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CLUBES
En los momentos en que se va forjando la modernidad arquitectónica venezolana y con ella los rasgos que podrían identificarla, es interesante seguirle la pista a las señales que emiten una serie de edificaciones destinadas al ocio, el disfrute, el descanso y la recreación. Existe en tal sentido una tipología edilicia que centrada prácticamente en cumplir con dichos requisitos se origina de la voluntad de agrupación de entes si se quiere homogéneos que por iniciativa propia o a través de un promotor buscan salidas para paliar sus diferentes necesidades de intercambio o simple ruptura con la rutina.
Así, se puede hablar de los clubes como aquellos locales e instalaciones cuyo compromiso esencialmente es complementar a un determinado grupo humano de las carencias de contacto social, proveyéndolos de la tranquilidad o esparcimiento que la agitada vida moderna dificulta cada vez más. En este sentido con una base esencialmente recreacional y social, dentro y fuera de la ciudad de Caracas se desarrollan en la etapa que va desde finales de los años 20 hasta los 50 del siglo XX una amplia gama de ellos con perfiles a veces muy precisos dados por la coincidencia de sus usuarios en algún rasgo específico: la procedencia de una región del país o del planeta, los intereses gremiales, la zona de la ciudad donde se vive, el estatus social al que se pertenece, la práctica de algún deporte en particular o el simple deseo de aislarse o alejarse de la metrópoli durante fines de semana y vacaciones.






Sin pretender abarcar en esta nota la amplia gama de manifestaciones que se han podido detectar y registrar durante el lapso señalado, valga decir, para empezar que, asociados a la implantación paulatina del neocolonial como estilo arquitectónico, abren sus puertas casi simultáneamente entre 1928 y 1930, mostrando interpretaciones libres sobre el manejo de los códigos propios de dicho estilo, tres clubes vinculados cada uno a la urbanización a la que pertenecen: el Paraíso (Alfredo Jahn López, sede desde 1970 del Hogar Canario Venezolano) (1), el Florida (atribuido a Manuel Mujica Millán, demolido para dar paso a la construcción de la iglesia de la Chiquinquirá) (2) y el Caracas Country Club (cuya casa-club es diseñada por Clifford Ch. Wendehack y finalizada por Carlos Guinand Sandoz) (3). Más adelante y en la misma tónica, durante la década de los 30’s se inaugurarán en Maripérez el Casablanca Tenis Club (desde 1961 propiedad de la Hermandad Gallega del cual no queda prácticamente ningún vestigio, cuyo autor desconocemos) (4), el club Los Palos Grandes (Guillermo Salas, desde los años 60 sede del Centro Catalán de Caracas) (5) y en los 40’s (1947 para ser más precisos) la Casa Club del Valle Arriba Golf Club (Clifford Ch. Wendehack) (6).



Como se verá, algunas de las comunidades extranjeras que echaron raíces en nuestro país prefirieron comprar las sedes de viejos clubes caraqueños ya consolidados a la hora de invertir en una propiedad e instalaciones perdurables. Sin embargo, hubo otras que apelaron a la construcción de nuevos edificios a partir de los cuales se puede entrar a debatir de qué manera se hizo en ellos presente una manera de entender la región o nación que representaban o, por el contrario, buscaron interpretar las variables propias del lugar en que se insertaron. Son los casos del Club Venezolano Alemán (7) cuya sede definitiva (de escasos 400 m2) es diseñada en 1935 por Carlos Guinand Sandoz en la urbanización El Paraíso adoptando un esquema neoclásico, estrictamente simétrico, de gran sobriedad y pureza en sus líneas, con acento en lo volumétrico y reflejos de la influencia neoplástica (a través de F. Ll. Wright) en la manera como se articulan las cuatro partes que lo componen; el Centro Vasco de Caracas (8), ubicado también en El Paraíso, para quien Miguel Salvador Cordón proyecta en 1950 como casa-club un “caserío” con todas las características lingüísticas de dicha construcción rural propia de Euskadi; o la realización en 1957 de la Casa de Italia (9), localizada en la céntrica parroquia de La Candelaria en un terreno muy comprometido desde el punto de vista urbano, para el que Doménico Filippone ofrece una solución absolutamente moderna con visos corbusianos, generosa con la ciudad y considerada con el clima, a la que se le superponen elementos decorativos alusivos al gentilicio que da nombre al edificio.



Los tres últimos casos señalados muestran la existencia de una clara vinculación entre el grupo étnico que disfrutaría cada edificio y la formación o nacionalidad de los respectivos proyectistas, quienes de diferentes maneras proceden a llevar a cabo sus particulares interpretaciones sobre rasgos arquitectónicos que los podrían identificar o a los cuales podrían ser asociados.
Sin embargo, no siempre ha sido así pudiéndose detectar casos como la Casa Monagas (Vegas & Galia, 1954) (10) o el club Táchira (Fruto Vivas, 1955) (11) en los que a pesar ser edificios encargados por comunidades oriundas de dos regiones muy precisas de nuestro país (y, en el caso de Vivas, seleccionado justamente por su origen andino), sus proyectistas dejan de lado lo vernacular como opción complaciente a seguir para apostar por propuestas más acordes con el lugar en que se insertan apelando a un lenguaje en el que el énfasis en lo estructural (las cubiertas en ambos casos pasan a ser sus temas principales) remite a un compromiso con los valores permanentes de una modernidad otra.
Mención aparte habría que hacer del Club Campestre Los Cortijos (1957, proyecto de Carlos Brando) (12), que, encargado por un grupo conformado por una una clase media emergente y en ascenso, busca incorporar en la ciudad todas las ventajas de estar en el campo. En él su proyectista, formado bajo la tutela de Villanueva, actualiza atinadamente todo el repertorio de elementos que caracterizan la arquitectura tradicional venezolana para dar con una solución ajustada a su época.



Abierta la puerta para seguir indagando cuánto pueden dar de sí las sedes sociales como fuente para determinar la representatividad del edificio con el grupo al que está destinado, se podría también dirigir la mirada hacia los gremios. De esta manera, encontramos como los ingenieros seleccionan por concurso en 1939 (terminada de construir en 1941) una propuesta que señala atisbos de una temprana modernidad no exenta de clasicismo elaborada por Luis Eduardo Chataing sobre la que se construyó el edificio aledaño al Parque los Caobos (13); los profesionales del derecho, también por concurso, seleccionan en 1942 un proyecto de un refinado talante neoclásico para convertirlo en la sede del Ilustre Colegio de Abogados de Caracas, elaborado por Camilo Arcaya que se terminará de construir en 1945 sobre la avenida Páez de El Paraíso (14). Los médicos por su parte, encargan a Diego Carbonell la sede social para su colegio en el Distrito Federal (localizada en la Plaza Las Tres Gracias) terminada de construir en 1956 (15), demostrando ser el gremio que mejor logró asimilar el tránsito por una década donde en Venezuela ser contemporáneo era síntoma de identidad.


Los años de la Dictadura dan cabida a la aparición de dos nuevas tipologías de clubes urbanos ligados en este caso a los estratos sociales o instituciones a los cuales sus programas más interesaban llegar. Así, se construyen en un lapso de tres años por iniciativa del Estado la Casa Sindical en El Paraíso (1953) -proyecto de Enrique García Maldonado- (16) y el Círculo de las Fuerzas Armadas (1950-53) (también conocido como Círculo Militar), sobre la avenida Los Próceres, diseñado por Luis Malaussena (17). Ambos son concebidos para dotar a estos estamentos (la clase obrera y la militar) de espacios para la recreación, la cultura y el esparcimiento con los que hasta esa fecha no habían contado. El mensaje “igualitario” en cuanto a equiparar estas instalaciones con las de los mejores clubes sociales de la capital era claro. Para ello, por un lado, no se escatima en gastos y, por el otro, se recurre a la aplicación de un lenguaje impregnado de modernidad, más conservador en la Casa Sindical y más libre y acorde al contexto en el Círculo Militar. Los clubes extraurbanos ubicados o bien en la playa o bien en la montaña constituyen un capítulo aparte que seguramente abordaremos en otra ocasión.
ACA
Procedencia de las imágenes
1. https://www.facebook.com/HogarCanarioVenezolanoOficial/about/
2. https://mariafsigillo.blogspot.com/2012/06/el-club-florida.html
4, 5, 6, 9, 10, 12, 13, 15, 16. Colección Crono Arquitectura Venezuela
7. Galería de Arte Nacional. Wallis/Domínguez/Guinand. Arquitectos pioneros de una época, 1998
8. https://www.minube.com/rincon/centro-vasco-de-caracas-_-eusko-etxea-caracas-a3685452
11. https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Club_Tachira_Caracas.jpg
17. https://materialesamv.tumblr.com/post/92180234029/c%C3%ADrculo-de-las-fuerzas-armadas-caracas
1967• Se concluye la primera etapa de la ampliación del CIV

1967• Se concluye la construcción de la primera etapa de la ampliación del edificio sede del Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV), ubicado un terreno adjunto al Parque Los Caobos, de acuerdo con el proyecto del arquitecto Jimmy Alcock (FAU UCV, promoción 9 / 1959), ganador en 1964 del concurso «Nuevo edificio del CIV».
La etapa del proyecto puesta en servicio contiene la zona recreacional y deportiva: piscina, jardines, cancha de bowling, bolas criollas, bar, vestuario, duchas y cocina.
La segunda etapa del proyecto, a ser construida a continuación, contemplaba la construcción del auditorio techado (con un aforo de 550 puestos) el cual tenía la particularidad de tener otro espacio de reunión al aire libre encima del anterior. Es de notar que el auditorio del edificio original tiene capacidad para 144 personas.
La tercera etapa del proyecto del arquitecto Alcock sería el edificio principal, el cual tenía 4.000 m2 distribuidos en cuatro niveles: planta baja, sótano y dos pisos de oficinas.
En la planta baja se ubicaba la biblioteca y una sala de exposiciones; en el primer piso estarían las dependencias para la junta directiva y las diferentes comisiones del Colegio. En el segundo piso funcionarían las diferentes sociedades profesionales (20 locales de 30 m2 cada uno).
En el sótano estaría el acceso al auditorio, al museo del CIV, el local para el Boletín y sus oficinas, depósitos y servicios generales.
La cuarta y última etapa contemplaba, de acuerdo a lo programado, la remodelación del edificio existente, puesto en servicio en 1941, diseñado por el arquitecto Luis Eduardo Chataing (1906-1971) (FI. UCV 1928), quien había resultado ganador del concurso organizado por el CIV en 1939 para ese fin.
HVH
1956• Eduardo Torroja en Venezuela

1956• Invitado por el ingeniero Pedro Pablo Azpúrua, Presidente del Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV), permanece en el país 10 días, el profesor Eduardo Torroja (1899-1961), ingeniero egresado de la Escuela Técnica Superior de Caminos, Canales y Puentes de Madrid, España, para asistir a la Primera Reunión Técnica Interamericana de Vivienda y Planeamiento.
El reconocido ingeniero español dictó en el Auditorio del CIV dos conferencias: «La Investigación de la Construcción» y «La importancia de la Investigación».
HVH
1939• Concurso sede del Colegio de Ingenieros de Venezuela

1939• El ingeniero Enrique Jorge Aguerrevere, Ministro de Obras Públicas, organiza un concurso para el edificio sede del Colegio de Ingenieros de Venezuela CIV, a ser construido en un terreno colindante con el Parque Los Caobos, el cual es ganado por el ingeniero-arquitecto Luis Eduardo Chataing (1906-1971) (FI. UCV 1928).
Para el momento de organizarse el concurso el Colegio de Ingenieros funcionaba en la sede de la Universidad Central de Venezuela, en donde el espacio que utilizaba se había hecho insuficiente por el crecimiento del número de ingenieros afiliados, unos 1.000 para ese momento.
1964• Concurso Nacional de Arquitectura para ampliar las instalaciones de CIV

1964• El Colegio de Ingenieros de Venezuela convoca a un Concurso Nacional de Arquitectura para ampliar sus instalaciones proyectadas por el arquitecto Luis Eduardo Chataing (1906-1971) en 1940 e inauguradas el año siguiente.
El crecimiento del Colegio, tanto en el número de sus afiliados como de sus programas gremiales, sociales y divulgativos hizo insuficiente el modesto edificio en estilo art deco que albergó sus actividades durante casi 25 años.
El jurado del Concurso, integrado por los arquitectos Julián Ferris, Tomás Sanabria, Víctor Fossi, Leopoldo Martínez Olavarría y Oscar Carpio, otorgó el Primer Premio a la propuesta presentada por Jimmy Alcock (FAU UCV, promoción 9-1959) y Carlos Gómez de Llarena (FA ULA, 1967).
La propuesta de ampliación «envuelve» al edificio de Chataing, haciendo uso de un basamento que baja hasta el nivel del Parque Los Caobos, desde el cual es posible comunicarse con él. Sobre éste se desarrolla un cuerpo horizontal donde se ubicaron las oficinas y, como pieza resaltante, el nuevo auditorio, más amplio y con otro sobre su techo, a cielo abierto. Integrarán las instalaciones sociales una piscina, vestuarios y salas de juegos.
HVH