El eje Prado-Retiro de Madrid ya es Patrimonio Mundial, distinción que otorga la Unesco y que premia así la insistencia de la capital de España por conseguir un reconocimiento para uno de sus mayores atractivos turísticos.
Tras siete años de trabajo y pese al dictamen de Icomos (ONG que asesora al organismo internacional) el eje Prado-Retiro de Madrid se suma al Monasterio de El Escorial, al centro histórico de Alcalá de Henares, el paisaje cultural de Aranjuez y el Hayedo de Montejo.
Con esta nominación España se convierte en el tercer país del mundo con más bienes inscritos (48) en el catálogo de 1.121 sitios. “Con profunda emoción recibimos esta noticia, en tiempos de pandemia y después de unos meses en los que esta ciudad que ha sufrido. Quiero agradecer al equipo técnico que ha hecho un gran trabajo y ratificar lo que ha dicho el emabajador: asumimos el compromiso de mantener y conservar este enclave. Y Madrid estará a la altura», ha manifestado el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida.
Poster de la exposición «Hassan Fathy a contracorriente» montada en La Casa Árabe de Madrid entre el 29 de enero y el 16 de mayo de 2021.
Con ocasión de la exposición «Hassan Fathy a contracorriente» montada por La Casa Árabe de Madrid entre el 29 de enero y el 16 de mayo del presente año, comisariada por José Tono Martínez, nos ha parecido de interés para nuestros lectores reproducir dos textos que aparecieron en momentos en que la capital española disfrutaba de la obra de quien es considerado el más importante arquitecto egipcio del siglo XX.
Cúpulas de la casa Fathy en Sidi Krier, 1971.
Fathy: vernáculo, sostenible e inclusivo
La Casa Árabe de Madrid se adentró entre el 29 de enero y el 16 de mayo a través de la exposición “Hassan Fathy: a contracorriente” en la obra del controvertido arquitecto egipcio que construyó identidad con tierra, lógica y conocimiento de la tradición
Anatxu Zabalbeascoa
20 de abril 2021
Tomado de elpais.com
Pintoresco, el adjetivo que con frecuencia empleamos para calificar las arquitecturas que construyen una identidad sólida y arraigada, pero alejada de la modernidad, viene del inglés picturesque y significa digno de aparecer en un cuadro (picture). Lo pintoresco en arquitectura se asocia a lo vernáculo. Suele trabajar recursos tradicionales —como las celosías en la parte más soleada del planeta, las casas encaladas del sur de España, las contraventanas coloreadas del Mediterráneo o las cubiertas de teja a dos aguas de los chalets suizos— y, con esa referencia a la cultura del lugar, indica respeto y construye identidad.
La obra del considerado mayor y mejor arquitecto egipcio del siglo XX, Hassan Fathy (Alejandría 1900- El Cairo, 1989) puede, desde una óptica extranjera, ser considerada pintoresca. Sin embargo, tiene ambición universal, recrea un lugar, ha quedado fuera del tiempo, construyó identidad, trabajó en favor de la sostenibilidad del planeta, plantó cara a los prejuicios y trató de encontrar la manera de construir con muy poco para que la vivienda fuera verdaderamente un derecho universal. ¿Lo consiguió? Seguramente mejor que la modernidad. ¿Trabajó realmente para los más necesitados? Fomentó la autoconstrucción, pero sus casas fueron fundamentalmente para intelectuales y artistas ¿Cuál es entonces la vigencia de su obra? Comisariada por José Tono Martínez, la exposición en la Casa Árabe de Madrid, Hassan Fathy a contracorriente trató de contestar a esas preguntas.
Hassan Fathy, en su estudio del palacio Ali Effendi, distrito de Dar el-Labbana, El Cairo.
Fathy conoció su país viajando de El Cairo a Alejandría. Ese traslado, entre la casa de su padre y la de la familia de su madre, marcó su manera de mirar. El padre, juez de instrucción, evitaba el campo “un lugar lleno de mosquitos y agua contaminada”. Fathy recuerda que solo llegaba hasta allí para cobrar el alquiler de sus tierras. El arquitecto tenía 27 años la primera vez que pisó un suelo que no fuera urbano. Su madre, en cambio, se había criado en el campo. En la ciudad echaba en falta a los animales. Sabía cómo autoabastecerse. Estaba convencida de que la ansiedad de la ciudad desaparecía en el campo. Fue ella la que despertó el amor de Fathy por la naturaleza hasta el punto de que, tras estudiar escultura y violín, quiso ser agricultor antes de convertirse finalmente en arquitecto.
Formado en El Cairo y luego en París, Fathy fue un joven rico que decidió trabajar más que para los pobres como los pobres: diseñó innumerables viviendas para artistas. Superada una fase inicial moderna en la que en una escuela primaria ideó una cubierta plana y empleó ventanas con carpintería de aluminio y levantó edificios modernos como el casino Bosphoro o la imprenta Mustafá-Bey —ambos demolidos— Fathy regresó a la tierra: a los patios y a las celosías, es decir, a las tradiciones y a la lógica del lugar.
Detalle de la cúpula y la celosía de barro de la Casa Casaroni, de 1981.
La recuperación vernácula de elementos como los patios, de materiales como el ladrillo secado al sol o de técnicas de construcción de cúpulas y bóvedas sin armazón arraiga su aportación y la hace exportable. Diseñaba con el lenguaje universal de los países con exceso de soleamiento. Y diseñaba con el lenguaje universal de los pobres: los medios escasos y locales utilizados durante siglos.
El comisario de esta muestra, José Tono Martínez, lo presenta como “un visionario, uno de los fundadores de la arquitectura sostenible afincada en las tradiciones vernáculas en tiempos de Estilo Internacional”. Explica que Fathy quiso empoderar a los campesinos para que produjeran sus propios materiales. “No quería que el orientalismo remplazara a Oriente”. “Convivir con el desierto significó para él aislarse del desierto, y crear un espacio interior resguardado, con fuente y pozo los símbolos de vida”. Martínez destaca la importancia de los artesanos, que decoraban con símbolos la simbólica puerta de entrada y construían con técnicas pretecnológicas. Y explica, en un catálogo publicado por Ediciones Asimétricas, que su oposición a la arquitectura repetitiva le valió enemigos en el ámbito de la industria y la construcción a gran escala.
Detalle de la celosía de barro en la aldea Nueva Gourna (1948), donde se trasladó a la población que ocupaba el sitio arqueológico de Luxor.
Para ser el arquitecto de los pobres que tenía reputación de ser, Fathy trabajó como arquitecto de los poderosos, esa misma reputación lo había convertido en un artista. ¿Qué hizo que un joven burgués formado en París le plantara cara a Le Corbusier y se interesara por la arquitectura más pobre? Una visita a su hermano en Asuán. En 1941, conoció la técnica nubia tradicional para construir bóvedas y cúpulas sin ningún tipo de estructura de armazón, pero con más paja que ladrillo para conseguir ligereza. Conocer esa técnica le hizo entender el sentido de la arquitectura que ya no dejó de construir. Más allá de honrar la lógica del genius loci, su arquitectura reconstruía la identidad que apenas llevaba dos décadas de independencia (1922) y que formaba parte del protectorado británico.
Fathy busca en las raíces, en la tradición constructiva de los no arquitectos, la vía para recuperar la arquitectura egipcia y el paisaje de su país. Para él, como para Dante, lo nuevo era simplemente lo que no merecía ser antiguo. La muestra contó con ejemplos de arquitectura construida con barro en España y con la mirada de la fotógrafa Hannah Collins adentrándose en la arquitectura de Fathy.
Hassan Fathy. Dibujo para la casa Hamdi Seif Al-Nasr, El Fayum, 1944.
Hassan Fathy y la belleza innata del adobe
La Casa Árabe recuerda al llamado arquitecto de los pobres
1 de febrero de 2021
Tomado de masdearte.com
Antes de que las cátedras de arquitectura analizaran materiales apropiados a la sostenibilidad, Hassan Fathy, nacido en Alejandría en 1900 y figura clave de la disciplina en Egipto, ya estudió las cualidades del nada contemporáneo adobe (arcillas y arenas secadas al sol y mezcladas con paja) en cuanto recurso constructivo barato, fácilmente disponible en amplias zonas del planeta y con muy beneficiosas propiedades como aislante térmico. Especialmente en el desierto, dada la diferencia de temperaturas entre día y noche, su uso cuenta con una extensa tradición.
De espíritu tan místico como ilustrado, Fathy siempre valoró la historia pasada de la arquitectura y su imbricación en distintos países y climas (En otro tiempo, había una belleza innata en todo lo que nos rodeaba: éramos nosotros mismos, dijo) y se opuso, por tanto, a las tendencias neocolonialistas que pretendían homogeneizar también los rasgos constructivos internacionalmente. Se esforzó en dirigir su mirada a las raíces, en su caso a las propias de la cultura nubia del sur, con sus cúpulas, arcos y bóvedas inclinadas, sin armazón, presentes en la región desde hace siglos.
Durante la II Guerra Mundial, se codeó con intelectuales y artistas del colectivo Friends of Art and Life, del que formaron parte el escritor Naghib Mahfuz o Hamed Said, para quien Fathy (también pintor, poeta y pensador) diseñó un estudio elaborado justamente con ladrillos de adobe: la casa Toub Al Akhdar de Marg. Ese grupo, pionero de la educación social en Egipto, animó a sus estudiantes a convivir, tanto como a trabajar, con campesinos y artistas rurales y también defendió la artesanía y los viejos oficios, en línea con las pretensiones de las construcciones de ese autor.
No hay que olvidar que Fathy inició su trayectoria cuando su país acababa de independizarse del Reino Unido y se gestaba un movimiento político y cultural que pretendía la autoafirmación y también alcanzar una modernidad desde cánones propios: la Nahda. Ya consolidada su labor, entre 1957 y 1962 colaboraría con Constantino A. Doxiadis, fundador del Centro Ateniense de Ekística, la llamada ciencia del hábitat, y en 1976 fundó el Instituto Internacional de Tecnología Apropiada. Entre los galardones que recibió hasta su muerte, en 1989, se encuentra el Aga Khan de Arquitectura o el Right Livelihood Award.
Hasta el próximo mayo, y bajo el comisariado de José Tono Martínez, podemos visitar en la Casa Árabe madrileña “Hassan Fathy: a contracorriente”, una exhibición que da cuenta de esos principios de arraigo y sostenibilidad que determinaron la obra del egipcio a través de planos, maquetas y fotografías; especial protagonismo cobra, entre sus más de 120 proyectos, el del New Gourna (Nueva Gourna) de Luxor, que desarrolló en la segunda mitad de la década de los cuarenta y que hoy consideramos ejemplo de planteamiento urbano integral, hasta el punto de ser protegido por el World Monuments Fund y la UNESCO.
Fathy trabajó en este poblado, desde postulados ecológicos, por encargo del Departamento de Antigüedades egipcio, sirviéndose de materiales y técnicas locales (y del análisis de los usos y costumbres de los habitantes de la zona, que se mantenían del expolio de las tumbas del Valle de los Reyes) para reubicar el Viejo Gurna, una comunidad de arqueólogos aficionados que pretendía paliar justamente saqueos y daños en los yacimientos faraónicos y también velar por el buen desarrollo del incipiente turismo. Solo parte de los propósitos de Fathy pudieron llevarse a cabo, debido a complicaciones políticas y financieras y a la oposición de parte de la población a la reubicación; además, se ha perdido casi la mitad de los edificios originales. Hasta hace unos años, Nueva Gourna continuaba siendo un asentamiento vivo y con historia en curso, con viviendas e instalaciones públicas a disposición de sus habitantes, pero la revolución de 2011 frenó su restauración y hoy se encuentra en decadencia, difuminándose en la periferia de Luxor, dominada por el hormigón.
Hassan Fathy. Mezquita Nuevo Gourna, 1945.
Los retos planteados aquí por Fathy (plasmados en el conocido ensayo Architecture for the Poor: An Experiment in Rural Egypt), se adelantaron, en dos generaciones, a inquietudes que desarrollarían autores internacionales como el chileno Alejandro Aravena, el burkinés Francis Kéré o la francesa Anne Lacaton. A saber: Fathy esperaba que esa nueva ciudad, que contaba con teatro al aire libre, mercado cubierto, mezquita, escuelas y almacenamiento de agua potable, se convirtiera en un lugar con un sistema de vida sostenible, mirando al futuro, sin depender del expolio. Su fuente de inspiración fueron los pueblos de adobe de esta zona, los asentamientos beduinos, los templos romanos y las aldeas nubias de Asuán, a orillas del Nilo; sus técnicas antiguas evitaban el uso de soportes costosos de madera y el empleo de técnicas sostenibles de enfriamiento de aire y agua.
Hablando de agua, en la década de los sesenta se descubrieron reservas acuíferas subterráneas en el oasis de Kharga y aquí a Fathy le encargaron la construcción de New Baris, otro pueblo levantado con ladrillos de adobe que debía transformarse en una comunidad sostenible que creciera y exportase frutas y verduras del desierto. Para lograr almacenar esos productos tan perecederos en el nuevo asentamiento, el arquitecto ideó un sistema con pozos de ventilación y torres secundarias que acelerase la circulación de aire, haciendo descender las temperaturas externas más de quince grados. También New Baris quedó inacabado, en 1967 y a causa de la guerra.
No son los únicos proyectos reflejados en esta exposición: también podemos ver documentos relativos a las casas Hamid Said y Hamdi Seif al-Nasr de El Fayum, la Mezquita de Lulu at al-Sahara de El Cairo, el apartamento de Shahira Mehrez, en la misma ciudad; Costa Norte Sidi Krier, la Casa Fathy, la Casa Casaroni de Shabramant, la Villa Dar al-Islam de Albiquiu, en Nuevo México, o un trabajo español: Sa Bassa Blanca, en Alcudia (Mallorca).
Y tampoco Aravena, Kéré o Lacaton han sido los únicos en dejarse influir por el legado de Fathy: en Haré una canción y la cantaré en un teatro, rodeada de un aire nocturno, Hannah Collins dedicó a Nueva Gourna un conjunto de fotografías montadas en secuencia y proyectadas como un filme, junto a otras tomadas en grandes formatos. Su serie, que se presentó en 2019 en la Fundació Tàpies y también se recoge ahora en Casa Árabe, supone un tributo al arquitecto, pero también un deseo de contribuir a la consolidación de un urbanismo sostenible, barato y que mejore la vida de quienes más lo necesitan, como Fathy quiso.
El título de su propuesta tiene un porqué: el teatro al aire libre que el arquitecto quiso poner en marcha en Nueva Gourna y que no sería un escenario al uso, sino enraizado, como sus construcciones, en las tradiciones populares: los habitantes de esta aldea podrían cantar y recitar allí cuando quisieran.
La exhibición se complementa con gouaches de Fathy, con imágenes de su apartamento en el viejo Cairo, la Mansión Ali Effendi Labib; un panel centrado en la arquitectura de tierra en la Península Ibérica, con tipologías de técnicas y obras de estudios contemporáneos y una obra del artista Chant Avedissian, discípulo de Hassan Fathy, que ha cedido para la ocasión la Galería Sabrina Amrani.
Se trata de un vídeo en el que este creador egipcio, de origen armenio, filmó a los gatos del arquitecto en su casa (hay que recordar que estos animales en el antiguo Egipto eran símbolo de protección y belleza).
Nota final
El Catálogo de la exposición “Hassan Fathy: a contracorriente”, coordinado por J.T. Martínez y publicado por Ediciones Asimétricas, fue reseñado en el Contacto FAC nº 231 del 04/07/2021.
Exposición que abrió sus puertas el 4 de octubre de 2018 y cerró el 3 de febrero de 2019 en el Museo ICO, Madrid, comisariada por Luis Fernández-Galiano y organizada por la Fundación ICO.
Nota de prensa La tesis que estructura toda la exposición relaciona la obra de Kéré con los elementos primarios de la Arquitectura ideados por el arquitecto y estudioso alemán Gottfried Semper en el siglo XIX: el suelo estereotómico, el techo tectónico y el muro textil.
Estos “elementos primarios“ se han construido a escala real en el Museo ICO con las mismas técnicas empleadas por Kéré en sus edificios. El visitante encontrará un muro textil realizado con telas traídas de Burkina Faso; una plataforma de hormigón; una plataforma de madera (reproduciendo la Louisiana Canopy realizada por Kéré en el Louisiana Museum of Modern Art, Humlebæk, Dinamarca, en 2015); una reproducción reducida del Pabellón de la Serpentine Gallery construido en Londres en 2017; y un muro y una plataforma de adobe construidos por los alumnos del Taller “Arquitectura con tierra”, que tuvo lugar en Boceguillas (Segovia), durante el pasado mes de julio, y fue organizado específicamente con motivo de esta exposición por la Fundación ICO, el Centro de Investigación en Arquitectura Tradicional (CIAT), la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM), la Fundación General de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y el Ayuntamiento de Boceguillas.
Además, se reproduce el espacio de trabajo del estudio de Kéré Architecture en Berlín, con diversas muestras de materiales de construcción y maquetas de trabajo seleccionadas del propio taller, que forman parte del proceso de trabajo cotidiano del estudio. En torno a todos estos elementos se estructura una exposición que recorre la trayectoria vital del arquitecto y en la que se podrán conocer en profundidad 27 proyectos y seis instalaciones artísticas llevados a cabo en tres continentes distintos.
Sobre Francis Kéré Francis Kéré, arquitecto formado en Alemania, procede de un pequeño pueblo de África Occidental, Gando, en Burkina Faso. Como primer hijo del líder de su pueblo, su padre le permitió asistir a la escuela pese a que muchos de los habitantes de su aldea consideraban que la enseñanza convencional occidental era una pérdida de tiempo. Posteriormente, consiguió una beca para formarse en Alemania, donde se graduó en arquitectura e ingeniería en la TU de Berlín. En paralelo a sus estudios, creó la Kéré Foundation para financiar la construcción de la Escuela Primaria de Gando, galardonada con el prestigioso Premio Aga Khan en 2004. Kéré continúa reinvirtiendo conocimiento en Burkina Faso y en otros lugares a lo largo de cuatro continentes. Francis Kéré ha desarrollado innovadoras estrategias que combinan materiales y métodos de construcción tradicionales con las modernas técnicas de ingeniería. Desde que fundó Kéré Architecture en 2005, su trabajo ha cosechado un gran reconocimiento, con premios como el Global Award for Sustainable Architecture, el BSI Swiss Architectural Award, el Marcus Prize, Global Holcim Gold Award, y el Schelling Architecture Award. Kéré fue nombrado miembro colegiado del Royal Institute of British Architects (RIBA) en 2009, y miembro honorario del American Institute of Architects (FAIA) en 2012. Ha impartido clases en la Harvard Graduate School of Design y en la suiza Accademia di Architettura di Mendrisio.
Entre sus principales obras se encuentran la Escuela Primaria (2001) y la Biblioteca (en construcción) de Gando, Burkina Faso; el Complejo del Parque Nacional de Mali (2010), en Bamako, Mali; el Centro de salud y promoción social CSPS (2014) y el Opera Village (en construcción), ambos en Laongo, Burkina Faso; la Asamblea Nacional y el Parque Memorial de Burkina Faso, en Ouagadougou, Burkina Faso (en desarrollo); el Satélite del Teatro Volksbühne en el Aeropuerto de Tempelhof, en Berlín (instalación temporal, 2016); o el Pabellón para la Serpentine Gallery del año 2017.
El Thyssen dedica una gran retrospectiva al arquitecto Rafael Moneo
La exposición “RAFAEL MONEO. Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2016)”, que se ha abierto en los espacios del Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid) el pasado 4 de abril, constituye la mayor retrospectiva dedicada al importante arquitecto nacido en Tudela, Navarra en 1937, primer español en ser galardonado con el Premio Pritzker (1996) y la Medalla de Oro del RIBA (2003). Comisariada por Francisco González de Canales, profesor de la Universidad de Sevilla y de la Architectural Association de Londres, y coproducida por la Fundación Barrié, el Estudio Rafael Moneo y el Museo Thyssen, en la muestra se recogen 52 proyectos que abarcan un período de 50 años resumidos en el subtítulo que la identifica. Tal y como apunta Ángeles García en el reportaje “La obra espectáculo no es mi mundo”, aparecido en el diario El País el pasado 30 de marzo, “la exposición (…) cierra su recorrido en Madrid, tras un periplo internacional, coincidiendo con el 25º aniversario del museo que la acoge y con un relato que gira en torno a cómo el palacio de Villahermosa se convirtió en 1992 en sede de la Fundación Thyssen-Bornemisza» de manos del propio Moneo. «Los proyectos de la antológica han sido elegidos entre el propio Moneo y el comisario González de Canales. Las salas acogen 121 dibujos, 19 maquetas y 152 fotografías. El arquitecto tenía especial interés en mostrar sus dibujos. Para él siguen resultando esenciales en su trabajo y un medio cuya importancia nunca ha sido suficientemente reconocida. ‘Ya dibujaba antes de empezar a estudiar Arquitectura’, explicaba anteayer a EL PAÍS en el museo Thyssen. ‘Luego, de otra manera, no he dejado de hacerlo. Desde el Renacimiento, los arquitectos hicieron del dibujo un medio con que pensar sus edificios; es la esencia de la arquitectura. Ya sé que ahora los medios son otros, pero yo sigo creyendo que el dibujo es el intermediario entre quien asume la autoridad de la producción del edificio (los pagadores) y quienes lo ejecutan (los arquitectos)’, añade». «Cuando se le pide que detalle los elementos que hacen reconocible su arquitectura, responde que, tal vez, el uso de formas geométricas, la calidez de los materiales, el respeto por el entorno y, siempre, el conocimiento profundo de la historia del edificio, cuando se trata de una restauración como fue el caso del Prado o del museo emeritense. ‘A veces, los materiales inspiran la forma. Es el caso de la catedral de Los Ángeles, levantada en un gigantesco solar. Los revestimientos crean unas sombras en forma de cruz que le dan espiritualidad’ «. «Desde finales de los setenta, su estudio ha sido uno de los más reclamados, primero en Europa y luego en EE UU. Pese a su éxito, Moneo no se considera uno de los arquitectos estrella que han esparcido sus creaciones por todas partes: ‘La expresión tiene que ver con el mercado, con el cliente, más que con el propio arquitecto. Hay gente o instituciones que han buscado obras espectáculo, al margen de la función que la construcción debía de tener. El primer y el último objetivo era el edificio en sí. A mí no me las han encargado, de manera que tampoco he tenido que rechazar propuestas. No me he presentado a concursos en los que se reclamaba esa manera de construir. No es mi mundo’ «. La exposición “RAFAEL MONEO. Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2016)” estará abierta hasta el próximo 11 de junio de 2017.