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¿SABÍA USTED…
… que en 1968, hace ya 50 años, se terminó la construcción de la iglesia del Colegio La Salle de La Colina?

Proyectada en 1965, lo que en principio debía ser una capilla y terminó tomando proporciones mayores previendo una extensión mayor del campus del instituto educativo al que pertenece, la iglesia del Colegio La Salle de La Colina, Caracas, forma parte de una de las primeras aproximaciones que desde la modernidad se emprenden dentro de la temática religiosa en el país, precedida por la capilla de La Asunción (1957) diseñada por Carlos Raúl Villanueva para el 23 de enero, las capillas del Colegio San José de Tarbes del Paraíso y La Florida (1957-1958/61) de Carlos Guinand Sandoz y la iglesia Divino Redentor (1957) proyectada por Fruto Vivas en San Cristóbal y casi simultánea a la iglesia de Nuestra Señora de Pompei de Doménico Filippone en la urbanización Alta Florida.

Carlos Guinand Baldó (1925-1983) -hijo de Carlos Guinand Sandoz y Doña Delfina Baldó Soulés-, quien figura como su arquitecto, acompañado de Moisés Benacerraf y Alberto Iriarte (arquitecto colombiano quien, formando parte de la Dirección de Edificios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas, participa en 1947 en el equipo que proyecta el desarrollo de 21 manzanas al Sur de la plaza Bolívar de Bogotá -del cual se interesa Le Corbusier en su visita ese año a esa ciudad- y de quien se afirma realizó en su momento una pasantía por la oficina del maestro suizo), ya tenía para la fecha una amplia obra urbanística y arquitectónica proyectada y construida (dentro y fuera del país) en sociedad con Benacerraf y con la participación eventual de Roger Halle, Emile Vestuti, José Luis Sert, Paul Lester Winer, Richard I. Rosenman y el propio Iriarte. Su currículum hasta 1967 se puede apreciar en toda su magnitud en la revista PUNTO nº 30 de ese año, donde se le entrevista y dedica buena parte del número a publicar dos artículos de su autoría que muestran su manera de ver la profesión y los problemas más acuciantes para la arquitectura y el urbanismo del momento. Allí, la capilla del Colegio La Salle de La Colina es la obra que cuenta con una mayor documentación gráfica y de la presentación del arquitecto se puede extraer que para el momento se encontraban en ejecución los edificios de “Aulas, Laboratorios, Capilla, Auditorium, etc” de ese centro educativo, lo cual hace suponer que su oficina estaba encargada de desarrollar el plan maestro original.

Quizás valga la pena recordar que a comienzos de la década de los 40, el Colegio La Salle de Caracas (actualmente conocido como Tienda Honda), resultaba insuficiente para la cantidad de solicitudes de inscripción que recibía. Es entonces cuando se piensa en la posibilidad de abrir una sucursal para aliviar su congestionamiento. Se buscó un terreno hacia el Este de la ciudad y se adquirió uno el 7 de septiembre de 1942 en la nueva urbanización Los Caobos, desarrollada por Luis Roche, y trazada por Enrique García Maldonado y José Antonio Madriz, en el sector denominado La Colina, donde ha funcionado hasta el día de hoy. En diciembre de 1943 se comienzan los primeros movimientos de tierra y el primer edificio estuvo listo el 25 de septiembre de 1944 para recibir a los 89 alumnos fundadores. Hasta el año 1947 el Colegio La Salle La Colina funcionó como extensión de Tienda Honda, estableciéndose ese año como una institución autónoma bajo la dirección el Hermano Gastón Elie, coordinador también de las obras civiles que se fueron ejecutando a partir del primer master plan propuesto en 1942.

Por otra parte, la iglesia del colegio ha pasado sin duda a ocupar dentro de la arquitectura venezolana un lugar destacado y polémico que comparte con la quinta “Piedra Azul” (1941) de Gustavo Wallis, edificaciones ambas de cuidado diseño que utilizan con fidelidad códigos provenientes de la obra realizada por reconocidos maestros de la modernidad: Le Corbusier y Frank Lloyd Wright reinterpretados a partir de la Capilla de Notre Dame du Haut en Ronchamp y la residencia Kaufmann (Fallingwater o Casa de la Cascada), respectivamente. En ambas el eclecticismo como sistema y el mimetismo crónico de que adolece nuestra arquitectura, expuestos con claridad en su momento por Juan Pedro Posani, hacen acto de presencia.

Ronchamp (terminada en 1954), pieza singular dentro de la trayectoria de Le Corbusier, impacta y aporta sin duda una manera de enfrentar el tema religioso en su consideración de las variables del lugar, el uso de la forma y el tratamiento del espacio interior donde la luz es protagonista, temas que el diseño de la iglesia del Colegio La Salle de La Colina intenta retomar aprovechando el pequeño promontorio donde se ubica con el Ávila como telón de fondo, apelando al uso sincero de los materiales, la utilización del color y alterando de manera sustancial la escala del modelo al cual se sigue.
Tal y como señala Iván González Viso en Caracas del valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (2015) en la ficha dedicada al edificio que nos ocupa: “Su volumetría se compone de una planta rectangular que se abre levemente en abanico, cuya nave central está confinada entre muros tratados con distinta forma y carácter, un cono truncado que define el altar, una cubierta compuesta de bóvedas de concreto dispuestas en sentido norte-sur, un cuerpo independiente que representa el campanario y un volumen lateral que configura un patio. Las variaciones formales en los muros, la luz cenital en el altar y la iluminación a través de muros perforados, enriquecen el interior y crean un ambiente adecuado para la liturgia”. El resultado final de la iglesia del Colegio La Salle de La Colina recuerda en demasía a Ronchamp pero también cuenta con atributos propios que suelen pasarse por alto a la hora de apreciarla y analizarla desde el ámbito académico y profesional. La copia casi literal de algunos elementos formales y la desproporción con que es tratada su masa construida y espacio interior en relación a la magistral obra del maestro suizo, empañan cualquier aproximación objetiva y desprejuiciada que quizás sean sólo los usuarios y creyentes quienes sepan valoran en su justa dimensión.
ACA
Procedencia de las imágenes
- Colección Crono Arquitectura Venezuela
2. https://www.facebook.com/AAALaSalleLaColina/about/
3. https://runrun.es/runrunes-de-bocaranda/48873/runrunes-el-universal-12-07-2012/
4. González Viso I.; Peña M.I.; Vegas F. Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje, 2015
5. Revista PUNTO, nº 30, marzo-abril 1967
HA SIDO NOTICIA
Smiljan Radic,
Premio Arnold W. Brunner
Pedro Bahamondes Ch.

Tomado de http://www.latercera.com/cultura/noticia
8 de mayo de 2018
Smiljan Radic, arquitecto chileno: “No se puede hablar del buen momento de la arquitectura chilena si no existen buenas herencias”
El 23 de mayo recibirá en Nueva York el premio Arnold W. Brunner que acaba de otorgarle la Academia de Artes y Letras de EEUU, por su «contribución significativa a la arquitectura como arte».
Lo extravagante suele desplazar lo primitivo, pero no para Smiljan Radic. Más bien es al revés: tanto en las obras que expuso en la Bienal de Venecia de 2010 o la Serpentine Gallery de Londres en 2014 y, más próximos aún, en sus diseños del restaurante Mestizo, la remodelación del Museo Chileno de Arte Precolombino, el centro cultural Nave o el luminoso y recién inaugurado Teatro del Biobío, en Concepción, la fusión de materiales rústicos como la piedra, madera y cobre, con la fragilidad de una geometría atípica y que rompe con el espacio, lo han convertido, a sus 52 años, en uno de los arquitectos chilenos de mayor renombre en el mundo.
Por eso, cuando el miércoles pasado la Academia de Artes y Letras de EEUU anunció a los ganadores de los premios que entrega anualmente desde 1955 -y que recaen en escritores, compositores, artistas y arquitectos- el nombre de ascendencia croata de Radic, formado en la UC y el Instituto de Arquitectura de Venecia, apareció con energía propia. “El crea fuertes espacios atmosféricos que resuenan profundamente y trascienden lo visual”, escribió en el acta oficial la arquitecta alemana y presidenta del jurado Annabelle Selldorf, quien junto a otros 32 miembros de la institución decidieron otorgarle el Premio Arnold W. Brunner 2018 por su “contribución significativa a la arquitectura como arte”.
Pero desde el piso 20 de la Torre Santa María, donde el arquitecto levantó su oficina en los 90 y donde hoy trabaja junto a un selecto equipo de cinco personas, incluido él, Radic se oye cauto: “Me enteré hace unos dos meses del premio. Siempre es así: primero te llaman para saber si lo aceptas y una vez que lo haces se anuncia”, cuenta. “Son 200 y tantos miembros los de la Academia, y ellos presentan y postulan a los candidatos, no son concursos abiertos. En mi caso no sé quién lo habrá hecho, pero le mando a decir que me siento muy honrado de que se reconozca mi trabajo”, agrega.
Dotado de 20 mil dólares ($ 12 millones), el premio lleva el nombre del estadounidense que diseñó la imponente Congregación Shearith Israel frente al Central Park, y recayó antes en su coterráneo Richard Meier (1972) y el japonés Toyoo Itō, entre otros. Radic, en tanto, único extranjero galardonado en esta pasada, se convirtió en el primer chileno en obtenerlo además, y el próximo miércoles 23 de mayo, dice, viajará a Nueva York para la premiación.
Ud. suele decir que lo suyo es la arquitectura y no el arte, pero el premio resalta su contribución como arquitecto a esta última…
Es por llamarlo de alguna manera, pero yo diría que no es esa la traducción literal o, al menos, la que más me gusta. Yo soy arquitecto, no artista, pero hoy los límites entre una y otra parecen cada vez más difusos. Me parece que el premio distingue más bien la arquitectura vista desde el punto de vista de la creación y no en su lado más duro. Siguiendo esa línea, que lo reconozcan a uno quiere decir que mi trabajo no está enclaustrado en sí mismo y que juega a desplazar aún más esos límites.
¿En qué proyectos trabaja hoy?
En Chile, en ni uno por ahora. Estamos renovando un edificio en Londres, inauguraremos una capilla en Venecia y estamos también con un pequeño hotel en España y una casa en Lima. Pero son cosas para ocupar a las cinco personas que somos en la oficina, nada más que eso.
Su obra más reciente en Chile es el Teatro del Biobío, ¿es la más pública que ha hecho en nuestro país?
Más pública en términos de uso e imaginario, sí. Ahora, si uno ve la extensión del Museo Precolombino, también es una obra pública importante, aunque de menor tamaño. Nave también, pero siempre son obras públicas asociadas a privados. Este teatro, sin embargo (una estructura de seis pisos y 9.786 metros cuadrados, con capacidad para 1.200 espectadores) , posee el gran valor y desafío de ser una obra pública con gestión y administración que van a ser públicas también. Y el proyecto, que tardó cinco años, tenía otro componente aún más especial, porque a ese lugar se le había tratado de conquistar en varias oportunidades, a través de esculturas y memoriales. Y que aparezca este teatro en el borde del río, que debe ser de los más grandes y fastuosos que hay en Chile, es un intento por recuperar esa zona de la ciudad. Así y todo, es difícil que un solo edificio pueda lograrlo; puede llamar la atención y poner el acento sobre todo por las actividades que pueden desarrollarse ahí, pero es muy difícil que por sí mismo logre detonar algo más importante.
Cuando Alejandro Aravena (ex compañero suyo en la UC) ganó el Pritzker en 2016, se habló del “buen momento” de la arquitectura chilena. ¿Cómo lo ve Ud.?
Yo creo que no se puede hablar del buen momento de la arquitectura chilena si no existen las buenas herencias ni un futuro. Y eso es lo que las instituciones deberían atender hoy; de que si hay 10, 20 o 30 personas haciendo cosas buenas, se debe repensar cómo ese legado puede profundizarse. Los premios siempre serán excepciones, pero las excepciones por lo general no ayudan mucho. Y yo soy más de la idea de que es mejor tener un buen promedio que solo buenas excepciones.
ACA
ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 113

Caracas a pie, página que con periodicidad semanal apareció a lo largo de casi 7 años en el cuerpo “Ciudadanos” de El Nacional (de cuyo nº 1 ofrecemos hoy la imagen a través de nuestra postal), se convirtió en oportunidad única y muy bien aprovechada para generar lo que se podría denominar como “periodismo urbano militante” o, en otras palabras, de activismo a favor de una ciudad que ha descuidado al protagonista fundamental de su existencia: el peatón, el viandante, la persona que día a día la patea para ir a su trabajo, visitarla o simplemente desplazarse de un lugar a otro.
Los artífices de esta excepcional muestra de perseverante trabajo a favor de una fundamental causa, José (Cheo) Carvajal (comunicador social) y Juancho Pinto (sociólogo), lograron, a través de los 256 números que hemos logrado contabilizar, aparecidos entre el 19-08-2007 y el 26-01-2014, generar un particular interés entre los lectores del diario (incluidos profesionales, autoridades y gestores vinculados a lo urbano) por el enfoque que le dieron a su cruzada a favor del caminar (que nunca dudaron en calificar de “acto político”) permitiéndoles ir llenando la página de reflexiones en torno a la ciudad que tenemos, denuncias sobre lo que ha significado el descuido de sus aceras, muestras documentadas acerca de la desconsideración y desprecio de los conductores de vehículos por sobre quienes se desplazan andando por sus calles, pero sobre todo un importantísimo grupo de recorridos por los más diversos lugares de Caracas que ya de por sí se convierten en un documento invaluable para demostrar cómo la capital está llena de oportunidades para ser apreciada desde otra perspectiva, de rincones que nos ofrecen experiencias inusitadas, de trayectos que tienen sentido por su carácter temático, de sorprendentes descubrimientos de ciertas tradiciones que sobreviven dentro de la vorágine que nos envuelve. Las experiencias, impregnadas del situacionismo antisistema emergente durante los años 60-70 del siglo XX y por los textos de Manuel Delgado Ruiz, forman buena parte, además de una aguda intuición, del arsenal con que Carvajal y Pinto desencadenan su particular ensayo vivencial.
«El viandante -señalará Manuel Delgado Ruiz citado por Carvajal y Pinto- hace algunas cosas más que caminar, atravesar cuando el semáforo se le pone en verde, mirar las vitrinas o abrir y cerrar paraguas (…) Marchar, andar, sirve para cambiar de lugar, pero es también una forma de escritura en que cada trayecto que se traza es un relato, una historia íntima, una siembra de memoria (…) Sabemos que ha salido de algún lugar, pero no sabemos de cuál. Es, entonces, alguien sin origen. Tampoco sabemos adónde va ni lo que pretende. Es, por tanto, alguien sin destino ni función. En cualquier caso, es siempre un enigma, un misterio que camina.»
Diagramada bajo un criterio que se intentó respetar al máximo a través del tiempo, la página de Caracas a pie presentaba siempre un encabezado donde, además de su logo, denominación, numeración y créditos, aparecía una viñeta que recogía un breve mensaje asociado a la visión que sus responsables intentaban reflejar, cuya colección ya de por sí constituye un suculento manifiesto para ciudadanos comprometidos con el valor que tiene el cuidar los espacios urbanos destinados al peatón. El artículo, texto o tema central, redactado en un lenguaje amable para el público en general, giraba en su gran mayoría en torno a un trayecto dentro de la ciudad que valía la pena valorar y del cual se resaltaban las dificultades que presentaba transitarlo con fluidez, rescatándose variados datos de interés, edificaciones, espacios públicos, anécdotas, situaciones contradictorias y curiosidades todo lo cual se intentaba resumir en el título que se le daba al número. Carvajal ha declarado acerca de ese trajinar por los recovecos de la ciudad que ello les permitió descubrir algunos enigmas y sobre todo que «La ciudad depara muchas sorpresas, si estás atento durante el viaje. La idea que subyace en los trabajos no es buscar cosas extraordinarias, sino reivindicar lo cotidiano. Estar e interactuar. Así verificamos nuestra condición de ciudadanos». Además del diagrama y su leyenda que servía para ubicar y repetir el recorrido a quienes estuvieran interesados, siempre aparecen como complemento fotografías (cuyos comentarios siguen acentuando la militancia ciudadana), e incluso alguna nota curiosa que seguramente se le ha escapado a quienes le han dedicado su vida al estudio de lo urbano. El tono participativo y abierto que se perseguía incentivar mediante el uso de las redes sociales, se evidencia en una breve nota que bajo el título de “Lo que no vimos” solicitaba los siguiente: “Apúntenos en 350 caracteres lo que se nos pasó del trayecto. encaracas@gmail.com”.

La tozuda insistencia de Carvajal y Pinto en su cruzada tuvo como parcial recompensa la aparición en 2012 de una publicación que les permitió recoger en un solo volumen los primeros 100 números de la página editada por Los Libros de El Nacional, colección “Huellas”, serie “Caracas”. Los autores, como bien apuntan en la Introducción titulada “Caracas a pie. Una apología del roce…un documento de la Caracas del siglo XXI”, marcan a través de la estructura del libro una importante diferencia con sus “tradicionales recopilaciones periodísticas”, proponiendo una lectura no cronológica sino más bien a través de otra forma de organizar el material mediante un “mapa de la ciudad que rompe el paradigma Este-Oeste, división maquinal y maniquea de la ciudad, que ha servido como instrumentalización de discursos excluyentes y negadores de toda posibilidad de transformar nuestra realidad física y social”, haciendo justicia “a las zonas Norte y Sur de la ciudad, y por ende a su necesidad de mayor conexión”. Allí, además, se incluyeron aquellas ediciones “que no implicaron ningún recorrido sino que fueron pura reflexión o manifiesto sobre las posibilidades y contratiempos de la peatonalidad caraqueña”, un glosario con definiciones propias hechas desde la realidad de Caracas y no desde una proposición técnica, y un epílogo escrito por Marco Negrón. A modo de advertencia Carvajal y Pinto quieren dejar claro que “no nos anima ninguna vocación de producir ‘ciudadanía’, al menos no bajo el significado con el que lamentablemente muchos la han entendido y asumido, como sinónimo de ‘buenos ciudadanos’, que para nada corresponde a lo que planteamos: beligerancia, atención al conflicto allí donde está presente o latente”.

También, a partir de agosto de 2007 se creó el blog http://encaracasapie.blogspot.com/ donde se buscaba complementar los contenidos de la página semanal. Encabezado por la frase “Una cosa es hablar de la ciudad, otra desde la ciudad” , se declaraba: “Somos un colectivo, heredero del semanario ‘enCaracas, cartografías del ocio y vida urbana’. Nuestro lema fundamental: ‘Todo lo que invite a la calle es asunto nuestro, todo lo que la niegue también’. Juancho Pinto y José Carvajal somos las piernas de este proyecto”.
El blog, que no contó con la perseverancia en su mantenimiento que la página del diario si mostró (su ultima entrada tiene fecha junio 2012) y que bien podría revitalizarse en parte montando en él los 256 números aparecidos en El Nacional, permite a través de su primera entrada resumir los fundamentos del proyecto (vigente por demás) que se encontraba tras esta iniciativa y con el que vale cerrar esta nota: “Caminar es un fin en sí mismo. Caminamos por el simple placer de andar, por la necesidad de tropezarnos con esa vastedad que implica la ciudad. Ver sus contrastes, participar, aunque sea fugazmente, de sus conflictos. ¿Es peligroso caminar por las calles de Caracas? No mucho más que quedarse encerrado en casa o moverse en carro de centro comercial en centro comercial. El verdadero peligro va más allá del acto de transitar de un sitio a otro: es que neguemos la ciudad y sin embargo habitemos en ella. Por eso siempre decimos que caminar es un acto político. Biopolítica pura. Caracas no parece pensada para los caminantes, pero a pesar de todos sus obstáculos (los carros, en primer lugar) cerca del 20% de sus moradores se desplazan caminando todos los días. ¿Resistencia? ¿Ecologismo? ¿Pobreza? ¿Atletismo? ¿Vouyerismo? ¿Atormentados del volante? Cuales sean las razones, poco importa. Es un hecho: en Caracas al menos una quinta parte de su población se mueve ‘apiemente’. Y si sumamos los que se mueven en transporte público, que también caminan, tendremos las tres cuartas partes de los caraqueños. ¿Cómo hacemos más amable la ciudad para esa gran mayoría que circula día a día por nuestras calles? Más allá de lo obvio (mejorando, ampliando e interconectando sus calles, plazas, parques, y su transporte público; ofreciendo luz y seguridad) nosotros decimos que militando en esta causa de los de a pie. Allí nos vemos”.
ACA
