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ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 99

De entre los clubes de ciudad, que además de brindar las condiciones de tranquilidad y esparcimiento complementarios que ya para los años 50 del siglo XX empezaba a requerir la agitada vida metropolitana, el Club Táchira se podría incluir en el lote de las iniciativas emprendidas por un grupo humano oriundo de una determinada región del país que por añadidura buscaba preservar costumbres, tradiciones y demás actividades que recrearan los vínculos rotos por la distancia del lugar de origen (ver Contacto FAC nº 42 del 27-08-2017).

1. Vista aérea de Colinas de Bello Monte. Circa 1955

Así, los alcances que desde un principio se plantean los fundadores del Club Táchira aunque coincidentes en cuanto a su condición regional con otros de la misma época (como por ejemplo la Casa Monagas, la Casa Sucre o la Casa Guárico), son de mayor envergadura. En efecto, los directivos de la antigua Casa Táchira se proponen a comienzos de los años 50 la necesidad de desarrollar un gran club integral para la ciudad de Caracas que minimice en parte el déficit existente en este tipo de instalaciones. Los argumentos que se manejan, lejos de ser los típicos de cualquier comunidad o asociación cerrada, tienden en principio a la apertura y la incorporación de «una gran variedad de elementos de la colectividad como socios propietarios simpatizantes que gozan de los mismos derechos de los nativos», a excepción del control  de la Junta Directiva y el Tribunal Disciplinario que estaría en manos de los oriundos de esa región, tal y como se recoge en «Club Táchira» (Memoria Descriptiva, dibujos, planos y fotos. Proyecto: Arq. Fruto Vivas), Integral, nº 10-11, abril 1958. En pocas palabras se buscaba crear un importante centro de esparcimiento e intercambio social.

2. Vista aérea de Colinas de Bello Monte. Circa 1955. En la esquina derecha terraceo de la construcción del Club Táchira

Bajo este criterio y con el mayor apoyo oficial (no olvidemos que Marcos Pérez Jiménez, a la sazón dictador y Presidente de la República, era nacido en el estado Táchira así como la mayoría de los gobernantes del país hasta mediados del siglo XX), se emprende la búsqueda de un terreno para el Club acorde con sus objetivos generales y ajustado a un programa que permitiese su aprovechamiento intensivo. Se presenta entonces la oportunidad de adquirir a bajo costo un lote de 50.000 metros cuadrados en la recién inaugurada urbanización Colinas de Bello Monte: muy bien ubicada, equidistante, accesible y con estupendas visuales sobre la ciudad, factores que hacen pasar a un segundo plano las dificultades que la accidentada topografía impondría al proyecto. Además, la presencia del Club sumaría un punto más a favor del interés de parte de Inocente Palacios (promotor que en 1949 asume la aventura de urbanizar, como parte de la presión del crecimiento de Caracas hacia el sur, la primera colina que sería ocupada por la clase media), por convertir esta Urbanización en un punto de referencia cultural a escala metropolitana, interés que impulsará la construcción de la Concha Acústica «José Angel Lamas» (proyecto de Julio Volante), y el encargo a Oscar Niemeyer del proyecto para el Museo de Arte Moderno de Caracas.

3. Club Táchira. Boceto del conjunto hecho por Fruto Vivas

Para realizar tanto el Plan Maestro como la arquitectura de los diferentes componentes que conformarían el Club Táchira se selecciona al aún estudiante de arquitectura Fruto Vivas (recordemos que se gradúa en la promoción nº 5 -1956-) quien no sólo ya despuntaba como un brillante profesional sino que además había nacido de ese estado. Vivas acomete la resolución del programa con base en el terraceo de la moderada pendiente del terreno: cada terraza correspondería a una actividad diferente, interconectada a las demás, con aprovechamiento máximo de las visuales, buscándose la máxima adecuación al entorno. Así mismo se piensa en dotar al Club de un elemento que lo identifique y lo diferencie a su vez de la zona residencial en la que está localizado.

Fruto Vivas atravesaba en 1955, su más prolífico momento en cuanto al desarrollo de lo que se llamó la «arquitectura populista». Además venía de colaborar con Oscar Niemeyer en el anteproyecto para el Museo de Arte Moderno de Caracas ubicado en otro terreno-mirador de la misma urbanización. De esta manera con la propuesta para el club se empiezan a encontrar dos exploraciones que ya Vivas había emprendido con anterioridad: por un lado la búsqueda de una arquitectura nacional que se nutriera de las fuentes de la cultura popular y por el otro la investigación de la lógica de los tipos estructurales. Es así como puede entenderse tanto la visión que se tiene para el primer Plano de Conjunto del Club (recogido en el dibujo que hoy ilustra nuestra postal) como la resolución del elemento que en definitiva lo identifica.

4. Fotografía del modelo de la concha reducido sometido a ensayo (Instituto Eduardo Torroja)
5. Disposición general de la solución de cubierta (archivos CEHOPU)

En el Plano de Conjunto aparecen claramente diferenciadas tres piezas que empiezan a disputarse el protagonismo: lo que en un principio se denominó «la concha» ubicada en la parte más alta del terreno y cerca del acceso, la cubierta plana con grandes voladizos de «el bowling» colocada en un nivel intermedio y lo que en un principio se designa como “el rancho” localizado en la parte más baja. La concha y el rancho son pensados como cubiertas tipo cáscara mientras que el bowling, con un planteamiento estructural igualmente interesante, refleja la influencia muy próxima del Museo de Niemeyer. En todos interviene como asesor estructural Eduardo Torroja.

6. Proyecto definitivo de «La concha». Planta
7. Proyecto definitivo de «La concha». Fachada este
8. Encofrado de la losa que se desarrolla en el interior de «La concha»
9. Encofrado de la cubierta de «La concha»

Lo que en definitiva se hace de acuerdo al Plan original, aparte del terraceo, es “el rancho” (a quien se le bautiza en definitiva como “la concha”) por ser el único elemento de este tipo que se termina construyendo. En ella funcionarían las áreas sociales formales del club, un bar-restaurant y una boite con sus respectivas zonas de servicio. El cálculo estructural definitivo lo realizará el ingeniero Nicolás Colmenares.

10. Vista interior de «La concha»
11. Vista sur de «La concha»

Esta interesante obra conjuga de forma talentosa las dos preocupaciones que a Fruto Vivas, tal como mencionamos, obsesionaban. Así, a una cubierta conformada por un paraboloide hiperbólico en concreto de 76 metros de luz entre sus dos puntos de apoyo, muestra fehaciente de la tecnología de punta de la época, abierta en su punto más alto hacia el paisaje, se le trata contrastantemente con un criterio espacial absolutamente orgánico, libre, rico y se le ambienta utilizando materiales nobles y autóctonos: madera (canalete, zapatero, cañada, entre otros) para el recubrimiento inferior de la concha, de la losa de entrepiso y parte de los pisos, y piedra para muros y pisos de las áreas de mayor tránsito.

12. Vista hacia la ciudad de Caracas desde el interior de «La concha» con el Ávila como telón de fondo

Dentro de esta pieza maestra del sincretismo, el límite entre el interior y el exterior y entre el arriba y el abajo se difuminan. La topografía juega en todo ello un importante papel ayudando a esconder o disimular aquello que atente contra la fluidez y la totalidad vistas como categorías, siendo la boite el único elemento que nace del subsuelo con voluntad formal propia para equilibrar plásticamente la visión volumétrica lejana.

13. «La concha» con todos sus elementos vista desde Colinas de Bello Monte
14. Vista lejana que evidencia la silueta de «La concha»

La mejor explicación de las variables conceptuales que originaron la concha del Club Táchira nos la proporciona el propio Fruto Vivas en Reflexiones para un mundo mejor (1983): “Recuerdo mis palabras con el Maestro Torroja en un verano de 1955 en Costillares (Madrid), cuando planteé la estructura. Torroja me dijo que no cabía en ninguna ecuación conocida y yo le dije: ‘Precisamente es lo que quiero’, que la forma pertenezca íntimamente a la función y al hombre y no esté presa a las limitaciones que impone el cálculo matemático. (…) La imagen que yo planteé para el desarrollo de la estructura fué la siguiente: imaginemos un gran espacio donde el hombre hace su reunión de fiesta y los espacios de actividad cultural o recreativa que deseamos cubrir. Imaginemos el aire necesario para respirar que los envuelve y una ventana gigante; en este caso un Jardín colgante para mirar la ciudad deslumbrante; entonces dejemos caer un pañuelo desde el espacio que cubra estas áreas y que tome la forma lógica apoyada sobre las dos variables: los espacios recreativos con su volumen de aire y el paisaje”. Este pañuelo hecho edificio (si esta última palabra le cabe), concebido como experiencia fenomenológica, prefigurado para mirar y ser visto, permite llenarse los pulmones de una Caracas que desde allí luce dentro de su desorden como una gran selva tropical y manifiesta su indisoluble unión con el Avila. Nada de folklore a no ser los espectáculos, bailes y otras actividades que en él y sus terrazas se llevan a cabo con frecuencia. Mucho de arquitectura moderna impensable en otro lugar que no sea la colina donde se encuentra aferrada. El Táchira deja así a través de un icono su huella indeleble en la capital que tantas veces ha conquistado.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal, 6, 7, 10, 11 y 12. «Club Táchira» (Memoria Descriptiva, dibujos, planos y fotos. Proyecto: Arq. Fruto Vivas), Integral, nº 10-11, abril 1958.

1 y 2. https://elcolinero.org/el-pasado-de-colinas-en-fotos/

3. http://guiaccs.com/obras/club-tachira/

4, 5 y 14. https://www.plataformaarquitectura.cl/cl/02-332131/ad-classics-club-tachira-fruto-vivas-eduardo-torroja?ad_medium=gallery

8 y 9. https://elcolinero.org/el-pasado-de-colinas-en-fotos/club-tachira-5/

13. https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Club_Tachira_Caracas.jpg

1954• Edificio La Paz

Edificio La Paz.jpg

1954•  La compañía Ingeniería Técnica, propiedad del ingeniero Miguel Parra León !899-1982), concluye la construcción del edificio La Paz, ubicado en la avenida Miguel Ángel, urbanización Bello Monte, diseñado por su hijo, Alberto Parra Kadpa (1929), arquitecto Universidad de Oklahoma, EEUU 1952; FAU UCV reválida promoción 3/1954 – primera promoción de la FAU graduada en el Aula Magna, el 14 de agosto 1954.
El edificio tiene un sótano para estacionamiento y cuatro pisos (con 4 apartamentos por planta y terraza).
El diseño de las fachadas norte y sur tiene incorporado un elemento de concreto en forma de una V abierta en 140º que, reforzado con la disposición del cerramiento construido con ladrillos en obra limpia, le imprime un dinamismo que hace percibir los pisos como si fueran inclinados. En las fachadas este y oeste, los extremos de las V planas de las otras fachadas, soportan un envigado que como pérgolas protegen los ventanales de la insolación. Las ventanas, de marco metálico, tienen forma de triángulos isósceles.
El arquitecto Alberto Parra Kadpa cursó composición arquitectónica en la Universidad de Oklahoma con el reconocido arquitecto autodidacta Bruce Goff (1904-1982), siendo compañero durante ese lapso de los venezolanos Francisco Borges y Alejandro Pietri. Parra y Borges se graduaron en esa universidad, mientras que Pietri concluyó en la FAU UCV.
Parra Kadpa proyectó en 1958 el Edificio Corporación Médico-Quirúrgica, C.A. en la urbanización El Paraíso (hoy conocido como Residencias Parque La India) y en 1994 el Santuario del Cristo de Jose, ubicado en Barcelona, Anzoátegui.
El ingeniero Miguel Parra León fue nombrado en 1941 Presidente del Consejo Nacional de Obras Públicas. En 1944 fue miembro de la Comisión de la Reforma Agraria. En 1945 se desempeñó como Asesor Técnico de la Compañía Venezolana de Navegación. En 1947 fue Cónsul de Venezuela en Tulsa (Oklahoma) y, finalmente, en 1959 Presidente de la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela.
En 1933 fue fundador de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, de la que fue presidente durante 22 años (1965-1979).

HVH

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 61

Cuando Inocente Palacios decide a comienzos de los años 50 urbanizar una zona ubicada al sur del río Guaire en los terrenos de lo que fue la hacienda Bello Monte (propiedad de la Sucesión Casanova), fuera de la parte plana del valle de Caracas, debe sortear una serie de importantes obstáculos: el primero tiene que ver con colocar a la recién estrenada Ordenanza Municipal del Distrito Federal y a quienes la concibieron en una posición que llevaba indefectiblemente a modificarla o ajustarla a la inusual situación planteada; el segundo, estrechamente vinculado a lo anterior, sería el asumir una actitud de respeto por la vegetación y las condiciones naturales que privaban en la zona, lo cual obligaba a realizar un trazado vial y una lotificación que implicara un mínimo de afectación; el tercero lo constituía la localización de Colinas de Bello Monte, justo entre el Departamento Libertador del Distrito Federal y el Distrito Sucre del estado Miranda, lo cual dificultaba la aplicación de la propia normativa;  y el cuarto, y no por ello menos importante, era resolver y garantizar el servicio de agua en un lugar cuyas cotas estaban muy por encima de la que el sistema existente permitía surtir.
El interesante diálogo sostenido en octubre de 1990 por Juan José Martín Frechilla con Leopoldo Martínez Olavarría (presidente para la fecha en que Palacios propone sus ideas de la Comisión Nacional de Urbanismo, puesto que ostentó desde que la misma se fundó en 1946 hasta que se liquidó en 1957), recogido en Diálogos reconstruidos para una historia de la Caracas moderna (2004) -particularmente en el segmento “Hablemos de Colinas de Bello Monte-, ilustra de manera diáfana la manera como a cada problema se le fue buscando solución denotando la visión amplia, racional y a la vez flexible que privaba entre quienes tenían en sus manos enfrentar el acelerado crecimiento de la ciudad. De dicha conversación, a cual se inserta parte de otra realizada con el propio Inocente Palacios en abril de 1991, podemos extraer una serie de datos que van desde las licencias que se le dieron al urbanizador hasta el éxito rotundo que significó la venta de parcelas en las colinas. Se trata este texto, sin lugar a dudas, de una referencia imprescindible para entender plenamente en asunto que nos ocupa.
Así, nos encontramos con que la Ordenanza es modificada para permitir la reducción del ancho de vías las cuales por tener un “tráfico mínimo” se diseñan “con una acera pegada al cerro, una calle de 5,50, un brocal y una defensa de tierra, suficiente para hacer eso porque no hay estacionamientos; los carros suben los garajes respectivos, y toda pendiente mayor de tanto por ciento no era construible -no recuerdo cuánto-  y era como una zona de reserva o zona verde pero no construible, como todavía se mantiene”, dirá Martínez Olavarría.
Por otra parte las parcelas (que fueron vendidas según Palacios en tiempo record) oscilaban entre los 1500 y los 2500 m2 localizadas en lugares donde la pendiente mínima fuese del 70%, circunstancia que sumada a lo anterior implicaría un mínimo movimiento de tierra.
Dentro de este contexto, el llamado a un concurso internacional para el diseño de una quinta modelo pensada para una familia promedio de 5 a 6 personas, más tres de servicio, encabezada por un profesional de “posición económica holgada” con amplios espacios para las “relaciones sociales del matrimonio” y lugares para “satisfacer las inclinaciones intelectuales” de algún miembro de la familia, organizado por Inocente Palacios, se asociaba a la idea de proveer a los futuros compradores de una opción moderna y factible que les permitiese imaginar cómo se puede construir y vivir en un lugar atípico que se promocionaba como “una terraza sobre el Ávila” (ver Contacto FAC, nº 12, 29-01-2017).
El jurado del concurso, integrado por Leopoldo Martínez Olavarría, Carlos Raúl Villanueva y Diego Carbonell, luego de considerar 75 anteproyectos elaborados por arquitectos y estudiantes venezolanos y extranjeros (Estados Unidos, Francia, Italia, Holanda, Suiza y Bélgica), decidió otorgar el primer premio al arquitecto José Miguel Galia, en segundo a Gino Ugo Posani y al estudiante Raúl Garmendia el tercero. Vale añadir que la importancia del evento (el primero de alcance global y uno de los primeros realizados de forma abierta en el país), dio pie a que se le diera amplia cobertura. Para ello se pueden consultar la Revista del Colegio de Ingenieros de Venezuela, nº 190, enero 1952 y Cruz del Sur, Nº 10, enero 1953.
La vivienda proyectada por Galia (quien hacía escasos tres años que había arribado al país procedente de su Uruguay natal, ya se había asociado profesionalmente con Martín Vegas y había empezado a dar clases en la Escuela de Arquitectura de la UCV), amén de cumplir con todos los requisitos exigidos, nos coloca ante una proporcionada pieza de unos 500 m2 de construcción que se asocia a los planteamientos de claridad funcional, carácter, riqueza y flexibilidad espacial propios de la arquitectura internacional del momento y que aprovecha al máximo la topografía y las visuales para permitir su disfrute por la casi totalidad de las partes que la componen, cumpliendo con la premisa de ser un pequeño prototipo “montado como un nido de águila en un cerro”, que se muestra discreto hacia la calle y como un balcón hacia la ciudad.
Paradójicamente, la premiación del concurso se llevó a a cabo en la Casa Modelo, ubicada en un terreno «ondulado», proyectada por el arquitecto italiano Antonio Lombardini, quien ubicado desde otra manera de entender la modernidad, se convirtió a la postre en proyectista de una numerosa cantidad de quintas en la urbanización, privilegio con el que no contó el ganador del certamen.
“Colinas”, por su parte, hoy en día se encuentra colapsada en su vialidad y servicios, con escasas aceras y muchos derrumbes, sufriendo las consecuencias de la complaciente permisividad que le permitió nacer sin contemplar su transformación.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal. Revista del Colegio de Ingenieros de Venezuela, nº 190

1984• Torre Financiera Matlock

Torre Financiera Matlock.jpg

1984•  Se concluye la construcción de la Torre Financiera Matlock, ubicada en el cruce de las Calles Beethoven y Sorbona, Urbanización Bello Monte, Caracas, diseñada por la firma de arquitectura Pavesi y Castillo (Francisco Pavesi Haller – FAU UCV, promoción 7A/1957- y Rafael J. Castillo Castillo – FAU UCV, promoción 6/1957). El edificio de oficinas de planta baja y 22 pisos, tiene un basamento de dos niveles, ocupado por el acceso al edificio, el hall de ascensores y escalera y locales comerciales (algunos con acceso desde la calle) en este nivel y en el siguiente.
Sobre este basamento tiene tres niveles de estacionamiento, en plantas que se recortan a medida que se asciende, con una rampa de acceso desde la calle Beethoven (dos de estas plantas de estacionamiento están reservadas a los propietarios). Sobre estos niveles se desarrolla una mezzanina, una planta neutra y 15 plantas tipo, con 8 oficinas cada una.
Como remate de la edificación hay un pent house y un nivel para sala de máquinas.
Como complemento de esta configuración existen dos sótanos para estacionamiento, al cual se le accede también desde la Calle Beethoven a través de una rampa.

HVH