
Richard Meier (Newark, 1934)
El hecho de que en julio de 1985 una figura de la talla de Richard Meier haya aceptado la invitación que le hicieran los organizadores del Mes de la Arquitectura (el Colegio de Arquitectos de Venezuela -CAV- y la Asociación Venezolana del Diseño), habla a las claras del significado que tenía Venezuela dentro del circuito internacional de la disciplina. Meier había recibido el año anterior el Premio Pritzker, como se sabe, el más alto galardón de la arquitectura a nivel mundial, siendo el sexto arquitecto en obtenerlo y, si a hablar de Premios Pritzker vamos, por nuestro país han pasado, además del norteamericano: Oscar Niemeyer, Frei Otto, Kenzo Tange, Aldo Rossi, Rafael Moneo, Jean Nouvel, Glenn Murcutt, Richard Rogers y Frank Gehry, lo cual no es poca cosa.

Aquel Mes de la Arquitectura de 1985, estructurado en torno a la presencia de Meier, permitió la realización de charlas, coloquios y actividades de intercambio y sirvió de marco a la celebración de los 40 años de la creación de la Sociedad Venezolana de Arquitectos (SVA) y los 19 de la fundación del CAV. La organización del evento estuvo a cargo del arquitecto Alejandro Mendoza D’Ascoli y en todas las actividades programadas destacó la activa presencia de profesionales, estudiantes y público en general. Estrenaba el Colegio nueva imagen y en la clausura fue presentado el número 48 de la remozada revista CAV, dirigida a partir de ese momento por William Niño Araque y María Teresa Novoa acompañados por un Comité de Redacción conformado por: Hannia Gómez, Max Pedemonte, Magali Ruz Brewer, Oscar Tenreiro y Esdras Parra. El presidente del ente gremial entre 1984 y 1986 fue Ítalo Balbi.
Pues bien, la presencia de Meier formó parte de los nuevos aires que soplaban dentro de un gremio caracterizado durante años por privilegiar asuntos algo alejados de la visión de la arquitectura como fenómeno cultural, cosa que ahora interesaba. Los números 48 (1985) y 49 (1986) de la ya mencionada revista CAV así como el número especial dedicado a Ciudad Guayana dan fe de ello y, dentro de la 49, correspondió a Hannia Gómez publicar el texto “Richard Meier. Cuando las catedrales son blancas”, título que parafraseaba el conocido libro de Le Corbusier Cuando las catedrales eran blancas (que alude a la construcción de catedrales en el siglo XIII, el culmen del estilo gótico en Francia, momento en que dichas edificaciones dominaban sin discusión el paisaje de las ciudades), con el que intentó “definir cuál es la trascendencia real de esta figura internacional, y cuáles los beneficios de su presencia entre nosotros”.
El nombre del ensayo también apunta claramente a resaltar la actitud del primer Meier quien, a contracorriente de lo que acontecía en los Estados Unidos durante los años sesenta, “propuso sus primeros proyectos de casas blancas siguiendo la tradición corbusieriana de los años veinte”.
Gracias al artículo de Gómez conocimos, por ejemplo, que del recorrido que hizo el arquitecto norteamericano en su corta estadía “encontró a El Silencio de Villanueva (1942-45) entre los edificios de Caracas especialmente interesante”. Asunto curioso si se quiere ya que bien pudo haberse referido a obras que, como las suyas, bebieron y expresaron en los años 30 y 40 claras vinculaciones con la arquitectura moderna internacional como las níveas casas de Manuel Mujica Millán o el primer racionalismo del propio Villanueva, obras que, a ciencia cierta, no sabemos si llegó a visitar.
Quizás sea también el escrito de Gómez el que mejor puede guiarnos para contextualizar el momento que transitaba Meier en aquel entonces dentro de su exitosa carrera.
Graduado en la Universidad de Cornell en 1957, al terminar sus estudios viajó por Europa donde tuvo la ocasión de conocer a Le Corbusier influencia clave en su arquitectura, como ya se ha adelantado. A su vuelta a Estados Unidos, trabajó en varios despachos de arquitectos, entre ellos los de Skidmore, Owings and Merrill (SOM) y Marcel Breuer, hasta que en 1963 abrió su propio estudio.
Meier visita Caracas en plena madurez con 51 años y más de 20 de ejercicio profesional a cuestas en los que había transitado su etapa más prolífica en cuanto a producción de obras determinantes que luego le sirvieron para asentar un modo de hacer arquitectura que le sería propio. Para Hannia Gómez, ubicados en el momento de su visita, “debemos ver en la presencia de Meier el lanzamiento de un indicio de excelencia y profesionalismo a la población de diseñadores y arquitectos que trabajamos en Venezuela”.

Hacía ya trece años que había aparecido Cinco Arquitectos (Five Architects), libro que, junto a la exposición organizada en el MoMA por Arthur Drexler en 1967, podríamos decir que en 1972 presentó en sociedad (en este caso de la mano de Drexler, Colin Rowe y Keneth Frampton), a un grupo de arquitectos formados en Nueva York compuesto por Peter Eisenman, Michael Graves, Charles Gwathmey, John Hejduk y el propio Meier. Vistos como grupo al momento de su aparición, conformaron lo que Helio Piñon en 1984 calificó como una de las “neovanguardias” (fundamentalmente valorada por la obra de Hejduk y Eisenman) que surgieron a mediados de los años sesenta y los setenta del siglo XX, reflejando en este caso una lealtad común a una forma pura de la arquitectura moderna. Posteriormente los miembros del grupo fueron realizando un trabajo divergente, negando cualquier relación con los demás. Graves se apuntó decididamente al postmodernismo. Eisenman ha limitado su trabajo a las imágenes y los modelos de los diseños arquitectónicos de futuro en los medios impresos, aunque se convirtió en el arquitecto más asociado con el deconstructivismo. Gwathmey también se ha mantenido fiel al estilo moderno, aunque su pureza se ha visto atenuada por la realidad de las grandes comisiones corporativas y públicas, y Meier ha sido el más fiel a la estética moderna y al estilo de Le Corbusier.

Superado “el modernismo juvenil de las casas blancas de New England, (Meier) empieza a replantearse el problema de la modernidad contemporánea con una precisión y una fortaleza que está sorprendiendo a todos”, dirá Hannia Gómez. Tras los años de su producción doméstica, apunta luego a formular con toda claridad un estilo propio basado en “un asentamiento objetivo en la intención de sus proyectos”. El grupo de trabajos conformado por el Atheneum de New Harmony, Indiana (1979), el Seminario de Hartford, Connecticut (1981), los nuevos edificios administrativos para la Renault en Boulogne-Billancourt, Francia (1982), la entrada a Concurso Internacional para el Reciclaje del Lingotto Fiat, Torino (1984), el Kunsthandwerk Museum, Frankfurt (1985) y el High Museum of Art, Atlanta (1984), en los que Meier reemprende la búsqueda de un lenguaje institucional, constituyen para Gómez “nuevas catedrales blancas ya no de piedra de Francia recién tallada, sino de láminas de hierro porcelanizado, que brillan ahora también con la radiante racionalidad de un nuevo rigor estructural”.
Arropado por sus anfitriones gremiales, Meier no tuvo en Caracas, que sepamos, contacto con la academia, lo cual quedó a deber. Sí dio una charla magistral con epicentro en su obra en los espacios del Museo de Bellas Artes, lugar donde se desarrollaron la mayor parte de los eventos de intercambio de aquel Mes de la Arquitectura. Valga agregar que su paso causó un revuelo que no se veía desde la venida de Aldo Rossi en 1980.

Para quienes recuerdan aquella época y se sintieron (y sienten) atraídos por su arquitectura, tienen hoy una muy buena oportunidad para calibrar los efectos del paso del tiempo y para constatar si aún, como afirmaba John Hejduk en Richard Meier, Architect (1976), Meier es “la pasión de la arquitectura, la creación, la re-creación y realización de una obra que nos paraliza con su intensidad” o, como lo hace Hannia Gómez, la suya es “una arquitectura intensa que produce a la vez obras de memorable polémica (el Bronx Developmental Center) y obras de vigencia y aceptación presentes (el High Museum of Art de Atlanta), que han mantenido interesada a la crítica por más de diez años”. Desde aquí pensamos que los mejores años de Meier ya pasaron, siendo justamente aquellos que abarcaron sus primeras tres décadas de trabajo los que recogen lo más trascendente de su obra. Hoy transfigurado en Richard Meier & Partners Architects, despacho con más de 130 proyectos diseminados por todo el mundo, quizás queda sólo como importante vestigio la blancura de su arquitectura y el máximo rigor en el ejercicio del oficio.
ACA
Procedencia de las imágenes
- Colección Crono Arquitectura Venezuela
3 arriba izquierda: https://tecnne.com/contextos/richard-meier-smith-house/
3 arriba derecha: http://byricardomarcenaroi.blogspot.com/2011/04/architecture-arquitectura-richard-meier.html
3 abajo izquierda: https://larryspeck.com/photography/hartford-seminary/
4. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad