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¿SABÍA USTED…

… que en 1920, en San Juan de los Morros, abre sus puertas el “Gran Hotel Termal”, primogénito de los hoteles nacionales?

1. Gran Hotel Termal, San Juan de los Morros (circa 1920)

Ciro Caraballo Perichi cuyo libro Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993) hemos comentado y utilizado en diversas ocasiones en este boletín, se ocupa de otorgarle un importante espacio a la relación entre las “termas de salud” y la aparición en torno a ellas de lugares destinados al alojamiento que, traducidos en muchos casos en grandes hoteles, han permitido otorgarle al hidrotermalismo un lugar preponderante dentro del desarrollo del turismo a partir del siglo XIX.

En un primer momento, dentro de la “Introducción”, en el apartado titulado “De la terma de salud a la terma de placer”, Caraballo afirma: “El edificio de alojamiento en los balnearios termales, fue una de las estructuras hoteleras de mayor desarrollo durante el siglo XIX. La facilidad de transporte ferrocarrilero puso al alcance de grandes masas de la población numerosas fuentes hidrotermales y termales, cuyo uso había sido altamente ponderado por sus cualidades sanitarias y curativas desde el siglo XVIII. En términos generales, las edificaciones hoteleras en los grandes centros balnearios respondían a uno de los dos conceptos funcionales vigentes: aquellas que surgían como respuesta a la revitalización de los modelos clásicos del baño termal, casi todas de corte neoclásico; y aquellas que respondían a conceptos naturalistas, cuyas edificaciones seguían la corriente arquitectónica del romanticismo, utilizando para su construcción madera y piedra”.

Dado el importante desarrollo de los centros termales como instalaciones hoteleras durante el siglo XIX y principios del XX, Caraballo amplía sus comentarios llevando a cabo un breve pero sustancioso repaso histórico del tema a partir de la consideración de tres momentos. En el primero de ellos, titulado “Del baño como acto purificante a la terma de placer”, se introduce el valor y papel simbólico que ha tenido el agua a través el tiempo, su utilización como agente purificador asociado muchas veces a ritos religiosos, y la detección de la presencia del baño termal en los más tempranos establecimientos poblados de Egipto, Asia Menor, Japón o Mesoamérica, sin dejar de mencionar que si bien es conocido el uso ritual de termas en la Grecia clásica  “cabe a los romanos el haber llevado el edificio termal a su más alto nivel conocido, sólo comparable con algunas instalaciones otomanas del siglo XVI”.

El segundo momento, que lleva por título “La Ilustración: Racionalidad, salud e hidrotermalismo”, da cuenta del impulso tanto en Inglaterra como en Francia a partir del auge de los postulados del racionalismo y la Ilustración a mediados del siglo XVII de “un movimiento de carácter científico que buscaba el mejoramiento de la salud de los pobladores de las grandes ciudades a través del desarrollo de la higiene”, dándole así cabida al surgimiento de nuevas clases de edificios entre los que encontraban grandes hospitales, cementerios extraurbanos y casas de baños públicos. De estos últimos, aquellos que se ubicaran en el campo y de ser posible próximos a una fuente de agua mineral o termal, mejor. De esta tendencia queda el registro de la aparición de criterios formales y funcionales cuyo punto culminante lo establecería la incorporación de las edificaciones balnearias como tema en los concursos de la Academia de Beaux Arts de París.

Finalmente, llega Caraballo a “La Estación balnearia termal del XIX” como tercer momento en el desarrollo del tema en lo atinente a la aparición establecimientos termales con instalaciones permanentes a partir de la finalización en Europa de las guerras napoleónicas. Durante el siglo XIX tanto en el Viejo Continente como en Norteamérica se pone de moda y a la vez se masifican las visitas periódicas a estos lugares, los cuales cambian su carácter sanitario por el de ambientes de esparcimiento y placer. Caraballo no dudará en afirmar que “los sitios termales abrían … uno de los caminos del turismo contemporáneo”.

En nuestro país, de forma más modesta, se puede apreciar cómo el tema también guarda una particular relevancia hasta el punto de ocupar el segundo capítulo del libro que nos sirve de guía, titulado “Salud y alojamiento: Venezuela siglo XIX”. Sin entrar a profundizar en los diferentes apartados que lo constituyen donde se da cuenta de los “Sitios de temperar: el ferrocarril como medio”, de los “Balnearios de mar y río” y de los “Baños hidroterapéuticos y sitios termales”, si nos detendremos en este último a modo de vínculo con el edificio centenario que ha dado origen a esta nota.

Es interesante apreciar como “desde los inicios mismos del siglo XIX, se suceden estudios sobre los recursos termales en nuestro país”, y cómo más allá de las propiedades curativas que se levantan a modo de inventario en casi todo el territorio “en la Capital de la República aparecieron hacia finales del siglo XIX, los baños públicos de carácter hidroterapéutico, de clara inspiración europea” siendo ejemplos destacados los “Baños del Valle” y las instalaciones de Caño Amarillo. Sin embargo “los centros de esta categoría que captaron la mayor atención desde finales del siglo XIX, y que en el transcurso del siglo XX lograron desarrollarse, al punto que con sus altas y bajas, aún permanecen funcionando en nuestros días son: ‘Las Trincheras’ y ‘San Juan de los Morros’ ”, los cuales contarían con el apoyo para el desarrollo de su infraestructura primero de Guzmán Blanco y luego de Juan Vicente Gómez.

Al comienzo del subcapítulo “Los vapores sulfurosos de Guarume y San Juan”, Caraballo señala: “El territorio actual del Estado Guárico, en las inmediaciones de San Juan de los Morros y del poblado de Parapara, existen dos centros de aguas termales que cobrarán mucha importancia al tener como usuario al General Guzmán Blanco; las aguas termales de Guarume y la fuente de Aguas Hediondas en San Juan de los Morros iniciaban, en 1875, su proceso de equipamiento”. Aunque son las poco conocidas aguas termales de Guarume las que Guzmán llegó a visitar, actuando prácticamente como “conejillo de indias” en cuanto a tratar sus dolencias y, por ende, beneficiarse de los efectos curativos que ellas proporcionaban, su paralelismo en cuanto a apertura al publico y construcción de las primeras instalaciones con las Aguas Hediondas de San Juan es total. Se supone que Guzmán seguramente tuvo oportunidad de llegar hasta el pequeño manantial del que surgen las aguas sulfurosas de la hoy capital de Guárico en su viaje a Parapara y Guarume.

2. Baños Termales. San Juan de los Morros, 1918. Fachada oeste (arriba) y planta (abajo)

Las obras que se realizarían en San Juan, registradas en plano anexo a la Memoria del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de 1875, consistirían en “la construcción de un estanque para el almacenamiento de las aguas y tres piletas individuales. Gruesas columnas toscanas sostenían una cubierta en pabellón, siendo esto toda la infraestructura construida entonces. El autor del proyecto fue el ingeniero Antonio María Casano López, mientras  que las obras estuvieron a  cargo del ingeniero Serrano”.

Para 1893 las instalaciones de San Juan estaban abandonadas, situación que se prolongó hasta inicios del siglo XX cuando serían rescatadas “contando con el aval científico de las más altas autoridades termales de Europa” reforzado en 1926 con la visita del Dr. Louis Blanc, médico de las instalaciones balnearias francesas de Aix-les Bains. Sin embargo, ya poco antes de 1920 “la mano paternal del Benemérito llevaría de nuevo el progreso a las aguas sulfurosas de San Juan, con la construcción del ‘Gran Hotel Termal’ ”.

3. Gran Hotel Termal. San Juan de los Morros, 1920. Planta (arriba) y fachada (abajo)

En cuanto al hotel propiamente dicho, se le considera el «primogénito» de una red de “hoteles nacionales” que durante el gobierno de Gómez se desarrollaron en virtud de la importante presencia gubernamental tanto en su construcción como en su funcionamiento. Al “Gran Hotel Termal de los Baños” de San Juan de los Morros se le sumará en 1928 el “Hotel Miramar” en Macuto y culminará con la inauguración en 1930 del “Hotel Jardín” en Maracay. Su desarrollo obedece al nexo que desarrollaría Juan Vicente Gómez con el lugar en el que se encontraban las aguas sulfurosas, donde pasaría largas temporadas en su residencia de “Las Adjuntas” (alrededor de la cual “surgirían suntuosas viviendas vacacionales de los familiares y allegados del Benemérito”), lo que lo llevó, en primer lugar, a ordenar “la refacción completa, a la moderna, del edificio del balneario, captando suficiente agua para cien baños diarios, a fin de que los vecinos y los temporadistas puedan, con todas las comodidades apetecibles, gozar de las saludables aguas…”. Las obras le fueron comisionadas al ingeniero Leonardo Jiménez.

Por su parte, la construcción del “Hotel Termal” complementaría la infraestructura del balneario y estaría asociada a la realización de una carretera pavimentada entre San Juan y Maracay, lugar de residencia permanente de Gómez. Las obras se iniciaron en 1919 y fue concebido como “una gran casa de huéspedes” dentro de la familiar urbanización ocupada por Gómez y su séquito. Su proyecto, como señala Caraballo, muy probablemente fue desarrollado en la Dirección de Edificaciones del MOP, quedando la supervisión a cargo de los ingenieros Rafael Díaz y Guillermo A. Salas, siendo este último quien lo finalizaría.

El hotel fue diseñado inicialmente como una edificación de una planta organizada “alrededor de un patio central rodeado de corredores que permitían el acceso directo a las habitaciones, todas con baño privado, las que distribuidas en dos alas alcanzaban un número cercano a la docena. En el cuerpo central del lado norte se encontraban los salones, los cuales abrían a los corredores externos que servían tanto de terraza-estar como de salón de baile y cinematógrafo en las horas nocturnas. Se enfatizaba la fachada principal mediante una doble escalinata, la cual actuaba como pieza ornamental del conjunto, que permitía a los huéspedes disfrutar de la gran terraza…”. En su lado sur como complemento se ubicaron dos pabellones a doble altura que contendrían el comedor y un salón especial con sus áreas de apoyo: cocina, locales y patio de servicio.

4. Gran Hotel Termal. San Juan de los Morros. 2ª etapa. Planta (arriba) y fachada (abajo)
5. Postal del Gran Hotel Termal. San Juan de los Morros (circa 1920)
6. Fotografía de la 2ª etapa del Gran Hotel Termal (circa 1925)
7. Huéspedes disfrutando de las instalaciones del hotel

Rápidamente las doce habitaciones del hotel inaugurado en 1920 resultaron insuficientes debido a la atracción que ejercían las constantes presencias de Gómez, y ya que las dimensiones de los servicios así lo permitían muy pronto (antes de 1927) se procedió a ampliarlo. “La estructura base se conservó, duplicando las habitaciones en planta baja, las cuales fueron construidas en los antiguos corredores laterales. Otro grupo de habitaciones se realizó en la terraza. El esquema general se mantuvo al construirse de nuevo las galerías laterales, a tiempo que se demolía la escalera, duplicando de esta manera el ancho del corredor delantero, el cual pasó a convertirse en el gran hall del hotel. Las galería se repitieron en el segundo piso, a fin de dar acceso a las habitaciones allí ubicadas; el número total de aposentos fue entonces elevado a un total de treinta”.

Técnicas mixtas caracterizaron la construcción, usándose al comienzo una combinación de techos de madera, caña, brava y tejas (propios del hotel original) que se sustituyeron parcialmente con la ampliación por placas de cemento con malla sobre perfiles metálicos.

En parte, gracias al empuje que trajo para la región la construcción del hotel, San Juan de los Morros es decretada en 1933 capital de estado Guárico (desplazando a la señorial población de Calabozo), decretándose desde el Gobierno la construcción de una serie de obras públicas acordes a tal condición, viviendo la instalación una época dorada en la que se promocionaban muy bien sus bondades como lugar terapéutico y de recreación que si por algo se vieron afectadas fue por la notable diferencia de su ocupación entre las temporadas cuando Gómez lo convertía en su “casa de huéspedes” y el resto el año, y por su lejanía de las redes ferrocarrileras a pesar de los esfuerzos que se realizaban por ofrecer transporte terrestre hasta la estación Cagua del Gran Ferrocarril Alemán. En 1929, en las inmediaciones del hotel se niveló un terreno para que sirviera de pista de aterrizaje acercándolo aún más a distancias antes impensables.

8. Diversas imágenes del estado actual en que se encuentran las instalaciones del hotel

Tras la muerte del Benemérito el 1935 todas las villas y edificaciones que se habían construido a sus alrededores fueron expropiadas y el Hotel Termal comenzó a languidecer pasando por etapas de deterioro y abandono como la que lo caracteriza actualmente. Siendo propiedad el Gobierno Regional se ha convertido, tras sucesivas promesas de rescate sobre su muy golpeada infraestructura, en todo un símbolo de la desidia y la incapacidad como si no se tratase de una obra de interés publico y valor patrimonial.

ACA

Procedencia de las imágenes

1, 2, 3 y 4. Ciro Caraballo Perichi, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista, 1993

5, 6 y 7. Colección Crono Arquitectura Venezuela

8. https://www.eltubazodigital.com/noticias-de-guarico/guarico-huerfano-de-hotel-termal-a-guarida-de-indigentes-y-malandros/2018/11/27/

CLUBES E INSTALACIONES DE PLAYA

1. Vista aérea de un segmento del Litoral Central, estado Vargas

El encuentro con algunas de las claves que podrían orientar tanto el problema de la representatividad como el de la adecuación de una arquitectura del ocio y la recreación asociada a su destinatario o al lugar donde se emplaza, nos ha llevado a dirigir la mirada hacia la tipología de los clubes como fuente de análisis de tales asuntos. Si bien en una anterior entrega (ver Contacto FAC nº 42, 27-08-2017) repasamos el papel jugado en el diseño de centros sociales de carácter urbano por el uso de determinados estilos, la presencia de ciertos elementos que hacen referencia al pasado, de dispositivos que denotan interés por adaptarse a las variables climáticas o por su vocación a expresar la más absoluta contemporaneidad, rasgos todos que se suman a la hora de determinar una posible caracterización de la modernidad arquitectónica en nuestro país, hoy repasaremos de manera sintética el aporte que pueden ofrecer algunas de las instalaciones construidas durante los años 50 del siglo XX en el Litoral Central próximo a la ciudad de Caracas. En tal sentido, un vuelo rasante a lo largo de las intervenciones realizadas en esa dilatada franja que constituye lo que hoy se conoce como el estado Vargas, da la oportunidad de rescatar valores presentes en balnearios públicos (hechos con la finalidad de dotar de servicios a quien se desplaza por el corto lapso de un día), recintos privados (exclusivos, promovidos con el acompañamiento de áreas residenciales que facilitan la pernocta) y también la interesante variante del centro vacacional público que ofrece ambas posibilidades.
Los balnearios, cuya condición de lugares de esparcimiento y medios de escape temporales a la agobiante vida metropolitana se remonta a la Europa romántica del siglo XIX, tuvieron en nuestro país un referente fundamental durante el período guzmancista al convertirse Macuto, gracias a la inversión que se hiciera en su infraestructura y comunicación con la capital (prolongando el ferrocarril Caracas-La Guaira hasta allí), en el primero y más elegante del país y centro de descanso por excelencia de los caraqueños, como bien señala Mónica Silva en el texto  «De Guzmania  a El Paraíso. (1884-1940) aparecido en el Boletín del CIHE, nº 29 (1995).
Muchos años pasarán para que las condiciones de que disfrutó Macuto a finales del XIX se amplíen no sólo a todo el Litoral sino a una mayor capa de la población. El ferrocarril como factor fundamental de conexión entre la capital y la costa desaparece, quedando sólo como vía de enlace una sinuosa, larga y peligrosa carretera. Es sólo a partir de la construcción de la Autopista Caracas-La Guaira (1952) que Caracas y su litoral quedan conectados a una distancia que permite pensar de nuevo en su disfrute masivo con todas sus variantes.

2. Balneario de Catia la Mar. Raúl Garmendia, 1954-56
3. Balneario de Naiguatá. Raúl Garmendia, 1954-56
4. Renovación del Balneario y Paseo de Macuto. Galia & Alcock con la participación de Carlos Gómez de Llarena, 1959

El Gobierno Nacional, favorecido por la mejoría en las comunicaciones, acomete la construcción de balnearios públicos de corte popular en tres localidades costeras estratégicamente seleccionadas: Catia La Mar ubicada hacia el oeste muy próximo al Aeropuerto de Maiquetía y a la zona donde la Armada construye la Escuela Náutica (1951-53 proyecto de Luis Malaussena) y otras importantes instalaciones; Naiguatá situado hacia el este aprovechando la existencia de un tradicional pueblo pesquero y Macuto que dada su equidistancia a los anteriores y su tradición histórica se ve favorecido por un proyecto de renovación urbana que contempla las mejoras a las instalaciones que como balneario -venido a menos- ya poseía. Los propuestas para Catia La Mar (2) y Naiguatá (3) serán proyectadas por el arquitecto Raúl Garmendia (entre 1954 y 1956) y la renovación de Macuto (1959) por la oficina de Galia & Alcock con la participación de Carlos Gómez de Llarena (4), responsabilizándose Jimmy Alcock por su desarrollo definitivo.
Aunque en cada caso la actividad balnearia se encuentra acompañada de centros poblados en los que se localizan viviendas permanentes, su destino fundamental es para un usuario eventual, que se desplaza en carro, cuya permanencia es corta. De esta manera el programa que los rige, aprovechando la presencia de una playa, se centra en la dotación de áreas recreacionales y servicios de apoyo.

5. Balneario de Catia la Mar. Raúl Garmendia, 1954-56. Detalles del sistema estructural y de protección solar


En tal sentido, Catia La Mar y Naiguatá se constituyen en sencillos e interesantes casos de aprovechamiento de las limitaciones que el lugar imponía así como en notables ejemplos de adaptación a las condiciones climáticas y a la función para la que estaban destinados. Manejando un lenguaje que transmite la frescura de la playa y la pertenencia a una época, el concreto, utilizado tanto en la estructura como en los elementos de control ambiental, juega a favor de facilitar el mantenimiento de instalaciones previstas para un uso intensivo. Cubiertas abovedadas que acentúan su condición lineal y «cortinas de bloques» que funcionan como parasoles en sus largas fachadas colaboran plenamente a proporcionar ambientes confortables para el público y el carácter propio de edificaciones localizadas en el trópico (5), que, a su vez, apelan a ubicar en la planta superior los vestuarios y sanitarios, quedando la planta baja prácticamente libre sin mayores paredes divisorias ni de cerramiento como espacio sombreado donde se sitúan estares, cafeterías, fuentes de soda y depósitos de enseres.

6. Laguna Beach Club. Juan Andrés Vegas y Julián Ferris contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos, 1962. Vista exterior
7. Laguna Beach Club. Juan Andrés Vegas y Julián Ferris contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos, 1962. Vista aérea mostrando su ubicación en la entrada a la laguna de Caraballeda
8. Laguna Beach Club. Juan Andrés Vegas y Julián Ferris contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos, 1962. Detalle de la fachada

En la década de los 50 dada la rapidez con la que se puede llegar a la costa desde Caracas, diversos promotores empiezan a impulsar, teniendo en la mira a las clases pudientes y a prósperos comerciantes, industriales y profesionales, desarrollos inmobiliarios en los que se ofrecen servicios y comodidades similares a los que se disfrutan en la ciudad en medio del sano e informal ambiente playero. Bajo la modalidad del condominio en unos casos o del club con un determinado número de socios en otros, se agrupan en estos desarrollos una serie de instalaciones recreacionales y deportivas que llevan incluidas por lo general un área residencial. Además, por un curioso e inexplicable vacío legal, el borde costero, que siempre y en todas partes ha sido un bien común, es incluido como parte de la propiedad adquirida por estas asociaciones quienes inmediatamente proceden a restringir su acceso. De esta manera se toman o construyen artificialmente playas que serán del disfrute exclusivo de los afortunados socios, lo cual incrementa el estatus del club o condominio y también las diferencias entre los usuarios de estas instalaciones y los de los balnearios públicos.
Esta modalidad de asociación privada tiene como desarrollo pionero en el Litoral a Laguna Beach Club, modelo que luego será seguido por otros condominios similares y perfeccionado por clubes de mayor envergadura siendo Puerto Azul, Playa Azul, Camurí Grande, Playa Grande y Tanagurena quizás los más destacados.
Laguna Beach (1952) es promovido y construido por Daniel Camejo Octavio y proyectado por Juan Andrés Vegas y Julián Ferris  contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos (6). Se trata de una propuesta tipológicamente paradójica constituida por 100 apartamentos con sus respectivos servicios comunes localizada en la Urbanización Caribe a la entrada de la laguna artificial de Tanaguarena (7). Lo paradójico lo constituye el hecho de que mientras el Banco Obrero utiliza el superbloque de raigambre corbusiana para resolver el problema de la vivienda de interés social, Vegas y Ferris lo adaptan para destinarlo para apartamentos de playa de alto standing. La adaptación, que parte de una correcta orientación de los apartamentos hacia el norte y la introducción de pinceladas provenientes de la arquitectura carioca, contempla el desplazamiento de las áreas comunes intermedias que propone Le Corbusier en Marsella hacia los dos primeros niveles, la adición de una serie de volúmenes sueltos y a la vez articulados que albergan otra serie de servicios y la eliminación de los balcones, lo cual por un lado aleja al edificio de la caracterización típicamente asumida en estos casos y, por el otro, convierte el tamizar la luz, el control climático y el lograr la ventilación cruzada en los temas que orientan el diseño de su delicada piel (8).

9. Club Puerto Azul (1954). Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx. Vista exterior
10. Club Puerto Azul (1954). Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx. Area de piscinas
11. Club Puerto Azul (1954). Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx. Espacio perteneciente al edificio principal
12. Club Playa Azul, 1956. Julián Ferris (edificio de apartamentos), diseño de los pasillos cubiertos y áreas comunes de Félix Candela y Álvaro Coto y paisajismo de la zona de la piscina de Roberto Burle Marx.
13. Club Camurí Grande planificado por Juan Andrés Vegas en 1962. Vista aérea

Por su parte, los confortables y espaciosos clubes de playa conforman otro grupo de experiencias que habría que observar en lo referente a la generación de verdaderos oasis donde la vegetación juega un papel fundamental en la ambientación de sus áreas comunes y los elementos arquitectónicos utilizados tanto en las piezas que los componen como en las que los articulan claras muestras de la adaptación al lugar y puesta en práctica de interesantes avances tecnológicos. De entre ellos destacan. Puerto Azul (1954) de Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx y promovido también por Daniel Camejo Octavio (9, 10 y 11); Playa Azul (1956) de Julián Ferris (edificio de apartamentos) con el aporte en diseño de los pasillos cubiertos y áreas comunes de Félix Candela y Álvaro Coto y paisajismo de la zona de la piscina de Roberto Burle Marx (12); y Camurí Grande (1962) que aunque su planificación pertenece a Juan Andrés Vegas y la arquitectura de su primer etapa a Diego Carbonell contó con el aporte en diferentes fases de José Miguel Galia (espigones y pabellón náutico), Leopoldo Martínez Olavarría (urbanismo), Bernardo Nouel (sistema de playas), Américo Faillace (dársenas, bungalows, auditorio y capilla), Gustavo Legórburu (piscina y casa-club) y Eduardo Robles Piquer (paisajismo) (13).

14. Ciudad Vacacional Los Caracas, 1945-1954. Plano de ubicación
15. Ciudad Vacacional Los Caracas, 1945-1954. Edificio de residencia temporal
16. Ciudad Vacacional Los Caracas, 1945-1954. La Piscina
17. Ciudad Vacacional Los Caracas, 1945-1954. Mirador El Vigía

Finalmente, quisiéramos cerrar este repaso con la inclusión de la interesante experiencia que consistió en convertir lo que inicialmente se concibió como un lugar para la reclusión y aislamiento de los enfermos de lepra, quienes dedicarían su tiempo fundamentalmente a labores agrícolas, en atractiva Ciudad Vacacional para la clase obrera, localizada en el exuberante sector ocupado originalmente por la hacienda Los Caracas al extremo este del Litoral guaireño, a 17 kilómetros de Naiguatá (15). Tanto las edificaciones originalmente diseñadas por el equipo coordinado por Carlos Raúl Villanueva para el leprocomio entre 1945 y 1954 (viviendas, áreas sociales y de servicios) (16) como el aporte posterior que le inyectó su conversión en centro de esparcimiento (La Piscina diseñada por Carlos Olmos Osorio -1954- (17), el Mirador El Vigía de Miguel Salvador -1954- (18), el bar-restaurant “El Botuco” de Pedro Riquezes -1954- y “El Balneario” de José Ignacio Sánchez Carneiro -1954-), nos colocan ante la posibilidad de volvernos a topar, por un lado, con una modernidad respetuosa de la tradición acorde con la condición tropical-húmeda donde se ubicaba y por el otro con una sin complejos, influenciada por lo que ocurre internacionalmente (principalmente en Brasil), llena de la informalidad playera, pero atenta al contexto, a las variables climáticas, cuidadosa en el uso de los materiales y correctamente adecuadas a los diversos programas a los que respondía. Toda una lección que creemos debe tenerse muy presente.

ACA

Procedencia de las imágenes

1, 11. González Viso I.; Peña M.I.; Vegas F. Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje, 2015

2 y 5. Revista SVA, nº 14

3, 4, 9 y 12. Colección Crono Arquitectura Venezuela

6, 7 y 8. Revista Integral, nº 1, 1955

10. https://www.conlallave.com/propiedades/accion-del-club-puerto-azul-51092057.html

13. https://fi.pinterest.com/pin/526217537695203689/

16. https://caracascuentame.wordpress.com/2016/05/06/ciudad-vacacional-de-los-caracas-ideada-por-el-arquitecto-carlos-raul-villanueva/

14, 15 y 17. Calvo A. Venezuela y el problema de su identidad arquitectónica, 2007

1976• Balneario Camurí Chico

Balneario Camuri Chico.jpg

1976•  El Centro Simón Bolívar (CSB) concluye la construcción iniciada en 1974 del Balneario Camurí Chico, ofreciendo a los habitantes de la región capitalina la posibilidad de utilizar, con sus respectivos servicios, otra playa del litoral central (hoy Estado Vargas). El proyecto incluyó, además del saneamiento de la playa, restaurantes y un amplio estacionamiento. Este balneario sufrió daños durante el año 1999 y fue reconstruido por la Gobernación, oportunidad en la cual se le cambió el nombre por Parque Costero Paseo del Mar.

HVH

 

1960• Se inaugura el Balneario de Naiguatá

Balneario de Naiguatá (1954).jpg1960•  El Presidente Rómulo Betancourt inaugura el Balneario de Naiguatá, el cual ocupa una larga franja de terreno de unos 700 metros de longitud por 60 metros de ancho, en donde se desarrollaron tres playas protegidas por rompeolas. El Conjunto cuenta con edificios nuevos, así como otros construidos en los años ’50, entre los cuales se destacan dos edificaciones alargadas cubiertas con estructura de pórticos y cubiertas por bóvedas de concreto: la unidad educativa y el edificio de vestuarios y servicios, este último, de dos plantas, de 90 m. de longitud. La planta baja es libre, permitiendo transparencia hacia la playa, en el nivel superior se ubicaban los vestuarios, los cuales tienen un cerramiento continuo, que permite la ventilación cruzada y la iluminación.

HVH

1960• Se inaugura el Balneario de Macuto-Camurí Chico

Balneario Macuto.jpg

1960•  El Presidente Rómulo Betancourt inaugura el Balneario de Macuto-Camurí Chico diseñado el año anterior por los arquitectos José Miguel Galia y Jimmy Alcock con la colaboración de Carlos Gómez de Llarena. Con el proyecto construido se redefinió el contexto urbano existente al eliminar la vialidad costanera de borde, permitiendo una relación y contacto directo de habitantes y usuarios del balneario con el mar. La intervención se hizo salvando la vegetación del lugar, creando un “malecón” e incorporando elementos arquitectónicos al balneario: baños y vestuarios, el puente elevado, los pórticos, casetas, rampas, bancos y escaleras, así como la Plaza de Las Palomas, cuya planta es fruto de un bosquejo de Galia y que recuerda su diseño para el Parque Los Caobos en Caracas.

HVH