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ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 400

Gustavo Legórburu Rodríguez (1930-2013), arquitecto venezolano de una sólida y dilatada trayectoria caracterizada por la honestidad, la sencillez, la sobriedad, la austeridad y el sabio manejo de las variables espaciales, climáticas y constructivas del lugar, tuvo pocas oportunidades de proyectar edificios de oficinas para el sector privado.

Recientemente reconocida con la publicación del libro Gustavo Legórburu y la conciencia del lugar de José Humberto Gómez y Víctor Sánchez Taffur (2023), primero de una colección dedicada a los Premios Nacionales de Arquitectura, su obra se desplegó fundamentalmente hacia la arquitectura residencial y la institucional, y se alejó de la llamada arquitectura comercial. Sin embargo, la indagación llevada a cabo para la cristalización del valioso texto deja en el ensayo titulado “Sobre la obra de Legórburu”, con el que se inicia el segundo bloque, suficientes elementos de análisis y reflexión como para considerar que, en su conjunto, la obra del maestro presenta rasgos que permiten desmontarla a partir de una mirada que parte de lo global hasta lo local pasando por lo regional, dejando en claro la persistencia de una serie de ideas que a modo de mantra cruzan transversalmente la producción “legorburiana”. Con ello en mente será más fácil comprender primero y describir después la Torre del Banco del Orinoco, edificio cuya potente imagen hoy engalana dignamente nuestra postal nº 400.

1. Cubierta del libro Gustavo Legórburu y la conciencia del lugar (2023) de José Humberto Gómez y Víctor Sánchez Taffur.

Así, el ejercicio teórico que acompaña el acercamiento a la obra de Legóburu realizado por Gómez y Sánchez Taffur se inicia con una hipótesis que permite ubicar su arquitectura como parte de las sutilezas que se esconden en los pliegues de lo que Charles Jenks definió como la “tardomodernidad”. Se trata, dentro de su especificidad, de una arquitectura de las que se apela “al manifiesto moderno, pero en un sentido mucho más puro y regresivo” y se apuesta “por la fortaleza de las formas universales de limpia geometría hundiendo sus dientes, no en el recurso y exceso tecnológico … sino en el carácter de sus espacios, en la materia y en el desarrollo local del lenguaje propuesto por arquitecturas auténticamente modernas de la posguerra”. Dicha arquitectura se distanciará del refinamiento de los volúmenes blancos del período de entreguerras y se decantará a “favor de una arquitectura un tanto más gris, más cruda y áspera, de fachadas espesas, profundas (¿brutalistas?)”.

En otro momento, Gómez y Sánchez Taffur encuadran la obra de Legóburu dentro de lo que califican como “arquitectura abstracta: aquella que proclama la condición trascendental de los sólidos elementales en desmedro de los híbridos; en la que criterios atados a la ética, eficiencia, modulación y al orden matemático prevalecen como una sintaxis propia cerrada que, en la generalidad de los casos, deja por fuera elementos figurativos. No hay espacio para la distorsión, dualidad, ambigüedad o confusión”.

2. Cuatro de los libros utilizados como referencia por Gómez y Sanchez Taffur en su aproximación a la obra de Gustavo Legórburu.

La idea de que nos encontramos ante una obra gobernada por el pragmatismo, “donde la cautela con que se acercaba al uso del material y su alejamiento de cualquier sumisión a priori e irrestricta al contexto” hablan por sí solas, puede sumarse a otra que enfatiza la pulcritud, precisión, limpieza y economía de esfuerzos para lograr el máximo efecto, donde “no hay espacio para la especulación injustificada” ni para los excesos o los alardes estilísticos, materiales o tecnológicos. Dentro de esta línea, las palabras del propio Legóburu resuenan: ““Yo no podía concebir la arquitectura como un divertimento. No era cuestión de regodearme en buscar formas bonitas, presumiblemente impactantes, que elevaran tu ego y el de tu contratante, no; el arquitecto tenía una señalada responsabilidad social, especialmente si era ciudadano de eso que denominan Tercer Mundo, devaluada porción del planeta Tierra, con el mayor índice de aumento poblacional, pero también con los más significativos problemas en salud, educación y vivienda y todo concentrado, en general, en regiones de clima tropical”.

3. Dos referentes considerados por Gustavo Legórburu en el diseño de la Torre del Banco del Orinoco ubicados ambos en Park Avenue, New York. Izquierda: Seagram Building. Mies van der Rohe (1958). Derecha: Lever House. Gordon Bunsshaft/Skidmore, Owings and Merril (1951-1952)

Un último eslabón asumido por Gómez y Sánchez Taffur les permite calificar la arquitectura de Legórburu como “silente porque, contraviniendo a Jenks, lo que en ella se respira es calma, sosiego; incluso cierta soledad”.

Considerado Legórburu como “un creador recurrente” que, aunque “no necesariamente fue siempre el mismo arquitecto” ni buscó realizar “una arquitectura-manifiesto con ataduras ideológicas”, se puede afirmar que la Torre del Banco del Orinoco, reúne gran parte de las señales que Gómez y Sánchez Taffur han logrado tipificar.

4. Banco del Orinoco. Vista axonométrica (izquierda) y despiece (derecha)

El edificio, ubicado sobre la avenida Francisco de Miranda, sector La Floresta, Municipio Chacao, cuya primera versión data del año 1979, tenía por finalidad construirse y venderse sin asumir el rol representativo de empresa alguna. Sin embargo, no renuncia a la importancia de adquirir una identidad propia que se inscribe en la consistente línea de trabajo desarrollada por su arquitecto.

5. Planta baja

Sin poseer la escala para ser considerado un rascacielos, ni la estridencia o la búsqueda de protagonismo que a veces caracteriza a las sedes corporativas, el planteamiento desarrollado por Legóburu busca, por un lado, aprovechar al máximo las variables urbanas permitidas para el desarrollo del terreno, y, por el otro ofrecer una respuesta que incorpora la generación de un espacio público, pese a las apremiantes limitaciones que el contexto establecía, su escaso frente a la avenida Francisco de Miranda y la quebrada que en su parte posterior lo delimita.

6. Planta tipo (izquierda). Planta nivel P.H. (derecha)

Para ello recurre a desarrollar un partido en que se hacen presentes la verticalidad de una torre y la horizontalidad de un cuerpo bajo que le sirve de transición. La torre termina ubicándose en la parte sur del lote que permitía mayor desarrollo mientras  el cuerpo bajo, más comprometido con el lindero oeste permite, gracias a su aproximación a la calle, resuelve la segregación entre el acceso peatonal (logrado a través de una pequeña plaza) y el vehicular.

7. Fachada norte (izquierda) y Corte norte-sur (derecha)

La elegante y bien proporcionada estructura vertical aporticada (donde funcionan las oficinas) tiene quince niveles –once plantas tipo y las de base y remate, ambas de doble nivel-. Por su parte, el cuerpo secundario destinado al uso comercial posee sólo dos plantas, ofreciéndose su techo como área visitable abierta a las visuales de los alrededores. El prisma, de base rectangular, orienta y transparenta sus caras más largas al norte y al sur, recediendo sus cerramientos a un segundo plano protegidos por la prolongación del envigado de borde a modo de alero que junto a la partición vertical le dan profundidad y un particular claroscuro a las correspondientes fachadas. El este y el oeste se cierran utilizándose como recubrimiento panelas de arcilla vitrificada que durante el día toma un atractivo tono cobrizo.

8. Cuerpo bajo y acceso al edificio

Puesto en funcionamiento en 1984, el Banco del Orinoco recoge los valores esenciales y atemporales que atraviesan toda la producción de Legórburu. Aquí, consecuente como solía serlo, recurre a uno de los rasgos más consuetudinarios de su ejercicio: la fachada fuerte, profunda y celosamente modulada, usada en otros proyectos, certera apreciación que hacen Gómez y Sánchez Taffur. También apela al uso fuerte y limpio de la geometría desde el punto de vista compositivo que facilita la correcta percepción de la forma, “tal vez pensada … para resistir con solvencia tanto el castigo del tiempo como las intervenciones o modificaciones que, como es natural, van apareciendo gradualmente”.

9. Izquierda arriba: Detalle de la fachada sur. Izquierda abajo: Hall de ascensores. Centro: Fachada este. Derecha: Vista noroeste desde la avenida Francisco de Miranda.

“Definido por una gruesa y elaborada armadura termodinámica pensada en sus cuatro costados para protegernos de las exigentes condiciones ambientales del trópico y, también (si consideramos que la escalera principal al sur de la torre es absolutamente abierta), para coexistir sin tantos prejuicios con él”, como expresan Gómez y Sánchez Taffur, el Banco del Orinoco da así un paso al frente como manifestación de la que puede considerarse como la preocupación más importante dentro de la arquitectura de Legóburu.

Los autores del recomendable libro que hasta aquí nos ha acompañado, cierran diciendo sobre el edificio, ante la tentación de considerarlo como un hito y no como un eslabón dentro de una cadena que “…de una u otra forma, Legórburu va y viene sobre sí mismo, lo que … es también una forma tácita y respetable de decirnos que tal vez no estaba muy interesado en concebir hitos, sino en cuidar la consistencia general de su obra”.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal, 5, 6, 7, 8 y 9. Revista ESPACIO, nº 3, 1988

1 y 2. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad

3. PHAIDON (https://www.phaidon.com/agenda/architecture/articles/2019/october/24/ezra-stoller-s-modern-america-the-seagram-building/) ; y Sobrearquitecturas (https://sobrearquitecturas.wordpress.com/2014/06/17/el-lever-house-de-gordon-bunshaft/)

4. José Humberto Gómez y Víctor Sánchez Taffur. Gustavo Legórburu y la conciencia del lugar (2023)

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 396

La casa Kavac constituye dentro de la trayectoria de Walter James (Jimmy) Alcock (1932) tal vez el punto más alto dentro de su fructífera carrera profesional en lo que al diseño de viviendas unifamiliares se refiere.

1. La evolución de una misma exploración: Casa Alcock I (arriba), La Ribereña (izquierda abajo) y Kavac (derecha abajo)

Proyectada para Peter Bottome Deery (reconocido hombre de negocios) y su esposa Ana Cristina Reverón Branger, en la calle El Bosque, Country Club, Caracas, la obra forma parte de una trilogía de proyectos que comienza con el que Alcock hiciera para su vivienda personal en el Alto Hatillo (1962) y tiene un segundo momento (precedido por la casa López en Sebucán, 1974) cuando se concluye “La Ribereña” (en el Country Club, 1976, diseñada inicialmente para la familia Bernárdez-Lecuna y posteriormente adquirida por la familia Cisneros), en los que va explorando la relación interior-exterior y sus transiciones dentro de las condiciones climáticas propias del trópico caraqueño. En esa evolución, la implantación de la vivienda en el terreno tomando en consideración todos los factores naturales del sitio y el interés por dotar de una rica calidad espacial tanto a la totalidad como a cada uno de los ambientes que conforman la casa, serán los rasgos característicos de una exploración que tiene, también, en la escogencia de materiales nobles otro de sus puntos resaltantes.

2. Casa Kavac. Planta de techos (izquierda) y planta nivel mezzanina (derecha).
3. Casa Kavac. Sección por terraza cubierta, patio y habitaciones
4. Casa Kavac. Sección por estudio, patio y zonas de servicios.
5. Casa Kavac. Sección por la escalinata de acceso.
6. Casa Kavac. Fachada este.
7. Casa Kavac. Fachada norte.

Particularmente, la Kavac obedece a un rico proceso de diseño en el que la respuesta dada a un terreno levemente inclinado, localizado en el escenario paisajístico del Country Club, a las faldas de la montaña que limita por el norte la ciudad, deriva hacia un manejo novedoso del espacio habitable que toma como referencia directa la tipología colonial de cuatro corredores alrededor de un patio.

8. Casa Kavac. Escalinata de entrada (izquierda). Espacio de acceso (derecha). Fotografías de Gorka Dorronsoro (1992)

Iván González Viso en la nota dedicada a la casa aparecida en Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (2015) la describe de la siguiente manera: “El acceso por una escalera de magníficas proporciones cubierta por una pérgola horizontal, contenida entre un muro de ladrillo y una columnata, nos introduce en una atmósfera escenográfica. Al traspasar el umbral, se devela el patio rectangular con vegetación, rodeado por corredores y definido por un alero apergolado soportado por columnas cilíndricas revestidas en ladrillo. Los techos exponen una sugerente estructura de concreto, un expresivo y complejo esqueleto a manera de una doble cubierta, que se eleva abriéndose al Ávila soportando el techo, y que a su vez desciende inclinado para convertirse en pérgola, arrojando sombra y definiendo una escala menor. La luz y la apertura al paisaje se generan a través de un notable espacio intermedio. La maestría en los detalles de muros y superficies se complementa con la impecable estructura vaciada en concreto a la vista. Según William Niño, esta es una obra ‘casi monacal, con referencias a la arquitectura medieval y a la luz plenamente tropicalizada’”.

Funcionalmente impecable, volumétricamente compleja y a la vez contundente, la Kavac ha sido pensada fundamentalmente para ser vivida desde adentro más que para ser apreciada desde afuera, sin que por ello deje de ofrecer ángulos y visuales que resaltan el impecable manejo del ladrillo rubio de Carora como material que la conforma, sabiamente combinado con el concreto obra limpia. Omnipresente también en el interior, el noble ladrillo encontrará en la madera su mejor aliado para dotar a sus ambientes de una calidez y riqueza donde el confort se combina con la teatralidad y el color de los materiales con la exuberancia de la vegetación.

9. Casa Kavac. Detalle de la fachada sur (izquierda). Detalle de la fachada norte (derecha). Fotografías de Gorka Dorronsoro (1992)

Siempre parco y sin florituras a la hora de hablar de su arquitectura, de Alcock se han tomado dos citas que resumen la esencia de la casa Kavac señaladas en la nota preparada para presentarla en la exposición Alcock. Obras y proyectos. 1959-1992, montada en la Galería de Arte Nacional en 1992. Por un lado, manifiesta que “El patio es la manera más conveniente de solucionar la circulación de una casa, además de ofrecer una gran libertad” y, por el otro, que “Las casas coloniales después de las cinco de la tarde son muy oscuras. Por ello en Kavac propuse los aleros/pérgola, pues cortan la lluvia y permiten a la vez el paso de la luz”. También en la misma nota se expone que la doble cubierta presente en las áreas sociales y que se convierte en un rasgo emblemático de la obra, “tiene su origen en un recuerdo de Alcock de su época de estudiante, a partir de los techos de una casa caraqueña de los años cincuenta, la Villa Diamantina (1955), diseñada por Gio Ponti. En ella, Ponti levantó la cubierta para ver el Ávila. En Kavac, Alcock reelaboró esa idea sobre la terraza, pero añadiendo la pérgola para bajar la escala”.

10. Casa Kavac. Vista del estudio (izquierda). Vista de la terraza cubierta (derecha). Fotografías de Graziano Gasparini (1992)

Citado por Graziano Gasparini en Casa venezolana (1992), Juan Pedro Posani al referirse a la casa dentro de la trayectoria de Alcock señalará: “…Diría que, junto a la obra de Barragán en México y la de Salmona en Colombia, el aporte que está dando Alcock acentúa la posibilidad de concebir una arquitectura fuertemente ‘regional’ pero sin ser ‘regionalista’. Una arquitectura cargada de manera evidente, pero un tanto difícil de asir racionalmente por sus profundas raíces afectivas, de innumerables experiencias vitales ligadas irremediablemente al lugar, al sitio, al aire y a la luz de un ‘locus’ determinado e irrenunciable”.

11. Publicaciones en las que ha aparecido reseñada la casa Kavac.

La Kavac, de acuerdo a lo que hemos podido indagar, aparece reseñada por primera vez como “casa Bottome” en el catálogo de la exposición La casa como tema. Primera aproximación antológica de la casa en Venezuela abierta en el Museo de Bellas Artes en 1989. Luego será mostrada de manera espléndida por Graziano Gasparini (con fotos tomadas por él) en su ya mencionado libro Casa venezolana (1992) y, el mismo año, en el catálogo de la ya citada exposición Alcock. Obras y proyectos. 1959-1992, donde el trabajo fotográfico pertenece en su gran mayoría a Gorka Dorronsoro. Más adelante será incorporada en el nº 48 (1994) de AV Monografías dedicado a América Latina, siendo Juan Pedro Posani quien elaborará el correspondiente artículo titulado “Lujuria tropical: casa Kavac, Country Club, Caracas”. Finalmente formará parte del catálogo preparado con motivo de la realización en 1998 en los espacios del Museo de Bellas Artes de la IX Bienal Nacional de Arquitectura.

12. Ocho esquemas preliminares del proceso proyectual de la casa Kavac (secuencia de ideación), recogidos por Juan Manuel Mendoza, por gentileza de Jimmy Alcock, en su tesis de Magister en Arquitectura.
13. Izquierda: Esquema nº8 del proceso proyectual elaborado por Jimmy Alcock. Derecha: Isometría de la casa Kavac elaborada por Juan Manuel Mendoza como parte de su tesis.

También, la casa Kavac se convirtió en objeto de estudio para el arquitecto Juan Manuel Mendoza dentro de la elaboración de su tesis presentada a la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile para optar al grado de Magíster en Arquitectura (2018), titulada “Memoria de un proyecto: Restitución del proceso proyectual de la casa Kavac a partir de los dibujos del arquitecto Walter J. Alcock, Caracas 1986-1988”, riguroso y muy bien documentado trabajo que puede ser consultado en file:///C:/Users/USER/Downloads/Memoria%20de%20un%20proyecto_Juan%20Manuel%20Mendoza.pdf.

14. Dibujo de la terraza cubierta contemplando el jardín exterior de la casa Kavac elaborado por Juan Manuel Mendoza para su tesis.

La Kavac junto a la casa Fischer (en el Alto Hatillo) y la Mazzarella (en La Florida), proyectadas todas en 1987, conforman un racimo de piezas que señalan un prolífico momento en la trayectoria de Alcock siendo todas realizaciones de un muy alto nivel.

De entre ellas sólo la Kavac será presentada por Alcock, incorporando la colaboración de los arquitectos Frank Alcock y Franco Lira, en la IX Bienal Nacional de Arquitectura de 1998, donde también sumó a la casas Carrillo (1993-1995, en el Country Club, con Frank Alcock, Isabel Caleya y Carlos Gago), San Judas (1993-1996, en el Country Club, con Frank Alcock, Isabel Caleya y Carlos Gago) y La Terraza (1995-1997, en Los Chorros, con Frank Alcock), acumulando diez exitosos años en los que el arquitecto fue reiteradamente solicitado para diseñar viviendas unifamiliares.

Curiosamente, en la IX Bienal, la Kavac no obtuvo ningún reconocimiento por parte del jurado, cosa que La Ribereña si había logrado en la anterior de 1987 cuando fue distinguida con el primer premio como mejor vivienda unifamiliar.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal. Galería de Arte Nacional. Catálogo de la exposición Alcock. Obras y proyectos. 1959-1992 (1992)

1. Galería de Arte Nacional. Catálogo de la exposición Alcock. Obras y proyectos. 1959-1992 (1992); y Graziano Gasparini. Casa venezolana, Armitano (1992).

2, 3, 4, 5, 6, 7, 12, 13 y 14. Juan Manuel Mendoza. Memoria de un proyecto: Restitución del proceso proyectual de la casa Kavac a partir de los dibujos del arquitecto Walter J. Alcock, Caracas 1986-1988. Tesis presentada a la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile para optar al grado de Magíster en Arquitectura (2018) (file:///C:/Users/USER/Downloads/Memoria%20de%20un%20proyecto_Juan%20Manuel%20Mendoza.pdf.)

8. Rafael Febres Cordero. «El infatigable Jimmy Alcock». Revista ESTILO/ONLINE, septiembre 2022 (https://revistaestilo.org/2022/09/13/el-infatigable-jimmy-alcock/).

9. Galería de Arte Nacional. Catálogo de la exposición Alcock. Obras y proyectos. 1959-1992 (1992); y Graziano Gasparini. Casa venezolana, Armitano (1992); y Colección Crono Arquitectura Venezuela.

10. Graziano Gasparini. Casa venezolana, Armitano (1992).

11. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad.

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Bruno Stagno: una arquitectura para el trópico

Andrés Mignucci

A+editores

2019

Nota escrita por Fabian Dejtar

11 Julio, 2019

Tomado de Plataforma arquitectura

«Desde niño había vivido al calor de la estufa que calienta a la vez que reúne a la familia. Buscar ese calor era una necesidad en el sur de Chile. Aquí en el trópico, es la sombra que refresca la que reúne y al contrario de la estufa, ella está por doquier».

Desde Costa Rica, Bruno Stagno no sólo comienza reflexiones sobre como las respuestas al ambiente pueden ser la base de la inspiración e identidad de la arquitectura, sino que propone ir un poco más allá, con una arquitectura para una latitud.

Esto queda en evidencia en el libro de Andrés Mignucci, Bruno Stagno: una arquitectura para el trópico. Ahí es dónde entre sus conclusiones se destaca donde reside la expresión de la latitud; en la reiteración de las sílabas del lenguaje arquitectónico a través de la historia que no sólo hace evidente su consideración por el lugar, sino que le brinda su tradición.
Entre estas aparecen por ejemplo citadas:

1. El espacio abierto, pero contenido.
2. Los techos de grandes pendientes para evacuar la lluvia con rapidez.
3. Los grandes aleros que producen sombra.
4. La fachada perforada o desmaterializada que capta la brisa y ventila el interior.
5. Los zócalos que protegen la pared de la humedad.
6. Los drenajes y los caños gigantescos.
7. La presencia de la vegetación que refresca.
8. La penumbra interior donde reposa el ojo con agrado, en contraste con la luminosidad y resolana del paisaje.
9. Los espacios intermedios abiertos y sombreados que sirven de zonas de transición entre el interior y el exterior.
10. El zaguán, que como un espacio central alto, ventilado e iluminado, ofrece una sin igual habitabilidad en las casas urbanas de madera.

En este sentido, es que la práctica de Estudio Stagno opera como un laboratorio para explorar -tanto a través del diseño como la investigación- esta arquitectura en las latitudes tropicales.

El libro puede ser bajado de forma gratuita desde el siguiente link:

https://www.academia.edu/39143183/BRUNO_STAGNO_UNA_ARQUITECTURA_PARA_EL_TR%C3%93PICO_AN_ARCHITECTURE_FOR_THE_TROPICS?utm_medium=website&utm_source=plataformaarquitectura.cl

ACA

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 154

Con la exposición Venezuela. Arquitectura y trópico 1980-1990 la Fundación Museo de Arquitectura dio un importante paso en el fortalecimiento de sus actividades iniciadas en 1988 cuando es creada y nombrados como Directores-fundadores: Celina Bentata, Helene de Garay, William Niño, Martín Padrón, Juan Pedro Posani, Jorge Rigamonti, José Miguel Roig, Leszek Zawisza y Fernando Tábora.

Para el momento en que se concibe la muestra (1991), la Fundación, gestada como “Institución privada sin fines de lucro, orientada hacia la difusión de la Arquitectura”, ya tenía en su haber la organización de al menos 6 eventos expositivos, realizados con la colaboración de otras entidades en las que se contó con la participación de algunos de sus protagonistas: “Figuras de Ciudad”, con Giovanni Chiaramonte, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, julio 1988 (conferencia y catálogo); “La Casa Como Tema”, Museo de Bellas Artes, octubre 1989 (conferencias y catálogo); “Alessandro Anselmi. Dibujos y proyectos”, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, mayo-julio 1990; y “Nuevos caminos de la Arquitectura Española” con la participación de 4 destacados arquitectos españoles, junio 1990 (precedida el año anterior del “Primer Seminario sobre Arquitectura Española” organizado en los espacios de Parque Central).

Venezuela. Arquitectura y trópico 1980-1990 se estructuró como parte de la representación de nuestro país en la V Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, Italia (1991), y, en vista del interés que suscitó fue albergada casi de inmediato por la Maison de l’Architecture de París, Francia, en el marco del “Rencontre du Venezuela à Paris”, entre el 13 de noviembre de ese año y el 15 de enero de 1992 con el auspicio del CONAC y el patrocinio de la Unión Latina. La curaduría corrió a cargo de María Teresa Novoa y estuvo acompañada de un catálogo bilingüe (español-inglés) de 68 páginas cuya portada ilustra nuestra postal del día de hoy.

La muestra, que podríamos decir tuvo un importante antecedente en otra titulada “Los Signos Habitables” (1984) organizada por William Niño Araque en los espacios de la Galería de Arte Nacional (ver Contacto FAC nº 103 del 18-11-2018), permitió ir perfilando nuevos rumbos dentro de la arquitectura venezolana desprendidos de la gesta marcada por Carlos Raúl Villanueva y los arquitectos que hicieron de la década de los años 50 la más destacada dentro de la historia constructiva del país e ir valorando la presencia de nuevas figuras surgidas a partir de la instauración de la democracia, signadas en este caso por un tema común: el trópico y las diferentes maneras como es interpretado a través de variadas respuestas edificadas.

Así, Venezuela. Arquitectura y trópico 1980-1990  brindó la oportunidad a la Fundación Museo de Arquitectura de promover la obra de buena parte de sus integrantes y “tras bastidores” a William Niño una nueva ocasión para manifestar de qué manera se podría entender “lo caribeño” y “lo tropical” (categorías que buscaban alejarse de “lo climático” y su carga funcionalista) dentro de la construcción de lo que desde mediados de la década de los 80’ denominó como una “posible” Escuela de Caracas. Obras de diferentes escalas que evidencian su carácter público o privado, usos residenciales, cívicos o religiosos, espacios urbanos y proyectos paisajísticos diseminados por todo el territorio se dan cita en la exposición tras las figuras de Max Pedemonte, Manuel Delgado, Miguel Carpio, Lissette Ávila de Delgado/Esther Fontana de Áñez, Celina Bentata, Edmundo Díquez/Oscar González/José Alberto Rivas, James Alcock, Helene de Garay, Jesús Tenreiro Degwitz, Jorge Rigamonti y Fernando Tábora con la finalidad de mostrar un amplio abanico de soluciones concretas a problemas concretos, ancladas en la autonomía disciplinar, con un peso importante en lo expresivo y lo formal, y con una clara consideración de las variables del lugar.
Sin embargo, quizás sea Alberto Sato, autor del texto introductorio del catálogo de la exposición titulado «Arquitectura. Forma y Trópico», quien nos brinde con mayor claridad la clave con la cual poder repasar en las obras expuestas un importante cambio de actitud ante el medio, el cual pasa de convertirse en una simple reacción de defensa a través de mecanismos que más bien asemejan escudos, resueltos mediante el uso de ábacos y complejas ecuaciones, a ser considerado como tema o pretexto tendiente a descifrar los cautivantes secretos de la luz tamizada y su potencialidad plástica.

En ese contexto la arquitectura venezolana objeto de la muestra permite a Sato afirmar cómo, tomando el testigo de lo iniciado en los años 50, se consuma «la construcción de la sombra (como) fragmento o totalidad de un programa arquitectónico: un sabio juego de los volúmenes bajo la luz produce sombras; es desde allí donde la luz se observa con calma; los detalles de la arquitectura son apreciables y el trópico se disfruta, sea desde la galería de una casa, el atrio de un edificio de oficinas, el claustro de un monasterio, una ventana recedida, un muro irregular de ladrillos, una reja, una pérgola; recurren al ancestro del abrigo, no del frío sino del calor.»

En otras palabras, podría decirse que se profundiza una exploración sobre los espacios intermedios que se traduce en la consideración cuidadosa y constante de la transición entre el interior y el exterior a través de la utilización de diversos dispositivos que trabajan a favor del descanso de una retina fatigada por el sol y que terminan muchas veces generando «lugares».Venezuela. Arquitectura y trópico 1980-1990 ajustada en su rango temporal (1980-1992) e incorporando nuevas obras vuelve a ser montada en 1993, promovida por la Fundación Museo de Arquitectura, en el marco del VI Seminario de Arquitectura Latinoamericana (SAL) realizado en Caracas. Junto a “Ricardo Porro Arquitecto de América en Europa” ocupó entonces los espacios del Museo de Artes Visuales Alejandro Otero. Allí se volvió a ofrecer como escaparate de una arquitectura del lugar que abrió paso a lo que Niño denominó como “éticas tendenciales de actuación” las cuales, poco a poco, empezaron a justificar e incluir manifestaciones un tanto alejadas de lo que originalmente se vislumbraba como un “deber ser” atado a la caracterización mediante “atmósferas” de “lo caribeño” y “lo tropical”, clara demostración de cómo lo prescriptivo deriva rápidamente de considerar que somos “lo uno o lo otro” a reconocer que mas bien somos “lo uno y lo otro”.

ACA