LAS PUBLICACIONES DE EDICIONES FAU UCV

Ese rincón sonriente

Ramón León

Ediciones FAU UCV

2008

Con Ese rincón sonriente fue posible cristalizar el empeño de la familia de Ramón León Camejo (1936-2001), arquitecto (egresado de la UCV en 1965), artista plástico, dibujante, y muy querido profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la UCV durante más de treinta años, por rendirle un homenaje post mortem y darle visibilidad a uno de los temas u obsesiones que lo acompañó a lo largo de su vida: la recolección y dibujo de retretes o pocetas convertidos en oportunidad para conformar una verdadera colección de piezas que ubicó (a modo de museo) tanto dentro como en el jardín de su casa “La Leonera”, ubicada en la urbanización caraqueña de Altamira, motivo de la mayor curiosidad para todo el que por allí transitara.
El libro, de 216 páginas tipo paperback, que contó con el diseño y diagramación de su hijo Ramón Armando León quien se sumó al resto de la familia (sus otros dos hijos Jaime Andrés León y María Gabriela León y su esposa Felina Ruiz de León) para cubrir las tareas de producción y corrección de textos, estuvo coordinado editorialmente por Michela Baldi.

Tuvo un tiraje de 500 ejemplares e incorporó escritos de Pedro León Zapata, compañero y amigo durante años con quien dentro de la FAU UCV dirigía el Taller Ventrillón, titulado “Ramón León nos alegró la vida”; de Mariano Goldberg, partícipe junto a León tanto en la actividad docente universitaria como en la laboral dentro del Banco Obrero entre 1962 y 1965, quien aportó “Un día cualquiera en la sección de Diseño en Avance y luego”; y del periodista-escritor Doménico Chiappe, compañero de estudios de Ramón León hijo quien atesoró recuerdo muy vividos de sus visitas a “La Leonera”, plasmados a través de “Crónica del artefacto más cotidiano del mundo”.
El corazón del libro, sin lugar a dudas, son las más de 300 ilustraciones que lo llenan, fascinante manera de encontrarse con la mano prodigiosa de quien las realizó y las múltiples formas como aborda y representa el tema que las aglutina, llenas en buena parte de un agudo sentido del humor donde cada objeto, además de protagonista insólito de una historia, cobra vida propia al ser presentado en múltiples facetas utilitarias complementarias a la que lo define por excelencia.

Su hijo, el también arquitecto Jaime León en https://gramho.com/explore-hashtag/ramonleon nos narra, al referirse a la posibilidad que ofrece Ese rincón sonriente para seguir disfrutando de su maravillosa obra gráfica después de la sentida desaparición física de su padre, cómo el WC se convierte dentro de la publicación en “personaje histórico” en virtud de los diferentes roles que ha jugado en la sociedad desde su invención.

“La idea viene de muchos años atrás cuando se desempeñaba como Arquitecto, recién graduado, en el Banco Obrero (hoy INAVI) donde trabajó en el área de diseño de baños para viviendas. Allí el WC se adueñó del trazo de sus dibujos como un personaje de humor. Este proyecto nace de las manos de su autor hace varias décadas atrás, pero al pasar de los años se convierte en una empresa familiar el objetivo de lograr su publicación.”

Dibujante compulsivo e impaciente de enorme talento (Mariano Goldberg expresará “su mano derecha tenía seis dedos, el sexto tenía aspecto de una pluma y era intercambiable con otros cinco descansando en el bolsillo de la camisa”), que hizo del humor prácticamente una forma de vida, a Ramón León se le recuerda por ser el principal enemigo de la hoja en blanco a la que consideraba siempre una tentación, y por la generosidad con que obsequiaba sus trazos a todo el que se lo solicitara. Jesús Yépez, director y editor de la revista Entre rayas recuerda en https://entrerayas.com/2015/07/feliz-cumpleanos-ramon-leon/ el apoyo que le ofreció en todo momento en los albores de la hoy exitosa publicación para la que realizó la primera portada (1992). También Yépez menciona el dolor que le causaba al Prof. José Balbino León, Coordinador de Postgrado de la FAU UCV, el borrar la pizarra que “Ramoncito” (como cariñosamente se le conocía) dejaba llena de sus dibujos, cada vez que finalizaba una reunión en la que participaba. Junto a Servio Tulio Ferrer protagonizó un interesante proyecto editorial que gracias al Centro de Información y Documentación (CID) de la FAU UCV quedó plasmado en el libro Diseñoterapia (1980), correspondiéndole ilustrar de forma amena e ingeniosa los errores, problemas y fallos de los estudiantes que a través de un trabajo de ascenso Ferrer fue recopilando de su experiencia como profesor de diseño.

Zapata, dando cabida a otra versión de la pasión que por el dibujo Ramón León sentía, inicia el breve homenaje que brinda a su compañero de la siguiente manera: “A Ramón León le gustaba dibujar. No dibujaba para publicar, no dibujaba para exhibir, no dibujaba para ninguna otra cosa que para dibujar, porque le gustaba dibujar. Era un caso singular el del dibujante que hace humor para guardarlo dentro de las hojas de una libreta o en una gaveta de su casa”. También resalta a “otro” Ramón León, “el coleccionista”, al cual destaca desde el hecho de considerar que “esos dibujos que hacía a toda hora, permanentemente, … los hacía para coleccionarlos”, pasando por su “célebre colección de pocetas que era todo lo que se quiera menos humorística”, hasta llegar a la “colección de plumas fuentes, de bolígrafos, de instrumentos para escribir y dibujar. Siempre traía un repertorio de estos instrumentos de manera que según fuera el tipo de necesidad, escribir, dibujar, pasar lista, corregir, rayar así era el tipo de instrumento que extraía del bolsillo de su camisa”.

Dentro de su actividad docente Ramón León formó parte como profesor de Composición Arquitectónica del Taller Carlos Raúl Villanueva y del Taller Galia. Fue también profesor de Métodos de Análisis aplicados al Diseño; Coordinador y profesor de Diseño en la Unidad Docente UNO; profesor y coordinador del Taller de Dibujo Charles Ventrillon y Coordinador del CID FAU UCV y, más allá de los límites de la UCV, profesor de dibujo en el Instituto de Estudios Superiores de Arte Plásticas Armando Reverón y en la Asociación Prodiseño.

Como Artista Plástico, participó en la exposición colectiva “Dibujos contemporáneos” montada en la Sala Mendoza (1973), en individuales en la Sala Ocre y la Galería de Arte del BANAP (1974) y en la Galería El Muro (1986). También estuvo incluido en la exposición “Sepias” (Galería de Arte de la UCV -1986-), “El trópico visto por 33 arquitectos” (FAU UCV -1990-) y “Ecología y Humor” (Ateneo de Caracas -1990-). Obtuvo las siguientes distinciones: Premio para Dibujo, VI Salón de Arte Facultad de Arquitectura UCV; Premio para Dibujo, V Salón Nacional de Dibujo y Grabado, ambos en 1963; Primer Premio de Dibujo, Salón de Arte APUCV, 1978 y 1984. En homenaje a su memoria, en Junio del 2003, es creada la sala permanente “Manchas Vivas de Ramón León” en el Museo Anzoátegui en la ciudad de Barcelona.

Como Ilustrador y Humorista, participó en la elaboración de diversos libros y revistas. De sus publicaciones artísticas destacan la ya mencionada Diseñoterapia, Glosario de términos de Transporte Terrestre usados en Venezuela, Ramón León, Ilustraciones para La Vivienda (Alemo) y Ese rincón sonriente a quien hemos dedicado esta nota.

Como tantos otros caraqueños, de los que ya quedan pocos, Ramón León vivió su infancia en la desaparecida urbanización El Conde a la que siempre tuvo en mente para rescatar del olvido a través de un proyecto editorial que no tuvo la posibilidad de concretar.

Ese rincón sonriente, espacio que para Ramón León estaba ocupado por el inodoro (o cualquiera de sus múltiples denominaciones: escusado, retrete, sanitario, servicio, taza de baño, poceta, váter, wáter, wáter closet o WC), junto a las actividades fisiológicas que con él realizamos, lugar donde todos somos iguales, “invento que nos convirtió en reyes”, ha sido objeto de múltiples estudios y posee su propia historia vinculada a su fin eminentemente utilitario que no ha impedido el desarrollo de piezas con un alto valor estético y de marcado avance tecnológico a pesar de que su funcionamiento difiere poco entre ellas. De origen difuso y disputado por varias civilizaciones desde hace más de 4000 años, se considera que fue Sir John Harrington en 1569 quien fabricó (uno para la Reina Isabel I de Inglaterra y otro para él) un predecesor del inodoro que se vaciaba mediante una válvula. Posteriormente, en 1775, Alexander Cummings patenta el sistema de cierre hidráulico con el tubo en forma de S, convirtiéndose en el primer inodoro, iniciándose con ello su producción en serie. En 1883 Tomas Turifeld fabricó el primer retrete de porcelana incorporando con ello importantes mejoras sanitarias.

Convertido en personaje caricaturizado, el que podría ser considerado como el artefacto más cotidiano del mundo es objeto, gracias a León, de una crónica que abarca sus usos y transformaciones desde su versión más primitiva del hoyo escarbado en el piso hasta aquel que ha colonizado los hogares trastocándose en objeto sentimental y decorativo.

Texto de consulta obligado sobre el tema, así como lo es Cotidiano de Alberto Sato (Debate, 2005), Ese rincón sonriente forma parte del grupo de publicaciones que sin tener un corte estrictamente académico, Ediciones FAU UCV decidió incorporar dentro de su programación del año 2008, por la significación que su autor tuvo dentro de la historia de la institución. Puede adquirirse a través de www.edicionesfau.com.

Como nota adicional valga decir que el 19 de noviembre se celebra  desde el año 2013 a escala internacional, promovido por las Organización de Naciones Unidas (ONU), “El Día Mundial del Inodoro” (World Toilet Day) asumiéndose este año bajo el lema “Cuando la naturaleza llama”, marcando un claro compromiso con el desarrollo sostenible y el saneamiento de 4.200 millones de personas que no cuentan con acceso a lugares adecuados para hacer sus necesidades y mucho menos a redes de cloacas y alcantarillados.

Del portal https://www.worldtoiletday.info/theme/ dedicado al tema extraemos: “Un baño no es solo un baño. Es un salvavidas, un protector de la dignidad y un creador de oportunidades.  Debemos ampliar el acceso a baños seguros y no dejar a nadie atrás. Porque quienquiera que seas, estés donde estés, el saneamiento es tu derecho humano”. El asunto, como se verá, es más serio de lo que parece y este viraje tendría muy satisfecho a Ramón León quien siempre se caracterizó, además, por ser una persona comprometida con grandes ideales.

ACA

HOTELES NACIONALES

1. Izquierda: SS Columbus, buque insignia de Norddeutscher Lloyd NDL, desde la rada del puerto de La Guaira en 1930. Derecha: Turistas alemanes del SS Columbus desembarcando en el puerto de La Guaira, 1930

A modo de preámbulo (y II)

En nuestro Contacto FAC nº 146 (06-10-2019) habíamos dejado pendiente, como etapa previa a abordar los Hoteles Nacionales creados durante la dictadura gomecista, el terminar de cubrir el tema correspondiente a la relación entre el turismo y la empresa privada, atendiendo dos instalaciones que fueron diseñadas por importantes arquitectos para tal fin en la década de 1920 del siglo XX venezolano: los hoteles “Palace” proyectado por Alejandro Chataing, inaugurado en 1921, ubicado de Veroes a Ibarras, y “Majestic”, producto de la adaptación de dos edificios destinados a oficinas y comercio realizada por Manuel Mujica Millán cerca de 1927, abierto en 1930.

Sin embargo, siguiendo la pauta que nos establece el libro Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista de Ciro Caraballo Perichi (1993), no estaría de más precisar que, tanto para entender la relación entre turismo y empresa privada como para contextualizar la aparición de hoteles como el “Palace” o el “Majestic”, Venezuela entra al siglo XX con varias asignaturas pendientes que debía aprobar si quería incorporarse al boom de la industria turística que ya empezaba a beneficiar a diversos países de la región. La primera era asimilar justamente la existencia de un individuo que, personificado en el “viajero por placer”, se denominaba “turista”, vocablo que poco a poco se fue insertando en las promociones de hoteles locales que empezaban a aparecer en la prensa. Para ello colaboró de forma importante el hecho de que el venezolano empezase a personificar al mencionado individuo al tener la oportunidad de viajar y vivir en carne propia la forma como era tratado en el extranjero y el tipo de facilidades que empezaban a crearse para hacer más confortable cualquier traslado o estadía.

De tal manera, el comprender al turismo como una red que implicaba la existencia de toda una serie de componentes que permitirían más adelante hablar de una “industria”, donde su comercialización ocupaba un lugar prominente generó la necesidad de incorporar al país al mercado internacional, pese a que ofrecía notables dificultades. Para que Venezuela fuese incluida como destino en los circuitos turísticos, no bastaba poseer innegables ventajas comparativas y tangibles atractivos tales como sus bellezas naturales, su tradición histórica, su clima, su ubicación geográfica, una población hospitalaria, una importante red de carreteras desarrollada por el régimen gomecista para interconectar y controlar el país, un frente marítimo con puertos importantes que lo atienden y hasta un incipiente desarrollo del transporte aéreo. El promotor turístico nacional empezaba a tener claro que para desarrollar todo ello “…necesitamos, como punto previo, amoldarnos al turismo, esto es, crear oficinas de información que le suministren a los viajeros toda clase de informes, hoteles y casas de albergues en el interior del país, apropiados a los diversos gustos. Y luego que hayamos establecido y organizado todo esto, ocurriremos (sic) a la publicidad en revistas y periódicos de aquí y del extranjero”, tal y como señalaba en 1920 Avelino Fuentes  en un artículo titulado “Intereses Venezolanos. El Turismo” aparecido en El Nuevo Diario de Caracas, citado por Caraballo.

2. Avisos aparecidos en la prensa promocionando el turismo en la década de los años 1930

Por tanto, la promoción que del turismo poco a poco se fue desarrollando hizo de Venezuela un país “emisor y receptor”. Su incorporación a la red turística internacional inicialmente se logró a través de la vía marítima, beneficiada por el impacto que causó la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y posteriormente el crash de la bolsa de los Estados Unidos de 1929 en el viajero promedio norteamericano, nuestro principal mercado, quien por razones de inestabilidad política, de costos e incluso climáticas empezó a ver en el Caribe un destino posible.

El toque de buques de turismo en La Guaira de manos de importantes empresas navieras extranjeras, comercializado por nacionales, empezó a hacerse frecuente pese a la limitación del poco calado que el puerto ofrecía y los inconvenientes a ello asociados. Ciro Caraballo hace un interesante recuento de compañías, nombres de buques, paseos que se organizaban y agencias de turismo local que no transcribiremos e invitamos a recorrer en su libro. También señala las razones de “seguridad” por las que el régimen gomecista limitó el turismo fronterizo y da fundamental importancia a la creación en 1932 del “Club de Turismo Venezolano” (junto al eslogan “Conozca Venezuela primero”), para el desarrollo e incremento del desplazamiento por carretera, inicialmente copado por la alta burguesía caraqueña.

3. Gran Hotel Caracas. Vista exterior y anuncio de promoción (circa 1925).

Llegados al punto relacionado con la respuesta que da la hotelería para aprovechar la apertura que se venía dando, Caraballo detecta “una tímida renovación de la planta hotelera”, producto de la desconfianza que en el sector privado aún producía dicha actividad dado su limitado desarrollo. La industria petrolera, que definitivamente convirtió a los Estados Unidos en principal aliado comercial del país sustituyendo a los europeos con quienes se intercambiaban los productos de exportación tradicionales (café, cacao, balatá y plumas de garza), empezaba a demandar para sus empleados y hombres de negocios vinculados a ella y también para el visitante medio, la construcción de un importante hotel en Caracas, asunto que ya tenía tiempo en el tapete. “Desde la construcción en 1895, frente a la Plaza Bolívar, del ‘Gran Hotel Venezuela’ -luego denominado ‘Gran Hotel Klindt’- hasta 1912, no se había realizado ninguna nueva edificación hotelera en la Capital. La recepción de excursionistas de cruceros que tomaban su lunch en el comedor del céntrico Hotel Klindt hacía sentir la demanda por un local más confortable, destinado no ya a los comerciantes, sino a los turistas y veraneantes, preferiblemente situado en las afueras de la ciudad. Todas las iniciativas hoteleras eran vistas aún entonces como un negocio de familia, no sólo en lo que competía al servicio sino además en cuanto a la inversión, lo cual impedía en la práctica la concreción de empresas mercantiles de capital accionario orientadas a satisfacer la demanda”, nos apuntará Caraballo.

4. Proyecto del Hotel Paraíso, El Paraíso, Caracas. Alejandro Chataing, 1913

Dentro del pausado giro que se empieza a dar, buscando atender los requerimientos del nuevo usuario es que se inscribirá la iniciativa frustrada del empresario Heriberto A. De Lima por proyectar y construir en 1912 un gran hotel en El Paraíso que se le encargó al reputado arquitecto Alejandro Chataing.

Finalizada la Primera Guerra Mundial, al incrementarse el flujo de comerciantes y visitantes, se agudizará de nuevo la carencia de una planta hotelera a la altura más allá del ya mencionado Hotel Klindt, el “Gran Hotel” fundado por el Sr. Juan Rodríguez Cordero en 1909 (refundado en 1921 como “Gran Hotel Caracas” luego de ser objeto de una profunda renovación), ubicado en la calle Comercio de Bolsa a Mercaderes, en el mismo inmueble que durante mucho tiempo ocupó la afamada posada “El León de Oro” y, después de 1918, el “Hotel Middleton” localizado de Veroes a Ibarras propiedad del norteamericano Harry W. Middleton dedicado a albergar huéspedes básicamente de esa nacionalidad. “Tan caótica era la situación de alojamiento en la capital, que se recomendaba a los extranjeros el uso de pensiones en vez de los alojamientos llamados ‘hoteles’, dado que en aquellas al menos el servicio de comida era satisfactorio, a tiempo que la atención era más personal”.

5. Hotel Palace. Vista exterior y anuncios publicitarios (circa 1923)

En este contexto debe enmarcarse la segunda ocasión en que Alejandro Chataing participa en el diseño de una instalación hotelera de nueva planta cuando el Dr. Adriano Riera le encarga el proyecto, en un terreno largo y estrecho entre medianeras, de Veroes a Ibarras, del que se conoció como “Hotel Palace”, primero de su tipo que lograba construirse.

Para el diseño del “Palace”, cuya simétrica fachada con tres ventanas a cada lado del acceso responde al lenguaje con que Chataing ya en otras ocasiones había ido manifestando su particular eclecticismo (“molduras, balaustres y cornisas prefabricadas, combinadas con ladrillo visto en los dinteles y el entablamento”), se debió recurrir a la incorporación de una serie de patios necesarios para lograr la adecuada iluminación y ventilación de ambientes y habitaciones. “El edificio culminaba en el fondo en terrazas descubiertas, donde se ubicaban mesas para atender a los huéspedes, mientras que un pequeño kiosko para música, especie de tempietto con cúpula, cerraba axialmente la composición”, nos dirá Caraballo. Su modesto tamaño (40 habitaciones, 23 con baño propio y 17 atendidas por 6 baños generales, además de espacios públicos destinados a salones y comedores, más la cocina y demás servicios), no llegó a cubrir aún las expectativas del hotel que Caracas estaba demandando, pese a convertirse en el más importante establecimiento de este tipo durante la década de 1920 en la ciudad en virtud de su organización como empresa comercial de capital mixto, su buena administración (que compartió de manera conjunta con el “Hotel Victoria” de Maracaibo), la variedad de programas que ofrecía y su correspondiente conversión en lugar de encuentro social, y el menú dirigido fundamentalmente a su casi exclusiva clientela norteamericana.

6. Diversas imágenes del hotel Majestic. Arriba izquierda: primera etapa (circa 1927). Arriba derecha: hotel con la ampliación diseñada por Manuel Mujica Millán (circa 1930). Centro izquierda: vista desde la esquina del Teatro Municipal. Centro derecha: dibujos de detalles del proyecto de Mujica Millán. Abajo izquierda: vista interior del Gran Salón. Abajo derecha: imagen del hotel demolido (circa 1949).

La década de 1930 vio como el “Palace” sería desbancado por el hoy ya mítico “Hotel Majestic”, resultado de la adaptación para ese uso de dos edificaciones recién construidas entre la calle Sur 4 y la plaza José Gregorio Monagas (en diagonal con el Teatro Municipal) para albergar oficinas y comercio. Esta operación permitiría detectar la presencia de un arriesgado empresario-constructor en la figura del Sr. Eloy María Pérez Alfonso y la primera oportunidad en que Manuel Mujica Millán interviene como arquitecto en nuestro país, contratado en Barcelona por Pérez, en principio, para la realización del proyecto de conversión una vez que arriba en octubre de 1927. Así, Mujica “prepararía detallados planos de las edificaciones complementarias, destinadas a nuevas habitaciones y espacios de servicios, ubicadas en el interior del lote, al igual que se ocuparía de unificar las fachadas de los dos edificios (…) un collage de difícil definición…”, que alcanzaría los cuatro pisos y contaría como elemento que reconoce la esquina del lote donde se encontraba con una torre “de fuerte sabor decimonónico” el cual, además de ser el principal ornamento del edificio, se constituyó en su símbolo. Mujica “también realizaría toda la arquitectura interior del hotel, dibujando bocetos, planos y detalles de las decoraciones de los salones”, otorgándole a cada uno una ambientación particular.

Del “Majestic” hay abundantes reseñas y comentarios, muchos de ellos asociados al rol que jugó como verdadero hotel de lujo en la Caracas de entonces, a su condición de ser el edificio privado de mayor altura de la ciudad, a la diversidad de figuras que en él se alojaron (desde Carlos Gardel al torero Manolete) y a las vicisitudes que rodearon la compra del terreno (de 473 m2, con 33,96 m de frente hacia la plaza Monagas y 13,93 m sobre la calle Sur 4), el primer destino de lo que en principio se había construido en el terreno de la esquina según proyecto del arquitecto catalán Marcelino Mari (la sede de la Lotería de Beneficencia Pública y el debate que en torno a ello dividió a la opinión pública), su adaptación y su posterior supervivencia hasta ser demolido a causa de la realización del ala sur del Centro Simón Bolívar, construido siguiendo las pautas del Plan Rotival.

La capacidad del “Majestic” (menos de 100 habitaciones muchas orientadas hacia patios interiores  y otras sin sala de baño integrada al dormitorio, que buscó incrementarse con la aparición parcial de un quinto piso que lució siempre como un añadido), quedaba aún corta para la capital de un país que ya había virado de su condición agrícola a la minera. Sin embargo su fama, glamour, exquisita decoración y lujoso mobiliario, llegaron a opacar las numerosas deficiencias funcionales de las que adolecía colocándolo como la instalación más importante realizada en el país durante los primeros 30 años del siglo XX. Su corta vida entre la apertura el 30 de diciembre de 1930, coincidiendo con la perspectiva de que la ciudad recibiría un crecido número de delegados y visitantes extranjeros, con motivo de la Conmemoración del Centenario de la muerte del Libertador, y su pesarosa demolición el 8 de marzo de 1949, dejaron en la historia de la ciudad y en la vida de sus ciudadanos una leyenda que aún perdura. Con la mención y recuerdo del “Majestic” finalizamos el repaso de la intervención privada en el incipiente desarrollo turístico venezolano a través de la hotelería a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX, para dedicarnos a partir de una próxima entrega del aporte oficial en cuanto a instalaciones de ese tipo auspiciado por el régimen de Juan Vicente Gómez.

ACA

Procedencia de las imágenes

  1. https://twitter.com/GFdeVenezuela/status/1356732790860087297

2, 3, 4 y 5. Ciro Caraballo Perichi, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993)

6. https://www.pinterest.com/pin/453667362459155395/, https://iamvenezuela.com/2019/05/manuel-mujica-millan-el-espanol-que-modernizo-la-arquitectura-en-venezuela/, https://www.elimpulso.com/2020/05/05/opinion-cronicario-aquiles-nazoa-fue-aprendiz-de-carpinteria-botones-y-telefonista-del-hotel-majestic-5may/, Ciro Caraballo Perichi, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993) y Colección Crono Arquitectura Venezuela.

ES NOTICIA

Go Hasegawa presenta pabellón ‘Flying Carpet’ en los jardines de Luis Barragán

Por Mónica Arellano

2 de noviembre 2019

Tomado de Plataforma arquitectura

Como parte de la agenda cultural de Jardín 17 –un espacio diseñado por Luis Barragán como una extensión de la Casa-Estudio el cual desde hace 20 años recibe a distintas universidades del mundo para presentar importantes exposiciones relacionadas al diseño y la arquitectura–, el arquitecto japonés Go Hasegawa presenta ‘Flying Carpet’, un pabellón que se suspende en un corredor entre la vegetación añadida de Luis Barragán e intervenida por el arquitecto mexicano Alberto Kalach.

La pieza consta de un marco estructural blanco de perfiles metálicos que serpentea por el espacio, cubierto por una superficie de tubos de acero pulido, que se asemeja a un río plateado corriendo por el jardín. La propuesta busca explorar –en palabras del arquitecto– una equilibrada coexistencia entre naturaleza y arquitectura. De igual manera, hace eco de uno de los elementos más icónicos de la Casa Barragán: la escalera en cantilever que conecta la estancia con el tapanco.

“El zigzag en madera que sobresale del muro, convierte una simple conexión linear en todo un evento, que estéticamente e incluso aventuradamente, desafía la gravedad. El recorrido ondulante plasmado por Hasegawa en Jardín 17, tiene un objetivo similar: escapar de la lógica pragmática de una circulación en favor de una composición espacial poética. En contraste con la expresión material tectónica del lenguaje de Barragán, Hasegawa recurre a la cualidad ligera y etérea de la arquitectura contemporánea japonesa, para lograr el ‘embrujo, magia y encantamiento’, que Luis Barragán invocó en su discurso de aceptación del premio Pritzker en 1980.

Créditos. Coordinación general Jardín 17: Arq. Salvador Macías / Producción: Alejandra Rodríguez, Santiago Llamas / Ingeniería Estructural: Ohno Japan, Hirofumi Ohno, Ryuhei Fujita / Diseño: Go Hasegawa & Associates, Go Hasegawa, Tachi Asai, Hikari Masuyama Virgina Grimaldi, Henry Peters / Construcción y ejecución: Factor Eficiencia | Francisco Espinosa, Fermín Espinosa, Gerardo Salinas / Iluminación: Gabriela Bermeo / Diseño gráfico y de arte: Jacobo Mendoza.

ACA