
NotiFAC (Contacto nº 57)




MOVITECTURA
Arquitectura móvil
Rebecca Roke
Editorial Phaidon
2017
La breve nota de los editores del libro apunta: “Tras Jutaku y Nanotectura llega Movitectura, una colección que muestra la gran variedad de arquitecturas móviles que existen en el mundo. Movitectura es tanto un homenaje como una oda visual a la vida en movimiento. Más de 300 estructuras: desde modelos extravagantes a prácticos, de los rústicos a los lujosos. Aquí encontrarás casas en barcos, caravanas, cabañas, refugios, estructuras portátiles y prototipos futuristas. El libro muestra un proyecto por página con fotografía, datos técnicos, texto explicativo y un sistema de iconos que indican el número de personas que ocupan la estructura y el modo de movilidad (skis, bicicleta, moto, camión, coche, burro, carrito de la compra, pedales, trineo)”.
En la reseña aparecida el 11 de octubre de 2017 en Plataforma arquitectura firmado por Piedad Rojas, titulado “Movitectura: Arquitectura móvil, una oda visual a la vida en movimiento”, se lee lo siguiente:
“Movitectura: Arquitectura móvil es un compendio único que rinde tributo a la arquitectura móvil en todas sus formas. Esta publicación, una oda visual a la vida en movimiento, exhaustiva tanto en variedad como en amplitud, explora estructuras móviles que van de lo extravagante a lo sensato y de lo rústico a lo lujoso.
Abarcando diseños arquitectónicos que ruedan, se desdoblan, saltan, se deslizan en trineo y flotan sobre el agua, Movitectura aúna una espectacular colección de estructuras en las que podemos deleitarnos, vivir, trabajar o hacer una pausa. Con más de 250 imágenes y un diseño inteligente y cautivador, este libro compacto gustará a todos aquellos que aprecien el poder de un buen diseño.
Movitectura no se limita a tipologías icónicas como las tiendas de campaña y las caravanas, sino que ofrece una enorme variedad de estructuras móviles diseñadas para desiertos, océanos, playas, montañas y ciudades, lo cual pone de relieve una unión entre arte y movilidad. Captando el espíritu de la invención y la ingenuidad, cada ‘movitectura’ supone una latente promesa de libertad con respecto a las rutinas y obligaciones cotidianas. Tal como evidencia el perenne atractivo de las autocaravanas retro, las caravanas Airstream, la fiebre internacional del ‘glamping’, etc., el perdurable encanto de la arquitectura móvil es global y afloró hace varias décadas.
Mientras que ciertos proyectos recurren a la libertad para experimentar con materiales, tamaños, colores y conceptos de diseño, otros arrojan luz de manera más emotiva sobre la importancia del diseño de estructuras móviles. Movitectura incluye diseños que ayudan a los refugiados que huyen de las zonas de conflicto, a los emigrantes económicos que esperan labrarse una vida mejor en otro lugar, a la migración medioambiental debida a causas naturales y a los sin hogar.
Desde el Portable Housing Space de Winfried Baumann hasta la Origami Paper House de Architecture Global Aid y la Tent 2 de Angela Luna, la ‘movitectura’ puede ofrecer respuestas funcionales y salvadoras a las necesidades urgentes de refugio. El galardón Beazley Design of the Year de este año, asociado al Museo del Diseño de Londres, puso énfasis en la creciente necesidad de estructuras móviles tras conceder el primer premio a la Fundación Ikea y a la Agencia de la ONU para los Refugiados por su vivienda compacta.
Organizado en ocho capítulos -Humano, Sin ruedas, Una & dos ruedas, Tres ruedas, Cuatro ruedas, Cinco o + ruedas, Trineos y Agua- según el medio primordial de movilidad del proyecto, Movitectura puede leerse como una colección de estudios prácticos singulares o de principio a fin. Cada proyecto incluye detalles sobre el nombre de la estructura, el arquitecto, diseñador, artista o fabricante, el país de origen o su fecha de finalización. Asimismo, junto a cada ‘movitectura’ podemos encontrar más información en forma de símbolos, y en ella se especifica el número de personas que puede albergar el proyecto, el medio de movilidad y la paleta de materiales principales con los que se construyó la estructura. Al principio del libro se incluye también una útil ‘Clave para los iconos de movilidad’. Siguiendo los pasos del best-seller Nanotectura, también de Rebecca Roke, Movitectura engloba una sorprendente e inspiradora variedad de formas, materiales, colores, tamaños y localizaciones. Con un toque de extravagancia, este exquisito libro es una cautivadora referencia visual para arquitectos, diseñadores y todos aquellos que disfruten viviendo y viajando con estilo.»
ACA

Hotel Bella Vista
Retomando el repaso al grupo de edificios gestionados directamente por la CONAHOTU que engrosaron la Red Hotelera Nacional durante la dictadura perezjimenista encontramos, dentro de los que toman como punto de referencia ya no tanto las raíces tradicionales que pudiesen dar cuenta de lo nacional sino el lenguaje procedente de corrientes internacionales, como caso digno de ser resaltado, el del hotel Bella Vista.
Inaugurado el 4 de diciembre de 1955 y puesto en funcionamiento pleno en 1956, el Bella Vista, ubicado al final de la Av. Santiago Mariño en Porlamar (Isla de Margarita), es la única contratación que la oficina de Vegas y Galia hizo con el Estado durante el tiempo que duró una sociedad (1951-58), cuyas conexiones eran más bien con la promoción privada. También se trata del único edificio construido por esa exitosa sociedad profesional fuera de Caracas lo cual lo convierte en singular. Sin embargo, tanto en su concepción como en su ejecución no se rompen varios de los criterios que permitieron dotar a esta importante firma de una cierta marca de fábrica: máxima racionalidad constructiva, clara expresividad de los componentes funcionales de la edificación, atinada escogencia de los materiales, cuidadosa ejecución de la obra, solución rigurosa de los detalles y consideración de las variables del contexto. Como muestras de ello ya para aquel entonces Vegas y Galia habían realizado el edificio El Municipal, el conjunto Polar y el edificio del Banco Mercantil y Agrícola. De estas tres experiencias el Bella Vista continúa la exploración relacionada al tema de la descomposición funcional y volumétrica de la edificación. También se apega a la idea de que el entorno sea el que provoque la reacción del arquitecto en cada caso particular, muy alejada de una actitud premeditada hacia la valoración a través del uso de los materiales y el carácter expresivo proveniente de las condiciones locales.


El hotel se organiza con base en el aprovechamiento máximo de las visuales que hacia el sur el paisaje ofrece. De allí el claro esquema de un bloque alargado de habitaciones todas mirando a la playa conectadas por una crujía sencilla que permitía la ventilación cruzada sin requerirse de aire acondicionado, resuelto bajo el criterio de ubicar en los dos primeros niveles (base) las dependencias administrativas, el lobby y la recepción, en el cuerpo de siete pisos las habitaciones propiamente dichas (49 dobles más siete suites dando un total de 56) y en el remate algunas áreas recreacionales y sociales. La recesión de la base, la utilización de los balcones como elementos de protección de la incidencia directa del sol sobre los dormitorios, la cubierta con que se techa la azotea y el no abrirse ni al este ni al oeste, nos muestran el cuidado que se ha tenido por tomar en consideración las variables climáticas. La modulada proporción de la fachada gana al incorporársele como pausa el lleno texturado del núcleo de circulación y servicios. El resto de las dependencias sociales, rentales, recreacionales y de apoyo se resuelven en un cuerpo bajo extendiso hacia el oeste correctamente articulado al bloque principal.



El acceso ubicado al norte y definido por una marquesina, se halla en contacto directo con el área de estacionamientos. La piscina, punto de encuentro obligado y de animación permanente se colocó entre el edificio y la playa, dotándola de un ambiente que perfectamente se puede catalogar de tropical: pérgolas, pasillos cubiertos y techos de formas libres hacen aquí acto de presencia protegiendo algunas actividades de apoyo: el bar, la fuente de soda, la pista de baile. La propuesta estructural en todos los casos es a base de concreto armado, material de comprobada resistencia a los rigores del mar.


Las influencias exógenas que en el Bella Vista se notan con mayor claridad proceden de la arquitectura brasileña, en particular de la carioca (que como se sabe le rinde a su vez tributo en gran medida a Le Corbusier), ajustadas si se quiere al medio playero en que el edificio se desarrolla. Es así como la liberación de las columnas en los dos pisos inferiores de la torre, tornándose a la vez cilíndricas, recuerda la escala monumental incorporada por Lucio Costa y Oscar Niemeyer en el Ministerio de Educación de Río de Janeiro (1936-45) y desarrollada en proyectos posteriores (el Pabellón de Brasil de 1939 en Nueva York y el complejo de Pampulha de 1940 al 42). También las remembranzas de esa arquitectura se leen en el tratamiento de las áreas exteriores y las cubiertas del cuerpo bajo de apoyo, las utilizadas en las áreas recreativas y la que remata el propio bloque de habitaciones. Ya con anterioridad Cipriano Domínguez a la hora de proyectar el Centro Simón Bolívar y Carlos Raúl Villanueva al hacer otro tanto en la Ciudad Universitaria habían bebido de la misma fuente, lográndose resultados igualmente memorables.


Este hotel de proporciones generosas para la época, de vocación cosmopolita, equipado con mobiliario de firma de los más afamados diseñadores nacionales y extranjeros, y aspecto claramente tropicalizado, hecho con la ambición de atraer el turismo a la hermosa Isla de Margarita, cumplió su cometido de forma tal que debió ser objeto de una remodelación y ampliación que lo llevó en 1974 a alcanzar el nivel de 5 estrellas, elevando a 239 las habitaciones y a 12 las suites, proyectada por Julián Ferris y Jaime Hoyos. Entre las importantes transformaciones que sufrió la obra original de Vegas y Galia se encuentra la eliminación de la ventilación cruzada en el bloque original de habitaciones y por ende la incorporación plena del aire acondicionado debido a la conversión de la planta tipo de crujía sencilla a doble. También se añadió un nuevo cuerpo de dormitorios ubicado hacia el norte cuya volumetría y lenguaje alteraron de manera radical la percepción original que se tenía desde su acceso principal (presidida por una gran piel de bloques calados que a modo de celosía protegía los pasillos que conducían a las habitaciones) y el antiguo Salón Principal, en el cual Marcos Pérez Jiménez celebró en diciembre de 1955 la finalización de su construcción con una gran fiesta, se transformó en el Gran Salón Restaurante Guayamurí. El Bella Vista durante años cubrió todas las expectativas, convirtiéndose además en una de las pocas inversiones rentables de la CONAHOTU, en hito dentro de la región y en obligada referencia por su adecuada respuesta al medio dentro de los hoteles de playa del país. Hoy intenta competir con las grandes cadenas internacionales aprovechando su inmejorable localización, el contar con una excelente playa y vistas hacia una de la más hermosas bahías de la isla, amén de poseer la solera que el tiempo le ha otorgado.
ACA
Procedencia de las imágenes
1 a 8. Sato A. José Miguel Galia. Arquitecto, 2002
9 y 10. Colección Crono Arquitectura Venezuela

El Sistema Estructural Metálico Apernado (SIEMA) es tal vez uno de los elementos que mejor permiten explicar la evolución de la visión que caracteriza la línea de trabajo dedicada al desarrollo tecnológico de la construcción del IDEC FAU UCV, desde sus inicios (1975) hasta la actualidad. En primer lugar porque se trata de una clara muestra de lo que se considera un sistema constructivo abierto, basado en el ensamblaje en obra de componentes estandarizados producidos industrialmente, económico, versátil, de fácil montaje, ligero y flexible. En segundo lugar porque su conformación modular permite diversos acomodos internos, cambios de dirección en la retícula estructural, previsión de crecimiento progresivo y la posibilidad de explorar con variadas formas de cerramiento, según el uso a que se destine la edificación que lo emplee, pudiéndose alcanzar hasta tres pisos de altura. Y, en tercer lugar, porque denota la presencia actualizada de los primeros contactos que establecieron los fundadores del Instituto, a comienzos de los años 60, con el Programa Especial del Consorcio de Autoridades Locales del Reino Unido (CLASP), que a través del CLASP Development Group los proveyó posteriormente (1977-78), gracias al convenio CONICIT-IDEC-CLASP, bajo la figura de transferencia, de una tecnología flexible y abierta basada en el uso del acero en edificaciones educativas que, por ensayo y error, será plenamente adaptada por el IDEC a las condiciones de nuestro país para su utilización en una amplia gama de construcciones, tal y como señala Alberto Lovera en el artículo “Los laberintos de la innovación tecnológica. El Sistema Siema del IDEC» (1993).
Detenerse a conocer las características de este sistema (información que puede consultarse ampliamente en http://www.fau.ucv.ve/idec/pdf/propuestasidec.pdf), cobra sentido para enfatizar su condición de andamiaje o soporte de múltiples posibilidades que a su vez permiten detectar la habilidad y el talento del diseñador o diseñadores que echan mano de él y, en particular, la participación de Henrique Hernández, junto a Alejandro Calvo y Nora de la Maza, en el proyecto y construcción de la sede para el Banco del Libro, Altamira (Caracas).

Las condiciones que debieron sortearse de antemano en el proyecto del edificio no eran nada favorables: necesitaba ubicarse en un lote estrecho y largo próximo al Distribuidor Altamira al borde de la vía que conecta la autopista Francisco Fajardo con la plaza Francia, por lo que el volumen prismático producto de la utilización del sistema tendría que orientar sus caras más largas hacia el este y el oeste. De aquí que las operaciones relacionadas con la implantación del objeto, su relación con el entorno y su comportamiento climático pasarían a ser fundamentales a la hora de tomar decisiones de orden arquitectónico.
Haciendo valer su ya demostrada capacidad para sacar partido de las adversidades, Henrique Hernández ubica el edificio de 1.500 m2 de construcción, una bien proporcionada caja de tres pisos de 12.60 mts de ancho por 39.60 de largo y una altura de 9.15 mts, cuya planta responde a un módulo estructural de 3.60 mts a lo largo, con luces de 7.20 mts y 5.40 mts para cubrir el ancho, organizada en función de dos núcleos de circulación y servicios colocados uno a cada extremo, lo más alejado posible de las desfavorables condiciones de ruido y tráfico prevalecientes al sur, con la intención de lograr hacia el norte un modesto y a la vez digno acceso que estaría acompañado de una pequeña plaza (desde donde está tomada la foto que ilustra nuestra postal del día de hoy) en la que se proponía la inserción (no consumada) de una obra de Alejandro Otero. De esta forma se conseguiría también dar cabida más al norte a un pequeño estacionamiento y a la incorporación de los retiros como espacios de expansión (a modo de patios) de las actividades públicas ubicadas en la planta baja, gracias al atinado papel que juega el muro perimetral. Así, la edificación se convierte ella misma en acceso y elemento ordenador principal de las diferentes fases de crecimiento del programa y de ocupación del resto del complicado terreno.


El otro gran acierto del edificio estriba en la manera como es tratada su envolvente la cual no sólo actúa como respuesta acorde a su desfavorable orientación, sino que brinda la oportunidad de llevar a cabo una cuidadosa selección de los elementos que la integran y sobre todo de incorporarle un rico y variado dinamismo. Sin abandonar preocupaciones de índole funcional que privan a la hora de mostrar al exterior los ambientes que su piel recubre, las fachadas del edificio hablan por si solas de un claro deleite por la composición de los planos que las definen y su permanente diálogo con la modulación estructural: romanillas fijas y móviles (de variadas dimensiones) de aluminio anodizado, así como marcos de ventanas y cerramientos sólidos del mismo material, se combinan contrastando con casquetes seccionados a media bóveda en fibra de vidrio de color amarillo, inyectándole a la ligereza de las cerchas y columnas que componen el sistema constructivo una sugerente capacidad expresiva que no atenta contra su sobriedad. Todo este esfuerzo estético, reforzado con la participación de Carlos Cruz-Diez en el tratamiento del hall de entrada, deriva, además, en haber logrado condiciones óptimas de ahorro energético ante las circunstancias adversas del medio.

En el Banco del Libro, Hernández y su equipo logran plasmar una obra madura que muestra cómo tras la aparente frialdad y esquematismo de la estructura que soporta el edificio es posible conmover al visitante no sólo desde fuera sino particularmente cuando se disfruta de la atmósfera interior, plenamente alcanzada teniendo al control de la luz como protagonista. De esta manera se aprovecha una de las mayores ventajas que aporta el SIEMA: lograr la libre disposición de las partes constitutivas del programa propio de una institución pública dentro de la máxima flexibilidad espacial con la menor cantidad de elementos.

Posteriormente a la realización del Banco del Libro el IDEC, a través de su empresa TECNIDEC, construirá en Sartenejas (1991) la ampliación de la Fundación Instituto de Ingeniería en la que de nuevo participa Henrique Hernández, esta vez acompañado por Alejandro Galbe y Cristina Echeverría. El sistema se comercializa y también en 1991 se utiliza para la construcción de un edificio de laboratorios de la Procter & Gamble en La Yaguara (Caracas), proyecto del arquitecto Pablo Lasala, para luego servir de soporte (tras la firma de un contrato de Licencia con la empresa CORYLUM C.A.) para contener la sede del Grupo CORIMON en la Zona Industrial de Valencia, estado Carabobo del arquitecto Servio Tulio Ferrer y, más recientemente, el núcleo de Maturín de la UCV del arquitecto Nelson Rodríguez.
El seguirle la pista a los orígenes y desarrollo del SIEMA ha permitido a Alberto Lovera en el ya citado artículo develar “los laberintos de la innovación tecnológica”, pero sobre todo el poder constatar, de nuevo, que Henrique Hernández al usar el catálogo de piezas que lo conforman, ha logrado no sólo complementarlo sino dotar a la edificación resultante de un carácter que trasciende la simple resolución automática de los problemas arquitectónicos involucrados, sin dejar de convertirse en una nueva acentuación del sistema constructivo más que en una búsqueda de formas originales. La experiencia acumulada, unida al aprendizaje que produjo el episodio del edificio de Trasbordo, cobra en el Banco del Libro un tono menos programático pero igualmente experimental dando como resultado un contenedor que dialoga con el lugar y no un objeto derivado de la literal traducción de un proceso. La paradoja que encierra el largo tiempo transcurrido entre la realización del proyecto y su inauguración (cerca de 5 años cuando no debió pasar de uno), atribuible a problemas de orden presupuestario y de diversa índole, no desmeritan el valor del Banco del Libro como manifiesto arquitectónico a favor de una particular visión comprometida con la ideación desde la sistematicidad constructiva de cualquier obra que busca ser eficiente, económica y de rápida ejecución.
ACA
Procedencia de las imágenes
Revista ESPACIO, nº 4, 1989