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LA NOTICIA DE LA SEMANA
El arquitecto español Rafael Moneo, galardonado con el premio imperial nipón

Tomado de EFE Tokio
12 de septiembre 2017
El arquitecto español Rafael Moneo ha sido galardonado con el máximo premio de las artes de Japón, el Praemium Imperiale, que le será entregado el 18 de octubre, anunció hoy la Asociación de las Artes nipona.
Moneo (Tudela, 1937) se convierte así en el cuarto español en recibir este prestigioso reconocimiento, tras el tenor Plácido Domingo (2013), el escultor Eduardo Chillida (1991), y el pintor Antonio Tàpies (1990).
El resto de los premiados este año son la pintora iraní Shirin Neshat, el escultor ghanés El Anatsui, el músico senegalés Youssou N’Dour y el actor y coreógrafo ruso Mikhail Baryshnikov.
El arquitecto navarro, que entre otros reconocimientos ha recibido el premio Pritzker, fue galardonado por su «estilo refinado que tiene en cuenta la historia de cada lugar», y por una trayectoria «de búsqueda de la armonía entre los diseños de los edificios y su entorno», señaló la Asociación de las Artes de Japón.
«La continuidad ordenada es la característica principal de su diseño», destaca en un comunicado la organización cultural nipona, que desde 1989 concede el Praemium Imperiale anualmente en las categorías de pintura, escultura, música, arquitectura y cine y teatro.
Moneo consolidó su reputación a nivel nacional e internacional con el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida (1986), y desde entonces ha completado numerosos proyectos tanto dentro como fuera de España, destacó la Asociación de las Artes nipona.
Entre ellos figuran el Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo, la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles (EE.UU) o las ampliaciones del Museo del Prado y de la Estación de Atocha de Madrid.
«La arquitectura tiene más sentido cuando tiene en cuenta una parte de la ciudad», señala Moneo en declaraciones a la Asociación de las Artes, en las que también destaca la importancia de «la historia» y la «cultura» locales, así como de los materiales empleados.
El arquitecto afirma que las décadas de los ochenta y los noventa fueron «una época feliz para los arquitectos en España», al aumentar la demanda pública mientras el país avanzaba en su transición democrática.
A su juicio, «la arquitectura ha perdido la importancia que tenía antes», y por ello considera que este arte «debe centrarse en dar una forma pero también en mejorar la calidad de vida», según recoge la organización nipona.
El premio, dotado con 15 millones de yenes (unos 114.000 euros), les será entregado a los cinco ganadores en una ceremonia que se celebrará en Tokio el próximo 18 de octubre y que estará presidida por miembros de la familia imperial japonesa.
En anteriores ediciones han recibido el Praemium Imperiale artistas como el director de cine estadounidense Francis Ford Coppola, el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, o el director de orquesta argentino-israelí Daniel Barenboim.
El Premio Imperiale fue creado en 1987 para conmemorar el centenario de la Asociación de las Artes de Japón, y como reconocimiento a artistas de todo el mundo que se hayan destacado por su contribución al desarrollo y promoción de la cultura.
ACA
NotiFAC (Contacto nº 47)

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 82

Entre los numerosos eventos organizados por Antonio Granados Valdés durante su dilata gestión en el Departamento (luego División) de Extensión Cultural de la FAU UCV entre 1957 y 1978, destaca la exposición fotográfica dedicada al insigne ingeniero italiano Pier Luigi Nervi (1891-1979) montada entre el 20 de febrero y el 12 de marzo de 1964 con el auspicio del doctor Giovanni Angelo Di Francesco, Director del Instituto Venezolano Italiano de Cultura y Agregado Cultural de la Embajada de Italia en Venezuela.
La importancia de Nervi y el impacto del evento llevó a Granados a cubrirlo de manera amplia en los números 16 y 18 de la revista Punto de febrero y junio de 1964, respectivamente, en los que, como acostumbraba, primero (para ir preparando el ambiente) publicó un texto de quien era el centro de atención y luego la transcripción del debate suscitado en el foro que tradicionalmente también se organizaba cada vez que se llevaba a cabo una exposición de cierta envergadura.
Así, cumpliendo con la pauta, en Punto 16 aparece el texto de Nervi titulado “La arquitectura actual y la formación del arquitecto” tomado por Granados de la publicación “Cuadernos” de México, de la cual no aparece mayor referencia. Se ilustra el artículo con el auditorio del edificio Pirelli, Milán (1955-56) donde Nervi participa con Gio Ponti, el edifico de la UNESCO en París (1953-58) donde Nervi colabora con Marcel Breuer, un hermoso dibujo correspondiente al anteproyecto de un Centro de Exposiciones para Caracas (no realizado), la foto de la maqueta de un Proyecto para una casa-club en Filadelfia, Pennsylvania (1961) y la fotografía de un detalle de las columnas del Palacio del Trabajo, Turín (1960-61).
Nervi, ingeniero estructural de profesión pero sin duda referente obligado para los arquitectos de su época por la fineza y racionalidad con que resuelve los problemas a los que se enfrenta, de los que se trasluce una clara estética, ofrece en su escrito (dirigido fundamentalmente a los arquitectos en formación) una serie de reflexiones, respaldadas con hechos, que aún hoy tienen plena vigencia: “… creo poder afirmar -señala Nervi- que para ser arquitectónica una estructura debe nacer y derivar espontáneamente de un sentido estático, sentido que los progresos de la ingeniería moderna han parcialmente disminuido sustituyéndolo o completándolo con las formas del cálculo”. O, en otro pasaje: “El arquitecto … tiene que ser el ideador del esquema estructural y debe, además, proporcionar las dimensiones de los diversos elementos, aunque sea en forma aproximada. Para esta tarea debe tener una eficiente intuición estática que alimente y dirija su fantasía inventiva; y, al mismo tiempo, debe poseer el dominio de unas cuantas fórmulas simplificadas que le permitan establecer el orden de amplitud de las fuerzas, y, por consiguiente, las dimensiones aproximadas de las secciones resistentes”. Y en cierta manera concluye con toda una lección para quienes deben enseñar estructuras: “El nudo de la cuestión está, entonces, en desarrollar el sentido estático, base indispensable de la intuición y de la fantasía estructural, y cómo darles el dominio de rápidos cálculos de orientación y de primera aproximación. Yo pienso que la mejor manera sería la de estudiar el desarrollo de la arquitectura desde la antigüedad hasta hoy, haciendo una crítica estructural dirigida a investigar profundamente las relaciones entre los materiales empleados, los medios de construcción y los resultados logrados, ya sea desde el punto de vista técnico, ya sea desde el estético. Solamente el gótico, máxima manifestación de la potencia y de la eficacia del sentimiento estático, nunca antes alcanzada y que tal vez nunca se volverá a alcanzar, podría surtir una fuente de observaciones, consideraciones y enseñanzas casi ilimitadas”.
Fue el 17 de marzo, cuando se llevó a cabo en el auditorio de la FAU una Mesa Redonda en torno a la figura y la obra de Nervi en la que intervinieron los profesores Juan Pedro Posani (a quien correspondió introducir y contextualizar el debate que se podría desarrollar), César Hernández Acosta, Domingo Álvarez, Guido Guazzo, Carlos M. Añez y Enrique Noriega.
Con el pensamiento de Nervi y la exposición como telones de fondo, las intervenciones se orientaron a profundizan en torno a su figura y obra de en aspectos tales como: su fe profunda en la ciencia de la construcción y por ende en el convencimiento que tenía de que la función era la generadora de la forma; la presencia de la técnica en los procesos constructivos como factor determinante; y la consideración de los sistemas estructurales como algo más que modelos.
No faltaron las comparaciones con otros grandes ingenieros como Morandi o Maillart e incluso August Perret para dejar claro que en la obra de Nervi quizás existía un respeto excesivo por las concepciones espaciales clásicas y un excesivo afán por lo constructivo. Así mismo, se resaltó el peso que terminaban teniendo aspectos de economía de recursos al llevar al extremo la precisión en el cálculo lo que le valió a Nervi ganar numerosas licitaciones que le permitieron construir otras tantas obras y se abrió la eterna discusión acerca de la proximidad que se podría dar entre ingeniería y arquitectura en función del refinado manejo del detalle y el impacto que causan las cubiertas por él diseñadas, quedando zanjado el tema con la certeza de que Nervi como ingeniero nunca pretendió ser considerado como arquitecto apareciendo el valor estético de su obra más bien como una consecuencia.
El paso de la exposición fotográfica de Nervi dejó por la FAU UCV importantes temas vinculados a lo que ya hemos señalado que sin duda impactaron en la enseñanza de las estructuras.
Sin embargo, en la que quizás ha sido una de sus intervenciones más vehementes dentro de un foro internacional, la acontecida en el VI Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos celebrado en Londres en julio de 1961, Villanueva, al presentar su disertación sobre las “Influencias del concreto y del progreso técnico en la arquitectura de hoy y de mañana” (aparecido en Punto nº 4 de noviembre de 1961), luego de expresar su admiración por la obra de Nervi, manifiesta profundas diferencias con su postura teórica sobre la relación que, en una conferencia anterior dentro del congreso, el ingeniero italiano estableció entre arquitectura y estructura.
«… el profesor Nervi atribuye a la estructura un valor absolutamente determinante en la arquitectura, hasta hacer de ella el factor absorbente y exclusivo del quehacer arquitectónico. Una vez enunciada la ecuación Arquitectura igual a Estructura y una vez afirmado el principio de que la estructura está rígidamente determinada por la ciencia y por los procesos de la producción tecnológica, el profesor Nervi llega a la conclusión obligada de que la arquitectura del futuro coagulará en formas-tipos ideales y perfectas. (…) Creer que eso puede ocurrir significa, en mi opinión, aceptar la creencia de un mundo estable, permanente, dotado de una escala inmutable de valores paradigmáticos, cerrado en la autocontemplación de su exquisita perfección. En cambio, el mundo de hoy, el mundo tal como lo entendemos, es un mundo abierto, antidogmático, en constante evolución, donde la misma verdad es siempre un proceso de relaciones y jamás un dato permanente. Por otra parte esgrimir un vago ideal de formas perfectas cuya supuesta verdad es garantía de catarsis universal, en un mundo como el actual, recorrido por violentas contradicciones, en presencia del fenecimiento convulso de una estructura social y del nacimiento doloroso de otra nueva, acosados por el fantasma de la destrucción total, sumergidos en un clima altamente crítico que exige la mayor permanencia nuestra dentro de la realidad y el mayor empeño en correr honestamente los riesgos del cambio y de la duda, hace surgir la sospecha de que tales formas y tales condiciones no sean sino una nueva manifestación de la vieja tendencia a la evasión y al escape académico”. Y concluye Villanueva: “Las obras del profesor Nervi poseen condiciones en abundancia para aceptar profunda y favorablemente el desarrollo de la arquitectura. (…) Tan sólo evitemos atribuir a sus teorías la paternidad de sus obras. Incurriríamos en un error. Y sobre todo arriesgaríamos perder en la operación todo el gran valor cultural y estético que estas obras engloban”.
Quedémonos con lo esencial de las pausadas reflexiones transcritas del texto de Nervi con que comenzamos esta nota y con la aguda advertencia que nos deja Villanueva para sacar hoy nuestras propias conclusiones.
ACA
CLUBES E INSTALACIONES DE PLAYA

El encuentro con algunas de las claves que podrían orientar tanto el problema de la representatividad como el de la adecuación de una arquitectura del ocio y la recreación asociada a su destinatario o al lugar donde se emplaza, nos ha llevado a dirigir la mirada hacia la tipología de los clubes como fuente de análisis de tales asuntos. Si bien en una anterior entrega (ver Contacto FAC nº 42, 27-08-2017) repasamos el papel jugado en el diseño de centros sociales de carácter urbano por el uso de determinados estilos, la presencia de ciertos elementos que hacen referencia al pasado, de dispositivos que denotan interés por adaptarse a las variables climáticas o por su vocación a expresar la más absoluta contemporaneidad, rasgos todos que se suman a la hora de determinar una posible caracterización de la modernidad arquitectónica en nuestro país, hoy repasaremos de manera sintética el aporte que pueden ofrecer algunas de las instalaciones construidas durante los años 50 del siglo XX en el Litoral Central próximo a la ciudad de Caracas. En tal sentido, un vuelo rasante a lo largo de las intervenciones realizadas en esa dilatada franja que constituye lo que hoy se conoce como el estado Vargas, da la oportunidad de rescatar valores presentes en balnearios públicos (hechos con la finalidad de dotar de servicios a quien se desplaza por el corto lapso de un día), recintos privados (exclusivos, promovidos con el acompañamiento de áreas residenciales que facilitan la pernocta) y también la interesante variante del centro vacacional público que ofrece ambas posibilidades.
Los balnearios, cuya condición de lugares de esparcimiento y medios de escape temporales a la agobiante vida metropolitana se remonta a la Europa romántica del siglo XIX, tuvieron en nuestro país un referente fundamental durante el período guzmancista al convertirse Macuto, gracias a la inversión que se hiciera en su infraestructura y comunicación con la capital (prolongando el ferrocarril Caracas-La Guaira hasta allí), en el primero y más elegante del país y centro de descanso por excelencia de los caraqueños, como bien señala Mónica Silva en el texto «De Guzmania a El Paraíso. (1884-1940) aparecido en el Boletín del CIHE, nº 29 (1995).
Muchos años pasarán para que las condiciones de que disfrutó Macuto a finales del XIX se amplíen no sólo a todo el Litoral sino a una mayor capa de la población. El ferrocarril como factor fundamental de conexión entre la capital y la costa desaparece, quedando sólo como vía de enlace una sinuosa, larga y peligrosa carretera. Es sólo a partir de la construcción de la Autopista Caracas-La Guaira (1952) que Caracas y su litoral quedan conectados a una distancia que permite pensar de nuevo en su disfrute masivo con todas sus variantes.



El Gobierno Nacional, favorecido por la mejoría en las comunicaciones, acomete la construcción de balnearios públicos de corte popular en tres localidades costeras estratégicamente seleccionadas: Catia La Mar ubicada hacia el oeste muy próximo al Aeropuerto de Maiquetía y a la zona donde la Armada construye la Escuela Náutica (1951-53 proyecto de Luis Malaussena) y otras importantes instalaciones; Naiguatá situado hacia el este aprovechando la existencia de un tradicional pueblo pesquero y Macuto que dada su equidistancia a los anteriores y su tradición histórica se ve favorecido por un proyecto de renovación urbana que contempla las mejoras a las instalaciones que como balneario -venido a menos- ya poseía. Los propuestas para Catia La Mar (2) y Naiguatá (3) serán proyectadas por el arquitecto Raúl Garmendia (entre 1954 y 1956) y la renovación de Macuto (1959) por la oficina de Galia & Alcock con la participación de Carlos Gómez de Llarena (4), responsabilizándose Jimmy Alcock por su desarrollo definitivo.
Aunque en cada caso la actividad balnearia se encuentra acompañada de centros poblados en los que se localizan viviendas permanentes, su destino fundamental es para un usuario eventual, que se desplaza en carro, cuya permanencia es corta. De esta manera el programa que los rige, aprovechando la presencia de una playa, se centra en la dotación de áreas recreacionales y servicios de apoyo.

En tal sentido, Catia La Mar y Naiguatá se constituyen en sencillos e interesantes casos de aprovechamiento de las limitaciones que el lugar imponía así como en notables ejemplos de adaptación a las condiciones climáticas y a la función para la que estaban destinados. Manejando un lenguaje que transmite la frescura de la playa y la pertenencia a una época, el concreto, utilizado tanto en la estructura como en los elementos de control ambiental, juega a favor de facilitar el mantenimiento de instalaciones previstas para un uso intensivo. Cubiertas abovedadas que acentúan su condición lineal y «cortinas de bloques» que funcionan como parasoles en sus largas fachadas colaboran plenamente a proporcionar ambientes confortables para el público y el carácter propio de edificaciones localizadas en el trópico (5), que, a su vez, apelan a ubicar en la planta superior los vestuarios y sanitarios, quedando la planta baja prácticamente libre sin mayores paredes divisorias ni de cerramiento como espacio sombreado donde se sitúan estares, cafeterías, fuentes de soda y depósitos de enseres.



En la década de los 50 dada la rapidez con la que se puede llegar a la costa desde Caracas, diversos promotores empiezan a impulsar, teniendo en la mira a las clases pudientes y a prósperos comerciantes, industriales y profesionales, desarrollos inmobiliarios en los que se ofrecen servicios y comodidades similares a los que se disfrutan en la ciudad en medio del sano e informal ambiente playero. Bajo la modalidad del condominio en unos casos o del club con un determinado número de socios en otros, se agrupan en estos desarrollos una serie de instalaciones recreacionales y deportivas que llevan incluidas por lo general un área residencial. Además, por un curioso e inexplicable vacío legal, el borde costero, que siempre y en todas partes ha sido un bien común, es incluido como parte de la propiedad adquirida por estas asociaciones quienes inmediatamente proceden a restringir su acceso. De esta manera se toman o construyen artificialmente playas que serán del disfrute exclusivo de los afortunados socios, lo cual incrementa el estatus del club o condominio y también las diferencias entre los usuarios de estas instalaciones y los de los balnearios públicos.
Esta modalidad de asociación privada tiene como desarrollo pionero en el Litoral a Laguna Beach Club, modelo que luego será seguido por otros condominios similares y perfeccionado por clubes de mayor envergadura siendo Puerto Azul, Playa Azul, Camurí Grande, Playa Grande y Tanagurena quizás los más destacados.
Laguna Beach (1952) es promovido y construido por Daniel Camejo Octavio y proyectado por Juan Andrés Vegas y Julián Ferris contando como colaboradores con Carlos Dupuy, Gustavo Ferrero y Jaime Hoyos (6). Se trata de una propuesta tipológicamente paradójica constituida por 100 apartamentos con sus respectivos servicios comunes localizada en la Urbanización Caribe a la entrada de la laguna artificial de Tanaguarena (7). Lo paradójico lo constituye el hecho de que mientras el Banco Obrero utiliza el superbloque de raigambre corbusiana para resolver el problema de la vivienda de interés social, Vegas y Ferris lo adaptan para destinarlo para apartamentos de playa de alto standing. La adaptación, que parte de una correcta orientación de los apartamentos hacia el norte y la introducción de pinceladas provenientes de la arquitectura carioca, contempla el desplazamiento de las áreas comunes intermedias que propone Le Corbusier en Marsella hacia los dos primeros niveles, la adición de una serie de volúmenes sueltos y a la vez articulados que albergan otra serie de servicios y la eliminación de los balcones, lo cual por un lado aleja al edificio de la caracterización típicamente asumida en estos casos y, por el otro, convierte el tamizar la luz, el control climático y el lograr la ventilación cruzada en los temas que orientan el diseño de su delicada piel (8).





Por su parte, los confortables y espaciosos clubes de playa conforman otro grupo de experiencias que habría que observar en lo referente a la generación de verdaderos oasis donde la vegetación juega un papel fundamental en la ambientación de sus áreas comunes y los elementos arquitectónicos utilizados tanto en las piezas que los componen como en las que los articulan claras muestras de la adaptación al lugar y puesta en práctica de interesantes avances tecnológicos. De entre ellos destacan. Puerto Azul (1954) de Oscar Carpio y Guillermo Suárez con paisajismo de Roberto Burle Marx y promovido también por Daniel Camejo Octavio (9, 10 y 11); Playa Azul (1956) de Julián Ferris (edificio de apartamentos) con el aporte en diseño de los pasillos cubiertos y áreas comunes de Félix Candela y Álvaro Coto y paisajismo de la zona de la piscina de Roberto Burle Marx (12); y Camurí Grande (1962) que aunque su planificación pertenece a Juan Andrés Vegas y la arquitectura de su primer etapa a Diego Carbonell contó con el aporte en diferentes fases de José Miguel Galia (espigones y pabellón náutico), Leopoldo Martínez Olavarría (urbanismo), Bernardo Nouel (sistema de playas), Américo Faillace (dársenas, bungalows, auditorio y capilla), Gustavo Legórburu (piscina y casa-club) y Eduardo Robles Piquer (paisajismo) (13).




Finalmente, quisiéramos cerrar este repaso con la inclusión de la interesante experiencia que consistió en convertir lo que inicialmente se concibió como un lugar para la reclusión y aislamiento de los enfermos de lepra, quienes dedicarían su tiempo fundamentalmente a labores agrícolas, en atractiva Ciudad Vacacional para la clase obrera, localizada en el exuberante sector ocupado originalmente por la hacienda Los Caracas al extremo este del Litoral guaireño, a 17 kilómetros de Naiguatá (15). Tanto las edificaciones originalmente diseñadas por el equipo coordinado por Carlos Raúl Villanueva para el leprocomio entre 1945 y 1954 (viviendas, áreas sociales y de servicios) (16) como el aporte posterior que le inyectó su conversión en centro de esparcimiento (La Piscina diseñada por Carlos Olmos Osorio -1954- (17), el Mirador El Vigía de Miguel Salvador -1954- (18), el bar-restaurant “El Botuco” de Pedro Riquezes -1954- y “El Balneario” de José Ignacio Sánchez Carneiro -1954-), nos colocan ante la posibilidad de volvernos a topar, por un lado, con una modernidad respetuosa de la tradición acorde con la condición tropical-húmeda donde se ubicaba y por el otro con una sin complejos, influenciada por lo que ocurre internacionalmente (principalmente en Brasil), llena de la informalidad playera, pero atenta al contexto, a las variables climáticas, cuidadosa en el uso de los materiales y correctamente adecuadas a los diversos programas a los que respondía. Toda una lección que creemos debe tenerse muy presente.
ACA
Procedencia de las imágenes
1, 11. González Viso I.; Peña M.I.; Vegas F. Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje, 2015
2 y 5. Revista SVA, nº 14
3, 4, 9 y 12. Colección Crono Arquitectura Venezuela
6, 7 y 8. Revista Integral, nº 1, 1955
10. https://www.conlallave.com/propiedades/accion-del-club-puerto-azul-51092057.html
13. https://fi.pinterest.com/pin/526217537695203689/
14, 15 y 17. Calvo A. Venezuela y el problema de su identidad arquitectónica, 2007
