El nuevo Premio Pritzker, uno de los mayores honores de la arquitectura, es para Sir David Chipperfield CH. Sucediendo a Francis Kéré (2022) y Anne Lacaton junto a Jean Philippe Vassal en 2021, es ahora el ganador número 52 del premio fundado en 1979 por “abrazar lo preexistente, diseñando e interviniendo en diálogo con el tiempo y el lugar” mientras crea “estructuras capaces de perdurar, física y culturalmente”, explica el comunicado oficial. La ceremonia número 45 del Premio Pritzker, en honor a David Chipperfield, se llevará a cabo en Atenas, Grecia, este mayo de 2023.
James-Simon-Galerie, Berlín, Alemania (2018)
Declaración del jurado del Premio Pritzker 2023
El Premio Pritzker se otorga en reconocimiento a aquellas cualidades de talento, visión y compromiso, que han producido contribuciones significativas persistentemente a la humanidad y al entorno construido a través del arte de la arquitectura. La carrera de David Chipperfield está marcada por un largo plazo, rigor y consistencia en un cuerpo de trabajo que ha integrado y equilibrado a la perfección ambos términos de esa ecuación.
Las respuestas cuidadosas, bien trabajadas, precisas y serenas que ha ofrecido a los fines a los que aspiran sus edificios sólo pueden originarse en un conocimiento profundo y sostenido de la disciplina. Sin embargo, esas respuestas nunca son egocéntricas, ni sirven de ninguna manera como arte por el arte: más bien, siempre se mantuvieron enfocadas en el propósito superior de la empresa y en la búsqueda del bien cívico y público.
Rehabilitación de la Procuratie Vecchie, Venecia, Italia (2022)
David Chipperfield «hace su trabajo», y lo hace equilibrando la relevancia y la estatura. Operar anclado al cuerpo de conocimientos de la disciplina o arquitectura requiere inteligencia y modestia; poner ese conocimiento al servicio de un determinado proyecto requiere talento y madurez. En todos los casos, ha elegido hábilmente las herramientas que son fundamentales para el proyecto en lugar de aquellas que solo celebran al arquitecto como artista. Tal enfoque explica cómo es que un arquitecto dotado a veces casi puede desaparecer cuando trabaja en la restauración o renovación de edificios existentes y obras maestras arquitectónicas como las de la Isla de los Museos de Berlín o incluso más en el caso de la icónica Neue Nationalgalerie de Mies van der Rohe en Berlín. También explica por qué el amplio espectro de habilidades de David Chipperfield aparece en su totalidad cuando se le pide que cree desde cero.
Siempre caracterizado por la elegancia, la moderación, el sentido de la permanencia, así como por las composiciones claras y los detalles refinados, sus edificios cada vez exudan claridad, sorpresa, contextualidad sofisticada y presencia segura. En una era de comercialización excesiva, sobrediseño y sobreexageración, siempre puede lograr el equilibrio: entre un lenguaje arquitectónico minimalista moderno y la libertad de expresión, entre declaraciones abstractas y una elegancia rigurosa nunca desprovista de complejidad.
River and Rowing Museum, Henley on Thames, Inglaterra (1989-1997)
Mientras conserva una calidad de diseño meticulosa pero consistente, David Chipperfield ha trabajado continuamente en una amplia gama de tipos de edificios, desde edificios cívicos públicos hasta estructuras comerciales, residenciales y minoristas. Pero desde el principio de su carrera, los museos han sido un foco particular. Desde obras de pequeña escala independientes en el paisaje hasta monumentos de gran escala en ubicaciones urbanas prominentes y, a menudo, complejas y delicadas, los edificios de sus museos siempre han defendido la noción de que un museo es un lugar para la cultura de excelencia. Una y otra vez, ha interpretado las demandas del programa del museo para crear no solo un escaparate de arte sino también un lugar entretejido con su ciudad, rompiendo fronteras e invitando al público en general a participar. Una y otra vez, los edificios de sus museos han generado nuevos espacios cívicos, nuevos patrones de movimiento en la ciudad y nuevas formas de integrar el tejido existente.
Los proyectos arquitectónicos y museológicos, en manos de Chipperfield, ofrecen una transformación de la vida urbana de las ciudades donde se ubican. Los generosos espacios al aire libre los convierten no en fortalezas sino en conectores, lugares de reunión y observación, de modo que el edificio en sí mismo es un regalo para la ciudad, un terreno común incluso para aquellos que nunca ingresan a las galerías. En resumen, sus edificios encarnan un equilibrio dominante de las nociones aparentemente contradictorias de estar completos en sí mismos como diseños arquitectónicos donde cada detalle se concibe como una parte cuidadosamente estudiada de un todo, y al mismo tiempo crea interconexiones con la ciudad y con la sociedad de tal manera que transforme fundamentalmente todo un distrito.
Amorepacific Headquarters, Seul, Corea del Sur (2017)
En su búsqueda persistente de un cuerpo de trabajo diverso, sólido y coherente, David Chipperfield se las arregla para no desviarse de una consideración seria del genius loci —el espíritu del lugar— o de los contextos culturales cada vez más diversos en los que trabaja. No vemos un edificio de David Chipperfield reconocible al instante en diferentes ciudades, sino diferentes edificios de David Chipperfield diseñados específicamente para cada circunstancia. Cada uno afirma su presencia de él incluso cuando sus edificios de él crean nuevas conexiones con el vecindario. Su lenguaje arquitectónico equilibra la coherencia con los principios fundamentales del diseño y la flexibilidad hacia las culturas locales. Incluye columnatas en sus proyectos europeos y patios en los chinos, utiliza materiales locales de manera lujosa, técnicas ordinarias en estructuras complejas. Mejora la calidad de vida de las personas a través de una sensación poética que siempre fluye de sus edificios. La obra de David Chipperfield unifica el clasicismo europeo, la naturaleza compleja de Gran Bretaña e incluso la delicadeza de Japón. Es el fruto de la diversidad cultural.
Esta apuesta por una arquitectura de presencia cívica sobria pero transformadora y la definición —incluso a través de encargos privados— de lo público, se hace siempre con austeridad, evitando movimientos innecesarios y alejándose de tendencias y modas, todo lo cual es un mensaje de suma relevancia a nuestra sociedad contemporánea. Tal capacidad de destilar y realizar operaciones meditadas de diseño es una dimensión de la sustentabilidad que no ha sido evidente en los últimos años: la sustentabilidad como pertinencia, no solo elimina lo superfluo sino que también es el primer paso para crear estructuras capaces de perdurar, física y culturalmente.
Museo Jumex, Ciudad de México, México (2009-2013)
No es de extrañar que uno de los atributos que viene a la mente al experimentar el trabajo de David Chipperfield es el de un clásico, algo que podrá resistir el paso del tiempo. Clásico no por estilo sino por ser fiel a una responsabilidad hacia el acto y al arte de construir, fiel a las tres cualidades esenciales de Vitruvio: firmitas, utilitas, venustas (fuerza, utilidad, belleza). Lejos de buscar la creación de declaraciones icónicas y aisladas, Chipperfield alterna la moderación y el coraje en una interpretación muy personal del papel de la arquitectura.
David Chipperfield cree que el papel del arquitecto es fomentar nuevas formas de mejorar la vida y los medios de subsistencia en un planeta donde la humanidad ha hecho de nuestro propio hogar un lugar de fragilidad. Su visión de tal papel se ha expandido continuamente desde formas de integrar un edificio individual tanto en su sitio como en su cultura local, hasta comprender la definición más amplia de sitio y cultura.
En años más recientes, esto ha tomado la forma no de construir, sino de aportar experiencia espacial y ambiental para curar y cuidar los paisajes de una región a la que ha llegado a llamar su segundo hogar, Galicia en el noroeste de España. Aquí, la Fundación RIA ha buscado asesorar sobre la preservación del paisaje entrelazado, la agricultura, la ecología y las tradiciones de la tierra de una región para ayudar a preservar y extender un ecosistema en las próximas décadas, incluso frente a los desafíos del cambio climático.
Por el rigor, la integridad y la relevancia de un cuerpo de trabajo que -más allá del ámbito de la disciplina de la arquitectura- habla de su compromiso con la sociedad y el ambiente, David Chipperfield es nombrado ganador del Premio Pritzker 2023.
El jurado del Premio Pritzker de Arquitectura en 2023 estuvo conformado por:
Alejandro Aravena (Presidente del Jurado), galardonado con el Premio Pritzker 2016
Barry Bergdoll, curador, autor y profesor Meyer Schapiro de Historia del Arte y Arqueología en la Universidad de Columbia.
Deborah Berke, arquitecta y decana de la Escuela de Arquitectura de Yale.
Stephen Breyer, juez de la Corte Suprema de EE. UU.
André Aranha Corrêa do Lago, crítico de arquitectura, curador y embajador de Brasil en India, Delhi.
Kazuyo Sejima, arquitecta, educadora y ganadora del Premio Pritzker 2010.
Benedetta Tagliabue, arquitecta y directora de Miralles Tagliabue EMBT.
Wang Shu, arquitecto, educador y ganador del Premio Pritzker 2012.
… 24 de abril, Día Internacional del Multilateralismo y la Diplomacia para la Paz, y Día Mundial contra la Meningitis, nace en 1870 Joan Rubió, y fallecen en 1658 Francesco María Richini, en 1980 Alejo Carpentier y en 2014 Hans Hollein.
Vuelve el azar a permitirnos, luego de escoger el día de hoy como parte de la pauta del Contacto FAC, repasar y comentar algunas de sus peculiaridades y datos más interesante de acuerdo a nuestra particular mirada. Para empezar, conviene recordar que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el día 12 de diciembre de 2018, mediante resolución, el 24 de abril como el Día Internacional del Multilateralismo y Diplomacia para la Paz. Este día se instituyó con el propósito de promover los tres pilares de la ONU entre los que se destacan el desarrollo sostenible, la paz y seguridad, además de la protección de los derechos humanos.
También hoy se celebra el Día Mundial contra la Meningitis, con el objeto de recordar a la población la importancia de esta enfermedad, además de exigir a las administraciones un esfuerzo en la prevención y tratamiento de las graves secuelas causadas. La meningitis es una enfermedad caracterizada por la inflamación de las membranas (meninges) que rodean el sistema nervioso central y una de las principales causas de muerte por infección en niños y adolescentes.
1. Detalle del Vaso de Mikonos (Museo Arqueológico de Mikonos, Grecia), del siglo VII a. C. Se trata de una de las más antiguas representaciones del caballo de Troya.
Haciendo un breve repaso por los acontecimientos más llamativos de este día encontramos que en 1184 a. C., en la actual Turquía, según la leyenda, los griegos, tras nueve años de tenerla sitiada, entran en la ciudad de Troya utilizando un artilugio con forma de enorme caballo de madera y que según relatos que narran aquella guerra fue usado por los aqueos como una estrategia para introducirse en la inexpugnable ciudad fortificada. Tomado por los troyanos como un signo de su victoria, el caballo fue llevado dentro de los gigantescos muros, sin saber que en su interior se ocultaban varios soldados enemigos que salieron sigilosamente de noche, mataron a los centinelas y abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada del ejército aqueo, lo que provocó la caída definitiva de Troya.
2. Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (Thomas Jefferson Building). John L. Smithmeyer y Paul J. Pelz (1873-1897).
Por otro lado, un 24 de abril de 1800 en Washington D.C. (Estados Unidos) se funda la Biblioteca del Congreso, cuando el presidente John Adams firmó un Acto del Congreso que aprovisionó para el traslado de la capital desde Filadelfia a la nueva ciudad de Washington. De acuerdo a lo obtenido de Wikipedia, “En esas leyes se estableció un fondo de 5000 $ para la compra de libros necesarios para las funciones del Congreso. La colección, comprada en Londres, consistió en 740 libros y 3 mapas, y se depositó en un ala del nuevo edificio del Capitolio. La colección cubrió una variedad de temas, pero la mayor parte de los materiales eran de naturaleza legal, lo que refleja el papel del Congreso como un fabricante de leyes”. Considerada hoy en día como una de las bibliotecas más grandes del mundo con más de 158 millones de documentos, la edificación que la terminó albergando, el Thomas Jefferson Building, originada en parte debido al crecimiento del Congreso, pero también en parte debido a la Ley de Derechos de Autor de 1870, es construida entre 1890 y 1897 abriendo al público el 1 de noviembre de este año, luego de que John L. Smithmeyer y Paul J. Pelz ganaran el concurso de proyectos convocado en 1873. Siguiendo a Wikipedia encontramos que “si bien Smithmeyer jugó un papel decisivo en la obtención del encargo, Pelz parece haber sido el diseñador principal del edificio y supervisó la mayor parte del trabajo exterior”. Corresponderá a Edward Pearce Casey llevar a cabo la finalización de los interiores y la supervisión artística del programa decorativo único del edificio, cuando en 1892 fuera despedido Pelz como arquitecto principal de la obra.
3. Woolworth Building, Nueva York. Cass Gilbert (1913)
Continuando la aproximación a temas que nos interesan, un día como hoy de 1913, en Nueva York se abre al público el Woolworth Building diseñado por el arquitecto Cass Gilbert, uno de los primeros rascacielos de Estados Unidos y el edificio más alto del mundo hasta 1930, cuando se construyeron el 40 Wall Street y el edificio Chrysler. Fue ejecutado por el financiero estadounidense Frank Woolworth que deseaba un edificio destacable para su sociedad. Originalmente planeado para tener una altura de 190,5 metros, de conformidad con las leyes del momento, finalmente se elevó a los 241 metros (57 pisos), superando al Metropolitan Life Insurance como el edificio más alto del mundo. Su coste de construcción fue de 13.500.000 dólares.
“El edificio se asemeja a una catedral gótica por sus adornos de pináculos y gárgolas. (…) En la antecámara en forma de cruz latina se extiende la galería comercial. El vestíbulo tiene una altura de tres plantas, techo con cristaleras y bóveda cubierta de mosaicos dorados de inspiración bizantina, una gran escalera de mármol y esculturas que caricaturizan a Woolworth contando monedas y Gilbert con una maqueta de su edificio”, se precisará en Wikipedia.
4. Joan Rubió i Bellver. Casa Roviralta (1903-1913).5. Casa Golferichs (1890-1901) y Puente de estilo gótico flamígero de la calle del Bisbe (1928)
El 24 de abril de 1870 nace Joan Rubió i Bellver, arquitecto catalán fallecido en 1952, “… discípulo de Antoni Gaudí, con el que trabajó entre 1893 y 1905, colaborando en obras como el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, la casa Batlló, la casa Calvet, la torre Bellesguard, el parque Güell, la restauración de la Catedral de Mallorca y la Colonia Güell”. De tendencia catalanista, Rubió fue uno de los principales impulsores de la vinculación de la obra de Gaudí -especialmente la Sagrada Familia- con la identidad catalana y las esencias tradicionales de la sociedad catalana.
“Tras su colaboración con Gaudí desarrolló su propia producción, practicando un eclecticismo goticista, con uso intensivo del aparejo de ladrillo y minuciosidad en el diseño. Al ser nombrado arquitecto de la Diputación de Barcelona (1906) pasó a un clasicismo barroquizante, aunque siempre con pervivencia gaudiniana”, nos aportará Wikipedia complementando lo arriba citado.
De su extensa producción conviene destacar de lo realizado en Barcelona: la casa Golferichs (1890-1901), la casa Roviralta (1903-1913), la casa Pomar (1904-1906), el Pabellón de lavadero y desinfección El Castell (1903-1904), la fábrica algodonera Canals (1906-1907), el edificio de Fomento de la Piedad y Biblioteca Balmes (1916-1934) y el puente de estilo gótico flamígero de la calle del Bisbe, que une el palacio de la Generalitat de Cataluña con la casa de los Canónigos (1928). Fuera de la capital catalana, Rubió realizó los laboratorios Serra en Reus (1911-1912), el Hospital de Campdevánol (1917), el asilo del Santo Cristo en Igualada (1931-1946) y la iglesia del Carmen en Manresa (1940-1952). Fuera de Cataluña fue autor de la farmacia Puig en Azoque (Zaragoza, 1908), la basílica del Sagrado Corazón en Gijón (1910-1925) y la restauración de la casa de san Ignacio de Loyola en Azpeitia (Guipúzcoa, 1920-1921)
6. Francesco María Richini. Iglesia de San Giuseppe (1607-1630) y Colegio de los jesuitas, actual Pinacoteca di Brera (1615)
Entre los fallecimientos acaecidos el 24 de abril se registran el de Francesco María Richini (1658), Alejo Carpentier (1980) y Hans Hollein (2014).
Richini, de lo que recogemos de Wikipedia, “Fue el más notable exponente de una dinastía de arquitectos milaneses, en la que también destacó su padre Bernardo Richini (ca. 1549-1639).
Richini completó su educación artística en Roma, de donde llevó a su ciudad natal el gusto por la cultura barroca romana, fastuosa, exuberante y escenográfica. Fue un arquitecto serio, que adoleció siempre de una falta de sello personal”. Algunas de sus obras más reconocidas (todas realizadas en Milán) son: el Colegio de los jesuitas, actual Pinacoteca di Brera (1615), la Iglesia de Santa Maria alla Porta (1652), la Iglesia de Santa Marta (1621), la Iglesia de San Giuseppe (1607-1630), el Palacio Annoni (1631), y el Palacio Durini (1644).
7. Alejo Carpentier escribiendo y primera página del diario El Nacional del 20 de octubre de 1945.
Alejo Carpentier amerita una particular atención de nuestra parte debido a la estrecha relación que tuvo con nuestro país donde residió entre 1945 y 1959.
Escritor y musicólogo nacido en Lausana, Suiza en 1904 de la unión del arquitecto francés Georges Julien Álvarez Carpentier y de Catherine «Lina» Valmont or Blagoobrasoff, profesora de idiomas de origen ruso, quienes se trasladan a Cuba al poco tiempo después de su nacimiento, Carpentier aterriza en Maiquetía junto a su esposa Lilia poco antes del derrocamiento de Isaías Medina Angarita. Lo hace con la clara intención de establecer una pausa que le permitiera sedimentar y profundizar las indagaciones que ya había adelantado al regreso de su exilio europeo (1928-1939) y con la intuición de que llegaba al país que se lo podría permitir.
El reencuentro con Cuba y su música así como el fascinante contacto con Haití y la historia de su proceso independentista, vistos desde los postulados del surrealismo (movimiento del que formó parte durante su estadía en Francia), le permiten entre 1939 y 1944 desarrollar una teoría interpretativa de lo americano que se enriquece y ensancha gracias a la conexión con un país como Venezuela que cuenta con todos los elementos que componen el Nuevo Mundo: enormes montañas, llanos, ríos caudalosos, selva, mar, y una población mestiza compuesta de blancos, negros e indios. También Venezuela representa para Carpentier la oportunidad de ver la otra cara de la moneda: trabaja como publicista en la empresa ARS, fundada por su amigo parisino Carlos Eduardo Frías, con fuertes lazos con los Estados Unidos, y vive en Caracas parte de la existencia que había rechazado en Nueva York. Como bien apunta Roberto González Echeverría en la «Introducción» de la edición de Los pasos perdidos elaborada por Cátedra, S.A. en 1985: “Caracas … está sufriendo una transformación profunda que pone a Carpentier en contacto con una sociedad posindustrial, y en contacto directo con los medios de comunicación masiva que la caracterizan … Carpentier, en dos palabras, experimenta la América Latina del futuro y del pasado más remoto”. Todo esto, habría que agregar, en medio de circunstancias políticas convulsas y de una bonanza económica vinculada a la abundante producción petrolera.
8. Dos novelas fundamentales de Alejo Carpentier escritas en Venezuela. El reino de este mundo (1949) y Los pasos perdidos (1953).
Así, la consolidación del pensamiento carpenteriano sobre lo americano, aunque no puede verse exento de toda una serie de circunstancias que envuelven su vida, su formación y su trayectoria intelectual, es posible referirlo a dos aspectos fundamentales producto de la totalidad de la obra que escribe en Venezuela. El primero es la gestación y posterior desarrollo de una verdadera teoría estética centrada en lo que se podría llamar una visión optimista de América desde el surrealismo. El segundo es la transformación que sufre la actitud de Carpentier, luego del primer impacto producido por su redescubrimiento de América por la vía surrealista, al contactar a nivel físico y vivencial, antropológico y etnográfico con la selva venezolana y los estadios culturales que allí se le presentan, en la que juega un papel fundamental la influencia que sobre él ejerce el existencialismo sartriano. Carpentier manifiesta su conexión con las tendencias filosóficas del momento que se evidencia en toda una serie de cuestionamientos y reflexiones en torno al tema de la autenticidad o buena fe del hombre moderno; el papel que juega la cultura en la civilización occidental particularmente cuando se aborda desde ella el conocimiento de pueblos distantes y diferentes a los patrones que la caracterizan; los efectos de la modernidad, su relación con el drama urbano y su influencia sobre el sujeto que lo vive; y ante todo el angustioso problema de la creación artística. El primer aspecto conviene revisarlo a la luz del ensayo “Lo real maravilloso de América” (1948) complementado con aclaraciones que en ensayos posteriores ha podido incorporar Carpentier con relación al tema del mismo. Para el segundo aspecto no creemos que exista mejor documento que la lectura analítica de Los pasos perdidos (1953), la que consideramos su novela más importante.
Podríamos decir que Carpentier a su paso por Venezuela reelabora su tesis sobre “lo real maravilloso”, marcando diferencias con lo que se denomina como “realismo mágico”, reforzando su proximidad expresiva con lo barroco, rasgo fundamental asociado a América. Manteniendo una postura cercana a los planteamientos teóricos de Eugenio d’Ors y de Fernando Chueca Goitia quienes, ya sea mediante la presencia de constantes humanas en el caso del primero o de elementos invariantes en el del segundo, coinciden en abrir posibilidades de reconstruir de una manera peculiar la historia de la cultura o, en todo caso, encontrar explicaciones a aquellos casos de civilizaciones o estilos que no responden con precisión a los patrones de análisis y clasificación canónicamente establecidos, Carpentier llega a afirmar que “… el espíritu barroco puede renacer en cualquier momento y renace en muchas de las creaciones de los arquitectos más modernos de hoy. Porque es un espíritu y no un estilo histórico”.
A mediados de 1959 tras el triunfo de la revolución cubana, Carpentier regresa a su país y ocupa altos cargos en el sector cultural hasta que es nombrado embajador en Francia (1966), cargo que desempeña hasta su muerte en París (1980).
En 1978 le es concedido el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras hispanas, en reconocimiento a su significativo aporte a la literatura latinoamericana.
9. Hans Hollein. Tienda de velas Retti (1966).10. Galería Richard Feigen en Nueva York (1970) y Museo de Arte de Frankfurt (1991).
En 2014, un 24 de abril, fallece a la edad de 80 años el arquitecto austríaco Hans Hollein quien en 1985 recibió el Premio Pritzker cuando era uno de los representantes más cualificados del posmodernismo. Vuelve Wikipedia a auxiliarnos cuando apunta que Hollein “fue alumno de Clemens Holzmeister en la Academia de Bellas Artes de Viena. Posteriormente, amplió sus estudios en el IIT de Chicago y en la Universidad de Berkeley. Entre 1963 y 1966, fue profesor en Estados Unidos. Posteriormente, entre 1967 y 1976, enseñó en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf. Desde 1976, fue profesor de la Universidad de Artes Aplicadas de Viena y desde 2002 ocupaba el cargo de profesor emérito”.
Anatxu Zalbalbeascoa a raíz de su muerte redactó para El País el 28 de abril de 2014 una especie de obituario en el que remarcaba la condición de Hollein de arquitecto ecléctico y atrevido, atributos que según ella fueron fundamentales en la obtención del Premio Pritzker. También remarca que en el IIT “tuvo como profesor a Mies van der Rohe, al que no se puede negar que no imitó” y que desde Berkeley “recorrió Estados Unidos en un viejo Chevrolet rastreando todas las Vienas que hay en ese país”.
Sin embargo, “Fue al regresar cuando firmó en su ciudad la pequeña tienda de velas Retti que daría la vuelta al mundo. El cuidado puesto en el contenedor iba de la mano de un meticuloso trabajo de interiorismo. Corría el año 1966 y su fama no tardaría en extenderse por Graben, la gran calle monumental y comercial vienesa donde todavía hoy pueden visitarse, como si fueran las perlas de un collar, las joyerías Schullin -una con forma de cristal de roca, de 1974, y otra posterior, de 1982- o la tienda de tabacos que firmó en 1992. En realidad, se podría decir que esa calle peatonal del centro de Viena resume al arquitecto porque más allá de esos menudos y extraordinarios proyectos, en uno de los extremos del paseo, frente a la Catedral de San Esteban, el Centro Comercial Haas Haus está ideado con idéntico cuidado y osadía”.
Hollein, quien dominaba como pocos la pequeña escala “con la calidad de los antiguos mueblistas y con el cuidado de los joyeros” diseñó “teteras, gafas, butacas, mesas, inolvidables joyas y hasta el piano que ideó para Bosendorfer Flügel en 1990”. Como docente siempre enseñó a sus alumnos la importancia de correr riesgos los cuales fue evidenciando a través de su obra “mezclando estilos y materiales como el mármol y el plástico”.
Participó en gran cantidad de concursos y dejó para la posteridad su marca a través de obras como: la Galería Richard Feigen en Nueva York (1970), la remodelación del Museo del Cristal y la Cerámica de Teherán (1978), el Museo de Arte de Frankfurt (1991) y el centro Vulcania en Auvergne (2002), entre otras.
Zabalbeascoa concluirá (y nosotros con ella este largo repaso al día 24 de abril), señalando lo siguiente: “Hollein sabía que la calidad y la sorpresa exigen idéntico esfuerzo y se empeñó en conseguir ambas. Por eso su obra ecléctica retrata más experimentación que ideas fijas. Irónico y osado, Hollein fue una figura importante en su ciudad. Todavía lo es gracias a las joyas que salpican la calle Graben casi medio siglo después de inaugurarse. Esos proyectos atestiguan, queda dicho, que fue mejor en la pequeña escala … que en la grande. (…) Es complicado salvar un gran edificio con detalles exquisitos. Es necesario buscar atributos específicos según el tamaño de cada proyecto”.
Espero cambiar el paradigma, empujar a la gente a soñar y arriesgarse. No es porque seas rico que debas desperdiciar material. No es porque seas pobre que no debes intentar crear calidad, […] Todos merecen calidad, todos merecen lujo y todos merecen comodidad. Estamos interrelacionados y las preocupaciones sobre el clima, la democracia y la escasez son preocupaciones para todos nosotros.
Francis Kéré
Desde el mismo momento en que el pasado 15 de marzo se conoció de boca de Tom Pritzker, presidente de la Fundación Hyatt, el nombre del arquitecto ganador del Premio Pritzker 2022, las agencias noticiosas se dieron a la tarea de divulgar a lo largo y ancho del planeta titulares de lo que, a su juicio, valía la pena destacar o más llamaba la atención: “Francis Keré, primer premio Pritzker africano”, “Arquitecto burkinés gana el premio Pritzker” o “Diébédo Francis Kéré, voz de la arquitectura social africana, gana el Premio Pritzker 2022”, fueron algunos de ellos. Otros como “El nuevo Premio Pritzker atiende los retos de África” o “Francis Kéré, un premio Pritzker entre la utopía y el pragmatismo” intentarán subrayar aspectos más precisos.
Pero lo que es un hecho irrefutable es que la escogencia de Francis Kéré, apunta en dirección contraria a la arquitectura por la que el jurado de estos galardones tradicionalmente se ha decantado. Hay quienes señalan, con gran tino, que cuando su primera obra, la Escuela Primara de Gando, comenzaba a construirse en 1999 ese año ganaba el premio Pritzker Norman Foster, autor del HSBC de Hong Kong, que fue el edificio más costoso de la historia cuando se concluyó en 1986. También señalan que entonces se transitaban tiempos de esplendor para la arquitectura espectáculo y los arquitectos estrella que perduraron mientras se construía la modesta escuela de Kéré en su pueblo natal, hecha con tierra y ladrillos bajo una estructura separada de la cubierta que sirve como sombrilla, sin sistemas mecánicos de ningún tipo y levantada por los vecinos que se terminará en 2001, correspondiéndole el Pritzker de entonces a Rem Koolhaas en 2000 y Herzog & de Meuron en 2001.
Ese sintomático viraje que ha venido experimentando el premio durante las últimas entregas marca un verdadero cambio de paradigma según el cual, al menos, ya no se distinguen aparatosos despilfarros arquitectónicos. Con Francis Kéré se da una nueva vuelta de tuerca en este caso hacia el reconocimiento de un nuevo tipo de profesional que trabaja con tierra y palos, en lugares de extrema pobreza, y hace obras con presupuestos microscópicos, pero mantiene puentes con Europa y Norteamérica, y da visibilidad a un trabajo riguroso y exigente, volando a menudo entre el Primer Mundo en el que tiene su estudio, y el Tercer mundo en el que realiza las obras.
Hoy hemos querido, de entre la cantidad enorme de notas de prensa que abordan la biografía del Kéré o artículos que se adentran algo más a desmenuzar las características fundamentales de su obra, transcribir dos textos que pensamos ilustran debidamente la dimensión del arquitecto. El primero es la «Declaración» emitida por el jurado del Premio Pritzker sustentando su decisión y el segundo es el artículo de Anatxu Zabalbeascoa publicado en El País, convencidos de que dan una visión panorámica y precisa de los aspectos que vale la pena conocer de la vida, obra y pensamiento de quien hoy ocupa los titulares de las páginas culturales de la prensa.
Clínica en Léo (Burkina Faso), 2014.
VALE LA PENA LEER
Kéré gana el Pritzker y se convierte en el primer africano en recibir el premio más importante de la arquitectura mundial
La elección del proyectista burkinés marca un cambio de paradigma en la historia del galardón al reconocer el papel del arquitecto como un guía capaz de cambiar la suerte de una comunidad y la ambición de su disciplina
Anatxu Zabalbeascoa
15 de marzo de 2022
Tomado de elpais.com
“No se trata de hacer, sino de enseñar a hacer”. El primer arquitecto africano en ganar el premio Pritzker marca un cambio de paradigma en la historia de este galardón al celebrar a un profesional que consigue actualizar la tradición y reunir dinero para construir por encima de reconocer al que mejor construye con medios menos limitados. Diébédo Francis Kéré (Gando, Burkina Faso, 56 años) representa al arquitecto como guía para el cambio hacia una construcción más sostenible ―con medios locales y más lógica que tecnología― colaborativa y compartida. También la esperanza de que la arquitectura ayude más a mejorar la suerte de mucha gente que la fortuna de unos pocos.
No es la primera vez que un proyectista se convierte en promotor ―muchos españoles lo hicieron durante décadas en el siglo XX―. Tampoco la autoconstrucción es extraña, sino más bien la norma en buena parte del mundo. En Europa, era habitual que las catedrales las levantaran entre ciudadanos. Y hasta mediados del siglo pasado fueron los propios habitantes quienes construyeron las viviendas españolas más pobres. Lo que sí se cuenta con los dedos de una mano son los promotores que no han sido inversores, es decir: que han querido cambiar la suerte de una población antes que la de su cuenta bancaria. Es el caso del Pritzker 2022. La historia de Kéré parece una mezcla entre un cuento de hadas y un lavado de conciencia del mundo occidental. Que resulte increíble da una idea de la dureza del mundo en el que ha conseguido construir, primero, y cambiar esquemas, después. Que el jurado no haya querido que quede como una anécdota pintoresca y excepcional denota que el Pritzker quiere volver a ser un referente.
Escuela primaria en Gando (Burkina Faso), 2001.
Hijo primogénito del jefe de un poblado en Gando (Burkina Faso), a Kéré le tocó estudiar y odió hacerlo. Tenía siete años. Pasó de ocuparse de llevar agua y jugar con sus 12 hermanos a caminar solo 20 kilómetros al día para aprender a leer y escribir en una escuela de Tenkodogo. Aquel colegio estaba construido con bloques de hormigón y muy mal ventilado. Kéré no olvidó el calor que pasó en ese edificio. Por eso, cuando, becado para convertirse en carpintero en Berlín, prolongó sus estudios hasta graduarse como arquitecto en 2004, tuvo una idea fija en la cabeza: que los hijos de sus amigos tuvieran sus oportunidades y que pasaran menos calor.
Fue entonces, estudiando arquitectura, cuando se convirtió en promotor. Reunió dinero para levantar la Escuela Primaria de Gando. Sabía cómo construirla: ventilada. Los hombres harían el barro y los ladrillos, mientras que las mujeres alisarían el suelo. La cubierta quedaría elevada sobre el muro para dejar pasar el aire y evitar parte del calor. Para 2001, Gando seguía sin electricidad y sin agua corriente, pero tenía escuela. “Con la gente implicada, los diseños prosperan. El mejor mantenimiento es el entusiasmo”, explicó a El País en 2015.
Hoy en Gando esa escuela ha crecido. Los 120 niños iniciales son ahora 700 alumnos. Hay una residencia para los profesores y, no lejos, una clínica equipada para poder operar. Todas las cubiertas dejan pasar el aire, el marco de las ventanas se extiende hasta la calle para frenar el soleamiento. Todo lo han construido Kéré y su equipo. A medio camino entre Berlín y Gando, ahora el burkinés tiene doble nacionalidad, el reconocimiento del planeta ―da clases en Harvard y en Yale y la AIA o el RIBA lo hicieron arquitecto honorífico― y, habiendo cambiado la escala de valores de la arquitectura, le queda por demostrar hasta dónde puede llegar como proyectista.
Campus del Lions Club (Kenia), 2021.
El año pasado, Keré culminó en Kenia el Campus del Lions Club, una residencia para estudiantes de tecnología de la información. El proyecto es clave en su trayectoria. Aunque ya había salido a construir una comunidad en Mozambique y aunque ya había mejorado el aislamiento de los edificios empleando una pantalla de lamas de madera (Escuela Secundaria Schorge en Koudougou), aquí la escala es otra. La protección de la calima es mejor. El entendimiento de la topografía es orgánico.
Serpentine Pavilion (Londres) 2017.
La historia de Kéré es tan valiosa como pintoresca. Tal vez por eso, el arquitecto corrió el riesgo de ahogarse en su propio éxito. Sucedió cuando comenzaron a pedirle intervenciones temporales en museos como la Royal Academy (2013) o el pabellón temporal de la Serpentine en Londres (2017). Kéré explicó entonces a El País que esas intervenciones aumentaban su fama, informaban de otra manera de construir y le permitían reunir fondos para seguir construyendo en África. La doble lista ―oculta en tantos arquitectos conocidos― o pública en Francis Ford Coppola ―que hacía Padrinos para producir películas más arriesgadas― había llegado a la arquitectura. Solo que, en el caso de Kéré, dejar de construir es un riesgo para mucha más gente que él. ¿Lo tiene todo hecho, entonces? ¿Qué premia el Pritzker?
Aunque acumule reconocimientos, que este galardón corona, y aunque ya haya hecho historia como arquitecto ―transformando la figura del proyectista en guía para la construcción de comunidades y edificios―, la escala metropolitana será el nuevo reto de Kéré. En Porto-Novo, la capital de Benín, construye un parlamento que se ha adelantado al que también ha proyectado para la capital de su país: Uagadugú. El tamaño y la ambición de estos edificios decidirán el futuro de este arquitecto que ya es histórico.
Proyecto del Parlamento de Benín (Porto-Novo), 2021.
No será la primera vez que el Pritzker tiene la oportunidad de redoblar la reputación del premio con quien ya ha recibido el galardón. Sucedió con los suizos Herzog & de Meuron. Tras hacerse con él en 2001, los autores del Caixaforum de Madrid reinventaron su propia arquitectura con el Estadio Olímpico de Pekín, el Rascacielos en Leonard Street de Nueva York, el Museo De Young en San Francisco o la Elbphilarmonie de Hamburgo. Los de Basilea se renovaron ampliando su registro y el de la arquitectura. Se hicieron, además, previsibles en calidad e imprevisibles en las formas, las soluciones y los materiales. Ese es ahora el paso que le queda por dar a Kéré, un proyectista de nueva generación que ha conseguido que su arquitectura “involucre a la gente y abandone el egocentrismo”. “Para mí la arquitectura es un reto. Una vía para solucionar problemas y aportar algo a la sociedad”, explicó en su conversación con El País en 2015. Eso lo tiene hecho. El siguiente paso lo anunció también en aquella entrevista: “Si empiezas bien, solo puedes continuar cambiando”.
Pabellón Fishtail (Estados Unidos), 2019.
«Dibujo sobre papel, pero prefiero diseñar sobre el suelo». «No es porque tengas recursos limitados por lo que debes aceptar la mediocridad». «La arquitectura es ensuciarse y empujar todos juntos”.
Francis Kéré, ganador del Premio Pritzker de Arquitectura 2022
Declaración del jurado
¿Cuál es el papel de la arquitectura en contextos de extrema escasez? ¿Cuál es el enfoque correcto para la práctica cuando se trabaja contra viento y marea? ¿Debe ser modesto y correr el riesgo de sucumbir a circunstancias adversas? ¿O es la modestia la única forma de ser pertinente y lograr resultados? ¿Debe ser ambicioso para inspirar el cambio? ¿O la ambición corre el riesgo de estar fuera de lugar y de resultar una arquitectura de mera ilusión?
Escuela Secundaria Schorge en Koudougou (Burkina Faso), 2016
Francis Kéré ha encontrado formas brillantes, inspiradoras y revolucionarias de responder a estas preguntas en las últimas décadas. Su sensibilidad cultural no solo entrega justicia social y ambiental sino que guía todo su proceso, en la conciencia de que es el camino hacia la legitimidad de un edificio en una comunidad. Sabe, desde dentro, que la arquitectura no se trata del objeto sino del objetivo; no el producto, sino el proceso. Todo el cuerpo de trabajo de Francis Kéré nos muestra el poder de la materialidad arraigada en el lugar. Sus edificios, para y con las comunidades, son directamente de esas comunidades, en su construcción, sus materiales, sus programas y sus caracteres únicos. Están atados al suelo sobre el que se sientan ya las personas que se sientan dentro de ellos. Tienen presencia sin pretensiones y un impacto moldeado por la gracia.
Vivienda para maestros en Gando (Burkina Faso), 2004.
Nacido en Burkina Faso de padres que insistieron en que su hijo fuera educado, Francis Kéré estudió arquitectura en Berlín. Una y otra vez, en cierto sentido, ha vuelto a sus raíces. Ha bebido de su formación y obra arquitectónica europea, combinándolas con las tradiciones, necesidades y costumbres de su país. Estaba decidido a traer recursos educativos de una de las principales universidades técnicas del mundo a su tierra natal y hacer que esos recursos elevaran el conocimiento, la cultura y la sociedad indígenas de su región.
Continuamente ha llevado a cabo esta tarea de manera muy respetuosa con el lugar y la tradición y, al mismo tiempo, transformadora en lo que se puede ofrecer, como en la escuela primaria de Gando, que sirvió de ejemplo para muchos, incluso más allá de las fronteras de Burkina Faso, y para al que más tarde añadió un complejo de viviendas para profesores y una biblioteca. Allí, Kéré entendió que un objetivo aparentemente simple, hacer posible que los niños asistieran cómodamente a la escuela, tenía que estar en el corazón de su proyecto arquitectónico. Para la gran mayoría del mundo, la sostenibilidad no consiste tanto en prevenir la pérdida de energía indeseable como en la ganancia de energía indeseable. Para demasiadas personas en los países en desarrollo, el problema es el calor extremo, en lugar del frío.
En respuesta, desarrolló un vocabulario arquitectónico ad-hoc, altamente performativo y expresivo: los techos dobles, la masa térmica, las torres eólicas, la iluminación indirecta, la ventilación cruzada y las cámaras de sombra (en lugar de las ventanas, puertas y columnas convencionales) no solo se han convertido en sus estrategias centrales, pero en realidad han adquirido el estatus de dignidad construida. Desde que completó la escuela en su pueblo natal, Kéré ha perseguido el espíritu y el método de trabajar con la artesanía y las habilidades locales para elevar no solo la vida cívica de los pueblos pequeños, sino también pronto las deliberaciones nacionales en los edificios legislativos. Es el caso de sus dos proyectos en marcha para la Asamblea Nacional de Benin, en construcción avanzada, y para la Asamblea Nacional de Burkina Faso, paralizada temporalmente por la actual situación política del país.
Parque Bamako (Malí), 2010.
La obra de Francis Kéré es, por su esencia y su presencia, fruto de sus circunstancias. En un mundo donde los arquitectos construyen proyectos en los contextos más diversos, no sin controversias, Kéré contribuye al debate incorporando dimensiones locales, nacionales, regionales y globales en un equilibrio muy personal de experiencia de base, calidad académica, baja tecnología, alta tecnología y un multiculturalismo verdaderamente sofisticado. En el pabellón Serpentine, por ejemplo, tradujo con éxito a un lenguaje visual universal y de una manera particularmente eficaz, un símbolo esencial olvidado hace mucho tiempo de la arquitectura primordial en todo el mundo: el árbol.
Ha desarrollado un enfoque sensible y de abajo hacia arriba en su aceptación de la participación comunitaria. Al mismo tiempo, no tiene ningún problema en incorporar el mejor tipo posible de proceso de arriba hacia abajo en su devoción por las soluciones arquitectónicas avanzadas. Su perspectiva a la vez local y global va mucho más allá de la estética y las buenas intenciones, permitiéndole integrar lo tradicional con lo contemporáneo.
El trabajo de Francis Kéré también nos recuerda la lucha necesaria para cambiar los patrones insostenibles de producción y consumo, mientras nos esforzamos por proporcionar edificios e infraestructura adecuados para miles de millones de personas necesitadas. Plantea cuestiones fundamentales sobre el significado de permanencia y durabilidad de la construcción en un contexto de constantes cambios tecnológicos y de uso y reutilización de estructuras. Al mismo tiempo, su desarrollo del humanismo contemporáneo fusiona un profundo respeto por la historia, la tradición, la precisión, las reglas escritas y no escritas.
Desde que el mundo comenzó a prestar atención al notable trabajo y la historia de vida de Francis Kéré, él ha servido como un faro singular en la arquitectura. Nos ha mostrado cómo la arquitectura actual puede reflejar y satisfacer las necesidades, incluidas las necesidades estéticas, de personas de todo el mundo. Nos ha mostrado cómo la localidad se convierte en una posibilidad universal. En un mundo en crisis, en medio de valores y generaciones cambiantes, nos recuerda lo que ha sido, y sin duda seguirá siendo, un pilar de la práctica arquitectónica: el sentido de comunidad y la calidad narrativa, que él mismo es tan capaz de contar con compasión y orgullo. En esto, proporciona una narrativa en la que la arquitectura puede convertirse en una fuente de felicidad y alegría continua y duradera.
Por los dones que ha creado a través de su trabajo, dones que van más allá del ámbito de la disciplina de la arquitectura, Francis Kéré es nombrado ganador del Premio Pritzker 2022.
Miembros del jurado del Premio Pritzker de Arquitectura 2022:
Manuela Lucá-Dazio, Directora Ejecutiva.
Alejandro Aravena (Presidente del Jurado), galardonado con el premio Pritzker 2016.
Barry Bergdoll, curador, autor y profesor.
Meyer Schapiro, profesor de Historia del Arte y Arqueología en la Universidad de Columbia.
Deborah Berke, arquitecta y decana de la Escuela de Arquitectura de Yale.
Stephen Breyer, juez de la Corte Suprema de EE. UU.
André Aranha Corrêa do Lago, crítico de arquitectura, curador y embajador de Brasil en India, Delhi.
Kazuyo Sejima, arquitecto, educador y ganador del premio Pritzker 2010.
Benedetta Tagliabue, arquitecta y directora de Miralles Tagliabue EMBT.
Wang Shu, arquitecto, educador y ganador del premio Pritzker 2012.
El ganador del Premio Pritzker 2022 se anunciará este 15 de marzo
Por Christele Harrouk
Traducido por Agustina Iñiguez
7 de marzo 2022
Tomado de Plataforma Arquitectura
«El ganador del Premio Pritzker de Arquitectura 2022 se anunciará este 15 de marzo a las 10 am EST», afirma el sitio web oficial del Premio. El reconocimiento más relevante de la arquitectura está programado para revelar a su ganador(a) la próxima semana, alineado con el anuncio habitual de marzo. Desde el año 1979, el “Premio Nobel de Arquitectura” ha estado honrando año tras año a un arquitecto, arquitecta o grupo de arquitectos/as con logros significativos para la humanidad y el entorno construido.
Otros cambios de este año incluyen el nombramiento de Manuela Lucá-Dazio como nueva Directora Ejecutiva del Premio, quien cuenta con un Ph.D. en Historia de la Arquitectura de la Universidad de Roma-Chieti, Italia y a su vez, es ex Directora Ejecutiva del Departamento de Artes Visuales y Arquitectura de La Biennale di Venezia.
Establecido por la familia Pritzker de Chicago a través de su Fundación Hyatt, el premio internacional «honra a un arquitecto, arquitecta o grupo de arquitectos/as cuyo trabajo construido demuestre una combinación de esas cualidades de talento, visión y compromiso, que ha producido contribuciones consistentes y significativas a la humanidad y el entorno construido a través del arte de la arquitectura». El premiado recibe $ 100,000 y un medallón de bronce, basado en diseños de Louis Sullivan con el nombre del premio sobre un lado y, por el otro, con las tres famosas palabras “firmeza, comodidad y deleite”, recordando los principios fundamentales de la arquitectura de firmitas, utilitas, venustas del arquitecto romano Vitruvius.
Entre los ganadores anteriores del Premio Pritzker se incluyen algunos de los nombres más importantes de la arquitectura, como Rem Koolhaas, Zaha Hadid, Oscar Niemeyer, Kazuyo Seijima y Ryue Nishizawa (SANAA), Norman Foster, Peter Zumthor, Alejandro Aravena, Balkrishna Doshi, Yvonne Farrel y Shelley McNamara, y Lacaton & Vassal en 2021.
Los miembros del jurado del Premio Pritzker de Arquitectura en 2022 son:
Manuela Lucá-Dazio, Directora Ejecutiva.
Alejandro Aravena (Presidente del Jurado), galardonado con el premio Pritzker 2016.
Barry Bergdoll, curador, autor y profesor.
Meyer Schapiro, profesor de Historia del Arte y Arqueología en la Universidad de Columbia.
Deborah Berke, arquitecta y decana de la Escuela de Arquitectura de Yale.
Stephen Breyer, juez de la Corte Suprema de EE. UU.
André Aranha Corrêa do Lago, crítico de arquitectura, curador y embajador de Brasil en India, Delhi.
Kazuyo Sejima, arquitecto, educador y ganador del premio Pritzker 2010.
Benedetta Tagliabue, arquitecta y directora de Miralles Tagliabue EMBT.
Wang Shu, arquitecto, educador y ganador del premio Pritzker 2012.
Lacaton & Vassal ganan el premio Pritzker con una arquitectura que certifica el cambio
La pareja francesa lleva 30 años construyendo una arquitectura poco visual que resuelve los grandes problemas energéticos y sociales
Anatxu Zabalbeascoa
Torre de apartamentos y oficinas en Ginebra, el último proyecto hasta la fecha de Lacaton & Vassel. En él, pudieron aplicar sus ideas desde cero y sin necesidad de remodelar el edificio.
16 de marzo 2021
Tomado de elpais.com
Nunca demoler. “La demolición es la solución más fácil, pero es también una pérdida de energía, materiales e historia y un acto de violencia. La transformación es hacer más y mejor con lo que existe”, así describen los ganadores del Premio Pritzker 2021 Anne Lacaton (Saint-Pardoux, 65 años) y su marido, Jean-Philippe Vassal (Casablanca, 67 años), el trabajo que llevan tres décadas realizando. Hubo un tiempo en que muchos arquitectos sintieron la necesidad de escribir un libro-ideario —en general, críptico y vistoso— que explicase sus intenciones, sus teorías, su manera de entender o enredar la arquitectura. Los nuevos ganadores del Pritzker no escribieron, construyeron ese ideario.
Casa Latapie (1993)Torre Bois Le Prête de París (2011)
Lo entendieron desde el principio, cuando, tras estudiar arquitectura en Burdeos, Lacaton se trasladó a Níger, donde ya trabajaba Vassal. Allí todo escaseaba y lo poco se reciclaba. Para cuando construyeron su primera vivienda —para los padres de Anne— en Floriac, el campo que rodea Burdeos, habían hecho suya esa manera de afrontar la construcción. La casa Latapie (1993) imitó la solución de los invernaderos cercanos para doblar su superficie sin apenas gasto y con grandes ventajas energéticas. La nueva fachada construida con polímeros aislaba la casa en invierno, la sombreaba en verano y la ampliaba todo el año con un espacio intermedio. Ese abrigo económico, fácil de construir, que reduce el gasto energético aislando un edificio ha sido su gran aportación a la arquitectura. Tras la casa familiar llegaron los grupos de viviendas en los que se sofisticó la idea y, con el tiempo, y con la ayuda de Frédéric Druot y Christophe Hutin, consiguieron llevar esa estrategia aislante a un edificio: la Torre Bois Le Prête de París. Corría 2011, 96 familias vieron crecer su piso y disminuir su recibo de la luz sin desembolsar más que la derrama prevista para el aislamiento.
Transformación de 530 viviendas en Burdeos (2017)
Con esa idea, Lacaton & Vassal llevan 30 años construyendo en Francia y también en África. Hace dos años, la aplicaron a la reforma de 530 pisos en tres bloques de viviendas sociales de Burdeos. La Comunidad Económica Europea les concedió el premio Mies van der Rohe al mejor edificio del continente. La arquitectura de Lacaton & Vassal no se ve, pero es radicalmente transformadora. Cambia la vida de las personas. Está basada en las ideas y cuidada —nunca sacrificada— por las formas. En las memorias de sus proyectos figura, junto a los habituales metros cuadrados, la cifra del coste de esos metros. Para ellos, el uso que se hace del dinero —y el respeto a un presupuesto— es tan importante como la memoria o el impacto que despierta una forma. Puede que hablar de dinero sea poco elegante, o de pobres, pero ceñirse a un presupuesto es respeto, un ingrediente básico para construir confianza y bienestar.
Plaza Léon Aucoc de Burdeos (1996)
La Plaza Léon Aucoc de Burdeos revela cómo ese respeto se aplica al espacio y al gasto público. Corría el año 1996, el Ayuntamiento de su ciudad les encargó embellecerla. Y los arquitectos fueron a la plaza para hablar con la gente que la utilizaba. No entregaron planos sino un informe. La plaza tenía calidad, usuarios y encanto. Los árboles estaban bien puestos: junto a los bancos, dando sombra en el perímetro. Los jubilados jugaban a la petanca y los niños y los ancianos convivían. No se podía embellecer. Recomendaron aumentar la limpieza. El Ayuntamiento renunció a ponerse una medalla de cara a las siguientes elecciones y aceptó la propuesta. Todos hicieron bien su trabajo. Como si la honestidad fuera un asunto contagioso.
Palais de Tokyo (2012)
Algo parecido sucedió cuando ya se habían trasladado a París. En 2012, la reforma del edificio déco del Palais de Tokyo había quedado obsoleta e inacabada. Les pidieron intervenir. Decidieron no enyesar ni pintar los muros de obra iniciando —involuntariamente— una moda povera que llegaría a muchos centros de arte. Lo que ellos querían era ahorrar presupuesto y ampliar espacio. El Palais es hoy un rompedor escenario del cambio. Más allá de exposiciones de arte contemporáneo, es un espacio polivalente (20.000 metros cuadrados mayor) que acoge desfiles de moda y presentaciones.
23 unidades de vivienda semi-colectivas, Trignac, Francia (2010)
Con 33 años de profesión, este hubiera sido un premio tan audaz como contestado hace una década, cuando muchos de los más reputados arquitectos se llevaban las manos a la cabeza ante la obra de Lacaton & Vassal. Hoy, tras haber sido distinguidos con el Premio Schelling (2009), la Medalla Tessenow (2016) o el Mies van der Rohe (2019), entre otros, este Pritzker es un premio justo que reconoce lo que otros han sabido ver antes o han tenido la valentía de atreverse a apoyar.
Casa D, Lége-Cap-Ferret, (1996-1998)
Un premio es su jurado y hay jueces que certifican, otros que defienden a capa y espada lo que mejor conocen y otros que se atreven a mirar más allá. Antes de recibir él mismo el galardón en 2016, el chileno Alejandro Aravena estaba en el jurado del Pritzker en 2012, cuando consiguió que medio mundo descubriera, con Wang Shu, que no todo se estaba destrozando en China. Ahora, como presidente del mismo, cuesta no ver el entusiasmo del chileno en este reconocimiento que durante la pandemia ha llevado a los jueces “a pensar en el sentido colectivo de la arquitectura y en el legado que esta supone para la siguiente generación”. La crítica arquitectónica ha distinguido tradicionalmente la arquitectura de la construcción. O, mejor dicho, no se ha tomado la molestia de hacerlo, simplemente ha ignorado el 95% de lo que se ha construido en el mundo, como si la mala arquitectura no fuera arquitectura. Por ese agujero, se han colado corrupciones urbanísticas, problemas sociales, desastres energéticos, una atávica desconfianza entre la sociedad y la profesión de arquitecto y una absurda limitación en su campo de actuación. La capacidad para librar la enseñanza de prejuicios es lo que implica el Pritzker a Lacaton & Vassal. O lo que es lo mismo: la constatación de que no todos los alumnos de arquitectura pueden hacer un Guggenheim pero sí pueden mejorar la vida de las personas —ese antiguo ideal de la profesión—. Así, este Pritzker tendrá un impacto tan importante en las escuelas de arquitectura como, es de esperar, en el propio premio. Reconociendo a arquitectos “radicales en su delicadeza y audaces en su sutileza” —en palabras de Aravena— el Pritzker demuestra que quiere no solo coronar lo exquisito y singular, también quiere colaborar en cambiar lo mejorable. Es ahí donde la arquitectura tiene su gran reto.
ACA
Nos interesan temas relacionados con el desarrollo urbano y arquitectónico en Venezuela así como todo lo que acontece en su mundo editorial.