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Postal nº 244

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ES NOTICIA
El Centro Pompidou de París cerrará tres años para someterse a una “renovación total”
Las obras comenzarán a finales de 2023 y se prolongarán hasta que acabe 2026, estima el museo. Tendrán un costo estimado de 200 millones
Por Silvia Ayuso

26/01/2021
Tomado de elpais.com
El cierre de museos, esa estampa inédita que la pandemia ha convertido en habitual en muchas partes del mundo, especialmente en Francia, tendrá una continuación no sanitaria en París. A finales de 2023, cuando se espera que el coronavirus no sea más que un mal recuerdo, el Centro Pompidou volverá a cerrar sus puertas durante tres años para someter a una “renovación total” el icónico edificio diseñado por Renzo Piano, Richard Rogers y Gianfranco Franchini que abrió sus puertas en enero de 1977. La idea es que el profundo lavado de cara interior y exterior del edificio situado en el corazón de París y famoso, entre otros aspectos, por su escalera exterior en forma de oruga, esté a punto para celebrar su 50 aniversario a comienzos de 2027.
“Las obras son una garantía para el futuro del Centro Pompidou”, dijo en un comunicado el presidente de la institución, Serge Lasvignes. “Se trata de preservar nuestra primera obra maestra, el edificio, que no ha sido sometido a ninguna renovación profunda desde 1977”.
El principal objetivo de las obras es eliminar totalmente el amianto de la fachada para “responder a las normas de seguridad”, según el Pompidou. También se procederá a un cambio de todas las vidrieras y se tratará la corrosión que sufre la estructura principal y toda la cerrajería metálica. Además, se renovarán la pintura y los suelos y se cambiarán o modernizarán los ascensores, montacargas y escaleras metálicas del foro, entre otros.

Más barato y en menos tiempo
Asimismo, se aprovechará para realizar las renovaciones necesarias para que el edificio, visitado en 2019 por 3,2 millones de personas, “responda a las normas de seguridad, técnicas y energéticas en vigor, así como a las normas de accesibilidad para el público con discapacidades”.
Las obras tendrán un costo estimado de 200 millones de euros. Según dijo la ministra de Cultura francesa, Roselyne Bachelot, al diario Le Figaro, que adelantó el lunes la noticia del cierre del Pompidou, “había dos opciones sobre la mesa: una era restaurar el Centro manteniéndolo abierto, la otra era un cierre total. Elegí la segunda, porque duraba menos y era algo menos cara”. Realizar las obras por etapas manteniendo el acceso al público habría prolongado el proyecto hasta siete años.
La biblioteca del Centro, principal sala de lectura pública de París, será trasladada a un local provisional. Lasvignes quiere aprovechar además el cierre de la sede principal del museo para reforzar sus filiales e impulsar las “colaboraciones” nacionales e internacionales. “Trabajamos ya duramente en proyectos ambiciosos. El periodo de cierre no significará una pausa de nuestras misiones, ¡todo lo contrario!”, sostuvo en el comunicado.
En declaraciones a la Agencia France Presse, el director del Centro Pompidou reconoció aun así el “desafío” que supone cerrar un museo como este en pleno centro de París. Sobre todo cuando otros espacios que constituyen una potencial competencia esperan su estreno. Así ocurre con la colección Pinault en la antigua Bolsa de París, cuya inauguración el pasado sábado ha tenido que ser pospuesta sine die por la pandemia, pero se espera sea inmediata en cuanto el Gobierno permita reabrir los museos y monumentos públicos, cerrados desde el comienzo del segundo confinamiento, el 30 de octubre. No obstante, Lasvignes considera que el Pompidou no podía esperar más para renovarse. “Las obras son indispensables para que siga siendo ese icono mundial de la modernidad y la arquitectura contemporánea que atrae cada año a millones de visitantes. Me felicito de esta decisión que nos permitirá festejar a lo grande nuestros 50 años y que inscribe plenamente el Centro en el Siglo XXI”, sostuvo.
ACA
CORRECCIÓN

Si algún error no debe cometerse cuando se busca establecer una relación seria y rigurosa con el público al que está destinada una publicación como la que realizamos, es la de emprender la escritura de una nota o artículo sin la totalidad de la información necesaria a la mano.
Pues bien, ello nos ocurrió la semana pasada cuando escribimos la primera parte del texto “La Agenda FAU 2013 y el edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo como libro abierto”, en la que buscábamos contextualizar el tema central proveyendo los datos para entender en qué consistió la experiencia que dio como resultado la publicación entre 2005 y 2015 de las Agendas FAU.
Contando con sólo parte de la documentación requerida, quisimos apelar a la “buena memoria” para completar el resto y ello nos jugó una mala pasada. Tan es así que hoy, tras revisar todas las fuentes originales y confrontaras con lo escrito, hemos debido redactar de nuevo los cuatro primeros párrafos del mencionado texto, tratando de enmendar el capote y pidiéndoles que los sustituyan por los anteriores.
Ofreciéndoles nuestras disculpas a aquellos que consuetudinariamente nos leen y asumiendo nuestra responsabilidad, a continuación les transcribimos esa enorme errata con la esperanza de que el descuido que la originó no lo volvamos a repetir.
Gracias por la comprensión.
La Agenda FAU 2013 y el edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo como libro abierto
Entre 2005 y 2015, con un vacío en 2006, fueron publicadas anualmente en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la UCV diez agendas que fueron poco a poco convirtiéndose en elementos que contribuyeron al enriquecimiento de la memoria colectiva y la consolidación del sentido de pertenencia entre quienes forman parte de su comunidad.
Si bien la primera de ellas (2005) se dedicó, con más de un año de retraso, a la rememoración de los eventos que a lo largo de 2003 formaron parte de la celebración del 50 aniversario de la fundación de la institución, lo cual le dio un particular significado, la siguiente (2007), ya bajo la responsabilidad de Ediciones FAU UCV y con un diseño acorde con la nueva identidad visual de la FAU, sirvió para conmemorar los 65 años de la creación de la Escuela de Arquitectura, incluyéndose textos que relataban aspectos destacados de su historia, adoptándose un formato que en adelante se mantendría inalterable.
Posteriormente (2008 y 2009) se intentó, con la celebración de los 50 años de la inauguración del edificio de la Facultad como tema, llevar adelante la idea de que la agenda tuviera carácter “perpetuo”, es decir, se ofrecía al usuario la oportunidad de contar con un cuerpo o tripa que no variaba y que él iría ajustando, colocando fechas, días de la semana y contenido de acuerdo a sus necesidades. Así se intentaba ahorrar recursos ya que el cuerpo o tripa podría imprimirse en grandes cantidades una sola vez variando únicamente cada año la tapa o portada, elemento que las diferenciaba entre sí.
El “experimento” de la agenda perpetua se prolongó otro año más (2010, con el homenaje que se rindió a los doctores honoris causa otorgados por la FAU como eje central) y, lejos de lo esperado, se constató que el concepto de una agenda fuera de lo convencional, produjo en la comunidad por un lado confusión y por el otro un sentimiento de desapego que iba en contra de lo deseado inicialmente como objetivo básico del instrumento. Ante ello, a partir de 2011, se adoptó de nuevo una tripa tradicional y se fortaleció la idea de dotar a cada versión de la agenda de un eje temático que la amarrara a asuntos que podrían afianzar el arraigo y despertar el orgullo de pertenecer a la institución. También, a diferencia de años anteriores en los que los costos de diseño, producción e impresión de la publicación los asumía la institución, desde 2013 se buscó el respaldo de diversos entes que con su aporte económico permitieran cubrirlos, en momentos en que la crisis universitaria se hacía cada vez más patente. Además, en la misma línea, se empezó a solicitar a las diferentes partes que conforman la estructura institucional su colaboración.



Nota
Adicionalmente nos ha parecido útil, ya que las hemos conseguido, publicar las portadas de todas la agendas en cuestión (sin importar que se repitan algunas de las mostradas la semana pasada) como parte complementaria de la información que se ha corregido y vuelto a colocar. Esperemos que el poder dejar testimonio de este registro sea de utilidad.
ACA
ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 244

La casa que Oscar Tenreiro Degwitz (1939) diseña para él y su familia a escasos cuatro años de haberse graduado y con 26 de edad, en el Alto Hatillo, en un terreno que ofrece hermosas visuales hacia el valle de Caracas y el Ávila, con frente sobre la Carretera El Hatillo-Caracas (calle La Unión) y que decidió denominar como “Los Aromos”, denota a las claras parte de lo que permitió a Juan Pedro Posani acuñar el término “eclecticismo criollo” (título del ensayo del mismo nombre aparecido en el Boletín del CIHE, nº 6, 1966), el cual se fundamenta en “1)…el uso de las formas del pasado reciente y 2)… el concepto de estilo en tanto creación esencialmente personal” cobrando el significado de un eclecticismo instrumental.
Para reforzar su argumentación, recordemos lo que señalaba Posani en aquel entonces: “… si se mantiene la definición que Diderot dio del eclecticismo como la corriente que ‘de todas las filosofías… hace una sola…’, habría que incluir en esta categoría tanto al arquitecto que alterna diferentes estilos en sus obras, como al que mezcla detalles de diferentes estilos en una misma obra. En cambio, al arquitecto que escoge un maestro y sus obras o un período o un estilo determinado como ejemplo a seguir más o menos permanente, le correspondería más bien el rótulo de historicista. Sin embargo, si el problema se examina desde el punto de vista de la arquitectura como fenómeno colectivo que se realiza durante un determinado período y en un determinado sitio, puede ser perfectamente legítimo afirmar -respetando la definición y sin alterar o confundir los términos- que se hace una arquitectura ecléctica si se produce una arquitectura individualmente historicista pero ecléctica en su conjunto”.

Si bien Posani no utiliza en su polémico texto de 1966 a Los Aromos para ejemplificar, junto a otras tantas obras de jóvenes arquitectos venezolanos, su planteamiento, sí la incorpora (junto a otra vivienda realizada en El Marqués en 1965) en el capítulo que titula “El eclecticismo como sistema” en Caracas a través de su arquitectura (1969). En “El eclecticismo criollo” Posani, al referirse a una quinta que Tenreiro construyera en 1965 en la urbanización Los Palos Grandes lo hace en estos términos (cosa que corrobora en el 69 para las tres casas): “Es ésta otra obra donde la influencia de Le Corbusier predomina por libre y voluntaria decisión del arquitecto. Pero aquí el punto de referencia es el del Corbusier de Ronchamp y de la Tourrette. Son evidencia de ello: el blanco acabado del friso áspero, contrastando con el ‘breton brut’; el ritmo libre de las verticales de concreto en los ventanales; el empleo del color en los detalles; la geometría simple y sólida de los techos inclinados; y cierta manera de plantear el diseño con fuerza categórica, por bloques expresivos, sin mayor preocupación por las disonancias”. A lo que agregará en Caracas a través de su arquitectura: “En todo caso, siempre prevalece una interpretación del uso del volumen que, como en Corbusier, tiende a colocarlo en una categoría jerárquica por encima de su significado funcional.”


Así, en el caso que nos ocupa, a modo de reafirmación, Tenreiro reconocerá sin mayor dificultad que “usó como referencia la casa que Le Corbusier construyó para su madre a orillas del lago en Ginebra, siguiendo la planta rectangular alargada, espacios de dimensiones ajustadas y orientación preferencial hacia la vista. Tomó también el concreto visto del maestro suizo-francés, el techo-jardín que rodea al estudio en la segunda planta con sus notorias gárgolas, las ‘celdas’ integrables para los dormitorios de los niños, similares a las de la Unité de Marsella, el tratamiento de las ventanas y la policromía. También acusa la influencia de Louis Kahn, en el uso del bloque de concreto y en el tratamiento de los volúmenes que se adosan al prisma principal bajo el principio de los ‘espacios sirvientes’ ”, según consta en la ficha elaborada por él para Caracas del valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (2015), poniendo en evidencia cómo este proyecto de juventud logra plasmar con gran habilidad, riqueza en su resolución espacial y correcta disposición en una topografía difícil (que incluye su colocación por debajo de la cota de la calle para protegerse de las visuales y generar mayor intimidad), lo que Posani había descrito.
No obstante, los calificativos de ecléctico e historicista poco afectan la calidad de esta casa y, en consecuencia, si a ver vamos nada tienen de negativos en Los Aromos. Por el contrario, la incorporación de otro recurso fundamental como lo es el patio, ese elemento eternamente joven del que tanto habla Villanueva, clave en la implantación y organización del edificio, lo convierten en aglutinante de una estupenda amalgama donde conviven sin estorbarse diferentes referencias en pro de una solución unitaria y coherente. Tenreiro lo califica de “umbral, sitio de relación con el paisaje, la ciudad y el Ávila” y agrega: “El techo jardín se integra a él y las vigas de concreto apergoladas lo abrazan, lo que lo convierten en uno con la vivienda”.
Otro aspecto interesante a resaltar es que, a pesar de que la casa obtuvo en 1967 el Premio Vivienda Unifamiliar en la Bienal Nacional de Arquitectura, no dejó por ello de manifestarse en el tiempo como un organismo vivo que ha significado para su propietario-proyectista la oportunidad de corregir errores, amén de incorporar modificaciones y prever su crecimiento en la medida que la familia, sus integrantes y las circunstancias así lo han requerido, pudiéndose hablar hoy en día ya no de una casa sino de un pequeño conjunto de tres viviendas o una ciudadela. Ello le otorgaría al planteamiento original carácter experimental y ofrece la sensación de que la casa envejece en la medida que, gracias a los cambios de color y aspecto que sufren los materiales con los que ha sido construida, se integra cada vez más al paisaje a pesar de su acentuado racionalismo.





La primera alteración incorporada a la propuesta primigenia data de 1975. Ella implicó superponer sobre una importante porción de la planta una generosa cubierta plana de estructura metálica que la hizo más confortable si se quiere, impactó el tratamiento de la luz y la sombra que originalmente se habían considerado, le permitió incorporar espacios intermedios o multifuncionales y le ha otorgado a su aspecto actual una mayor sensación de cobijo al “interiorizar” parte de los ambientes que inicialmente eran exteriores. En 1994 se agrega otra cubierta que sumó un importante valor agregado a su colorido, el cual ya se había convertido desde el inicio y particularmente desde 1975 en otro tema corbusiano conscientemente asumido.
Entre 2004 y 2005, en el extremo más agreste del terreno, se proyecta y construye una segunda vivienda que se integra a la primera a través de un patio común el cual le sirve de acceso. En esta pieza de cuatro niveles desarrollados aprovechando la topografía, el concreto armado y el bloque de concreto se utilizan como materiales predominantes. Un amplio alero le sirve de protección y se toman todas las previsiones necesarias para proteger de la humedad las zonas semienterradas. Tenreiro aportará, además, lo siguiente: “Las ventanas siguen el criterio de separar iluminación y ventilación. La unidad-tipo (en todos los dormitorios) conserva la ventana vertical graduable, cuyo color verde se suma al de los mosaicos en antepechos y barandas metálicas, para hacer contrapunto a los colores de las paredes del último nivel, revestidas de cerámica, donde destaca un muro rojo que cierra la visual hacia la tercera casa. El balcón frente al estar y la cocina, de estructura metálica y piso de madera, cuelga del voladizo del piso superior y protege las ventanas de los pisos inferiores. Abierto a la vista, se mezcla con el follaje de los árboles, siendo a la vez expansión del comedor y el estar”.

La tercera casa se desarrolla entre 2012 y 2016 ubicándose más próxima a la calle y con mayor grado de independencia que la segunda. Se integra a la primera a través de una amplia terraza existente desde 1966, que se transforma ahora en una pequeña plaza, y aprovecha todo el juego de muros desarrollado entonces como frente hacia la calle para sumar área al prisma rectangular diseñado como elemento predominante, con su eje mayor orientado perpendicularmente al que organizaba la vivienda original.
La casa, excelente ejemplo de lo positivo que puede resultar ser “ecléctico” cuando se asume con el respaldo de cultura y talento, característica ésta por demás recurrente en el desempeño proyectual dentro de nuestra arquitectura, se encuentra ampliamente documentada en Caracas del valle al mar… y, muy particularmente, en el excelente blog “CA | Catálogo de arquitectura • Venezuela | Latinoamérica. Obras y proyectos de arquitectura con tradición moderna • materia | estructura | paisaje”, coordinado por Ramón Fermín, donde se encuentra una estupenda representación de la casa, tanto en blanco y negro como en color, que muestra su orgánica evolución en el tiempo. Allí se muestra, también, un video que permite hacer un recorrido por el edificio gracias al montaje coordinando a la perfección entre fotografías y dibujo en tres dimensiones.
ACA
Procedencia de las imágenes
- Juan Pedro Posani, «El eclecticismo criollo», Boletín del CIHE, septiembre 1966.
2, 3 y 5. http://guiaccs.com/obras/viviendas-en-alto-hatillo/
4 y 6. https://catalogosdearquitectura.wordpress.com/2018/03/07/tenreiro-oscar-1965-2014-casa-los-aromos/
VALE LA PENA LEER
La arquitectura enferma
Las enfermedades llevan siglos moldeando nuestras casas y nuestras ciudades. La especialista en Historia de la Arquitectura y catedrática en la Universidad de Princeton Beatriz Colomina, reflexiona sobre las huellas que han dejado las pandemias en calles y edificios y el nuevo mapa de capas de metacrilato que está dibujando el Covid-19
Beatriz Colomina

12 enero, 2021
Tomado de elcultural.com
Toda arquitectura está enferma. Las enfermedades y la arquitectura son inseparables. Hasta se podría defender que los inicios de la arquitectura coinciden con los de la enfermedad. Como dijo el doctor Benjamin Ward Richardson cuando presentó Our Homes and How to Make them Healthy (Nuestros hogares y cómo hacerlos sanos), un compendio de textos de médicos y arquitectos publicado con motivo de la Exposición Internacional de la Salud de 1884 en Londres: “El hombre, al poseer una serie de conocimientos y habilidades que le diferencian de los animales inferiores, ha construido ciudades, aldeas y casas para protegerse de los elementos externos y, al hacerlo, ha producido una serie de enfermedades fatales que están estrechamente asociadas, en relación de causa y efecto, con la producción de conocimiento y con su habilidad de construir. El hombre al crear una protección contra la exposición exterior ha construido también las condiciones de la enfermedad”.
No hay enfermedad sin arquitectura ni arquitectura sin enfermedad. Los médicos y arquitectos siempre han estado en una especie de danza –a menudo intercambiando roles, colaborando, influyéndose entre sí– incluso no siempre sincronizados.Los muebles, las habitaciones, los edificios, las ciudades son fruto de emergencias médicas que han dejado capas de huellas que se han ido superponiendo a lo largo de los siglos.Tendemos a olvidar con mucha facilidad qué es lo que produjo todos estos estratos de historia. Actuamos como si cada pandemia fuera la primera, como si deseáramos sepultar el dolor y la incertidumbre del pasado.
La arquitectura moderna surgió en un contexto de emergencia. A lo largo del siglo XIX y de la primera mitad del XX murieron por tuberculosis en todo el mundo millones de personas cada año. Los edificios modernos ofrecían una defensa profiláctica contra este microorganismo invisible. Todos los rasgos característicos de la arquitectura moderna –los muros blancos, las terrazas, los grandes ventanales, los pilotis que la separa del suelo húmedo, donde como decía Le Corbusier, nace la enfermedad– se presentaron tanto como prevención como cura. Sin embargo, hemos olvidado su origen médico y el horror inimaginable al que respondía la arquitectura moderna. La imagen de edificios blancos aclara hasta borrar el trauma que los originó.
Para poder producir una idea de arquitectura moderna saludable, se demonizó la del siglo XIX, tildándola de nerviosa, malsana y literalmente llena de enfermedades, especialmente de bacilos de la tuberculosis. El exceso de decoración se trató como una infección. La modernización de la arquitectura fue en primer lugar una forma de desinfección, una purificación de los edificiosllevando a un entorno saludable luz, aire, limpieza y superficies blancas lisas, sin grietas ni hendiduras en las que el contagio pudiera acechar. Se recomendó a las mujeres que utilizaran placas de Petri para comprobar si había sobrevivido alguna bacteria a sus rutinas de limpieza. El ama de casa se convertía así en una bacterióloga y su casa en un laboratorio.
Sin embargo, la arquitectura enferma no es simplemente la arquitectura de las emergencias médicas. Por el contrario, es la arquitectura de la normalidad, la manera en que las crisis sanitarias han quedado grabadas en lo cotidiano –no solo llevando las huellas de ese pasado, sino completamente modelado por ellas–. Cada nueva enfermedad se aloja dentro de esta arquitectura construida a partir de las dolencias anteriores, en una especie de anidación arqueológica. Cada nuevo suceso médico activa la historia de la arquitectura y la enfermedad junto con los miedos, malentendidos, prejuicios, injusticias e innovaciones asociadas.
En estos tiempos de pandemia todo el mundo piensa en la arquitectura porque es una cuestión de vida o muerte: la distancia, la higiene, las fronteras, los movimientos, lo que está dentro y lo que está fuera, nuestra posición en el espacio. Nos hemos convertido todos, de repente, en expertos en la materia, rediseñando restaurantes, escuelas, universidades y hogares. Cada espacio se ajusta, limpia y supervisa con precisión. Ha habido un proyecto de renovación masivo con carpinteros, tiendas de suministros y fabricantes de muebles trabajando al máximo.La ciudad y sus edificios se han cubierto de capas interminables de plexiglás. Entrar ahora en casi cualquier edificio es como hacerlo en un aeropuerto con sus controles de temperatura, de identidad y de objetos personales en la puerta.
Nueva York, por ejemplo, se ha transformado en otra ciudad, habitada de diferentes maneras. Las calles están ocupadas por una especie de prótesis que se extienden desde el interior para que la gente pueda comer y beber de forma segura al aire libre. Empieza a parecer un lugar mediterráneo, y ojalá sea un cambio permanente. Menos coches, más vida social en el exterior, incluso más interacción.
Al mismo tiempo que todo el mundo se ha convertido en una especie de arquitecto, también nos hemos hecho todos teóricos de la arquitectura, especulando sobre el futuro de la ciudad después de la pandemia. Pero es importante tener presente que no se trata solo de la calle o de los edificios, sino también de las estructuras sociales.
Más que revelar algo nuevo, las pandemias muestran lo que ya estaba allí. Lo que el Covid-19 ha hecho visible de manera dramática, incluso chocante, ha sido la ciudad invisible, no sólo el urbanismo oculto de estos microorganismos hiper-sociales sino el de las desigualdades, los trabajadores de la economía sumergida y el acceso dispar a los cuidados o la empatía. Para reflexionar sobre lo que puede suceder a continuación es necesario, y urgente, mirar hacia atrás y comprender los estrechos vínculos que han existido siempre entre la arquitectura y la enfermedad. Gran parte de lo que resulta impactante de la situación actual ya estaba allí, escondido en lo más profundo, pasado por alto u olvidado. Pensemos por ejemplo en trabajar desde casa, en la cama, incluso, como les ha ocurrido a millones de personas.Lo que una vez fue una fantasía del futuro es ahora una realidad a la que es poco probable que renunciemos. Este repliegue hacia el interior, hacia el que ya se había avanzado bastante en la última década, no significa darle la espalda a la ciudad. Lejos de ser una fuerza anti-urbana, el virus inspirará nuevas formas de concentración y de contaminación cruzada. La clave no será la forma de la ciudad, sino el acceso a la vivienda, a la educación y a la sanidad. La pregunta no será solo la relación de la cama con el trabajo sino con la privacidad, la comunidad, la igualdad, la movilidad, la raza, la tecnología, la energía, el trabajo, el clima y la filosofía.
ACA