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¿SABÍA USTED…

…que en 1990 se termina la construcción del Edificio de oficinas para la Fosforera Venezolana diseñado por la arquitecto Hélène de Garay?

1. Hélène de Garay. Edificio sede de la Fosforera Venezolana, Antímano (1990). Fachada principal (noroeste).

Cuando desde mediados de la década de 1980 el arquitecto, crítico y cronista urbano William Niño Araque (1953-2010) empieza a escribir sobre arquitectura en el diario El Nacional e interviene desde la Galería de Arte Nacional en la curaduría de exposiciones que comienzan a promover la arquitectura venezolana (para las cuales elaborará los textos de los catálogos), da inicio a la construcción paulatina de un discurso que, arropado por los aires provenientes de la posmodernidad, busca alejarse de la carga ideológica que signó la crítica arquitectónica nacional en décadas anteriores, con el afán de realzar «la excelente y variada calidad de nuestra producción arquitectónica» producida de 1970 en adelante, señalando con insistencia nombres y obras que le permitirán dar cuerpo a la premisa de que los buenos arquitectos serán siempre más importantes que la buena arquitectura.

Desde los artículos de prensa y los textos de los catálogos de las exposiciones, tomados como gimnasia para estructurar una gramática acompañada de un vocabulario absolutamente personal y a la vez ecléctico, Niño Araque se da a la tarea de darle cuerpo a una disertación optimista, exagerada y seductora, difusa y ambigua, llena de redundancias poéticas, donde si algo se hace notoria es su capacidad de emocionarse ante edificios que, a su juicio, trasluzcan su «caribeñidad» y «tropicalidad», dos categorías que va puliendo poco a poco con la finalidad de demostrar la existencia de una «posible» Escuela de Caracas, labor de la que fue pionero.

2. Portadas de los catálogos de las muestras Los Signos Habitables. Tendencias de la arquitectura venezolana contemporánea (1985) y VIII Bienal Nacional de Arquitectura. La arquitectura del lugar (1987) cuyos textos principales fueron elaborados por William Niño Araque.

Con atisbos que irá asomando en sus escritos semanales, cuatro son los ensayos en los que Niño Araque plasmará sus ideas al respecto y en los va perfeccionando sus planteamientos: «La Arquitectura como arte», que encabezará el catálogo de la exposición Los Signos Habitables. Tendencias de la arquitectura venezolana contemporánea (1985); «La ciudad recobrada», preparado para el catálogo de la VIII Bienal Nacional de Arquitectura. La arquitectura del lugar (1987); «La Escuela de Caracas. Reflexiones breves para una primera aproximación a la Arquitectura Contemporánea Venezolana», publicado en la revista Estilo, año 3, nº 12 (1992); y «La Escuela de Caracas. Apuntes para un acercamiento a la arquitectura contemporánea venezolana», que aparecerá en la publicación editada por la Fundación Museo de Arquitectura para el VI Seminario de Arquitectura Latinoamericana. Nuestra arquitectura reciente: Conceptos y realizaciones (1993). En los dos últimos será que nos apoyaremos y extraeremos la mayor parte de las citas que acompañarán esta nota.

3. Portada de la revista Estilo, año 3, nº 12 (1992) y de la primera página del trabajo «La Escuela de Caracas. Reflexiones breves para una primera aproximación a la Arquitectura Contemporánea Venezolana» publicado allí por William Niño Araque.

La sugerente propuesta que acompaña la conformación a partir de los años 70 de una «posible» Escuela de Caracas surge de la asimilación y combinación por parte de Niño Araque de varias ideas y premisas: el «neovanguardismo» desarrollado por Helio Piñón a comienzos de los 80; la presencia de dos polos claros en la evolución de la arquitectura moderna venezolana: el abstracto (representado por la arquitectura internacional o desarrollista que se da en los 50) y el figurativo (representado por la arquitectura «populista» del mismo período); el rechazo a toda clase de planteamiento ideológico; la conformación de una teoría procedente del examen de soluciones concretas a problemas concretos, consecuencia del convencimiento de la autonomía disciplinar; el importante peso que lo expresivo y lo formal tienen definitivamente en la arquitectura; el rol jugado por las condiciones ambientales y paisajísticas de la ciudad de Caracas como detonante en la concreción de una determinada actitud hacia el lugar; y la convivencia bajo un mismo techo de respuestas muchas veces disímiles, es decir, la no necesaria coherencia que conlleva normalmente la conformación de una «escuela».

En tal sentido, Niño Araque, tratando de evitar posibles confusiones, afirmará en algún momento: “El término ‘Escuela de Caracas’ no está propuesto como una manera conciliada de hacer arquitectura, ni como una tendencia, ni como un manifiesto. Se propone como una intención que abarca las múltiples visiones enraizadas con el lugar».

De esta manera, la «posible» Escuela de Caracas establecería su compromiso, ya no tanto con la tradición abstracta de la arquitectura moderna, sino con una simbología más figurativa, ya no con la simple eficiencia, funcionamiento y racionalidad constructiva sino «con el novedoso sentido que hoy adquiere la lógica de la historia, interpretada esta vez desde la perspectiva de la geografía tropical y caribeña». Niño Araque parece detectar que «el enfrentamiento esencial de la experiencia arquitectónica venezolana contemporánea no parece centrarse en la antigua relación forma-función de los cincuenta, ni en la forma-eficiencia tecnológica de los años sesenta, sino en la renovada visión forma-figura-lugar».

Pues bien, dentro de ese marco, Niño Araque abre paso a lo que denomina «éticas tendenciales de actuación» en las que prácticamente todo entra, incluso su propia construcción. De tal manera, clasifica la arquitectura de los 80 y 90 venezolana en cuatro «éticas» a las que se afilian numerosos arquitectos y obras: «1) El espacio urbano y su memoria como escenario para la intervención; 2) La atmósfera del espacio interno como fundamento de una estética figurativa; 3) Eclecticismo, historicismo y postmodernidad (la apariencia del pasado); 4) La arquitectura como idea».

4. Algunas de las obras que para William Niño Araque ejemplifican «La atmósfera del espacio interno como fundamento de una estética figurativa», segunda de las «éticas tendenciales de actuación» de una «posible» Escuela de Caracas. Izquierda arriba: Gorka Dorronsoro y Julio Riquezes, Escuela de Metalurgia de la UCV (1982-1987); Izquierda abajo: Felipe Delmont, Casa La Comarca (1983); Centro arriba: Edmundo y Oscar Díquez, Oscar González y José Alberto Rivas, edificio Atrium (1988); Centro abajo: Oscar Tenreiro y Francisco Sesto, una de las casas Furió (1987); Derecha arriba: Julio Maragall y Miguel Carpio, edificio residencial Villa Bermeja (1981); Derecha abajo: Jimmy Alcock, Quinta La Ribereña (1976).

Es a la segunda de dichas “éticas”, que destaca por ser la manifestación más clara de lo esencial de sus planteamientos, a la que Niño Araque adscribe los siguientes arquitectos y obras: Jimmy Alcock con La Rivereña y la casa Bottome; Oscar Tenreiro y Francisco Sesto con las casas Furió; Felipe Delmont con la casa La Comarca; Federico Vegas con las casas Varela Nuñez y Puppio Vegas; Gorka Dorronsoro y Julio Riquezes con la Escuela de Metalurgia de la UCV; Hélène de Garay con el edificio de la Fosforera Venezolana; Jesús Tenreiro con el Monasterio Benedictino en Güigüe; Edmundo y Oscar Díquez, Oscar González y José Alberto Rivas con el edificio Atrium; y Julio Maragall y Miguel Carpio con el edificio residencial Villa Bermeja.

La manera particular como el edificio sede de la Fosforera Venezolana encarna para Niño Araque “La atmósfera del espacio interno como fundamento de una estética figurativa”, puede observarse en “la distancia simbólica entre el paisaje urbano (concreto, abstracto y contaminado) y el paisaje redefinido y figurativo en el interior de sus límites”, característico de la arquitectura de Hélène de Garay quien manifiesta “a lo largo de sus edificios la idea del espacio resguardado como marca de tropicalidad”.

5. Hélène de Garay. Edificio sede de la Fosforera Venezolana, Antímano (1990). Espacio central.

En la Fosforera Venezolana, según Niño Araque, “el filtro, como tema, adquiere la función de demarcar una ruptura entre dos zonas o espacios de naturaleza diferente. De un lado está el mundo sensible, la naturaleza externa y tangible, la manifestación de la luz. Del otro lado está el mundo interior y trascendente, se trata de dos cosas de una misma realidad, lo profano y lo sagrado en un edificio”. Y continúa diciendo: “en su interior (el edificio) estructura una red tensional de clima y luz, debido a sus continuas visuales volcadas a su interioridad. (…) La pantalla o membrana curva es un elemento que carga de sutiles y diversas expresiones su clima interno, dejando pasar la luz de una manera selectiva y contrastada. La luz filtrada por el poderoso ‘mural de sombra’ (sin duda, uno de los episodios más sutiles y hermosos de la arquitectura contemporánea) densifica el patio de una renovada temperatura y silenciosa plasticidad, impregnando su espacio de una sedada y tranquila atmósfera de apariencia flotante”.

6. Hélène de Garay. Edificio sede de la Fosforera Venezolana, Antímano (1990). «El edificio juega con la transparencia conceptual y literal y con las penumbras acentuadas por las membranas caladas con las cuales se logra un juego de luces, sombras y visuales…»

De manera más clara y directa, la propia Hélène explica cómo “el contexto determinó ciertas directrices del diseño. El edificio no se integra al entorno degradado, por el contrario, toma conciencia del clima y el lugar, valorizando toda su intención arquitectónica hacia su interior, el mundo interior de la edificación donde habita el hombre, allí donde se juega con la transparencia conceptual y literal y con las penumbras acentuadas por las membranas caladas con las cuales se logra un juego de luces, sombras y visuales que contribuyen a develar los espacios y permiten vivir los cambios complejos del día a la noche, así como favorecen una perfecta ventilación natural en las áreas de usos comunes de la edificación, elementos primordiales en un clima templado”.

7. Hélène de Garay. Edificio sede de la Fosforera Venezolana, Antímano (1990). Geometría de la fachada principal y dibujo axonométrico.
8. Hélène de Garay. Edificio sede de la Fosforera Venezolana, Antímano (1990). El acceso visto desde el exterior y el interior.

Compositivamente “el edificio está constituido por un esquema absolutamente geométrico, una serie de muros conforman dos cubos perfectos, unidos por un espacio central generador de las actividades comunes. El primer cubo en la fachada principal se quiebra, se pliega y penetra hacia su interior conformando un hall de entrada a cuatro alturas, creando una visual interna que con el ritmo de los volúmenes, guía al visitante en su recorrido hasta el espacio central donde el edificio vuelca sus actividades comunes y hacia el cual viven las oficinas. Este patio se eleva a través de las cinco plantas de la edificación rematando con una cubierta transparente. Está sembrado con vegetación tropical y ventila naturalmente a través del muro de bloques huecos, a manera de piel permeable y transparente. Las fachadas están diseñadas con doble piel y están provistas de pantallas de concreto para la protección solar. Se han previsto jardines con vegetación abundante para tamizar las visuales hacia el contexto deteriorado. Es un edificio hecho para el hombre, para mejorar su calidad de vida y hacer más gratas sus largas jornadas de trabajo”.

9. Hélène de Garay. Edificio sede de la Fosforera Venezolana, Antímano (1990). Ubicación.
10. Hélène de Garay. Edificio sede de la Fosforera Venezolana, Antímano (1990). Fachada noreste.

Ubicado en la Calle Real de Antímano, Antímano, Municipio Libertador, proyectado en 1988 y finalizado en 1990, en el diseño del edificio sede de la Fosforera Venezolana (o Centro Fosforera) Hélène de Garay contó con la colaboración de los arquitectos Isabel Vilar, Sofia Piñeiro y David Gabay. Los cálculos estructurales fueron elaborados por el ingeniero Julio Javier Hernández, las instalaciones sanitarias estuvieron a cargo del ingeniero Andrés Amelinckx mientras que las instalaciones contra incendio fueron responsabilidad del arquitecto Miguel Sureda.

La supervisión de la obra fue realizada por la arquitecta Hélène de Garay y los ingenieros Javier Axune y Jorge Nebreda.

Reconocido por su autora como la obra que le ha traído mayores satisfacciones, el edificio ha aparecido publicado más de 7 veces en diferentes libros y revistas de arquitectura, fue presentado en la VII Bienal de Arquitectura de Quito realizada en el año 1990 obteniendo el Primer Premio Internacional (Gran Premio BAQ ’90) entre más de 300 trabajos presentados que representaron a 17 países del continente.

Actualmente el que fuera sede de la Fosforera Venezolana aloja a la Universidad Politécnica Territorial de Caracas “Mariscal Sucre” (UPTECMS).

Nota

Hélène Lluch Cebrián nació en Toulouse (Francia) durante la II Guerra. Es la hija menor de Enrique Lluch de Mons y Lucy Cebrián quienes tuvieron que huir de España en 1939. Emigra de Francia a Venezuela con su familia a comienzos de los años 1950 donde se residencia definitivamente. Casada en Caracas con el constructor vasco Mikel Garay a mediados de los años 1960 (relación que duró 29 años y de la que nacieron dos hijos varones), egresa de arquitecto en la FAU UCV en 1967.

11. Parte de la obra realizada por Hélène de Garay. Arriba. Izquierda: Centro Comercial Los Molinos, Av. San Martín (1975-1979). Centro: edificio industrial y de servicios Catabia, La Urbina (1986). Derecha: Vivienda multifamiliar La Florida (1984). Abajo. Izquierda: Torre PDVSA Sur (1994). Centro izquierda: Torre KPMG (1998). Centro derecha arriba: Palacio de Justicia de Barcelona (1998-2002). Centro derecha abajo: Centro Microempresarial San Jacinto (2007). Derecha: Residencias Oasis Mar (1986).

En el resumen curricular publicado en el libro Hélène de Garay. Vida y arquitectura de Jeannette Díaz (2009) se puede observar que tiene como primer proyecto reconocido el Centro Comercial Los Molinos, San Martín, ganado a través de un concurso privado (1975-1979). Le siguen, entre otros, el edificio industrial y de servicios Catabia, La Urbina (1986) -Mención Premio Metropolitano de Arquitectura en la VII Bienal de Arquitectura 1987-; el edificio de oficinas Fosforera Venezolana, Antímano (1990) -Primer Premio Internacional de la VII Bienal de Arquitectura de Quito, Ecuador, 1990-; el edificio de oficinas Torre KPMG, avenida Francisco de Miranda (1993); el edificio PDVSA Sur, avenida Libertador (1994); y el Palacio de Justicia de Barcelona, estado Anzoátegui (1998), a los que se suman casi treinta edificios de vivienda multifamiliar realizados entre 1976 y la actualidad ubicados casi en su totalidad en Caracas y el Litoral Central.

También destaca el haber participado como Directora fundadora en la creación de la Fundación Museo de Arquitectura en 1988.

Para Niño Araque, a lo largo de su trayectoria profesional Hélène “ha ampliado desde la actividad profesional, una investigación arquitectónica orientada al perfeccionamiento de tipologías de vivienda multifamiliar y de oficina. Su arquitectura nace de la necesidad de tropicalizar el edificio a partir del estudio del acondicionamiento de su atmósfera interna.

12. Hélène de Garay. Proyecto C’a Venier dei Leoni (Museo sobre el Gran Canal de Venecia). III Bieneal de Arquitectura de Venecia (1985). Seleccionado como motivo para uno de los afiches de presentación de la Bienal.

De esta insistencia, fundamentalmente plástica y constructiva a la vez. ha retomado para la arquitectura venezolana el tema de la membrana y el muro calado como fuente para una arquitectura del lugar. (…) Su arquitectura se debate entre el enfrentamiento de dos enfoques espaciales; el primero es producto de una concepción arquitectónica en el que los procedimientos de diseño nacen de una racionalidad constructiva, el segundo es producto de la búsqueda de un sentido de calidad estética capaz de trascender la moda, sin desligarse de la historia del contexto”.

ACA

Procedencia de las imágenes

1. Caracas del valle al mar (https://guiaccs.com/obras/fosforera-nacional/)

2, 3 y 4. Colección Crono Arquitectura Venezuela.

5. Revista Projeto (revistaprojeto.com.br/acervo/helene-de-garay-edificio-fosforera-venezolana-caracas-venezuela/); y IX Bienal Nacional de Arquitectura La arquitectura venezolana de fin de siglo. 1987-1998. Proyectos invitados. p.17

6. arquitecturavzl. Edificio Fosforera Venezolana (https://www.instagram.com/arquitecturavzl/p/C6Hmau-pSJE/?img_index=4) ; y entrerayas (https://entrerayas.com/helene-de-garay/)

7. arquitecturavzl. Edificio Fosforera Venezolana (https://www.instagram.com/arquitecturavzl/p/C6Hmau-pSJE/?img_index=5) ; y Caracas del valle al mar (https://guiaccs.com/obras/fosforera-nacional/)

8. arquitecturavzl. Edificio Fosforera Venezolana (https://www.instagram.com/arquitecturavzl/p/C6Hmau-pSJE/?img_index=2) y (https://www.instagram.com/arquitecturavzl/p/C6Hmau-pSJE/?img_index=3)

9. Capturas de Google Earth.

10 y 11. entrerayas (https://entrerayas.com/helene-de-garay/)

12. C.A.V. Revista del Colegio de Arquitectos de Venezuela, nº 49, año 2, abril 1986.

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 364

Cuando desde mediados de la década de los años 80 del siglo pasado el crítico venezolano William Niño Araque comenzó a elaborar sus argumentos en torno a la existencia de una “posible” Escuela de Caracas, esgrimía que el término “no está propuesto como una manera conciliada de hacer arquitectura, ni como una tendencia, ni como un manifiesto. Se propone como una intención que abarca las múltiples visiones enraizadas con el lugar”. Con ello complementaba sus primeras aproximaciones optimistas, seductoras y llenas de redundancias poéticas hacia una serie de edificaciones que ya a partir de los años 1970 traslucían su «caribeñidad» y «tropicalidad», dos categorías que va puliendo poco a poco con la finalidad de demostrar la existencia de dicha “escuela”.

La sugerente propuesta de Niño Araque surge de la asimilación y combinación de varias ideas y premisas: el planteamiento desarrollado por Helio Piñón a comienzos de los 80 en La arquitectura de la neovanguardias (1984); la presencia de dos polos claros en la evolución de la arquitectura moderna venezolana: el abstracto (representado por la arquitectura internacional o desarrollista que se da en los 50) y el figurativo (representado por la arquitectura «populista» del mismo período); el rechazo a toda clase de planteamiento ideológico; la conformación de una teoría procedente del examen de soluciones concretas a problemas concretos, consecuencia del convencimiento de la autonomía disciplinar; el importante peso que lo expresivo y lo formal tienen definitivamente en la arquitectura; el rol jugado por las condiciones ambientales y paisajísticas de la ciudad de Caracas como detonante en la concreción de una determinada actitud hacia el lugar; y la convivencia bajo un mismo techo de respuestas muchas veces disímiles, es decir, la no necesaria coherencia que conlleva normalmente la conformación de una «escuela».

1. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. El corredor, hacia el norte.
2. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. El corredor, hacia el sur.

De esta manera, la «posible» Escuela de Caracas establecería su compromiso, ya no tanto con la tradición abstracta de la arquitectura moderna, sino con una simbología más figurativa, ya no con la simple eficiencia, funcionamiento y racionalidad constructiva sino «con el novedoso sentido que hoy adquiere la lógica de la historia, interpretada esta vez desde la perspectiva de la geografía tropical y caribeña». Niño Araque logra detectar que «el enfrentamiento esencial de la experiencia arquitectónica venezolana contemporánea no parece centrarse en la antigua relación forma-función de los cincuenta, ni en la forma-eficiencia tecnológica de los años sesenta, sino en la renovada visión forma-figura-lugar».

Niño Araque así parece alinearse a una poética de la figuración y de la historicidad que tiene sus antecedentes en la tradición fenomenológica que ya desde los 50 propiciaba una arquitectura del lugar y había sido retomada por algunos teóricos latinoamericanos. Poética que «sorprende a través del descubrimiento tardío de la morfología geográfica y de su topografía, de su luz, de la materia, de la vegetación, del viento y de la lluvia». Poética que apunta a una «atmósfera del lugar» que se presenta «cuando la luz dominada desde la naturaleza se introduce en un edificio concebido a partir de materiales auténticos y en geometrías instaladas sobre la geografía», haciendo que la arquitectura adquiera «su sentido de temperatura y riqueza». Poética que, contrariamente a su base empírica, aspira a convertirse en cuerpo doctrinario y a dictar las pautas sobre cómo deben ser entendidos, desde lo espacial, sus postulados.

Todo este largo preámbulo no ha tenido otra finalidad que la de contextualizar la aproximación a una casa emblemática como lo es “La Ribereña”, diseñada por Walter James (Jimmy) Alcock a solicitud inicialmente de la familia Bernárdez-Lecuna (posteriormente adquirida por la familia Cisneros), cuya construcción en un terreno de 4.000 m2 a las faldas del Ávila en la urbanización Caracas Country Club se concluye en 1976, ejemplo representativo como pocos de los argumentos con que Niño Araque buscaba justificar la existencia de aquella “posible” Escuela de Caracas.

3. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. El patio, paisajismo de Roberto Burle-Marx.
4. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. Izquierda: Croquis de la planta. Derecha arriba: Isometría. Derecha abajo: Planta baja.

Baste con citarlo de nuevo y con ello observar esta amplia y generosa estancia unifamiliar que, como mencionaba escuetamente su proyectista al presentarla en la VIII Bienal Nacional de Arquitectura de 1987, no sólo se ajustó al programa que “el propietario fijó para su residencia con los requisitos normales para este tipo de vivienda”, sino que definitivamente los trascendió. Niño Araque en su momento expresará, como quien está recorriendo “La Ribereña”, lo siguiente: “… entre múltiples elementos necesarios para la concepción de la arquitectura habría que señalar… desde el trópico y la geografía caribeña tres condiciones de carácter indispensable. La primera de ellas estaría dada en el juego a partir de una geometría libre, el fundamento de una estructura que mantenga consonancia con la libertad del territorio; la segunda, estaría en la materia, la presencia de una condición sólida y auténtica, poseedora de sustancialidad: la madera, la arcilla, el hormigón bruto, la piedra; la última y seguramente la condición de mayor importancia estaría en la naturaleza, pero no una naturaleza en estado virgen sometida a una visión ecologista y orgánica, sino a una naturaleza artificial, en la que el hombre señala el dominio de un orden abstraído de la propia naturaleza”.

5. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. Arriba: Vista de la casa desde el sur. Centro: Fachada sur. Abajo: Corte-fachada por el corredor.

Alcock, escueto y objetivo a la hora de explicar soluciones como las suyas llenas de sensibilidad y talento, apuntará con relación a “La Ribereña”: “Las metas arquitectónicas propuestas corresponden a la filosofía arquitectónica que particularmente aplico a los proyectos de unas viviendas unifamiliares. a) Implantación de la vivienda en el terreno, como determinante más importante, tomando en consideración todos los factores naturales del sitio (topografía, vistas, brisas, etc.) y las construcciones existentes a su alrededor; b) La calidad espacial de la casa en cada uno de sus ambientes particulares”.

El resultado estuvo, por tanto, signado por respetar las vistas hacia la falda del Ávila lo que justificó la creación de una terraza que, ubicándose en el centro del terreno, se convertirá en el espacio de mayor relevancia del proyecto. “La ubicación de la terraza en este punto, hace que sea el Este el sitio más especial de toda la casa y tendería a opacar así a los otros ambientes. Por tal razón había que recurrir a planteamientos arquitectónicos espaciales en todos los otros ambientes al mismo tiempo que pudieran competir con la calidad que ofrece la terraza”, acotará Alcock.

Trabajada bajo la condición de asemejar una fortaleza que muestra sus encantos ocultos luego de traspasar el muro ciego, lineal, paralelo a la calle que la separa del exterior, es el deslumbrante paisaje natural diseñado por Roberto Burle-Marx lo primero que asombra al hacerlo a través del cubo girado utilizado para definir el acceso. Fuentes de agua, pequeños patios junto a obras de Alexander Calder y Nedo Mion Ferraio configurarán una secuencia espacial que, lograda por el juego entre los volúmenes edificados y el muro perimetral, es todo un deleite para los sentidos.

Iván González Viso en la nota sobre “La Ribereña” redactada para Caracas del valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (2015) expresará: “La casa trastoca los valores de las tipologías tradicionales, se apropia del lugar y lo interpreta sensiblemente, acusando la presencia del Ávila, en un conjunto armónico compuesto por formas construidas con muros de ladrillo macizo, que dialogan construyendo patios, texturas, espejos de agua, pérgolas, vegetación, suelos y paisaje. Las áreas sociales interiores son espacios intermedios definidos por la cubierta, sin puertas ni ventanas, donde se establece una continuidad entre la construcción y la naturaleza”.

6. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. Izquierda arriba: La entrada. Izquierda abajo: Detalle del área de la piscina. Derecha arriba: Detalle de la entrada. Derecha abajo: Vista del corredor desde el jardín interno.

Refiriéndose en concreto a la casa, Niño Araque en el catálogo de la exposición “La casa como tema. Primera aproximación antológica de la casa en Venezuela”, realizada en los espacios del Museo de Bellas Artes el año 1989, precisará: “La Ribereña sintetiza y continúa la experiencia iniciada con la Casa López en la década anterior (que será continuada con las casas Kavac y Fisher la década siguiente, añadiríamos nosotros). La dispersión de sus volúmenes valorados por medio de geometrías opuestas, la implantación de los mismos siguiendo una suave disposición sobre la topografía y el continuo manejo de materiales cálidos, porosos y nobles (ladrillo, madera y piedra), otorgan a la casa una cálida atmósfera de hábitat de montaña. Sin embargo, esta situación es enfrentada a la radical apertura y libertad de sus espacios integrados y distanciados a la vez por uno de los más conmovedores elementos de la arquitectura venezolana: el corredor. La pérgola de acceso y la escala de llegada constituyen el punto focal y articulación que actúa como referencia tipológica de la Arquitectura Colonial y también de una segura arquitectura del Caribe, pues, en este caso, el espacio no está signado por los cerramientos sino por los efectos de escala, los efectos plásticos y cinéticos de la luz, el poder de la materia y, sobre todo, la presencia de la vegetación límite y valoración de la tridimensionalidad”.

O, en palabras de Alcock: “El área de estar se colocó en un sitio totalmente separado, de tal manera que exista absoluta libertad para su tratamiento, en lo que a niveles de piso se refiere, altura y pendientes de techo, posición y forma de sus paredes: es decir, total libertad para controlar el espacio arquitectónico, de acuerdo a los planteamientos funcionales del cliente.(…) Igual filosofía se aplica al estar familiar, dormitorio principal y hasta el área de trabajo de la cocina.(…) La casa queda compuesta por una serie de ambientes estudiados especialmente en cada caso particular e integrada al sistema total de la vivienda”.

7. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. Espacio del salón.

Terminada de construir, como ya hemos dicho, en 1976 “La Ribereña”, extraordinario ejemplo de la relación entre edificación y lugar, no fue presentada en la VII Bienal Nacional de Arquitectura de 1980 (como tal vez correspondía) y sí en VIII la de 1987 donde se le otorgó el primer premio como mejor vivienda unifamiliar.

ACA

Procedencia de las imágenes

Todas. Catálogo de la exposición «Alcock . Obras y proyectos. 1959-1992», Editor A/Fundación Galería de Arte Nacional, 1992

¿SABÍA USTED…

… que entre el 10 de septiembre y el 19 de noviembre de 1995 abrió en los espacios de la Galería de Arte Nacional (GAN) la exposición “Tomás José Sanabria Arquitecto. Aproximación a su obra”?

1. Exposición Tomás José Sanabria Arquitecto. Aproximación a su obra, 10 de septiembre-19 de noviembre 1995. Izquierda: Guía de estudio. Derecha: Circuito museográfico

“Tomás José Sanabria Arquitecto. Aproximación a su obra” se constituyó, sin lugar a dudas, en el evento expositivo más importante de los realizados el año 1995 a nivel nacional y en uno de los más relevantes de cuantos históricamente se han registrado en nuestro país, en lo que a arquitectura se refiere.

La muestra, llevada a cabo gracias al patrocinio de Alberto Vollmer Foundation Inc., La Electricidad de Caracas, el Banco Central de Venezuela, la Fundación Sivensa, Henrique Machado Z. y Oscar A. Machado K., fue el resultado de una cuidadosa investigación y curaduría encabezada por William Niño Araque acompañado de Mónica Silva Contreras, Carmen Cecilia Araujo y Gipsy Venegas (Conservación y selección de documentos), quienes durante más de un año pudieron acceder al rico y muy bien ordenado archivo que atesoraba casi 50 años de trabajo del propio Tomás J. Sanabria, y revisar allí 12.000 planos, 300 proyectos, cuadernos de viaje, de construcción, apuntes, dibujos y maquetas, lo cual dio como resultado un impecable montaje logrado con el apoyo del equipo museográfico y museológico de la GAN, los integrantes de Sanabria Arquitectos & Asociados y un grupo de estudiantes de la Universidad José María Vargas (UJMV).

Asimismo, la exposición estuvo acompañada por un hermoso catálogo (diseñado por Juan Carlos Fernández e impreso por Gráficas Armitano C.A.), que recogió el estudio sobre el que se basaron los curadores, ilustrado con bocetos y croquis de Sanabria, excelentes fotografías de la obra construida a cargo de Gorka Dorronsoro, la presentación elaborada por Clementina Vaamonde de Roosen (Presidenta de la Fundación GAN), un texto central de William Niño Araque titulado “La arquitectura como ciudad”, otros correspondientes a las obras y proyectos a cargo del propio Niño, Mónica Silva y Carmen Araujo y una detallada cronología realizada por Silva y Araujo.
Adicionalmente, en torno a la exhibición se organizaron una serie de foros y conferencias y, además, buena parte de la actividad crítica desplegada se pudo seguir a través de las páginas del semanario Arquitectura HOY y otros medios de comunicación impresos.

2. Arquitectura HOY, nº 123, 9 de septiembre de 1995

En particular, Arquitectura HOY le abrió aquel año de 1995 generosamente sus puertas al evento de muy diversas maneras: el 9 de septiembre (nº 123) apareció la invitación a la inauguración y Mónica Silva publicó “El dibujo según Tomás José Sanabria”, texto en el que resume su trayectoria siguiendo la relación entre su forma de proyectar y una fundamental herramienta (el dibujo) que lo acompañó permanentemente tanto en “su interés por archivar la memoria de los lugares visitados alrededor del mundo”, como en “el apego a dejar constancia de los procesos constructivos proyectados en las edificaciones en las que trabajó a lo largo de toda su carrera”. Las impresiones expresadas a través de la tinta, el creyón, la acuarela, el pastel o cualquier otra técnica sirven para que Silva valore en Sanabria una inclinación permanente por registrar cuidadosa y metódicamente lo que visitaba, construía e incluso percibía en su faceta de aviador atento por el desarrollo de la ciudad y el comportamiento de su clima.

3. Arquitectura HOY, nº 128, 21 de octubre de 1995

Más adelante en el nº 128 del 21 de octubre, junto al ciclo de conferencias organizado por la GAN (6 en total) aparece el artículo “La corona de la ciudad” de María Fernanda Jaua quien, utilizado el mismo título de otro anteriormente escrito por Bruno Taut en el que “propuso una ciudad como una pirámide, coronada por un edificio sobresaliente, brillante, resplandeciente como un diamante”, desmitifica el “eficientismo” con que Sanabria ha sido etiquetado, utilizando como excusa la poderosa imagen del hotel Humboldt.

4. Arquitectura HOY, nº 129, 28 de octubre de 1995

Contestando a la pregunta que también se le hiciera a Jaua sobre lo que representan la trayectoria y la obra de Sanabria, Manuel Delgado Arteaga escribe en la entrega del 28 de octubre (nº 129), en tono no necesariamente complaciente, “SANABRIA amor y odio por la ciudad” donde, centrándose fundamentalmente en el desarrollo del Foro Libertador y su condición de isla dentro del casco de Caracas, devela la presencia de un arquitecto formado bajo los cánones del Movimiento Moderno que recurre a “la negación de la ciudad tradicional para dar paso al desarrollo”.

Para finalizar el seguimiento dado por Arquitectura HOY a la exposición, pero a su vez dando inicio a la columna titulada “En clave” que sostuvo durante más de dos años con periodicidad quincenal, Azier Calvo, el 11 de noviembre (nº 128), se refiere a la muestra en su escrito “Otra manera de leer los años 50”, década en la que Tomás Sanabria y su arquitectura jugaron, junto a otros protagonistas, un papel muy relevante.

5. Tomás José Sanabria. Hotel Humboldt, 1956. Perspectiva de la propuesta inicial

En definitiva, los textos, gráficos, maquetas, apuntes, bocetos, dibujos y fotografías que llenaron los espacios de la GAN durante poco más de dos meses, hicieron de “Tomás José Sanabria Arquitecto. Aproximación a su obra” un evento memorable que mostró una historia de cómo hacer arquitectura y la relación de uno de nuestros más insignes maestros con la ciudad que tanto le apasionaba, plasmadas a través de una obra en la que su conceptualización, su representación, su materialización y la consideración del contexto en el que se inserta constituyen hechos inseparables. Tal y como señala William Niño Araque al final del ensayo central del catálogo de la exposición: “la arquitectura de Sanabria es una mezcla de realismo y utopía venezolana: es decididamente racional, a veces de una forma rígida, pero por todo ello, inclinada a gestos esculturales y a una intensa identificación. (…) Su arquitectura tiene un motivo profundo y su centro de desarrollo se ubica en el concepto de lugar: espacio entendido no como el resultado de una apropiación aritmética … sino como conclusión de un proceso de apropiación en el que la arquitectura adquiere el valor de escenario para el rito que signa habitar en comunidad, en esta asoleada y querida ciudad… en este asoleado y querido país”.

ACA

Textos fundamentales

Santiago de León de CARACAS 1567-2030

Rafael Arráiz Lucca (ed.)

ExxonMobil de Venezuela

Editorial Arte

2004

Entre los libros más citados dentro de la consulta que hiciéramos el pasado año 2016 a objeto de determinar aquellas publicaciones que podrían constituirse en referencia para seguirle la pista a la evolución del pensamiento sobre arquitectura y ciudad en nuestro país, destacó, tanto por su visión integral como por los textos que lo conforman, Santiago de León de CARACAS 1567-2030.
Esta iniciativa editorial, concebida por Richard Bailey Lazzari desde la Gerencia de Asuntos Públicos y Relaciones Gubernamentales de ExxonMobil de Venezuela S.A. (subsidiaria de ExxonMobil Corporation), quien convoca como Editor y Coordinador a Rafael Arráiz Lucca y que contó con la Curaduría y Coordinación Editorial de William Niño Araque y Pedro Mancilla (a su vez diseñador gráfico con la colaboración de Guillermo Salas), se terminó de imprimir el año 2004 en los talleres de Editorial Arte. Con estas características bien podría sumarse a otro de los aportes de parte de la inversión norteamericana en Venezuela que han sido objeto de indagación y registro con motivo de la celebración de los 450 años de la ciudad de Caracas.
El resultado final fue un objeto de gran calidad tanto en forma como en contenido que permitió a la transnacional del petróleo contar con un obsequio de carácter corporativo y a la vez “hacer una contribución significativa al conocimiento y divulgación de los valores culturales sociales e históricos del país”. Para quienes lo han podido disfrutar y consultar se trata de un documento de enorme provecho, particularmente para estudiosos e instituciones educativas, cuyo tiraje de 2.000 ejemplares buscaba garantizar que ello ocurriera.
Santiago de León de CARACAS 1567-2030, séptimo título del programa editorial de la empresa, está dedicado según palabras de su presidente Mark R. Ward “a las nuevas generaciones de caraqueños que continuarán la obra colectiva de construcción de la ciudad” y “asume el reto de presentar una visión integral del desarrollo urbanístico de la ciudad de Caracas”.
La obra, que cuenta con una “Introducción” de Rafael Arráiz Lucca, está dividida en dos partes. En la primera, “Los caminos del laberinto”, conformada a su vez por  ocho textos firmados por Graziano Gasparini, Arturo Almandoz Marte, Mónica Silva Contreras y Ciro Caraballo Perichi, Henry Vicente Garrido, Silvia Hernández de Lasala, William Niño Araque, Lorenzo González Casas y Enrique Larrañaga, se ofrecen otras tantas visiones que, en el orden señalado, permiten construir un recorrido cronológico y a la vez reflexivo de la evolución de la ciudad desde su fundación hasta nuestros días, correspondiéndole a cada autor un período determinado.
La segunda parte, “El laberinto del futuro”, está dedicada a mostrar una visión que tiene como horizonte el año 2030 o, como señala Rafael Arráiz Lucca, a “auscultar la temperatura del porvenir”. Está compuesta por una serie de entrevistas-conversaciones realizadas por los editores, en las que se plantean ideas, propuestas y proyectos, acompañados por un valioso material gráfico y fotográfico, a: Tomás Sanabria, Marco Negrón y Federico Vegas (“Visiones panorámicas”), Frank Marcano y Miguel Chacón (“Visión metropolitana, vocación y mercadeo de la ciudad, gobernabilidad y territorialidad”), David Gouverneur (“Red de espacios públicos y de servicios”), Leopoldo Provenzali, Roberto Pérez Lecuna y Max Pedemonte (“Servicios básicos”), Fernándo Tábora (“Ambiente, ecología, paisaje”), Josefina Baldó y Federico Villanueva (“La ciudad al margen”) y Tulio Hernández, y Tahía Rivero junto a Ruth Auerbach (“La trama cultural”).
Si la primera parte versa “sobre la vida de esta ciudad bendita (…) el lugar desde el que se observa el futuro de la urbe es arquitectónico y urbanístico, aunque es imposible abordar un fenómeno antropológico como el urbano, sin detenerse en asuntos culturales, técnicos, ambientales, sociológicos y de diversa índole, siempre vinculados con la tarea humana por excelencia desde hace siglos: la construcción colectiva de los asentamientos ciudadanos”, acotará Arráiz Lucca en la “Introducción”.
Como valor agregado se ofrece al lector lo que los editores denominaron como  una “Bibliografía selecta de Caracas” que sin buscar ser exhaustiva ni definitiva puede servir “de base para quienes quieran continuar investigando sobre la ciudad”.
Este hermoso y voluminoso libro, de tapa dura, formato cuadrado de 31 x 31 cms y de casi 3 Kg de peso (todo un “coffee table book”), encierra en sus 419 páginas un valiosísimo material de estudio que no tiene desperdicio, del cual también vale la pena resaltar las excelentes imágenes cuidadosamente seleccionadas aportadas por una larga de lista de conocidos fotógrafos y por colecciones de diferentes instituciones públicas y privadas. Su condición de producto corporativo impidió que llegase a las librerías por lo que su divulgación y conocimiento han tenido, lamentablemente, un alcance limitado.
Si bien 2004 no marcaba una fecha especialmente significativa dentro de la historia de la ciudad, sí evidenciaba el resurgimiento de una preocupación por su indagación, estudio y reflexión que había encontrado a través de la Fundación para la Cultura Urbana un canal idóneo para hacerse ver gracias al empuje que, a tres años de su creación, ya empezaban a evidenciar sus colecciones de libros. No es casual que sean sus principales figuras visibles a quienes contacte la ExxonMobil para llevar a delante este ambicioso proyecto editorial que hoy comentamos y que quizás, si las circunstancias lo hubiesen permitido, pudo haber contado con un episodio correspondiente a lo transcurrido durante el siglo XXI o una edición facsimilar de sus textos, tomándose como excusa la celebración de los 450 años de Caracas. Lo que no sabemos es si el talante fresco y en buena medida optimista que empapa la páginas de Santiago de León de CARACAS 1567-2030 hubiese prevalecido. Buena falta nos hace.

ACA

1984• Se abre la exposición «Los Signos Habitables. Tendencias de la arquitectura venezolana contemporánea»

Exposición Los Signos Habitables.jpg

1984•  En el mes de diciembre en los salones de la Galería de Arte Nacional (GAN) se abrió la exposición «Los Signos Habitables. Tendencias de la arquitectura venezolana contemporánea», muestra que recogió los proyectos recientes de seis notables de arquitecto venezolanos: Tomás José Sanabria, José Miguel Galia, Fruto Vivas, Jorge Castillo, Jesús Tenreiro y Gorka Dorronsoro.
La exhibición fue concebida y realizada por el arquitecto William Niño Araque (1953-2010) (FAU-UCV, promoción 25B 1977) conjuntamente con Tahía Rivero, museógrafa e investigadora de la GAN.

HVH