña “ ‘Casas’, de María José Ferrada y Pep Carrió” publicada en su blog Un trabajo tartamudo el 27 de septiembre de 2022, apoyada en entrevistas hechas a los autores del libro en mayo y junio de 2022 (https://untrabajotartamudo.wordpress.com/2022/09/27/casas-de-maria-jose-ferrada-y-pep-carrio/).

Siendo casas y edificios algunos de los elementos que se repetían en sus cuadernos,en representaciones que él considera enteramente brotadas del inconsciente”, en medio del desarrollo de su “laboratorio portátil”, llegó el confinamiento y con él “la obligación de permanecer en el interior de nuestra casa como forma extrema de protección ante un virus sumamente contagioso y potencialmente mortal”. Así, Pep pasó a compartir diariamente sus imágenes a través de su cuenta de Instagram.

María José Ferrada y Pep Carrió.
Algunos dibujos que durante la pandemia Pep Carrió fue publicando en su página de Instagram.

Fue entonces, en plena pandemia, que Carrió (instalado en Madrid) le propuso a Ferrada (ubicada en Santiago de Chile) llevar adelante, revirtiendo el orden que habían seguido en los dos libros publicados anteriormente entre ambos, una actividad (o juego) que finalmente desembocaría en Casas. En otras palabras, si anteriormente le correspondió a Pep ilustrar los libros de María José buscando “generar un poema visual que acompañara al texto, pero poseyera una entidad propia”, en esta ocasión sería ella, con base en los dibujos de él, la que inventaría una serie de relatos y personajes. “Yo enseñaba casas y ella escribía sobre los habitantes de esas casas. Habitantes totalmente variopintos. Todo es ficción”, comentará Carrió en una de las entrevistas que sostuvo con Alicia Guerrero Yeste.

“Esas breves ficciones surgían de una pregunta que María José se formuló acerca de aquella extraña realidad en la que de repente todos amanecimos un día y permanecimos durante largas semanas. ‘Muchísimas personas dentro de su casa, que no estaban saliendo en absoluto de ella. Mi pregunta era: ¿Cómo estará viviendo esa gente en su casa?’ (…) El propio hecho de que dos personas, situadas en sendos lejanos puntos del mundo, emprendieran ese juego cotidiano con imágenes y textos era en sí mismo una respuesta a esa pregunta. ‘Se convirtió en una especie de herramienta de supervivencia para sentirnos ilusionados con algo’, dice Pep. ‘En esos días en que todo eran noticias negativas, estas casas eran una forma de recordar que podíamos seguir riendo y creando, aunque estuviésemos sumidos en una situación de incertidumbre muy grande’, dice María José”.

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Noel Cocteau» (casa 34)

Y subrayará Guerrero Yeste: “Desde la obvia e inescapable circunstancia ‘de que en ese momento había muchas personas dentro de su casa y que no estaban saliendo en absoluto de ella’ (cualquiera de nosotros era una de esas personas), cada una de las vidas microrrelatadas por María José a partir de las imágenes de Pep es la creación de una respuesta a la pregunta: ‘¿Cómo estará viviendo esa gente en su casa?’. Su mecanismo de creación de esas ficciones tomaba para su arranque otra pieza más de referencia en lo real, una localización en alguna parte del mundo, para después adquirir su propia libertad y deriva. ‘Decidí -dirá María José- ir situando a personas en distintos lugares, países o continentes. Esto era algo que me podía venir sugerido por el dibujo. Quizá, si en la ilustración de Pep predominaba el amarillo, esto me transmitía la impresión de calor y me hacía pensar en África. Elegía un país de ese continente y buscaba entonces un nombre típico de él. Un nombre típico para un niño del Congo, un apellido. Obtenía esa información de Internet. Buscaba también una ciudad al azar y, empleando Google Maps, la miraba para tomar alguna idea sobre el ambiente, por si en la imagen aparecía alguna persona… A partir de todo eso escribía el relato. Lo hacía esforzándome por estar libre de las restricciones que me hubiera impuesto de haber pensado que los textos iban a ser sólo leídos por adultos o por niños, de no coartarme preguntándome que iba a hacer un adulto leyendo sobre un duende o un niño leyendo una cita de Hegel’”.

Por tanto, Casas se trata de un “serial instagrámico” convertido imprevistamente en un libro y que a su vez permitió a sus autores sobrellevar la pesada carga impuesta por la pandemia del cual la reseña de Guerrero Yeste ofrece una disección atinada y profunda. De sus reflexiones sobre la publicación y su contacto con los autores hemos decidido transcribir párrafos que vale la pena compartir.

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Aparicio Silva» (casa 22)

El vínculo afectuoso con los amigos y seguidores que aguardaban cada día la publicación era un estímulo optimista, pero puede considerarse que esa comunicación era también un medio con el que establecer una apertura necesaria, un canal con el que reconstruir en esa circunstancia el sentido del adentro y afuera de la casa. Un sentido del que no sólo depende nuestra relación interna y externa con el espacio, sino también con el tiempo, con la inconsciente confianza en su trayectoria en avance del presente hacia el futuro. Y seguramente, más allá de todas las lecturas que antes hubiéramos hecho sobre esos asuntos, fue algo que sólo en esa práctica forzosa comprendimos, por fin, verdadera y enteramente: el tiempo es materia activa en la construcción de nuestro espacio vital. Y que en esa materia es tan igual de fundamental la capa donde se hace el presente cotidiano, cualquier día común, como esas otras del presente constante, más volátiles y complejas, estratificadas en nuestro espacio interior”.

(…)

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Toshio Hiraoka» (casa 4)

“Importa pensar en la forma de conexión entre la literalidad cotidiana y la profunda subjetividad de la casa que se establece en este proyecto, así como la espontaneidad y naturalidad que lo sostuvieron, y que en suma hicieron de él algo con un valor que trasciende la intención de cordial pasatiempo con que fue propuesto. Haber inventado con cierta deliberación un proyecto cuyo planteamiento fuera pensar la casa desde el suceso de un acontecimiento que forzara a una inhabitual forma de permanencia dentro de ella habría dado a esos dibujos y esas ficciones otro carácter, habría podido reducir la espontánea honestidad y despreocupada inteligencia con que fue haciéndose y ofrece esas imaginaciones que nos sitúan en un espacio en el que meditar sobre qué es habitar y la casa donde estamos y la casa (o casas, tal vez) donde somos, y que está a cierta distancia de la alta sublimación en que a menudo nos es imposible no incurrir cuando consideramos la casa”.

(…)

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Luis Pereira» (casa 1).

“En sí mismos y en su interacción esas imágenes de casas de arquitectura arquetípica, venidas del inconsciente, y esos relatos donde los modos poéticos y fantásticos en que individuos inventados piensan, sienten y habitan, enseñan de qué habla Bachelard cuando habla de la casa y la afirma como ‘uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre’; corroboran cómo somos seres ‘que participan en espacios de los que la física nada sabe’, como señala Sloterdijk, una idea que María José deja escrita en un relato de forma más precisa y comprensible: ‘Las casas no caben en el interior de las cabezas’ y que es algo enteramente cierto, porque la casa es un ser potente, racional o irracional, salvaje o domesticado, protector o adversario, liberador u opresor, controlado o inabarcable, que no se explica únicamente con base a los factores tangibles con que es gestada por el arquitecto. Y esto concierne no sólo a la casa que es pensada y sentida dentro de la filosofía o penetrada a través de la poesía, el cuento, el relato de memorias, la experiencia artística…, sino también, como muestra Perec, a esa en donde todos los días dormimos, nos duchamos, comemos y fregamos los platos… y sobre la que una atención consciente y puramente objetiva de su espacio, los elementos que hay en él y la cotidianeidad que cobija abre un campo de juego inmenso para la mente”.

(…)

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Familia O’Sullivan» (casa 25)

“El dibujo y la escritura son medios a través de los que construir y habitar la arquitectura de ese espacio interior. Con los que explicar (…) cómo hay casas que se llevan cargadas a la espalda, que caben en la palma de una mano, que flotan sobre olas agitadas o se elevan sobre quietas aguas nocturnas, que son portátiles, que están hechas de aire, que albergan en su interior otras casas y habitaciones secretas, que hay casas que son cabezas y cabezas que son casas o suelo sobre el que se levantan bloques residenciales, que hay casas en bosques y bosques en casas, que hay personas que viven en un edificio de varios pisos que está dentro de sí mismos o en los sueños de otros… Metáforas que nos traen ecos de experiencias fenomenológicas que, en recuerdos y sueños, la lectura o la mirada, nos han hecho inquilinos o visitantes de aposentos, jardines, cocinas, salas, antiguas mansiones, pisos destartalados, desvanes, tramos de escalera, pasillos…, volviendo familiares lugares extraños y extraños lugares familiares, reconsiderar la extensión de la superficie de nuestro ser y la dimensión de nuestra escala física y psíquica dentro de él, y que aquí se nos reaproximan como heterodoxas realidades, no como irrealidades ni imposibilidades, sino dando una confirmación a la idea de que habitar es construir algo que está (siempre) más allá del esquema y volumen que un arquitecto define y materializa”.

(…)

Páginas interiores del libro Casas correspondientes al relato «Joao Almeida» (casa 28)

Y, finalmente:

“En La Poética del Espacio, Bachelard hace ver cómo el estado de conciencia de la infancia es el más afinado perceptor del espacio, el más virtuoso constructor de arquitectura interior, de sus muros y habitaciones más indestructibles. También, en consecuencia, podría pensarse, tal vez su más legítimo habitante. Ese estado de conciencia es un fundamento de trabajo para María José, del mismo modo que acceder al flujo de lo inconsciente lo es para las imágenes de Pep, ya que los niños ‘transitan por lugares muy libres, porque todavía no tienen muy fijos esos marcos de seguridad de los que los adultos se valen’. Es por ese motivo por el que al tener Casas entre las manos, aunque posiblemente reverberarán las impresiones y sensaciones de lecturas e imágenes en los que hemos reconocido con mayor claridad los andamios de nuestras propias arquitecturas interiores, es sobre todo importante volver a ver y sentir el extrañamiento del niño de cuatro años ante todo eso que lo rodea. Recuperar incluso el recuerdo de nuestra conciencia de pequeñez física respecto a casi todas las personas y cosas. (…) Esto último, que puede ser la permanente moraleja de Casas, no despista ni hace caer en lo ingenuo el sentido de un proyecto que surgió como pequeña vía de alivio en medio de una situación gravísima, sino que, al contrario, acentúa la trascendencia de llevar a cabo una extensa reflexión consciente sobre nuestra vivencia física y mental del espacio para exigir a la arquitectura que dé protección sana a toda nuestra libertad y fragilidad”.

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Casas

María José Ferrada y Pep Carrió

Nordicalibros

2023

Resumen

Casas es un viaje literario por distintas formas de habitar esos espacios que denominamos «casa». Por la autora ganadora del Premio Cervantes Chico Iberoamericano 2022.

Los autores de este libro nos llevan a un viaje por las distintas formas de habitar una casa. Partiendo de ilustraciones de Pep Carrió realizadas con marcadores acrílicos, la escritora María José Ferrada recurre al lenguaje poético y al humor para proponer un conjunto de microrrelatos que invitan a los lectores a observar sus propias formas de habitar el mundo. «La casa tiene que ver con el espacio físico, pero también con el espacio interior que uno habita. Puedes estar muy tranquilo en una vivienda muy pequeña y muy agobiado en otra enorme en mitad del campo. Una misma casa de treinta metros cuadrados puede ser un hogar plácido para un individuo y una celda asfixiante para otro», dice María José Ferrada.

Nota

Nos ha parecido pertinente, por lo complementario, transcribir también pero en otra entrada, el artículo “¿Qué es una casa?” publicado el 11 de abril en el diario El País por Anatxu Zabalbeascoa en su columna Del tirador a la ciudad, dedicado al libro que hoy nos ha ocupado.

ACA

Procedencia de las imágenes

https://www.domestika.org/es/projects/125580-el-lenguaje-de-las-cosas

La tristeza de las cosas

https://www.facebook.com/photo/?fbid=2544273522344956&set=a.284138575025140

https://www.instagram.com/diariovisual_pepcarrio/

«Casas», de María José Ferrada y Pep Carrió

Casas

VALE LA PENA LEER

¿Qué es una casa?

El ilustrador Pep Carrió y la escritora María José Ferrada intercambiaron durante la pandemia imágenes y el resultado es el libro ‘Casas’, que demuestra que es un término relativo y cambiante

Anatxu Zabalbeascoa

Una ilustración de Pep Carrió de la casa de Joan Arnau, que cambia de lugar.

El País

11 de abril de 2023

Una misma casa puede asfixiar a una persona y liberar a otra. La misma. En el mismo lugar. ¿Por qué? Puede que porque la mente también es una casa. Seguramente el refugio más seguro. O, en ocasiones, ¿también la mente puede ser una cárcel insalvable?

El ilustrador Pep Carrió y la escritora María José Ferrada han pensado mucho, con viajes de ida y vuelta, lo que significa, o esconde implícitamente, la palabra, el concepto más bien, casa. Así, hablando y compartiendo ideas y dibujos, idearon, cada uno en su propia vivienda, el libro Casas, que ahora ha publicado la editorial Nórdica. Del intercambio de dibujos y palabras nació este volumen que explica lo que son las casas para una serie de personajes tan reales como imaginarios.

Así se hizo el libro. En su apartamento de Madrid, Pep Carrió dibujaba. Pintaba en libretas de tapas negras. Lo hace a diario. Le interesan sobre todo los árboles, el mar y las casas. Al otro lado del Atlántico, en Santiago de Chile, María José Ferrada tenía una de esas libretas de tapas negras repletas de dibujos. Y la leía. Imaginaba a los habitantes de los hogares que dibujaba Carrió. Luego llegó el encierro doméstico, durante la pandemia. Y ese tiempo entre paredes sembró el tono ajustando, y cambiando, la definición de hogar. Hay casas por todo el mundo. Pero siempre son casas de personas. Es decir, van de lo colectivo externo a lo personalizado interno. Por eso para ellos, las casas tienen más que ver con quien las habita que con el lugar que los edificios ocupan. Y así contradicen a un postulado básico de la arquitectura: el de atender al contexto. Para Carrió y Ferrada, el contexto son los habitantes de las viviendas, los que las terminan de construir. De dibujar. De imaginar. ¿O no?

Lo que Luis Pereira le dejó claro al arquitecto Oliverio Sánchez es que en su casa debía haber una ventana en la zona de la corteza prefrontal, donde se guardan los recuerdos. Es evidente que el cliente, Pereira, había confundido una vivienda con un cuerpo. Pero él se dispuso a diseñarla. “Una casa, para bien o para mal, significa rutina, así que cada mañana, después de leer el diario, Luis abre la ventana y observa su pasado”.

La casa de Camilo Márquez que prometió a Diego García que si alguna vez lo necesitaba lo llamaría y lo hizo 50 años después.

Es María José la que busca en el pasado de Pereira, claro. Y lo hace impulsada por los dibujos de Pep. No corren, se suceden los días lentos de la pandemia. Pep dibuja en Barcelona. María José escribe en Chile. Y así hablan. Casi todos los días. De lo que hacen los dueños de las casas que, entre los dos, imaginan. La familia del arquitecto, Oliverio Sánchez, está llena de marinos mercantes. Por eso él sabe que “si el suelo de la casa se hace con tablas de barco, la casa navega”. Irina Popov es una inventora “de habitaciones para albergar el vacío”. Por eso creó la casa matrioska en un congreso. Toshio Hiraoka construye netsukes: casas que caben en la palma de la mano, es decir, microcosmos: “Piedras o maderas que hablan de la mente”.

Ernesto Barros construyó su casa con sus propias manos. Por eso la sentía como una extensión de sí mismo. No la podía abandonar. Cuando se hartó del ruido, se la llevó. ¿Cómo? El libro lo deja dudando entre poner una rueda en cada esquina o desarmarla y subirla a un carro.

Hay mucho más: Hao Wang que, “tal como correspondía al tercer hijo, se hizo lo suficientemente pequeño para compartir la casa con un canario”.

La casa de Roberta Santos donde amanece al revés.

Hay muchos más habitantes y, por lo tanto, casas. El hombre-casa vive en una caja de cartón. Y nadie lo ve. Camilo Márquez y Diego García hablaron durante más de cincuenta años desde sus casas en Santiago de Chile y San Pedro de Marcorís (en República Dominicana) antes de conocerse. O Roberto López que coopera con una ONG danesa encargada de revivir recuerdos de infancia. La de Roberta Santos no sabemos dónde está, pero sí que una vez al año amanece al revés. Ese día utiliza una ventana como puerta.

La casa de Joan Arnau está sobre un caracol. En ella se vive lento, pero cuando cambia de lugar puede viajar de Ciudad del Cabo a Colonia. Estos cambios repentinos le producían angustia que “ha aprendido a manejar, ayudado por la lectura de los clásicos japoneses”. Todos hablan de la impermanencia de las cosas. Cuesta pensarlo cuando hay tanta gente sin casa. Pero que las casas cambien y no permanezcan, ¿es malo? ¿O es bueno?

ACA

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 356

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL

Cuando la familia Boulton Pietri adquiere en los años 1930 una parte de una colina de aproximadamente 50 há en Los Guayabitos, zona próxima a Sartenejas en las afueras de la ciudad de Caracas, Andrés Boulton, Alfredo Boulton y Anita Boulton de Phelps decidieron construir allí sendas casas en las que transcurrió buena parte de sus vidas. En particular, Andrés Boulton, tras casarse a comienzos de aquella década con Thereza Figueira de Mello, hija del embajador brasileño en Venezuela, levanta junto a ella una vivienda de campo que la llamaron Samambaya, (denominación que escrita como samambaia significa helecho en el idioma portugués, planta que crece a sus anchas en las periferias de la casa), nombre que además es elegido por doña Thereza por el recuerdo que le traía la zona de Los Guayabitos con Petrópolis en Brasil, lugar donde de pequeña pasaba largas temporadas cuando vivía en su ciudad natal, Río de Janeiro.

Residenciados permanentemente en Villa Castelania, ubicada en la urbanización El Paraíso, Samambaya, por tanto, era visitada por la familia Boulton Figueira de Mello para pasar temporadas o fines de semana alejados de una Caracas aún provinciana en la que apenas empezaban a soplar aires de modernidad. Imaginamos que la falta de buenas vías de comunicación convertía aquellos viajes a Los Guayabitos en verdaderas expediciones que se veían compensadas por el contacto con la naturaleza y su exuberante vegetación, las estupendas vistas que se abrían hacia el valle y el buen clima que allí reinaba.

1. Izquierda: Andrés Boulton Pietri y Thereza Figueira de Mello. Derecha: Yves Denis Zaldumbide y María Teresa Boulton Figueira de Mello.
2. Andrés Boulton y dos de sus hijos. Única foto que se conserva de la «primera» Samambaya.

Será en 1957, al casarse María Teresa (hija de Don Andrés), con el arquitecto ecuatoriano-francés Yves Denis Zaldumbide, hijo de los embajadores de Francia en Venezuela, cuando recibirá de su padre como regalo de matrimonio la pequeña casa de campo. Seis años más tarde, en 1963, al crecer la familia, los Denis Boulton construirán la segunda Samambaya como vivienda principal diseñada por Yves, quien aquel mismo año, además de revalidar su título de arquitecto en la UCV, había creado con su compatriota, el ingeniero ecuatoriano Claudio Creamer Gómez (socio durante algunos años del arquitecto norteamericano Don Hatch), la conocida compañía constructora Creamer y Denis que dedicó buena parte de sus esfuerzos a desarrollar sistemas constructivos prefabricados para viviendas de interés social construidas por el Banco Obrero.

De la unión de Yves y María Teresa nacerían cuatro hijos (Roland, Gonzalo, Francisco y Javier) y poco antes de la llegada del cuarto, en 1973, tomarán la decisión de ampliar la casa construida 10 años antes pudiéndose decir que apareció una tercera Samambaya.

Residencia de la familia Denis Boulton por más de 18 años donde llevaron una intensa vida social y familiar en los que la quinta fue permanentemente objeto de remodelaciones, Samambaya en 1974 pasará a ser ocupada de nuevo por quien había construido la primera casa: Don Andrés Boulton ahora con su tercera esposa Jean Harley, poco después de que los Denis Boulton, tras la separación de Yves y María Teresa, fijaran residencia en Ecuador. Don Andrés y Jean vivirán allí por más de 20 años donde disfrutaron de una intensa vida social en cuyas fiestas, cenas y agasajos participaban grandes personalidades de la vida venezolana e internacional para los que la casa servía de excelente marco. Tras la muerte de Don Andrés en 1998 la propiedad retorna a manos de los hermanos Denis Boulton.

3. Caracas vista desde Samambaya.
4. Fachada principal de la quinta Samambaya.
5. Áreas exteriores de la quinta Samambaya.

Gonzalo Denis Boulton en entrevista aparecida en https://puraguapuraweb.com/blog/2018/9/20/quinta-samambaya, comentará cómo en los años 90, cuando su abuelo por razones de salud dejó de frecuentarla, Samambaya tuvo varios inquilinos, todos con necesidades muy peculiares. “Vino una señora que quería hacer un kínder y fue transformada. Después se la alquilaron a un cubano y casi la perdimos. La casa era un desastre, salones de clases, las áreas verdes ya no lo eran tanto, había una cantina, administración, biblioteca. Aún hay algunos vestigios de aquella época”.

Justamente le corresponderá a Gonzalo, arquitecto egresado de la UCV en 1988, devolverla desde 2013 a su estado original y mantener la integridad de la obra, luego de que fuera declarada ese mismo año Patrimonio Arquitectónico del Municipio Baruta por la gestión del alcalde Gerardo Blyde. “Yo agarro la casa y la voy remodelando. Ahora está disponible para todo tipo de eventos”, comentará Gonzalo para Puraguapura.

La valiosa información obtenida de la página https://www.facebook.com/quintasamambaya/ junto al testimonio de Gonzalo Denis y el reportaje hecho por Faitha Nahmens aparecido en Prodavinci titulado “Samambaya, el arte de ser parnaso” (https://prodavinci.com/samambaya-el-arte-de-ser-parnaso/), nos han permitido reconstruir su historia y determinar que la hermosa quinta que hoy conocemos no sólo fue construida por etapas, sino que durante el tiempo fue ocupada por diversos inquilinos y objeto de diversas modificaciones hasta que de manos de Gonzalo y con el apoyo de la familia hoy se ha convertido en lugar idóneo para la celebración de eventos, negocio sustentable que permitirá mantener la obra para las futuras generaciones.

De lo que no hay duda es de que Yves Denis Zaldumbide es el responsable de convertirla en referente arquitectónico y constructivo a partir de 1963: “Mi padre hizo de Samambaya una villa magnífica. Le otorgó el talante estilístico que detenta”, afirmará Gonzalo. “Para hacerla más funcional, no menos hermosa, mi padre transformó la bella casa donde vivía la belleza, y la belleza era mi madre, en una suerte de laboratorio de creatividad: el techo abovedado sería una ocurrencia que le daría carácter. Se habían visto techos así, hasta entonces solo en tiendas de automóviles, y la madera de todos sus acabados, pasamanerías y remates le añadirán calidez”, pasa revista Gonzalo. “Nosotros también participamos de la ocurrencia: las cerámicas usadas en los baños son las de la empresa de la familia y mantienen todavía el diseño añadido: están intervenidas por nosotros, los hijos”, dice sonriendo en el reportaje de Prodavinci.

6. Diversas tomas del exterior e interior de Samambaya.

Si a elaborar una ficha técnica nos dedicamos, podríamos decir que Samambaya se trata de una vivienda de 800 m2 de construcción, levantada en un bosque tropical lluvioso de 5 hectáreas, y que tiene planta en L. En uno de sus brazos se ubicaron los dormitorios, baños y vestier. En el otro brazo, las áreas sociales, cocina-pantry y comedor principal. En un nivel por debajo, las áreas de servicio. Entre ambos pisos, a medio nivel se desarrolla el salón principal.

La disposición de sus cerramientos, acristalados en muchos casos, permite establecer desde casi todos los ambientes, visuales hacia los jardines y su cuidado paisajismo o, a la distancia, con El Ávila, reforzando su continuidad espacial. El sistema estructural es de pórticos construidos con columnas de concreto armado y las losas de la cubierta son reticulares, habiéndose utilizado cajetones plásticos como encofrado, dándole un acabado liso para dejarlo a la vista. El bambú, planta que prolifera en la zona, ha sido uno de los principales elementos utilizados en su construcción apareciendo como elemento de fachada, y en la elaboración de portones, techos, escalones, barandas y muebles, entre otros.

7. Cuatro tomas del interior de Samambaya.

De https://www.facebook.com/quintasamambaya/ extraemos como complemento las siguientes características: “El manejo estructural de la techumbre que converge en un eje principal formando un ave que está a punto de tomar vuelo sobre el valle de Caracas. El uso de la formaleta como solución para vencer grandes luces y volados donde percibimos que ese gran techo flotara sobre vidrios y espejos. El canal principal de concreto que recoge las aguas del techo para formar una cascada sobre unas piedras de cuarzo. El manejo de elementos de concreto en obra limpia maravillosamente dispuestos en las ventanas. El trabajo minucioso de la madera en puertas y ventanas. El piso traído del Japón de color rojo en la zona social de la casa y blanca en los espacios privados que recorre lo interno y externo como una gran alfombra que toma el mismo protagonismo del techo”.

Hoy gracias al permiso de vocación turística otorgado por la Alcaldía de Baruta desde su declaratoria patrimonial, Samambaya funciona como una estancia con servicios anexos como salón de eventos, restaurante, tienda y galería. Ofrece la posibilidad de realizar eventos para lo cual cuenta con sus amplios jardines, piscina, terrazas, tres salones, cinco baños de invitados y dos baños para personal. Además, tiene capacidad para 70 carros y un estacionamiento aledaño para otros 50 carros pudiendo albergar cómodamente hasta 400 personas.

8. Variadas formas en que el bambú, abundante en la zona, es utilizado como material en la casa.
9. La quinta hoy se equipa y ofrece para la celebración de eventos.

También en su terreno ampliado que cubre hasta 20 hectáreas se ha comenzado a sembrar cacao proveniente de la zona de Paria (en específico de la hacienda Agua Fria) que ya ha dado como fruto la elaboración del chocolate Río Cacao en seis variedades.

Cuenta Samambaya con una colección permanente de obras de arte en la que predomina, por tradición familiar, la fotografía. Allí encontramos, entre otros, trabajos de: Vicente Diez, Paolo Gasparini, Luisa Richter, Alfredo Boulton, Alexander Apóstol, Ricardo Benaim, Yoshi, Ricardo Gómez Pérez, Fabiola Ferrero, Evelyn (Ivoly) Noguera Penso, Daniel González, Diana Sucre, Karim Dannery, Jenny Woodman, Margarita Scannone, Margarita Boulton, Suwon Lee y Josefina Gómez Revenga.

Rescatada con gran sensibilidad y equipada con gusto exquisito acorde con su riqueza espacial, Samambaya se constituye en una referencia ineludible a la hora de hablar de las grandes quintas caraqueñas.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal. Colección Crono Arquitectura Venezuela.

1, 2, 4, 5 y 8. https://www.facebook.com/quintasamambaya/

3. https://puraguapuraweb.com/blog/2018/9/20/quinta-samambaya y https://www.facebook.com/quintasamambaya/

6. https://www.facebook.com/quintasamambaya/ y https://puraguapuraweb.com/blog/2018/9/20/quinta-samambaya

7. https://prodavinci.com/samambaya-el-arte-de-ser-parnaso/ y https://puraguapuraweb.com/blog/2018/9/20/quinta-samambaya

9. https://www.facebook.com/quintasamambaya/, https://prodavinci.com/samambaya-el-arte-de-ser-parnaso/ y https://www.estadeboda.com/quintasamambaya

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Una casa fuera de sí

Víctor Navarro

Caniche Editorial

2022

Sinopsis

En 1977 Frank O. Gehry y Berta Isabel Aguilera compraron en Santa Mónica una casa con la intención de convertirla en su hogar. Ella quería conservarla pero él se sentía incapaz de vivir en aquella construcción tan anodina. Casi sin recursos, Gehry ideó un proyecto con el que revertir el agotamiento emocional de la casa y desafiar la domesticidad del barrio. El resultado de la reforma indignó tanto al vecindario como fascinó a artistas y arquitectos. Gehry había envuelto la casa original con una estructura gamberra y desprejuiciada, de materiales baratos, que arrastraba el asfalto hasta la mismísima cocina y mostraba con descaro la solución que el arquitecto había imaginado: meter una casa dentro de otra y escuchar la conversación entre ambas. Estas páginas despliegan una breve historia de la casa, de lo que se ha dicho sobre ella y de lo que se ha callado. Y no solo narra la historia de una construcción singular, sino también del contexto en el que fue posible: la California de la época y la relación —natural, fértil, productiva— entre los artistas del momento y el arquitecto.

ACA

TEXTOS FUNDAMENTALES

Las casas de los caraqueños

Edgar Pardo Stolk

Gráficas Herpa

1969

La publicación del libro Las casas de los caraqueños el año 1969, le brindó a su autor, Edgar Pardo Stolk (1905-1982), la oportunidad de expresar de una forma sencilla, no necesariamente exhaustiva y sin exageradas pretensiones literarias o académicas, su particular interpretación del proceso de crecimiento y transformación de Caracas a través de un tema que, como para cualquier ciudad, constituye el insumo fundamental de su tejido urbano: la vivienda.

Editado en 1969, cuando ya habían pasado las celebraciones del cuatricentenario de la capital venezolana y el sacudón del terremoto (ambos, como se sabe, acontecidos en 1967), y coincidiendo con la aparición de Caracas a través de su arquitectura de Graziano Gasparini y Juan Pedro Posani (que quizás lo opacó en cuanto a interés dentro del medio arquitectónico), Las casas de los caraqueños, como el mismo Pardo Stolk manifiesta en el “Prólogo”, parte de una curiosa inquietud originada de una observación que como habitante y conocedor de su ciudad natal lo había acompañado durante mucho tiempo: “la coincidencia entre el estilo de las construcciones oficiales y el de las particulares de la misma época”.

1. Prólogo del libro Las casas de los caraqueños escrito por Edgar Pardo Stolk en
diciembre de 1967.

De dicha semejanza observada, influida sin duda por la presencia de gobiernos de tinte autoritario que caracterizaron el país prácticamente desde su emancipación pero muy particularmente durante los primeros 35 años del siglo XX, surgen como primeras hipótesis, por un lado, el afán de parte de cierto sector de la población de ponerse a tono con lo que el gobierno realizaba y, por el otro, “el hecho de que hasta hace solamente pocos años, la mayoría de las personas que disponían de los fondos para hacer construcciones de relativa importancia, eran parte del Gobierno y por lo tanto estaban afectadas por la misma inclinación”.

Sin embargo, una vez graduado en la Universidad Central de Venezuela primero de agrimensor (1921) y luego de Doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas (1926), y trabajando en los servicios técnicos del Ministerio de Obras Públicas (MOP) entre 1922 y 1929, a Pardo Stolk se le amplía el rango posibilidades para obtener respuesta a sus inquietudes. Viendo lo que acontecía en otros países intuye que en el nuestro posiblemente impactaban otros dos factores o variantes que influyeron directamente en la ejecución de las construcciones: la moda o gusto del momento, “el cual no sé por qué sistema, dado lo escaso y difícil de las comunicaciones, se regaba por el mundo con una rapidez sorprendente”; y “la aparición de nuevos materiales y la llegada de artesanos con nuevas escuelas”.

Abrumado por lo amplio del tema, número de variantes y causas del fenómeno para cuyo complejo abordaje no se sentía suficientemente preparado, Pardo Stolk había decidido abandonar la idea de realizar publicación alguna. Será gracias a la posibilidad que le abrió el contar con una excelente máquina fotográfica y de “haber leído unos libros sobre la mejor manera de usarla” que retomará, armado con ella y desde otra mirada, sus recorridos por Caracas con base en itinerarios muy precisos. “Mientras hacía esto -dirá Pardo Stolk- iba reviviendo toda una serie de anécdotas e incidentes que sólo quedan en la tradición oral y al final pensé que quizá eso, en sí mismo, era de mayor interés”.

2. Edgar Pardo Stolk (1905-1982).
3. Las únicas páginas del libro que contienen dibujos.
4. Dos de las páginas interiores del libro.

Sobre dicha base absolutamente empírica, a la que se sumaron 40 años de experiencia profesional tanto en el sector público como en el privado (Stolk participó en 1930 como auxiliar del doctor Hernán Ayala en la ejecución de los trabajos de reformas del Panteón Nacional según proyecto de Manuel Mujica Millán, y más tarde interviene en los proyectos de ingeniería de la Escuela de Medicina y del Hospital Universitario de Caracas), el haber liderizado importantes estudios y proyectos (como el estanque de El Polvorín para el abastecimiento del agua de Caracas en 1934 o la planta de las Salinas de Araya inaugurada en 1942), elaborado normas y leyes (en 1936, redactó las primeras “Normas para la construcción de edificios”), participado en o dirigido reconocidas instituciones y ostentado altos cargos (entre otros, Jefe del Servicio de la Dirección de Vías de Comunicación del Ministerio de Obra Públicas entre 1929 y 1930; Director Técnico del Ministerio de Obras Públicas -1933-; Presidente del Colegio de Ingenieros de Venezuela en 1932 y entre 1942 y 1943; Miembro de la Comisión Nacional de Urbanismo -1946-; y entre 1947 y 1948 Ministro de Obras Públicas en el gobierno de Rómulo Gallegos); y elegido Miembro Correspondiente Nacional de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (1960) e Individuo de Número en 1964, Pardo Stolk decide escribir Las casas de los caraqueños.

De esa manera y con ese bagaje, da salida a una visión muy particular salpicada de historia e importantes datos sobre: la manera como se construía en el país, las técnicas utilizadas y los materiales empleados; la tipología de la vivienda entre medianeras del centro de la ciudad; los lugares donde las primeras casas fueron apareciendo fuera del casco central y los estilos que poco a poco se fueron asumiendo; las relaciones entre el desarrollo urbano y el poder; la incorporación paulatina de las normas sanitarias en la construcción; el cambio de paradigma de Europa a los Estados Unidos después de la Primera Guerra Mundial; la escasa participación de profesionales en la construcción de la ciudad durante el primer cuarto de siglo donde cualquiera lo hacía sin orden ni concierto; la tímida presencia inicial de Alejandro Chataing, Ricardo Razetti y Luis B. Castillo en la realización de obras públicas y la posterior llegada de los primeros arquitectos formados en el exterior (Alfredo Jahn, Carlos Guinand Sandoz, Manuel Mujica Millán, Carlos Raúl Villanueva y Luis Malaussena); la aparición de los grandes urbanizadores (Luis Roche y Juan Bernardo Arismendi como los más destacados); el arribo de los constructores catalanes (a finales de los años 20) y vascos (a finales de los años 30); la revalorización de las actividades de los ingenieros y arquitectos tras la muerte de Gómez y la creación de la Escuela de Arquitectura de la UCV; el tránsito de la vivienda unifamiliar a la multifamiliar y el surgimiento de las “casas de vecindad”; las dificultades para implantar la Ley de Propiedad Horizontal; para finalizar con un análisis de la formación y posterior consolidación de los primeros barrios de ranchos y las viviendas que los conforman.

5. Algunas de las páginas interiores del libro.

Con la sinceridad por delante, Pardo Stolk confiesa que, en definitiva, el libro resultante “no es ni de arquitectura ni de historia, sino una simple narración de tradiciones por los mayores en la familia, o de incidencias observadas o vividas por mí y que acompaño con la información gráfica obtenida”.

Pese a ello, por la manera como trata el tema y la abundante cantidad de imágenes que posee (no todas de buena calidad ni debidamente identificadas), Las casas de los caraqueños se trata de un libro de referencia y de consulta de donde se pueden extraer significativos datos sobre la situación política, social y económica del país. Sus 9 capítulos, 136 páginas sin numerar y cerca de 210 fotografías (todas realizadas por Pardo Stolk, a las que se suman dos dibujos) guardan, para quien sepa leer entre líneas, muchos secretos que permiten desentrañar un proceso que se inicia con el análisis de la casa típica de Caracas anterior a 1940 (que no es otra que la casa urbana entre medianeras del centro) y que, transitando por el proceso paulatino de poblamiento de la ciudad primero a través de casas (curiosamente Pardo Stolk no utiliza ni una sola vez el término “quinta” como sinónimo a lo largo de todo el libro) y luego de edificios, concluye con una propuesta de avanzada relacionada con la observación acerca de la manera como se va dando la transformación de ranchos en viviendas consolidadas gracias a la participación de los usuarios en la autoconstrucción de las mismas.

6. Dos de las páginas interiores del libro.

Así, sobre este asunto, Pardo Stolk nos dejará en el último párrafo del libro la siguiente reflexión: “Vale la pena pensar en la tremenda fuerza de realización que supone esa cantidad de personas, con interés directo en el resultado, y lo que realizaría, si fuera adecuadamente guiada, en la organización y coordinación de un servicio adecuado, que debería prestar gratuitamente, todo profesional de la ingeniería o de la arquitectura, en los barrios cercanos a su vivienda”.

ACA

Procedencia de las imágenes

Todas menos la 2. Edgar Pardo Stolk. Las casas de los caraqueños, 1969

2. https://venezuelaenretrospectiva.wordpress.com/2018/05/19/edgar-pardo-stolk/comment-page-1/