Archivo de la etiqueta: MBA

1970• Exposición «Arte Industrial de Finlandia»

Silla diseñada por Eero Aarnio para Asko.

1970• El Museo de Bellas Artes en colaboración con el Consulado General de Finlandia monta la exposición “Arte Industrial de Finlandia».
La muestra reúne los diseños de 53 reconocidos diseñadores y empresas cuyos trabajos fueron agrupados en 6 categorías: vidriería, textiles, cerámica, metal, muebles y melamina.

Piezas de cerámica para mesa diseñadas por Ulla Procopé para Wärtsilä-Arabia.

El delegado de la exhibición y autor del texto del catálogo fue el Sr. H. O. Gummerus. El responsable de la museología fue el arquitecto Börje Rajalin, quien tuvo como asistentes a los arquitectos Pekka Karppanen y Marja Karppanen. El catálogo fue diseñado por Álvaro Sotillo e impreso por Cromotip.

Las imágenes fueron tomadas del Catálogo de la exposición.

HVH

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 250

La VIII Bienal Nacional de Arquitectura celebrada entre los meses de febrero y marzo de 1987, se convocó siete años después de la anterior por lo que es concebida con la finalidad de saldar una importante deuda con la arquitectura venezolana realizada en la década de los años 80 del siglo XX.

Su realización se llevó a cabo en los espacios del Museo de Bellas Artes de Caracas y fue auspiciada por el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), el Concejo Municipal y la Gobernación del Distrito Federal a través de la Fundación para el Desarrollo de las Artes (FUNDARTE), y el Colegio de Arquitectos de Venezuela (CAV) presidido en aquel entonces por Ítalo Balbi Toro, quien le da la responsabilidad al Vicepresidente Shully Rosenthal de organizar y presidir el evento. Rosenthal estará acompañado de Mercedes Balbás Rivas como directora, William Niño Araque como curador, Francisco Martínez Díaz como coordinador de eventos, Martín Padrón como coordinador de publicaciones y Damarys Torrealba Aular como secretaria general. Destaca también la asistencia de un total de hasta veintiséis instituciones e individualidades que hicieron posible la realización de la actividad y el agradecimiento en particular a las empresas Cerámicas Carabobo y Vencerámica por su apoyo en la publicación del catálogo.

Llevada adelante con poco apoyo de las instituciones públicas tradicionalmente involucradas en versiones anteriores, escasos recursos económicos y sólo tres meses para su organización, fue gracias a la sinergia surgida dentro del equipo organizador y el importante empuje que le ofrecieron las universidades que dictaban la carrera de arquitectura en el país a través de sus autoridades, de los galardonados con la orden “Carlos Raúl Villanueva”, de los ex-presidentes del CAV y sus agremiados que se logró, influido también por el espacio de tiempo transcurrido desde la convocatoria anterior, una inscripción que se acercó a los 180 trabajos lo cual convirtió la curaduría en todo un reto.

1. Portada y página de créditos del catálogo de la VIII Bienal Nacional de Arquitectura

El montaje de la exposición logró acompañarse de un amplio catálogo que dio cuenta de forma detallada de lo presentado y cuerpo a la idea que se movía tras la Bienal recogida a través del título “La arquitectura del lugar”, con el que se buscaba incentivar la posibilidad de reflexionar en torno a lo producido durante los ’80 dentro de nuestra arquitectura. También se presentaron en la publicación tanto a los autores como las obras galardonadas con el Premio Nacional de Arquitectura en las siete convocatorias anteriores y se llevó a cabo un resumen de la totalidad de los premios otorgados, lo que la convierte en referencia a la hora recorrer la historia de estos eventos.

Tal y como expresa Shully Rosenthal en la introducción del catálogo, en aquella oportunidad “se modificaron las bases de confrontación tratando de abarcar todos los campos donde el Arquitecto se desenvuelve” para lo cual se crearon los Premios de Restauración y Conservación, Reciclaje y Acondicionamiento de Edificios, Docencia, Investigación y Crítica e Historia de la Arquitectura.

Así, con base en el amplio abanico de propuestas entregadas, la curaduría de la exposición a cargo de William Niño Araque se abocó a presentar la muestra como excelente oportunidad para verter, por un lado, las reflexiones a las que poco a poco había ido dando forma a través de artículos de prensa en pro de un discurso muy particular y, por el otro, de realizar un balance de lo que a su manera de ver había sido el desarrollo de la arquitectura venezolana durante las décadas de los 60 y 70 para finalmente arribar a los 80, objeto del mayor interés que se desprende de la Bienal convocada.

El texto central del catálogo titulado “La ciudad recobrada”, se inicia con una grandilocuente y optimista declaración donde Niño Araque expone que la arquitectura venezolana de los ochenta “ha adquirido una importancia que atrapa la escala continental pues refleja una clara conciencia proyectual que hace previsible el esplendor de la ciudad recuperada.” Y añade: “En un momento en el que la particular violencia de la proyectación internacional se convierte en el germen nutritivo de amor y odio, hacia el conflicto que implica ‘la diseñación’ (…) la arquitectura venezolana atraviesa una grave pero generosa crisis que -al margen de las obvias contradicciones económicas- la obliga a representar una nueva aptitud en la que se mide, presenta y perpetúa, el mito de la nueva belleza”.

2. El Plan de Recuperación Urbana. Metro de Caracas a cargo de Max Pedemonte y la División de Arquitectura de dicha compañía, merecedora del Premio Nacional de Arquitectura en la VIII Bienal.

Paseándonos a través de reflexiones que abarcan “La Bienal como escenario de encuentros”, “La arquitectura como arte”, la pregunta “¿Y el juicio estético?” o “La forma y sus amarres simbólicos”, Niño Araque arriba a los años setenta para preguntarse si en esa época no se estaría fraguando algo así como una “Escuela de Caracas”. Dicha “escuela”, desordenada e inconexa, surgida a la par de la aparición de “neovanguardias” en el ámbito internacional y en medio de la falta de creatividad de la “arquitectura de la opulencia” que acompañó el avasallante repunte económico que tuvo Venezuela en los setenta, apelará a la opción individual para constituirse en opción frente a “las abundantes dosis de ‘arquitectura moderna’”, decantándose  “por las soluciones concretas a los problemas concretos, por la ausencia de teorización explícita y por cierto desinterés en la difusión pública de sus aportaciones”. De esta manera se producirá una suerte de dislocación “del vocabulario comúnmente establecido” que se hará presente en algunas propuestas innovadoras de gran calidad presentadas en los numerosos concursos convocados, que no correspondían justamente a los proyectos premiados. De no menor importancia fue el impacto que provino de la Renovación universitaria que apuntaba a la formación de arquitectos orientados a resolver las apremiantes necesidades sociales.

La arquitectura desarrollada durante la década de los ochenta, objeto central de la Bienal, a la que Niño Araque dubitativamente considera como “¿Una alternativa?” es rescatada a través de aquellos casos “que difunden concretamente la disciplina como un hecho autónomo y artístico”. Tras el debilitamiento de los espacios donde se puede formar y desarrollar la cultura arquitectónica, serán el taller, los medios escritos, los concursos o las conferencias aisladas, los lugares donde se incube “nuestra arquitectura progresista”, dotada de un particular talante crítico que “con sus riesgos” asume otra posibilidad. Dentro de este sesgo se distinguirán Jesús Tenreiro, Gorka Dorronsoro, Max Pedemonte, Oscar Tenreiro, Pablo Lasala, Gustavo Legórburu o Carlos Gómez de Llarena quienes con su actitud rechazarían “afrontar la propia crisis con remedios interdisciplinarios … pues no esconde en los acontecimientos políticos y tecnológicos la actividad creativa” de acuerdo a lo que propugnaba la crítica marxista de los años sesenta.

Así, “al ‘Potenciar’ los instrumentos propios del conocimiento arquitectónico, se puede identificar durante los últimos años, una línea crítica y reflexiva que no pretende agotarse en los límites de un trabajo concreto, sino que aspira introducir los factores espaciales en el marco más general de una reflexión sobre la identidad artística y los propios instrumentos que la arquitectura puede desarrollar.”

3. Cuatro de las obras participantes en la VIII Bienal Nacional de Arquitectura. Arriba izquierda: Complejo Cultural Teresa Carreño de Dietrich Kunkel, Tomás Lugo y Jesún Sandoval. Arriba derecha: Torre Británica de Bernardo Borges, Francisco Pimentel y Jacobo Koifman. Abajo izquierda: Villa Bermeja (premio nacional en la categoría de vivienda multifamiliar) de Julio Maragall y Miguel Carpio. Abajo derecha: La casa de mi madre de Joel Sanz.

Es a través de esta lente que Niño Araque invita a mirar la producción arquitectónica de los años ochenta y en particular el cuantioso número de proyectos entregados para la Bienal de entre los cuales rescata justamente el trabajo ganador: “El Plan de Recuperación Urbana. Metro de Caracas” a cargo de Max Pedemonte y la División de Arquitectura de dicha compañía, que se alzó con el Premio Nacional de Arquitectura. El jurado calificador que evaluó “todas las obras inscritas concluidas o en proceso de ejecución (etapa de acabado) y realizadas en el territorio nacional”, estuvo compuesto por José Miguel Galia, Leszek Zawisza, Fruto Vivas, Gustavo Legórburu y Celina Bentata y la institución otorgante fue el CONAC.

La idea de saldar los años 80 a raíz de la ausencia durante siete años de Bienales, coincide con el vacío que también se registra en la aparición de la revista Punto la cual, entre 1983 y 1997 sufrió un importante salto que luego permitiría, con la aparición en 2000 del número 68, dar cuenta (con las limitaciones del caso) de lo acontecido en ese dilatado espacio de tiempo y particularmente de la década en cuestión, momento en que eclosiona con algo de retardo la posmodernidad en el medio arquitectónico venezolano, se toma conciencia de la importancia de la memoria, se reflexiona en torno a la noción de lugar y se lleva a cabo una importante recuperación del espacio urbano en la ciudad de Caracas.

Una de las consecuencias más notables derivadas de la realización de la VIII Bienal fue la recomendación que se elevó al CONAC de otorgar el Premio Nacional de Arquitectura anualmente, ya no tanto a una edificación sino a la trayectoria de un individuo, a fin de equiparar el reconocimiento de la disciplina como expresión artística al de todas aquellas que ya para entonces estaban incluidas. El CONAC asumió favorablemente la recomendación y los Premios Nacionales de Arquitectura se han venido otorgando, anualmente, desde 1987 a la actualidad. La segunda recomendación emanada de la VIII Bienal fue que la siguiente se realice por selección a fin de darle el adecuado marco museográfico a una muestra que premia la calidad dentro de la cantidad. Dicha recomendación fue recogida por el noveno evento celebrado en 1998, once años después.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal , 2 derecha (arriba y abajo) y 3 abajo (izquierda y derecha). Colección Crono Arquitectura Venezuela.

  1. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad

2 izquierda. https://www.pinterest.com/pin/451134087665612073/ (La Historia de Venezuela)

3 arriba izquierda. https://www.archdaily.co/co/966101/el-teatro-teresa-carreno-en-caracas-una-historia-personal-de-dietrich-kunckel

3 arriba derecha. https://prodavinci.com/caracas-brutalista/ (Archivo Fotografía Urbana)

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 210

La muestra “La casa como tema. Primera aproximación antológica de la casa en Venezuela”, cuya curaduría estuvo a cargo de la Fundación Museo de Arquitectura (FMA), se mantuvo abierta entre el 15 de octubre y el 26 de noviembre de 1989, “Año Centenario del nacimiento de Armando Reverón”, en los espacios del Museo de Bellas Artes (MBA), dirigido por María Elena Ramos cuando era Ministro de Estado para la Cultura y a la vez encabezaba el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC) José Antonio Abreu.

Bajo la Coordinación General de Celina Bentata y William Niño, Diseño y Producción Museográfica de María Teresa Novoa y Coordinación Editorial del Catálogo de Martín Padrón, todos miembros de la Fundación, la exposición, primera que se realizaría como producto del apoyo mutuo entre la FMA y el MBA y, por tanto, “primera referencia histórica”, podría catalogarse como una de las que mejor reflejaron el empuje dado por un importante grupo de arquitectos a la divulgación de la arquitectura venezolana, de lo cual fue un fiel reflejo.

A las puertas del inicio de una década como la de los años 1990 donde la arquitectura terminó de hacer acto de presencia constante en los museos y a ocupar importantes espacios en los medios impresos, la FMA fue pionera dentro de todo este rico, interesante y estimulante clima que poco a poco se incrementaría.

Son muy variadas las aristas que permite explorar la revisión de la exposición a través del impecable catálogo de 107 páginas (el nº 821 del MBA), impreso por Tipografía Guanarteme, con papel donado por VENEPAL, que la acompañó. La primera es el compromiso e importante apoyo recibido no sólo por el CONAC, el MBA y su Fundación, sino por el sector privado y en particular por las siguientes empresas: Belfort Glass, Duplex Industrial, Vencerámica, C.A. Venezolana de Pulpa y Papel (VENEPAL), C.A. Manufacturas de Papel (MANPA), Veba Oel, Plus Sistemas, Agregados Livianos (ALIVEN) y Viveros Capaya, a las que hay que sumar el patrocinio de Petróleos de Venezuela como parte del Estado.

Otro aspecto significativo surge de poder constatar que para la fecha entre Directores (9), Miembros Honorarios (4), Miembros Internacionales (16), Miembros Institucionales (15), Miembros Activos (75) y Miembros Estudiantes (50), la Fundación Museo de Arquitectura contaba con 169 personas interesadas en participar en actividades que buscaban animar el alicaído medio arquitectónico donde la asociación gremial a la que debía corresponder esta tarea siempre dio muestras de flaqueza. En otras palabras, como se suele decir con frecuencia, la FMA estaba llenando un importante vacío en lo correspondiente a la organización de eventos, publicaciones, conferencias o exposiciones solo compensada por la permanente actividad que iban desarrollando las Facultades, Escuelas y Carreras de Arquitectura.

Así, cuando el MBA en la primera nota escrita que aparece en el catálogo expresa como institución que “a pesar de la intensa actividad museística desarrollada a lo largo de más de cinco décadas en Venezuela, el tema de la Arquitectura y su Museología continúa siendo un raro y difícil desafío”, no estaba sino expresando una realidad tangible que poco a poco empezó a cambiar abriéndose en simultáneo “una entusiasta perspectiva para una naciente área de investigación”, donde la Fundación Museo de Arquitectura (nacida justamente en la sede del MBA un 26 de enero de 1988 cuando la institución cumplía 50 años), “garantiza la continuidad de estos eventos inéditos, cuya realización marca pauta para perfeccionar y enriquecer la labor museística que nos hemos planteado.”

Con el tema escogido para la exposición (La Casa) enfocado de una manera diferente “bajo la cual su esencia como hecho cultural se devela ante nosotros como paradigma, asombrosamente preterido, a pesar de su cotidianidad”, también se abrían las puertas, no sólo a demostrar el esmero y rigor necesarios para llevar adelante la importante tarea, sino para exponer todas las posibles aristas que la más común pero a la vez más difícil de las tipologías arquitectónicas entraña. Por ello María Elena Ramos no dudará en expresar y esbozar en el “Prólogo” la condición intrínseca de la casa como “tema eterno”, “uno de los logros más primarios del amor y del hacer”, “uno de los primeros diseños del arquitecto”, idea que “está en todas partes”, “lugar de los encuentros”, “lugar de los secretos”, “lugar de las adivinanzas”, para finalizar afirmando: “Casa es lugar. Objeto. Cosa. Invento hecho materia. Y materia permanente para nuevos inventos. Motivo de reflexiones. Tema del cual hablar. Tema de la cultura. Tema para un museo. El museo puede ser un espacio donde las casas develan parte de sus estructuras, sus arquitectura y sus secretos”, y concluir: “El Museo de Bellas Artes es también ahora la casa de las casas. Y el hogar para recoger palabras, dibujos y proyectos de la casa como tema eterno”, jugando con la simetría que ofrecía el utilizar la misma oración para comenzar y finalizar el texto.

También, cuando la Fundación Museo de Arquitectura desarrolla el “Preámbulo” del catálogo asomando el concepto y dando las primeras pinceladas sobre la estructura de la exposición, nos ofrece todo lo necesario para entender la trascendencia del evento. “La casa como tema surge de la necesidad de compilar, por primera vez en nuestra naciente actividad museística, los más variados aspectos que apoyan y fortalecen la idea de arquitectura como hecho de creación que construye y estructura la cultura de un lugar. Y es que, sin duda, no sólo la música, el arte, la literatura, la alimentación o, los modismos al hablar, señalan la especificidad de un tipo cultural. En efecto, la arquitectura de ‘la casa’, su atmósfera, las maneras seguidas para su construcción, la organización de su espacio interno, su huella en la geografía o los ritos escenificados en su interior, expresan sólidamente, el espíritu de un tiempo y la rigurosa agudeza, transparencia, sensualidad, afectos, desafectos y, por qué no, también las torpezas de quienes la habitan”. Aclarando que en la muestra no se trata de “atrapar un elenco completo de Monumentos” sino, por el contrario, “apuntar a los conceptos y destacar el espíritu de una exposición antológica”, se pasa a explicitar los 6 capítulos que la constituyen, a saber: “Casa e historia”; “Inicios de la modernidad”; “Casa contemporánea”; “Casa y paisaje”; “La poética de la construcción”; y “La casa ideal”.

La FMA cerrará el “Preámbulo” manifestando su aspiración de que “esta primera selección antológica a propósito de las casas realizadas a lo largo de nuestra geografía durante el siglo XX, afirme la sana práctica de pluralismo en el tratamiento de amplios aspectos comprometidos y tendencias de los arquitectos del país; actitud que plantea comenzar estrategias culturales capaces de descubrir y ampliar las expectativas de vida en ese lugar fundamental que consideramos la casa.”

Como reafirmación de lo adelantado, a través del índice descubrimos que, mediante textos preparados especialmente para la ocasión que no ofrecen ninguna clase de desperdicio, Leszek Zawisza tratará los tópicos “La casa tema universal de la arquitectura” y “La casa venezolana y su historia” (acompañado éste último de 8 casos “notables”); William Niño desarrollará “La casa como tema de abstracción” (10 casos) y “Casa y contemporaneidad” (80 casos); Fernando Tábora aborda “Casa y paisaje” (9 casos); Martín Padrón “Casa y tecnología” (19 casos) y Jorge Rigamonti expone sus “Apuntes para la casa ideal” (14 casos). Como cierre, María Teresa Novoa muestra textual y gráficamente el Proyecto del montaje de la exposición.

Se trata de un gran total de 140 ejemplos expuestos para los cuales se elaboró en cada caso una ficha que incorpora fotografías y/o dibujos, una breve descripción y una aproximación crítica.

“La casa como tema” marcó hace ya 31 años no sólo el inicio sino un antes y un después en la historia de la aparición de la arquitectura como tema museístico en nuestro país. Colocó la vara muy en alto y por tanto se convirtió en deber ser que muchas veces no fue superado y sólo algunas igualado. Sin embargo, esta misma condición y patrón hizo que la Fundación Museo de Arquitectura realizara una importante serie de muestras tanto antológicas como monográficas a lo largo de la década de los 90 del siglo XX que dejaron a su vez un valioso material publicado, imprescindible para quienes están interesados en seguirle los pasos a nuestra historia y nuestro quehacer reciente y no tan reciente.

ACA

Procedencia de las imágenes

Todas: Catálogo de la exposición “La casa como tema. Primera aproximación antológica de la casa en Venezuela”, Museo de Bellas Artes, 1989

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 162

De entre el importante grupo de exposiciones sobre arquitectura que se realizaron en nuestro país durante la década de los años 90 del siglo XX, se podría decir que, en general, su gran mayoría estuvieron dirigidas a mostrar arquitectos y obras realizadas en Venezuela y, en consecuencia, a dar a conocer al público en general la impronta de sus autores y a colaborar a construir un corpus hasta entonces prácticamente inexistente. Por otro lado, a poco de revisar la apertura de muestras dedicadas a arquitectura procedentes de otros lares que hubiesen hecho acto de presencia en el nuestro se notará que, comúnmente, éstas venían empacadas como parte de giras itinerantes, apoyadas por las agregadurías culturales de las correspondientes embajadas, consistentes en valiosos trabajos curatoriales realizados por reconocidas instituciones, convirtiéndonos en receptores pasivos de las mismas, sin que por ello algunas hayan permitido organizar en su alrededor recordados eventos colaterales traducidos en cursos, seminarios, talleres, charlas o conferencias.

Con la apertura de “Un lugar, cuatro arquitectos: Botta-Galfetti-Snozzi-Vacchini en el Ticino” (noviembre de 1995-febrero de 1996) en los espacios del Museo de Bellas Artes, Caracas, se produjo la excepcional circunstancia de encontrarnos ante un trabajo de concepción, curaduría, montaje y edición fraguado totalmente en nuestro país dedicado a un grupo de profesionales no nacionales que dio como resultado un producto integral de altísima calidad. En otras palabras, desde Venezuela se abordó una labor de observación, teorización y análisis critico de una obra “ajena”, que permitía a quienes estuvieron alrededor del proyecto la oportunidad de ofrecer una mirada, desarrollar tópicos y visualizar una producción que sin duda iba dirigida al medio nacional y muy particularmente a enriquecer un debate, ampliando así el espectro de referentes a los cuales dirigirse en busca de apoyo.

Se trataba, ante todo, de indagar sobre el tema del lugar en el ámbito disciplinar, producto de la relectura de Heidegger (y con ello de profundizar en torno al lugar como fenómeno y al habitar como la esencia), buscando, mediante las operaciones de habitar en los lugares y entender la arquitectura como ciudad, presentes en las obras de los arquitectos suizos Mario Botta, Aurelio Galfetti, Luigi Snozzi y Livio Vacchini, alejarse de las viejas querellas, muy latinoamericanas por cierto, que siempre han girado alrededor de la dependencia y la identidad, escogiéndose un camino diferente a la típica, cómoda y siempre exitosa fórmula de la exposición monográfica. Se corría así el riesgo de adentrarse en terrenos propios del pensamiento, la confrontación y la crítica, aspectos que afloran desde el mismo momento en que se selecciona el tema central y el contexto en el que se desarrolla la obra de cuatro profesionales de la arquitectura que ejercen en un pequeño territorio europeo: “El lugar Ticino”, como lo califica Luca Guzzaniga.

Todo lo que anteriormente hemos apuntado pudo cristalizar gracias al empuje de quien, desde 1988, tras conocer el trabajo de Luigi Snozzi durante los seminarios de diseño que la Facultad de Arquitectura del Politécnico de Milán organizara en Bérgamo durante el verano, empezó una indagación que tuvo en la muestra un importante efecto de demostración: hablamos de la arquitecta Fabiola López Durán, egresada de la Universidad de Los Andes, Mérida, quien posteriormente obtuvo un PhD en Historia, Teoría y Crítica de la Arquitectura del Massachusetts Institute of Technology (MIT) -2009- y en la actualidad es Profesora en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Rice en Houston. Ha sido ella al frente de este ambicioso proyecto quien asumió riesgos como los ya señalados buscando demostrar que ello era posible hacerlo desde una “periferia” que observaba con atención lo que ocurría en un minúsculo lugar (otra “periferia”) al sur de la “céntrica” Suiza.

Las circunstancias permitieron que confluyesen las búsquedas e intereses de López Durán con un importante apoyo económico proveniente de hasta siete empresas patrocinantes y catorce personalidades que sumadas a la fundación suiza para la cultura (Pro-Hervetia), estaban interesadas en darle visibilidad y proyección tanto al país como a la buena arquitectura que allí se estaba produciendo. También se logró aglutinar en torno al proyecto a un grupo de intelectuales de diversa procedencia (Giovanna Rosso, Luca Gazzaniga, Josep María Montaner y Eligia Calderón) que le dieron su apoyo (a través de los textos elaborados para el catálogo), reforzando las líneas maestras que caracterizaron la puesta en escena, a través de un impecable montaje expositivo (cuya curaduría, coordinación general y diseño museográfico fueron asumidos directamente por López Durán con el acompañamiento en la coordinación museográfica de Cristina Rodríguez y Bolivia Chacón), y un no menos logrado catálogo diseñado por Luis Müller y Alicia Ródiz del cual se reprodujeron 3000 ejemplares, cuya portada asume el rol de protagonista de nuestra postal del día de hoy.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Mario Botta, Aurelio Galfetti, Luigi Snozzi y Livio Vacchini.

No conformes con lo señalado, se logró traer al país para dictar un seminario entre el 20 y el 23 de noviembre de 1995, en los espacios del Ateneo de Caracas, a los cuatro protagonistas de la exposición donde repasaron cuestiones como: “Las moradas de la memoria” (a cargo de Mario Botta), “Los lugares de lo moderno” (por Aurelio Galfetti), “La ciudad del arquitecto” (dictada por Luigi Snozzi) y “Arquitectura, poesía y pensamiento” (preparada por Livio Vacchini).

Suiza, pese a su tamaño, había empezado a aparecer en el mapa de la arquitectura moderna por haber sido la cuna de Le Corbusier, tal vez el más importante arquitecto del siglo XX. Su vocación hacia la búsqueda de lo esencial, lo racional y lo elemental se manifiesta como una constante que bien podría representar la obra cargada de preguntas existenciales del pintor y escultor Alberto Giacometti. Ticino (el cantón más meridional de Suiza, sobre la vertiente sur de los Alpes, casi enteramente ítaloparlante y que forma junto con algunas regiones del cantón de los Grisones la llamada Suiza italiana), quien vio nacer a reconocidos arquitectos del Renacimiento y el Barroco como Guggini, Lombardo, Borromini y Trezzini, preservó durante mucho tiempo una condición fundamentalmente rural, acompañando luego a todo el país hacia una creciente urbanización. Allí, desde finales de los ‘60 surge un grupo de arquitectos que encabezados por Botta, Galfetti, Snozzi y Vachinni, volverán a volcar una década después la atención de la crítica internacional sobre la región por la unidad y coherencia que, a pesar de sus diferencias, mostraba una obra signada por las nociones de tradición y lugar que parte, como dirá Josep María Montaner, de las influencias esencialistas de Louis Kahn (sin descartar en menor tono las de Le Corbusier y Mies van der Rohe) hasta abrirle paso a manifestaciones más minimalistas, representadas a partir de los ochentas por los también suizos (en este caso del norte alemán) Herzog & De Meuron, Diener & Diener, Peter Zumthor o Meli & Peter.

Las influencias kahnianas permiten a Montaner hablar, en el caso de los cuatro del Ticino y su relación con el lugar, de una arquitectura que responde “más a una idea de transformación que de integración”, siguiendo a Heidegger y la metáfora planteada del puente como idea genérica que transforma el paisaje y convierte un no lugar en un lugar.

Por su parte, el tema del lugar, hay que decirlo, ya había empezado desde hacía un buen tiempo a ser considerado como una vertiente importante dentro la construcción de una teoría arquitectónica en el subcontinente sirviendo de base, tras conceptos como los de “modernidad apropiada” (Cristian Fernández Cox) u “otra arquitectura” (Enrique Browne), apoyados a su vez en el “regionalismo crítico” acuñado por Keneth Frampton, presentes en la obra de un grupo casi marginal de profesionales, para motorizar la realización de los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana desde 1985.

Sin embargo, lo interesante de la muestra es la manera como es releído el escrito “Construir, habitar, pensar” (1951) de Heidegger por López Durán, no sólo a través de la curaduría realizada, sino sobre todo a lo largo del texto que le da título (“Un lugar, cuatro arquitectos”) que sirve de sólida introducción al catálogo y abre paso a “cuatro temas para cuatro maneras de hacer arquitectura” que le interesó subrayar buscando transversalizar las obras mostradas: “El espacio íntimo en relación al paisaje”, “El espacio de uso público en relación con la ciudad”, “La arquitectura en relación con la historia” y “El sentido de lo efímero”.

Atribuible sólo al rigor y disciplina mostrados por López Durán en la gestación del proyecto expositivo, Giovanna Rosso en “Por una exposición in contratendenza” no duda en afirmar que, tras revisitar los temas heideggerianos, no sea del todo sorprendente que “tal re-pensamiento sobre el producto de una experiencia cultural europea nos venga de América Latina”. Y continúa, sirviéndonos a nosotros para concluir: “En la ontología débil de Heidegger, el acaecer del ser es un evento de fondo, y la belleza se da eventualmente al borde de la experiencia. (…) En contradicción con las más graves previsiones de aldea global y, en malicioso acuerdo con la idea de una sociedad transformada cada vez más en un sensibilísimo organismo de comunicación, una joven arquitecto venezolana ha realizado en el espacio del Museo de Bellas Artes de Caracas un test inteligente sobre la posibilidad de proyectar, a través de una exposición, lo que su filósofo habría llamado ‘puesta en obra de la verdad’ ”.

ACA