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CLUBES E INSTALACIONES DE PLAYA

1. Vista aérea de un segmento del Litoral Central, estado Vargas

El encuentro con algunas de las claves que podrían orientar tanto el problema de la representatividad como el de la adecuación de una arquitectura del ocio y la recreación asociada a su destinatario o al lugar donde se emplaza, nos ha llevado a dirigir la mirada hacia la tipología de los clubes como fuente de análisis de tales asuntos. Si bien en una anterior entrega (ver Contacto FAC nº 42, 27-08-2017) repasamos el papel jugado en el diseño de centros sociales de carácter urbano por el uso de determinados estilos, la presencia de ciertos elementos que hacen referencia al pasado, de dispositivos que denotan interés por adaptarse a las variables climáticas o por su vocación a expresar la más absoluta contemporaneidad, rasgos todos que se suman a la hora de determinar una posible caracterización de la modernidad arquitectónica en nuestro país, hoy repasaremos de manera sintética el aporte que pueden ofrecer algunas de las instalaciones construidas durante los años 50 del siglo XX en el Litoral Central próximo a la ciudad de Caracas. En tal sentido, un vuelo rasante a lo largo de las intervenciones realizadas en esa dilatada franja que constituye lo que hoy se conoce como el estado Vargas, da la oportunidad de rescatar valores presentes en balnearios públicos (hechos con la finalidad de dotar de servicios a quien se desplaza por el corto lapso de un día), recintos privados (exclusivos, promovidos con el acompañamiento de áreas residenciales que facilitan la pernocta) y también la interesante variante del centro vacacional público que ofrece ambas posibilidades.
Los balnearios, cuya condición de lugares de esparcimiento y medios de escape temporales a la agobiante vida metropolitana se remonta a la Europa romántica del siglo XIX, tuvieron en nuestro país un referente fundamental durante el período guzmancista al convertirse Macuto, gracias a la inversión que se hiciera en su infraestructura y comunicación con la capital (prolongando el ferrocarril Caracas-La Guaira hasta allí), en el primero y más elegante del país y centro de descanso por excelencia de los caraqueños, como bien señala Mónica Silva en el texto  «De Guzmania  a El Paraíso. (1884-1940) aparecido en el Boletín del CIHE, nº 29 (1995).
Muchos años pasarán para que las condiciones de que disfrutó Macuto a finales del XIX se amplíen no sólo a todo el Litoral sino a una mayor capa de la población. El ferrocarril como factor fundamental de conexión entre la capital y la costa desaparece, quedando sólo como vía de enlace una sinuosa, larga y peligrosa carretera. Es sólo a partir de la construcción de la Autopista Caracas-La Guaira (1952) que Caracas y su litoral quedan conectados a una distancia que permite pensar de nuevo en su disfrute masivo con todas sus variantes.

2. Balneario de Catia la Mar. Raúl Garmendia, 1954-56
3. Balneario de Naiguatá. Raúl Garmendia, 1954-56
4. Renovación del Balneario y Paseo de Macuto. Galia & Alcock con la participación de Carlos Gómez de Llarena, 1959

El Gobierno Nacional, favorecido por la mejoría en las comunicaciones, acomete la construcción de balnearios públicos de corte popular en tres localidades costeras estratégicamente seleccionadas: Catia La Mar ubicada hacia el oeste muy próximo al Aeropuerto de Maiquetía y a la zona donde la Armada construye la Escuela Náutica (1951-53 proyecto de Luis Malaussena) y otras importantes instalaciones; Naiguatá situado hacia el este aprovechando la existencia de un tradicional pueblo pesquero y Macuto que dada su equidistancia a los anteriores y su tradición histórica se ve favorecido por un proyecto de renovación urbana que contempla las mejoras a las instalaciones que como balneario -venido a menos- ya poseía. Los propuestas para Catia La Mar (2) y Naiguatá (3) serán proyectadas por el arquitecto Raúl Garmendia (entre 1954 y 1956) y la renovación de Macuto (1959) por la oficina de Galia & Alcock con la participación de Carlos Gómez de Llarena (4), responsabilizándose Jimmy Alcock por su desarrollo definitivo.
Aunque en cada caso la actividad balnearia se encuentra acompañada de centros poblados en los que se localizan viviendas permanentes, su destino fundamental es para un usuario eventual, que se desplaza en carro, cuya permanencia es corta. De esta manera el programa que los rige, aprovechando la presencia de una playa, se centra en la dotación de áreas recreacionales y servicios de apoyo.

5. Balneario de Catia la Mar. Raúl Garmendia, 1954-56. Detalles del sistema estructural y de protección solar


En tal sentido, Catia La Mar y Naiguatá se constituyen en sencillos e interesantes casos de aprovechamiento de las limitaciones que el lugar imponía así como en notables ejemplos de adaptación a las condiciones climáticas y a la función para la que estaban destinados. Manejando un lenguaje que transmite la frescura de la playa y la pertenencia a una época, el concreto, utilizado tanto en la estructura como en los elementos de control ambiental, juega a favor de facilitar el mantenimiento de instalaciones previstas para un uso intensivo. Cubiertas abovedadas que acentúan su condición lineal y «cortinas de bloques» que funcionan como parasoles en sus largas fachadas colaboran plenamente a proporcionar ambientes confortables para el público y el carácter propio de edificaciones localizadas en el trópico (5), que, a su vez, apelan a ubicar en la planta superior los vestuarios y sanitarios, quedando la planta baja prácticamente libre sin mayores paredes divisorias ni de cerramiento como espacio sombreado donde se sitúan estares, cafeterías, fuentes de soda y depósitos de enseres.

6. Laguna Beach Club. Juan Andrés Vegas y Julián Ferris contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos, 1962. Vista exterior
7. Laguna Beach Club. Juan Andrés Vegas y Julián Ferris contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos, 1962. Vista aérea mostrando su ubicación en la entrada a la laguna de Caraballeda
8. Laguna Beach Club. Juan Andrés Vegas y Julián Ferris contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos, 1962. Detalle de la fachada

En la década de los 50 dada la rapidez con la que se puede llegar a la costa desde Caracas, diversos promotores empiezan a impulsar, teniendo en la mira a las clases pudientes y a prósperos comerciantes, industriales y profesionales, desarrollos inmobiliarios en los que se ofrecen servicios y comodidades similares a los que se disfrutan en la ciudad en medio del sano e informal ambiente playero. Bajo la modalidad del condominio en unos casos o del club con un determinado número de socios en otros, se agrupan en estos desarrollos una serie de instalaciones recreacionales y deportivas que llevan incluidas por lo general un área residencial. Además, por un curioso e inexplicable vacío legal, el borde costero, que siempre y en todas partes ha sido un bien común, es incluido como parte de la propiedad adquirida por estas asociaciones quienes inmediatamente proceden a restringir su acceso. De esta manera se toman o construyen artificialmente playas que serán del disfrute exclusivo de los afortunados socios, lo cual incrementa el estatus del club o condominio y también las diferencias entre los usuarios de estas instalaciones y los de los balnearios públicos.
Esta modalidad de asociación privada tiene como desarrollo pionero en el Litoral a Laguna Beach Club, modelo que luego será seguido por otros condominios similares y perfeccionado por clubes de mayor envergadura siendo Puerto Azul, Playa Azul, Camurí Grande, Playa Grande y Tanagurena quizás los más destacados.
Laguna Beach (1952) es promovido y construido por Daniel Camejo Octavio y proyectado por Juan Andrés Vegas y Julián Ferris  contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos (6). Se trata de una propuesta tipológicamente paradójica constituida por 100 apartamentos con sus respectivos servicios comunes localizada en la Urbanización Caribe a la entrada de la laguna artificial de Tanaguarena (7). Lo paradójico lo constituye el hecho de que mientras el Banco Obrero utiliza el superbloque de raigambre corbusiana para resolver el problema de la vivienda de interés social, Vegas y Ferris lo adaptan para destinarlo para apartamentos de playa de alto standing. La adaptación, que parte de una correcta orientación de los apartamentos hacia el norte y la introducción de pinceladas provenientes de la arquitectura carioca, contempla el desplazamiento de las áreas comunes intermedias que propone Le Corbusier en Marsella hacia los dos primeros niveles, la adición de una serie de volúmenes sueltos y a la vez articulados que albergan otra serie de servicios y la eliminación de los balcones, lo cual por un lado aleja al edificio de la caracterización típicamente asumida en estos casos y, por el otro, convierte el tamizar la luz, el control climático y el lograr la ventilación cruzada en los temas que orientan el diseño de su delicada piel (8).

9. Club Puerto Azul (1954). Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx. Vista exterior
10. Club Puerto Azul (1954). Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx. Area de piscinas
11. Club Puerto Azul (1954). Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx. Espacio perteneciente al edificio principal
12. Club Playa Azul, 1956. Julián Ferris (edificio de apartamentos), diseño de los pasillos cubiertos y áreas comunes de Félix Candela y Álvaro Coto y paisajismo de la zona de la piscina de Roberto Burle Marx.
13. Club Camurí Grande planificado por Juan Andrés Vegas en 1962. Vista aérea

Por su parte, los confortables y espaciosos clubes de playa conforman otro grupo de experiencias que habría que observar en lo referente a la generación de verdaderos oasis donde la vegetación juega un papel fundamental en la ambientación de sus áreas comunes y los elementos arquitectónicos utilizados tanto en las piezas que los componen como en las que los articulan claras muestras de la adaptación al lugar y puesta en práctica de interesantes avances tecnológicos. De entre ellos destacan. Puerto Azul (1954) de Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx y promovido también por Daniel Camejo Octavio (9, 10 y 11); Playa Azul (1956) de Julián Ferris (edificio de apartamentos) con el aporte en diseño de los pasillos cubiertos y áreas comunes de Félix Candela y Álvaro Coto y paisajismo de la zona de la piscina de Roberto Burle Marx (12); y Camurí Grande (1962) que aunque su planificación pertenece a Juan Andrés Vegas y la arquitectura de su primer etapa a Diego Carbonell contó con el aporte en diferentes fases de José Miguel Galia (espigones y pabellón náutico), Leopoldo Martínez Olavarría (urbanismo), Bernardo Nouel (sistema de playas), Américo Faillace (dársenas, bungalows, auditorio y capilla), Gustavo Legórburu (piscina y casa-club) y Eduardo Robles Piquer (paisajismo) (13).

14. Ciudad Vacacional Los Caracas, 1945-1954. Plano de ubicación
15. Ciudad Vacacional Los Caracas, 1945-1954. Edificio de residencia temporal
16. Ciudad Vacacional Los Caracas, 1945-1954. La Piscina
17. Ciudad Vacacional Los Caracas, 1945-1954. Mirador El Vigía

Finalmente, quisiéramos cerrar este repaso con la inclusión de la interesante experiencia que consistió en convertir lo que inicialmente se concibió como un lugar para la reclusión y aislamiento de los enfermos de lepra, quienes dedicarían su tiempo fundamentalmente a labores agrícolas, en atractiva Ciudad Vacacional para la clase obrera, localizada en el exuberante sector ocupado originalmente por la hacienda Los Caracas al extremo este del Litoral guaireño, a 17 kilómetros de Naiguatá (15). Tanto las edificaciones originalmente diseñadas por el equipo coordinado por Carlos Raúl Villanueva para el leprocomio entre 1945 y 1954 (viviendas, áreas sociales y de servicios) (16) como el aporte posterior que le inyectó su conversión en centro de esparcimiento (La Piscina diseñada por Carlos Olmos Osorio -1954- (17), el Mirador El Vigía de Miguel Salvador -1954- (18), el bar-restaurant “El Botuco” de Pedro Riquezes -1954- y “El Balneario” de José Ignacio Sánchez Carneiro -1954-), nos colocan ante la posibilidad de volvernos a topar, por un lado, con una modernidad respetuosa de la tradición acorde con la condición tropical-húmeda donde se ubicaba y por el otro con una sin complejos, influenciada por lo que ocurre internacionalmente (principalmente en Brasil), llena de la informalidad playera, pero atenta al contexto, a las variables climáticas, cuidadosa en el uso de los materiales y correctamente adecuadas a los diversos programas a los que respondía. Toda una lección que creemos debe tenerse muy presente.

ACA

Procedencia de las imágenes

1, 11. González Viso I.; Peña M.I.; Vegas F. Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje, 2015

2 y 5. Revista SVA, nº 14

3, 4, 9 y 12. Colección Crono Arquitectura Venezuela

6, 7 y 8. Revista Integral, nº 1, 1955

10. https://www.conlallave.com/propiedades/accion-del-club-puerto-azul-51092057.html

13. https://fi.pinterest.com/pin/526217537695203689/

16. https://caracascuentame.wordpress.com/2016/05/06/ciudad-vacacional-de-los-caracas-ideada-por-el-arquitecto-carlos-raul-villanueva/

14, 15 y 17. Calvo A. Venezuela y el problema de su identidad arquitectónica, 2007

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 79

Jorge Romero Gutiérrez (1924-1997) fue quizás una de las personalidades que a través de su incansable actividad como arquitecto, promotor e impulsor de proyectos de diversa índole copó de manera importante la década de los años 50 del siglo XX venezolano. El Centro Profesional del Este (obra de su autoría) se convirtió no sólo en la sede de su oficina sino en el centro de mayor actividad gremial y cultural del momento y el sitio desde donde se empezaron a gestar empresas que iban más allá de lo que una mente conservadora pudiese imaginar, todo ello imbuido en los aires de una época que permitía soñar en Venezuela desde lo más alto. Romero tuvo la capacidad de asociarse en los diversos proyectos que decidió emprender en función de las destrezas de sus acompañantes y de la cantidad de trabajo que enfrentaba su oficina. Así, si para el diseño del Centro Profesional del Este o El Helicoide de la Roca Tarpeya cuenta como aliados con los jóvenes Dirk Bornhorst y Pedro Neuberger, y para el lanzamiento de la revista Integral busca la compañía de los hermanos Roffé (Violeta y Alfredo), quienes ya anteriormente le habían abierto las puertas a una sección de arquitectura por él promovida en Cruz del Sur, para el trazado de nuevas urbanizaciones como Prados del Este o la Ciudad Balneario Higuerote el socio ideal fue José Antonio Ron Pedrique (1927-2001).

1. Ciudad Balneario Higuerote. Planta de conjunto mostrando la vialidad, conexiones y accesos desde el exterior

La Ciudad Balneario Higuerote nace como idea a finales de los años 40 y su planificación recorre buena parte de los 50. Como toda empresa pionera que mira al futuro, destinada en este caso a ofrecer un desarrollo cercano a Caracas (a 120 kms. que con “la nueva carretera pronta a concluirse (…) hace que en dos horas puedan cómodamente los habitantes de la capital trasladarse por automóvil a ese importante centro”) donde poder invertir para contar con una segunda vivienda que permitiera cubrir las necesidades del descanso estival, el ocio y la recreación, la mirada, por solicitud de otro visionario como lo fue Antonio Bertorelli, se coloca en un franja de 6 kms. de playa ubicada entre la población de Higuerote y el puerto de Carenero (estado Miranda), protegida por el Cabo Codera, lo cual le daba “una característica especial que la diferencia de las playas profundas y agitadas del Litoral del Distrito Federal”, el otro polo con el que se buscaba competir al que se estaban destinando las inversiones del momento.

2. Ciudad Balneario Higuerote. Plano de zonificación y parcelamiento. José Antonio Ron Pedrique

Ron Pedrique, quien en definitiva toma las riendas del trazado de la Ciudad Balneario, hace una completa descripción de las variables que se tomaron en cuenta para su ubicación, posterior desarrollo y diseño en la revista Integral número 10-11 (1958), siendo la propia revista desde sus primeras entregas uno de los espacios donde con mayor asiduidad se le hacía propaganda como lo demuestra la imagen de nuestra postal del día de hoy.

De la memoria redactada por Ron Pedrique se pueden extraer importantes datos relacionados con las condiciones naturales de la zona a desarrollarse, las características de la región circunvecina y la meteorología del sector, hasta toparnos con “las directrices del proyecto” donde se exponen: 1) Los principios fundamentales para la planificación y finalidad de la obras, recogidos a través de un “plano regulador”; 2) La vialidad; 3) Las unidades de habitación y sus servicios comunes; 4) La escala humana; y 5) Lo que denomina como “generalidades: uso de la tierra, arborización y tratamiento paisajista”.

3. Ciudad Balneario Higuerote. Centro de recepción. Proyecto. José Antonio Ron Pedrique
4. Ciudad Balneario Higuerote. Vestuario público. Proyecto. José Antonio Ron Pedrique

Sin buscar extendernos demasiado vale la pena rescatar del texto de Ron Pedrique los siguientes aspectos que conforman la visión general de un conjunto que sigue al pie de la letra “los cuatro postulados del Urbanismo Moderno”: la importancia de “la flexibilidad dentro de un conjunto ordenado”; sol -espacio- áreas verdes, canales y lagunas como componentes fundamentales de una ciudad destinada al entretenimiento “donde la libertad individual y la iniciativa privada juegan especial interés para aportar el máximo descanso de la vida rutinaria y doméstica provocando más unidad en la familia y el cultivo del cuerpo y de la mente”; organización de las unidades de habitación (o unidades vecinales) entre la playa y un “gran canal” interior de aguas frescas corrientes provenientes del río Curiepe, comunicados con el mar a través de “la laguna de la Reina”; desarrollo por etapas de las unidades vecinales hasta formar la comunidad integral donde “cada unidad de habitación es un órgano con vida propia y una función que complementa el sistema”; la determinación de una serie de áreas comunes tales como un centro comunal, religioso, educacional superior y administrativo (visto como extensión del pueblo de Higuerote), un “centro turístico de uso público, con sus restaurantes, sus campos de deportes, su piscina amplísima de 300 m. de largo por 150 de ancho y un comercio vecinal adyacente…”, un Club Náutico de carácter exclusivo, el Golf de “más de 500.000 metros cuadrados de grama con 18 hoyos” y el más importante de los espacios públicos (la playa) de “70 m. de ancho libre y 5.000 de largo” que estaría acompañado de un bulevar, al cual se suman el parque Curiepe a desarrollarse a ambas riberas del rio de ese nombre, el gran Canal y la laguna de la Reina. La vialidad, las comunicaciones y la infraestructura de servicios son capítulos aparte a los que se les dedicó especial atención particularmente en lo referente al saneamiento ambiental de toda la zona que aportaría el desarrollo.

El auspicioso avance en la construcción de la Ciudad Balneario Higuerote contó con el impulso de capital privado y público, viéndose (como tantos otros proyectos) afectado por la caída de la dictadura el año 1958. Para ese momento se había logrado adelantar el trazado vial y el dragado que permitió materializar el gran canal y los canales secundarios previstos en el plano regulador de zonificación y parcelamiento de Ron Pedrique. Desarrollos posteriores han dado lugar a la aparición sobre su trama de casas, edificios, clubes y algunos hoteles no siempre a tono con el plan originalmente trazado pero sí reforzando la vocación que lo originó.

5. Ciudad Balneario Higuerote. La Pérgola
6. Ciudad Balneario Higuerote. La Pergolita

También se pudieron construir y poner en funcionamiento las principales piezas que servirían de referencia a las áreas públicas donde “los arquitectos responsables por la propuesta urbana no habrían tenido injerencia alguna en el desarrollo formal tan sui generis del equipamiento arquitectónico” y que según Víctor Ron Pedrique (hermano del planificador y responsable del sistema de drenajes de la Ciudad, entrevistado por Jorge Villota), se fue gestando a partir de la injerencia directa del promotor Antonio Bertorelli, quien con la influencia que en él tuvieron los trabajos de Le Corbusier y Oscar Niemeyer, publicados en las revistas de arquitectura de la época, solicitaba a los ingenieros, dibujantes y algún que otro arquitecto que conformaba su staff, traducir libremente imágenes provenientes de publicaciones norteamericanas del momento, particularmente Architectural Record, lo que daría forma a elementos tan importantes como la “Pérgola”, la “Pergolita” o la Gran Fuente. “Un paisajismo orgánico, unitario y cromático, acentuado por hitos escultóricos, y donde se despliegan pabellones lineales (modulados a través de bóvedas y costillas, y con sistemas de circulación vertical que constituyen un evento) son algunos pasajes de identidad…” que Villota encuentra presentes en Higuerote y que corroborarían la hipótesis bien sustentada en su trabajo “Architectural Record, 1948-1958: en busca de la referencia primigenia para la Ciudad Balneario Higuerote”, presentado en la Semana Internacional de Investigación FAU UCV 2008.

7. Ciudad Balneario Higuerote. Fuente luminosa

Vale resaltar que la búsqueda por parte de Villota de la referencia primigenia para la Ciudad Balneario ha estado precedida por otro tipo de preocupación dirigida más bien a la preservación de un lugar que posee “valor histórico” y que el tiempo, la desidia y el abandono convirtió prácticamente en ruinas, presente en otro trabajo presentados en el SAL XII, organizado por la Universidad del Bío-Bío y que se realizó entre el 12 y el 15 de noviembre de 2007 en Concepción, Chile, titulado “Ciudad Balneario Higuerote: Imaginario, valoración e identidad. Patrimonio en peligro”.

8. Ciudad Balneario Higuerote. La Pérgola

De parte del resumen de este último trabajo suscribimos las ideas (vigentes luego de 10 años) que nos podrían permitir cerrar esta nota: “Su nombre de inmediato evoca imágenes lúdicas. Sus piezas se despliegan en nuestra memoria con la complicidad de la imaginación. Sin embargo, la situación actual dista mucho de la fruición modernista que le dio origen. Los espacios urbanos parecen nunca haber existido y los equipamientos escultóricos se encuentran abandonados, víctimas del vandalismo y con patologías tectónicas. La principal de estas piezas, la Pérgola (excepcional edificación de planta curva, cubierta por una cáscara y orientada hacia los canales), se encuentra en desuso. Una refuncionalización de estos espacios catalizaría el desarrollo de la región, atraería nuevas inversiones, generaría fuentes de empleo, revalorizaría la propiedad privada e implicaría mejor calidad de vida”.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal, 1, y 2. Revista Integral, nº2, 1956

3, 4, 5 y 6. Villota, J. “Architectural Record, 1948-1958: en busca de la referencia primigenia para la Ciudad Balneario Higuerote”, Semana Internacional de Investigación FAU UCV, 2008.

7. http://www.temporadista.com/scripts/articulos/embarcadero-la-pergola.asp

8. https://mapio.net/pic/p-13455657/

CLUBES

En los momentos en que se va forjando la modernidad arquitectónica venezolana y con ella los rasgos que podrían identificarla, es interesante seguirle la pista a las señales que emiten una serie de edificaciones destinadas al ocio, el disfrute, el descanso y la recreación. Existe en tal sentido una tipología edilicia que centrada prácticamente en cumplir con dichos requisitos se origina de la voluntad de agrupación de entes si se quiere homogéneos que por iniciativa propia o a través de un promotor buscan salidas para paliar sus diferentes necesidades de intercambio o simple ruptura con la rutina.

Así, se puede hablar de los clubes como aquellos locales e instalaciones cuyo compromiso esencialmente es complementar a un determinado grupo humano de las carencias de contacto social, proveyéndolos de la tranquilidad o esparcimiento que la agitada vida moderna dificulta cada vez más. En este sentido con una base esencialmente recreacional y social, dentro y fuera de la ciudad de Caracas se desarrollan en la etapa que va desde finales de los años 20 hasta los 50 del siglo XX una amplia gama de ellos con perfiles a veces muy precisos dados por la coincidencia de sus usuarios en algún rasgo específico: la procedencia de una región del país o del planeta, los intereses gremiales, la zona de la ciudad donde se vive, el estatus social al que se pertenece, la práctica de algún deporte en particular o el simple deseo de aislarse o alejarse de la metrópoli durante fines de semana y vacaciones.

1. Club Paraíso (hoy Hogar Canario de Venezuela). Alfredo Jahn López, 1921-28
2. Club La Florida (demolido), urbanización La Florida. Atribuido a Manuel Mujica Millán, circa 1930
3. Casa Club, Caracas Country Club. Diseñada por Clifford Ch. Wendehack y finalizada por Carlos Guinand Sandoz, 1928-30
4. Club Casablanca (hoy Hermandad Gallega), Maripérez. Circa 1930
5. Club Los Palos Grandes (hoy Centro Catalán). Guillermo Salas, 1933
6. Casa Club, Valle Arriba Golf Club. Clifford Ch. Wendehack, 1947

Sin pretender abarcar en esta nota la amplia gama de manifestaciones que se han podido detectar y registrar durante el lapso señalado, valga decir, para empezar que, asociados a la implantación paulatina del neocolonial como estilo arquitectónico, abren sus puertas casi simultáneamente entre 1928 y 1930, mostrando interpretaciones libres sobre el manejo de los códigos propios de dicho estilo, tres clubes vinculados cada uno a la urbanización a la que pertenecen: el Paraíso (Alfredo Jahn López, sede desde 1970 del Hogar Canario Venezolano) (1), el Florida (atribuido a Manuel Mujica Millán, demolido para dar paso a la construcción de la iglesia de la Chiquinquirá) (2) y el Caracas Country Club (cuya casa-club es diseñada por Clifford Ch. Wendehack y finalizada por Carlos Guinand Sandoz) (3). Más adelante y en la misma tónica, durante la década de los 30’s se inaugurarán en Maripérez el Casablanca Tenis Club (desde 1961 propiedad de la Hermandad Gallega del cual no queda prácticamente ningún vestigio, cuyo autor desconocemos) (4), el club Los Palos Grandes (Guillermo Salas, desde los años 60 sede del Centro Catalán de Caracas) (5) y en los 40’s (1947 para ser más precisos) la Casa Club del Valle Arriba Golf Club (Clifford Ch. Wendehack) (6).

7. Club Alemán, El Paraíso. Carlos Guinand Sandoz, 1935
8. Centro Vasco de Caracas, El Paraíso. Miguel Salvador Cordón, 1952
9. Casa de Italia, La Candelaria. Doménico Filippone, 1957

Como se verá, algunas de las comunidades extranjeras que echaron raíces en nuestro país prefirieron comprar las sedes de viejos clubes caraqueños ya consolidados a la hora de invertir en una propiedad e instalaciones perdurables. Sin embargo, hubo otras que apelaron a la construcción de nuevos edificios a partir de los cuales se puede entrar a debatir de qué manera se hizo en ellos presente una manera de entender la región o nación que representaban o, por el contrario, buscaron interpretar las variables propias del lugar en que se insertaron. Son los casos del Club Venezolano Alemán (7) cuya sede definitiva (de escasos 400 m2) es diseñada en 1935 por Carlos Guinand Sandoz en la urbanización El Paraíso adoptando un esquema neoclásico, estrictamente simétrico, de gran sobriedad y pureza en sus líneas, con acento en lo volumétrico y reflejos de la influencia neoplástica (a través de F. Ll. Wright) en la manera como se articulan las cuatro partes que lo componen; el Centro Vasco de Caracas (8), ubicado también en El Paraíso, para quien Miguel Salvador Cordón proyecta en 1950 como casa-club un “caserío” con todas las características lingüísticas de dicha construcción rural propia de Euskadi; o la realización en 1957 de la Casa de Italia (9), localizada en la céntrica parroquia de La Candelaria en un terreno muy comprometido desde el punto de vista urbano, para el que Doménico Filippone ofrece una solución absolutamente moderna con visos corbusianos, generosa con la ciudad y considerada con el clima, a la que se le superponen elementos decorativos alusivos al gentilicio que da nombre al edificio.

10. Casa Monagas, urbanización Las Acacias. Vegas & Galia, 1956
11. Club Táchira, Colinas de Bello Monte. Fruto Vivas, 1955
12. Club Campestre Los Cortijos, Los Cortijos de Lourdes. Carlos Brando, 1957

Los tres últimos casos señalados muestran la existencia de una clara vinculación entre el grupo étnico que disfrutaría cada edificio y la formación o nacionalidad de los respectivos proyectistas, quienes de diferentes maneras proceden a llevar a cabo sus particulares interpretaciones sobre rasgos arquitectónicos que los podrían identificar o a los cuales podrían ser asociados.

Sin embargo, no siempre ha sido así pudiéndose detectar casos como la Casa Monagas (Vegas & Galia, 1954) (10) o el club Táchira (Fruto Vivas, 1955) (11) en los que a pesar ser edificios encargados por comunidades oriundas de dos regiones muy precisas de nuestro país (y, en el caso de Vivas, seleccionado justamente por su origen andino), sus proyectistas dejan de lado lo vernacular como opción complaciente a seguir para apostar por propuestas más acordes con el lugar en que se insertan apelando a un lenguaje en el que el énfasis en lo estructural (las cubiertas en ambos casos pasan a ser sus temas principales) remite a un compromiso con los valores permanentes de una modernidad otra.

Mención aparte habría que hacer del Club Campestre Los Cortijos (1957, proyecto de Carlos Brando) (12), que, encargado por un grupo conformado por una una clase media emergente y en ascenso, busca incorporar en la ciudad todas las ventajas de estar en el campo. En él su proyectista, formado bajo la tutela de Villanueva, actualiza atinadamente todo el repertorio de elementos que caracterizan la arquitectura tradicional venezolana para dar con una solución ajustada a su época.

13. Colegio de Ingenieros de Venezuela, Bulevar Santa Rosa-Parque Los Caobos. Luis Eduardo Chataing, 1941
14. Colegio de Abogados, El Paraíso. Camilo Arcaya, 1945
15. Colegio de Médicos del Distrito Federal, Plaza Las Tres Gracias, Los Chaguaramos. Diego Carbonell, 1956

Abierta la puerta para seguir indagando cuánto pueden dar de sí las sedes sociales como fuente para determinar la representatividad del edificio con el grupo al que está destinado, se podría también dirigir la mirada hacia los gremios. De esta manera, encontramos como los ingenieros seleccionan por concurso en 1939 (terminada de construir en 1941) una propuesta que señala atisbos de una temprana modernidad no exenta de clasicismo elaborada por Luis Eduardo Chataing sobre la que se construyó el edificio aledaño al Parque los Caobos (13); los profesionales del derecho, también por concurso, seleccionan en 1942 un proyecto de un refinado talante neoclásico para convertirlo en la sede del Ilustre Colegio de Abogados de Caracas, elaborado por Camilo Arcaya que se terminará de construir en 1945 sobre la avenida Páez de El Paraíso (14). Los médicos por su parte, encargan a Diego Carbonell la sede social para su colegio en el Distrito Federal (localizada en la Plaza Las Tres Gracias) terminada de construir en 1956 (15), demostrando ser el gremio que mejor logró asimilar el tránsito por una década donde en Venezuela ser contemporáneo era síntoma de identidad.

16. Casa Sindical, El Paraíso. Enrique García Maldonado, 1953
17. Cículo de las Furzas Armadas, Paseo Los Próceres. Luis Malaussena (con la colaboración de Federico Beckhoff, Klaus Heufer y Klaus Peter Jebens), 1950-53

Los años de la Dictadura dan cabida a la aparición de dos nuevas tipologías de clubes urbanos ligados en este caso a los estratos sociales o instituciones a los cuales sus programas más interesaban llegar. Así, se construyen en un lapso de tres años por iniciativa del Estado la Casa Sindical en El Paraíso (1953) -proyecto de Enrique García Maldonado- (16) y el Círculo de las Fuerzas Armadas (1950-53) (también conocido como Círculo Militar), sobre la avenida Los Próceres, diseñado por Luis Malaussena (17). Ambos son concebidos para dotar a estos estamentos (la clase obrera y la militar) de espacios para la recreación, la cultura y el esparcimiento con los que hasta esa fecha no habían contado. El mensaje “igualitario” en cuanto a equiparar estas instalaciones con las de los mejores clubes sociales de la capital era claro. Para ello, por un lado, no se escatima en gastos y, por el otro, se recurre a la aplicación de un lenguaje impregnado de modernidad, más conservador en la Casa Sindical y más libre y acorde al contexto en el Círculo Militar. Los clubes extraurbanos ubicados o bien en la playa o bien en la montaña constituyen un capítulo aparte que seguramente abordaremos en otra ocasión.

ACA

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1. https://www.facebook.com/HogarCanarioVenezolanoOficial/about/

2. https://mariafsigillo.blogspot.com/2012/06/el-club-florida.html

3. https://www.ebay.com/itm/Venezuela-RPPC-Caracas-Country-Club-Real-Photo-Post-Card-Vintage-/143506652728

4, 5, 6, 9, 10, 12, 13, 15, 16. Colección Crono Arquitectura Venezuela

7. Galería de Arte Nacional. Wallis/Domínguez/Guinand. Arquitectos pioneros de una época, 1998

8. https://www.minube.com/rincon/centro-vasco-de-caracas-_-eusko-etxea-caracas-a3685452

11. https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Club_Tachira_Caracas.jpg

14. https://globovision.com/article/colegio-de-abogados-de-caracas-reconocio-la-trayectoria-de-sus-agremiados

17. https://materialesamv.tumblr.com/post/92180234029/c%C3%ADrculo-de-las-fuerzas-armadas-caracas

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 67

La noción de umbráculo, tal vez poco conocida y aún menos utilizada (o usada sin saberlo) entre nuestros arquitectos, ofrece la oportunidad de adentrarnos en una serie de aspectos en torno a los cuales gira nuestra la postal del día de hoy.
Para empezar, no está de más señalar que la palabra “umbráculo” proviene del latín umbraculum y que ya muestra en su raíz (umbra) su vinculación con ese elemento fundamental a ser considerado en el diseño de espacios en el trópico como lo es la sombra. Lugar de sombra, espacio sombreado o como sintetiza el Diccionario de la Real Academia Española: “Sitio cubierto de ramaje o de otra cosa que da paso al aire, para resguardar las plantas de la fuerza del sol”, son sus principales acepciones.
De su definición más amplia asomada por el DRAE son cuatro los puntos a destacar: uno, la presencia de una cubierta que lo protege; dos, la importancia de dar paso al aire y también al agua, es decir de considerar como prioritario la buena ventilación sin importar que lo techado se moje; tres, la condición material de lo que sombrea (ramajes, madera u otras cosas); y cuatro, su carácter de elemento pensado para proteger (en principio plantas) del sol inclemente. Enramada, sombrajo, cobertizo o pérgola son algunos de los sinónimos que no llegan ni por asomo a alcanzar el sugestivo acento de la palabra original.
Tampoco está de más el advertir algunas diferencias con otro término vinculado a la preservación de plantas: invernadero, el cual aunque también se caracteriza por su utilización en el control ambiental lo hace, por lo general, incorporando medios artificiales y una mayor dosis de tecnología. Si el umbráculo está más ligado al verano el invernadero (como su raíz delata) lo está al invierno. Si el segundo en buena parte nos es ajeno el primero nos es muy afín.
De aquí que, cuando Roberto Burle Marx (1909-1994) y sus colaboradores (Fernando Tábora, John Godfrey Stoddart, Julio César Pessolani y Mauricio Monte) enfrentan el diseño y construcción del Parque de Este en Caracas entre 1959 y 1961 (claramente explicado en el libro Dos parque. Un equipo -2007- de Fernando Tábora), no duden en incorporar la presencia de un espacio de gran escala, visitable, en el que resguardar de la incidencia directa del sol una importante cantidad de especies y lo identifiquen como “El Umbráculo”.
Este atractivo lugar, no construido y cuya localización dentro del Plan Maestro del Parque nos ha sido difícil precisar con exactitud pese a que según Tábora “existe hasta hoy el área reservada”, pertenece a lo que los proyectistas denominaron “el tercer espacio”: “aquel que circundaba el área de bosque y en el cual se desarrollarían las actividades recreacionales más complejas. En ellos se incluirían aspectos contemplativos, los juegos infantiles, los espacios para picnic y las mayores oportunidades para la observación del paisaje y el ejercicio, libre del aspecto formal de canchas deportivas y en contacto con la naturaleza. En este espacio se ubicarían también algunos elementos que cubrirían los objetivos didácticos que se proponían para el Parque, tales como el Planetarium (…), el jardín xerofítico y el umbráculo… Dentro e este espacio se ubicarían los dos lagos más importantes, al norte el de las colecciones de plantas acuáticas y al sur el recreativo destinado a los paseos en embarcaciones ligeras”.
Quizás convenga recordar que, excluyendo el área de acceso, el primer espacio “estaba destinado a establecer la relación del Parque con sus linderos” buscándose, conceptualmente, “integrar visualmente, por todos los medios posibles, el área al gran paisaje que constituyen el Ávila y las serranías del sur del valle de Caracas” albergando, escondidos con medios naturales, “los elementos que impactaban negativamente las visuales de los usuarios” que no son otra cosa que los servicios de apoyo. El segundo “correspondió al desarrollo de las actividades deportivas formales pero sin el establecimiento de canchas, para lo cual eran necesarias extensas áreas de grama, planas y rodeadas de vegetación”. Y al tercero ya descrito se suma el cuarto que corresponde «a la zona del bosque, principalmente de bucares (Erythrina poeppigiana) que en un tiempo pasado sombrearon la plantación de café de la Hacienda San José” conformada por áreas de interés didáctico tales como las “colecciones de plantas y las instalaciones para las exhibiciones de fauna”. Los cuatro espacios están bordeados y se interconectan mediante un estudiado sistema de circulación de peatones y vehículos que facilita la contemplación, el mantenimiento y la vigilancia del Parque.
Según la imagen que hemos extraído del libro ya mencionado (un dibujo en perspectiva realizado en tinta sobre papel blanco) y que preside nuestra postal de hoy, “El Umbráculo” se trata de un lugar diseñado siguiendo buena parte de los patrones que caracterizan el Sector «Los Patios» (ubicado al norte del Parque y al este de la entrada principal). El tratamiento dado a los pisos y la presencia de muros envolventes y de separación con diferentes texturas, elementos todos que acompañan a la vegetación objeto de protección, nos hacen pensar que podría tratarse, incluso, de un patio cubierto, concepto que aunque encierra cierta contradicción bien podría caber perfectamente dentro de la manera como fueron concebidos estos apacibles espacios en el Sector mencionado. Por otra parte, la fuerza y protagonismo que adquiere el ligero techo prefigurado evoca el ambiente sombreado producido por las copas de los árboles de una selva tropical.

1. Umbráculo del parque de la Ciutadella, Barcelona. Josep Fontseré, 1883

Sin poder comprobarlo, no quisiéramos dejar de mencionar un claro referente que pudo haber influido en la visión que tuvo el equipo de arquitectos del Parque del Este a la hora de vislumbrar el espacio que nos ocupa: el umbráculo del Parque de la Ciudadela (Josep Fontseré, 1883), en Barcelona. Lugar mágico, diseñado, ciertamente, para un clima más bien templado que lo obliga a encerrarse, pero que genera toda una serie de sensaciones  hermanadas, sin duda, con la comprensión del medio ambiente que algunos de nuestros arquitectos de la modernidad han sabido manejar de forma magistral y que ilustra la noción de espacio intermedio: aquel que trasciende su función de filtro climático para constituirse, como diría Glenda Kapstein, “en elemento significativo para una arquitectura determinada, para un determinado lugar.”

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal. Tábora F. Dos parques. Un equipo, 2007

1. http://fotosdebarcelona.com/historiagrafica/picture.php?/698

¿SABÍA USTED…

… que en 1968, un año después de la celebración del cuatricentenario de Caracas, en parte los terrenos de lo que fue la urbanización El Conde, al norte de la avenida Bolívar, abrió sus puertas lo que se conoció como el “Parque El Conde”, proyecto del arquitecto Jorge Castillo?

1. Parque El Conde.Vista general

La urbanización El Conde nace alrededor de 1926 de la mano de Juan Bernardo Arismendi y Luis Roche (dos de los grandes promotores urbanísticos de Caracas) como fruto del proceso expansivo de la ciudad hacia el este y del éxito que habían obtenido en el desarrollo de San Agustín del Norte, apoyándose ambos emprendimientos para su trazado en variantes a la modulación impuesta por cuadrícula colonial.

El Conde se desarrolló en los terrenos de la hacienda del mismo nombre que ocupaba el área que iba desde la quebrada Catuche a la Anauco (en sentido oeste-este) y desde lo que hoy es la avenida México hasta el rio Guaire (en sentido norte-sur) y ofreció (junto a San Agustín y Los Caobos) una de las primeras oportunidades que encontró la clase media acomodada de experimentar una nueva manera de vivir en la ciudad en un sector que estuvo dotado de cines, clínicas privadas, clubes, canchas de tenis, garajes, ventas y talleres de automóviles, museos y  estadios.

El impacto que sobre esa zona produjeron las iniciativas propiciadas en 1938 por la recién creada Dirección de Urbanismo del Distrito Federal que desembocarán en la presentación en 1939 del “Plan Monumental de Caracas” (conocido como “Plan Rotival”) e influirán en el Plan de 1951, la propuesta del Centro Federal (1951) y la Tesis para Caracas de 1959, colocó sobre El Conde una inevitable Espada de Damocles que ocasionaría que en menos de 36 años desapareciera, arrasada por las aspiraciones sucesivas de convertir la zona en demostración de una pujante transformación del centro de la ciudad. La prolongación de la avenida Bolívar y sus dos ramales (cuya primera etapa se había concluido en 1949, único elemento que sobrevivió literalmente del Plan Rotival), anunciada en 1954 y ejecutada casi de inmediato, sería la puñalada mortal que sentenciaría la total demolición de El Conde a comienzos de los años 60, lo que implicó llevarse por delante cientos de edificaciones de muy diversas características.

La celebración del 400 aniversario de la fundación de Caracas (1967) encuentra a los terrenos donde estuvo la urbanización (ahora propiedad del Centro Simón Bolívar) en medio de un destino incierto y a la vez abrumados por la presencia de una serie de proyectos de gran escala  que no llegaban a concretarse. Así, las “fiestas cuatricentenarias” ofrecieron la oportunidad de aprovechar los terrenos temporalmente baldíos para llevar a cabo dos intervenciones de carácter efímero: al sur de la avenida Bolívar Imagen de Caracas (véase Contacto FAC nº 13 del 05/02/2017) y al norte el Parque El Conde quien si se quiere corrió con mejor suerte que la primera.

2. Parque El Conde. Vista de uno de los pabellones

Jorge Castillo asume el proyecto de este espacio destinado a la recreación a escala urbana con una vocación decididamente experimental. Para aquel momento, influenciado por el espiritualismo procedente de las religiones orientales, encuentra la ocasión de poner en contacto arte y arquitectura buscando alejarse de procesos extremadamente racionales: “Esa arquitectura repetitiva y ese énfasis en la función como lo único que integra la arquitectura es algo que no he aceptado jamás y ahora menos”, expresará en una entrevista de 1988 quien en 1999 fuese galardonado con el Premio Nacional de Arquitectura.

3. Parque El Conde. Vista de un sector del conjunto

En concordancia con lo expresado, Castillo, consciente de la limitada duración que tendría la obra, propone muy a tono con el momento que se vivía, un sistema liviano, variado y flexible con base en una estructura metálica de 5 mts. y un elemento de cerramiento triangular de poliuretano y fibra de vidrio con color incorporado y unas aletas para asegurar su fijación por medio de tornillos y un elemento de goma. Este sistema casi artesanal, que tuvo asociadas dificultades de producción, montaje y mantenimiento, daría pie para generar edificaciones desarmables que se pudieran reconstruir con formas diferentes y para usos distintos, buscando de esa manera alejarse de los limitados resultados a los que había conducido algunas experiencias ligadas a la prefabricación.

El Parque El Conde cierra sus puertas a mediados de los 80 luego de cumplir cabalmente su cometido para dejar de nuevo un vacío urbano que mucho tardó en ser restaurado. Quienes quieran obtener una imagen evocadora, sin nostalgia, de lo que significó El Conde para alguien que allí vivió y luego decidió estudiar arquitectura recomendamos leer Del eclecticismo criollo a un culto sincretismo de Luís Jiménez Damas (de venta en http://www.edicionesfau.com). Para ampliar detalles sobre los antecedentes y repercusiones del Plan Rotival, sin duda debe consultarse El Plan Rotival. La Caracas que no fue. 1939/1989. Un plan urbano para Caracas libro agotado publicado por Ediciones del Instituto de Urbanismo de la FAU UCV (1991), fundamental en la comprensión de la historia de nuestra ciudad.

ACA

Procedencia de las imágenes

  1. Colección Crono Arquitectura Venezuela

2. https://oscartenreiro.com/2014/01/18/una-pequena-historia-necesaria-v/