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El año 1980 fue particularmente intenso en lo que a la realización de concursos nacionales de arquitectura se refiere. Siempre con el auspicio del Colegio de Arquitectos de Venezuela (CAV) se convocaron tres: el Concurso para la Plaza Caracas organizado por la Gobernación del Distrito Federal y el CSB, ganado por Kirsti Nenonen; el promovido por la Municipalidad de San Cristóbal, Táchira, para proyectar el Centro Cívico de dicha ciudad, donde obtuvo el primer premio Alejandro Stein; y el convocado por el Instituto Nacional de Hipódromos para la sede del Museo de Arte La Rinconada del que resultaron triunfadores Pedro Mendoza y Hugo Dávila. De ellos sólo éste último se llegó a construir convirtiéndose en una de esas raras excepciones dentro de la historia de los certámenes de carácter abierto realizados en el país.

Tal vez opacado por la envergadura y esfuerzo que demandaron los otros dos llamados hechos aquel año, lo cierto es que la convocatoria para diseñar una edificación de modestas proporciones con un programa que no ofrecía mayores complicaciones, exigencias ni precisiones, ubicado en un terreno de geometría regular prácticamente plano, atrajo a un número relativamente pequeño de participantes. Tampoco resultaba muy atractivo el compromiso que se podía establecerse con el entorno en virtud del énfasis por resolver un problema muy concreto remitido a un lote de medianas dimensiones de aproximadamente 2500 m2, ubicado a un lado de la vía de acceso de dos hitos urbanos de gran escala: el Hipódromo Nacional La Rinconada y el Poliedro de Caracas, con los cuales era muy difícil competir.


La propuesta ganadora presentada por Mendoza y Dávila, buscando (salvando las distancias y la escala) vincularse formalmente a la National Gallery of Art de Washington (1978) de I.M. Pei, apeló a manejar el programa conteniéndolo en dos volúmenes prismáticos de base triangular articulados de un lado por un espacio a triple altura que sirve como definidor de su acceso principal y del otro por el núcleo de circulación y servicios. A la condición sólida de los dos prismas recubiertos de mármol, donde destaca el muro exterior que da hacia la vía de acceso del conjunto del Hipódromo, se contrapone el plano de cristal inclinado del hall, orientado en una problemática dirección suroeste, lográndose un claro contraste que se logra apreciar desde la plaza de entrada, preámbulo y a la vez lugar de encuentro, motivo de la fotografía que acompaña nuestra postal de hoy.

El programa se conformó con base en seis salas de exposición distribuidas en tres plantas, un centro de documentación, una sala de reuniones, tienda de arte, cafetería, anfiteatro y un amplio jardín de esculturas, áreas de oficina, dos depósitos de obras y estacionamiento.
Mendoza y Dávila concluyen el proyecto en 1981 terminándose la construcción con velocidad inusitada en 1982 e inaugurándose en 1983. En los años que van desde su apertura hasta 1990 el museo funcionó bajo el patrocinio del Instituto Nacional de Hipódromos, albergando una colección que había sido atesorada por dicha institución y tratando simultáneamente de delinear su perfil, ocupándose fundamentalmente del arte venezolano y sus diversas manifestaciones en distintos niveles.
Para el año 90 la decisión del Instituto creador fue entregar el museo bajo tutela al organismo que con mayor pertinencia lo acogería en su seno. Así fue como el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC) pasó a ser el organismo tutor del Museo de Arte La Rinconada. Por decreto emanado de la Presidencia de la República se crea el 21 de mayo de 1990 la Fundación Museo de Artes Visuales de la Rinconada. Pero con fecha 14 de agosto se le denomina, mediante nuevo decreto presidencial, como FUNDACIÓN MUSEO DE ARTES VISUALES ALEJANDRO OTERO (MAVAO) con lo cual se le rendía homenaje a uno de los artistas venezolanos más importantes del siglo XX recientemente fallecido. Posteriormente, se le dará el nombre definitivo de MUSEO ALEJANDRO OTERO (MAO), pasando a formar parte de la Fundación Museos Nacionales (FMN) desde 2005.

El MAO se constituye así con el fin de exhibir, investigar, preservar, adquirir, difundir y fomentar el arte moderno, contemporáneo y experimental en el ámbito nacional e internacional, con especial énfasis en la obra de Alejandro Otero pasando a asumir la custodia del archivo personal del artista, que consta de documentos escritos y el material fotográfico que dan cuenta de su diáfana y acertada memoria crítica. Busca además contribuir con el desarrollo integral de la comunidad a través de un acercamiento sistemático de la experiencia estética, histórica y cultural. Cuenta con una colección importante de obras representativas del arte contemporáneo venezolano de la primera mitad del siglo XX y con una amplia variedad de obras de artistas extranjeros que se han conseguido mediante adquisiciones, alcanzando 262 obras de 105 creadores, información toda obtenida de diferentes portales que se ocupan del MAO en internet.

La selección del proyecto ganador del concurso que hoy nos ocupa, presentado por los entonces jóvenes arquitectos Pedro Mendoza (Universidad de Texas, 1975, reválida UCV 1976) y Hugo Dávila (FAU UCV 1971), quienes ya en 1976 habían creado Mendoza-Dávila y Asociados, marcó uno de los primeros éxitos de una sociedad que se reforzó en 1990 con la inclusión del ingeniero José Toledo (graduado en la UCAB en 1976), derivándose hoy en dos empresas: Mendoza-Dávila Arquitectos, y Mendoza-Dávila-Toledo Constructores (Constructora MDT, C.A., creada en 1991), a través de las cuales proyectan, promueven y construyen un amplio abanico de opciones, contándose por decenas las edificaciones realizadas y en millones los metros cuadrados construidos a lo largo del valle de Caracas y el resto del país. Hoy en día el MAO es apreciado por ser un lugar de encuentro para los habitantes de las parroquias Coche, El Valle y sectores aledaños, alejados si se quiere del centro cultural de Caracas, demostrando una intensa y dinámica actividad que se traduce en más de treinta programas educativos. Además, organiza visitas guiadas, talleres para estudiantes de todos los niveles educativos y atención a planes vacacionales fuera de temporada escolar. Su edificio, que presenta un adecuado estado de conservación pero problemas de mantenimiento, se ha constituido en referencia de la parte de la ciudad en la que se encuentra.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal. Colección Crono Arquitectura Venezuela
2. http://portaldelahistoriadecaracas.blogspot.com/2010/06/museo-alejandro-otero.html

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Con la exposición Venezuela. Arquitectura y trópico 1980-1990 la Fundación Museo de Arquitectura dio un importante paso en el fortalecimiento de sus actividades iniciadas en 1988 cuando es creada y nombrados como Directores-fundadores: Celina Bentata, Helene de Garay, William Niño, Martín Padrón, Juan Pedro Posani, Jorge Rigamonti, José Miguel Roig, Leszek Zawisza y Fernando Tábora.
Para el momento en que se concibe la muestra (1991), la Fundación, gestada como “Institución privada sin fines de lucro, orientada hacia la difusión de la Arquitectura”, ya tenía en su haber la organización de al menos 6 eventos expositivos, realizados con la colaboración de otras entidades en las que se contó con la participación de algunos de sus protagonistas: “Figuras de Ciudad”, con Giovanni Chiaramonte, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, julio 1988 (conferencia y catálogo); “La Casa Como Tema”, Museo de Bellas Artes, octubre 1989 (conferencias y catálogo); “Alessandro Anselmi. Dibujos y proyectos”, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, mayo-julio 1990; y “Nuevos caminos de la Arquitectura Española” con la participación de 4 destacados arquitectos españoles, junio 1990 (precedida el año anterior del “Primer Seminario sobre Arquitectura Española” organizado en los espacios de Parque Central).
Venezuela. Arquitectura y trópico 1980-1990 se estructuró como parte de la representación de nuestro país en la V Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, Italia (1991), y, en vista del interés que suscitó fue albergada casi de inmediato por la Maison de l’Architecture de París, Francia, en el marco del “Rencontre du Venezuela à Paris”, entre el 13 de noviembre de ese año y el 15 de enero de 1992 con el auspicio del CONAC y el patrocinio de la Unión Latina. La curaduría corrió a cargo de María Teresa Novoa y estuvo acompañada de un catálogo bilingüe (español-inglés) de 68 páginas cuya portada ilustra nuestra postal del día de hoy.
La muestra, que podríamos decir tuvo un importante antecedente en otra titulada “Los Signos Habitables” (1984) organizada por William Niño Araque en los espacios de la Galería de Arte Nacional (ver Contacto FAC nº 103 del 18-11-2018), permitió ir perfilando nuevos rumbos dentro de la arquitectura venezolana desprendidos de la gesta marcada por Carlos Raúl Villanueva y los arquitectos que hicieron de la década de los años 50 la más destacada dentro de la historia constructiva del país e ir valorando la presencia de nuevas figuras surgidas a partir de la instauración de la democracia, signadas en este caso por un tema común: el trópico y las diferentes maneras como es interpretado a través de variadas respuestas edificadas.
Así, Venezuela. Arquitectura y trópico 1980-1990 brindó la oportunidad a la Fundación Museo de Arquitectura de promover la obra de buena parte de sus integrantes y “tras bastidores” a William Niño una nueva ocasión para manifestar de qué manera se podría entender “lo caribeño” y “lo tropical” (categorías que buscaban alejarse de “lo climático” y su carga funcionalista) dentro de la construcción de lo que desde mediados de la década de los 80’ denominó como una “posible” Escuela de Caracas. Obras de diferentes escalas que evidencian su carácter público o privado, usos residenciales, cívicos o religiosos, espacios urbanos y proyectos paisajísticos diseminados por todo el territorio se dan cita en la exposición tras las figuras de Max Pedemonte, Manuel Delgado, Miguel Carpio, Lissette Ávila de Delgado/Esther Fontana de Áñez, Celina Bentata, Edmundo Díquez/Oscar González/José Alberto Rivas, James Alcock, Helene de Garay, Jesús Tenreiro Degwitz, Jorge Rigamonti y Fernando Tábora con la finalidad de mostrar un amplio abanico de soluciones concretas a problemas concretos, ancladas en la autonomía disciplinar, con un peso importante en lo expresivo y lo formal, y con una clara consideración de las variables del lugar.
Sin embargo, quizás sea Alberto Sato, autor del texto introductorio del catálogo de la exposición titulado «Arquitectura. Forma y Trópico», quien nos brinde con mayor claridad la clave con la cual poder repasar en las obras expuestas un importante cambio de actitud ante el medio, el cual pasa de convertirse en una simple reacción de defensa a través de mecanismos que más bien asemejan escudos, resueltos mediante el uso de ábacos y complejas ecuaciones, a ser considerado como tema o pretexto tendiente a descifrar los cautivantes secretos de la luz tamizada y su potencialidad plástica.
En ese contexto la arquitectura venezolana objeto de la muestra permite a Sato afirmar cómo, tomando el testigo de lo iniciado en los años 50, se consuma «la construcción de la sombra (como) fragmento o totalidad de un programa arquitectónico: un sabio juego de los volúmenes bajo la luz produce sombras; es desde allí donde la luz se observa con calma; los detalles de la arquitectura son apreciables y el trópico se disfruta, sea desde la galería de una casa, el atrio de un edificio de oficinas, el claustro de un monasterio, una ventana recedida, un muro irregular de ladrillos, una reja, una pérgola; recurren al ancestro del abrigo, no del frío sino del calor.»
En otras palabras, podría decirse que se profundiza una exploración sobre los espacios intermedios que se traduce en la consideración cuidadosa y constante de la transición entre el interior y el exterior a través de la utilización de diversos dispositivos que trabajan a favor del descanso de una retina fatigada por el sol y que terminan muchas veces generando «lugares».Venezuela. Arquitectura y trópico 1980-1990 ajustada en su rango temporal (1980-1992) e incorporando nuevas obras vuelve a ser montada en 1993, promovida por la Fundación Museo de Arquitectura, en el marco del VI Seminario de Arquitectura Latinoamericana (SAL) realizado en Caracas. Junto a “Ricardo Porro Arquitecto de América en Europa” ocupó entonces los espacios del Museo de Artes Visuales Alejandro Otero. Allí se volvió a ofrecer como escaparate de una arquitectura del lugar que abrió paso a lo que Niño denominó como “éticas tendenciales de actuación” las cuales, poco a poco, empezaron a justificar e incluir manifestaciones un tanto alejadas de lo que originalmente se vislumbraba como un “deber ser” atado a la caracterización mediante “atmósferas” de “lo caribeño” y “lo tropical”, clara demostración de cómo lo prescriptivo deriva rápidamente de considerar que somos “lo uno o lo otro” a reconocer que mas bien somos “lo uno y lo otro”.
ACA

1993• En el marco de la celebración en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad Central de Venezuela (UCV) del Sexto Seminario de Arquitectura Latinoamericana (SAL), bajo el lema «Nuestra Arquitectura Reciente. Conceptos y Realizaciones», se inaugura, el domingo 2 de mayo, en el Museo de Artes Visuales Alejandro Otero (MAVAO), en la Zona Cultural – La Rinconada, la exposición «La Arquitectura de Ricardo Porro».
La exhibición organizada por la Fundación Museo de Arquitectura, que contó con la presencia de reconocido arquitecto cubano fue posible gracias al patrocinio de Belfort Glass, C.A. Metro de Caracas, DANZAS transportes internacionales, C.V.G. y Edelca.
Ricardo Porro (1925-2014) se graduó de arquitecto en la Universidad de La Habana en 1949 e hizo estudios de postgrado en el Instituto de Urbanismo de la Sorbona, París. En 1957 se traslada a Venezuela donde es contratado como docente por la FAU UCV. En nuestro país trabajó en el Banco Obrero bajo la dirección del maestro Carlos Raúl Villanueva. Con el triunfo de la Revolución Cubana regresa a Cuba y en 1960 Fidel Castro lo designa para proyectar las Escuelas Nacionales de Arte de La Habana (Escuela de Danza Moderna y la Escuela de Artes Plásticas), proyecto que realiza con la colaboración de los arquitectos italianos Roberto Gottardi y Vittorio Garatti.
En 1966 huye de Cuba, exiliándose en Francia en donde inicia la impartición de clases en París, Lille y Estrasburgo, a la vez que desarrolla una extensa práctica profesional tanto en ese país como en Europa.
HVH

1993• El Museo de Artes Visuales Alejandro Otero y la Fundación Museo de la Arquitectura montan la exposición «Venezuela, Arquitectura y Trópico. 1980-1992», la cual había sido expuesta el año anterior en la la Maison de l’Architecture, en Paris, con el auspicio del CONAC y el patrocinio de la Unión Latina.
HVH