Archivo de la categoría: Concursos de arquitectura en Venezuela

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 93

“El Concurso para el desarrollo del Anteproyecto de la ‘Catedral de Ciudad Guayana’ fue convocado en mayo de 1981, y significó para ese momento un estimulante llamado a los arquitectos de todo el país. Ante una situación profesional ‘estancada’, con trabajos ‘limitados’, después de un largo tiempo sin ‘concursos’, lo sugerente del tema de ‘La Catedral’ y su específica ubicación en Ciudad Guayana, núcleo urbano ‘recién planificado y estrenado’, llevó a una masiva participación y a desmesuradas expectativas que no llegarían a ser satisfechas. El programa de las bases del concurso, si bien era bastante deficiente, permitía una deseable libertad para interpretar el problema, no así las limitadas condiciones de presentación y de entrega. El jurado inicialmente designado no participó en el veredicto final, y fue sustituido de manera no muy clara. Esto sumado al incumplimiento de la adecuada exposición de los anteproyectos, generó un clima de tensiones y polémicas entre los concursantes, el Colegio de Arquitectos de Venezuela y los representantes de la Corporación Venezolana de Guayana. Sin embargo la participación fue importante, se presentaron aproximadamente unos cuarenta y cinco anteproyectos”.
Esta larga cita de Maciá Pintó, al inicio de la completa reseña aparecida en el nº 64 (octubre 1982) de la revista Punto, titulada “Entre la catedral y la fábrica: LA ARQUITECTURA”, nos sirve para contextualizar las condiciones dentro de las cuales debe entenderse este llamado a concurso que terminó dando como ganadora la propuesta presentada por Oswaldo Molina, cuya fotografía de la maqueta ilustra la postal del día de hoy.
El lugar escogido por los organizadores se ubicaba en San Félix, confluencia de los dos ríos más importantes del país (el Orinoco y el Caroní), “con dominio visual de la zona de Alta Vista de Puerto Ordaz y del maravilloso espectáculo de los saltos del Caroní (…) desligado de algún tipo de eje referencial que lo conecte con la nueva ciudad, los antiguos centros o los bordes de los ríos”. Esta condición en principio desfavorable fue aprovechada por Molina para proponer una edificación que buscó convertirse en punto de referencia visible desde toda la urbe buscándose en la Catedral el detonante que iniciase el desarrollo de un sector de baja densidad y poca altura, conformada fundamentalmente por el uso residencial. Ello obligaba, como en efecto ocurrió, a generar un contexto urbano propio que diese cuenta de la extensa área del terreno asignado el cual oscilaba entre 3.45 y 4.83 hectáreas.

1. Concurso para el desarrollo del Anteproyecto de la «Catedral de Ciudad Guayana». Propuesta ganadora. Oswaldo Molina. Imágenes y maqueta que formaron parte de la entrega


La opción adoptada por Molina apostó por crear un monumento ubicado en la parte más alta del lote como remate de un eje ascensional que conectaba con la calle, cubriendo así las expectativas expuestas en el programa del concurso: “La solución arquitectónica debe combinar de manera armónica la característica de monumentalidad propia de una Catedral, así como la condición pastoral de una edificación al servicio de la atención espiritual de los fieles”. La planta del espacio dedicado al culto se resuelve apegada a un esquema semicircular dando como resultado un limpio volumen que tomó la forma de un medio cono truncado posado sobre una gran plaza diseñada para permitir celebraciones litúrgicas al aire libre en la superficie semicircular restante y la vinculación con el Palacio Episcopal. Así, según Pintó, la solución propuesta por Molina, en cuanto al tratamiento espacial, caería en el grupo de proyectos “con vocación casi aséptica, de lenguaje ‘neutro’, ‘técnico’ o ‘profesional’, guiado por una fuerte geometría de pirámides, esferas, cubos, conos, y demás objetos de génesis tecnológica y deshumanizada escala”, que además desatiende la necesaria adaptación al exigente clima de la zona.
El proyecto de Molina, apunta Pintó, “era un proyecto hecho para ganar”, lo cual denota la gran capacidad que este talentoso arquitecto venezolano ya desaparecido desarrolló a la hora de abordar este tipo de contiendas convirtiéndose, para quienes durante años vieron en los concursos una oportunidad para ejercitarse y obtener los mejores resultados, en un temible contrincante.

Como tantos otros casos dentro de la historia de los certámenes de arquitectura en nuestro país, el anteproyecto ganador para la Catedral cayó en el pozo dominado por la burocracia y la irresponsabilidad, dando la sensación de que el llamado se hizo sin tener todas las variables que garantizarían su construcción debidamente cubiertas.
Luego de que Juan Pablo II viniera por primera vez a Venezuela en 1985 y diera una multitudinaria ceremonia el 29 de enero en Ciudad Guayana, se decidió reactivar la idea de construir la Catedral ahora en los terrenos donde el Santo Padre oficiara la misa, conocidos como Cruz del Papa en el sector de Altavista, los cuales fueron donados por la CVG a la Diócesis de la ciudad, creándose la Fundación «Catedral de Ciudad Guayana».

2. Catedral de Ciudad Guayana. Julián Ferris y Jaime Hoyos. Maqueta del conjunto

En 1986 cuando se dan los pasos para la elaboración del proyecto en el nuevo lugar, el entonces Ministro Presidente de la CVG, Ing. Leopoldo Sucre Figarella, obviando por completo el antecedente que constituía el concurso ganado por Molina, recurre a los arquitectos Julián Ferris y Jaime Hoyos para diseñar un «Templo (con capacidad para 1200 personas), la Curia Diocesana, casa parroquial, área para administración y servicio comunales, residencia de monjas, plaza con monumento a la virgen, más espacio para misas multitudinarias y estacionamiento para 150 vehículos. (…) El complejo ocupará un área de 22.345 metros cuadrados y la Catedral tendrá una altura de 33 metros, 40 de ancho y 60 de extensión. Desde ella se podrá dominar parte del paisaje del río Caroní y la Presa Macagua II», tal y como se recoge de http://historiadeladiocesisdeguayana.blogspot.com/2012/03/catedral-de-ciudad-guayana.html.

3. Obras paralizadas de la construcción de la Catedral de Ciudad Guayana según proyecto de Julián Ferris y Jaime Hoyos. 2017

Las obras de acuerdo al proyecto de Ferris y Hoyos se iniciaron en 2001 con muchos altibajos interrumpiéndose en 2004 y reactivándose de nuevo en 2014, año en que, a raíz de la canonización de Juan Pablo II, la catedral de Ciudad Guayana, aún en construcción y con un adelanto de apenas el 40%, pasa a llevar su nombre. La historia continúa.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal y 1. Revista PUNTO, nº 64, 1982

2. https://www.youtube.com/watch?v=u5T_QoZHHME

3. https://www.correodelcaroni.com/ciudad/44-roban-en-la-construccion-de-la-catedral-de-ciudad-guayana

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 85

Entre 1970 y 1971 se detecta una intensa actividad dentro de la realización de concursos nacionales de arquitectura en nuestro país y con ello un particular compromiso de parte del Colegio de Arquitectos de Venezuela (CAV) por impulsarlos de la mano de los entes promotores (todos ellos de carácter público), lo que a su vez le abría las puertas a sus agremiados por obtener el reconocimiento proveniente de la contienda en buena lid y le daba aliento a la esperanza de encontrar por esa vía salida a la realización de proyectos institucionales de envergadura. En sucesión, comenzando en 1970 con el Concurso para el Centro Municipal del Distrito Federal (el que hoy nos ocupa), se convocaron también: el de la Sede del Instituto Nacional de Obras Sanitarias -INOS- (1971), el del Edificio Sede de la Compañía de Administración y Fomento Eléctrico -CADAFE- (1971) y el de la Sala de Conciertos y Sede de la Orquesta Sinfónica Venezuela -hoy Complejo Cultural Teresa Carreño- (1971), lo cuales generaron una interesante animación profesional e intelectual, los cuales en otra ocasión nos dedicaremos a comentar.

1. Vista aérea de la zona donde se insertaría el concurso

En particular, el llamado a la puesta en escena de ideas a través de preanteproyectos para el Centro Municipal (divulgado igualmente como Palacio Municipal) del Distrito Federal, ofrecía la oportunidad de enfrentarse con un contexto de singular relevancia dentro del casco histórico de la ciudad de Caracas y a la vez dar cabida a ambiciosos planteamientos de renovación urbana. El lugar seleccionado fue lo que hoy se conoce como Plaza El Venezolano (antigua Plaza de San Jacinto), frente a la Casa Natal del Libertador, donde funcionó durante años el Mercado Principal de Caracas. Un reto altamente estimulante que logró que hasta un total de 27 arquitectos o equipos entregaran sus propuestas.

Junto a lo señalado, la posibilidad de materializar y caracterizar la sede del poder municipal a través de un edificio que dejara huella se constituía en un compromiso adicional. Fresca se encontraba aún la realización del Concurso Internacional para el Ayuntamiento de Boston (1962), ganado por  la firma Kallmann McKinnell & Knowles, conformada por tres profesores de la Universidad de Columbia, terminado de construir e inaugurado, no sin estar envuelto dentro de una gran polémica entre otras cosas por la expresión brutalista de su arquitectura, en 1969.

Factor fundamental para animarse a participar en el certámen lo fue también la conformación de un calificado Jurado Evaluador, integrado por Ieoh Ming Pei (invitado internacional), Carlos Raúl Villanueva (invitado nacional), Tomás Sanabria (por la Gobernación del Distrito Federal), John Machado (por el Concejo Municipal), Antonio Cruz Fernández (por la Oficina Municipal de Planeamiento Urbano), David Dario Brillembourg (por el Colegio de Ingenieros de Venezuela), Julio Coll Rojas (por el Colegio de Arquitectos de Venezuela), coordinados por los arquitectos Jorge Azpúrua Ríos y Simón Malavé Nuñez.
El veredicto, recogido como noticia en la revista Punto 40-41 (enero-marzo 1970), número curiosamente dedicado a la Renovación Académica que por aquel entonces agitaba a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV (un tanto ajena a estas lides «profesionales»), otorgó por unanimidad el Primer Premio a los arquitectos Moisés Benacerraf, Carlos Gómez de Llarena, Manuel Fuentes y Luis Vázquez. El Segundo Premio correspondió a Ruy Manuel Arcaya, Juan José Lazo Ricardi, Humberto Sardi y María Eugenia Martínez y el Tercer Premio a Ernesto Fuenmayor y Manuel Sayago.

2. Maqueta de la propuesta ganadora dentro del contexto
3. Planta de conjunto de la propuesta ganadora
4. Perspectiva de la propuesta ganadora

La propuesta ganadora, cuya impactante perspectiva engalana la postal del día de hoy, la cual se bonificó con Bs. 100.000 (cerca de $ 25.000), logró alcanzar en buena medida los criterios de juicio adoptados por el jurado en cuanto a “que el proyecto contribuya a mantener el carácter histórico de la zona adyacente en donde está ubicada la Casa Natal del Libertador Simón Bolívar (…), permita el máximo de integración a nivel de la planta baja con las áreas de espacios adyacentes (…), permita el predominio del peatón dentro de los grandes espacios abiertos antes señalados (…), que el Edificio refleje el carácter de ser la sede del Poder Municipal de la Ciudad de Caracas (…), el adecuado funcionamiento de la edificación y la interpretación aceptable de las condiciones específicas expresadas en el Programa que sirvió de base para la realización del presente Concurso (…) y que desde el punto de vista estructural su realización no implique costos adicionales”. Sin embargo, el veredicto recomendó al equipo victorioso, con base en lo arriba señalado, hacer una serie de modificaciones relativas a “reestudiar el Cuerpo Triangular saliente sobre la plaza y los niveles de ésta a fin de mejorar la integración del desarrollo con la Casa Natal del Libertador y estudiar el tratamiento de la fachada sobre el Callejón Linares a fin de permitir una mejor adaptación del pasaje peatonal entre el conjunto de edificaciones a remodelar y el nuevo edificio”.

5. Dibujo de Carlos Raúl Villanueva en el que, como miembro del jurado del concurso, muestra el pasaje que sugiere para conectar el Palacio Municipal con la Plaza Bolívar.

Cierra el dictamen del jurado dando una serie de Recomendaciones Finales de orden urbano a los promotores del Concurso con la finalidad de lograr una efectiva integración de la solución escogida con el Centro Tradicional e Histórico de la Ciudad tales como: “el control de las edificaciones de las cuatro manzanas circundantes (…), proceder a la remodelación de las edificaciones adyacentes al Centro Municipal (…), lograr una comunicación peatonal cubierta entre la plaza de la solución ganadora y el edificio tradicional del Concejo Municipal y la Plaza Bolívar (…)”, y contemplar en el diseño “el desafío y oportunidades que ofrece el sitio, dentro de un contexto cuyas condiciones respondan a una planificación general urbana en donde cabe destacar entre otras las conexiones subterráneas del conjunto con el sistema de transporte masivo…”.

Este concurso, sin duda, sirvió para impulsar la carrera profesional de los principales integrantes del equipo ganador (Gómez de Larena, Fuentes y Benacerraf), quienes en 1976 obtienen el Premio Nacional de Arquitectura otorgado en la VI Bienal con la Torre Europa, que tuvo como claro precedente el Centro Comercial Bello Monte (1970) el cual ya había sido distinguido con el Premio Municipal en la V Bienal. Por su parte, Gómez de Llarena y Fuentes, egresados de arquitectos en 1967 y 1965, respectivamente, ya habían coincidido previamente trabajando como estudiantes en las oficinas de José Miguel Galia, Martín Vegas Pacheco, Walter J. Alcock y el propio Benacerraf (algo mayor que ellos) con quien se asocian en 1969. Lamentablemente la propuesta ganadora para el Edificio Sede del Palacio Municipal del Distrito Federal no se construyó y el sector sujeto a intervención quedó sin contar con una solución que hubiese impulsado la dignificación de los espacios involucrados y que hoy aún están aquejados por los problemas que hace más de 47 años se buscaba enfrentar.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal. Revista Punto 40-41 (enero-marzo 1970)

1, 2, 3, 4 y 5. Revista ARQUITECTURA, Publicación mensual del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, año 14, nº 158, febrero 1972

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 80

Venezuela desde etapas muy tempranas de su vida republicana sintió la necesidad de participar en eventos que, bajo la categoría de Exposiciones Universales o Ferias Internacionales, se desarrollaron primordialmente en Europa y Estados Unidos donde la cita tenía mucho de comercial e industrial con una cierta dosis cultural. Entre 1862 y 1888, acorde con las tradición del momento y con las limitaciones económicas del país, éste comparte hasta por 13 veces una gran nave en la que se aglutinaban otras tantas representaciones nacionales intentando cada una destacar por la calidad de sus productos, la particularidad de sus costumbres, el exotismo de su folklor, el talento de sus artistas o la inventiva de sus creadores. Se trató, por lo general, de representaciones discretas, organizadas por pequeñas comisiones designadas por los gobiernos de turno “conformadas por científicos y comerciantes, la mayoría de ellos extranjeros radicados en el país, quienes conocen de cerca los códigos y criterios de los que más tarde contemplarían y juzgarían las muestras” y en los que se buscaba cumplir con decoro el compromiso de dejar en alto al país o en palabras del Ilustre Americano “no hacer un papel ridículo”, cosa que muy pocas veces ocurrió, tal y como relata Orlando Marín en La nación representada. La arquitectura de los pabellones de Venezuela en las exposiciones internacionales durante el siglo XIX (2006), texto fundamental (como hemos señalado varias veces) para entender esta temática.

Así, diluida en enormes espacios de carácter industrial (verdaderos protagonistas de los eventos), sumida en el uniforme espectro que para los europeos se empezaba a conocer como la América Hispana, vemos como Venezuela se esfuerza por organizar los diversos “muestrarios” que irán a Londres (1862), Paris (1867), Viena (1873), Bremen (1874), Santiago de Chile (1875), Filadelfia (1876), París (1878), Atlanta (1881), Venecia (1882), Buenos Aires (1882), Edimburgo (1884) y Londres (1884), hasta que hace acto de presencia por primera vez con un pabellón propio en la Exposition Universalle de Paris (1889) diseñado por el arquitecto francés Edmond-Jean-Baptiste Paulin (ver Contacto FAC nº 13, 05/02/2017).

El debate entre si el peso de la representatividad nacional en una exposición o feria recae sobre el contenedor, sobre el contenido o más bien si se trata de una responsabilidad compartida, o la discusión sobre la interpretación dada a “lo nacional” por los arquitectos venezolanos y en muchos casos extranjeros que han asumido los respectivos proyectos, recorrerá desde ese momento la historia de nuestra arquitectura hasta el día de hoy, con la excepción hecha de nuestra presencia en Osaka (1970), Lisboa (1998), Zaragoza (2008) y Milán (2015) donde el país vuelve a ocupar el interior (compartido) de una gran nave.

Sin embargo, es quizás la participación en Expo Lisboa 98 la que, por su impacto, calidad y repercusiones en cuanto a los temas que incorporó al debate arquitectónico del momento, la que mayor relevancia ha tenido entre las que se han ubicado en un contenedor compartido. Un render (elaborado por Ricardo González M.) de la propuesta ganadora del Concurso Nacional de Proyectos Creativos convocado por la Cancillería en 1996, presentada por el equipo AE + Arquitectura conformado por los jóvenes Matías Pintó, Ricardo González M. y Roberto Weil, ilustra nuestra postal del día de hoy.

El concurso convocado para proyectar el “pabellón” de Lisboa llevaba implícitas varias condiciones que lo determinaban de inicio: la primera era su adscripción a la temática general de la exposición dedicada a la celebración de “Los océanos como patrimonio del futuro”; la segunda era la necesidad de aprovechar de la mejor manera posible el espacio interior (de aquí la dificultad de la denominación “pabellón”) otorgado dentro de la Zona Internacional sur de la Expo (10.000 pies cuadrados equivalentes aproximadamente a 1.000 metros cuadrados); y la tercera, quizás la más retadora, era la incorporación del uso de la realidad virtual y la tecnología multimedia para lograr un efecto que dejase en la retina de los visitantes una impresión imborrable del país. Es por esta razón que la mejor manera de apreciar el impactante resultado final obtenido (limitada aún contra lo que debió ser el recorrido en vivo) no es otra que observar el video alojado en youtube (https://www.youtube.com/watch?v=dYaILl5pLQY).

Arquitectura HOY dedica su número 201 (2 de mayo de 1997), coincidiendo con la celebración de la salida cinco años antes del número 1 consagrado al Pabellón de Sevilla, a la presentación  del proyecto ganador por parte de AE + Arquitectura, y el 202 (9 de mayo de 017) a dos aproximaciones críticas al mismo firmadas por Alfredo Caraballo (“De la piedra a la letra, de la letra a la imagen”) y Alberto Sato (“Transitar por el borde”), cuya lectura recomendamos ampliamente para ampliar no sólo la información sino el impacto que en lo discursivo produjo esta experiencia.

De la memoria publicada por los ganadores se puede extraer lo siguiente: “El ciclo hidrológico será el eje conductor de la muestra que presentará el Pabellón de Venezuela, ordenando así las salas y sus contenidos con base en tres atmósferas: la lluvia, el río y el mar. Tres nociones que fundamentan un ciclo en la historia, de pasado a futuro; un ciclo geográfico que se inicia en la selva tropical lluviosa, presenta una retrospectiva de la Orinoquia y los ejes fluviales más importantes para termina en la enorme riqueza de la costa venezolana frente al mar Caribe y el océano Atlántico; un ciclo de recorridos por nuestra diversa cultura y el desarrollo del país.

Una experiencia ininterrumpida y fluida, a través de un recorrido de 20 minutos en un área de casi 1.000 metros cuadrados de exposición, que permitirá el acceso de dos grupos de 150 visitantes, para un máximo de ocupación simultánea del recinto de 300 personas aproximadamente. (…)
El orden de las imágenes se encuentra basado en un guión cíclico de múltiples lecturas y temas:

a.- Un recorrido hidrológico: del cielo al fondo el mar.

b.- Un recorrido geográfico: de la Guayana al mar Caribe.

c.- Un recorrido histórico: del pasado al futuro.”

La ficha técnica que acompaña el video arriba señalado precisa que el “pabellón” obtuvo una Mención Honrosa de parte del Comité de la Expo. Así mismo da cuenta de que el importante acompañamiento musical que tuvo estuvo a cargo del compositor y músico electrónico caraqueño Miguel Noya, siendo la firma española Sono la responsable de “la producción audiovisual y la instalación de monitores, proyectores, grandes proyectores de vídeo de gran contraste, que ofrecían un impactante audiovisual multi-pantalla.”

Para acercarnos en lo posible a la puesta en escena definitiva habría que apelar de nuevo a la ficha técnica:

“En la primera sección del Pabellón, la selva tropical es interpretada como un laberinto donde paredes de vidrio de doble cara cuelgan del techo y revelan imágenes satelitales del paisaje venezolano. Los pasajes entre las paredes ofrecen diferentes paisajes sonoros como lluvia continua, voces de diferentes grupos étnicos venezolanos y ritmos urbanos.

La segunda sección del Pabellón presenta una abstracción de la belleza y el poder de los ríos venezolanos. Es un espacio tipo túnel que presenta una pared de vídeo con altavoces a intervalos a lo largo de su longitud. En continuo flujo, los contenidos audiovisuales expresan el flujo perpetuo y la energía de los ríos.

La tercera sección, que representa el mar, combina un paisaje sonoro tridimensional de grabaciones binaurales con un entorno visual espectacular. Las imágenes de video en una pantalla de 105 pies de largo por 20 pies de altura se duplican ad infinitum por los espejos colocados en el extremo y fondo de la pantalla. La combinación de la edición de vídeo y la ingeniería de audio crea un efecto mágico; para el espectador inmerso en los sonidos reverberantes de los paisajes acuáticos, imágenes panorámicas y caleidoscópicas de los magníficos mundos submarinos de Venezuela y las impresionantes playas y vistas aéreas de los micro y macrocosmos del país, la experiencia se acerca a lo místico.”

Tan alejada y a la vez tan cercana a las elementales experiencias decimonónicas, el montaje del “pabellón” de Lisboa 98 permitió despejar exitosamente las dudas que Alberto Sato colocaba sobre la arriesgada y valiente experiencia asumida por los jóvenes arquitectos venezolanos. En efecto, en Lisboa se alcanzó a plenitud el “valor de la transliteralidad, de la posibilidad de trasponer los límites disciplinares e indagar desprejuiciadamente sobre los sistemas cibernéticos y, más allá de su novedad se (logró) experimentar (con) la inmaterialidad o virtualidad como dimensión de la arquitectura.”  También abrió un debate que hoy en día luce asumido como parte integral del discurso arquitectónico y que Alfredo Caraballo dejó suspendido en la siguiente pregunta (aún vigente): “¿cómo materializar con la arquitectura, que es locación por naturaleza, una cultura caracterizada por la imagen y los media, que son ubicuos por naturaleza?”.

ACA

Procedencia de las imágenes

Todas, excepto las páginas centrales del nº del nº 201 de Arquitectura (2 de mayo de 1997), http://www.managualab.com

¿SABÍA USTED…

… que el año 1898 el Instituto Nacional de Bellas Artes (antigua Academia de Bellas Artes de Caracas), propone como tema para el Segundo Certamen Anual de la sección de Arquitectura el diseño de un Pabellón para Venezuela en la Exposición Universal de París de 1900?

1. Plano práctico de la Exposición Universal de París, 1900, que era entregado como souvenir

Luego de haber logrado hacer acto de presencia en las ferias internacionales de París (1889) y Chicago (1893) con pabellones propios (aunque encargados a sendos arquitectos extranjeros, franceses en particular -ver Contacto FAC números 13 y 19 del 05/02 y 19/03/2017, respectivamente-), el gobierno venezolano encabezado por el General Ignacio Andrade empieza a adelantar en 1897 los trámites para volver a decir presente en la capital de Francia, que estaba organizando por quinta vez una Exposición Universal con la excusa en este caso de abrir por todo lo alto el siglo que en próximamente se iniciaba.

2. Exposición Universal de París, 1900. Vista panorámica

Se trataba el de París 1900 del evento de esta naturaleza que ocuparía la mayor extensión de los realizados en Europa hasta entonces: 136 hectáreas. A los tradicionales lugares donde se habían venido realizando los anteriormente organizados (Campos de Marte, Trocadero y sus jardines y Explanada de los Inválidos), se suman la Plaza de la Concordia, los corredores dispuestos a ambos lados del Sena y parte del Bosque de Vicennes donde ese mismo año se organizaron los segundos Juegos Olímpicos de la edad moderna.

Más próxima a la Exposición Colombina de Chicago (1893) que a la de París (1889) (catalogada esta última como “exposición de ingenieros”), en 1900, donde los arquitectos toman la batuta, se impone un eclecticismo que apela a la fusión de diferentes estilos históricos logrados maquillando con yeso la nobleza de los elementos estructurales de concreto (para entonces un material en experimentación) y acero que servían de soporte a las diversas edificaciones. Sólo la presencia del art nouveau de la mano de Horta, Berlage, Olbrich y Van de Velde se mostrará como corriente acorde a su época opuesta al frenesí ornamental que buscaba dar rienda suelta a la imaginación de los más variados proyectistas. Valga añadir como dato que la estación de Orsay (hoy Museo de Orsay), el Petit Palais, el Grand Palais y el puente Alejandro III fueron construidos para celebrar la exposición universal.

3. Exposición Universal de París, 1900. El Chateau d’Eau, diseñado por los arquitectos Eugène A. Henard y Edmond J. B. Paulin y la gran plaza que lo antecedía

Con la ayuda, una vez más, del documentado trabajo final de grado del arquitecto Orlando Marín, con el que egresó de la Maestría en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo de la FAU UCV en 2006 (a la venta en formato digital a través de http://www.edicionesfau.com), hemos podido conocer cómo las gestiones que garantizarían la participación de Venezuela en París se inician desde el Despacho de Fomento de mano del ministro A. Riera a finales de 1897, quien solicita apoyo de la Cancillería para que a su vez oficie al Agente Diplomático de Venezuela en Europa, General Juan Pietri Franceschi, para “…estudiar, durante su permanencia en Francia y con vista de las ventajas que ofrece el terreno destinado a la Exposición, la manera de construir bajo favorables condiciones un edificio de área regular para la Sección Venezolana, mediante contrato o estipulación formal con un ingeniero especialista”.

Además, se señalaba expresamente en la misiva la importancia de contar con un edificio “con una sola cubierta y de fácil armazón y desmontadura, a fin de que pueda transportarse a Caracas, una vez concluida la Exposición y ser levantado en un sitio escogido al efecto donde sirva de ornato a la par que de utilidad”. Como se verá, aspiraciones genuinas que han acompañado siempre con sus más y sus menos la realización de edificaciones de este tipo.

Con respecto a la identificación de la pieza no se toma partido por ningún estilo arquitectónico determinado, volviendo (como en Chicago) a cobrar peso en la decoración del edificio la realización de “… dos estatuas ecuestres, la de Bolívar y la de Miranda, de tamaño proporcionado a la obra, y puestas en la parte del frontis que se juzgue más adecuada a las necesidades de la perspectiva”.

Sin duda, tan precisa manera de abordar institucionalmente el compromiso genera inquietud y expectativas en el ambiente profesional venezolano. Pero lo curioso es que, particularmente, cinco meses después de la resolución del Gobierno, haya sido desde el Instituto Nacional de Bellas Artes (anteriormente Academia de Bellas Artes de Caracas) desde donde se toma la iniciativa de asumir como tema para el segundo Certamen Anual de la sección de arquitectura el diseño del Pabellón de Venezuela para la Exposición Universal de París de 1900.

Cabe destacar que estos “certámenes” o concursos, cuyo régimen se establece dentro del Instituto Nacional de Bellas Artes mediante disposición emitida por el Ministerio de Instrucción Pública en 1897 para cada uno de los ramos que allí se enseñaban, como bien señala Marín “si bien (…) no incluían premios en metálico, sí aseguraban el reconocimiento público, ya que las obras premiadas se dan a la publicidad a través de exposiciones, notas de prensa y en la propia Gaceta Oficial”.

Para conocer mejor el rol jugado por el mencionado Instituto en la formación de arquitectos a finales del siglo XIX, remitimos al ensayo “Del académico retórico al profesional pragmático” de Ciro Caraballo Perichi (aparecido en el Boletín del CIHE, nº 27, diciembre 1986, disponible también a través de www.edicionesfau.com). Pero para apreciar el énfasis de la enseñanza que se impartía nada mejor que conocer, por un lado, los requisitos que se fijaron y, por el otro, observar los trabajos premiados tras el concurso.

En cuanto al programa del edificio y exigencias de presentación Marín recoge de la Gaceta Oficial nº 7.268, Caracas, 16/03/1898, lo siguiente: “El edificio además de las salas de exposiciones de los productos nacionales y de arqueología, etnografía, etc., tendrá una sala especial para exhibición de pinturas y de esculturas.
Se exigen los dibujos siguientes:

La fachada principal en la escala de 2 cm. por metro. Las plantas, las fachadas laterales y los cortes en la escala de 1 cm. por metro. Los dibujos serán lavados.”

4. Proyecto participante en el certamen del Instituto Nacional de Bellas Artes para el Pabellón de Venezuela en la Exposición Universal de París, 1900. Ing. Mariano Herrera Tovar, 1898
5. Proyecto que obtiene el “accesit” en el certamen del Instituto Nacional de Bellas Artes para el Pabellón de Venezuela en la Exposición Universal de París, 1900. Ing. German Stelling, 1898
6. Proyecto ganador en el certamen del Instituto Nacional de Bellas Artes para el Pabellón de Venezuela en la Exposición Universal de París, 1900. Ing. Octaviano Urdaneta Larrazabal, 1898

Los cinco proyectos que optaron a hacerse acreedores al premio son presentados “cuatro meses después de la convocatoria”, resultando ganador, de acuerdo al jurado especial presidido por el Director del Instituto (Emilio J. Mauri), el presentado por Octaviano Urdaneta Larrazábal (bajo el seudónimo A.F.), recibiendo mención especial o “accésit” el entregado por Germán Stelling (identificado como Osiris). Sus dibujos publicados con otra tercera propuesta del ingeniero Mariano Herrera Tovar en el nº 161 (01/09/1898) de El Cojo Ilustrado son los que acompañan esta nota, evidenciándose “la aplicación de los métodos y temas compositivos del academicismo francés”.

Por su parte, el diseño de Urdaneta se inspira en la arquitectura islámica (asemejándose su imagen a la de una mezquita) y, por la suya, el de Stelling responde a la ortodoxia neoclásica. Ambas desatienden la posibilidad de contar con una edificación “de fácil armazón y desmontadura” mostrándose claramente como piezas sólidas pensadas constructivamente bajo métodos absolutamente tradicionales, todo lo cual le permitirá a Marín afirmar que “los ingenieros venezolanos dejan a un lado el disciplinamiento científico universitario cuando entran en los talleres del Instituto y asumen plenamente su traje de arquitectos-artistas, dispuestos a ensayar las formas que deberían exhibir no sólo los monumentos representativos de la nación más allá de su frontera, sino también las obras públicas de las que todavía carecía el país”.
Experiencias académicas aparte, finalmente el Gobierno venezolano no tomó ninguna decisión que se sepa con relación a la contratación del proyecto y construcción del pabellón en París, pese a la antelación con que se habían llevado a acabo las gestiones. También es bueno reconocer que las mismas, de haberse efectuado, hubiesen sido “desautorizadas a partir del 21 de octubre de 1899, cuando la llamada ‘Revolución Liberal Restauradora’, acaudillada por el general andino Cipriano Castro, toma Caracas, derroca a Andrade y asume el poder, tras una marcha de cinco meses iniciada en la frontera colombo-venezolana.” Con este intento fallido se cierra la corta saga de sólo dos pabellones representativos de Venezuela erigidos durante el siglo XIX, culminada en Chicago 1893. Sin embargo, a pesar de que es sólo en 1937 (tras la aparición previa en diversos eventos) cuando aparece la posibilidad de apreciar el primer pabellón representativo de nuestro país a cargo de arquitectos nativos, a partir de entonces comenzará otra interesante etapa en la que poco a poco los profesionales venezolanos se harán cargo de sus respectivos diseños.

ACA

Procedencia de las imágenes

1. https://proyectoidis.org/exposicion-universal-de-paris-de-1900/

2 y 3. https://es.wikipedia.org/wiki/Exposici%C3%B3n_Universal#/media/Archivo:Le_Chateau_d’eau_and_plaza,_Exposition_Universal,_1900,_Paris,_France.jpg

4, 5 y 6. El Cojo Ilustrado, nº 161, Caracas, 1/9/1898

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 77

“Caracas ha necesitado hace años de un centro cultural que estuviese en relación con el enorme desarrollo de la ciudad. Se piensa en la actualidad situar este centro hacia la parte final de la Avenida Bolívar, integrando en esa área los ya existentes Museos de Bellas Artes y de Ciencias Naturales, la Escuela de Artes Plásticas y un conjunto de nuevos edificios, tales como el Planetarium, la Biblioteca Nacional y otros similares”.

1. Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional. Localización inicial donde se propusieron los trabajos entregados


Con este texto y varios diagramas que colaboran a ubicar el sitio destinado al “centro cultural” en general y la “Biblioteca Nacional” en particular (al sur de los museos, como remate de la avenida Bolívar, colindando al este con el parque Los Caobos y coincidiendo con el emplazamiento actual del complejo Teresa Carreño), el nº 16 de la revista Integral -1959- (el que casualmente marcó la desaparición de esta importante publicación periódica), dedica un generoso espacio a mostrar las cuatro propuestas presentadas en el concurso de anteproyectos destinados a esta importante obra, organizado por el Ministerio de Obras Públicas el año 1958 en momentos en que se comenzaban a respirar nuevo aires democráticos en el país.

2. Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional. Propuesta del equipo integrado por los arquitectos Guido Bermúdez y Pedro Lluberes. Maqueta
3. Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional. Propuesta del arquitecto Erasmo Calvani. Maqueta
4. Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional. Propuesta ganadora presentada por el equipo integrado por los arquitectos Julián Ferris, Carlos Dupuy y Jaime Hoyos. Maqueta

Los equipos participantes integrados por Guido Bermúdez y Pedro Lluberes; Erasmo Calvani; Julián Ferris, Carlos Dupuy y Jaime Hoyos como arquitecto colaborador; y José Miguel Galia con Richard Banggeli, ofrecen a través de las soluciones presentadas la oportunidad de detectar la adscripción a los paradigmas del momento mediante diferentes maneras de organizar un edificio que, programáticamente, demarcaba con claridad la existencia de elementos funcionalmente característicos: salas de lectura, depósitos de libros, oficinas administrativas y de personal técnico especializado, áreas públicas complementadas con actividades culturales, zonas de servicio y estacionamientos.

5. Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional. Propuesta del equipo integrado por los arquitectos José Miguel Galia y Richard Banggeli. Perpectiva

Las propuestas de los tres primeros equipos señalados apelan a la utilización del cuerpo que contendría el depósito de libros como elemento vertical que pudiese fungir de identificación del conjunto y remate visual al eje de la avenida Bolívar, el cual se ve acompañado, con matices, por un cuerpo bajo (compacto o a su vez subdividido en piezas o bloques funcionales), que contendría el resto de las actividades de la biblioteca, destacándose en general el sector en que se localizarían las salas de lectura. Si la opción de Bermúdez-Lluberes se decanta por desarrollar una propuesta donde se exploran diversas soluciones estructurales asociadas a las partes que forman el conjunto, que la dotan de una expresividad propia donde priva la fragmentación, y la de Calvani apela a la articulación de tantos volúmenes como funciones reconocibles posee el programa con la aspiración de que el cuerpo más alto se convierta en una especie de puente sobre un jardín, la de Ferris-Dupuy y Hoyos toma partido por la severidad compositiva, el equilibrio y buena proporción de las partes que la conforman reforzando un claro juego entre horizontalidad y verticalidad, amén de tratar con absoluta sobriedad las superficies que las envuelven. Sólo el cuarto equipo (Galia-Banggeli) apuesta a una solución totalmente horizontal controlada por una rasante superior, integrada más bien al parque que tiene como vecino, trabajada explotando al máximo su riqueza espacial interior, donde los libros en depósito se ocultan y ubican en sótanos minimizando su importancia como elemento visualmente resaltante.

Resultó ganador de la contienda el anteproyecto presentado por Julián Ferris, Carlos Dupuy y Jaime Hoyos (cuya maqueta fotografiada ilustra la postal del día de hoy), que suma a lo ya señalado el hecho de haber colocado la torre del depósito de libros como remate de la avenida Bolívar en franca orientación este-oeste (recordando, sin duda, el planteamiento hecho por Villanueva para la Biblioteca Central de la UCV), de generar como contrapunto a ella el volumen cuadrado de la hemeroteca y de desarrollar el cuerpo bajo que los articula adaptándose al declive que se produce hacia el Parque Los Caobos.

6. Julián Ferris, Carlos Dupuy y Jaime Hoyos. Propuesta ganadora del Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional en su nueva localización. Plano de conjunto

Posteriormente, una vez comenzado el desarrollo del anteproyecto, la localización de la Biblioteca Nacional se altera (ver “Nueva Biblioteca Nacional. Arquitectos Julián Ferris h. Carlos Dupuy y Jaime Hoyos” en la revista Punto nº 2, marzo 1961). El nuevo lote, siguiendo la propuesta de la “Oficina Municipal de Planeamiento Urbano”, se mantiene dentro del sector denominado como “conjunto cultural”, y se ubica al noreste del Museo de Bellas Artes, colindando ahora al sur con el Parque Los Caobos y accediéndosele desde lo que hoy se conoce como el bulevar Amador Bendayán (calle real de Quebrada Honda). Si bien las condiciones contextuales varían no así el esquema y disposición de los volúmenes del conjunto al cual se añade como componente adicional el edificio para el “Archivo Nacional”, el cual se ubica (sujeto a ser desarrollado posteriormente) hacia el norte sobre la avenida Libertador y se articula con la biblioteca a través de una plaza que contendría un estacionamiento en el subsuelo ampliando la capacidad del originalmente planteado, manteniéndose, sin embargo, la independencia de cada uno.

7. Julián Ferris, Carlos Dupuy y Jaime Hoyos. Propuesta ganadora del Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional en su nueva localización. Planta baja
8. Julián Ferris, Carlos Dupuy y Jaime Hoyos. Propuesta ganadora del Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional en su nueva localización. Fachadas
9. Julián Ferris, Carlos Dupuy y Jaime Hoyos. Propuesta ganadora del Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional en su nueva localización. Fachadas
10. Julián Ferris, Carlos Dupuy y Jaime Hoyos. Propuesta ganadora del Concurso de anteproyectos para el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional en su nueva localización. Maqueta

La sensación de que simplemente se procedió a implantar casi literalmente la propuesta ganadora del concurso, respetando únicamente criterios de orientación sin recoger las variables que el nuevo entorno sugería tomar en cuenta, debilita enormemente esta segunda versión de tan importante edificio una vez que sale de nuevo a la palestra, más allá de que la programación haya sido aumentada por el M.O.P. y se haya adaptado a las recomendaciones técnicas provenientes  de “diversas fuentes especializadas”. Finalmente, transcurrido el tiempo, el proyecto de Ferris, Dupuy y Hoyos, como dicta la tradición en Venezuela, no se construyó. En los dos lugares donde fue ubicado inicialmente se desarrollaron actividades culturales de otra índole una de las cuales (el Teatro Teresa Carreño) fue objeto de un concurso posterior. Cuando se decide retomar la idea de realizar los edificios para la Biblioteca Nacional y el Archivo General de la Nación se incorporan a la propuesta hecha por Tomás José Sanabria para el Foro Libertador (1973-1993), próximos al Panteón Nacional, sin que conozcamos el por qué se dejaron de lado los ganadores en buena lid del concurso inicialmente convocado a la hora de llevar a cabo la realización de los correspondientes proyectos. Pero esto forma parte de una historia que pertenece a un contexto diferente al que nos interesa.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal, 1-5. Revista Integral, nº 16, 1959

6-10. Revista Punto, nº 2, marzo 1961

CONCURSOS DE ARQUITECTURA EN VENEZUELA

Hotel Miramar, Macuto, Litoral Central, 1925

1. Fachada principal del proyecto ganador elaborado por Alejandro Chataing

En nuestro afán por reconstruir una cronología de los concursos de arquitectura realizados en Venezuela, del que quizás se tienen datos más fehacientes que permitan asegurar, si no su carácter inaugural, al menos su condición de primera competencia abierta a los profesionales del país, es el que dio como resultado el proyecto y construcción entre 1925 y 1928 del hotel Miramar, Macuto, obra de Alejandro Chataing (1873-1928).
Las expectativas que se generaron en torno a la convocatoria para el concurso del “Miramar” no eran pocas. Con la construcción del hotel se buscaba dar inicio de manera firme, tras la experiencia del balneario termal de San Juan de los Morros, a la política oficial de turismo con la que el alto gobierno se encontraba muy comprometida. La apuesta en este caso se dirigió a ofrecer una instalación moderna sobre la playa, particularmente en la población de Macuto (que ya contaba con una tradición vinculada a la recreación y esparcimiento desde la época de Guzmán Blanco y a la que se le habían hecho importantes inversiones para el mejoramiento de los servicios), cuya proximidad a Caracas se había visto beneficiada, además, por la mejora de las comunicaciones terrestres.
Como señala Ciro Caraballo Perichi en Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (Corporación de Turismo de Venezuela, 1993), un promotor privado, personificado en este caso ni más ni menos que por el propio Benemérito General Juan Vicente Gómez, adquiere “en los primeros meses de 1925 un importante lote de terrenos baldíos al este del poblado de Macuto, de suave pendiente y ubicados con un amplio frente a la playa. Dichos terrenos habían formado parte de la llamada ‘Estancia Eraso’ (…) En el sector central del lote se delimitó un área destinada a la construcción de un hotel, el terreno fue ampliado hacia el sur con una nueva compra realizada en 1927, cuando ya estaba en construcción la edificación, alcanzando un área total de 28.000 m2”.
Dentro de la ambigua calificación que lo colocaba como “un Concurso oficial para un hotel privado”, dado que el propietario de los terrenos y principal inversionista era el “Benemérito”, Caraballo rescata de la prensa de la época (nota aparecida en 1925 en el diario El Sol, Caracas 31 de julio de 1930), cómo ”por disposición del Presidente de la República, el Ministerio de Obras Públicas abrió un concurso entre los ingenieros y arquitectos venezolanos para la formación de un proyecto de hotel en Macuto de carácter tropical moderno”. El llamado se hace el 29 de julio de 1925 y se ofrecía como premio al ganador la contratación de la obra.
Se informó poco sobre las bases salvo las características topográficas del terreno y el número total de habitaciones que contemplaría el programa, ochenta, “de las cuales al menos unas tres cuartas partes debería contar con baño privado incorporado a los espacios del dormitorio”. La fecha de entrega fue fijada para el mes de octubre y debían consignarse láminas con las plantas, secciones y fachadas “además de dos sobres cerrados, uno con el presupuesto para la realización de las obras y otro con la indicación del seudónimo”. Como se ve, el concurso fue montado y organizado siguiendo unas pautas que poco se diferencian de las que por años han privado en la realización de este tipo de eventos, al menos, en nuestro país.
Finalmente se consignaron quince proyectos siendo seleccionado ganador el presentado por el ya para entonces experimentado arquitecto Alejandro Chataing bajo el seudónimo “Miramar”: un total de seis planos, ajustándose a un presupuesto para su construcción inferior a la elevada suma de dos millones de bolívares que no incluía previsión para el mobiliario y el equipamiento. “De los otros proyectos (cuyo material se encuentra en el Archivo General de la Nación) sólo se conservan las páginas correspondientes a las memorias descriptivas, pero no así las láminas”, aclarará Caraballo.

2. Propuesta presentada al concurso por el arquitecto Rafael Seijas Cook, 1925

Posteriormente el “arquitecto-poeta” Rafael Seijas Cook publicará en Élite nº 30 del 10 de abril de 1926 un boceto (isometría) de lo que fue la idea presentada “para un Hotel Tropical” siendo el único testimonio gráfico adicional con que se cuenta de parte del resto de los participantes en el certamen.
Las garantías de que el proyecto ganador llegara a feliz término hasta su construcción las otorgaba el hecho de que Chataing, quien para la fecha tenía 52 años de edad, contaba con una dilatada obra realizada (recordemos que desde muy joven se convirtió, durante el mandato de Cipriano Castro -y luego en el de Gómez- en el “gran constructor del régimen”) y, en particular, dos hoteles: uno que no pasó de la etapa de proyecto (el “Hotel del Paraíso”, 1913) y otro construido en Caracas (el Palace, 1923). También Chataing garantizaba el poder alcanzar la aspiración de contar con una moderna instalación adaptada a las condiciones del contexto ya insinuada en las imágenes de la propuesta presentada a concurso.

3. Hotel Miramar. Vista aérea. 1938


Colaboraron con Chataing en el desarrollo y construcción de la obra el joven ingeniero Luis Bello Caballero y su hijo, el por entonces estudiante del último año de ingeniería en la UCV, Luis Eduardo (a la postre primer director de la Escuela de Arquitectura luego de su creación en 1941).

4. Hotel Miramar. Vista exterior
5. Hotel Miramar. Planta baja


Sobre el “Miramar” se ha destacado su condición de obra ecléctica enmarcada dentro de la tradicional actitud asumida por Chataing a lo largo de su trayectoria. También su alejamiento en cuanto a la utilización de elementos de inspiración clasicista (o en todo caso historicista) presentes en sus más destacados edificios, inclinándose en este caso más bien hacia la preeminencia del peso de la volumetría por sobre la ornamentación aplicada puntualmente acudiendo a elementos formales del art nouveau. Su planta cruciforme compuesta por cuatro alas diagonales que, siguiendo una estricta pauta académica, parten de un patio central circular rodeado por un corredor octogonal, logra solventar el aprovechamiento máximo de las visuales al mar. Resuelto programáticamente en dos plantas (en la baja se ubican al norte el acceso, las áreas sociales y de servicios, y al sur habitaciones destinándose la planta alta sólo a aposentos que comparten un cómodo balcón), disponía además de una terraza con torretas visitables y un semisótano. Poseía ascensor, teléfono, agua corriente, excelente y confortable mobiliario, espacioso bar, un comedor en la terraza, otro comedor de gala para 400 comensales servido con vajillas de plata, una amplia cocina provista de cavas, neveras, y para la recreación, además de tener la cercanía del mar, una piscina de agua salada, billares y cancha de tenis. Contó, también, al momento de su apertura, como indica Ciro Caraballo, con “equipamiento yankee” y “personal suizo” que aseguró, bajo la dirección de O.P. von Siebenthal-Rissegg y un completo grupo de profesionales que lo acompañó, la formación del personal criollo que luego lo atendería.

6. Hotel Miramar. Salón comedor


El “Miramar”, abierto al publico por todo lo alto el 1 de abril de 1928 (acto al que no asistió su propietario siendo representado por altos personeros del gobierno, y al que si hizo acto de presencia el arquitecto y se dio cita lo más granado de la sociedad caraqueña), fue vendido por el “Benemérito” a su entrañable amigo el Coronel Roberto Ramírez el 14 de mayo y este a su vez a la nación venezolana el 25 de mayo, mediando en ambos casos significativos niveles de ganancia.
Desde la misma inauguración el hotel alcanzó a cubrir todas las expectativas que se habían generado en torno a él, viviendo un período de esplendor que abarcó alrededor de 20 años entrando en una etapa de decadencia que culminó con su cierre como instalación en 1958 y posterior abandono hasta el lamentable estado en que se encuentra en nuestros días pese a haber sido declarado como Monumento Histórico Nacional en 1994. Uno tras otro han fracasado los intentos por recuperarlo, reciclarlo o bien restaurarlo como bien patrimonial hasta el punto de desconocerse al día de hoy su destino definitivo siendo el último episodio de su agonía el desmoronamiento de las torretas ubicadas en el nivel terraza.

7. Hotel Miramar. Penosa situación en la que se encontraba en noviembre de 2017


Su condición de “hotel moderno, con moderna administración puesto al servicio de los turistas y nacionales que visitaran el legendario balneario de Macuto” punto de partida de lo que sería “el intento primigenio del Estado venezolano por estructurar una red hotelera turística nacional, la cual alcanzaría sus concreciones más significativas durante los años treinta”, fue además la última obra de Chataing quien fallecería a los 15 días de su inauguración.
Sin duda, el “Miramar” se trata de una pieza clave para entender los albores de la modernización del país, la madurez en la trayectoria del más importante arquitecto venezolano que cabalgó entre los siglos XIX y XX y el interés siempre presente y siempre inconstante por hacer del turismo un puntal de la economía venezolana que comenzaba a ser avasallada ya desde entonces por el petróleo.

ACA

Procedencia de las imágenes

1 y 3. https://www.instagram.com/caracasretrospectiva/

2 y 5. Caraballo Perichi C.; Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista, 1993

4. Colección Crono Arquitectura Venezuela

6. https://twitter.com/tachirense89/status/753692480227377152

7. https://iamvenezuela.com/2017/11/hotel-miramar-de-macuto-estado-vargas/