
Archivos diarios: 22 de septiembre, 2024
TAL DÍA COMO HOY…
… 22 de septiembre, con diez años de diferencia, aparecen dos disímiles artículos de Juan Pedro Posani en la página de arquitectura de Economía HOY

La página de arquitectura del diario Economía HOY, por volumen, continuidad y amplitud de temas abordados la más importante de entre las numerosas manifestaciones que se dieron dentro de la prensa venezolana durante la década de 1990, estuvo siempre bajo la responsabilidad del profesor, historiador y reconocido crítico Juan Pedro Posani.
Objeto de un interesante proceso de transformación en el tiempo, la manera como fue apareciendo este importante espacio puede ser dividido en tres etapas:
- La primera, que abarca desde el 5 de mayo de 1990 hasta el 6 de marzo de 1993, con la coordinación de Posani en solitario, conformada en su mayoría por una sola página ubicada dentro de la sección de cultura de la edición sabatina del periódico, de la cual se registraron en total 142 apariciones.

- La segunda, correspondiente al lanzamiento de los 4 primeros números del suplemento-encartado Arquitectura HOY, aparecidos en cuatro momentos diferentes entre mayo y diciembre de 1992, cuyas dimensiones oscilaron entre 12 y 16 páginas, a cargo de un Comité de Redacción encabezado por Posani más un grupo de colaboradores, lapso en el que cabe señalar que Posani continuó publicando la página de arquitectura sabatina.


- La tercera relacionada al momento en que se fusionan la página sabatina de arquitectura y el encartado Arquitectura HOY a partir de su número 5, manteniéndose la figura de un Comité de Redacción y diversos colaboradores bajo la coordinación general de Posani. Esta etapa tiene a su vez dos facetas: la comprendida entre el 13 de marzo de 1993 y el 25 de marzo de 1995, que abarca del número 5 al 100, donde se mantiene la figura de suplemento encartado ahora de 4 páginas; y la comprendida entre el 1 de abril de 1995 y el 13 de octubre de 2000, que va del número 101 al 358, donde Arquitectura HOY abandona el formato de encartado, se reduce a la mitad y pasa a ocupar las dos páginas centrales del diario Economía HOY, vinculadas siempre a la sección cultural, pudiéndose resaltar que a partir del número 146 (22-03-1996) al dejar de circular el periódico los sábados, Arquitectura HOY empieza a aparecer los viernes.
Hecho este breve resumen hemos podido detectar una curiosa coincidencia motivada a la importante continuidad que tuvo la página y al fortuito cambio de día de salida que hubo de darse en la tercera etapa: el sábado 22 de septiembre de 1990 y el viernes 22 de septiembre de 2000 la página de arquitectura aparece en circunstancias muy distintas que permiten develar no sólo cambios de diagramación sino claras diferencias en la manera como Posani se expresó en cada momento.
Así, refiriéndonos al primer caso, hay que mencionar que se trató de la presencia nº 21 desde que Posani inició su andadura gracias a la confianza depositada en él por María Di Mase. Ya para entonces, habiendo asumido en 19 de las ocasiones la responsabilidad de redactar en su totalidad el contenido de la página (las otras dos ocasiones bajo su coordinación estuvieron a cargo de Oscar Olinto Camacho y Alberto Sato), el espacio se había consolidado y ocupaba un lugar privilegiado dentro de las lecturas sabatinas de los arquitectos cuando con expectativa se esperaba la llegada a los kioskos de la edición color salmón de Economía HOY.

Los variados contenidos tratados por Posani en aquel primer año, que sin duda se convirtieron en una pauta para los tres años siguientes, venían cargados de un importante tono reflexivo y crítico en los que evidenciaba la presencia y conformación de una línea de pensamiento. También, acompañados de un cuidado diseño gráfico, variaban en su temática sin abandonar los territorios propios de la arquitectura y la ciudad, apareciendo con mucha frecuencia disertaciones sobre grandes tópicos y comentarios sobre arquitectos u obras. Con el tiempo, más allá de la participación como articulistas de otros profesionales nacionales o internacionales de habla hispana o la ocupación en vez de una de dos páginas, se fueron incorporando: reseñas informativas (comentadas) de eventos, seminarios, exposiciones, libros o películas; cartas enviadas por lectores sobre temas abordados en alguna columna; y traducciones de opiniones, segmentos de libros o artículos escritos en publicaciones extranjeras.

De tal forma, la página correspondiente al 22 de septiembre de 1990 Posani la dedicó, a través del artículo titulado “De los bancos a las sillas”, a resaltar la figura del arquitecto norteamericano residenciado en Venezuela Emile Vestuti (1927-1998), de quien en el breve resumen de presentación señala: “La ciudad y su supuesto progreso, desgraciadamente han borrado o deformado muchas de las hermosas e importantes obras realizadas por Emile Vestuti. Ahora que este arquitecto norteamericano trasplantado en Venezuela desde hace muchos años está diseñando unos muebles encantadores, quizá su huella, en el ámbito individual, sea más permanente”.


En el texto, que puede considerarse como una de las primeras semblanzas realizadas sobre Vestuti, se repasan sus orígenes y su formación, se reflexiona sobre la escasa memoria que ha caracterizado al desarrollo urbano caraqueño y la presencia en él de la obra de Vestuti en los años 1950 como parte de la oficina de Guinand & Benacerraf (el hotel-residencias Montserrat en Altamira -1953-, la sede del Banco Unión en Sabana Grande -1954-, el edificio Gran Avenida en Plaza Venezuela -1955-, las oficinas de Cauchos General en Chacao -1955-, o el edificio de oficinas “29” en la avenida Universidad -1950-1960-); y se asoman las influencias que recibirá de los grandes maestros modernos dentro de una misma actitud proyectual, donde “siempre aparece la perspicacia y la sensatez funcionales y constructivas, el buen gusto y la finura en los materiales y acabados y, sobre todo, una extraordinaria mesura en las decisiones fundamentales de diseño”.

La actitud señalada será trasladada por Vestuti al diseño de muebles, la otra actividad que llegó a ocupar parte importante de su faceta creativa, que Posani también repasa resaltando sus tempranos contactos con firmas como Herman Miller y Knoll, y luego tras incorporar el lejano recuerdo de piezas clásicas de Frank Lloyd Wright y referencias más próximas y concretas procedentes de los muebles de paleta criollos derivarán como acabada síntesis en la mecedora Easy Rocker de 1989, sobre cuyo diseño Posani transcribirá una estupenda descripción de boca del propio Vestuti que no tiene desperdicio.

Como ya anotamos, 20 años más tarde, el 22 de septiembre de 2000 en el nº 353 de Arquitectura HOY (a menos de un mes de que dejara de circular), Posani publicará “¡No a las ciudades improvisadas!”, articulo en el que luego de reconocer “transformaciones importantes en el aspecto urbano” impulsadas por el gobierno bolivariano (calificado como la naciente “gerencia política del país”), con el que siempre se mostró afín, desde donde “se programan, se proyectan, se construyen ciudades nuevas”, se lamenta de la escasa difusión recibida y por ende su desconocimiento y falta de discusión.
Sin embargo, reiterando que ya se comenzaba a “disponer de una visión de conjunto del país… de cara a los retos ingentes que nos plantea este nuevo siglo”, Posani no deja de mostrar un tono crítico ante iniciativas como CIUDAD MIRANDA, experiencia urbana de envergadura desarrollada desde cero en las proximidades de Charallave, en la detecta un preocupante sesgo “inmediatista”, carente “justamente de lo que es indispensable, de lo único que garantiza su eficiencia en términos de realidad social, cultural y política, de las herramientas que únicamente proporciona, precisamente, el diseño en todos sus niveles, desde la concepción macro-urbanística hasta el detalle de las alcayatas”.

El reclamo de Posani, que señala el uso de los arquitectos como meros decoradores que sólo diseñan “fachaditas” una vez tomadas equívocas decisiones urbanísticas, estructurales y constructivas, significará poner sobre el tapete en fechas muy tempranas una “práctica eficientista cuyo único norte parece ser cumplir con la tarea cuantitativa, en el menor tiempo y al menor costo”, que luego se verá elevada en su máxima expresión a través de la Gran Misión Vivienda Venezuela.
Esa “pésima concepción de la ‘eficiencia’ en instituciones clave del Estado, a pesar de las indiscutibles buenas intenciones en el campo de lo social, ha hecho que se haya llegado a la idea tácitamente aceptada de que, por ejemplo, en el nivel uno de los programas de vivienda (o en el correspondiente en las edificaciones escolares) no hay espacio para el diseño porque las limitaciones económicas no lo permiten”.
Tras rescatar los programas impulsados en aquel año por el CONAVI, vinculados a la rehabilitación física de barrios, que dieron origen a diversos concursos atendidos de manera entusiasta por los arquitectos del país, lo cierto es que con el transcurrir del tiempo, como se sabe, el alerta señalado por Posani se convirtió en costumbre sumiendo a todas las iniciativas estatales en un mismo modus operandi signado por el clientelismo y la corrupción, derivando en un estrepitoso y decepcionante fracaso.
Premonitoriamente, sin que ello minimice su fidelidad cómplice con un proyecto político que nunca alcanzó los niveles esperados, Posani cerraba el artículo señalando: “Duele decirlo, pero la advertencia es imperativa: con mecanismos signados por las buenas intenciones pero marcados también por un horizonte cultural limitado, no construiremos nunca los espacios emocionantes de una nueva ciudad para un nuevo ciudadano”.
ACA
Procedencia de las imágenes
1, 2, 3, 4, 5, 6, 9 y 10. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad
7. Colección Crono Arquitectura Venezuela; y flickr (https://www.flickr.com/photos/juliocesarmesa/25045051851)
8. Mecedora Easy Rocker (https://www.analitica.com/entretenimiento/mecedora-easy-rocker/)
NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Radio-Activities
Architecture and Broadcasting in Cold War Berlin
Alfredo Thiermann Riesco
The MIT Press
2024
Idioma: inglés
Descripción
Un relato histórico y teórico de la ciudad de Berlín desde las perspectivas entrelazadas de la arquitectura, el medio ambiente y los estudios de los medios de comunicación.
En 1945, tras ocupar territorio alemán, las tropas soviéticas realizaron dos movimientos estratégicos: desmantelaron la torre de transmisión de radio Deutschlandsender III, la estructura más alta de Europa en ese momento, y se apoderaron de la Haus des Rundfunks en Berlín Occidental, un edificio monumental diseñado por Hans Poelzig. Estos movimientos fueron cruciales tanto simbólica como técnicamente, ya que juntos desencadenaron lo que se convertiría en una verdadera guerra de radio entre los bloques oriental y occidental durante la Guerra Fría. En Radio-Activities, Alfredo Thiermann Riesco investiga este conflicto espacial mientras interroga las dimensiones políticas, tecnológicas y ambientales de la arquitectura en una época en la que los edificios comenzaron a interactuar con la transmisión remota de información.
Por su propia naturaleza, el medio de la radio prometía evaporar el aspecto material intrínseco de la arquitectura; de hecho, no hizo tal cosa. A través de análisis transescalares, Thiermann Riesco presta especial atención a los edificios, muros, torres de transmisión, fábricas, instituciones de investigación y organizaciones territoriales de Berlín durante el período de la Guerra Fría, que permitieron la producción, reproducción y transmisión de contenido sonoro a través de la Cortina de Hierro. Al hacerlo, revela continuidades poco investigadas entre política, tecnología, medios y arquitectura, en el proceso de reformular nociones de fronteras nacionales y transnacionales.
Radio-Activities, un estudio oportuno y fascinante, interroga brillantemente el estado y la agencia de los edificios durante un período, no muy diferente al actual, de modos de coexistencia cada vez más hiperconectados, ubicuos e invisibles.
ACA
NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

La mente del arquitecto
David Obon
Ediciones Asimétricas
2024
Nota de los editores
Este libro contiene una de las historias más fascinantes jamás contadas: el cómo y el por qué nuestra especie se convirtió en una estirpe de grandes constructores. ¿Qué es lo que nos distingue del resto de animales arquitectos? ¿Somos realmente especiales? Para saberlo deberemos reseguir los episodios más significativos —¡y trepidantes!— de nuestra evolución. Pero a medida que nuestros pasos vayan desempolvando el camino descubriremos que, oculto por los nombres propios y los movimientos culturales, existe un continuum evolutivo que guía el desarrollo de la arquitectura.
Resulta que no; que la historia de la arquitectura no es una sucesión fragmentaria de personajes y acontecimientos. Existe un avance coherente, aunque imprevisible, marcado por singularidades: cuando una nueva tecnología cognitiva transforma y potencia las prestaciones de nuestros cerebros expande el espacio de diseño y se amplía el horizonte de innovación. Fruto de la irrefrenable creatividad que impulsa nuestro desarrollo, actualmente nos encontramos a las puertas de una nueva singularidad: la inteligencia artificial. Conocer la mente del arquitecto desde una perspectiva histórica y ecologizada es la única forma que tenemos de enfrentar decisivamente este reto.
La naturaleza todavía tiene mucho que decir. Pensamos que avanzamos solos pero existen dinámicas naturales que nos empujan. Si las queremos reconocer deberemos mirar desde lo más alto. Así, tomando suficiente perspectiva, veremos que la evolución está propulsada continuamente por el pasado y esto implica que, aunque la incertidumbre arrecie, nuestro futuro está inscrito en la memoria del tiempo. Estas páginas atesoran su testimonio.
David Obon. Centra sus investigaciones en la evolución, la teoría de la arquitectura y los procesos macrohistóricos. Está interesado en recomponer la unidad del conocimiento y en descubrir nuevas relaciones que nos permitan comprender el mundo desde una perspectiva más integrada. Es doctor arquitecto con mención internacional por la Universidad Politécnica de Catalunya (2017). Sus investigaciones sobre teoría de la complejidad aplicada a la teoría y la práctica de la arquitectura y el urbanismo le han llevado a ser investigador invitado, profesor y conferenciante en diversas universidades internacionales. En esta misma colección ha publicado Dinámicas emergentes. La arquitectura ante el paradigma de la complejidad, en la que presenta las bases para una teoría unificada de la arquitectura.
ACA
VALE LA PENA CONOCER

Redescubriendo el modernismo en África: de la nostalgia al optimismo
Escrito por Mohieldin Gamal
Publicado el 17 de septiembre 2024
Tomado de www.archdaily.com
La mitad del siglo XX marcó un período transformador para África, ya que 29 países lograron la independencia entre 1956 y 1964, señalando los albores del estado-nación en todo el continente. Esta era resonó con un espíritu de liberación y progreso, paralelo a los movimientos globales de la época, como el establecimiento de organizaciones internacionales como las Naciones Unidas (1945) y la Organización de la Unidad Africana (1963). En este contexto, la arquitectura modernista surgió como un poderoso símbolo de la identidad nacional, acompañando la ambición y la aspiración colectiva de un futuro más brillante. Como las naciones recién independizadas trataron de definirse alejadas de sus pasados coloniales, la adopción de principios del Movimiento Moderno facilitó la construcción de infraestructuras clave, como centros de convenciones, edificios parlamentarios y hoteles, así como el desarrollo de la educación arquitectónica, dando como resultado el que los arquitectos nativos comenzaran a reemplazar o cooperar con profesionales nacidos en el extranjero.
Este artículo inaugura una nueva serie titulada Redescubriendo el Modernismo en África, con el objetivo de explorar el legado arquitectónico del Movimiento Moderno en África, destacando su papel en la construcción de la nación y la evolución de la educación arquitectónica, al tiempo que arroja luz sobre los arquitectos y movimientos que dieron forma a esta era transformadora.

El estado de ánimo de liberación en el continente podría compararse con la euforia al final de la Segunda Guerra Mundial que condujo a la creación de las Naciones Unidas y la arquitectura modernista de su sede. Como se señala en el sitio web de las Naciones Unidas, «el edificio no tiene referencias históricas y pretende simbolizar el futuro brillante y pacífico que nos espera y que no se queda anclado en el pasado». Esta ruptura con el pasado es un aspecto del Movimiento Moderno adoptado por los países africanos de reciente independencia, y marca un alejamiento de las tradiciones arquitectónicas del pasado colonial.
El término modernismo puede tener una definición amplia y quizás intercambiable. Para el propósito de este tema, se entiende como la arquitectura del Movimiento Moderno iniciada por arquitectos como Le Corbusier y Walter Gropius en la Europa continental a principios del siglo XX. Junto con el rechazo de la historia, se caracterizó por un enfoque en la función, la destitución del ornamento y el uso innovador de nuevos materiales y capacidades estructurales. Estos hicieron del Modernismo un enfoque fácilmente transferible para el diseño de edificios, y sus ideas se extendieron gradualmente por todo el mundo. Su énfasis en la destreza técnica también lo hizo sinónimo de progreso y, por lo tanto, era atractivo para los Estados nacientes que deseaban participar en un rápido desarrollo.

Inicialmente, con casi toda África colonizada, el Modernismo llegó al continente a través de arquitectos europeos. El Modernismo Tropical, por ejemplo, fue un estilo desarrollado por Gran Bretaña en África Occidental. En las décadas de 1940 y 1950, preocupados por el aumento de los sentimientos independentistas, la potencia colonial buscaba contrarrestarlos a través de proyectos educativos y de infraestructura. Los arquitectos británicos Maxwell Fry y Jane Drew, pioneros en el Modernismo Tropical y involucrados en el establecimiento de la Escuela Tropical de Arquitectura en Londres, diseñaron numerosos edificios en Ghana. El Modernismo Tropical fue una adaptación de la arquitectura del Movimiento Moderno para adaptarse a los climas cálidos y húmedos. A pesar de estas raíces coloniales, este estilo de arquitectura fue adoptado por el líder de la Ghana independiente, Kwame Nkrumah.

A mediados de siglo, cuando la independencia se extendió por África, más gobiernos adoptaron el modernismo. Se mantuvieron estrechos vínculos con las antiguas potencias coloniales, cuyos arquitectos siguieron ejerciendo después de la independencia, mientras que los estudiantes nativos eran enviados al extranjero para estudiar y formarse. Las primeras escuelas de arquitectura se establecieron muy poco después de la independencia: por ejemplo, en Kumasi (Ghana), con estrechos vínculos con la AA de Londres, y en Jartum (Sudán), donde un profesor británico fue designado fundador de la escuela.El trabajo de los arquitectos africanos que regresaron y se formaron en el extranjero, junto con la nueva generación de arquitectos formados localmente, recién se está reconociendo. Sin embargo, curiosamente, los arquitectos nacidos en el extranjero también procedían de terceros países que no tenían ninguna relación previa con el continente, en particular de Escandinavia y Europa del Este. El libro de Łukasz Stanek, «La arquitectura en el socialismo global», detalla algunas de estas relaciones y atribuye algunas de ellas al Movimiento de Países No Alineados, del que eran miembros muchas naciones africanas.

Naturalmente, los países africanos tienen historias complejas y diversas y relaciones con el Modernismo. No necesariamente siguen esta narrativa exacta que ilustran los pocos ejemplos. Los países de la costa mediterránea (excepto Argelia) obtuvieron la independencia mucho antes que los del sur del Sahara. Los países lusófonos ganaron la independencia más tarde y la mayoría de sus edificios modernos ocurrieron bajo el colonialismo. Etiopía se mantuvo en gran medida independiente durante todo el período de los imperios europeos y Sudáfrica siguió otra relación histórica distinta con el colonialismo. También hay diferencias culturales y climáticas en todo el continente que dan como resultado diferentes arquitecturas. El Modernismo Tropical adecuado al clima cálido y húmedo se asumiría para adaptarse al clima cálido y seco de otros lugares.

Documentar el modernismo en África es importante por varias razones. La documentación en sí es un acto de conservación. Manuel Herz en «El Modernismo Africano: La Arquitectura de la Independencia» (2015) lamenta la ausencia de ejemplos de Modernismo en África en los libros de historia, citando grandes obras como el Foire Internationale de Dakar y el Centro Internacional de Convenciones de Kenyatta como ejemplos de obras omitida pero relevantes. Además de su importancia histórica al marcar la construcción de una nación, aboga por su inclusión en historias más amplias de la arquitectura debido a sus cualidades y su centralidad en la historia del Modernismo.

En la actualidad, el movimiento moderno en el continente africano está cobrando cada vez más importancia en el campo de la arquitectura. Ocho años después de la publicación del libro de Manuel Hertz, se presentó una exposición sobre el Modernismo Tropical en la Bienal de Venecia centrada en la arquitectura africana. En el momento de escribir estas líneas, está a punto de concluir una exposición sobre el Modernismo Tropical en el Victoria & Albert Museum de Londres. Sin embargo, los edificios modernistas africanos no son inmunes al deterioro, la demolición o incluso la destrucción en la guerra, como se vio en la exposición «Mogadiscio Lost Moderns» en 2014. Incluso los edificios bien conservados corren el riesgo de sufrir reparaciones y ampliaciones insensibles. La esperanza es que documentar y celebrar estos elementos del patrimonio construido pueda fomentar su conservación para la posteridad.
ACA
ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 421

Cuando esta página transitaba su primer año de circulación, publicamos en dos números consecutivos, el 33 y el 34 del 25 de junio y el 2 de julio de 2007, respectivamente, un artículo dividido en dos entregas titulado “Los avatares de la más descuidada entre las más importantes esquinas del país”. Allí nos dedicamos a construir una breve cronología que daba cuenta de la evolución que a través del tiempo había acompañado el destino del frente norte de la Plaza Bolívar de Caracas en general, y del terreno ubicado en el cuadrante noroeste de la esquina de La Torre (diagonal a la Catedral) en particular.

Comentábamos entonces cómo desde el propio plano fundacional de la capital de la República ordenado por el gobernador Juan de Pimentel en 1578, dibujado por Antonio Muñoz Ruiz, se estableció la división de las manzanas en cuatro partes señalándose con las palabras “casas cabildo” y “casa” los usos destinados a los lotes al norte de la entonces Plaza Mayor, cosa que aconteció durante toda la colonia y casi todo el siglo XIX con la sutil diferencia de que las llamadas “casas cabildo” serían identificadas como “casa para autoridades” en el plano de 1810 y el terreno luego sería ocupado por la Oficina de Telégrafo Nacional (o Casa de Correos).


Algunas fotografías cercanas a 1866, momento en el que se estaba ultimando la demolición de las arcadas del mercado colonial construido en 1755 por el gobernador Felipe Ricardos, testimonian la presencia al oeste del frente norte de la Plaza de Armas o Plaza del Mercado (próxima a convertirse en Plaza Bolívar) en el medio cuadrante correspondiente a la esquina de Principal, justamente de la edificación de dos plantas donde funcionaba la Oficina de Telégrafo; y hacia el este (en el medio cuadrante correspondiente a la esquina de La Torre) de la vivienda de una planta que lo ocupaba.

Decíamos, también, que no será sino hasta el último lustro del siglo XIX cuando se producirían las primeras acciones tendientes a dignificar la mencionada fachada norte de la Plaza Bolívar. En 1899, en un segmento del frente asociado a la esquina de Principal, Alejandro Chataing diseñaría un pequeño, ecléctico y recargado edificio destinado a albergar el Museo de Historia Natural que luego hospedó a la Biblioteca Nacional (1903) y al Museo Bolivariano -o Boliviano- (1911), y que posteriormente fue usado, demostrando una flexibilidad muy lejana a su talante, como sede de la Prefectura de Caracas dependiente de la Gobernación del Distrito Federal (hoy ocupado por el “Gobierno del Distrito Capital”). Se producía así, sin ningún tipo de consideración histórica, la primera fragmentación del solar fundacional destinado a las “casas cabildo” de manos, casualmente, de un ente público.
Un poco antes, en 1895, ocupando el cuadrante noroeste correspondiente a la esquina de La Torre, en claro gesto de respeto por mantener la continuidad de la fachada, se había construido el Gran Hotel Venezuela que en 1906 se reacondicionó, cambió de dueño y pasó a denominarse Hotel Klindt.

Será en 1933, al decretarse la construcción del Palacio de la Gobernación de Caracas (proyecto de Gustavo Wallis en colaboración con los arquitectos franceses Lahalle y Levard, cuya construcción finaliza en 1935), que se demolerá lo que quedaba del mutilado edificio que albergó la Oficina de Telégrafo Nacional, y se completará el fragmento restante correspondiente a la esquina de Principal con un uso que pareciera tener visos de reivindicación histórica. Para reforzar esa apreciación valga añadir que el mencionado decreto sentaba las pautas no sólo de la construcción del Palacio sino de las cuadras adyacentes a la Plaza Bolívar, normativa que no se cumplió a cabalidad pero que, sin embargo, se ve plasmada en el dibujo de lo que sería la fachada entera al norte de la Plaza Bolívar, demostración (más allá de su marcado academicismo) de una intervención integral que preveía recuperar la dignidad y unidad que dicho frente debía tener. Para lograrlo se proponía eliminar el edificio de Chataing y el del Gran Hotel Venezuela en pro de un desarrollo que otorgaba al gobierno de la capital un estatus que hasta entonces no había poseído.
Poco antes del plan de Wallis, Lahalle y Levard, en 1931, 4 años después de la muerte de su propietario, el edificio del Hotel Klindt es vendido y remodelado para ser utilizado para oficinas, cambiando su nombre por el de Edificio Washington, el cual sería finalmente derribado en 1957 (a las puertas del inicio del período democrático), con el objetivo de construir un inmueble que complementase el funcionamiento de la Gobernación del Distrito Federal.

Es así como, asociado al derribamiento del mencionado edificio Washington, la primera propuesta de la que tenemos registro para el solar en cuestión es la que Tomás José Sanabria elabora justo con ese mismo nombre el mismo año en que el vacío se instala allí (1957). Sanabria diseña una torre de oficinas de veinte pisos, con planta baja libre a doble altura, fachada uniforme trabajada considerando la incidencia del sol y aislada dentro del terreno, que sin duda traduce una clara omisión de las variables contextuales imperantes: por un lado, suma un espacio público que no se sabe si la Plaza Bolívar agradecería y, por el otro, compite y opaca a la Torre de la Catedral, elemento que desde la colonia ha sido el protagonista de la esquina que lleva su nombre.

Aunque al día de hoy nos ha sido imposible determinar a quien correspondía la tenencia del terreno, habida cuenta de que el edificio Washington pertenecía a un particular y no sabemos si su demolición ya insinuaba un cambio de dueño, la convocatoria al Concurso Sede del Edificio Administrativo para la Gobernación del Distrito Federal (1981), cuya propuesta ganadora ilustra nuestra postal del día de hoy, marca un segundo momento de una saga de espasmódicas preocupaciones y subsiguientes frustraciones por atender la esquina de La Torre. Ahora será la presencia de un ente público de jerarquía dentro de la ciudad el que daba muestras, no sólo de ser el propietario del solar, sino de asumir la responsabilidad de atender el problema urbano allí existente. Para el momento se encontraba ocupando el valioso terreno un pequeño domo colocado allí por la propia Gobernación para publicitar su gestión dentro de la ciudad.



Este concurso, que se convoca pocos meses después de otro que tuvo gran repercusión a nivel del gremio a escala nacional (el de la Catedral de San Tomé de Guayana), en el que se inscriben 92 equipos profesionales y se terminan entregando 52 proyectos, permitió a través de las ideas presentadas apreciar una vez más el estado del arte con respecto al tratamiento de un lugar con una importante carga patrimonial localizado en el corazón mismo de la capital.
Gracias al abordaje crítico que en torno al Concurso llevó a cabo Doménico Silvestro para el número 64 (1982) de la revista Punto, que acompañó de una valiosa información gráfica, se puede inferir de acuerdo a sus propias palabras que los trabajos presentados pueden ser agrupados en tres categorías: “el monumentalismo (retórico), el recurso tecnológico (exagerado) y el sentido común: edificaciones de altura modesta y patio interior”.



La propuesta ganadora a cargo de los arquitectos Daniel Betti, Raúl Grioni y Javier Usarraga, inscrita claramente dentro de la primera categoría formulada por Silvestro, a pesar de poseer un carácter monumental logrado a través de la distorsión que hace al jugar con la escala, de claras reminiscencias clásicas y ávida de protagonismo propio, puede sumarse sin mayores inconvenientes al criterio que en mayor o menor medida priva entre los participantes: el considerar la necesidad de reconstruir la esquina como un aspecto prioritario y en otorgar un valor referencial a las alturas de los edificios que conforman el frente norte de la Plaza Bolívar (las para entonces sedes de la Gobernación y de la Prefectura) y el frente este que va de Torre a Veroes a la hora de determinar rasantes, accesos, localización de usos y manejo de los de espacios públicos, así como gestos que permitieran manejar libremente las variables de un programa abierto, dotado de una clara neutralidad, conformado por un auditorio para 400 personas y áreas de oficinas para la entidad convocante.




La proposición que Wallis, Lahalle y Levard hicieran en 1933 resuena a la hora de comprender el énfasis en el problema de la representatividad que muchos de los pre-anteproyectos presentados buscaban incorporar. Cajas neutras, podios macizos, rebatimiento de las fachadas existentes, lenguaje neoclásico, impronta moderna, énfasis en lo tecnológico, sugestiva tropicalidad o uso de elementos tradicionales, van de la mano de una diversidad de posibilidades que giran todas en torno a un compromiso asumido con la ciudad que los aires posmodernos del momento insinuaban, abriendo la esperanza de poder recuperar el perfil urbano que llevaba casi veinticinco años perdido.

Los promotores, quienes anunciaron con bombos y platillos que la obra se iniciaría en marzo de 1982, cosa que asomaba buenos augurios, incumplieron su promesa por lo que el domo siguió allí durante un buen tiempo con el agravante añadido de que el terreno se convertiría en un área de estacionamiento confinado tras el muro perimetral que lo empezó a bordear.

Pese a que en 1995 vuelve a intentarse abordar desde la Gobernación del Distrito Federal, ahora con el apoyo del Instituto de Patrimonio Cultural, la ya crónica dolencia que a la capital aquejaba en una de sus esquinas de mayor valor, con la convocatoria a un nuevo concurso de aspiraciones mucho más modestas (el diseño de “Un patio-jardín para la esquina de La Torre”, ganado por el equipo conformado por los arquitectos Jorge Rigamonti, Alfredo Caraballo y Mario Quirós), la nueva frustración de la que acompañó su no ejecución nos encuentra, transcurrido casi un cuarto del siglo XXI, con que el vacío de la que entonces denominamos como “la más descuidada entre las más importantes esquinas del país”, acompañado de un importante número de valiosas ideas para darle solución, se halla aún a la espera del digno destino que se merece.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal, 12, 14 y 15 . Revista Punto, nº64 (1982)
1. González Viso I.; Peña M.I.; Vegas F. Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje, 2015
2 y 3. Gasparini G. y Posani J. P.; Caracas a través de su arquitectura, 1969.
4. Gasparini G. y Posani J. P.; Caracas a través de su arquitectura, 1969; y Colección Crono Arquitectura Venezuela (https://fundaayc.com/2019/05/08/1915%E2%80%A2-apertura-del-hotel-klindt/)
5. Galería de Arte Nacional. Wallis/Domínguez/Guinand. Arquitectos pioneros de una época, 1998.
6. Tomás José Sanabria. Edificio Washington, Plaza Bolívar, P-262 (https://tomasjosesanabria.com/2016/12/20/edificio-washington/); y Galería de Arte Nacional. Tomás José Sanabria Arquitecto. Aproximación a su obra, 1995.
7. Gasparini G. y Posani J. P.; Caracas a través de su arquitectura, 1969; y Captura de Google Earth.
8, 9, 10 y 11. «Edificio Administrativo Gobernación del Distrito Federal». Revista Croquis, nº 12, agosto 1984.
13. Isabel Lasala Hernández. Creando lugares. Entre la exaltación y la superación del objeto arquitectónico en la obra de Pablo Lasala, 2014.
16. Museo de Bellas Artes. VIII Bienal Nacional de Arquitectura. La arquitectura del lugar, Catálogo, 1987
17. Jorge Rigamonti. 1995 – Patio-Jardín (Garden-Patio) Square at “La Torre” Corner of Bolívar Square (https://www.behance.net/gallery/12163537/Garden-Patio-at-La-Torre-Corner-of-Bolivar-Square)
18. Comparativas de Caracas (https://comparativas-de-caracas.blogspot.com/); y Captura de Google Earth.