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TEXTOS FUNDAMENTALES

Arquitectura y obras públicas en Venezuela. Siglo XIX

Leszek Zawisza

Ediciones de la Presidencia de la República

1988-89

La aparición en tres tomos, editados entre 1988 y 1989 por la Presidencia de la República, de Arquitectura y obras públicas en Venezuela. Siglo XIX, significó para Leszek Zawisza (1920-2014) la culminación de un proceso que como docente e investigador activo dentro del Sector de Historia y Crítica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, lo llevó a ocupar un relevante nicho de dentro de la historiografía de la arquitectura venezolana.

Con esta obra Zawisza no sólo completó y organizó una valiosa información para entonces dispersa que dificultaba ver en su conjunto la arquitectura del siglo XIX venezolano, sino que afianzó un línea de trabajo que, como señala Alfonso Arellano en “Historiografía de la arquitectura venezolana. Arquitectura como arte” (revista Portafolio nº18, 2008), lo alejaba de posturas que valoraban la inspiración del arquitecto como artista que se revela tras la presencia de la idea de lo bello en el pasado construido que se examina, o de consideraciones históricas que buscaban transformar la realidad a partir del pasado o de una mítica autenticidad (o identidad) en la arquitectura venezolana, personificadas en las figuras de Graziano Gasparini y Juan Pedro Posani, respectivamente. Por el contrario, afirma Arellano, “en la historia de Zawisza la noción de mímesis domina casi todas las descripciones de las edificaciones, tanto como considera la actuación de los arquitectos que las erigieron, progresando en la reproducción. No es casualidad, por tanto, que Zawisza examine el siglo XIX, la época del historicismo,

la era de la racionalización de la mímesis en la teoría y en la práctica de la arquitectura.”

Así, su visualización de la arquitectura como “arte realista”, su interés por “testimoniar y documentar la obra arquitectónica evitando toda crítica”, el acudir a la revisión de las fuentes documentales ya no “para examinar y aprehender los cambios sociales, políticos y económicos” o para “establecer o discutir sobre su significación”, sino para “reproducir las vicisitudes que condujeron hasta el objeto arquitectónico”, hacen de la tarea emprendida por Zawisza una labor que evade cualquier interpretación subjetiva y aspira a la neutralidad que ofrece la presentación pura y simple de los datos visibles encontrados.

Arquitectura y obras públicas en Venezuela. Siglo XIX, a lo largo de sus tres tomos, es, según Arellano, “el resultado de una rigurosa investigación histórica, basada en una metodología filologista, derivada genéricamente del positivismo del siglo XIX”, donde se “demuestra un minucioso trabajo de rescate, atribución y datación de información documental, gráfica y fotográfica sobre la arquitectura y la ingeniería del siglo XIX, así como de los eventos sociopolíticos que las rodean. Cubre una amplia gama de fuentes hemerográficas y bibliográficas localizada en diversos archivos, la cual traslada al escrito histórico ampliándola en forma de comentario, adecuadamente relacionándola o entrelazándola, pero dejando claro que ella debe hablar por si sola.”

La valorización del material auscultado revela a través de la publicación su ordenación secuencial por períodos históricos, comenzando en los últimos años del siglo XVIII hasta 1830, o período de transición (recogidos en el tomo 1 de 329 páginas), continuando con los años que van entre 1830 y 1869, desde Páez hasta la Guerra Federal (tomo 2, 379 páginas), hasta llegar, finalmente, al período de Guzmán Blanco (tomo 3, el más voluminoso, 461 páginas).

También recoge Arquitectura y obras públicas en Venezuela. Siglo XIX los frutos que Zawisza  sembró desde su incorporación a la planta profesoral de la FAU UCV en 1968 y de su trabajo entre 1979 y 1984 como Director del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas -CIHE-, en sustitución de Graziano Gasparini, período en que dicho Centro “emprendió las importantísimas investigaciones ‘Vivienda Rural en Venezuela’, ‘Arquitectura y Obras Públicas en Venezuela, 1908-1935’ y el ‘Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Venezuela’, todas bajo su coordinación junto con el profesor Ciro Caraballo y un valioso grupo de jóvenes investigadores, formados bajo su guía académica”, tal y como apunta Juan José Pérez Rancel en la nota aparecida en el portal la revista Entrerayas el 6 de julio de 2014, dos días después del fallecimiento de Zawisza, quien se había residenciado en Italia desde 1989.

Tampoco es de menor monta el hecho de que Zawisza haya publicado, previamente a Arquitectura y obras públicas en Venezuela. Siglo XIX , como parte de una incesante calistenia: Alberto Lutowski: contribución al conocimiento de la ingeniería venezolana del siglo XIX (1980); La Academia de Matemáticas de Caracas (1980); y Colonia Tovar, tierra venezolana (1980) y, posteriormente, León Achiel Hoet, un ingeniero de la vieja Maracaibo (1989); y Breve historia de los jardines en Venezuela (1990), para cerrar con otra obra clave y absolutamente complementaria al texto que hoy nos ocupa: La crítica de la arquitectura en Venezuela durante el s. XIX (1998). También es importante el aporte realizado a través de los artículos que publicó en el Boletín del CIHE, la revista CAV y la editorial FUNDARTE pero resalta, particularmente, la edición del nº 59 de la revista Punto dedicada la “La Ciudad Universitaria de Caracas” donde bajo su coordinación se llevó a cabo un riguroso e impactante registro de la situación de deterioro de la Ciudad Universitaria, veinte años antes de que fuese declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Dominada en su gran mayoría por ingenieros-arquitectos, para Zawisza las obras  realizadas durante el siglo XIX en Venezuela “… no tienen ningún soporte teórico y en su base ninguna corriente cultural propia”, subrayando el hecho, resaltado por Arellano, de no encontrar ideas en el objeto. Se asume así una polémica postura (propia de la ideología del progreso, la ciencia y la técnica positivista) según la cual dichos objetos son lo que son “sin que haya que buscar significados más allá de su obvio y específico papel instrumental para la imagen del régimen de turno”, quedando despojados de la poética propia de los arquitectos, quienes además para Zawisza “no lograron lo que podría llamarse una escuela o corriente”, quedando reducidas las obras “tan sólo a una reproducción pragmática de modelos a partir de determinadas condiciones financieras, promotoras y técnicas, pero sobre todo políticas”. La ausencia de una poética en la arquitectura venezolana del siglo XIX, tesis desarrollada por Zawisza en La crítica de la arquitectura en Venezuela durante el s. XIX (1998), nos permite toparnos, no sólo con una justificación de la postura historiográfica asumida en Arquitectura y obras públicas en Venezuela. Siglo XIX, sino con la oportunidad de problematizar la tendencia superficial e imitativa que siempre nos ha acompañado y de preguntarnos si la carencia de una base teórica y de un trasfondo cultural, también presentes en lo que construía por aquel entonces, aún perdura.

ACA

TEXTOS FUNDAMENTALES

LA ARQUITECTURA COLONIAL EN VENEZUELA

Graziano Gasparini

Ernesto Armitano Editor

1965

La Arquitectura Colonial en Venezuela es quizás uno de los libros de mayor relevancia de cuantos se han publicado en el país y de mayor impacto de entre los sesenta que Graziano Gasparini (Gorizia -Italia- 1924) ha producido desde su opera prima Templos coloniales de Venezuela (1959) hasta el más reciente Arquitectura y NO (2016). Inaugura, además, una larga y fructífera alianza entre Gasparini y el editor Ernesto Armitano que se prolongará por más de cuatro décadas, constituyéndose así la primera empresa impresora de libros de arte editados sistemáticamente donde se publicarán también los registros fundamentales del patrimonio monumental de la nación.

Tras 17 años de haberse radicado en el país (Gasparini llega a Venezuela a finales de 1948 recién graduado de arquitecto, procedente de Venecia, para promover la participación de los países latinoamericanos en la Bienal de Arte que se realizaba en esa ciudad), y de haberlo recorrido de punta a punta “en una camioneta Plymouth y con un mapa de la Creole”, La Arquitectura Colonial en Venezuela se trata de una obra que amplifica y sedimenta la labor de registro y documentación que dio pie a Templos coloniales de Venezuela y que se enriqueció con La arquitectura colonial de Coro (1961) y La casa colonial venezolana (1962). A ello habría que sumar la actividad desarrollada desde la creación en 1963 del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas (CIHE) de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV del que fue su primer director y el lanzamiento en 1964 del número 1 del Boletín de dicho Centro, tribuna y referencia a escala continental de temas relacionados al patrimonio, su estudio, preservación y restauración.

Amén de servir para corroborar su alta calidad como fotógrafo y de abrirle la oportunidad de mostrar parte del archivo que ya empezaba a acumular (la publicación contiene 166 fotos en blanco y negro y 24 a color de las cuales sólo 20 no son de su autoría), el libro incluye en 32 de sus páginas una serie de planos, plantas y dibujos que le permiten a Gasparini ofrecer una exposición interpretativa de la significación histórica de la arquitectura colonial venezolana y subrayar el planteamiento central que podemos recoger en la Introducción titulada “Tres siglos de arquitectura anónima”: “… en la arquitectura colonial venezolana no encontraremos la obra de arte que se destaque por su concepción inventiva y personalizada. La comparación con varias obras levantadas durante el mismo período en México y Perú determinaría -según el concepto del crítico tradicional- una escala de valores en la cual difícilmente encontraríamos cabida. Del mismo modo, la insuficiente preparación de algunos historiadores, que de la arquitectura sólo contemplan las fachadas, ha generalizado la definición de ‘pobreza’, puesto que por riqueza entienden la exuberancia decorativa y la preciosidad de los materiales (…) No proponemos una revalorización de la ‘pobre’ arquitectura colonial venezolana, sí una revisión de la actitud crítica, para demostrar que su participación en el panorama cultural de Hispanoamérica, reflejó la sinceridad expresiva que podía producir. Acaso su rasgo más peculiar fue el de la persistente continuidad y aceptación de un esquema distributivo, estructural y volumétrico que siempre se manifestó con sencillez y dignidad más que con pobreza”. Su alejamiento de la actitud con que Carlos Manuel Möller observaba la modesta arquitectura de una colonia que no ofreció a España grandes riquezas, es clara y su sintonía con lo que ya había recogido, expresado y valorado al respecto Carlos Raúl Villanueva en La Caracas de ayer y de hoy, su arquitectura colonial y la Reurbanización de El Silencio (1950) y en “El sentido de nuestra arquitectura colonial” (1952), es plena.

Así, las categorías de Arquitectura civil, Arquitectura religiosa y Arquitectura militar propias del período analizado (sumadas a la continuidad que se aprecia inmediatamente después de la independencia), no hacen sino sumar puntos a lo ya señalado y remarcar que el tema central “no fue tratado con el propósito de elaborar un elenco de los monumentos que aún nos quedan, sino de analizar la expresión arquitectónica como resultante de los factores artísticos, políticos y económicos que contribuyeron a su formación”.

Si en sus primeras aproximaciones a lo colonial a Gasparini le interesaba conocer y estudiar la tradición constructiva del país, ahora su énfasis se orienta a desarrollar un método de análisis e interpretación objetivo que posibilite “revelar la originalidad creadora de la obra de arte auténtica” y destacar “su superioridad en la composición, técnica y contenido” de manera de no contaminar el proceso crítico por juicios “a priori” hacia obras que no estén signadas por el protagonismo del artista y se encuentran más bien marcadas por el anonimato. En este caso el distanciamiento con lo que entonces planteaba Bruno Zevi para quien “no existe una historia de la arquitectura sino sólo una historia de los arquitectos” es evidente.

Graziano Gasparini, Premio Nacional de Arquitectura en 1995, quien a sus 93 años ha logrado acumular más de cien mil fotografías de todo el país, recuerda en una entrevista que le hiciera Guadalupe Burelli en 2009 para Prodavinci: “Prácticamente yo entré en la universidad a la caída de Pérez Jiménez, cuando me llamó el Rector de la Central, Francisco de Venanzi, en febrero de 1958 y comencé a dar clases de Historia de la Arquitectura colonial venezolana”. En otro momento del diálogo, ante la pregunta “¿Es posible modernizarse sin destruir?”, riposta: “Sí, cómo no, y para eso se necesitan esas facultades que no se estudian, que son sensibilidad y talento”, en clara referencia a los estragos cometidos por profesionales y políticos ignorantes e irresponsables que han metido su mano en desarrollo de nuestras ciudades. Ser sencillamente recordado como “Historiador de la arquitectura colonial venezolana”, tal y como le confesó a Burelli, sería para este Maestro su mejor recompensa. Sin duda ya lo es.

ACA