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Hoy llegamos a nuestra postal nº 300 y lo hemos querido hacer mostrando una casa que, pese a no haber sido promocionada en exposiciones dedicadas al tema, es sin embargo un punto de referencia tanto en la evolución de la tipología a nivel local como dentro de la trayectoria de los dos arquitectos que la diseñaron. Se trata de la quinta Goya, ubicada en la avenida Arturo Michelena de la urbanización Santa Mónica, Caracas, proyectada en 1961 por Henrique Hernández (1930-2009) y Carlos Becerra (1933-2014) terminada de construir en 1963.
La vivienda, que aparece reseñada en Caracas a través de su arquitectura (Graziano Gasparini y Juan Pedro Posani, 1969), la Guía de edificaciones contemporáneas en Venezuela. Caracas, Parte 1 (Mariano Goldberg, 1980) y Caracas del valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (Iván González Viso, María Isabel Peña y Federico Vegas, 2015), también ha sido objeto de un breve comentario por parte de Oscar Tenreiro en la página de arquitectura de El Diario de Caracas del domingo 21 de febrero de 1993, al momento de recordar que a él le correspondió sugerir su inclusión (junto a otras 4 obras) en el libro World architecture one (editado en Londres por primera vez en 1964 por John Donat). “Tomé unas fotos, redacté unas notas no demasiado afortunadas y las entregué a Magalí Ruz” quien tenía el contacto con el editor. Dentro de la publicación, la quinta Goya, sin desentonar para nada, aparece como una de las piezas que mejor representaban la calidad de la arquitectura venezolana del momento y el talento de los jóvenes egresados de la UCV a finales de la década de 1950, cuyas obras empezaban a aparecer en la ciudad de Caracas.

Cronológicamente, la “Goya” se ubica justo a la llegada de Hernández luego de realizar estudios de postgrado en Londres y en simultáneo con su incorporación como coordinador de la Sección de Diseño en Avance e Investigación del Banco Obrero, es decir, en medio de la todavía fresca formación universitaria y el incipiente influjo que produjo en él el contacto con la industrialización de la construcción durante su estadía en tierras europeas, cosa que también ocurrió con Becerra quien junto a Hernández vivió ambas experiencias.
Es por ello que abordar el análisis de esta obra no aceptaría centrarse únicamente en señalar la particular manera como se manejan los códigos propios de una modernidad atemperada, los guiños que pudieran detectarse provenientes de la empatía que ambos autores pudieran manifestar hacia la obra de Alvar Aalto, la correcta organización funcional acompañada de una volumetría muy bien articulada que denota la separación entre áreas íntimas y áreas sociales, de servicio y servidas, o su sensata adaptación a la topografía. Aquí, más allá de estar en presencia de lo que Juan Pedro Posani calificaría como un supuesto “eclecticismo instrumental” o del aprovechamiento de una oportunidad que “permitió a sus autores desahogar, concretándola en hechos materiales, la carga formal que inevitablemente arrastraban”, se encierra rigor constructivo, manejo sensible de la plasticidad que aportan los elementos arquitectónicos y los materiales utilizados (ladrillo en los cerramientos, concreto en la estructura y acero en las cubiertas), sapiencia en el manejo del espacio, la luz, la sombra y la ventilación, equilibrio entre llenos y vacíos, y sobre todo una correcta adecuación al lugar producto de una atenta lectura tanto de las variables urbanas como de la orientación, determinantes a las que debe someterse el programa.


Es quizá Villanueva quien acompaña a la distancia el tino con que son manejados los criterios constructivos, estructurales y geométricos que respaldan la concepción de la casa. Así, vemos como no existe ningún temor en utilizar el concreto trabajado de diferentes maneras para sostener y caracterizar cada uno de los cuerpos que la conforman, dando pie, a pesar de la pequeña escala del edificio, a una particular exploración en tres tiempos. La primera se observa en el volumen prácticamente cúbico que contiene las habitaciones, cuya lectura es la de una caja suspendida sobre pilotis, donde su estructura aporticada cruciforme permite liberar las esquinas, llegándose a salvar luces importantes, con la colaboración de todos los elementos participantes, en pro del acoplamiento modular de las partes que lo integran, lográndose así convertir la planta baja en un confortable estacionamiento (omnipresente ante la discreción de los accesos peatonales). La segunda aparece en la pieza que alberga las áreas sociales y de servicios donde, por el contrario, se busca la generación de un contenedor prismático, sin columnas intermedias, que vuela hacia la calle, interesado en proveer internamente la mayor flexibilidad posible para los usos que así lo requieran, dando cabida en los niveles superiores a una rica integración espacial gobernada por la cubierta. Y la tercera a través del tanque de agua, elemento vertical que anima con su presencia el jardín posterior de la casa, convirtiéndose en la oportunidad de resolver, con la esbeltez como requisito, la suspensión en el aire mediante tres apoyos del cilindro que contiene el vital líquido en un alarde de transgresión a las leyes de la gravedad.

Las cubiertas y las escaleras son también temas de interés que aquí conviene repasar. Las primeras porque a pesar de su condición ligera asociada a la aparición del metal como material constitutivo, ocultan hacia el exterior su verdadera forma y esencia, revelándose hacia el interior como facilitadoras en la captación de la luz cenital, variando su dimensión y comportamiento de acuerdo a las características de los espacios que techen: a cuatro aguas para cada una de las habitaciones y ambientes que conforman el modulado volumen cúbico, o continua e integradora para las áreas sociales. Las segundas (las escaleras) por su diversidad y la escrupulosidad con que son manejadas para proveer la mayor independencia funcional entre las partes.
Tras el diseño de la quinta Goya quizás sea posible encontrar un cierto paralelismo entre la manera como Mies van der Rohe concebía la arquitectura por la preeminencia que se ha dado al hecho constructivo, desconociendo el valor de los aspectos formales, liberando, como señala el maestro alemán, “el arte de construir de las especulaciones estéticas restituyéndolo a aquello que exclusivamente es: construir”.
Si, como señala el maestro alemán, “Construcción es lo que se necesita para sostener una cosa. (…) Estructura es el entendimiento de la construcción. (…) La estructura es el valor espiritual, la construcción es sólo un método. (…) Esta confusión de palabras es la que hace que mucha gente no me comprenda. (…) Hay que repetirlo: estructura es un valor espiritual y construcción un método”, valdría la pena especular si, al igual que en la obra miesiana, en la de Hernández y Becerra es rigurosamente cierto que la forma arquitectónica no es un objetivo sino sólo el resultado de un proceso, o si, por el contrario, siempre terminan aflorando al momento de tomar decisiones trascendentes resabios de una educación circunscrita a los cánones tradicionales.
Los 575 m2 de construcción de la quinta Goya distribuidos en tres niveles, se adaptan muy bien a la topografía del terreno de 760 m2 donde se ubica. En el primer nivel, donde se produce el acceso, se localiza el área de estacionamiento así como los cuartos de servicio y áreas de mantenimiento de la vivienda. En el segundo se ubican las áreas sociales y a través de ellas se accede al jardín que se encuentra en la parte posterior. Finalmente, en el tercer piso se encuentran todas las habitaciones y áreas privadas de la familia.
Esta obra, que a su manera se comporta como un pequeño laboratorio estructural, y que sería exagerado vincular al concepto de sistema de edificaciones que Hernández y Becerra desarrollarán posteriormente, sí revela una sensibilidad ante el uso de la forma y los materiales que se hace evidente al observar el tratamiento volumétrico que el equipo de Diseño en Avance imprime a la Unidad Vecinal 7-8 de la Urbanización Caricuao (Caracas). Si por otro lado quisiéramos dar un salto más hacia adelante bastaría con citar de nuevo a Mies: “La arquitectura comienza poniendo dos ladrillos uno junto al otro. ‘Con mucho cuidado’. Un alumno me preguntó: ¿Cómo aprendió entonces tanto del acero? – Poniendo un ladrillo al lado del otro ‘con mucho cuidado’”.

La quinta “Goya”, que aún hoy se presenta dentro del entorno urbano al que pertenece como una pieza sobria, plenamente moderna, que se adapta correctamente al contexto, tuvo desde su construcción hasta finales del año 2014 un mismo propietario y habitante, quien no sólo dotó a los arquitectos del programa que les permitió desarrollarla, sino que fue el responsable (junto a la selección de los nobles materiales que la constituyen) de su excelente mantenimiento e inmejorable aspecto. Tras su fallecimiento en la más absoluta soledad y dada la presión que sin duda ejercerán los cambios de usos que se vienen produciendo en su entorno, sigue planeando sobre ella el destino incierto que ha acompañado buena parte de nuestro patrimonio moderno.
Nota
Con el de hoy, como señalamos al inicio de la reseña, ya son 300 envíos semanales de nuestra postal desde el martes 1 de marzo de 2016 cuando lo hiciéramos por primera vez. El 6 de marzo comenzamos a hacerlo cada domingo y desde el 30 de octubre de aquel año, habiendo llegado al número 36, la postal, ahora comentada, se constituyó en elemento indisoluble del Contacto FAC que ese día salía a la luz.
Es decir, ya son más de 6 años ininterrumpidos y contando. Salud de por medio seguiremos, en lo posible, superándonos.
ACA
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Postal, 1, 2, 3 y 4. Mariano Goldberg. Guía de edificaciones contemporáneas en Venezuela. Caracas. Parte 1, 1980

La Fundación Instituto de Ingeniería para Investigación y Desarrollo Tecnológico (FIIIDT), tradicionalmente conocida como el “Instituto de Ingeniería”, es una fundación del Estado Venezolano creada por decreto en 1980 adscrita entonces al Ministerio de Fomento y hoy al Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología. Inició efectivamente sus operaciones en 1982, buscando asumir el elevado reto de ser el “Brazo tecnológico del Estado Venezolano”.
La auspiciosa aparición de esta institución permitió que se ofreciese como centro modelo de generación y transferencia de tecnología a la industria pública y privada venezolana, cosa que logró con gran éxito durante los primeros años de su puesta en funcionamiento, gracias a la conformación de un equipo de trabajo que compartía una visión tendiente a poner en contacto y hacer colaborar las diferentes disciplinas y actores que intervienen en el proceso del diseño industrial de una amplia y variada gama de objetos.
No es sino hasta 1989 con la aparición dentro de su estructura organizativa de la Unidad de Diseño (incorporada al Centro de Ingeniería Mecánica), que empieza a llenarse un vacío existente en el país correspondiente a la creación, adaptación u optimización de piezas y productos industriales. La incorporación en dicho proceso de avanzados equipos de computación que apoyaban casi en un 100% la elaboración de modelos teóricos y de un taller con una completa maquinaria que facilitaba la realización de ajustados prototipos y series cortas de objetos, permitieron a la Unidad cubrir la totalidad de los aspectos que se encuentran involucrados en el diseño industrial abriendo la posibilidad de brindar asesoría y servicios adicionales tales como: elaboración de planos, adaptación de programas CAD a la industria, cursos en el área CAD/CAE o análisis y estudio del comportamiento dinámico y estático de piezas en el computador. El autofinanciamiento, vale la pena recalcarlo, se encontraba detrás de todos los esfuerzos desarrollados por la institución en ofrecer servicios pese a ser un ente público. Ya para 1992 el Instituto y en particular su Unidad de Diseño, permitía lucir como logros visibles, entre otros, desde carcasas para contener circuitos electrónicos hasta un cortador industrial de papas, pasando por la mejora del diseño del cartón de huevos que en aquel momento se destinaban a la exportación o la optimización de piezas dentro de la maquinaria de determinadas empresas.
Pues bien, aquella entidad que empezó a convertirse en referencia desde un apartado rincón de Sartenejas, que operaba en edificaciones un tanto improvisadas, decidió ampliar y complementar sus instalaciones encargándole al Instituto para el Desarrollo Experimental de la Construcción -IDEC-, a través de la empresa TECNIDEC, S.A., el diseño y realización del edificio, para lo cual se conformó un equipo liderado por Henrique Hernández e integrado por Alejandro Galbe, Cristina Echeverría y Luis Marcano, con la participación de Sonia Cedres de Bello en la programación. Buscaba obtener una imagen edificada a tono con sus características y no fue para nada defraudada.
De tal manera, no dudó el equipo del IDEC en aprovechar la oportunidad para demostrar otra de las posibilidades que ofrecía el Sistema Estructural Metálico Apernado (SIEMA) que ya había sido utilizado con notable éxito entre 1983 y 1988 en la Sede del Banco del Libro de Altamira (ver Contacto FAC nº 57 del 10-12-2017).
Siendo un sistema constructivo abierto, basado en el ensamblaje en obra de componentes estandarizados producidos industrialmente, económico, versátil, de fácil montaje, ligero y flexible el SIEMA, cuya denominación definitiva es adoptada en 1983, representa a cabalidad las más amplias aspiraciones de quiene dirigían el IDEC. Según se desprende de su catálogo (http://www.fau.ucv.ve/idec/pdf/propuestasidec.pdf), “está conformado por una armazón articulada de acero: cerchas apernadas a las columnas, losas de concreto vaciadas en sitio y arriostramientos diagonales. Columnas: perfiles de acero tubulares de sección cuadrada para uno, dos y tres pisos. Cerchas principales de entrepiso y techo: fabricadas con perfiles angulares normalizados y cabillas lisas de especificaciones SIDOR. Cubren luces de 7.20, 4.80, 3.60 y 2.40 m. Cerchas secundarias: similares a las anteriores. Cubren luces de 3.60 y 2.40 m. Losas de entrepiso y techo: concreto armado vaciado en sitio sobre lámina de acero galvanizado como encofrado no colaborante. Las losas cubren luces de 3.60 y 2.40 m. Tirantes diagonales: colocados según requerimientos del análisis sísmico. Admite una variada gama de cerramientos internos y externos cielorrasos y acabados con materiales y componentes existentes en el mercado de acuerdo a los requerimientos funcionales, estéticos y ambientales: vidrio, aluminio, mampostería convencional, prefabricados de concreto, laminados plásticos, cartón-yeso, madera, etc. Las instalaciones eléctricas, sanitarias, mecánicas y de gas, pueden ser colocadas a la vista o embutidas en la tabiquería. Las tuberías pueden distribuirse a través de las cerchas y colgarse de las losas. Las escaleras están conformadas por componentes metálicos fijados a la estructura. Los escalones se producen por vaciado de concreto o granito sobre encofrado resistente de lámina metálica doblada. El peso de la estructura metálica de SIEMA, excluyendo la losa, es de 24 Kg./m2, cifra 20 % inferior al peso de una estructura convencional de acero no racionalizada”.

El partido seguido para componer el edificio de 4.000 m2 del Instituto de Ingeniería, solicitado para ser diseñado y puesto en funcionamiento en 11 meses (ya que su financiamiento se encontraba amarrado a un convenio internacional), buscó tomar en cuenta el fresco clima, condiciones topográficas e inmejorables condiciones ambientales del lugar donde se ubicó, dando como resultado una elegante pieza horizontal muy bien proporcionada, envuelta por superficies acristaladas, posada ligeramente sobre el suelo, que pone al descubierto toda su armazón estructural y explota al máximo la relación interior-exterior recordando la estética de Mies van der Rohe.
Como ya señaláramos en su momento, a partir de 1991 el SIEMA se comercializa y se utiliza ese mismo año para la construcción de un edificio de laboratorios de la Procter & Gamble en La Yaguara (Caracas), proyecto del arquitecto Pablo Lasala, para luego servir de soporte (tras la firma de un contrato de Licencia con la empresa CORYLUM C.A.) para contener la sede del Grupo CORIMON en la Zona Industrial de Valencia, estado Carabobo (hoy ocupado por PEQUIVEN), del arquitecto Servio Tulio Ferrer y, después, el núcleo de Maturín de la UCV del arquitecto Nelson Rodríguez. Hasta la fecha no ha sido utilizado para resolver edificios de vivienda y se ofrece como idóneo para “oficinas, edificaciones educacionales, centros asistenciales, servicios comunales, servicios de apoyo industrial, laboratorios y pequeñas y medianas industrias”.

Por su parte, el Instituto de Ingeniería inserto dentro del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, de acuerdo a la información contenida en su portal http://www.fii.gob.ve/ “desarrolla proyectos en cinco grandes disciplinas: Ingeniería Mecánica, Tecnología de Materiales, Geomática, Ingeniería Eléctrica y Sistemas, Seguridad Informática y Certificación Electrónica”. Sin embargo perdió la frescura que asomaba a finales del siglo XX convirtiéndose en un ente fundamentalmente burocrático. Por tanto, ha mermado en su loable afán por “realizar actividades de investigación aplicada, desarrollo tecnológico, asesoría técnica y servicios especializados en diversos campos de la ingeniería, para promover la evolución del aparato productivo nacional, asegurar la transferencia y apropiación tecnológica local o adquirida, y potenciar las capacidades de gestión del sector público”, mostrando muy pocos logros y realizaciones que permitan vislumbrar niveles importantes de superación de la dependencia de la tecnología foránea.
ACA
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Todas. Colección Crono Arquitectura Venezuela

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PABELLON DE VENEZUELA EXPO ’92 SEVILLA.
Una aplicación de estructuras transformables
IDEC – FAU – UCV
Ana Isabel Loreto (coord.)
Corporación Venezolana de Guayana y sus Empresas Filiales (patrocinador)
Altair Publicidad (promotor)
1993
La posibilidad de ejecutar el proyecto ganador del concurso para el Pabellón de Venezuela en ExpoSevilla’92 permitió a los arquitectos Henrique Hernández, Ralph Erminy y Marcel Erminy y su equipo, donde destacan en el diseño estructural Waclaw Zalewski y Carlos Henrique Hernández, experimentar dentro de la línea de investigación sobre estructuras transformables desarrollada en el IDEC, contando en este caso con el aluminio como material fundamental. También representó una importante oportunidad para poner en evidencia las capacidades profesionales e industriales existentes en el país a la hora de realizar una obra de gran significación y trascendencia. En tal sentido se destaca, por una parte, la capacidad de la arquitectura venezolana al proponer una edificación atractiva y funcional integradora de proposiciones plásticas con gran impacto innovador. Por la otra, el aporte a la ingeniería estructural en la realización de la estructura transformable más grande del mundo para el momento. La publicación que hoy nos ocupa recoge en una impecable edición los resultados de esta histórica experiencia.
El concurso del que surgió la selección de los proyectistas del Pabellón, cuyo veredicto se dio a conocer el 25 de junio de 1990, fue convocado por invitación, solicitándose al jurado integrado por los arquitectos Tomás José Sanabria (Presidente), Pablo Lasala, Emile Vestuti, Henrique Vera y Juan Pedro Posani (Curador), la escogencia de un solo ganador. Las dificultades que debió afrontar el grupo evaluador dada la calidad de las ochos propuestas presentadas por Domingo Álvarez, Jorge Castillo, Gorka Dorronsoro, Enrique Larrañaga, Juan Carlos Parilli, Jesús Tenreiro, Oscar Tenreiro y Henrique Hernández, lo llevó a destacar de forma enfática, dado el mérito e incluso brillantez de la mayoría de ellas, “la seriedad, la dedicación y el alto grado de profesionalismo de todos los participantes que califican muy bien el desempeño actual de la arquitectura de nuestro país”. La verdad es que pocas veces se ha contado con un ramillete de participantes y un jurado del nivel que este concurso mostró a lo largo de la ya larga historia de certámenes organizados en Venezuela.
Así, seleccionado Henrique Hernández como ganador y desatada la natural polémica que prosigue al veredicto de cualquier concurso, aderezada por características de la idea presentada, que según Juan Pedro Posani (en artículo aparecido en Economía HOY el sábado 21 de julio de 1990) reunió “la realidad en oposición y negación de los esquemas prefabricados” donde “si bien es indiscutible la vertiente tecno-racionalista en la cual se ubica su propuesta, también es evidente el alto contenido poético y lírico de sus aspectos más resaltantes”, el proyecto fue desarrollado y posteriormente trasladado a Sevilla pieza a pieza para luego ser levantado de manera espectacular en pocas horas convirtiéndose ello y su definitiva realización en todo un espectáculo.

Pues bien, de todo el proceso de conceptualización, diseño y construcción del Pabellón, y su inserción en una clara línea de investigación dentro del IDEC dedicada a la concepción y desarrollo de estructuras transformables, cuya característica principal es su capacidad de plegarse y desplegarse, trata esta publicación, cuidadosamente realizada bajo la coordinación de Ana Isabel Loreto e impresa por Ex-Libris.
Contiene el libro, de tapa dura, papel glasé, bilingüe, formato casi cuadrado (24 x 25 cms.), de 96 páginas en español y 18 en inglés (únicamente los textos), una “Presentación” a cargo de Leopoldo Sucre Figarella (Presidente de la CVG), un “Prólogo” de Luis F. Marcano González, una “Introducción” de Juan Pedro Posani, y una serie de “Comentarios” que abarcan diferentes facetas de Henrique Hernández, Waclaw Zalewski, Félix Escrig, Carlos Henrique Hernández, Luis Marcano González, Efraín González, Ralph Erminy y Carlos Cruz Diez, finalizando con la “Descripción del proyecto” para llegar a los ya mencionados “Textos en inglés”.


Sin duda la parte más sustanciosa del libro la constituye la “Descripción del proyecto” donde el texto, elaborado por Ana Loreto con la colaboración de Henrique Hernández, Ralph Erminy, Carlos Cruz-Diez, Carlos H. Hernández y Manuel Landaeta, se pasea de forma precisa por la ubicación del Pabellón dentro de la línea de investigación que dentro del IDEC representa, por las variables tomadas en cuenta desde el punto de vista compositivo, funcional y formal, y por proveer la mayor información posible acerca de sus dimensiones, áreas que lo conforman (la plaza y sus 36 mástiles de 19.9 mts. de altura que definen virtualmente un cubo y el edificio propiamente dicho con la sala audiovisual como espacio dominante, la sala de exposiciones y los servicios conexos), hasta llegar a sus dos más importantes logros: la incorporación de la luz y su manejo potenciada por las intervenciones cromáticas que Carlos Cruz-Diez propone tanto para el interior como para el exterior como una clara muestra de la “integración de las artes”; y la resolución a nivel tanto general como de detalles de su construcción como estructura transformable en aluminio, yendo desde el grupo de elementos que lo conforman (todos pensados como si de armar un mecano se tratara) hasta el proceso que se siguió para su elaboración en las plantas donde se transformó la materia prima proveniente de VENALUM y ALCASA, su almacenamiento y traslado y, sobre todo, la rapidez con que pudo levantarse, cerrarse y concluirse a nivel de acabados, una vez que todos los componentes llegaron al sitio que le correspondió dentro de la Expo de Sevilla.


Pero si la descripción escrita tiene un importante peso más aún lo tienen las imágenes, todo un deleite para los ojos, constituidas por una selección de magníficas fotos (aportadas por Marcel Erminy, Carlos Henrique Hernández, Pepe Nieto y la empresa VENALUM) y nítidos dibujos conceptuales y técnicos, sin los cuales no sería posible comprender a cabalidad una obra de estas características que, vista a distancia y con la debida objetividad, ha marcado un hito en el desarrollo reciente de nuestra arquitectura.
Se trata, en resumen, de una publicación que, si bien pone de relieve una edificación de marcado carácter tecnológico, circunscrita a una forma de concebir y hacer de la construcción y su control total los garantes de soluciones integrales a la que importa poco si se le considera como “arquitectura”, está salpicada en cada página que la conforma de buen diseño y material invalorable. Eran años en los que Venezuela logró ubicarse, gracias al Pabellón que la representó en Sevilla, a la cabeza en el manejo del aluminio, material que representaba al moderno mundo industrial, a nivel planetario. Muestra de una arquitectura que, pese a no proponérselo, encierra múltiples y sugerentes mensajes vinculados a nuestra identidad.
ACA
Todas las imágenes proceden del libro comentado

Aceras y Brocales. Una página para debatir el hábitat, cuya primera aparición en la sección “La Vida” dentro del diario Últimas Noticias data del 22 de septiembre de 2005 (y que hemos elegido para ilustrar nuestra postal del día de hoy), se convierte por muchas razones en clara muestra de los avatares que han acompañado estos 20 años de gobierno “revolucionario”.
Para empezar sería bueno señalar cómo en su estreno, a través del texto “¿Qué es Aceras y Brocales?” se declara, transcurridos seis años de que Chávez asumiese el poder, la imposibilidad de que “… la gran tarea, convocada por este proceso revolucionario, de ordenar el territorio, dar calidad de vida a las ciudades, rescatar el valor primordial de la vivienda” pueda emprenderse, “sin que los arquitectos, ingenieros, estudiantes y el pueblo participen en ella con ideas, crítica e imaginación creativa”. Quedaba asentada así por un lado la “militancia” ideológica de los cuatro arquitectos responsables de la página (Juan Pedro Posani, Henrique Hernández, Alfredo Roffé y Alejandro López, los dos primeros distinguidos con el Premio Nacional), su condición de arquitectos “comprometidos”, esperanzados en que el futuro (que ya estaba transcurriendo) depararía mejores resultados a los vividos hasta el momento y algo que a la larga se perderá definitivamente: la convocatoria y amplia participación a un proceso necesitado de ideas e imaginación pero sobre todo de crítica.
En segundo lugar, la nota antes señalada también anunciaba el interés de contraponerse y provocar a lo que podría considerarse con el statu quo y a la vez demarcar un territorio que ya el titulo de “Aceras y Brocales” atisbaba. Es decir, la propia selección del nombre “… es, en más de un sentido, sarcástico, porque, de manera excesiva, va en contra de una concepción elitesca, sifrina, hermética, de la actividad del arquitecto. Y para exagerar le pusimos, (…) lo más balurdo, ordinario e inconveniente (…) con toda intención e ironía, para quitarnos esa imagen arrogante y esnobista del arquitecto, que manejando un lenguaje esotérico e inaccesible se dedica a algo que los comunes mortales no pueden comprender en profundidad.”
En tercer lugar, los editores de Aceras y Brocales exponían que les interesaba “hablar sencillamente de cosas serias relacionadas con el acto eterno y hermoso de construir”, colocando siempre a la ciudad, el ambiente y sobre todo la vivienda como ejes temáticos fundamentales.
Con toda esta carga implícita transcurrió la primera y más fructífera etapa de la página, que podríamos decir abarcó hasta el 31 de enero de 2008 (nº 121), momento en el que sale misteriosa y repentinamente de la redacción Posani por razones que luego se develarían y que nos pondrían frente a los derroteros autoritarios e intolerantes a la crítica que siempre han acompañado a los que nos gobiernan desde 1999.
Posani, quien seguramente corría con la mayor carga a la hora de elaborar los textos que aparecían en la página, ya para entonces fundador y primer director del recién creado Museo de Arquitectura (MUSARQ), proyecto por el cual siempre luchó, nunca dejó de poner en práctica el espíritu crítico que todo genuino militante de izquierda debe profesar, pensando ingenuamente que ello no traería consecuencias. Así, en un texto seguramente escrito por él titulado “Algunas explicaciones necesarias” (aparecido en el nº 122), se señala: “Hemos recibido algunas observaciones oficiosas al contenido de esta página que precisan unas explicaciones. Nos interesa sobremanera el éxito de este ensayo revolucionario que ya ha transformado a Venezuela y que debería transformarla aun más hasta llegar a convertirla en el país que todos los ciudadanos progresistas y moralmente sanos deseamos. Para ser coherentes con ello, estamos convencidos de que un instrumento absolutamente pertinente y necesario es el ejercicio de la crítica y la autocrítica. Creemos que la modestísima labor realizada por el colectivo de esta página, durante los cortos años de su existencia, es justamente eso: el ejercicio de la crítica constructiva, dirigida a señalar errores y a plantear soluciones, conjuntamente con destacar los éxitos y aciertos.
Pero se nos dice que nuestro estilo es demasiado agresivo y descalificador, se nos reprochan algunos adjetivos y un supuesto desequilibrio en las afirmaciones que hemos venido haciendo sobre el sector de la vivienda y el hábitat, que ha sido para nosotros un tema privilegiado. Si se nos señalaran razonadamente, estamos muy dispuestos a reconocer nuestros posibles excesos. Tal vez sirva como explicación la angustia ante las metas no logradas, las afirmaciones equivocadas y los errores evidentes cometidos durante el período revolucionario que comenzó en 1999. Quedan firmes los hechos a los cuales nos hemos referido: el sector vivienda es uno de los sectores públicos con el cual se han cosechados menos éxitos y donde se concentran muchas críticas. ¿Deberíamos callarnos frente a las evidencias porque con ello se le hace el juego a los adversarios? (‘¿por qué no te callas’ les recuerda algo?)”. Y cierra con esto: “Todo lo anterior viene a cuento porque a partir de esta semana se retira uno de los compañeros que han escrito en estas páginas. La razón es parte de una realidad pesada y compleja con múltiples interpretaciones. Una de ellas es que nos falta mucho para aplicar correctamente la muy actual consigna del Presidente, la de las tres R. Y esto va directo a quien le toca: a las autoridades revolucionarias que deben aprender a tolerar las críticas, a convertirlas en aprendizaje y a no dejarse llevar por tentaciones retrógradas. En ello nos jugamos el destino del nuevo socialismo del siglo XXI, que queremos verdaderamente democrático y no una mala repetición de las prácticas cuartorrepublicanas”. Todo un testimonio absolutamente premonitorio a la luz de lo que hoy vivimos.
Como complemento, en el nº 124 del 21 de febrero de 2011 aparece en “Explicando las explicaciones” lo siguiente acerca de la salida de Posani: “… hay autoridades que todavía son incapaces de admitir críticas, de discutir y razonar para aceptarlas o rechazarlas, en aras del proceso revolucionario. Este es un momento en que el manejo de la crítica –quien la hace y quien la recibe– es especialmente delicado y exige una seria revisión para evitar la intolerancia disfrazada de disciplina revolucionaria. Puesto en la disyuntiva de tener que salir del Museo de Arquitectura o retractarse de su posición crítica, ha escogido una vía intermedia. Ni un extremo ni el otro. Por eso simplemente se ha retirado, esperamos que temporalmente, del grupo redactor de Aceras y Brocales. Por lo demás, sigue siendo nuestro gran amigo y un revolucionario contumaz.”
Pese a este incidente, lo que pudo haberse traducido en una actitud solidaria de renuncia por parte del resto del equipo de redacción trocó, quizás con la intención de no perder un espacio que se creía importante, en una paulatina autocensura que fue invadiendo poco a poco la página.
Muy probablemente Posani siguió “tras bastidores” escribiendo durante un tiempo buena parte de los textos de Aceras y Brocales pero la actitud crítica languideció. Más adelante, la página sufre otra dura pérdida: muere Henrique Hernández el 8 de marzo de 2009 apareciendo como parte del equipo editor hasta el nº 176 del 12-3-2009. A ello seguirá el deceso en diciembre de 2011 de Alfredo Roffé siendo el último número en que está su firma el 303 del 22 de aquel mes.
Este proceso paulatino de pérdida de fuerza hacen que la página, aún hoy bajo la sola responsabilidad de Alejandro López (quien en 2018 sustituirá a Posani en la dirección general del MUSARQ), vaya apagándose hasta convertirse, a pesar de haber transcurrido en total casi 14 años, en un remedo de lo que fue, de donde se debe rescatar el esfuerzo por crear un blog que contiene todos los números del 1 al 453 del 8 de enero de 2015, cuya consulta permite un estudio más minucioso que el comprendido en esta nota. En resumen, Aceras y Brocales ha perdido poco a poco su periodicidad (hay que recordar que la página se publicaba, al menos hasta el nº 453, todos los jueves) y reaparece sin solución de continuidad dando cabida a otras voces, acompañando así la creciente conversión del diario que siempre la ha alojado en órgano de propaganda y divulgación complaciente del régimen.
ACA