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Con el arribo a nuestra postal nº450 cumplimos más de nueve años elaborando el documento con el que primero nos mostramos y comunicamos con nuestros miembros, seguidores y contactos. Fue un martes 1 de marzo de 2016, cuatro meses y medio después de la creación de la Fundación Arquitectura y Ciudad (FAC), cuando pusimos en marcha la idea de abrir una ventana conformada por una sugerente imagen y una breve descripción con la que a partir del domingo 6 de marzo, usando como vehículo el correo electrónico, buscamos manifestar que existíamos.

Así lo hicimos durante 36 semanas hasta el momento en que decidimos ampliar nuestro rango de intercambio creando un boletín que bautizamos como Contacto FAC en el que la postal, incorporada como elemento sustancial de su estructura en la que compartía protagonismo, se convirtió en excusa para elaborar un texto que ampliara el mensaje que la imagen transmitía y los temas que a ella estaban asociados. Así permaneció otras 398 veces hasta que a partir de enero de este año 2025 decidimos darle presencia exclusiva quincenalmente, llegando el día de hoy a alcanzar un número redondo e importante.
Para realzar la relevancia del momento, nada mejor que sumar a la pauta definida por la selección de casas icónicas dentro del paisaje urbano caraqueño, una que, pese a no haber sido ampliamente promocionada se revela como ejemplo notable dentro de la tipología y, a la vez, como clara demostración del talento de quien la concibió.




Ubicada en la urbanización Tusmare del Municipio El Hatillo, la Quinta 39 se convirtió para el arquitecto Luis Enrique Jiménez Damas (1933-1963) en la oportunidad de cerrar un ciclo que, dentro de la misma zona, había comenzado a finales de los años 1950 con la construcción de siete viviendas unifamiliares en la naciente urbanización Oripoto. Entonces, el avezado estudiante, que se graduaría en la octava promoción de la UCV en 1958, tuvo la oportunidad de ejercitarse proyectando un grupo de casas por encargo de familiares cercanos (tres de sus hermanos) y otros tantos conocidos que bien valdrían un capítulo aparte para analizar comparativamente el manejo del espacio, el correcto funcionamiento, el aprovechamiento de las variables programáticas, la adecuación al clima y la adaptación a la topografía en la búsqueda de dotarlas de un “carácter nacional”, muy próximo al debate promovido entonces tanto en la propia escuela de arquitectura como desde las páginas de la revista A, hombre y expresión.


Entre aquella experiencia y la realización de la Quinta 39, última obra construida por Jiménez Damas, no sólo se da la coincidencia de haber recalado veinte años después en la zona que lo vio nacer como profesional, sino el haberle sido encargada por integrantes de su núcleo familiar: la pareja conformada por su sobrina Ana Cristina Sánchez Jiménez y su esposo José Benatar Cohen.


La urbanización Tusmare (aledaña a Oripoto) desarrollada a comienzos de los años 1970 por Henry y William Larralde, le permitió a los recién casados Benatar-Sánchez adquirir en 1976 una parcela (la número 39), ubicada en la Calle Sur sobre la cual casi de inmediato Jiménez Damas comenzaría a esbozar las primeras ideas del proyecto para la quinta.



El arquitecto, quien ya había acumulado una considerable obra realizada y desarrollado a partir de 1964 una carrera docente que dejó una profunda huella entre sus discípulos dentro de la FAU UCV, decidió desde el primer momento revisar la obra de Alvar Aalto y en particular tomar en cuenta la Maison Louis Carré (1956-1959) como referente a considerar en el diseño de la casa.



Aalto, el gran maestro finlandés del siglo XX, reivindicado permanentemente por Carlos Raúl Villanueva, a quien Sigfried Giedion le abrió camino a partir de la segunda edición (1949) de Espacio, tiempo y arquitectura por considerarlo el arquitecto que mejor demostraba el alejamiento del modernismo de estilo internacional hacia una arquitectura más orgánica, ya había servido de inspiración Carlos Becerra diseñador en 1964 de dos viviendas una en Colinas de Vista Alegre y otra en Colinas de Bello Monte con la colaboración de Domingo Álvarez (la casa Madriz) que apuntan a la Maison Carré como claro modelo; y, por el otro, cabe añadir a Gustavo Legórburu señalado por Juan Pedro Posani de haber bebido de la fuente aaltiana a través de dos quintas construidas en Los Palos Grandes (también de 1964).

Con tales precedentes y su propia experiencia como mediadora, Jiménez Damas resolvió con plena libertad el programa demandado por los Benatar-Sánchez: pareja joven con dos niños pequeños, padre aficionado a la fotografía (quien solicitó un pequeño cuarto de revelado) y madre que no le veía sentido a la existencia del baño auxiliar para las visitas y que sólo pedía que la cocina tuviera acceso directo al jardín.

El terreno de 1628 m2 ofrecía un frente hacia el norte de 25,34 mts (Calle Sur de Tusmare) y una longitud de aproximadamente 65 hacia el sur presentando una ligera pendiente. Tales condicionantes llevaron a ubicar la casa concentrada hacia la mitad norte, proponiendo la creación de tres niveles adaptados a la topografía. Los espacios sociales, corazón de la casa, cobrarían máxima importancia y mantendrían una rica interrelación, remarcada por la utilización de un potente techo inclinado en sentido inverso a la pendiente del terreno, revestido de un plafón de madera que dota a la edificación de un perfil exterior particular y a los ambientes internos de una indudable calidez.


Los tres niveles en los que se desarrolla la casa son: nivel acceso (+1,00) donde se encuentran el estacionamiento techado para 2 vehículos, el hall de llegada acompañado por un pequeño patio interior, la cocina-pantry, el dormitorio de servicio con baño, el área de lavandero/faena, un depósito y una caseta para basura y gas; nivel superior (+3,00) donde se ubicó un dormitorio, un baño, un estudio/estar y un cuarto de revelado/depósito; y nivel inferior (+0,15) destinado al salón-recibo, la terraza cubierta/corredor/, el dormitorio principal con vestier y baño, un dormitorio y un baño.




La correcta distribución evita cruces innecesarios y permite acceder a cada sector de la casa sin comprometer a los otros. La estructura, en concreto armado, fue calculada del ingeniero Esteban Gyory, las paredes interiores son de bloques de arcilla frisados y las exteriores (incluyendo las de los linderos) de ladrillo obra limpia impecablemente trabajado, remitiendo en este caso a la textura propia de otra obra de Alvar Aalto: el ayuntamiento de Saynatsalo. Los pisos en su totalidad son de cerámica a excepción de las áreas exteriores que son de concreto acabado a boca de cepillo. Contó desde un principio con la incorporación de la herrería y las rejas de seguridad como elementos importantes dentro del diseño de las aberturas al exterior lo cual sumó un importante toque de color y una total coherencia como parte de la envolvente.



La casa, proyectada entre 1977 y 1979 terminó de aprobarse en 1980 por la Ingeniería Municipal construyéndose entre ese año y 1982, aunque sus propietarios ya la habían ocupado en diciembre de 1981. Tiene aproximadamente 350 m2 de construcción.

Esmeradamente mantenida desde entonces hasta la actualidad, permitió por años que el hijo mayor se ubicara en el nivel superior y el segundo en el inferior respetando su distribución original. También vio como posteriormente (en 1989) tras la adquisición del terreno aledaño hacia el oeste (la parcela 38 de 1430 m2) y la construcción allí de una pequeña vivienda (diseñada por Carlos Julio Sánchez Jiménez), se ofreciese un desahogo para los niños convertidos en adolescentes y la oportunidad de manejar sin mayores traumas la llegada en 1993 de la tercera hija, dándose un reacomodo que no obligó a realizar anexos.


Jiménez Damas con el diseño de la Quinta 39 coloca de nuevo sobre el tapete el valor que tiene el eclecticismo manejado con talento. Tanto la solución formal, correcta orientación, adaptación a la topografía, honestidad en el uso de los materiales y cuidado en los detalles, junto a la riqueza y fluidez espacial, la convierten en un genuino marco donde la reinterpretación de códigos existentes pasa por el cedazo de la cultura adquirida convirtiéndose en un genuino acto de re-creación y originalidad.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal, 1, 19, 20, 21, 22, 23, 24 y 26. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad. Fotos: Rafael Calvo González.
2 , 7 y 8. Capturas de Google Earth.
3, 4 y 5. Cortesía de Luisa Elena Sánchez Jiménez.
6. Colección Crono Arquitectura Venezuela; captura de Google Earth; y Revista SVA, nº12, julio-agosto de 1963.
9 y 10. 20th Century ARCHITECTURE (https://architecture-history.org/architects/architects/aalto/objects/1956-1959,%201961-196azoches-sur-Guyonne,%20France.html)
11. archdaily (https://www.archdaily.cl/cl/919034/clasicos-de-arquitectura-maison-louis-carre-alvar-aalto/51861106b3fc4be35b000099-ad-classics-maison-louis-carre-alvar-aalto-image?next_project=no); navi.finnisharchitecture.fi (https://finnisharchitecture.fi/maison-louis-carre/#&gid=1&pid=5); y Alvar Aalto (https://www.alvaraalto.fi/en/architecture/maison-louis-carre/#)
12. Mariano Goldberg. Guía de edificaciones contemporáneas en Venezuela. Caracas. Parte 1 (1980)
13 y 14. Graziano Gasparini y Juan Pedro Posani. Caracas a través de su arquitectura (1969)
15, 16, 17 y 18. Cortesía familia Benatar-Sánchez.
25. Cortesía familia Benatar-Sánchez; y Colección Crono Arquitectura Venezuela

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“Ladrillal”, el sonoro nombre con el que el arquitecto venezolano Martín Antonio Vegas Pacheco (1926-2012), egresado del Illinois Institute of Technology (IIT) en 1949, bautizó su segunda casa personal, rememora el noble material que utilizó para el cerramiento de las paredes exteriores que, en combinación con el concreto obra limpia martillado de su estructura, la caracterizan.

Sería la segunda vivienda que Vegas diseñaría para su esposa (Trina Cecilia Pérez-Agreda Machado) e hijos, después de la que levantó en Los Chorros “en un terreno que le compró al viejo Guinand, donde construyó una casa prefabricada modesta, cerca de la quebrada”, según le comentó Federico Vegas (el mayor de los hijos de la pareja, nacido en 1950) a Iván González Viso en una breve conversación sostenida sobre el tema que hoy nos ocupa. “Sin embargo, ‘Ladrillal’, plasmó su sueño como arquitecto”, concluirá Federico.



Para corroborar lo anterior el propio Federico Vegas en un artículo titulado “Graziano en Chuao”, publicado el 24 de enero de 2020 en el portal Prodavinci a raíz del fallecimiento de su admirado maestro veneciano, apuntará: “Uno de los sueños de los arquitectos caraqueños era hacerse una casa moderna al este de Caracas. El centro había sido abandonado como un pasado al que nadie quería volver. (…) Fiel a su nombre, la quinta ‘Ladrillal’ fue de las primeras en Caracas con fachadas de ladrillo y la estructura de concreto a la vista. Era un ejercicio de rigor y austeridad. Tenía algo de fábrica que desconcertaba a los que pasaban por el frente. Los cerramientos exhibían sus pulcros ladrillos y todas las aperturas eran romanillas de madera o de vidrio”. Y continuará para acentuar el contraste producido por “Ladrillal” comparándola con “Paraguaná”, casa de Graziano Gasparini ubicada justamente al frente en la misma calle: “La quinta Paraguaná proponía otra búsqueda. Utilizando referencias de la arquitectura colonial venezolana y de las villas italianas, Gasparini intentaba crear un nuevo lenguaje, marcado además por la influencia de Carlo Scarpa, su profesor cuando estudió arquitectura en Venecia. La austera solemnidad de esta casa no podía competir con la audacia de la quinta ‘Ladrillal’. Digamos, para simplificar y no enredarme, que la nuestra resultaba más atractiva vista desde la calle”.

Proyectada para una familia aún en crecimiento que dictaría las pautas del programa arquitectónico, la quinta de dos plantas más sótano, habitada a partir de 1958, se ubicó (como ya se ha insinuado) en la urbanización Chuao, calle La Glorieta entre la calle Santa Cruz y la avenida Río de Janeiro, sobre un terreno de aproximadamente 700m2 con el frente hacia el oeste. Tenía un gran jardín pues Vegas también adquirió la parcela de al lado (al norte) como área de expansión.


Para cuando se diseña y construye “Ladrillal”, Chuao hacía varios años que había sido trazada, tenía el urbanismo concluido y sus parcelas, distribuidas entre un sector plano y otro en pendiente, y entre unas destinadas a viviendas unifamiliares y otras a edificios de apartamentos en propiedad horizontal, se vendían con rapidez convertida en otro de los atractivos suburbios residenciales de Caracas de los localizados al sur del río Guaire, aledaño a su ribera y al este de la ya consolidada urbanización Las Mercedes. Fue construida, desarrollada y promovida por la firma Perret & Sosa Rodríguez Ingenieros, S. A. (Irwing Perret Gentil y Julio Sosa Rodríguez) entre 1951 y 1953 (saliendo a la venta en 1956), en terrenos de una antigua hacienda que la familia Perret había adquirido de la familia Eraso en la década de 1940.

El proyecto de Chuao, valga decirlo, estuvo a cargo de la oficina Vegas, Ferris & Ferrero, arquitectos-urbanistas, conformada por Juan Andrés Vegas, Julián Ferris y Gustavo Ferrero Tamayo con la colaboración de Carlos Dupuy Casablanca y Jaime Hoyos. Juan Andrés Vegas (1921-1992), hermano mayor de Martín, quien había obtenido el título de arquitecto en 1945 en el Massachusetts Institute of Technology (MIT); Julián Ferris (1921-2009), egresado de ingeniero de la Universidad de Oklahoma en 1945 y de arquitecto de Universidad de Siracuse en 1947; y Gustavo Ferrero Tamayo (1923-2015), graduado de arquitecto en la Universidad Nacional de Colombia en 1947, conformaban una de las firmas más exitosas de una época en que las asociaciones de profesionales despuntaban como figura para enfrentar con éxito y calidad los proyectos de envergadura que el boom de la construcción demandaba. A ella se podrían sumar: Arquitectura y Urbanismo C.A. de Jorge Romero Gutiérrez; Tekto C.A. de Carlos Celis Cepero; AISA C.A. de Fruto Vivas y el ingeniero Luis E. Pérez; Bermúdez & Lluberes; Guinand & Carrillo Batalla; y, en especial, Carpio & Suárez, Guinand & Benacerraf, Carbonell & Sanabria y Vegas & Galia, la célebre sociedad que Martín junto a José Miguel Galia mantendría entre 1951 y 1958, de donde saldrían algunas de las realizaciones más sobresalientes del período.

Retomando el hilo, digamos que “Ladrillal” está resuelta como un prisma limpio de base rectangular, elegante y de cuidadas proporciones que, como ya indicamos, tiene en el uso del ladrillo sólido obra limpia como material de relleno y la expresividad de su estructura de concreto martillado a la vista (al cual se le aplicó un “barniz” para la intemperie), los elementos que le dan el carácter exterior que le es propio. A ello se suma la decisión por parte de Vegas de cerrar los vanos del piso superior y áreas de servicio con ventanas de romanilla tipo ¨macuto¨ que combinan el uso del vidrio y la madera, manteniéndose las de madera, en ocasiones, como fijas. Para la fachada que da hacia la calle (orientación oeste franco), Vegas diseñó elementos de protección solar en aluminio de color natural presentes en el segundo piso. Las áreas sociales en planta baja (orientadas al norte) se integran al jardín mediante ventanales de vidrio correderos de piso a techo. El techo, plano, está proyectado sobre las fachadas norte y sur acompañado hasta el borde por la estructura, ofreciendo la sombra necesaria a los vanos del segundo nivel orientados en esa dirección.

El cerramiento original de la casa, constituido por una sencilla cerca de madera, limitaba un pequeño jardín frontal que dejaba a un lado un área destechada destinada a estacionamiento desde donde, con un sencillo desnivel resuelto con tres escalones, se define el acceso peatonal: un corredor paralelo a la fachada sur que transcurre bajo la doble altura del alero hasta la aparición de la puerta de entrada a la vivienda, a la cual, por tanto, se le podía llegar directamente desde la calle.

Por su pureza volumétrica, rigor en la coordinación modular, ritmado de la superficie por la estructura con cerramientos y fenestraciones subordinados a ésta, cuidado en los detalles, renuncia a superposiciones ornamentales, exposición de los materiales tal cual son y expresividad estructural, “Ladrillal” bien podría formar parte del repertorio “brutalista” revivido en la actualidad que asomaba por aquellos años de la mano de los Smithson. Desde otra perspectiva, Oscar Tenreiro en “Martín Vegas Pacheco” (2012) (https://veredes.es/blog/martin-vegas-pacheco-oscar-tenreiro-degwitz/) opina que la quinta debe más bien considerarse “un ejercicio muy depurado de lo que hoy alguien podría llamar minimalismo, bien conectado con el legado de Mies” (quien fuera uno de sus profesores en el IIT junto a Ludwig Hilberseimer y Walter Peterhans). También refleja “Ladrillal” toda la experiencia acumulada por Vegas de su trabajo asociado con José Miguel Galia en el cual el ladrillo a la vista y el concreto obra limpia son protagonistas y sello distintivo de las fachadas. De ello son testigo obras como: el Banco Mercantil (Sabana Grande),1954; el Banco Metropolitano (Dr. Paúl a Salvador de León), 1956; el edificio Tacarigua, 1954; el hotel Bella Vista, 1956 y, más específicamente, los edificios Tabaré (1955, proyecto de 1953) y Los Morochos (Meli y Crisbel, 1957), para los cuales se diseñó una particular ventana donde el aluminio como material integraba la romanilla que asumía la protección solar, replicada en “Ladrillal” en este caso como elemento independiente fijo superpuesto para responder a la insolación del oeste.

Lo anteriormente dicho se puede complementar con lo expresado por Alberto Sato en José Miguel Galia. Arquitecto (2002): “La posible identificación sobre la estética racionalista de Vegas y Galia tuvo que enfrentarse con sus obras posteriores. La casa de Martín Vegas en Chuao y el parque Los Caobos de Galia, realizadas inmediatamente después de la separación de la oficina, se refieren a nuevas actitudes proyectuales y obligan a ubicar la experiencia compartida como un tiempo de establecimiento de modernidades en Venezuela, porque en el año 1958, la crisis de la arquitectura internacional ya mostraba profundas grietas y el agotamiento era evidente”, de donde queda claro que “Ladrillal” formó parte de la etapa inmediatamente posterior a la separación de la sociedad.

Federico Vegas, en el artículo ya citado, apuntará: “En 1958, mi infancia de continuas mudanzas concluyó en la urbanización Chuao, una retícula sin patios ni plaza, sin cuadras ni mandados a la bodega, contigua al sur del Guaire, un río envilecido que en los años cincuenta no estaba embaulado y durante las noches de sequía olía a indigestión masiva, por más que uno se refugiara bajo las sábanas. Allí conocí sembradíos de postes de luz que circundaban parcelas donde iban apareciendo quintas que jugaban a ser distintas con los mismos timbres, perros y mangueras en estrechos jardines, mientras formaban calles idénticas. Vi tractores avanzar más hacia el sureste, prefigurando un santoral que incluiría a Santa Marta, Santa Sofía, San Luis y Santa Paula, y ninguno de estos sacros episodios bendecía una ciudad o tan siquiera un pequeño pueblo”. Así, los Vegas-Pérez pasarían de vivir a la orilla de la bucólica quebrada de Los Chorros a estar muy cerca del maloliente Guaire, lo cual seguramente, entre otras circunstancias, precipitó su corta estadía allí.


Los Vegas-Pérez vivirían en “Ladrillal” no más de seis años. Cuando se mudan para “El Tejar”, la tercera casa familiar diseñada por Martín en la urbanización Alto Hatillo, ya tenían 6 hijos. Federico la describe como “una casa de un arquitecto que hubiese decidido colgar los guantes. Es decir, una casa quinta correcta con techo de tejas, hecha para Trina, pero muy alejada del lenguaje moderno de ‘Ladrillal’”. En otro momento Oscar Tenreiro añadirá: “Hacia 1967, Martín Vegas Pacheco se mudó a una casa muy cercana a donde yo vivía y vivo hoy. Era menos interesante. En ella se había despojado el arquitecto de la impronta miesiana que lo marcó en sus años primeros, al tenor según creo de la decisión de ser menos riguroso con sus visiones juveniles, decisión que se hizo clara en otras casas, pocas, que construyó después, como la de la familia Sucre-Brigé, un par de años después. Eso debe haberlo hecho sentir más libre pero le restó el atractivo de la exploración de un lenguaje, rasgo esencial de ‘Ladrillal’ o de la casa para su hermano Pedro Miguel, de 1963”.


Desde entonces la apacible Chuao, con sus casas, quintas, edificios residenciales y comerciales, parques infantiles, iglesia, centro comercial y automercado, desafortunadamente, con las construcciones de las avenidas principal de El Cafetal (inicios de los años 1960) y Río de Janeiro (1974), quedó cercada al norte y al sur por un intenso tráfico automotor que espantó a sus residentes. Así, poco a poco se convirtió de manera anárquica en la zona más comercial que residencial (con usos que su infraestructura no soporta) que hoy conocemos, regida por una ordenanza caduca y que el “Plan Especial de Ordenamiento Urbano para Chuao y sus zonas aledañas”, formulado entre 2001 y 2006 por la Consultora Larrañaga/Obadía, Arquitectos y Asociados C.A. para la Gerencia de Planificación Urbana y Catastro, de la Alcaldía de Baruta, buscó poner en cintura con la mirada puesta en el futuro y el propósito de conceptualizar una nueva política pública, que atendiera desde lo morfológico y de manera integral una realidad que es perjudicial para la calidad de vida de los habitantes.

“Ladrillal”, hoy casi irreconocible, sufrió, sin embargo, su primera intervención, que puso en entredicho la pureza inicial de la casa, de manos del propio Martín Vegas cerca de 1963. Sobre ella comenta Oscar Tenreiro a partir de una breve visita que por entonces le realizara con otra serie de colegas para ofrecerle “la candidatura a la presidencia de la Sociedad Venezolana de Arquitectos que finalmente ganó: Nos mostró un techo que le había agregado lateralmente, de pequeñas bovedillas sobre madera, decisión que acusaba lo que también pude comprobar yo en mi propia casa unos años después: que la insistencia moderna en los volúmenes exentos (en este caso el prisma de la casa de dos pisos) deja fuera la noción de espacios intermedios (el corredor, la terraza cubierta) asuntos esenciales para el vivir tropical. Y había que agregárselos”.
Posteriormente, una vez fue dejada por los Vegas-Pérez, la casa ha sufrido dos remodelaciones nada felices, realizadas por nuevos propietarios, una en el pasado y otra muy reciente, que han intervenido el proyecto original, eliminando muchos de sus atributos. Actualmente, como parte de la degradación funcional de la zona, hemos indagado para descubrir que funciona en “Ladrillal” el laboratorio clínico “The Drips Ccs Lab”, uso que ha terminado de desfigurar su ya golpeada fisonomía.

Martín Antonio Vegas Pacheco fue distinguido con el Premio Nacional de Arquitectura en 1998 (su hermano Juan Andrés había sido reconocido igualmente en 1994). Fue durante finales de 1950 y comienzos de 1960 un lúcido profesor de composición, muy apreciado por sus estudiantes, en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, entre quienes se contó justamente Oscar Tenreiro en 1957. Sin ánimo de hacer de nuevo un recuento de su trayectoria (que invitamos a revisar en https://fundaayc.com/2023/07/30/algo-mas-sobre-la-postal-no-366/), sólo transcribiremos, dada la vigencia de lo manifestado, parte de la entrevista que se le hiciera para la revista Punto, nº 8, julio de 1962, segundo episodio de la sección “Habla un arquitecto” que la publicación iniciaría en el nº 7 (mayo 1962) con Julián Ferris.


A la pregunta: “¿Existe una crisis en la Arquitectura Moderna y si así lo cree qué caracteriza esta crisis?”, Vegas responderá:
“Si existe, y creo que tiene varias características, o dichas de otra manera la Arquitectura Moderna hace crisis en varios sentidos:
a. ‘El Academicismo Moderno’.
– Caracterizado por la copia indiscriminada de formas ‘modernas’.
– Manifestación: New York llenándose de envoltorios de vidrio.
b. ‘Una obra genial cada día’.
– Los arquitectos parece que nos sintiéramos en la obligación de hacer una genialidad en cada pequeño proyecto que se nos encomendara.
– Manifestación: Las Ciudades son un caos arquitectónico sin relación entre unos y otros edificios.
c. ‘Los orgánicos’.
– Tendencia aparente principalmente en las escuelas. Parece que no se pudiera distinguir entre orgánico y simplemente retorcido. Lo orgánico en arquitectura es expresión espacial de un funcionamiento natural. Bajo esta concepción el espacio se encuentra en posibilidad de tomar formas libres para responder a determinados requerimientos funcionales. Sin embargo, todo lo retorcido no es orgánico”.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal, 5, 6, 10 y 12. Colección Crono Arquitectura Venezuela.
1, 2 , 9 y 15. Capturas de Google Earth.
3, 4 y 18. Federico Vegas. «Graziano en Chuao», 24-01-2020. Prodavinci (https://prodavinci.com/graziano-en-chuao/)
7. Mi Caracas Antigua (@micaracasantigua) (https://www.instagram.com/p/CyuD9E_LFId/)
8. CARACAS MODERNA (https://fundamemoria.blogspot.com/2008/03/municipio-baruta-parroquia-el-cafetal-2_30.html)
11, 13 y 14. Archivo Federico Vegas.
16. CARACAS MODERNA (https://fundamemoria.blogspot.com/2008/03/municipio-baruta-parroquia-el-cafetal_7340.html)
17. C4R4C4S (https://caracas-444.blogspot.com/2011/10/expoproyectos-libre-ejercicio-parte-iii.html)
19. VENEZUELA E HISTORIA (https://venezuelaehistoria.blogspot.com/2020/11/martin-antonio-vegas-pacheco.html); y MoMA. Latin American Architecture since 1945 (https://www.moma.org/calendar/exhibitions/2436?installation_image_index=9)
20. Revista Punto, nº 8, julio de 1962.

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1930• La Constructora Blaschitz (empresa del ingeniero de origen austriaco Carlos Blaschitz 1892-1974) concluye para el señor Ludwig Hauck la construcción de la Quinta Blandín, ubicada en la calle El Samán, urbanización Caracas Country Club, frente al hoyo 3 de los campos de golf.

La Quinta Blandin es considerada la primera quinta construida en la urbanización.

HVH