Hacienda La Trinidad Parque Cultural. Secadero 2, Caracas
Fragmento de texto elaborado por Enrique Larrañaga.
Desde la primera edición del ensayo “La ciudad de las columnas” en 1970, las palabras escritas de Alejo Carpentier se acompañan de frases visuales de Paolo Gasparini, realizadas entre 1961 y 1963, y, en alguna posterior, algunas hechas entre 1970 y 1972. Todas estas voces interactúan imbricadamente, reverberando unas en otras, incorporando lo que la contraparte sugiere para traslucir mundos complementarios. Mientras Carpentier escribe sobre ‘la ciudad de las columnas’, Gasparini describe ‘las columnas de la ciudad’, lo que la sustenta y enuncia: territorio, luces, edificaciones, espacios, tiempos y habitantes. estas fotografías evidencian los soportes que, desde su memoria, determinan sus tiempos y, al hacerlo, los de su contraparte, el espacio y, en él, el de los seres que lo habitan y las actividades que realizan.
En la serie de 1960-1963 Paolo explora un lugar cuyos contrastes de luces, escalas, formas, transparencias, todas columnas territoriales y edificadas admira con la pasión de un amante descubriendo el cuerpo que acaricia.
En la serie de 1970 y 1972 celebra, con la columna de la ciudad que es su gente, la vigencia de esa otra columna, la calle, en tiempos ya difíciles, en los que sólo abundan sol, sombras y una esperanza que sigue enarbolando.
Con una paleta cromática casi trágica, las obras de 1994 atestiguan la persistencia de otras columnas urbanas y humanas: rejas como metonimias de las cornisas de la catedral; faros de un carro en sí mismo languideciente, contra rejas bloqueadas y zócalos resquebrajados; luces que, atravesando un medio punto, acarician el interior para trocar en calma la furia exterior (…) sombras corriendo hacia el punto de fuga y certificando figuras, vistas y proyectadas, que entrelazan las columnas de la ciudad con las memorias que las sustentan.
Así, tres capítulos distintos, pero igualmente acuciosos, interrogan la ciudad a través del escrutinio de sus columnas territoriales, espaciales, edificadas y temporales, con precisión que nos sumerge en las imágenes, haciéndonos parte de ellas a través de los rigurosos pero nunca rígidos encuadres, valoraciones, enfoques, contrastes que sabe y nos hace mirar Paolo Gasparini. Son estas series, todas, más serenas que otros registros urbanos del autor. quizá porque cuentan una historia de amor, con el encuadre como seducción y el obturador como consumación.
… que en 2011 abrió sus puertas al público en Baruta la Hacienda La Trinidad Parque Cultural?
1. Foto tomada en los años 1940 que muestra el lugar en el que durante el siglo XVI se asentó la encomienda de Alonso Andrea de Ledesma en tierras de Baruta y donde luego se ubicaría la Hacienda La Trinidad.
De acuerdo a lo que hemos podido recoger de Wikipedia, si nos remontamos al periodo de la conquista del valle de Caracas y sus alrededores, encontramos que el fundador de Santiago de León, Diego de Losada, “otorgó en encomienda a Alonso Andrea de Ledesma, por título fechado el 12 de marzo de 1568, al rey Baruta, su tribu y sus tierras”. Por otra parte, se reseña que Baruta, “cacique Mariche, hijo del cacique Guaicaipuro y de Urquia”, cuyo nombre deriva de la denominación dada por los mariches al jabillo, “formó parte de la coalición que en el siglo XVI luchó contra los colonizadores castellanos, dirigida por su propio padre y posteriormente por el cacique Tamanaco”.
Tras ser otorgada la encomienda a Andrea de Ledesma, se manejan dos versiones con relación a la reacción que Baruta y su pueblo asumieron ante el hecho. Según una de ellas, el cacique y dos mil indios de su tribu “presentaron batalla y fueron aniquilados; la otra (la más difundida) afirma que … decidió aceptar pacíficamente la presencia de los castellanos, que habrían respetado su autoridad y sus tradiciones y cooperado con él, enseñándoles nuevas técnicas ganaderas y de cultivos”.
2. Centro urbano antiguo de Baruta, autor desconocido. Caracas, 1620.
Lo cierto es que, una vez fallecido el líder indígena, no será sino hasta el 19 de agosto de 1620, cuando “el Gobernador Francisco de la Hoz Berrio y Oruña fundó Baruta, con el nombre de San Francisco de Paula. Los textos hacen referencia expresa a la villa de Baruta como pueblo de indios en la consagración de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Baruta el 14 de julio de 1655”.
Pues bien, ya en plena época de la Colonia, en las tierras fértiles del valle ubicado al este de la villa (donde Andrea de Ledesma había situado el primer hato), se establece “una de las haciendas más antiguas del país” que inicialmente llevará por nombre el de “San Pedro y San Pablo” y posteriormente el de “La Trinidad”. Destinada en sus inicios durante el siglo XVIII al cultivo de café y caña de azúcar, se sabe que poco antes de la creación de la Capitanía General de Venezuela fue propiedad del sacerdote Ignacio Rengifo Pimentel quien en 1740 (aunque otros lo datan en 1759) encargó la construcción, por un lado, de un trapiche para procesar caña de azúcar; producir melaza y papelón “en cuyas paredes mandó a grabar imágenes religiosas” y, por el otro, de la casa colonial.
3. Terrenos urbanizados de La Trinidad y Sorocaima antiguamente ocupados por la Hacienda La Trinidad (c.1960)
De acuerdo a la historia elaborada por IAM Venezuela (https://iamvenezuela.com/2016/08/hacienda-la-trinidad/), “a comienzos del siglo XIX, la hacienda es adquirida por la familia Vegas, quienes la venden, en 1919, al Dr. Rafael González Rincones. El Dr. González mantuvo las siembras de caña de azúcar y café hasta 1945, fecha en que decidió producir tabaco”. Fue así que ordenó la construcción de siete cubos de aproximadamente 8 metros de arista, que funcionarían como secaderos de ristras de tabaco, al arquitecto Bastianini. “Luego, decide vender la mayor parte de los terrenos de la hacienda para construir la ‘ciudad satélite’ de Caracas, llamada La Trinidad”.
4. Lugar donde hoy se asienta la Hacienda La Trinidad Parque Cultural a comienzos de los años 1960.5. Casa El Trapiche. Cornelis Zitman. 1965
1964 es el año en que al escultor holandés residenciado en Venezuela, Cornelis Zitman emprende la búsqueda de un lugar para construir su vivienda y montar su taller de trabajo lo que lo lleva a adquirir en 1965 los restos del trapiche casi en ruinas de la hacienda La Trinidad del que solo se encontraba en pie la chimenea, cuatro muros y una rueda hidráulica. Zitman para resolver su casa-taller que bautizará como “El Trapiche”, se acopla a las ruinas del antiguo molino los cuales aprovecha para ir labrando, cuan escultor que era, su refugio íntimo mediante toda una aventura constructiva de carácter progresivo. Como señala el Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano (IPC, 2007): la casa “está bordeada por corredores que permiten acceso al dormitorio principal, estudio de escultura, taller de dibujo, lavandero y dos dormitorios. El lugar donde se encuentra la rueda del trapiche, al lado este de uno de los patios, alberga la biblioteca, la sala de exhibición, el estar, y el cuarto de trabajo, en un nivel superior al resto de la vivienda”.
6. Ubicación del la Hacienda La Trinidad Parque Cultural en la urbanización Sorocaima (izquierda) y señalamiento del acceso desde la calle Rafael Rangel Sur (derecha).
Afortunadamente, gracias a la cuidadosa intervención de Zitman, el resto del terreno de lo que quedó de la hacienda La Trinidad, ubicado en la calle Rafael Rangel Sur, urbanización Sorocaima, de aproximadamente 15.000 m2 (1,5 há), en que se encontraban la antigua casa (utilizada como residencia hasta 2001) y los siete cubos que constituían los secaderos para las hojas de tabaco, fue preservado y declarado en 2005 como Bien de Interés Cultural del Municipio de Baruta por parte del Instituto de Patrimonio Cultural (IPC). En 2012 ya bajo el nombre de Hacienda La Trinidad Parque Cultural, asociación civil sin fines de lucro (https://haciendalatrinidad.org), fueron renovadas las construcciones bajo la tutela del IPC para preservar y disponer en ellas actividades como galerías de arte y fotografía, tiendas de artesanía, librería, talleres, restaurante y cafés. Así mismo, se llevó adelante un plan integral de paisajismo para las áreas exteriores que incorporó altos árboles centenarios que protegían los cultivos, convirtiéndose el conjunto casi de inmediato en un punto de referencia en lo que a recreación y eventos culturales dentro de la ciudad se refiere.
Un recorrido por el parque cultural permite apreciar desde el acceso por el norte los siete secaderos, luego, hacia el sur, se encuentra la “casa vieja”, que sirve de museo y, justo al frente, está la casa Zitman que permanece habitada por la familia y no está abierta al público.
7. Los secaderos.
En cuanto a las características de cada una de las edificaciones públicas cabe señalar, tal y como se apunta en la página de IAM Venezuela, que “los siete secaderos poseen muros portantes de ladrillo a la vista, reforzados con machones de concreto armado en las esquinas, y techos a dos aguas de madera y cubiertos de teja”. Aunque originalmente, eran prismas macizos, en 2012 “cada secadero fue intervenido con la apertura de vanos de ventanas, así como con la construcción de marquesinas de madera y tejas sobre los accesos y mezzaninas en su interior”.
8. La antigua casa colonial.
La antigua casa colonial de la hacienda (también llamada “la casa vieja”), ubicada como ya se dijo en la parte sur de la parcela, “presenta elementos constructivos propios de su tipología como corredores, pilastras, patios y cubiertas en pendiente con teja criolla. Por el lado oeste se vincula con la casa Zitman, por el este, con la larga crujía de la Caballeriza, que ha sido intervenida para alojar las oficinas del Parque Cultural”.
9. Diversas tomas de la Hacienda La Trinidad Parque Cultural en la actualidad.
La completa página de Hacienda La Trinidad Parque Cultural permite recoger, para cerrar, que la institución “gestiona directamente la Casa de Hacienda y el Secadero 3, así como también a través de todos y cada uno de los espacios que van conformando la programación que se va construyendo orgánicamente, porque es precisamente la suma de estas iniciativas las que contribuyen para ofrecer una programación global amplia, diversa y multidisciplinar. (…) Naturaleza, arquitectura, historia, salud, arte y gastronomía encuentran aquí un espacio de dinámica convergencia en pro del cultivo del cuerpo y del espíritu. Pues no hay mejor manera de preservar un patrimonio para las futuras generaciones, que mantenerlo vivo”.