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LA RED HOTELERA NACIONAL

1. Hotel Moruco. Corredor de acceso a las habitaciones que conecta con las áreas sociales

Hotel Moruco

Cuando Juan Pedro Posani dedica un capítulo de la segunda parte de Caracas a través de su arquitectura (1969) a lo que denominó “La arquitectura populista”, centra fundamentalmente su atención en la “quinta”, protagonista principal de las nuevas urbanizaciones caraqueñas, reconociendo en algunas de sus mejores soluciones el interés por recuperar los “elementos plásticos utilizados en defensa contra los elementos (sol y lluvia)” así como los valores permanentes de la arquitectura colonial que Carlos Raúl Villanueva precisó con tanto tino en “El sentido de nuestra arquitectura colonial” (1952). Posani tiene además en mente el ir delimitando lo que podría denominarse como “el ‘carácter’ nacional ” a partir, no sólo de la aproximación hecha por Villanueva a lo que se edificó en la Colonia, sino muy especialmente desde la arquitectura popular, fuente desde donde empezaban a nutrirse algunas experiencias realizadas en la Escuela de Arquitectura de la UCV y algunas casas proyectadas por Carbonell y Sanabria o por Fruto Vivas, señalando así un rumbo y búsqueda distintos al patentado a través del «cliché» que mostraban las viviendas unifamiliares diseñadas para la clase media de la capital. No obstante, tras hacer dicho reconocimiento, Posani no tiene dificultad en afirmar, muy a tono con una actitud que buscaba mas que “reconstruirnos un pasado” el de “inventarnos un futuro”:  “que si las intenciones eran básicamente sanas no puede decirse lo mismo de los resultados: la arquitectura populista se equivoca al tratar problemas actualísimos con medios pretéritos”.

2. Hotel Moruco. Vista exterior

Hecho el necesario preámbulo, luce muy acorde con los rasgos atribuidos a “la arquitectura populista” el sumar las experiencias que desde la CONAHOTU se emprendieron en Barinas y Mérida a través de los hoteles Llano Alto (ver Contacto FAC nº 44 del 10-09-2017) y Prado del Río (ver Contacto FAC nº 48 del 08-10-2017), respectivamente. Pero es el proyecto de Fruto Vivas para el hotel Moruco (1955-56) en Santo Domingo (Estado Mérida), el que sin dudas se apropia plenamente de tal calificativo. Aunque cuando Posani acuña el mencionado apelativo tiene en mente (entre otras obras) las casas que Vivas proyectó durante la década de los 50, es el Moruco el edificio público al que mejor le calza y, en consecuencia, no es casual que haya sido un hotel (lugar igualmente residencial) el que se haya prestado para ello.

3. Hotel Moruco. Conjunto

Así, el Moruco, a pesar de contar con 19 habitaciones dobles, una suite, un conjunto de tres dormitorios con baño central para ocho personas y adicionalmente con 6 cabañas (todos con los respectivos servicios de apoyo), ha sido tratado, justamente, como una casa grande, pero en este caso incluyéndose como referente la vivienda popular andina y no la casona de hacienda como lo hicieran Sanabria y Volante, proyectistas del Prado Río.

4. Hotel Moruco. Ubicación en la zona de Santo Domingo, estado Mérida

Vuelve aquí el lugar a tener un rol protagónico en la toma de diferentes decisiones: un paraje montañoso ubicado a 2.250 metros sobre el nivel del mar, rodeado de vegetación arbórea en su mayoría, desde donde se puede apreciar el panorama de las altas cumbres andinas, los cultivos y las aguas que descienden hacia el río Santo Domingo. Climatología, topografía, visuales, materiales, sistemas constructivos son elementos que el sitio provee y que se intentarán aprovechar al máximo.

Con la actitud con que el campesino se une a la naturaleza en mente, pero a la vez con el talento de quien conoce las ventajas que ofrece la modernidad, Fruto Vivas logra, con el apoyo del Maestro Rodríguez de Lobería, cultor-artesano a cargo del trabajo en madera, resolver una edificación absolutamente integrada al paisaje, relativamente compacta, en la que el sabio manejo del espacio y la iluminación propician con frecuencia el encuentro entre sus ocupantes y mitigan la inevitable segregación de funciones que todo hotel impone.
El esquema de edificio es sencillo: dos cuerpos desplazados sobre un eje longitudinal, articulados por el área de recepción y lobby desde la cual se aprecian los salones recreacionales. El cuerpo anterior, más ligado a la llegada desde la carretera, contiene el salón-comedor para convenciones con sus servicios y el posterior, culminación y remate del eje, las habitaciones, claramente separadas de la circulación general mediante un muy bien logrado espacio de transición integrado a un jardín exterior.

5. Hotel Moruco. Área de acceso

Sin embargo, es tal vez en la decisión de asumir como solución tecnológica plena el uso de la riqueza forestal que el país provee (la madera fue traída del bosque, ya extinto, de San Francisco de Macaira del estado Guárico) lo que aproxima con mayor fuerza este edificio a la línea que ya para ese entonces Fruto Vivas ha emprendido en búsqueda de una expresión cultural propia e independiente o, en otras palabras, de una “arquitectura nacional”. En el Moruco, al igual que en la Casa Palacios de Río Chico, la madera es trabajada no sólo como armazón de las cubiertas o como acabado en pisos, barandas, puertas y ventanas, sino además como esqueleto estructural conformador del entramado de vigas y columnas. Esta circunstancia junto a la combinación equilibrada de la piedra, el friso liso blanco y la panela de arcilla dotan a su fluido espacio del sabor inconfundible de lo autóctono. La crítica a que somete Posani esta actitud basada en el hecho de «que el contexto popular de donde se extraían los modelos formales estaba tan lejos de la Venezuela contemporánea como los contextos culturales europeo o norteamericano», sumada a la afirmación citada en el primer párrafo de esta nota, exagera el peso formalista que sin duda se asume pero pasa por alto la calidad de la arquitectura que mediante el procedimiento se logra. Obviamente la emblemática y genial figura de Fruto Vivas tiene mucho que ver en ello. El error ha sido pretender convertirlo en un estilo.

ACA

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4. Colección Crono Arquitectura Venezuela

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 83

El Hotel Prado del Río (o Prado Río) que Tomás José Sanabria proyecta en 1954 con la colaboración de Julio Volante a las afueras de la ciudad de Mérida, al igual que el Llano Alto (ver Contacto FAC 44, 10-09-2017), ofrece, dentro del grupo de 12 nuevas instalaciones de la “Red Hotelera Nacional” gestionadas directamente por la CONAHOTU, la oportunidad de detectar una clara proximidad entre lo regional y lo internacional o, en otras palabras, encontrar en las entrañas de lo local la presencia de lo universal.

Sanabria, quien completa su formación como arquitecto en Harvard University y regresa a Venezuela en 1947, realiza entre 1949 y 1953 en sociedad con Diego Carbonell (graduado en el MIT en 1944) una interesante y variada experiencia que marcará una importante etapa en su carrera, pues en ella se conjugarán los principios funcionalistas y racionalistas adquiridos en los Estados Unidos con las referencias a las formas, los materiales y los sistemas constructivos de la arquitectura tradicional venezolana. A esta etapa y como parte de esa conjunción pertenecen una serie de hasta doce viviendas unifamiliares (de las que se construirán siete), verdadero laboratorio en la que estos arquitectos pusieron además en práctica criterios de confort ambiental que se prolongarán (al menos en el caso de Sanabria) a lo largo de toda su carrera. La utilización de dispositivos de protección climática y la integración organicista entre arquitectura y paisaje se sumarán a la de cubiertas inclinadas, onduladas, grandes aleros, combinación de materiales texturados con frisos lisos y diseño de ventanas en las que se cumple el propósito por un lado de iluminar y ventilar y por el otro de protegerse del sol y la lluvia, todo lo cual dota de un particular carácter a esta experiencia. Ella, además, permitirá a Juan Pedro Posani introducir el capitulo titulado “La arquitectura populista” en Caracas a través de su arquitectura (1969).

Por su parte Julio César Volante, arquitecto argentino egresado de la Universidad de Buenos Aires, arriba a Venezuela en la década de los años 50 (Reválida FAU UCV promoción 16F/1967), realiza un Master of Science en la Universidad de Columbia y desarrolla en nuestro país una dilatada trayectoria docente y profesional, llegando a ser Jefe de Taller de Composición en la FAU UCV y profesor invitado en la USB. En 1954 se asocia puntualmente con Sanabria para la realización del diseño del hotel Prado del Río correspondiéndole redactar la breve nota que aparece en la revista Integral nº 6 como acompañamiento de la presentación del proyecto en toda su extensión. Cabe acotar que Volante, quien siempre se caracterizó por realizar una arquitectura donde lo funcional, traducido en corrección técnica y racional diseño estructural, cobró un claro protagonismo, justamente proyectó ese mismo año para la empresa C.A. Urbanizadora Colinas de Bello Monte, cuyo propietario fue el empresario venezolano Inocente Palacios, la Concha Acústica de dicha urbanización, llamada en su momento a ser sede artística de la Orquesta Sinfónica Venezuela.

1. Ubicación dentro de la ciudad

Así, cuando Sanabria se separa de Carbonell ya tiene, por tanto, labrado un importante surco dentro de sus prioridades a la hora de proyectar edificios, gobernado por la consideración de las variables que hemos mencionado que seguramente se complementó con los conocimientos aportados por Volante. De esta manera al contratársele en 1954 (al año siguiente de ser nombrado Director de la Escuela de Arquitectura de la recién creada Facultad de Arquitectura y Urbanismo) el diseño para el hotel Prado del Río, a localizarse en la entrada este de la ciudad de Mérida, no duda en hacer una proposición que toma en cuenta las condiciones topográficas del terreno, la vegetación, el clima templado de la zona y la tipología proveniente de los esquemas de las casas de hacienda tradicionales merideñas. Todos ellos cobran cuerpo a través de una solución extendida, formada por volúmenes separados de acuerdo a su función, organizados dentro de una estricta ortogonalidad e interconectados a través de pasillos techados, en la que la altura no sobrepasa nunca los dos pisos y donde contrasta la campestre quietud exterior con el dinamismo espacial de los bloques que albergan las actividades sociales. La idea de crear grandes «islas funcionales» que permitieran separar el área de motel (conformada por 15 viviendas o cabañas previamente construidas cuyo destino original era servir de residencias para una colonia vacacional obrera a ubicarse en el terreno) de las habitaciones del hotel (13 y dos suites), generando áreas comunes a ambas, se halla claramente expresada en la planta de conjunto.

2. Corte longitudinal del conjunto
3. Planta de conjunto

El Prado del Río, cuya perspectiva aérea protagoniza la postal del día de hoy, es un hotel para ser paseado y para que el paseante en el camino sea sorprendido. Su composición, en función de un eje que sigue la dirección de la pendiente del terreno hacia el río Milla, presenta en su extremo sur (inicial) el volumen que contiene en planta baja la recepción, administración y comercios y en planta alta las habitaciones en contacto directo con el acceso, y en el extremo norte (final) la piscina como remate. Otro eje perpendicular ubicado en plena zona recreacional une el cuerpo donde funcionan el bar, estar, fuente de soda, dancing y comedor, con el que alberga la sala de juegos.

4. Izquierda: Cuerpo sur con recepción y comercios en planta baja y habitaciones en la planta alta. Derecha: patio interior
5. Izquierda: interior de el salón de juegos. Derecha: pasillo cubierto que une el salón de estar con la recepción

Recorrer este hotel significa disfrutar por un lado del paisaje y por el otro de una arquitectura de rasgos tradicionales. También significa gozar del contacto con la vegetación y los materiales del lugar, de la transición, la sombra y la combinación de la estructura de madera de los techos con elementos metálicos para las vigas y columnas, de la pequeña escala de los pasillos, corredores o balcones y de las grandes luces de los locales sociales, del valor de la línea recta por su contraste con la inclinada. salón

6. Vista del volumen correspondiente a las áreas sociales desde la piscina con la Sierra Nevada al fondo
7. Cuerpo norte. En planta baja: estar, bar y fuente de soda. En planta alta: dancing y comedor

Son muchas, por tanto, las similitudes que ofrece el Prado del Río con el Llano Alto (Carpio & Suárez, 1954-56) en cuanto a la actitud asumida por los respectivos arquitectos, y de ambos con las experiencias que en Brasil realizó Lucio Costa en los hoteles de Ouro Preto (1940, junto a Oscar Niemeyer) y Friburgo (1944), tomadas también en cuenta por Fruto Vivas al proyectar el Moruco (1955-56), como parte de la “Red Hotelera Nacional”. En todos los casos se reafirma una clara vocación de reinterpretación del lenguaje local y adaptación a las condiciones del sitio de un programa resuelto dentro del espíritu de la modernidad.

El Prado del Río que abrió sus puertas en 1956, pasó un largo período de decadencia (similar al de muchos de los construidos durante la década de los años 50 del siglo XX), para luego ser convertido en 1988 en hotel-escuela destinado a la formación de jóvenes con vocación hacia la hotelería y el turismo que cursan sus estudios en el Colegio Universitario Hotel Escuela de los Andes Venezolanos, quienes bajo la premisa de «aprender haciendo» llevan a cabo actividades administrativas y de servicio dentro de la instalación. El número de cabañas se ha incrementado a 84 y recientemente ha sido remodelado, ampliados sus servicios y actualizadas algunas de sus instalaciones.

ACA

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Revista Integral, nº6, 1957

LA RED HOTELERA NACIONAL

Hotel Llano Alto. Vista desde las áreas recreacionales

Hotel Llano Alto

Tal y como señaláramos en una nota anterior (ver Contacto FAC, nº 25, 30/04/2017), desde mediados de la década de los años 50 del siglo XX el Ministerio de Fomento, una vez adquirida la mayoría de las acciones de un gran número de los hoteles que funcionaban en el país, se abocó a complementar la denominada “Red Hotelera Nacional” mediante su participación en la adquisición de terrenos, el diseño y la construcción de hasta 12 instalaciones de nueva planta que serían gestionados directamente por la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo (CONAHOTU).

En nuestro interés por analizar este grupo de edificios, más allá de su posible clasificación por regiones o por tipologías, hemos creído interesante ahondar en la manera como algunos de ellos lograron caracterizarse por la forma como enfrentaron la relación entre modernidad y tradición, a lo que podría añadirse la valoración del sentido del lugar donde debieron construirse o la conciencia de estar representando un país a los ojos del viajero que los disfrutaba.
Así, por ejemplo, en el Contacto FAC nº 28 del 21/05/2017, el hotel Maracay fue objeto de nuestra atención por pertenecer a la saga de los que se alinearon a las corrientes dominantes en el ámbito internacional a la hora de mostrar sus rasgos identitarios. Hoy nos aproximaremos a otro ejemplo perteneciente más bien al grupo de obras que podríamos considerar manifiestan una clara búsqueda de diálogo entre lo local y lo universal: el hotel Llano Alto de los arquitectos Oscar Carpio y Guillermo Suárez.

Oscar Carpio (egresado en 1948 de la primera promoción de la Escuela de Arquitectura UCV -perteneciente entonces a la Facultad de Ingeniería-, uno de los Miembros Fundadores de la FAU UCV en 1953 y luego decano entre 1968 y 1972) y Guillermo Suárez (graduado en el extranjero que hizo el examen de validez de su título en la FAU UCV, 8va promoción, 1958), quienes se asociaron para formar la oficina Carpio y Suárez de importante producción entre 1951 y 1958, ya habían mostrado en anteriores proyectos su proximidad y respeto hacia los pioneros de la arquitectura venezolana pero también la inclinación al uso de referencias internacionales producto de la formación por ambos recibida, como puede constatarse en Cinco oficinas de arquitectura: 1948-1958, Trabajo de Grado presentado por Alberto Sato con el que se tituló en la Maestría en Historia de la Arquitectura, FAU UCV, 1996. Sin embargo, el hotel Llano Alto podríamos decir que constituye un caso excepcional de fusión entre lo lo tradicional y lo actual dentro de la producción de esta oficina lo cual le sirvió a Carpio y Suárez, en virtud de su muy satisfactorio resultado, para que el promotor Daniel Camejo Octavio (con quien entraron en contacto a través de la CONAHOTU), les encargase casi de inmediato (1956) el proyecto del Club de playa «Puerto Azul» (Litoral Central) de cuyo paisajismo se ocupó Roberto Burle Marx.

PLanta de conjunto

El diseño del hotel Llano Alto data de 1954 concluyéndose su construcción en 1956. Su implantación obedece a la consideración de las condicionantes del terreno: una colina ubicada al sur y a las afueras de la ciudad de Barinas con estupendas vistas sobre los llanos occidentales venezolanos y abundante vegetación. El programa lo componen 30 habitaciones, 2 suites y 17 bungalows más sus correspondientes áreas administrativas, sociales y de servicio. Como actividad complementaria, afín a las costumbres de la región, se le añadió un Club Hípico.

Vista exterior del área de habitaciones

Así, en la asunción del partido arquitectónico (que puede revisarse en la revista Integral, nº 4, 1956), los proyectistas hacen mención al aprovechamiento de las bondades del sitio, a la adopción de la horizontalidad como recurso que se ciñe al medio dominante (el llano), y a la escogencia de materiales autóctonos como madera, adobe, teja y canto rodado procedente este último de los ríos cercanos. También se refieren a la eliminación de la utilización del vidrio por lo caluroso de la zona y a la correcta orientación del edificio a fin de aprovechar igualmente las brisas predominantes y lograr así un máximo de ventilación y confort ambiental.

Vista interior del área social

Una descripción hecha de esa manera podría hacer creer que se trata de una obra que por asumir la resolución de un problema actual con recursos pretéritos se encuentra signada por el más absoluto tradicionalismo rayano en el folklorismo vernacular o, en el mejor de los casos, que se trata de un edificio «populista» al menos en apariencia.

Vista del área social
Planta del área social

Pero la realidad, siempre más compleja de lo que denotan los clichés, nos muestra cómo lo que se emprendió desde el punto de vista proyectual fue una verdadera interpretación que incorporó el manejo del espacio contemporáneo paralelamente a la caracterización que proveía la adaptación al lugar. La referencia a la tipología de las haciendas llaneras así como la utilización de alturas generosas, pérgolas, romanillas, aleros, celosías, corredores, terrazas y pasillos cubiertos, usados estos últimos como conectores y a la vez conformadores de nuevos espacios o pequeños patios, ofrecieron la oportunidad de ver traducida en tres dimensiones una planta distribuida de acuerdo con el más riguroso funcionalismo.

Vista desde el interior hacia las áreas recreacionales

El tratamiento de las articulaciones de los diversos volúmenes que conforman el hotel, la asunción de una tecnología constructiva propia de corrientes contemporáneas que se reflejó incluso en el manejo de los materiales autóctonos utilizados (la madera en forma de listones cortados a 45º como revestimiento de la estructura, el entrabado de los pavimentos, la combinación de madera y piedra), la fluida espacialidad interior y la distribución convencionalmente moderna de las habitaciones, nos reafirman en la creencia de que tuvo un mayor peso la adecuación del edificio al programa y el sitio que la voluntad de dotarlo de una imagen pintoresca. Hablar del Llano Alto como un buen ejemplo de arquitectura regionalizada (no regionalista) sería, en conclusión, lo más ajustado a la hora de emitir un juicio crítico sobre esta sencilla, confortable, rica y correcta edificación.

Planta tipo de un bungalow

Lamentablemente, como otros emblemáticos hoteles nacionales, el Llano Alto empezó a presentar paulatinamente problemas para mantener sus instalaciones hasta convertirse en una ruina temprana objeto del desmantelamiento progresivo de los materiales valiosos con que estaba construido, madera principalmente. Cuando en 1975 se crea la Universidad Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ), se ubica inicialmente en la Casa de Los Pulido (actualmente sede del museo Alberto Arvelo Torrealba) para posteriormente (1977) pasar a ocupar los terrenos y desvencijadas instalaciones del hotel. Luego, aprovechando lo poco que quedaba en pie y el adecuado esquema que lo organizaba, el rectorado de la universidad procede, gracias a la inyección de recursos, a refaccionar, reconstruir y posicionarse sobre sus trazas las cuales hoy en día son muy difíciles de reconocer.

ACA

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Revista Integral, nº 4, 1956

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 63

La Red Hotelera Nacional y en particular los edificios que fueron gestionados directamente por la CONAHOTU brinda, como ya habíamos adelantado en otra entrega (ver Contacto FAC, nº 25, 30-04-2017), la oportunidad de apreciar el estado de la arquitectura venezolana del momento en toda su amplitud, es decir, permite palpar el conjunto de los visos que ofrece su variada identidad. De aquí que las fuentes a ser interpretadas por los proyectistas de esas obras provengan tanto de lo tradicional o lo popular como de las corrientes dominantes en el ámbito internacional. Lo interesante es que se produjo casi siempre una traducción más que un simple traslado donde la oportunidad ofrecida por la temática, en lo que de recreo y ocio contiene, hizo que la mitigación de las condiciones climáticas enfrentada desde el funcionalismo se convirtiera en excusa para incluir recursos que imprimieran carácter a la experiencia.

1. Hotel Maracay. Vista del conjunto (circa 1960)

De entre los hoteles que se nutrieron con mayor claridad de lo que se estaba haciendo más allá de las fronteras nacionales, destacaremos en esta oportunidad el hotel Maracay (1955-57) de Luis Malaussena (Caracas,1900-Miami,1962), cuyo aviso aparecido en la contraportada del nº 1 de la revista Punto de 1961, delata que nos encontramos ante una instalación que se encontraba en pleno funcionamiento y promocionaba una de sus fortalezas: la diversidad de salones con los que contaba y su teatro ofrecidos como espacios para la celebración de reuniones, congresos, convenciones y actos sociales.
Maracay, capital del estado Aragua, durante la época de Gómez (quien, como se sabe, había fijado allí su residencia) se había convertido en el eje de la incipiente actividad turística que se comenzaba a desarrollar en el país impulsada fundamentalmente por el Estado. Allí se construyeron el primer hotel Maracay en 1919 y el Hotel Jardín en 1929. Este último, proyectado por Carlos Raúl Villanueva recién llegado de París, considerado por Ciro Caraballo como la «joya de la corona de la hotelería gomecista», lección de lo que debe ser el comportamiento de una instalación de este tipo en el trópico y del respeto por el trazado original de la ciudad, se mantuvo en funcionamiento prácticamente hasta finales de la década de los 50 del siglo XX, sufriendo en el intervalo importantes modificaciones tendientes a su modernización, que lo llevaron en 1939 a tener hasta 115 habitaciones. En 1952 se plantea para este hotel una nueva actualización y ampliación, pero al año siguiente se toma la decisión, desde la recién creada Dirección de Turismo del Ministerio de Fomento, de construir una nueva y moderna instalación adaptada a las exigencias del turismo internacional.
Es al arquitecto que proyecta el “nuevo” hotel Maracay que se inaugura en 1957, Luis Malaussena, al que también se se encargó la remodelación del Hotel Jardín para convertirlo en la sede de la Gobernación del Estado, uso que conserva hasta ahora.

2. Hotel Maracay. Vista de las fachadas sur y este del edificio de habitaciones

Así pues, el Maracay (1955-57) pasó a ocupar el último eslabón de una cadena que le otorgaba a esa ciudad un curioso privilegio dentro del desarrollo del turismo en el país. De allí que se pensara desde el principio en un hotel en grande para el cual se destinó un enorme terreno flanqueado por colinas ubicado en el sector Las Delicias de esa ciudad y se programaran 132 habitaciones, 25 suites, una suite presidencial, 6 salones de conferencias, 2 salones ejecutivos, un teatro, área para comercios, además de las áreas de servicios, sociales y recreativas contemplando estas últimas la piscina con sus áreas de apoyo, canchas de tenis, caballeriza y un campo de golf de 18 hoyos. Es decir, un establecimiento cinco estrellas por todo lo alto.

3. Hotel Maracay. Vista de la facahada sur

Para la época en que realizó el proyecto, Malaussena ya había contratado como colaboradores en su oficina a tres jóvenes arquitectos alemanes: Federico Beckoff, Klaus Heufer y J.P. Jebens (quienes participaron también en el diseño del hotel Guaicamacuto -posteriormente Macuto Sheraton- en el Litoral Central y del Círculo Militar en Caracas), quienes tuvieron mucho que ver con el cambio en los patrones lingüísticos que este hotel presenta dentro de su trayectoria caracterizados, como se sabe, por la impronta de la tradición académica. En efecto, el Maracay es resuelto dentro del privilegiado lugar que se le asignó, con el atractivo de ser un hotel citadino con las ventajas suburbanas que ofrecía el poder practicar el golf y los deportes ecuestres, basado en la tipología predominante en aquellos años que se complementaba con el uso de los códigos propios del Estilo Internacional.

4. Hotel Maracay. Dibujo axonométrico

Así, la articulación volumétrica entre un bloque compacto claramente rematado que pareciera estar suspendido sobre una base que se extiende con libertad sobre el terreno, gobierna una composición que además denota dos caracterizaciones totalmente diferentes: por un lado las pretensiones de estar a tono con lo internacionalmente correcto del cuerpo que contiene las habitaciones, a doble crujía con pasillo central, cuyas fachadas principales (norte-sur) han sido resueltas recurriéndose al muro cortina (curtain wall) y, por el otro, la frescura con que se amarran los volúmenes que conforman la base, donde se desarrollan con generosidad y proyección futura las áreas sociales, recreacionales y de servicio, a través de un sistema de variados elementos de circulación que, además de colaborar en la definición de diversas zonas dentro del conjunto, permiten apreciar las particulares condiciones ambientales del lugar.

5. Hotel Maracay. Corredor sobre la piscina

Mimetismo cosmopolita, contundencia, pesadez y pureza volumétrica en la imagen institucional versus tropicalidad, ligereza y movimiento en el disfrute de los niveles inferiores son categorías útiles para resumir la doble lectura que el hotel Maracay ofrece, lectura que los murales nacionalistas de Pedro Centeno Vallenilla con que se decoran las áreas sociales, aunque nos ubican también en la época, no hacen sino confirmarla.

Hotel Maracay. Vista del conjunto (año 2010)

Resumiendo, podríamos decir que la caracterización del edificio y su adecuación al programa y al sitio, dos de los aspectos que la formación academicista de Malaussena exigía, se logran a cabalidad aún así sea mediante la asunción en parte de un complaciente lenguaje contemporáneo muy próximo, por otro lado, a la imagen que el país pretendía mostrar. El hotel Maracay, como muchos otros de los que administró la CONAHOTU, sufrió con el tiempo los embates de la desidia gubernamental, la cual se tradujo en mala administración, descuido e incapacidad para mantener unas instalaciones de primera que en cualquier parte del mundo serían un negocio sustentable. Su dramático deterioro derivó en su cierre temporal hasta que el año 2015 se firma un convenio con la cadena hotelera internacional Marriot, que ha permitido acometer su remodelación y rescate, albergándose la esperanza de que el ahora llamado «Hotel Golf Maracay» pueda abrir de nuevo sus puertas próximamente. Sin entrar en detalles sobre su discutible intervención, esperamos sinceramente que así sea.

ACA

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Postal. Revista Punto, nº1, enero 1961

1. https://twitter.com/marketingmcy/status/1180453508010713088

2, 4 y 5. Lasala S.; Malaussena. Arquitectura académica en la Venezuela moderna, 1990

3. EXPOSICIÓN: KLAUS HEUFER, ARQUITECTO: Arqueología de la modernidad. Rafael Pereira Escalona. B.O.D Centro Cultural. Caracas

4. https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Hotel_Maracay.jpg