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ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 458

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL

El diseño de muebles en Venezuela, aunque se presume es de larga data, carece aún de estudios rigurosos que permitan detectar orígenes, influencias, transformaciones, asimilaciones y búsquedas que a su vez puedan darle estructura a un sustancioso relato. Si quisiéramos precisar el importante (preponderante se podría decir) uso de la madera en ellos e, hilando más fino, buscamos elaborar una mínima cronología del proceso evolutivo seguido por el importante segmento ocupado por el asiento, la orfandad de investigaciones llama poderosamente la atención.

Tales apreciaciones, junto al interés por echar a andar, aunque sea de forma incipiente,un necesario trabajo indagatorio, se encuentran entre los detonantes que dieron origen a la Exposición Nº19 montada en el Centro Cultural Chacao del 17 de agosto al 21 de octubre de 2007, titulada “Sentados en una tradición. Las mecedoras de Vestuti, origen y evolución”, cuya curaduría y museografía corrió a cargo del arquitecto Enrique Fernández-Shaw (contando con la colaboración en el montaje de Héctor Sierra y Luis González), de cuyo catálogo diseñado por Eduardo López hemos extraído la portada para engalanar nuestra postal del día de hoy.

Sin ánimo de establecer criterios definitivos, la oportunidad de reseñar la exposición que nos ocupa da pie para ir reconociendo, por un lado, hitos dentro del desarrollo del diseño industrial en Venezuela en los que el acto de sentarse ha sido protagonista y, por el otro, el lugar alcanzado por la muestra dentro de las dedicadas al tema dado su valor específico.

1. Izquierda: Cornelis Zitman. Dining chair, 1955. Silla de comedor que surgió de un pedido del arquitecto Fruto Vivas para amueblar el Club Táchira. Derecha: Miguel Arroyo. Silla para el estar de la casa de Alfredo Boulton en Pampatar, Isla de Margarita, 1954.

La producción industrial de sillas en nuestro país podríamos decir que parte de una preocupación que desde los años 50 del siglo XX, publicaciones periódicas como El Farol, Cruz del Sur, Integral y A, Hombre y expresión, empezaron a mostrar al registrar la irrupción de delicadas piezas de mobiliario doméstico hecho fundamentalmente en madera, que fusionaban la mirada hacia raíces locales con una clara influencia escandinava de manos, principalmente, de Cornelis Zitman y Miguel Arroyo. A ellos se irán sumando Rudolf Steikal, Jorge Castillo y Emile Vestuti, pero la disciplina recibirá un espaldarazo trascendental con la creación en 1964 del Instituto de Diseño, iniciativa del industrial Hans Neumann, y luego, en los años setenta e inicios de los 80 el Instituto de Diseño Caracas y el Instituto Tecnológico Antonio José de Sucre aportarán junto a las escuelas de arquitectura un nutrido grupo de profesionales que hoy han tomado el relevo de los que se consideran como pioneros en el área.

2. Ture de madera, tapizado en cuero crudo. Adaptación criolla del asiento indígena. Fines del siglo XVIII.

Sin embargo, si nos centramos en la madera como material de trabajo, en el dar preponderancia al hecho de sentarse y en buscar en las raíces de lo local el punto de partida para alcanzar lo universal, pocas experiencias dan cuenta de ello como la desarrollada por Vestuti.

3. Guinand, Benacerraf y Vestuti. Hotel-residencias Montserrat, Altamira, 1951. Curiosamente, el equipamiento los apartamentos fue realizado en su totalidad con muebles diseñados por Cornelis Zitman.

Nacido en New Heaven, Connecticut, EE. UU. en 1927, Vestuti llegó a Venezuela en 1949 recién graduado de arquitecto en Yale donde recibió la influencia directa de Louis Kahn y manifestó su admiración por la manera como trabajaba Frank Lloyd Wright. Recorre un trecho importante de 10 años laborando junto a su compañero de estudios Moisés Benacerraf y su socio Carlos Guinand Baldó diseñando piezas memorables dentro del paisaje urbano caraqueño que no han corrido con suerte y de las que sólo quedan en pie dignamente el hotel-residencias Montserrat en Altamira y la sucursal del Banco Unión en la Calle Real (hoy bulevar) de Sabana Grande.

4. Silla de paleta venezolana. Colección Casa de estudio de la Historia de Venezuela Lorenzo A. Mendoza Quintero, Caracas.

Aunque Vestuti retorna a los Estados Unidos para trabajar como arquitecto en 1965 y permanecerá allí hasta 1975 cuando definitivamente se radica en nuestro país, para los fines de esta nota vale la pena recordar que desde su época de estudiante en Yale ya había tenido contacto laboral con firmas como Herman Miller y Knoll y no es casual que su primer empleo en Venezuela en 1950 haya sido en la tienda de mobiliario de Tony Dibo (Decodibo) donde manifestó su claro interés por el diseño de sillas, butacas, mecedoras y sillones. Ello lo refrendó al trasladarse a Milán entre 1960 y 1962 para incorporarse en el diseño y producción de la firma Knoll International, durante el intervalo entre el final de su primera estadía en Caracas y su regreso a Norteamérica.

5. Izquierda: Mecedora tradicional de cardón. Tallada a mano con machete. Talladores: Richard y Misael Álvarez. Madera: cardón. Asiento y respaldo: bejuco proveniente del río Mitare, tejido por Roberto Álvarez. Fecha: 1997. Origen: Valle de Pecaya. Edo. Falcón. Derecha: Juego de muebles de paleta versión Casa Curuba, realizado a partir de un juego de muebles fabricado por Zenón Bonillo en los inicios del desarrollo de la empresa en la Casa La Siempreviva, Quíbor, Edo. Lara. Diseño: tradicional. Madera: caoba pintada con acrílico. Ebanista: Edison Daza. Fecha: circa 1988.

Así, al residenciarse en Venezuela a partir de 1975 respaldado con una sólida experiencia acumulada, Vestuti, sin dejar la arquitectura, se dedicará de lleno a su enseñanza y sobre todo al diseño de muebles para Casa Curuba empresa constituida por Don Bell y Dennis Schmeichler para promover y comercializar lo mejor de la artesanía del país. De tal modo, a partir de 1989 es imposible referirse a los muebles de Vestuti sin mencionar a Casa Curuba, que contaba con un taller de carpintería en Quíbor y una tienda en Caracas, que desafortunadamente fue clausurada en 2011.

6. Emile Vestuti para Casa Curuba. Trío «Goldilocks» o «Mamá, Papá y Bebé». 1989.

La aproximación de Vestuti al diseño de muebles en su última etapa, donde demostró un claro interés por la cultura local sin dejar de lado su formación moderna, confirma la ventaja que muchas veces ha tenido el “ser extranjero” dentro de una cotidianidad que para el nativo pasa desapercibida y que devela el poder descubrir e identificar dónde y cómo actuar. “Su originalidad fue hacer aflorar la tradición artesanal en el proyecto moderno”, sintetizará Alberto Sato en la semblanza que elaboró sobre Vestuti para el catálogo de la exposición motivo de esta nota.

7. Emile Vestuti para Casa Curuba. Izquierda: Mesa «Margarita», 1991. Derecha. Silla «Bailarina» (1997).

Cuando decide dedicarse seriamente al diseño de muebles, dirá Sato, “no agregaría un modelo más, dentro de la búsqueda de originalidades modernas. Inquirió donde ya había, y conjugó el popular sistema de paleta con la abstracción elementarista, destacada en el plano de asiento y respaldo, contenida dentro de una estructura. Así, universal y local, la sucesión de asientos de cerezo, de carreto, de capure -maderas extraídas de los bosques tropicales venezolanos, densas y de gran dureza, pulidas hasta parecer porcelana, entarugadas y acopladas con precisión de relojero- es el refinado tributo devuelto a una tierra que algunos insisten en describir como sólo propia de grandes gestos, sagas y epopeyas, como si nunca existiera en ella el tiempo para el acabado fino, agobiada siempre por una urgencia que no termina de resolver sus propósitos”.

8. Las cinco piezas de Vestuti seleccionadas por Enrique Fernández-Shaw para protagonizar la exposición. De izquierda a derecha: Sillón 139. Madera: caoba (1989), Mecedora 143. Madera: roble (1989), Mecedora 197 (para niños). Madera: capure, zapatero, curarí (1991), Silla IVIC. Madera: capure (1993) y Mecedora 281. Madera: zapatero (1996-1998).

Será con parte de lo producido por Vestuti para Casa Curuba, representado por un total de cinco piezas (tres mecedoras, un sillón y una silla) que Enrique Fernández-Shaw irá construyendo el origen y evolución de ellas, así como su proceso de creación y desarrollo para con ello dar cuerpo a la investigación conducente a la curaduría y montaje de la exposición “Sentados en una tradición”.

9. Vista parcial del espacio de la exposición.

En el texto principal del catálogo, Fernández-Shaw explicará: “El ture, la mecedora, el mueble de paleta son entonces elementos referenciales dentro del planteamiento de nuestro ejercicio intelectual. Con estos precedentes que hemos incluido en la curaduría -así como también con las piezas seleccionadas diseñadas por Vestuti- el discurso se estructura a partir de categorías que reconocen los ámbitos de acción, y que hemos denominado Origen y referencia, Aproximación a la tradición e Interpretación y creación”. (…) De este modo, la exhibición se estructura como un tejido que describe un camino aparentemente claro, un sentido evolutivo, evidenciado en las planimetrías, fotografías e íconos que hemos incluido. Nuestro planteamiento hace a un lado la idea moderna de piezas innovadoras y sin precedentes, cargadas de singularidad y ambiciosas propuestas de autor, en donde sólo la innovación legitima. En esta muestra del trabajo de Vestuti queda en evidencia el valor que ha tenido el crear a partir de procesos, conexiones y secuencias evolutivas. Estas operaciones se desarrollan desde un planteamiento que podríamos afiliar a una condición clásica, en donde el rigor de la referencia y la tradición son capitales del ejercicio creativo y proyectual, y nuestra aproximación a ello, se da bajo su concreción en la producción específica de Vestuti”.

10. Vista parcial del espacio de la exposición.

Habiendo dejado clara la estructura de la muestra y el lugar desde donde se mira la obra expuesta, valdría la pena agregar que, para el montaje, ocupando el espacio central de la sala, las cinco sillas de Vestuti identificadas como Sillón 139 (1989), Mecedora 143 (1989), Mecedora 197 (1991), Silla IVIC (1993) y Mecedora 281 (1996-1998), estuvieron acompañadas de otros cuatro muebles tradicionales: un ture o butaca, una mecedora y dos asientos de paleta versión Casa Curuba.

Las paredes, por su parte, albergaron un total de hasta 81 fotografías y planos que incorporaron además de las láminas correspondientes a los objetos protagonistas y los dibujos que Vestuti utilizaba para explicar su construcción a los artesanos, imágenes de espacios donde ellos formaban parte del mobiliario. Las siete láminas finales las dedicó Fernández-Shaw para mostrar parte de la obra arquitectónica desarrollada por Vestuti en Caracas primero junto a Guinand y Benacerraf y luego con Ramírez Isava.

11. Izquierda: Gustavo Legórburu. Biblioteca Marcel Roche del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (I.V.I.C.), Altos de Pipe, 1987. Derecha: Emile Vestuti. Sillas IVIC en los espacios de estudio de la biblioteca Marcel Roche.

La exhibición, un claro homenaje que había quedado pendiente luego de la repentina muerte de Vestuti en 1998, fue resumida por Fernández-Shaw (quien de paso es su sobrino político) de la siguiente manera: “Con lo que presentamos en esta exposición podemos percibir un relato cultural, social y objetual, sobre los valores y su desarrollo en nuestra cultura. Todo ello al calor de piezas que nos brindan el sosiego de sentarnos en unos diseños y unos materiales de valores, que parecen trascender las generaciones”.

Como complemento a la muestra se proyectó un audiovisual y se realizó un ciclo de cuatro conferencias: «Textura, color, sabor y olor de las maderas en Venezuela» a cargo de Gilberto Rodríguez y «Las maderas en Venezuela» a cargo de Katy Castillo, el 21 de agosto de 2007; «El mueble artesanal y su evolución en la zona de Quíbor», de Dagmar Peña y Dennis Schmeicler, el 22 de agosto de 2007; y «Las mecedoras Vestuti, origen y evolución» , a cargo de Enrique Fernández-Shaw, el 29 de agosto; todas a las 7:00 p.m.

12. Prototipos de la Mecedora 143 («Easy Rocker») en caoba realizada por el ebanista Edison Daza para Casa Curuba (izquierda) y del mueble de paleta construido por Zenón Bonilla, pintado y en madera desconocida. 1989 (derecha).

Para cerrar citamos de nuevo a Alberto Sato: “Nunca como en la modernidad se ha diseñado y producido tantos modelos de sillas, como si el sentarse fuese insatisfactorio. El hombre moderno está incómodo, nunca está satisfecho. Con esta serie de sillas, mecedoras, butacas y sillones, Vestuti dio valor a la artesanía de los carpinteros de Quíbor dentro de las líneas del tiempo de la modernidad y creó -como ocurre con los grandes- pues su imitación es única”.

Notas

1

“Sentados en una tradición” podría considerarse como una clara repercusión del esfuerzo adelantado por el Centro de Arte La Estancia de PDVSA (creado en 1995) a quien correspondió durante los 90 tomar la batuta en cuanto al montaje de exposiciones y con ello dar apoyo a la divulgación del diseño industrial. La emblemática muestra “Detrás de las Cosas: El Diseño Industrial en Venezuela” (1995) sirvió para abrir la puerta de una actividad que a lo largo de la década no cesó. Así, a ella se sumarán, en este caso relacionadas al tema de la silla: “Hans Wegner: hacedor de sillas (1996), “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997), “Vitra Design: 100 sillas Clásicas” (1997) y “La butaca, un asiento venezolano” (1998, complementada con “El asiento de al lado. Cien años de descanso”).

13. La Mecedora 143 conocida como Easy Rocker fue seleccionada para formar parte de la emblemática exposición “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997) montada en el Centro de Arte La Estancia bajo la curaduría de Alberto Sato. En el catálogo diseñado por Álvaro Sotillo, se le acompañaba con la siguiente nota: «Inspirada en las populares sillas de paleta, la simplicidad formal y delicadeza de detalles, actualiza la tradición de la artesanía en términos de producción industrial contemporánea».

Por otro lado, el momento en que aparecen las sillas de Vestuti seleccionadas por Enrique Fernández Shaw correspondería a lo que Alberto Sato, curador de “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (donde se incluyó la Mecedora 143 también conocida como “Easy Rocker”), calificó como un “Sexto Tiempo” que tenía a la década de 1990 como escenario. Apuntaba Sato: “Hoy todo vale, aun cuando la silla deja pocos rastros de su función primigenia que es la de sentarse cómodamente”. (…) “La silla nos permite dos tipos de fruición: desde adentro y desde afuera. Cuando nos sentamos disfrutamos de su comodidad y estamos dentro de ella; cuando la contemplamos a cierta distancia nos transportamos al mundo de los valores estéticos: estamos afuera. Es así como podemos pasar de una experiencia totalmente individual (sentarse) a una colectiva (la contemplación del objeto por varias personas a la vez). Es por ello que un elemento que nace signado por su utilidad se ha podido convertir en pieza museable”.

2

Finalmente, no podemos dejar de mencionar del artículo titulado “De los bancos a las sillas” escrito por Juan Pedro Posani para el diario Economía HOY publicado el sábado 22 de septiembre de 1990, donde por primera vez se hace un merecido reconocimiento al trabajo de Vestuti, el siguiente pasaje:

14. En 1990 cuando la producción de muebles diseñados por Vestuti para la Casa Curuba despegaba con fuerza, Juan Pedro Posani dedicó una de las páginas sabatinas que escribía en el diario Economía HOY a resaltar su trayectoria como arquitecto y diseñador.

“Los procesos íntimos del diseño y las circunstancias dentro de las cuales éstos se dan, son extraños y, en el fondo, inasibles. Y le dan la razón a quienes le conceden muy especial atención al papel que, dentro de ellos tienen la memoria y la intuición. ¿Cómo imaginar un posible contacto, en un objeto concreto, aquí en Venezuela, entre el infinito entusiasmo de pionero de Wright y la modestia y comodidad de los muebles de ‘paleta’?

Pues bien, ese contacto, esa combinación, ahí está, sorprendentemente realizado en los muebles de Vestuti. Veamos como él describe su mejor pieza, la mecedora:

Las mecedoras se asocian tradicionalmente con el movimiento repetitivo y pendular. Esta, sin embargo, ofrece su propia experiencia cinética. Ella no invita al movimiento exagerado ni lo permite. Es una silla que más bien se mueve agradablemente pero con moderación, en la medida que el ocupante cambia de posición o desplaza su peso. La silla ‘cede’ a la presión, por lo tanto el contacto nunca es demasiado duro o abrupto: hay un trato amigable bien definido entre el usuario y el objeto. No hay nunca la sensación de inestabilidad, de que uno está por caerse hacia atrás, como suele suceder en algunas mecedoras: la especial curva compuesta de las dos bases está diseñada para contener el centro de gravedad dentro de sus límites. Y, finalmente, para la persona sentada hay una sensación de contención. Uno se acomoda dentro del recinto sugerido por sus propias cercas circundantes, protegido, apartado, por lo menos sicológicamente, de lo que Walt Whitman llamó ‘el ruido del día’».

ACA

Procedencia de las imágenes

1. MoMA (https://www.moma.org/collection/works/450692); y PROPUESTAS IN_CONSULTAS (https://sancheztaffurarquitecto.wordpress.com/2010/11/15/miguel-arroyo-1920-2004-pionero-del-mobiliario-moderno-el-nacional-caracas/)

2. Carlos Duarte. Un asiento venezolano llamado butaca (1999)

3. Colección Crono Arquitectura Venezuela

4, 5, 8, 9, 10 y 12. Centro Cultural Chacao. Catálogo de la exposición “Sentados en una tradición. Las mecedoras de Vestuti, origen y evolución” (2017)

6 y 7. Symbold. «Emile Vestuti: EL CARNAVAL QUIBOREÑO PLASMADO EN MUEBLES» (https://www.simbold.com/2013/02/el-carnaval-quiboreno-plasmado-en.html)

11. José Humberto Gómez y Víctor Sánchez Taffur. Gustavo Legórburu y la conciencia del lugar (2023); y Centro Cultural Chacao. Catálogo de la exposición “Sentados en una tradición. Las mecedoras de Vestuti, origen y evolución” (2017)

13 y 14. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 434

A finales del siglo XVIII (1783) en los terrenos de la antigua hacienda Santa Ana se funda la hacienda La Floresta desde donde se impulsa, junto las vecinas haciendas Blandín y San Felipe, la producción del café en Caracas. Propiedad de don Francisco Domínguez, colindaba al norte con el Camino Real de Petare (hoy avenida Francisco de Miranda), al oeste con la quebrada Seca, al sur con el río Guaire y al este con la quebrada Sebucán.

1. Ubicación de la hacienda La Floresta en el Plano de Caracas y sus alrededores de Eduardo Röhl (1934)

Manteniendo intacta su actividad agrícola la propiedad fue adquirida en 1915 por la familia Sosa quienes en 1944 cesan la producción cafetera y, en virtud de la presión ejercida por el crecimiento de la ciudad hacia el este del valle, deciden en 1952 dar inicio al proyecto de la urbanización La Floresta, la cual fue construida en la parte norte de sus terrenos conservándose por muchos años la antigua casa colonial de la hacienda junto a sus jardines dotados de una flora nativa excepcional.

2. 1978-1982. Tres propuestas elaboradas por Jesús Tenreiro para el desarrollo del Centro Empresarial La Floresta.

Los Sosa, no sin antes intentar desarrollar infructuosamente el área verde colindante a la casona, ubicada al oeste con frente a la avenida Francisco de Miranda (para lo cual convocaron un concurso privado de ideas en 1978 para proyectar un Centro Empresarial), finalmente deciden vender a Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) en 1988 el privilegiado sitio ocupado por la casa colonial y sus áreas verdes.

Casi de inmediato, la empresa estatal a través de su Gerencia de Bienes y Servicios llama a un concurso privado con la finalidad de proyectar y construir la Nueva Sede de Petróleos de Venezuela S.A. en lo que se conocía como la Estancia La Floresta. La convocatoria hecha en 1988 mediante un concurso de credenciales, permitió seleccionar 20 equipos participantes reduciéndose finalmente a 5 en la última etapa donde las propuestas presentadas quedaron arropadas por el veredicto de “desierto” emitido por el jurado quien se pronunció al respecto en 1991.

3. Urbanización La Floresta con la ubicación de la Estancia La Floresta.

PDVSA, tras el fallido intento de desarrollar allí su sede, toma la decisión de rescatar y remodelar la señorial edificación de finales del siglo XVIII con la idea de destinarla a ser sede para la recepción y albergue de huéspedes ilustres de la industria petrolera, conservando el esplendor de sus jardines. Los trabajos de restauración le son encargados al reconocido arquitecto Ramón Paolini quien, pese a las diversas alteraciones sufridas a través de los años, centró su propuesta en poner en valor la arquitectura que quedó de los siglos anteriores, usando racionalmente los materiales para dejar percibir claramente la intervención contemporánea y la arquitectura restaurada.

4. Vistas de la casona restaurada de la hacienda La Floresta (sede del Centro de Arte La Estancia) y de los jardines que la acompañan.

Estando en marcha los trabajos de restauración, el destino del edificio dio un afortunado giro que lo orientó ser sede de un centro cultural. “Fue así como Biserca, Bienes y Servicios C.A. filial de Petróleos de Venezuela, dirigida por Ada Bermúdez de Bass, creó en 1993 el Centro de Arte La Estancia, habiendo consultando a varios expertos entre los que se contaban los de la Galería de Arte Nacional y el artista, diseñador y docente Miguel Arroyo acerca de cuál podría ser la especificidad cultural de dicho Centro. Arroyo respondió de inmediato sobre la importancia e interés de abordar el diseño y la fotografía dentro del circuito cultural-artístico más notable del continente, integrado por los museos y galerías del Estado, entidades bancarias, industrias nacionales y privados, localizado en la ciudad de Caracas. De este modo, Biserca aceptó la propuesta de Arroyo, y para emprender la tarea convocó al diseñador gráfico Álvaro Sotillo y a mí, quienes respondimos con entusiasmo al desafío”, expresará Alberto Sato en “Recuerdos del futuro” artículo publicado en el diario El Nacional el 26 de abril de 2015.

Aprovechando al máximo la oportunidad que se presentaba, Sato y Sotillo se abocaron a partir de 1993 a llevar adelante un ambicioso plan que vislumbró “en primer lugar, la necesidad de instalar la noción de diseño y la fotografía en el marco de la producción cultural de Venezuela; en segundo lugar, la oportunidad de abrir el debate acerca de la construcción de un país capaz de producir sus propios bienes, mejorar su base industrial con sus propias iniciativas, reducir  su dependencia de las importaciones, crear nuevas fuentes de trabajo y estimular el emprendimiento. Esto es, contribuir a la creación de un país independiente y orgulloso de su capacidad inventiva y productiva, que nos permitiera dejar de ser de consumidores para transformarnos en productores”, según palabras de Sato.

5. Vistas de la sede del Centro de Arte La Estancia.

Fue así que diseño y petróleo empezaron a caminar de la mano, venciendo prejuicios que asociaban al primero con frivolidad, e impulsando desde 1993 desde lo que se denominó como el Centro de Arte La Estancia “las actividades de investigación, desarrollo tecnológico, divulgación y estímulo del diseño … que en pocos años se logró identificar como uno de los extraños ‘polos de atracción’ del conocimiento cultural y tecnológico, lo cual contrastaba notablemente con la realidad de un cuerpo social enfermo de incredulidad”, apuntará Sato.

A ello se sumó una cuidadosa programación expositiva llevada adelante por Sato y Sotillo que buscó, aprovechando la excelente ubicación y las remozadas instalaciones de la casa cuidadosamente tratada para albergar un nuevo uso que no alterara su esencia, añadir una pieza más al circuito expositivo a base de temáticas de convocatoria que resultaran innovadoras.

Es así como, coincidiendo con la finalización de los trabajos de restauración y acondicionamiento llevados adelante por Paolini, el 12 de noviembre e 1995 se inaugura en el Centro de Arte La Estancia “la primera exposición de diseño industrial venezolano”: “Detrás de las cosas”, con curaduría del propio Sato y diseño museográfico a cargo de Ignacio Urbina.

Sato complementará: “Debido al éxito de esta primera exposición, le sucedió un cerrado programa de muestras de diseño gráfico, industrial, de mobiliario, de fotografías, con una maravillosa concurrencia integrada por público en general y especialmente por jóvenes. En poco tiempo el lugar … se convirtió en punto de referencia del diseño, con una biblioteca que atendía a todos los estudiantes e interesados en diseño del país”.

A “Detrás de las cosas” le siguieron “Chicho Mata. El hombre de Uribe” (1996); “DGV 70–80–90 Diseño Gráfico en Venezuela” (1996); “Hans J. Wegner. Hacedor de sillas” (1996); y “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997), de cuyo diminuto y extraordinario catálogo, diseñado por Álvaro Sotillo, impreso por Exlibris en un formato de 15 x 7 cms a modo de libreta con hojas unidas con un espiral metálico y en papel glasé, hemos reproducido la portada y contraportada para engalanar nuestra postal del día de hoy.

6. Planta del Centro de Arte La Estancia con la disposición de los seis tiempos que conformaron la muestra “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997)

La muestra, basada en una amplia y rica colección de sillas provenientes de CAPUY C.A. (copatrocinante del evento), Arquetipo, Casa Curuba y numerosas personas que pusieron a su disposición las que eran de su propiedad, fue curada por Alberto Sato (quien además redactó los textos), contó con la museografía de José Luis (Chuchi) Sánchez, el diseño gráfico de Álvaro Sotillo y la fotografía de Mariano U. de Aldaca. Cabe destacar que Sotillo, responsable de desarrollar la imagen de la institución creó para tal fin dos fuentes tipográficas Estancia Book ® y Floresta Book ® (que pasaron a ser propiedad del Centro de Arte la Estancia) las cuales se incorporaron de lleno en el diseño museográfico y gráfico tanto de la muestra como del catálogo.

7. Fuente tipográfica Floresta Book diseñada por Álvaro Sotillo para el Centro de Arte La Estancia.

Con la exhibición se desarrolla la idea de que “en la vida cotidiana de Venezuela, la silla es uno de los objetos más emblemáticos del espíritu moderno que anima a sus habitantes. En efecto, el escenario moderno como universo de representaciones sociales expone con naturalidad e inadvertidamente, una imagen de las aspiraciones y deseos de los modos de habitar un territorio; conforma una pequeña señal de cómo es imaginado el país, porque la silla no sólo sirve para sentarse; sirve para representar a quien está sentado y la forma que adquiere el ambiente con el símbolo de un tiempo que puede ser presente, pasado o futuro”, tal y como plantea Sato en la introducción del catálogo.

Con ello en mente se estructuró un recorrido cronológico que permitió apreciar la presencia de seis tiempos que refuerzan el enfoque que se buscó dar a la muestra:

8. Páginas del catálogo de la exposición «Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” correspondientes al «Primer tiempo».

Un “Primer tiempo” en el que hacen acto de presencia “Los primeros modernos” como señal de que “en el filo de los años cuarenta y cincuenta la introducción de sillas modernas en Venezuela no es ajena a la participación de los jóvenes arquitectos formados en el extranjero”. Marcel Breuer, Mies van der Rohe, Harry Bertoia, Charles Eames y Eero Saarinen serán los creadores que forman parte de esta etapa.

9. Páginas del catálogo de la exposición «Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” correspondientes al «Segundo tiempo».

Un “Segundo tiempo” titulado como de “La modernización domesticada” donde “la confirmación y certeza de la modernización halló la pausa reflexiva del encuentro con algunas condiciones ambientales y con los valores locales: la organicidad de la madera, la artesanía de su producción, las tipologías vernáculas y las herencias coloniales consiguieron incorporarse a la ‘naturalización’ del mobiliario escandinavo. Alvar Aalto, Hans Wegner, Arne Jacobsen, Finn Juhl, Kaare Klint, Antonio Bonet/Juan Kurchan/J.Ferrari-Hardoy, Cornelis Zitman, Poul Kjaerholm, Gaetano Descalzi, Gio Ponti y Miguel Arroyo junto a sus diseños animarán este tiempo.

10. Páginas del catálogo de la exposición «Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” correspondientes al «Tercer tiempo».

Un “Tercer tiempo” subtitulado como “La década rugiente” se centra en los años sesenta, década que transcurre entre crisis políticas y económicas “en un mundo trastornado por convulsiones sociales externas e internas (…) (donde) las reflexiones no tomaban en cuenta el universo cotidiano que, inadvertidamente, se cubría de plástico y de optimismos interplanetarios; es entonces cuando irrumpen en escena las sillas de plástico, los globos inflables y las bolsas informes rellenas de poliestireno que se amoldaban al acto de sentarse”. Es este el momento en que harán su aparición creaciones Piero Gatti, Eero Saarinen, Giancarlo Piretti, Achille Castiglioni, Eero Aarnio,  e Yrjö Kukkapuro.

11. Páginas del catálogo de la exposición «Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” correspondientes al «Cuarto tiempo».

Un “Cuarto Tiempo” subtitulado “El confort del Boom” abre paso a la década de los setenta: “una nueva era de abundancia que se ocupa de destruir todo lo que encuentra a su paso; entre lo cual se cuenta la tradición moderna que a partir de entonces adquiere carácter heroico. Comienza a relajarse el optimismo tecnológico y las sillas domésticas recuperan el espacio perdido. Otra vez madera y eficiencia ergonómica, especialmente en el mobiliario de oficina”. Firmas como Knoll y Herman Miller copan la escena y tras ellas nuevamente Charles Eames y Eero Saarinen junto a Mario Bellini, Tobia Scarpa, Warren Plattner,  y Charles Pollock.

12. Páginas del catálogo de la exposición «Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” correspondientes al «Quinto tiempo».

Un “Quinto tiempo” dedicado a los ochenta le permite a Sato subtitularlo como el del “Posmoderno o las vanguardias revividas”. La silla definida como un objeto mueble compuesto de asiento y respaldo “trasciende el mero hecho de sentarse y asume su verdadero papel de adorno doméstico” convirtiéndose en pieza de colección o “esculturas que se esconden tras el signo de la función”. Se recupera la sobriedad moderna arropada por el historicismo posmoderno que fija su mirada en el pasado aunque este no sea tan lejano. Clásicos de comienzos de siglo realizados por Charles Rennie Mackintosh, Josef Hofmann, los Hermanos Thonet, Gerrit Rietveld, Frank Lloyd Wright, Robert Mallet-Stevens, Marcel Breuer y Le Corbusier sirven de telón de fondo para ilustrar cómo la posmodernidad en Venezuela no se tradujo en el derrumbe de los paradigmas modernos ni un desencanto por la modernidad.

13. Páginas del catálogo de la exposición «Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” correspondientes al «Sexto tiempo».

Un “Sexto tiempo” subtitulado “Hoy y también aquí” cierra el itinerario a modo de balance teniendo la década de los noventa como escenario. “Hoy todo vale, aun cuando la silla deja pocos rastros de su función primigenia que es la de sentarse cómodamente” afirmará Sato. “La silla nos permite dos tipos de fruición: desde adentro y desde afuera. Cuando nos sentamos disfrutamos de su comodidad y estamos dentro de ella; cuando la contemplamos a cierta distancia nos transportamos al mundo de los valores estéticos: estamos afuera”. Es así como podemos pasar de una experiencia totalmente individual (sentarse) a una colectiva (la contemplación del objeto por varias personas a la vez). Es por ello que un elemento que nace signado por su utilidad se ha podido convertir en pieza museable.

“Sentados en un siglo” fue seguida por “Hablemos de reciclaje. Innovación y ambiente” (1997); “Grandes fotógrafos en colecciones venezolanas” (1997); “El arte por el arte. L’art pour l’art. Carteles de Mende; & Oberer”; “Miradas domésticas. Diseño español contemporáneo (1998); “40 años de Leica M. Momentos mágicos” (1998); y “Tools Toys. Herramientas lúdicas” (1998), todas de una alta calidad que estuvieron acompañadas de seminarios, charlas y conferencias nacionales e internacionales así como por catálogos que contenían elaboradas gráficas, con la idea de tener un registro permanente, didáctico y de alta calidad, de los temas tratados, y que se convirtieron en un valioso material de consulta. También se creó un Centro de Información sobre arte y diseño abierto al público, que se constituyó rápidamente en el punto de referencia de todos los centros educativos del país.

Así se cerró un intenso ciclo que formó parte de un proyecto modélico y que a partir de 1999 mutó a otro que carece justamente de proyecto.

El Centro de Arte La Estancia, todavía administrado por la estatal petrolera PDVSA, dejó de tener a la innovación como eje de un necesario fortalecimiento de lo diseñado y hecho industrialmente en Venezuela bajo la premisa de «Inventar entonces lo que nos falte, no por suponer que todo está mal, sino porque efectivamente falta», aprovechando las enseñanzas y avanzar inventando.

14. Una de las salas de exhibición del Centro de Arte La Estancia en la actualidad.

Hoy ha quedado reducido a ser, como tantos otros, un lugar de difusión del acervo cultural y las tradiciones venezolanas.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal, 6, 8, 9, 10, 11, 12 y 13. Centro de Arte La Estancia. Catálogo de la exposición “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997)

1. Caracas del valle al mar (http://guiaccs.com/planos/la-ciudad-del-caballo/)

2. Rafael Urbina Pacini. Jesús Tenreiro-Degwitz. Arquitectura. Edificios y proyectos. 1954-2007 (2023)

3. Capturas de Google Earth.

4. Caracas del valle al mar (http://guiaccs.com/obras/centro-de-arte-la-estancia-antes-hacienda-la-floresta/); Colección Crono Arquitectura Venezuela; Aporrea (https://www.aporrea.org/cultura/n297876.html); y TE RECOMIENDO EN… (https://terecomiendoen.wordpress.com/2016/11/06/centro-de-arte-la-estancia/)

5. Icomos Venezuela (http://icomosdevenezuela.blogspot.com/2023/04/18-de-abril-de-2023-dia-internacional.html) ; y Lo afirmativo venezolano (https://haimaneltroudi.com/centro-de-arte-la-estancia-un-oasis-cultural-urbano/)

7. Centro de Arte La Estancia. Catálogo de la exposición “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997); y ArchivoGráfico (VE) (https://archivografico.org/1995-Floresta-Book)

14. Lo afirmativo venezolano (https://haimaneltroudi.com/centro-de-arte-la-estancia-un-oasis-cultural-urbano/)

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

La silla de la discordia

Mies, Breuer y Stam

Pablo López Martín

(Prólogo de Rafael Moneo)

Ediciones Asimétricas

2020

Nota de los editores

Pocas sillas en la historia del diseño habrán acarreado tanta polémica y tanta disputa por su autoría como la sillas voladas de tubo de acero en sus diferentes versiones. En el año 1927 las figuras más reconocidas de la arquitectura europea se dieron cita en la colonia experimental de la Weissenhoff, donde el movimiento moderno tuvo la ocasión de mostrar al mundo su propuesta para la vivienda del futuro y los objetos que la habrían de habitar. Entre todas las piezas de mobiliario expuestas hubo una que destacó sobre todas las demás por su novedad y audacia: la silla volada sin apoyos posteriores cuya autoría fue reclamada al unísono por tres figuras clave de la arquitectura que estaba por llegar: Mies van der Rohe, Mart Stam y Marcel Breuer.

El punto de partida para esta investigación es precisamente la coincidencia de estos tres arquitectos en un mismo modelo de silla y en una misma fecha. Sin embargo, el interés de este estudio no radica exclusivamente en una indagación sobre la autoría sino sobre cómo un mismo objeto puede resultar propositivo e interesante en campos muy diversos y de forma simultánea. Cada uno de los tres protagonistas la hicieron suya incorporándola a su propia investigación proyectual: la silla trasciende su propia escala para servir de vehículo en un proceso de exploración a nivel conceptual, formal, constructivo y estructural en la arquitectura de cada uno de ellos.

Pablo López Martín es Doctor Arquitecto por la UPM desde 2016 con la calificación de Sobresaliente Cum Laude con la tesis doctoral que ha inspirado este libro. Esta investigación quedó finalista en la XI Edición del concurso bienal de Tesis de Arquitectura de la Fundación Arquia. Desde el año 2006 ha compaginado su labor como investigador con el desarrollo de su profesión en los estudios de Carme Pinós, Rafael Moneo y AGi. Su trabajo a título personal ha sido merecedor de varios premios como el 1º Premio Nacional concurso «Caja de Arquitectos», otorgado por Kazuyo Sejima, el 2º Premio Nacional concurso «Formica Funcional» otorgado por Richard Rogers o la Mención Honorífica en el concurso internacional organizado por la revista JA Japan Architect, cuyo jurado único fue Steven Holl. Desde el año 2016 ejerce la docencia como profesor asociado en la Universidad Antonio de Nebrija.

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ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 159

“La silla continúa siendo la pieza de mobiliario más popular entre los diseñadores industriales y arquitectos.

Es también un problema de diseño complejo y difícil, un tanto por la estrecha relación existente entre función, material y tecnología. Mas cuando se logra un equilibrio adecuado entre éstas y, por añadidura, la pieza diseñada es económica y versátil, podríamos decir que estamos en presencia de un potencial ‘clásico´.
Y los ‘clásicos’ no tienen edad. (…)

En el país se ha producido con profesionalismo y esmerado cuidado, por parte de unos pocos, mucho mobiliario de firma. Hoy día existe una proliferación de empresas y voluntades lanzando nuevos modelos cada cierto tiempo.
Entre ellos hicimos nuestra selección.”

Con la reseña sin firma titulada “Sillas producidas en Venezuela”, encabezada por la cita precedente, aparecida en el nº 2 (mayo-junio 1988) de la recordada revista ESPACIO (dirigida por Henrique Vera y editada por Hans Hirsch), que contó con el apoyo fotográfico de los reconocidos profesionales venezolanos Ricardo Gómez y Ricardo Jiménez (asociados bajo la firma de Ricar-2) y cuya primera página ilustra nuestra postal del día de hoy, se reafirma una preocupación que desde los años 50 del siglo XX, con la aparición de publicaciones periódicas como El Farol, Cruz del Sur, Integral y A, Hombre y expresión, apuntaba a dar cuenta de los primeros pasos que en nuestro país se empezaban a dar en torno al diseño industrial, manifiesto en la irrupción de delicadas piezas de mobiliario doméstico hecho fundamentalmente en madera, que fusionaban la mirada hacia raíces locales con una clara influencia escandinava de manos de Cornelis Zitman o Miguel Arroyo.

El breve repaso que se realiza en ESPACIO a través de 10 sillas, busca resaltar, con excelente composición gráfica y mejor fotografía, el hecho de que a finales de los años 80, cuando Venezuela intentaba recuperarse del impacto del “viernes negro”, existían empresas empeñadas en mantenerse como referencia en la producción y elaboración de sillas tanto diseñadas en el país como en el extranjero por connotados artífices. Así, además  de la “Gatti” (que protagoniza la postal), diseñada por Tito Agnolli en 1985 y producida por la Compañía Anónima Puente Yanes (CAPUY, C.A.) desde 1987, cuyos materiales  son “madera (fresno o palo blanco) natural o laqueado, tapizada en lana o cuero”, las tres páginas de la revista dedicadas al tema dan cuenta de otras nueve realizaciones mayormente concebidas en la década de los 80, subrayándose que eran hechas en Venezuela, clara señal del desarrollo de una industria que ofrecía una altísima calidad de elaboración de modelos reconocidos en el mundo entero.

1. Páginas 60 y 61 del nº 2 de la revista ESPACIO, mayo-junio 1988

Además de CAPUY, que como se sabe abrió sus puertas en 1954, siguiendo los pasos de Tepuy Compañía Técnica, C.A. -TECOTECA- (con Cornelis Zitman al frente), Galerías Hatch (propiedad de Don Hatch) y DecoDibo (motorizada por Tony Dibo), consolidándose desde entonces como la más importante firma de elaboración y venta de muebles de firma en el país, de quien se recoge su interés en producir (además de la “Gatti”) desde 1979 la silla “Spaguetti” (1967) de Jean Doménico Belloti, desde 1985 la “Kiki” (1954) de Ilmari Tapiovaara y desde 1986 la “Laminette 1” (1957) de Svel Ivan Dysthe, resalta la presencia de otras tres empresas que para entonces ya empezaban a consolidarse o a abrirse paso en el negocio. De tal manera figura la Fábrica de Muebles Mary quien elabora desde 1982, 1987 y 1987, respectivamente, las sillas “Luigia” (1981), “Lidia” (1987, interpretación de la poltrona “Teatro” de Aldo Rossi)  y “Anastacio” (1987) todas de Adalberto Caraceni; Multifacetas, C.A. que reproduce desde 1983 la “Mallet-Stevens” (1929) diseñada por Robert Mallet-Stevens y desde 1987 la “Luna de plata” (1986) de Pascual Morgue; y Diseños Danko que asume desde 1987 la elaboración de la “Danko (DT)” (1987) diseñada por el venezolano Daniel Tudja.

La selección llevada a cabo por ESPACIO da pie para resaltar, además de la pujanza y buena escogencia mostradas en una década difícil por las firmas fabricantes, lo que Alberto Sato, en el catálogo de “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997), quizás la más importante exposición antológica realizada sobre el tema en Venezuela, montada en el Centro de Arte La Estancia (La Floresta), subraya como propio del momento: “En los ochenta, la silla se convierte en un objeto mueble compuesto de asiento y respaldo que sirve para que una persona pueda sentarse. Esta definición académica aleja cualquier duda acerca de su función. Pero desde hace algún tiempo (…) la pobre silla fue objeto de una terrible acusación: debido al valor objetual y estético acumulado a través de su larga y rica historia, una función tan simple como la de sentarse cómodamente le quedaba demasiado pequeña (…). El descrédito que había ganado la función-función, y más que nada, el aburrimiento producido por su unidireccionalidad, condujo a los resultados que todos esperaban: la silla trasciende el mero hecho de sentarse y asume su verdadero papel de adorno doméstico.”

Sin necesariamente concluir que el espíritu posmoderno traducido por Sato sea lo más resaltante de las sillas pertenecientes al período de 1980 mostradas por ESPACIO en 1988, “hechas con profesionalismo y esmerado cuidado”, no cabe duda que el interés por cubrir un segmento como el del diseño industrial cobra, a partir de entonces, particular significación y se refuerza durante la década de los años 90 del siglo XX. Dicho interés lo reafirma la aparición en el diario Economía HOY de una serie de artículos escrita por Alberto Sato que darán origen posteriormente al libro COTIDIANO. Manual de instrucciones (Debate, 2005). Luego será el propio Sato quien le abra las puertas a la temática como parte del Comité de Redacción del semanario Arquitectura HOY que dedica uno de sus primeros números monográficos (el 4 del 19-12-1992) justamente al “Diseño Industrial en Venezuela”, en tiempos que la actividad pasaba por un buen momento, convirtiéndose desde entonces en el espacio que mejor le siguió los pasos. Dicha afirmación se refuerza en el hecho de que desde 1994 toma el testigo Ignacio Urbina Polo (egresado del Instituto Antonio José de Sucre, quien para entonces recién llegaba de Brasil tras realizar una Maestría en Ingeniería de Productos y en 1996 empezó a ejercer la docencia en Prodiseño, Escuela de Comunicación Visual y Diseño, fundada en 1990 que recogió la línea abierta en 1964 por el pionero Instituto de Diseño Neumann), cuando escribe el artículo “El diseño industrial y la semántica de los productos” y quien con perseverancia se mantuvo, reflexionando e informando sobre eventos y exposiciones hasta 1997. Valga decir que hasta el día de hoy Urbina Polo (quien es Profesor Asociado en Pratt Institute, New York) se ha mantenido como importante divulgador de la disciplina a través de múltiples iniciativas y en particular desde la red a través de la página di-conexiones.

Por otro lado, es al Centro de Arte La Estancia de PDVSA (creado en 1995) a quien correspondió durante los 90 tomar la batuta en cuanto al montaje de exposiciones y con ello dar apoyo a la divulgación del diseño industrial. La emblemática muestra “Detrás de las Cosas: El Diseño Industrial en Venezuela” (1995) sirvió para abrir la puerta de una actividad que a lo largo de la década no cesó. Así, a ella se sumarán, en este caso relacionadas al tema de la silla que hoy nos ocupa: “Hans Wegner: hacedor de sillas (1996), la ya mencionada “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997), “Vitra Design: 100 sillas Clásicas” (1997) y “La butaca, un asiento venezolano” (1998, complementada con “El asiento de al lado. Cien años de descanso”).

2. Mecedora Easy Rocker, 1989. Madera venezolana: capure. Diseño: Emile Vestuti

La silla venezolana fue nuevamente objeto de atención en 2007 cuando en el Centro Cultural Chacao, bajo la curaduría de Enrique Fernández-Shaw, se montó “Sentados en una tradición. Las mecedoras de Vestuti, origen y evolución”, merecido homenaje a Emile Vestuti (1927-1998), otro de los protagonistas en la historia del diseño en nuestro país, desde que en 1949 llega por primera vez proveniente de los Estados Unidos contratado por la empresa Decodibo, donde durante un año trabajó en la creación de sillas, mesas, gabinetes y camas y dejó para la posteridad un clásico entre nuestros asientos: la mecedora “Easy Rocker” (1989), hecha con madera de capure y comercializada por la ya desaparecida Casa Curuba, otro centro de referencia creado con el objetivo de fomentar y comercializar lo mejor de la artesanía del país.

Aunque la actividad museística vinculada al diseño industrial en cierta forma ha sido compartida desde 1997 por el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez (donde hasta comienzos del presente año, por ejemplo, estuvo  montada la exposición “Muebles: hombre, espacio y objeto” organizada por la firma Modusistema) y por algunas salas privadas, no estaría de más añadir y destacar la labor divulgativa que desde 2009 lleva adelante Elina Pérez Urbaneja a través del blog “Diseño en Venezuela”.

3. Izquierda: Catálogo de la exposición «NoMATERIA 2012-2017. Construir el futuro. Diseño Industrial en Venezuela», curaduría de Ignacio Ubina Polo. Derecha: Portada del libro Chairs. Historia de la silla, libro de Anatxu Zubalbeascoa (2018)

La silla y su diseño mantiene plena vigencia ya no tanto como la búsqueda del cumplimiento estricto de una función o, al menos, representación de la misma, sino como simple conductor de significados desprovisto de cualquier responsabilidad aleccionadora. Y aunque su valor simbólico hoy en día trasciende a su función no cabe la menor duda, como diría Alberto Sato, de que “en la sociedad urbana … la posición más frecuente es la de estar sentado, y para ello no hay nada mejor que una silla”. Si nos interesa saber cómo ello se manifiesta hoy en nuestro país nada como haber visitado la exposición “NoMATERIA. Construir el futuro. Diseño Industrial en Venezuela” (correspondiente a su cuarta edición, la primera fue lanzada el 29 de junio de  2011 coincidiendo con el Día Mundial del Diseño Industrial), montada en 2018 (proveniente del Pratt Institute) en el Centro de Arte Los Galpones bajo la curaduría de Ignacio Urbina Polo (https://issuu.com/nachourbina/docs/nomateria-2012-2017_ef2587b2871d38). Si queremos conocer aún más de su historia recomendamos ampliamente Chairs. Historia de la silla, libro de Anatxu Zubalbeascoa (2018), editado por Gustavo Gili.

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Procedencia de las imágenes

1. Revista ESPACIO, nº 2, mayo-junio 1988

2. https://sancheztaffurarquitecto.wordpress.com/2011/10/26/silla-mecedora-easy-rocker-1989-emile-vestuti-venezuela/

3. https://issuu.com/nachourbina/docs/nomateria-2012-2017_ef2587b2871d38 y https://ggili.com/chairs-historia-de-la-silla-libro.html