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Venezuela estuvo a punto de engrosar la lista de países que montarían exposiciones internacionales de envergadura cuando en 1956 el régimen de Marcos Pérez Jiménez decidió que era hora de mostrar al mundo los importantes logros alcanzados en pro del progreso del país, bajo la doctrina del “Nuevo Ideal Nacional”. Este paso se acomete aunado a la posibilidad de darle ubicación física al “Parque Nacional del Este”, creado por decreto de la junta militar presidida por Carlos Delgado Chalbaud en 1950, con base en las recomendaciones de la Comisión Nacional de Urbanismo, posteriormente recogidas en el Plan Regulador de Caracas de 1951.
De esta manera, las setenta y cinco hectáreas destinadas al parque, sembradas de cafetales y cañaverales provenientes de parte de la expropiación de los terrenos agrícolas de la hacienda “San José” pertenecientes a la sucesión Díaz-Rodríguez, colindantes al norte con la línea del tren que comunicaba la capital con los Valles del Tuy, al sur con los terrenos del fundo “La Carlota”, al este con el fundo “La Casona” y al oeste con la Hacienda “Sosa”, provistas de un nutrido grupo de árboles tropicales centenarios, serían en principio el área que originaría el desarrollo del proyecto para la Exposición Internacional de Caracas a celebrarse en 1960, pensando en el aprovechamiento posterior de las instalaciones que se construyeran para el uso definitivo que desde un principio se había previsto. Más adelante se anexarían como terrenos a integrarse a la feria los correspondiente al fundo “La Carlota” cuyo destino, originalmente previsto desde 1950 como aeropuerto, albergaría “edificaciones para los Ministerios de la Producción y el Palacio de Exposiciones; al oeste de las construcciones la Zona Olímpica y en la parte este los servicios generales tipo Helipuerto, etc.”, tal y como se desprende de la decisión presidencial recogida por Juan José Martín Frechilla en Planes, planos y proyectos para Venezuela:1908-1958 (Apuntes para una historia de la construcción del país) -1994-. No hay que olvidar aquí que, en medio de esta visión grandilocuente, Pérez Jiménez también pretendió traer a Venezuela los Juegos Olímpicos de 1964, que luego se celebrarían en Tokio. De allí la mención a la “zona olímpica” que contemplaba contener la Villa, un gran Stadium (con capacidad para 80 a 100.000 espectadores) además de un Palacio de Deportes, una Piscina Olímpica y un Estadio de Base-ball, datos que se desprenden del Informe del anteproyecto para la Exposición Internacional de Caracas de 1960, elaborado por la Comisión Ejecutiva del Ministerio de Fomento nombrada en 1957 para garantizar su realización.

El Plan Maestro y parte de la arquitectura, tanto del recinto ferial como de la zona institucional aledaña que sumaban un total de 170 hectáreas (recogido en términos conceptuales en el afiche que ilustra nuestra postal del día de hoy), estaría a cargo del arquitecto venezolano Alejandro Pietri, correspondiéndole al también arquitecto Carlos Guinand Sandoz “la coordinación de los bosques y jardines de la Expo como base para el futuro Parque del Este”, ambos integrantes de la Comisión Ejecutiva ya citada la cual quedaría presidida por el ingeniero Ibrahim Velutini, de acuerdo a lo que Carola Barrios nos relata en Caracas: Ciudad Moderna y Museo. Intersecciones inacabadas en el paisaje de los años cincuenta (Tesis Doctoral presentada en la Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona, 2005), cuyo capítulo dedicado a la Expo de Caracas luego resumiría en un ensayo que bajo el mismo nombre presentó en el seminario organizado por Docomomo-Brasil el año 2006.
Barrios señalará: “Siguiendo las normas que fijan en dos años la separación entre dos Exposiciones de Primera Magnitud realizadas en distintas zonas geográficas, se escogería la fecha del 19 de abril de 1960 para inaugurar la Exposición de Caracas, luego de la de Bruselas en 1958. De esta forma, el proyecto de la exposición monumental caraqueña seguiría a la exposición belga marcadamente futurista simbolizada con el Atomium, la primera en realizarse luego de terminada la II Guerra Mundial. En este caso, la visión apuntaría ya no a la perspectiva optimista de la reconstrucción urbana apoyada en los avances de la ciencia, sino a la producción de artefactos reciclables para el consumo masivo de la naturaleza tropical bajo una lógica de clasificación en la construcción de la ciudad-museo”. Para darnos una idea de que el asunto iba en serio, “según Oficio nº 3281 emitido por el Ministerio de Relaciones Exteriores, el 14 de Junio de 1957 se extendieron las invitaciones oficiales a 64 naciones de todos los continentes acreditadas desde las misiones diplomáticas en el país. A mediados de 1957 ya habrían confirmado formalmente su participación …: España, Colombia, Paraguay, Francia, Corea del Sur, Santa Sede, Rep. Federal Alemana, Guatemala, Ecuador, Portugal, O.E.A., República China, Estados Unidos, Perú y Haití”.


También la misma autora nos aportará lo siguiente con respecto a las directrices del Plan Maestro elaborado por Pietri: “Para la distribución orgánica de los distintos pabellones e infraestructuras se conformarían dos zonificaciones diferenciadas, una Dinámica y otra Estática, unificadas a través de un sistema de circulación peatonal y vial diferenciados y que quedaría conectado a las principales arterias viales de la ciudad. La zona sur de la Carlota sería el área Dinámica, por el carácter permanente en la concentración de los servicios … Mientras que la zona norte sería el área Estática, por sus características propias de Parque, situándose en ella los servicios complementarios del primero”.
Esta suerte de “ciudad análoga” (como la califica Barrios), junto al desarrollo de un corazón de negocios vinculado a la industria petrolera se desarrollaría en los sectores de La Floresta y Los Palos Grandes, buscaba potenciar el crecimiento urbano de Caracas embelleciendo y transformando su paisaje haciéndola más atractiva para sus habitantes y visitantes. Así, visualizada como mezcla integradora de pabellones expositivos y edificaciones institucionales la Expo cobraría, de la mano de Pietri, un carácter expresivo y orgánico (heredado tanto de su formación en Oklahoma como discípulo de Bruce Goff e influenciado por la libertad estructural que imaginativamente interpretó de otros grandes maestros) que se vio representado tanto en el rascacielos de más de noventa pisos diseñado para el Ministerio de Producción (resuelto con base en un apoyo central y plantas tipo en voladizo, hito urbano y a la vez remate de la ciudad al este) como en las piezas que constituían las oficinas generales, el Acuario, el Aviario y el Serpentario. Sin duda los objetos diseñados por Pietri buscarían cobrar el mayor protagonismo de la feria y estarían complementados por los pabellones que posteriormente se proyectarían para o por cada país participante.


A las áreas abiertas de la Expo se les otorgaría un particular énfasis como vitrina de los valores naturales del país. De allí que en este caso Guinand Sandoz programara con mucho cuidado el tomar en consideración los requerimientos biológicos en el ciclo natural de las plantas y su acompañamiento de viveros para la aclimatación y la reproducción de especies. En otras palabras “la idea de sus promotores será, más que erigir un parque recreativo, exponer una colección representativa de las diferentes taxonomías botánicas y zoológicas en la observación de la naturaleza autóctona”.
De allí que se recurriera a la contratación a finales de 1956 (a raíz de su primera visita a Caracas, junto a Fernando Tábora, en septiembre a instancias de Daniel Camejo Octavio para diseñar el paisajismo del Club Puerto Azul) de Roberto Burle Marx para realizar el proyecto de los jardines que luego quedarían como parte del Parque Nacional de Este. Este importante encargo llevó a Burle Marx a convertir su Atelier de Brasil en la oficina en sociedad que se instalaría simultáneamente en Caracas y Río de Janeiro, mientras se realizaba el proyecto de la Expo y posteriormente del Parque del Este en la capital venezolana y del Aterro do Flamengo en Río, en la que participarían John Stoddart, Fernando Tábora, Julio César Pessolani y Mauricio Monte.
Carola Barrios precisará: “Cuando Burle-Marx y su equipo de asociados sean contratados en 1956 por el gobierno de Pérez Jiménez para la realización de los jardines zoo-botánicos de la Exposición Internacional de Caracas, el primer problema que enfrentarán será la de encontrar un tema de diseño relacionado con los valores híbridos de la cultura venezolana. En medio del barrido urbanístico y modernizador de Caracas, el objetivo que se planteará el paisajista será asociar las particularidades del paisaje urbano y natural venezolano.(…) Los patios, y las distintas posibilidades espaciales que ofrezcan en la distribución y organización de las diferentes especies, serán el hilo conductor de una secuencia museal dedicada a la exposición didáctica de la flora venezolana. Jardines de orquídeas, plantas xerófilas, plantas umbrófilas, plantas hidrófilas, perfumadas o de follaje colorido; patios de agua, muros de azulejos, fuentes y cascadas ornamentales se ensamblarán armónicamente en el diseño de estas estructuras espaciales enmuradas. De esta forma, y creando una escala intimista para la contemplación arquitecturizada de la naturaleza, la zona temática de los patios será, dentro de este parque-como-jardín, un fragmento domesticado en la recomposición de un micro-cosmos del paisaje natural. En paralelo al desarrollo de los patios y caminerías, se trabajará también en el diseño de espacios para albergar una colección de la fauna local desde un enfoque conservacionista propio del regionalismo ecológico. Dentro de ellas serpientes, boas, anacondas, tortugas y cocodrilos serán exhibidas bajo las sombras intermitentes del bosque húmedo tropical del parque.”
Como se sabe, la cristalización definitiva de la Exposición coincidió con los estertores de la dictadura no llegándose a realizar. Con la llegada de la democracia, tras largos meses de indefinición y gracias a la intervención del ingeniero Luis Rivas Larrazábal, es retomada la idea de desarrollar el Parque del Este correspondiendo proyectarlo a Burle Marx y sus asociados rescatando buena parte de lo ya adelantado, pero esa es otra historia.
ACA
Procedencia de las imágenes
Todas. Carola Barrios, Caracas: Ciudad Moderna y Museo. Intersecciones inacabadas en el paisaje de los años cincuenta (Tesis Doctoral presentada en la Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona, 2005)

La realización en 1954 de la Primera Feria Exposición Internacional de Bogotá, Exposición Industrial, (FEIB) se convirtió en el primer reto que la recién creada Corporación de Ferias y Exposiciones (Corferias), con Jorge Reyes Gutiérrez a la cabeza, debió afrontar. Con el firme objetivo de “promover el desarrollo y conocimiento de la riqueza industrial, agrícola y pecuaria del país mediante la realización de exposiciones nacionales e internacionales” (según reza en su decreto de fundación del 8 de junio de 1954), Corferias estuvo conformada en sus inicios por capital mixto aportado por el Ministerio de Fomento (sector oficial) y la Asociación Colombiana de Pequeñas y Medianas Industrias -ACOPI- (sector privado). Ello no impidió que se transformara en 1955 en Sociedad Anónima, manteniendo tales condiciones hasta 1989 cuando la Cámara de Comercio de Bogotá adquiere el 100% de sus acciones, marcándose así la privatización definitiva de la Corporación que paulatinamente vio mejorar su infraestructura inicial y aumentar la frecuencia de ocupación anual de los espacios, hasta convertirse hoy en el Centro Internacional de Negocios y Exposiciones “sociedad de carácter privado, que impulsa el desarrollo industrial, social, cultural y comercial en la Región Andina, Centroamérica y el Caribe”.
La Primera Feria abrió sus puertas el 29 de octubre de 1954 inaugurada por el entonces presidente colombiano Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, quien gobernó entre 1953 y 1957 y cuyo mandato, al igual que muchas dictaduras latinoamericanos coincidentes en la época, se caracterizó por la realización de relevantes obras de infraestructura. Con la paradójica situación de que el país vivía bajo un cierre absoluto de importaciones y que para incentivar la participación de las empresas extranjeras, se permitió la traída de bienes rebajando el llamado Impuesto de Timbre, con el compromiso de que sólo fueran exhibidos y no vendidos en el evento, participaron un poco más de mil expositores, 24 naciones (Venezuela entre ellas) y asistieron casi 100 mil espectadores. Tal y como señala la prensa de la época: “Los bogotanos, además de viajar y conocer las diferentes culturas del comercio mundial, estaban ansiosos por la campaña de expectativa del gobierno en la que se le había prometido al país progreso, modernidad y crecimiento económico».
Su costo de dos millones de pesos fue aportado a partes iguales entre los dos principales accionistas de la Corporación que tuvo en sus manos la organización, ampliándose la exhibición de los productos contemplados en su decreto de creación, a la presencia de aportes provenientes de países que empezaban a despuntar en la generación de nuevas formas de energía. Los pabellones más visitados fueron los de Alemania, Suecia, Francia, Suiza y Bélgica, llamando la atención que en el área donde estaban ubicados Estados Unidos y Canadá, se brindaba información a los visitantes sobre “la visión del capitalismo democrático norteamericano”, que el autócrata Rojas Pinilla tuvo que tragar mientras recorría el recinto el día inaugural.
Tal y como señala José Javier Alayón en “Proyectos feriales de Bogotá y Caracas en la década atómica. Precisiones sobre sus aportes a la modernidad local e internacional”, ponencia presentada en el III Congreso de Investigación Interdisciplinaria en Arquitectura, Diseño, Ciudad y Territorio (diciembre de 2018), organizado por la FAU de la Universidad de Chile, cuyas memorias se publicaron en marzo de 2019, “aparte del impulso económico a la industria colombiana, en lo arquitectónico, la Feria Exposición Internacional de Bogotá (FEIB) no buscaba, al menos explícitamente, convertirse en un experimento o espectáculo. Seguramente, la urgencia por celebrarla descartó exploraciones y riesgos. La solución prefabricada de las naves de madera laminada de la empresa holandesa Nemaho (Empresa pionera en cerchas de madera laminada, tratada y encolada que vendió sus estructuras por todo el mundo entre 1921 y 2009), era igualmente representativa del momento moderno: solución rápida, eficiente, económica y estéticamente contemporánea”.
Instalada en un terreno de 20.000 metros cuadrados adjudicado inicialmente a la Escuela Militar de Cadetes y las Empresas Municipales del Tranvía de Bogotá, en el barrio Quinta Paredes, la feria fue una de las dos operaciones que establecieron “un vector de expansión hacia el noroccidente de la ciudad que, sumadas al nuevo aeropuerto y próximas a la ciudad universitaria, concentraron usos y formas propias de la ciudad industrial, aunque con el desfase propio de las ciudades latinoamericanas”, según señala Alayón.


El recinto, organizado de acuerdo al plan maestro elaborado por el arquitecto Carlos E. Pérez Calvo (graduado en Bélgica) e Imre Von Mosdossy (“Experto en planeamiento y montaje de ferias internacionales”), construido con la ayuda del ejército nacional, fue trazado bajo un esquema claramente académico cuya plaza de entrada estaba presidida por dos imponentes pabellones en madera provistos por Nemaho. El conjunto “se ordenaba a partir de los dos ‘palacios’ de madera, dispuestos radialmente respecto del pórtico de acceso proto-tendenza (construido por Gabriel Puerta). Los frentes abovedados de estos hangares configuraban la plaza principal, respondiendo al eje de simetría que reforzaba una funambulesca marquesina (una doble ménsula, a modo de alas desplegadas, construida por Cemento Samper y Cemento Diamante). Esta pequeña estructura de concreto armado era el contrapunto estereotómico a la ciudadela tectónica, construida en solo 9 meses. (…) Si bien las estructuras de madera laminada no eran una novedad constructiva en Colombia, importadas desde 1939, las feriales eran las primeras urbanas y de uso público, mostrando a miles de personas sus ventajas. Más remarcable fue la iluminación a cargo de la empresa belga Éclairage Schréder (Fundada en Lieja, en 1907, también iluminó el Atomium de Bruselas’58), que empleó novedosas luces de mercurio y fluorescentes, produciendo un ambiente nocturno cosmopolita, en lo que había sido un potrero meses atrás”.
El proyecto del pabellón venezolano en esta feria le fue encargado a Alejandro Pietri (1924-1992) quien para ese momento aún no había obtenido el título de arquitecto en la FAU UCV (lo hizo en 1955 con tres años previos cursados en la Universidad de Oklahoma). Se trata de una cubierta plegada autoportante combinada con herrería metálica que permite soportar los cerramientos, lo que denota la importante influencia que ejerció en los años formativos del arquitecto Pietri la construcción de la Ciudad Universitaria en cuanto laboratorio estructural, sumada a los avances que se venían logrado en otros países alrededor de las posibilidades que ofrecía el concreto armado en el moldeado de cubiertas ligeras.

Esta preocupación que Silvia Hernández de Lasala denomina en el libro Alejandro Pietri. Arquitecto (1995) como «estética estructural», producto de las influencias señaladas, puede atribuirse también a la formación “profesionalizante” que predominaba en la Escuela de Arquitectura de la UCV, al apoyo que ofrecían excelentes calculistas egresados de la Facultad de Ingeniería de la misma universidad o inmigrados durante la posguerra, y una calificada mano de obra dado el gran volumen constructivo que se dio en aquel momento, todo lo cual le permitió a Pietri ponerla en práctica, como parte de una tendencia clara del momento, cuando se le encargan los pabellones de Venezuela para la Feria Exposición Internacional de Bogotá (1954, que hoy nos ocupa), la Feria de la Confraternidad y el Mundo Libre en Ciudad Trujillo, hoy Santo Domingo (1955, República Dominicana) y la Feria Internacional de Damasco (1957, Siria, no realizado), aderezada con una alta dosis de creatividad y originalidad propias de su personalidad que Hernández de Lasala trata muy bien a lo largo del libro. El punto culminante de esta “estética estructural” lo constituyen, sin duda, la realización por parte de este arquitecto de las Estaciones para el Teleférico de El Avila localizadas una en Maripérez (Caracas) y la otra en el “El Cojo”, Macuto, Litoral Central, así como del Recinto Ferial para la Exposición Internacional de 1960, que no se realizó, en los terrenos donde posteriormente se construyera el Parque del Este de Caracas.
Tal y como apunta Alayón, el olvido o la poca atención prestada por las historiografías locales a proyectos feriales como el de Bogotá a los que se suman los de Ciudad Trujillo y Caracas ya mencionados y la Feria Internacional del Pacífico en Lima (1959), no disminuyen la importancia que, al menos la experiencia bogotana, tuvo en la aceleración económica de la ciudad y su significado en “la expansión de la ciudad con nuevos usos y formas arquitectónicas en el momento que la ciudad desbordaba su trazado colonial, consolidando una modernidad más amplia … con arquitecturas extranjeras, compradas o visadas como pabellones efímeros, que exponían productos y costumbres nuevas”. En cuanto al edificio diseñado por Pietri sabemos que se utilizó en las ferias organizadas los dos años siguientes (1955 y 1956) hasta que se decide desmantelarlo. No por ello deja de ser importante subrayar el papel protagónico que cobró su sistema portante y la fluidez espacial que gracias a ello se pudo lograr tanto en el interior como en su relación con el exterior. Racionalismo, experimentalidad, rigor geométrico y plasticidad formal son las premisas fundamentales que rigieron su diseño, donde se asume también como parte de su caracterización y concepción constructiva la condición efímera que todo pabellón posee.
ACA
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1 y 2. José Javier Alayón, “Proyectos feriales de Bogotá y Caracas en la década atómica. Precisiones sobre sus aportes a la modernidad local e internacional”, ponencia presentada en el III Congreso de Investigación Interdisciplinaria en Arquitectura, Diseño, Ciudad y Territorio (diciembre de 2018)
3. Revista A, hombre y expresion, nº 2, 1955

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1954• Se completa exitosamente la prueba estructural de la cubierta plegada proyectada por los arquitectos Alejandro Pietri (1924-1992) (Universidad de Oklahoma 1950. FAU UCV, promoción 4-1955) y Alfredo Jahn Jiménez (1928-2008) (reválida FAU-UCV, promoción 12 B, 1962), calculada por los ingenieros Juan Otaola Paván y Oscar Benedetti, a ser utilizada en los Terminales del Teleférico del Ávila (Estación Caracas en Maripérez y Estación El Cojo en Macuto).
La construcción del modelo estructural se realizó en escala real en el terreno donde existieron los depósitos de Ministerio de Obras Públicas (MOP) ubicado en Catia.
Nunca se demolió este prototipo estructural y hoy día está integrado al Parque Alí Primera utilizándose como cancha deportiva techada.
(Fotografía: Julio César Mesa).

Vista interna. (Fotografía: Julio César Mesa)
HVH

1956• En el mes de noviembre se termina de construir y se inaugura el 29 de diciembre, la Estación El Cojo del Teleférico Caracas-Litoral Central, ubicada en Macuto, diseñada por el arquitecto Alejandro Pietri (1924- 1992) y construida por la Empresa Nacional de Edificaciones, Concreto y Asfalto, C.A. -ENECA-. El trayecto desde El Ávila tenía dos paradas intermedias, una en San José y otra en Galipán.
HVH