El Pritzker de Kéré

Burkina Faso, Gando. Grundschule. Arch. Francis Kere. Primary school. Foto: Erik-Jan Ouwerkerk

Espero cambiar el paradigma, empujar a la gente a soñar y arriesgarse. No es porque seas rico que debas desperdiciar material. No es porque seas pobre que no debes intentar crear calidad, […] Todos merecen calidad, todos merecen lujo y todos merecen comodidad. Estamos interrelacionados y las preocupaciones sobre el clima, la democracia y la escasez son preocupaciones para todos nosotros.

Francis Kéré

Desde el mismo momento en que el pasado 15 de marzo se conoció  de boca de Tom Pritzker, presidente de la Fundación Hyatt, el nombre del arquitecto ganador del Premio Pritzker 2022, las agencias noticiosas se dieron a la tarea de divulgar a lo largo y ancho del planeta titulares de lo que, a su juicio, valía la pena destacar o más llamaba la atención: “Francis Keré, primer premio Pritzker africano”, “Arquitecto burkinés gana el premio Pritzker” o “Diébédo Francis Kéré, voz de la arquitectura social africana, gana el Premio Pritzker 2022”, fueron algunos de ellos. Otros como “El nuevo Premio Pritzker atiende los retos de África” o “Francis Kéré, un premio Pritzker entre la utopía y el pragmatismo” intentarán subrayar aspectos más precisos.

Pero lo que es un hecho irrefutable es que la escogencia de Francis Kéré, apunta en dirección contraria a la arquitectura por la que el jurado de estos galardones tradicionalmente se ha decantado. Hay quienes señalan, con gran tino, que cuando su primera obra, la Escuela Primara de Gando, comenzaba a construirse en 1999 ese año ganaba el premio Pritzker Norman Foster, autor del HSBC de Hong Kong, que fue el edificio más costoso de la historia cuando se concluyó en 1986. También señalan que entonces se transitaban tiempos de esplendor para la arquitectura espectáculo y los arquitectos estrella que perduraron mientras se construía la modesta escuela de Kéré en su pueblo natal, hecha con tierra y ladrillos bajo una estructura separada de la cubierta que sirve como sombrilla, sin sistemas mecánicos de ningún tipo y levantada por los vecinos que se terminará en 2001, correspondiéndole el Pritzker de entonces a Rem Koolhaas en 2000 y Herzog & de Meuron en 2001.

Ese sintomático viraje que ha venido experimentando el premio durante las últimas entregas marca un verdadero cambio de paradigma según el cual, al menos, ya no se distinguen aparatosos despilfarros arquitectónicos. Con Francis Kéré se da una nueva vuelta de tuerca en este caso hacia el reconocimiento de un nuevo tipo de profesional que trabaja con tierra y palos, en lugares de extrema pobreza, y hace obras con presupuestos microscópicos, pero mantiene puentes con Europa y Norteamérica, y da visibilidad a un trabajo riguroso y exigente, volando a menudo entre el Primer Mundo en el que tiene su estudio, y el Tercer mundo en el que realiza las obras.

Hoy hemos querido, de entre la cantidad enorme de notas de prensa que abordan la biografía del Kéré o artículos que se adentran algo más a desmenuzar las características fundamentales de su obra, transcribir dos textos que pensamos ilustran debidamente la dimensión del arquitecto. El primero es la «Declaración» emitida por el jurado del Premio Pritzker sustentando su decisión y el segundo es el artículo de Anatxu Zabalbeascoa publicado en El País, convencidos de que dan una visión panorámica y precisa de los aspectos que vale la pena conocer de la vida, obra y pensamiento de quien hoy ocupa los titulares de las páginas culturales de la prensa.

Clínica en Léo (Burkina Faso), 2014.

VALE LA PENA LEER

Kéré gana el Pritzker y se convierte en el primer africano en recibir el premio más importante de la arquitectura mundial

La elección del proyectista burkinés marca un cambio de paradigma en la historia del galardón al reconocer el papel del arquitecto como un guía capaz de cambiar la suerte de una comunidad y la ambición de su disciplina

Anatxu Zabalbeascoa

15 de marzo de 2022

Tomado de elpais.com

“No se trata de hacer, sino de enseñar a hacer”. El primer arquitecto africano en ganar el premio Pritzker marca un cambio de paradigma en la historia de este galardón al celebrar a un profesional que consigue actualizar la tradición y reunir dinero para construir por encima de reconocer al que mejor construye con medios menos limitados. Diébédo Francis Kéré (Gando, Burkina Faso, 56 años) representa al arquitecto como guía para el cambio hacia una construcción más sostenible ―con medios locales y más lógica que tecnología― colaborativa y compartida. También la esperanza de que la arquitectura ayude más a mejorar la suerte de mucha gente que la fortuna de unos pocos.

No es la primera vez que un proyectista se convierte en promotor ―muchos españoles lo hicieron durante décadas en el siglo XX―. Tampoco la autoconstrucción es extraña, sino más bien la norma en buena parte del mundo. En Europa, era habitual que las catedrales las levantaran entre ciudadanos. Y hasta mediados del siglo pasado fueron los propios habitantes quienes construyeron las viviendas españolas más pobres. Lo que sí se cuenta con los dedos de una mano son los promotores que no han sido inversores, es decir: que han querido cambiar la suerte de una población antes que la de su cuenta bancaria. Es el caso del Pritzker 2022. La historia de Kéré parece una mezcla entre un cuento de hadas y un lavado de conciencia del mundo occidental. Que resulte increíble da una idea de la dureza del mundo en el que ha conseguido construir, primero, y cambiar esquemas, después. Que el jurado no haya querido que quede como una anécdota pintoresca y excepcional denota que el Pritzker quiere volver a ser un referente.

Escuela primaria en Gando (Burkina Faso), 2001.

Hijo primogénito del jefe de un poblado en Gando (Burkina Faso), a Kéré le tocó estudiar y odió hacerlo. Tenía siete años. Pasó de ocuparse de llevar agua y jugar con sus 12 hermanos a caminar solo 20 kilómetros al día para aprender a leer y escribir en una escuela de Tenkodogo. Aquel colegio estaba construido con bloques de hormigón y muy mal ventilado. Kéré no olvidó el calor que pasó en ese edificio. Por eso, cuando, becado para convertirse en carpintero en Berlín, prolongó sus estudios hasta graduarse como arquitecto en 2004, tuvo una idea fija en la cabeza: que los hijos de sus amigos tuvieran sus oportunidades y que pasaran menos calor.

Fue entonces, estudiando arquitectura, cuando se convirtió en promotor. Reunió dinero para levantar la Escuela Primaria de Gando. Sabía cómo construirla: ventilada. Los hombres harían el barro y los ladrillos, mientras que las mujeres alisarían el suelo. La cubierta quedaría elevada sobre el muro para dejar pasar el aire y evitar parte del calor. Para 2001, Gando seguía sin electricidad y sin agua corriente, pero tenía escuela. “Con la gente implicada, los diseños prosperan. El mejor mantenimiento es el entusiasmo”, explicó a El País en 2015.

Hoy en Gando esa escuela ha crecido. Los 120 niños iniciales son ahora 700 alumnos. Hay una residencia para los profesores y, no lejos, una clínica equipada para poder operar. Todas las cubiertas dejan pasar el aire, el marco de las ventanas se extiende hasta la calle para frenar el soleamiento. Todo lo han construido Kéré y su equipo. A medio camino entre Berlín y Gando, ahora el burkinés tiene doble nacionalidad, el reconocimiento del planeta ―da clases en Harvard y en Yale y la AIA o el RIBA lo hicieron arquitecto honorífico― y, habiendo cambiado la escala de valores de la arquitectura, le queda por demostrar hasta dónde puede llegar como proyectista.

Campus del Lions Club (Kenia), 2021.

El año pasado, Keré culminó en Kenia el Campus del Lions Club, una residencia para estudiantes de tecnología de la información. El proyecto es clave en su trayectoria. Aunque ya había salido a construir una comunidad en Mozambique y aunque ya había mejorado el aislamiento de los edificios empleando una pantalla de lamas de madera (Escuela Secundaria Schorge en Koudougou), aquí la escala es otra. La protección de la calima es mejor. El entendimiento de la topografía es orgánico.

Serpentine Pavilion (Londres) 2017.

La historia de Kéré es tan valiosa como pintoresca. Tal vez por eso, el arquitecto corrió el riesgo de ahogarse en su propio éxito. Sucedió cuando comenzaron a pedirle intervenciones temporales en museos como la Royal Academy (2013) o el pabellón temporal de la Serpentine en Londres (2017). Kéré explicó entonces a El País que esas intervenciones aumentaban su fama, informaban de otra manera de construir y le permitían reunir fondos para seguir construyendo en África. La doble lista ―oculta en tantos arquitectos conocidos― o pública en Francis Ford Coppola ―que hacía Padrinos para producir películas más arriesgadas― había llegado a la arquitectura. Solo que, en el caso de Kéré, dejar de construir es un riesgo para mucha más gente que él. ¿Lo tiene todo hecho, entonces? ¿Qué premia el Pritzker?

Aunque acumule reconocimientos, que este galardón corona, y aunque ya haya hecho historia como arquitecto ―transformando la figura del proyectista en guía para la construcción de comunidades y edificios―, la escala metropolitana será el nuevo reto de Kéré. En Porto-Novo, la capital de Benín, construye un parlamento que se ha adelantado al que también ha proyectado para la capital de su país: Uagadugú. El tamaño y la ambición de estos edificios decidirán el futuro de este arquitecto que ya es histórico.

Proyecto del Parlamento de Benín (Porto-Novo), 2021.

No será la primera vez que el Pritzker tiene la oportunidad de redoblar la reputación del premio con quien ya ha recibido el galardón. Sucedió con los suizos Herzog & de Meuron. Tras hacerse con él en 2001, los autores del Caixaforum de Madrid reinventaron su propia arquitectura con el Estadio Olímpico de Pekín, el Rascacielos en Leonard Street de Nueva York, el Museo De Young en San Francisco o la Elbphilarmonie de Hamburgo. Los de Basilea se renovaron ampliando su registro y el de la arquitectura. Se hicieron, además, previsibles en calidad e imprevisibles en las formas, las soluciones y los materiales. Ese es ahora el paso que le queda por dar a Kéré, un proyectista de nueva generación que ha conseguido que su arquitectura “involucre a la gente y abandone el egocentrismo”. “Para mí la arquitectura es un reto. Una vía para solucionar problemas y aportar algo a la sociedad”, explicó en su conversación con El País en 2015. Eso lo tiene hecho. El siguiente paso lo anunció también en aquella entrevista: “Si empiezas bien, solo puedes continuar cambiando”.

Pabellón Fishtail (Estados Unidos), 2019.

«Dibujo sobre papel, pero prefiero diseñar sobre el suelo».
«No es porque tengas recursos limitados por lo que debes
aceptar la mediocridad».
«La arquitectura es ensuciarse y empujar todos juntos”.


Francis Kéré

ACA

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