Fieles a una radical manera de entender la profesión, los ganadores de la última edición del Premio Pritzker llevan tres décadas desarrollando una arquitectura comprometida que ha sabido traducir en un lenguaje escueto pero poderoso las preocupaciones sociales y medioambientales de nuestra época. Con motivo de la concesión del prestigioso galardón, la editorial Arquitectura Viva presenta Lacaton & Vassal. 1991-2021, un volumen bilingüe castellano-inglés de 176 páginas, encuadernado en tela y tapa dura, que reúne una treintena de las obras y proyectos más destacados del estudio galo. Cuatro artículos —firmados por Luis Fernández-Galiano, François Chaslin, Richard Scoffier y Enrique Sobejano respectivamente—complementan esta selección y permiten contemplar desde diferentes perspectivas la arquitectura contenida, siempre al servicio de las personas, que ha llevado a Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal a lograr el máximo reconocimiento de la profesión.
Estructuras metálicas en la arquitectura venezolana 1874-1935
El carácter de la técnica
Mónica Silva Contreras
Ediciones FAU UCV/ Siderúrgica del Turbio S.A. (Sidetur)
2009
Dentro de lo que fue un buen año en lo que se refiere al desarrollo del mundo editorial en temas de arquitectura en el país, el libro Estructuras metálicas en la arquitectura venezolana 1874-1935. El carácter de la técnica de Mónica Silva Contreras, realizado por Ediciones FAU UCV con el patrocinio de Siderúrgica del Turbio, S.A. (Sidetur), permitió una vez más darle salida a un producto académico evaluado con Mención Honorífica procedente en este caso del Doctorado en Arquitectura de esa institución.
La indagación llevada a cabo por Silva Contreras contó con el acompañamiento como tutor de Azier Calvo Albizu siendo el texto entregado originalmente, gracias a los ajustes provenientes del arbitraje al que fue sometido, transformado en una disertación más amable para un público no necesariamente enterado de los temas que trata.
La autora, graduada de arquitecto en la Universidad José María Vargas (1989), con Magister Scientiarum en Historia de la Arquitectura en la FAU UCV (1994), investigadora y docente en las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar, Autónoma de México (UNAM) y en la actualidad de la Iberoamericana de México, explora a través del libro, con el rigor historiográfico proveniente de su formación previa, un segmento de la arquitectura venezolana que se extiende desde el último cuarto del siglo XIX al primer tercio del siglo XX, poniendo en primer plano las principales manifestaciones que se produjeron con el uso del acero, un material al que paradójicamente le ha sido difícil posicionarse en nuestra cultura constructiva venezolana pese a su abundancia en el país. Además, con el acertado manejo del término «carácter», propio de la formación arquitectónica decimonónica, busca establecer un puente entre los objetos analizados, su correcta adecuación al uso para el que son destinados y su expresividad de acuerdo a cada caso.
Estructurado con base en una “Presentación”, una “Introducción” (compuesta de cuatro ítems) y dos grandes capítulos (“Claves para interpretar una historia en construcción” –constituida por dos sub-capítulos- y “Monumentos a la técnica: el alma de metal expuesta” -conformada a su vez por cinco partes y verdadero corazón del trabajo-), es tal vez la documentación incorporada en el “Anexo” (“Los profesionales del hierro para la arquitectura de las ciudades y la infraestructura del territorio venezolano”) uno de los elementos de mayor valor del libro por el valor que posee el trabajo de recopilación y catalogación que implicó, presente, también, a lo largo de toda la investigación.
De la “Introducción” del libro rescatamos que la relevancia de la investigación realizada “puede suponerse a partir de la importancia que las estructuras metálicas tuvieron internacionalmente durante el siglo XIX cuando, a partir de su segunda mitad, se exportaron edificios y elementos constructivos desde los países industrializados a sus colonias en todas partes del mudo o a las entonces muy jóvenes repúblicas latinoamericanas”. Más adelante se precisa: “Con este trabajo se han identificado y organizado obras y proyectos con diversas escalas, compromisos y formas de uso de las técnicas asociadas a su estructura metálica, con la finalidad de darles una lectura de conjunto. Se intentan salvar así muchas de las inexactitudes y confusiones que encontramos en historias de la arquitectura en Venezuela, con objetivos más ambiciosos, que se han ocupado del problema como uno más de los muchos temas abordados.”
Las 296 páginas de Estructuras metálicas en la arquitectura venezolana…, contenidas en un formato de 21,5 x 31 cms., tapa dura, fueron impresas por Editorial Arte S.A. en papel Saima Antique (80gr). El proyecto llegó a feliz término gracias a la Coordinación Editorial de Michela Baldi, diseño y montaje de Rozana Bentos y corrección de textos de Helena González. Está acompañado por una gran cantidad de imágenes que complementan las explicaciones que en su desarrollo se van dando.
Desde sus estudios doctorales que culminan con la publicación de este trabajo, Silva Contreras ha mantenido una perseverante línea de investigación que desarrolla en la Universidad Iberoamericana de México centrada tanto en los estudios de materiales y tecnologías de la construcción, como en las estructuras metálicas y el hormigón armado, estableciendo relaciones entre los conocimientos técnicos de arquitectos e ingenieros con la estética y la cultura, así como sobre el significado social y cultural de las técnicas de construcción.
Como dato adicional vale la pena añadir que el interés mostrado por Siderúrgica del Turbio S.A. (Sidetur) en patrocinar el libro provino justamente del hecho de estar dedicado a un tema que, en este caso desde la historia, resultó ser muy afín a los intereses de la empresa.
Cuando la semana pasada nos referimos al lugar ocupado por el Centro Comercial Los Palos Grandes (o “Canaima”) dentro de una posible evolución de ese tipo de edificación en la capital, adelantábamos el importante sitial ocupado por el Centro Comercial Chacaíto. Hoy nos correspondería añadir que este emblemático edificio marca un antes y un después tanto en la manera como fue concebida su organización y resuelta su implantación en el sitio donde le ha correspondido estar, como por el impacto que su apertura aportó a la manera de entender su trazado y el rol que puede jugar un grupo concentrado y diverso de comercios dentro de la trama de la ciudad. Se trata de una obra aleccionadora que, sin duda, envió un claro mensaje sobre la integración que debe darse entre un edificio de esta naturaleza, el trópico, la ciudad y el usuario el cual tuvo una consideración privilegiada.
1. Centro Comercial Chacaíto. Plano de ubicación
El lugar donde se desarrolló el centro comercial, al este de la quebrada Chacaíto, límite natural entre lo que antes era el Distrito Federal y el Distrito Sucre del estado Miranda (o, en la actualidad, entre los Municipios Libertador y Chacao), no sólo ofrecía las ventajas que otorga su condición de nodo articulador urbano de fácil acceso, sino que imponía un complejo reto a la hora de enfrentar la topografía, sectorizar los usos que debía albergar, resolver mediante un esquema claro la relación entre el vehículo y el peatón, y decidir cómo responder a los dos frentes que lo limitan: al norte la avenida Francisco Solano López, y al sur lo que para entonces era el fin de la Calle Real de Sabana Grande y el inicio de la avenida Francisco de Miranda.
Producto de parte de la venta de los 50.000 m2 de terreno que conformaban la antigua Hacienda Sans Souci, los 23.000 m2 que conforman el lote trapezoidal que se destinó al centro comercial, se separan de los 33.000 m2 que darían pie a un importante desarrollo habitacional que tomó el nombre de la hacienda, diseñado por José Miguel Galia, por la ya mencionada avenida Solano, vía que comunicará la Av. Principal de la urbanización El Bosque con la urbanización Las Delicias de Sabana Grande.
El proyecto, encargado al arquitecto Antonio Pinzani (1927-2009), construido entre 1965 y 1968, que contó con la participación de los ingenieros Sergio Piccín y Antonio Froyo en el diseño estructural, enfrentó con gran sabiduría la articulación de las complejas situaciones que presentaba el nodo de Chacaíto ideando un conjunto abierto al clima, con amplios corredores peatonales separados del automóvil que permitían recorrerlo disfrutando a la vez de lo que sus vitrinas mostraban.
2. Arriba: Planata baja y planta alta del Centro Comercial Chacaíto. Abajo: Dos vistas desde las áreas de estacionamiento de cada uno de las dos plantas en fechas cercanas a su apertura.
Conformado por dos grandes piezas, una en forma de “L” que ocupa los linderos norte y este, y otra con planta cuadrada ubicada al sur-oeste, el centro comercial se divide en 3 niveles: sótano (donde se combinan estacionamientos y comercios); planta baja comercial (con fuentes de soda y una plaza central luego convertida en estacionamiento), y planta alta (que tiene usos comerciales y oficinas con área de estacionamiento independiente al norte). Inicialmente tuvo 97 tiendas y contaba con un total de 600 puestos para automóviles.
El nivel superior del cuerpo en “L”, donde destaca al oeste el volumen destinado al supermercado (ocupado finalmente por la cadena Central Madeirense que para la época ya se convertía en la competencia de CADA), conecta la avenida Francisco Solano López por medio de escaleras y una rampa al nivel principal (planta baja comercial). La segunda pieza, rodeada por cómodos pasillos y abierta la calle, contempla la existencia de un espacio central a doble altura donde el tratamiento de la luz se convierte en protagonista. En general, las tiendas ordenadas a partir de corredores perimetrales sin cerramientos, que mantienen al paseante entre las vitrinas y el exterior, junto a unos letreros comerciales de alta calidad gráfica, fueron claves en su imagen vanguardista en los años 70.
3. Vistas de algunos de los espacios del Centro Comercial Chacaíto. Arriba a la izquierda: el muy conocido (hoy desaparecido) Le Drugstore.
El centro comercial, ubicado, como ya se dijo, en un punto neurálgico de la ciudad y de interconexión del transporte público, facilitó el desarrollo y éxito de diversos comercios “ancla”. Al ya mencionado supermercado, se sumaron fuentes de soda (como El Papagayo y el Ovni), librerías (como El Acento y Lectura), varias agencias bancarias, cines (como los tres “cinemas” ubicados en el sótano), un teatro, discotecas (como El Hipocampo a nivel de la Solano y la Eva en el sótano), tiendas que representaban a las mejores marcas (Carnaby Street, Wilco, Adams o Vogue) y muy especialmente Le Drugstore, espacio de ambientación juvenil que ofrecía en su interior, además de una fuente de soda que destacaba por la originalidad de sus platos y el nombre que llevaban, una cantidad de mini tiendas destinadas, entre otras, a la venta de discos, tarjetería y cerrajería, todo bastante alejado de lo que su nombre parecía sugerir.
Recién inaugurado, el conjunto de 45.000 m2 de construcción, cuyo diseño original proponía la realización de una torre de oficinas sobre el centro comercial (la cual fue desechada), se convirtió de inmediato en ícono comercial en Caracas.
Antonio Pinzani, graduado de arquitecto en 1953 en la Universidad de Venecia, Italia, quien revalidó su título en la FAU UCV en 1963 y siempre estuvo muy vinculado a la colonia italiana en nuestro país, alcanzó con el Centro Comercial Chacaíto su obra más lograda y se abrió paso para que posteriormente fuera considerado para diseñar la Escuela Técnica de Catia (1972) y el Unicentro El Marqués (1973) edificaciones que, pese a variar sus usos y sus escalas tienen claras vinculaciones con el de Chacaíto en cuanto al tratamiento espacial, volumétrico y ambiental. Más adelante se le contratará para proyectar la sede del Centro Social Ítalo-Venezolano (1980)y luego, asociado con Giampiero Pierucci Renta, a través de Pinzani + Pierucci, en 1991 el Edificio Sede Gerencial La Castellana; en 1995 el Centro Comercial La Colina, San Antonio de los Altos (estado Miranda); en 1996 el edificio sede de la Casa Oliveira, en Boleíta Norte; y en 1999 el Centro Comercial Santa Fé.
4. Dos tomas de la fachada sur del Centro Comercial Chacaíto hacia 20145. La Plaza Brión de Chacaito.
Luego de la inauguración del Metro en 1983, Chacaíto acentuó su condición de nodo dentro de la ciudad y los alrededores del centro comercial se vieron beneficiados por prolongación de la peatonalización del Bulevar de Sabana Grande y la creación de la Plaza Brión ubicada sobre la estación del subterráneo. No obstante, su condición de edificio permeable le ha traído, en momentos en que el deterioro de la ciudad ha ido en franco aumento, problemas para poder defenderse de la inseguridad, y lo que antes fue lugar de referencia por la variedad y calidad de los usos que ofrecía hoy ha dejado de lado el toque de exclusividad que lo distinguía a favor de una mayor mimetización con lo que existe en su entorno.
Acreedor del Premio Municipal del Distrito Sucre en 1970 en la IV Bienal Nacional de Arquitectura, a pesar de sus años y alteraciones, y de la imposición de la nueva tipología del “mall” (ensimismado y aislado de su entorno) que introdujo una nueva forma de vivir la ciudad, tal y como se señala en Caracas del valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (2015) el de Chacaíto “sigue siendo considerado por muchos, desde el punto de vista arquitectónico, como el mejor centro comercial de la ciudad”.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal. Colección Crono Arquitectura Venezuela.
1, 2 arriba y 3 arriba derecha. Mariano Goldberg, Guía de edificaciones contemporáneas en Venezuela. Caracas. Parte 1, 1980
La arquitectura nace para resolver el problema de un techo, de algo pesado y significante que acompaña y hace posible la experiencia humana desde tiempos remotos. Puede que el suelo sea el más antiguo elemento arquitectónico, pero el techo, por la dificultad que supone su construcción y por el significado que impone su permanencia, exige una invención que va más allá de la técnica. Ante el problema del peso resuelto, la arquitectura, a pesar de todas las restricciones que le han sido impuestas, pasa a ser una victoria; la arquitectura ha vencido porque ha convertido la construcción, toda la dificultad e improbabilidad de la construcción, en un arte. Lo cargante descansa, lo ponderado se ha hecho imponderable, las certezas se encuentran ante un halo de incertidumbre, la causalidad es puesta en crisis, y una suspensión del sentido se abre paso. Desde la arquitectura griega hasta la gótica, desde la arquitectura barroca hasta las más admirables obras y proyectos realizados por los arquitectos pioneros del Movimiento Moderno, surgen ejemplos insólitos. La expresión del peso muestra los diversos caminos que desafían la práctica constructiva y la lógica imperativa de la gravedad. Y resulta extraordinario que la arquitectura, que no cuenta con la misma libertad que la pintura o la escultura, ni que la literatura o la música, demuestre, ante los mismos estrechos márgenes que la limitan, el valor del reto al que desafía y la paradójica libertad que le pertenece.
Extracto del Prólogo escrito por Fritz Neumeyer
En la arquitectura moderna, la columna como arquetipo de la ornamentación histórica se ha convertido en un tabú. Entre otras cosas, el hecho de que Mies excluyera deliberadamente las ocho columnas jónicas de las fotografías oficiales del pabellón puede tener algo que ver con esto. Por otra parte, Mies probablemente eligió este solar precisamente por la presencia espacial de la fila de columnas, con la que el pabellón horizontal resaltaba de manera clara. El hecho de que en 2016 se convocara un concurso para la reinterpretación temporal de las ocho columnas jónicas en su antigua ubicación, bajo el significativo título de “Columnas Cristalizadas” (Fear of Columns), es una alusión acertada a ese tabú de la modernidad. Luis Martínez Santa-María ganó el concurso y, mediante la colocación de bidones antiguos apilados, dio un nuevo rostro a esa parte de la historia y enriqueció con inteligencia la reconstrucción de este edificio centenario.
Mies sacó a la luz la banal viga de acero, que existía en secreto como un elemento ligeramente oxidado trabajando en el interior de la construcción del edificio, y la ennobleció como elemento visible de un orden arquitectónico genuino, resucitando así la clásica pilastra en una forma moderna. ¿No hay también una alusión a este trasfondo de la lógica miesiana al tratar un producto industrial metálico con viejos y oxidados bidones vacíos apilados unos encima de otros a modo de tambores para dar forma a la dignidad arquitectónica de la columna? Ahora estos tambores prueban la posición vertical como un experimento técnico y estético al mismo tiempo. Y en cuanto a la expresión del peso, ¿no están estos tambores también vinculados a determinadas ideas relacionadas con la fluidez? Probablemente los bidones flotan en el agua aunque estén llenos, así que mucho más aún si están vacíos. Como era de esperar, cuando se apilan en tierra para formar una columna, no reflejan las formas jónicas de ninguna manera. Sin embargo, si se concede crédito a esa flotabilidad, desarrollarán su oculto carácter jónico.
Luis Martínez Santa-María. Madrid, 1960, es Arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, 1985. Doctor Arquitecto, 2000. Beca de Formación de Profesorado y Personal Investigador en España, 1987-1990. Profesor de Proyectos Arquitectónicos en la ETSAM desde 1990.
ACA
Nos interesan temas relacionados con el desarrollo urbano y arquitectónico en Venezuela así como todo lo que acontece en su mundo editorial.