
Archivos diarios: 3 de mayo, 2020
¿SABÍA USTED…
… que en 1957 Roberto Burle Marx diseña los jardines de la quinta Caurimare propiedad de Inocente Palacios en Colinas de Bello Monte?



Como en diversas oportunidades hemos reseñado, la urbanización Colinas de Bello Monte se trata de la primera incursión que se realiza al sur del río Guaire con el objetivo de ocupar las estribaciones de los cerros allí ubicados. Fue en 1949 cuando la Sucesión Casanova, propietaria de los terrenos de la hacienda Bello Monte (productora de caña de azúcar), ubicada en la ribera sur del rio Guaire, frente a Sabana Grande, se dispuso a planificar la zona, actividad que asumió Inocente Palacios, empresario, promotor cultural y musicólogo (además de cofundador en 1941 del partido Acción Democrática -del que se separa en 1944- y Director fundador de la Escuela de Artes de la UCV en 1978), quien se acompañó de un grupo de competentes profesionales entre los que se encontraba el arquitecto italiano Antonio Lombardini, a quien correspondió realizar el trazado del desarrollo cuya parte menos accidentada (cercana al río) sería ocupada por edificios corporativos y viviendas multifamiliares con comercio en planta baja, destinándose las laderas para quintas que podrían aprovechar, gracias a la sinuosa adaptación topográfica las calles, las magníficas visuales abiertas sobre el valle y el Ávila.


Palacios a la hora de promover la venta y ocupación de los terrenos destinados a las quintas lo hace desde dos frentes aparentemente contradictorios entre sí. En primer lugar encarga a Lombardini el proyecto y construcción de una “Casa Modelo”, ubicada en un terreno “ondulado”, como afirmaba la urbanizadora, la cual se termina en 1951, muy poco después de iniciadas las obras de vialidad y lotificación en la zona. Por otro lado, ese mismo año impulsa la realización del Concurso Internacional “Colinas de Bello Monte” para una quinta en pendiente del cual resulta ganador el arquitecto José Miguel Galia obteniendo el segundo premio el arquitecto italiano Gino Ugo Posani y el tercero, el estudiante Raúl Garmedia. La paradoja aflora cuando el acto de entrega de los premios del concurso se realiza en el mes de diciembre en los espacios de la “Casa Modelo”.
Lo cierto es que Lombardini llegó a realizar numerosas quintas en Colinas de Bello Monte de los más variados tipos e implantaciones y, que sepamos, a Galia no le correspondió proyectar ninguna con base a su prototipo “en pendiente”. De hecho, cuando Palacios decide emprender en 1957 la construcción de su propia casa en terrenos de la urbanización, dinamita un pequeño cerro llamado “El Perico” localizado en la calle Caroní y recurre a Lombardini para que la diseñe.
De la vivienda familiar de Palacios, a la que dio por nombre “Caurimare”, es poca información la que se logra conseguir salvo que se trataba de una casa-conservatorio montada “en un pico de ésos”, una casa tan “absurdamente grande que hicimos muchos grandiosos conciertos, a veces hasta de cuarenta músicos” según ciertos testimonios (recordemos que Palacios era chelista), todo lo cual nos habla de su considerable tamaño y de su conversión esporádica en centro cultural. En tal sentido, de una entrevista que realizara el año 2001 Laura Helena Castillo a la viuda de Palacios, Josefina Juliac, tras cumplir 104 años de vida, titulada “La venezolana que ha vivido en tres siglos. La prolongada batalla de Josefina Juliac” (https://enlasdosorillas2.wordpress.com/2005/05/20/la-venezolana-que-ha-vivido-en-tres-siglos/), hemos conocido, con relación a su consideración como epicentro cultural “que en la casa del matrimonio ubicada en Colinas de Bello Monte, se reunía ‘El Sindicato de la Inteligencia’, en el que estaban agremiados Alejo Carpentier, Miguel Otero Silva, María Teresa Castillo, Carlos Eduardo Frías, Antonia Palacios, entre otros ‘sindicalistas del buen vivir y mejor pensar’ ”.
Hannia Gómez, por su parte, señala sobre la influencia que sobre Palacios tuvo su atracción suburbana, que ella “arranca con la singular historia de su vida. Su emigración constante hacia el este, de casa en casa, desde la señorial casa paterna en el damero colonial hasta su atalaya en Bello Monte, es una metáfora del desarrollo de la ciudad.”
También es muy poco lo que quedó registrado de la espacialidad interior de “Caurimare” (demolida en 1980) y de su aspecto exterior se tiene una vista de su fachada norte tomada desde la zona baja del terreno que ocupaba la cual ratifica su gran dimensión, el aparente predominio del concreto como material de construcción, su aspecto racionalista a la vez que pesado más próximo al de un edificio público que al de una vivienda unifamiliar, el acento en la horizontalidad y el aprovechamiento máximo de las visuales hacia el valle de Caracas del que destacan corredores ubicados en planta baja abiertos al exterior y una gran terraza techada en la planta alta.

Sin embargo, por una de esas afortunadas casualidades que a veces ocurren cuando se navega por internet en busca de información, nos hemos topado con un esclarecedor y muy valioso trabajo realizado en 2017 por la profesora de la FAU UCV Inés M. Casanova Silva, cuando cursaba “Historiografía del Arte” en el MBArch Master Universitario en Estudios Avanzados en Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (Universidad Politécnica de Catalunya), titulado “Crítica de obra de Roberto Burle Marx: El jardín-damero de la casa de Inocente Palacios en Caracas (1957)”, con el cual será posible complementar esta nota.
Para contextualizar la obra y el momento baste decir que, según Fernando Tábora en su libro autobiográfico Dos parques. Un equipo (2007), Burle Marx llega a Venezuela en septiembre de 1956 “debido a una circunstancia fortuita dada por la necesidad de la colaboración de un arquitecto paisajista, en el proyecto del club privado Puerto Azul. El promotor Daniel Camejo Octavio y sus arquitectos Oscar Carpio y Guillermo Suárez, enfrentaban un problema difícil con las áreas libres del proyecto. Uno de los gerentes de la promotora, cuyo sobrino estudiaba en la Universidad de Cornell, el hoy arquitecto y paisajista Oswaldo Lares, le insinuó a Camejo la importancia de hacer venir a Burle Marx como consultor”. El propio Tábora, quien para entonces ya trabajaba en el Atelier de Burle Marx en Río de Janeiro, será quien coordinará los detalles y luego lo acompañará en el viaje que realizaría a Venezuela.
Como ya apuntáramos en la nota dedicada al destacado paisajista brasileño en nuestro Contacto FAC nº 137 (04/08/2019), Burle Marx, quien ya para 1956 se había dado a conocer internacionalmente con obras como el jardín de la casa de Odette Monteiro (1948) y los jardines del Ministerio de Educación y Salud de Río de Janeiro (1945), de Lucio Costa y Oscar Niemeyer, llega a un país que se caracterizaba por su bonanza económica y acelerado ritmo en la construcción de su infraestructura, y a partir del mismo momento en que lo hace se ampliarán los contactos, colaboraciones y proyectos que el Atelier (por entonces conformado por Burle Marx, Tábora, Mauricio Monte y Julio César Pessolani) iría atendiendo y desarrollando. Casi de inmediato, a finales de 1956, Burle Marx es llamado por Carlos Guinand Sandoz para diseñar las áreas exteriores de la Exposición Internacional de Caracas a realizarse en 1960; es requerido por Jorge Romero Gutiérrez, Dirk Bornhorst y Pedro Neuberger para colaborar con el tratamiento de los espacios abiertos de El Helicoide de la Roca Tarpeya; también para proyectar el paisajismo entre el hotel Humboldt y la Estación del Teleférico a instancias de Tomás Sanabria; y, más adelante, el rediseño del área central de la pista del Hipódromo La Rinconada, el Jardín Botánico, en Maracaibo (Edo. Zulia), los jardines de los clubes Playa Azul, Playa Grande, Morón y Balneario de Naiguatá, a los que se sumarán los paisajismos para las viviendas de Inocente Palacios y Diego Cisneros así como el de la casa de hacienda Monte Sacro de Nelson Rockefeller en Nirgua, estado Yaracuy, desarrollados casi todos en 1957 desde Rio de Janeiro. “No sería hasta mediados de 1957 cuando (John) Stoddart se incorporaría como socio a la nueva firma organizada para el desarrollo de proyectos de Arquitectura Paisajista y Planificación”, sumándose a Tábora, Pessolani y Monte, dejando atrás la denominación y estructura de Atelier. Posteriormente, en 1959 se registraría en Caracas la Oficina Técnica Roberto Burle Marx C.A., sociedad que acometería finalmente el proyecto para el Parque del Este.
También es conocido que en fechas más próximas Burle Marx (asociado en este caso con Haruyoshi Ono) estaría involucrado en el diseño paisajístico de las áreas exteriores de Parque Central (Siso & Shaw, 1970-1983) y el Teatro Teresa Carreño (Sandoval, Kunckel y Lugo, 1972-1983). Cabe acotar que desde 1964 Tábora y Stoddart se habían independizado y creado Stoddart + Tábora Arquitectos.


Así, de acuerdo a la indagación realizada por Casanova, basada en un valioso material que le fuera proporcionado por John Stoddart perteneciente a su archivo privado, se nos abre otro importante frente dentro del papel que jugaba la vivienda de Palacios ya que a su condición de casa-conservatorio se podría sumar la de casa-museo. En este sentido, Palacios tendría dentro de su colección obras de Calder, un vitral Fernand Leger, un mural de Alejandro Otero y para ser ubicadas en los espacios exteriores que fueron objeto de diseño por parte de Burle Marx y su equipo, piezas cubistas de Ossip Zadkine (“El Gran Orfeo”) y de Pablo Gargallo (“El Profeta”).
También sabemos que se ubicó en un terreno con fuerte pendiente situado en la ladera norte de una de las colinas de Caracas con vista a la ciudad y al Ávila de aproximadamente 1.3 há (13.000 m2), limitado por dos calles curvas, la calle Guárico, al pie del terreno, y la calle Caroní, en la parte de arriba, por donde se le accedía a la parcela. La casa desarrollada en dos plantas tenía un área de ubicación de 2.000 m2.
Casanova, una vez contextualizado el marco en el que se desarrollaría el proyecto paisajístico no dudará en afirmar: “Ante las descripciones de la arquitectura de casa, el poder del propietario y el ideal de la urbanización, la propuesta de la Oficina Técnica de Burle Marx no podía ser otra que la de recrear el jardín de una fortaleza que parece querer controlar o conquistar el valle”.
“En la perspectiva que dibujó Burle Marx con la propuesta del jardín para Palacios se puede observar que el concepto es una colina arbolada de grupos homogéneos de especies de árboles, arbustos y palmas variadas, coronada por la gran edificación horizontal de Lombardini sobre un basamento rectangular que se extiende hacia el norte como terraza-mirador con una superficie en damero, y al pie de la colina, una hilera curva de palmas reales que delimita la parcela y está bordeada por una muralla de piedra que marca el lindero de la propiedad”, acotará Casanova, quien además logra identificar en el proyecto paisajístico cinco áreas: “el jardín de la entrada…; el área de servicio con garaje; el área de la piscina con un pabellón…; el área de la terraza ajardinada con diseño de damero, cuyo uso era la prolongación del área social de la casa; y, finalmente, el jardín arbolado que se había diseñado en la zona de más pendiente…, todo lo cual significó una modificación importante en el terreno original, para poder producir un aterrazamiento del jardín estabilizado por medio de taludes y muros de piedra”.

El trabajo de Inés Casanova describe con detalle los niveles que conforman el jardín, el tratamiento que se les da a cada uno, la importante presencia del agua y la no menos correspondiente a la vegetación seleccionada para la que utilizó “una lista muy diversa de especies botánicas” todo lo cual, ilustrado con inédito material gráfico y fotográfico, puede ser consultado en (https://docplayer.es/92836645-El-jardin-damero-de-la-casa-de-inocente-palacios-en-caracas-1957.html).




Al referirse a “El método de Burle Marx a través del jardín de la Casa de Palacios”, Casanova desarrolla varios temas importantes: “La forma abstracta del jardín” (El organicismo era característico de la obra de Burle Marx, sin embargo, en algunas obras usó las líneas rectas y figuras ortogonales, que como en el caso de la casa Palacios, buscaban crear un espacio intermedio entre la casa y el jardín, o bien, entre las líneas rectas de la arquitectura y las líneas curvas del paisaje.); “El damero en la obra de Burle Marx: … transición entre la edificación y el paisaje”; “Las esculturas como piezas del damero: El Gran Orfeo y El Profeta” (La ubicación de las esculturas no es al azar. Ambas esculturas cumplen un papel importante en la configuración del espacio y las visuales del jardín. Por ejemplo, el Gran Orfeo es el remate visual de la caminería que viene del acceso y va hacia la terraza damero. El Profeta es la pieza protagónica del damero como centro de la visual del espacio.); “El paisaje prestado y la desaparición del límite” (Según Ana Rosa de Oliveira el método del “paisaje prestado” proviene de la cultura china y fue usado y perfeccionado en la cultura japonesa… Se trata del paisaje natural -montañas, valles, rocas y cascadas- que se incluye como telón de fondo del jardín, y aparenta ser un componente estético propio del jardín.); “El Genius Loci: Burle Marx y la sensibilidad al lugar” (En el diseño del jardín de la casa de Palacios se adapta la propuesta al lema de la urbanización “una terraza en el Ávila”. Realmente se logra recrear una terraza-damero a manera imaginaria, en la montaña. Las caminerías acompañan la sinuosidad de los caminos de Colinas de Bello Monte.); “La vivencia del jardín y lo sensorial” (Tiempo y movimiento juegan un papel importante en el paisaje que crea Burle Marx. El jardín se puede recorrer completo y el recorrido es una experiencia de sensaciones. Burle Marx evidencia una facilidad por imaginarse el espacio en tres dimensiones, con volúmenes, texturas y colores.); “La tropicalización del jardín – la vuelta a la flora tropical” (En Caracas se preferían plantas exóticas de climas templados europeos, pero a partir de Burle Marx, se comienzan a usar nuevas especies de plantas provenientes de recolectas botánicas y exploraciones por el interior del País, y por Brasil, que su vez, importa Burle Marx.); “La plástica de la vegetación” (A diferente de otros paisajistas, o arquitectos que diseñaban jardines en la misma época, Burle Marx sentía un gran interés por la botánica, sin embargo la selección de la vegetación estaba dada mayormente por sus las cualidades plásticas, siempre y cuando se desarrollaran óptimamente en el clima del lugar, con la luz necesaria y las condiciones de suelo y agua requeridas.(…) Por lo tanto, sabía colocarlas en el lugar correcto del jardín.); y “La finalización de jardín ‘in situ’ ” (Según Fernando Tábora, Burle Marx tenía la habilidad de comprender el sitio y terminar de resolver el diseño y la selección de la vegetación y la topografía modificada en el sitio. Iba dando las instrucciones y decidiendo los detalles según las visuales del sitio.).
Cubierto su recorrido, Inés Casanova, deja en el ambiente una hipótesis que sería interesante discutir y con la cual cerramos también nuestro repaso a su trabajo: “… a partir de la llegada de Burle Marx, Caracas se volcó hacia lo tropical, posiblemente como consecuencia de la construcción del Parque del Este, símbolo del paisajismo moderno de Venezuela y el nuevo inventario de plantas tropicales importadas desconocidas antes por el caraqueño. Seguramente gracias a Burle Marx el valor de lo local, en materia de paisajismo y vegetación, volvió a ser de interés en la cultura caraqueña.”
ACA
Procedencia de las imágenes
1 y 2. Colección Crono Arquitectura Venezuela
3 a 11. https://docplayer.es/92836645-El-jardin-damero-de-la-casa-de-inocente-palacios-en-caracas-1957.html
Postal nº 208

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ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 208

La construcción de la avenida Fuerzas Armadas, inaugurada el 5 de diciembre de 1956, conllevó el reforzamiento de manera definitiva del acceso al centro de la ciudad de Caracas por el sur desde puntos tales como: la conexión al occidente del país, la zona de El Valle y el recién estrenado Sistema de La Nacionalidad del cual se terminó considerando una prolongación. Además, su realización cumplía con la necesidad de desarrollar un eje norte-sur que compensara las predominantes direcciones este-oeste que remarcaban el sentido longitudinal del gran Valle. Junto a las avenidas Bolívar, Urdaneta, Baralt, Lecuna y México, la Fuerzas Armadas conformó el sistema central previsto dentro del Plan Regulador de Caracas de 1951 y fue considerada como una de las 9 obras imprescindibles dentro de las 19 que incluía el Plan Municipal de Vialidad de aquel mismo año.


La avenida Nueva Granada, abierta en 1949, la más importante arteria del sur de la ciudad había quedado truncada en cuanto a su capacidad de absorber un elevado flujo vehicular e inyectarlo al norte de la capital, al permanecer conectada a él con el aún estrecho paso por El Portachuelo de la Roca Tarpeya y la vía que, empalmando con el antiguo Puente Sucre, atravesaba el Guaire y se internaba convertida en la angosta avenida Norte-Sur 7, cuyo ancho se conservaba incólume prácticamente desde la colonia.
También es bueno recordar que junto a la avenida Urdaneta, la Fuerzas Armadas personificó un incontrolable afán modernizador, avasallante por demás, puesto en marcha desde el poder político que no reparó en consideraciones de costos por expropiaciones ni de respeto por la preservación patrimonial cuando sus respectivos trazados los debieron enfrentar.
Así, tomada la decisión, el 3 noviembre de 1955 el Gobernador del Distrito Federal, Guillermo Pacanins, por orden expresa del ciudadano Presidente de la República, General Marcos Pérez Jiménez, emite un decreto donde anuncia la necesidad de facilitar la comunicación entre los sectores norte-sur de la ciudad. Dicho decreto, una vez hechos los estudios respectivos, contemplaba la construcción de una avenida de 2774 metros de longitud y entre 30 y 40 metros de ancho (según el sector que atravesara), con aceras de 3 metros de ancho.




Se ordena la compra y expropiación con respectivo pago a sus dueños, de las áreas adyacentes a una de las calles externas al cuadrilátero fundacional que primero se llamó “Calle del Triunfo de Jerusalén”, luego “Calle Girardot” y finalmente «Norte-Sur 7», cuando se puso en marcha la nueva nomenclatura que registra el Plano de Caracas de Ricardo Razetti de 1929.
La construcción de la avenida Fuerzas Armadas implicó demoler 300 edificaciones y buena parte de la fachada de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (que perdió 8 metros de longitud en sus tres naves) como caso más llamativo. Además de la avenida se realizó un puente sobre la Avenida Urdaneta de 273 metros de paso subterráneo (cuya imagen ilustra nuestra postal del día de hoy) y el nuevo Puente Sucre con 2 pistas este y oeste de 270 metros para salvar el río Guaire y la autopista. También debió preverse el paso por debajo de las avenidas Lecuna, Bolívar y Universidad.
La Fuerzas Armadas se constituyó en la vía más costosa en proporción a su extensión de cuantas se habían emprendido en la metrópoli (superando a la Urdaneta), por razón de los edificios y casas que fueron adquiridos por la Gobernación del Distrito Federal con esa sola finalidad. Ejecutada en tiempo récord por el Ministerio de Obras Públicas (MOP) -poco más de un año-, durante ese lapso “en los números reservados de la cuenta del Ilustre Concejo Municipal, se registraba no menos de diez contratos de compra de inmuebles destinados a la construcción de la Avenida Norte-Sur 7”, puntualizará María F. Sigillo en su blog “Caracas en retrospectiva”. Se bautiza, como no, en honor de quienes para ese momento detentaban el poder en el país.
Iniciada su construcción, las obras se abrieron paso sin contemplaciones desde la Roca Tarpeya en la Parroquia Santa Rosalía, ampliándose la ruta de El Portachuelo en simultáneo con el inicio de la construcción de El Helicoide, hasta la esquina de San Luis, avenida Este 15, en la Parroquia de San José donde se ubica el Mercado de Las Flores, eliminando en su camino buena parte de la vieja nomenclatura caraqueña que se caracterizó por darle vida a una amplia gama de eventos, elementos identificativos, familias, construcciones, personajes o locales que se encontraban en los cruces de las calles. “Esquinas tan famosas como la de Socorro, La Romualda, Socarrás, La Hoyada, Tejar, Rosario, Los Isleños, etc.., quedaron borradas de la antigua nomenclatura”, recordará Sigillo, aunque todavía se pueden encontrar vestigios de algunas de ellas.



Vale la pena señalar que la construcción apresurada de la avenida, que ameritó jornadas continuas de trabajo las 24 horas (como puede verse en la foto que incluimos con la parte alta de las torres de la Iglesia Parroquial de San José asomando por sobre las vallas), para cumplir con el deseo del dictador de inaugurarla el 2 de diciembre de 1956, tuvo que sortear el enorme contratiempo que significó el colapso del nuevo Puente Sucre, el cual la noche del 16 de noviembre vio como se vino abajo todo el encofrado del tramo en sentido norte-sur hacia la Roca Tarpeya. En la tragedia perdieron la vida ocho obreros y resultaron heridos más de cuarenta trabajadores. No obstante, a toda prisa, para complacer a Pérez Jiménez se enterraron los muertos, removieron los escombros, rehicieron los encofrados, armó la estructura, vació el concreto, y se inauguró la avenida (con el nuevo Puente Sucre incluido) el 5 de diciembre, únicamente tres días después de lo inicialmente programado.







Una vez culminada su construcción y luego de su flamante inauguración, el despejado panorama que abrió la avenida Fuerzas Armadas permite registrar de sur a norte la presencia de las siguientes edificaciones, unas con mayor y otras con menor valor arquitectónico:
- El ya mencionado Helicoide de la Roca Tarpeya (Gutiérrez, Bornhorst y Neuberger, 1958-1961).
- Edificio del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (lado este).
- Iglesia de San Agustín (lado oeste, esquina de Isleños; Alejandro Chataing, 1930).
- Colegio Fray Luis de León -antigua Escuela Apostólica San Agustín, 1935- (lado oeste, esquina de Isleños contiguo a la Iglesia de San Agustín con frente a la avenida; 1941-42).
- Edificio sede del Cuerpo de Bomberos de Caracas (lado este, esquina El Rosario, cruce con la Av. Lecuna; Oscar Carpio y Guillermo Suárez, 1967).
- Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (lado este, esquina Corazón de Jesús, cruce con Av. Universidad; proyecto de Luis Muñoz Tébar de 1916, terminada de construir en 1923. Reconstrucción y nueva fachada a causa de la demolición de que fue objeto la original por la construcción de la avenida; Jan Gorecki, 1963).
- Edificio sede de Seguros Orinoco (lado este, esquina de Socarrás; Premio Nacional de Arquitectura; José Miguel Galia, 1971).
- Cine Hollywood (lado este, esquina de Romualda; Rafael Bergamín, 1941).
- Edificio Sudameris (lado este, esquina Plaza España, cruce con la Av. Urdaneta; al comienzo sede del Banco Francés e Italiano para América del Sur -luego Banco Latino- y de Ars Publicidad; Vincenzo Nasi, 1956).
- Iglesia Parroquial de San José (lado este, esquina San Enrique a Telares; 1888-1890).
- Mercado de Las Flores (esquina San Luis, remate de la avenida al norte).



El puente construido para salvar la avenida Urdaneta, cuya poderosa imagen permitía atribuirle un talante arquitectónico, sirvió muy temprano en su parte inferior de estacionamiento de vehículos mostrando rápidamente su condición “habitable” en las proximidades de la importante arteria este-oeste. Estuvo recubierto, según se recoge de la página de Instagram micaracasantigua, “de mosaico vitrificado de autor desconocido, los cuales fueron preinventariados por la Fundación de la Memoria Urbana para el Instituto de Patrimonio Cultural en 2006. A pesar ello, fueron demolidos en 2012.”
Hoy esta obra ha perdido todo el atractivo que muestra la imagen de la postal escondida tras el mal uso, la falta de mantenimiento y la degradación de la zona.
Sin embargo, tal y como se registra en https://www.seisgrados.com.ve/2018/04/puente-de-las-fuerzas-armadas-refugio-de-libreros-y-lectores-a-pesar-de-la-crisis/, “debajo de la vía, que pasa por una de las zonas más neurálgicas de Caracas, en la que confluyen miles de personas atribuladas de obligaciones y pensamientos a pie o en vehículos, hay un punto de encuentro, una burbuja en la que el peatón se desconecta de la tribulación que genera todo al derredor. Cornetas, tubos de escapes envejecidos, motos rampantes, el humo asfixiante, el bus atestado, la tranquilidad olvidada, todo queda en otra dimensión. (…) Los libreros que durante más de 30 años han hecho de la zona una tradición son la distensión para lectores apasionados, estudiantes y caminantes desprevenidos que fortuitamente se encuentran con las decenas de kioscos que ofrecen toda clase de títulos, desde los clásicos de lectura obligatoria en el colegio, o aquellos en los que todo lector apasionado sabe que debe adentrarse”.

Hoy la avenida Fuerzas Armadas se ha visto, al igual que la Nueva Granada, afectada por la incorporación de un canal destinado exclusivamente al BusCaracas, sistema de transporte que buscaba aligerar el tránsito norte-sur y brindar un buen servicio a los usuarios que por allí se desplazan pero que sin embargo, no sólo ha dejado mucho que desear en cuanto a la regularidad de su funcionamiento sino que se ha convertido, por su pésima realización, en una herida que aún no ha cicatrizado.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal, 1, 2, 9, 11, 12, 13, 14. Colección Crono Arquitectura Venezuela
3. http://guiaccs.com/planos/ultimo-plano-de-razetti/
4. https://i.pinimg.com/originals/d0/23/89/d02389193a4eb0a35f47d3acb2161206.jpg
5. https://mariafsigillo.blogspot.com/2011/03/historia-de-la-avenidas-de-caracas.html
6, 8. https://mariafsigillo.blogspot.com/2012/06/la-avenida-de-los-37-millones.html
7, 15, 16, 17, 19, 20. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad.
10. https://twitter.com/gfdevenezuela/status/1098775965679923200?lang=hu
18. http://viejosrecuerdos.eklablog.com/av-urdaneta-con-fuerzas-armadas-a135971062
VALE LA PENA LEER
Philip Johnson
El mayor estratega de la arquitectura
Una nueva biografía analiza al camaleónico Philip Johnson, creador de modas que pasó de defender el nazismo a construir para Trump
Anatxu Zabalbeascoa

18/04/2020
Tomado de https://elpais.com
Un klee por menos de 100 dólares. Ese fue el primer lienzo que el estadounidense Philip Johnson (1906-2005) compró en Berlín. Tenía 23 años. Su padre había invertido en aluminio y él nunca tuvo que trabajar para vivir. Esa circunstancia decidió el tipo de arquitectura —siempre nueva, siempre arriesgada— que apoyó durante toda su vida. Otra cosa fue la que el autor del edificio ATT en Nueva York o de las Torres Kio en Madrid logró construir. Pero juzgar por sus edificios a quien llevó la arquitectura y el diseño a los museos, a quien donó al MoMA más de 2.000 obras, a quien consiguió para Mies van der Rohe uno de sus encargos más aplaudidos (la Torre Seagram de Park Avenue) o a quien, en ese rascacielos, diseñó el restaurante más famoso de Manhattan (el Four Seasons) donde sedujo a Andy Warhol o Jackie Kennedy) sería minimizar lo mejor y lo peor de su legado.
Aunque él propio Johnson autorizó su primera biografía, y varios le dedicaron polémicos libros, un nuevo volumen, Philip Johnson, a Visual Biography (ya disponible en la web de Phaidon), somete su historia a escrutinio al tiempo que indaga en el archivo personal del arquitecto. Con nuevas revelaciones de cartas, notas y cientos de fotografías de uno de los pocos arquitectos declaradamente homosexuales de la historia, el periodista Ian Volner logra esclarecer los vaivenes de un personaje camaleónico. Culto y cotilla, oscuro y festivo, fue secundario como arquitecto aunque decisivo como comisario arquitectónico. Johnson queda retratado como un hombre superficial capaz de provocar profundos cambios: un creador de tendencias con un ojo infalible que vivió en renovación continua hasta que murió con 99 años.
“Era defensor de lo contemporáneo antes de que lo contemporáneo fuera respetable”, dijo de él Alfred H. Barr Jr., el primer director del MoMA, que lo llevó a dirigir su departamento de arquitectura. Barr convertiría a Johnson en su comprador de mayor confianza. Lo pondría en contacto con clientes como los Rockefeller, le encargaría el primer jardín de esculturas del MoMA, recibiría de él generosas donaciones y asistiría con estupor a la conversión de su arquitecto de cabecera en un enfervorecido filonazi.
Corría 1931 cuando Johnson declaró sin reparo que quería ser influyente. Poco después abandonó el MoMA obsesionado con acercarse al círculo de Hitler. Aunque el primer Míster Johnson fue Jimmie Daniels, un cantante afroamericano al que conoció en un bar de Harlem, la pompa de los desfiles alemanes y la belleza aria de los fascistas lo tenían todo para gustarle: novedad, grandilocuencia y poder. Tras unos años tratando de fundar el Partido Nacional en EE UU, en 1940 intentó pasar página convirtiéndose, de nuevo, en estudiante de Harvard. Fue Barr quien le pidió que desapareciera. Y en Cambridge construyó su primera casa. Regresó a Nueva York dispuesto a abrir despacho. “Soy una puta. Me pagan muy bien”, contestaría años después al ser preguntado por el hotel que diseñó para Trump en Columbus Circle.

“Fue un creativo de segunda con un cerebro de primera. Mitad monstruo, mitad modelo de urbanidad”, sentenció el periódico The Guardian cuando Johnson murió en su famosa Casa de Cristal, una de las más célebres de la historia de la arquitectura. Fue su obra más aplaudida. Cada movimiento que defendió desde el MoMA tuvo junto en esa vivienda su pabellón representativo. No construía el futuro, lo veía en los demás. Siempre defendió la arquitectura como un arte visual. Y su papel como generador de tendencias lo llevó hasta el pop de la mano de su pareja más longeva: David Whitney. Si en los años treinta Johnson fue importante en la carrera del exquisito Paul Klee, en los ochenta volvió a serlo en la del grafitero Keith Haring.
Demostró tanto ojo para comprar obras de arte como para acuñar -ismos arquitectónicos. En el MoMA organizó las exposiciones que formatearon cualquier manual de arquitectura. Y decidió quién entraba en el canon y quién no. Fue el caso de Louis Kahn, al que ninguneó, o de Frank Lloyd Wright, al que despachó como “el mejor arquitecto del siglo XIX”. Una fotografía recoge la fiesta de su 90º aniversario. Estaban todos: Gehry, Hadid, Koolhaas, Isozaki. A pesar de que trató de encubrir su pasado fascista, o precisamente por eso, diseñó gratis para Israel una sinagoga y una central nuclear. Quiso “encontrar a los Medici de su tiempo”, escribe Volner. Así, fue moderno trabajando para los Rockefeller y posmoderno para Trump. Rápido al anticipar transformaciones, efectista en su vida social, despectivo con los problemas sociales, camaleónico en su moralidad y astuto en todas sus versiones, logró ser el arquitecto más famoso de América estando muy lejos de ser el mejor. Fue también el primer galardonado con el Pritzker, que recibió en 1979. Todo un signo para un premio que, como el propio Johnson, conseguiría ser el más célebre del mundo.
ACA
NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Sketchbook.
The industrial design of Oscar Tusquets Blanca
Apartamento Publishing
2020
Nota de los editores
“El trabajo de Oscar, en cierta medida, es como él: anecdótico, referencial y con una narrativa expansiva, y puedo ver su amor por lo figurativo en todas las escalas de su diseño. Hay subversión y coraje en la mente de Oscar; es como si la idea lo atrapara, y sean cuales sean los obstáculos, puede persuadir a los que lo rodean de que todo es posible».
Ross Lovegrove
Oscar Tusquets es un artista al estilo de los grandes del Renacimiento: su aclamada carrera abarca los campos de la arquitectura, con la práctica influyente que fundó en 1964, Studio Per: diseño industrial, pintura, escultura y escritura, siempre con un gusto por lo figurativo y lo humorístico.
Replicando el estilo de cuaderno de bocetos que Tusquets ha favorecido a lo largo de los años, este último lanzamiento reúne una colección definitiva de bocetos de productos que datan de la década de 1970 hasta la actualidad y proporciona una visión del proceso creativo de Tusquets, así como su sentido artístico. Estos bocetos forman un registro histórico de trabajo que ha definido toda una era del diseño español, comenzando en el movimiento Gauche Divine de Barcelona y tomando inspiración de lo clásico y lo posmoderno, filtrado a través de sus propias imágenes y personalidad únicas. Sketchbook: The Industrial Design de Oscar Tusquets Blanca incluye casi 200 bocetos para algunas de sus piezas más icónicas, como el sofá Dalilips que diseñó con Salvador Dalí en 1975 y las sillas Varius y Gaulino, que se encuentran entre sus productos más vendidos. También presenta textos de Ross Lovegrove, Anna Puigjaner, Juli Capella y el propio Tusquets.
ACA