
Archivos diarios: 12 de julio, 2020
Postal nº 218

Para visualizar la imagen en mejor resolución VER AQUÍ
ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 218

La primera Bienal de Arquitectura de Maracaibo realizada en 2005 se inscribe dentro de lo que podríamos denominar como iniciativas de carácter regional que han buscado visibilizar y dar impulso al desarrollo de la actividad profesional con aspiraciones a trascender, en cuanto a su organización y alcances, el ámbito estrictamente local de donde se originan. Sigue los pasos, si se quiere, de los que ya en 1999 había dado el Colegio de Arquitectos de Carabobo para organizar lo que se conoce como el “Salón Malaussena”, otra Bienal de Arquitectura y Urbanismo la cual hasta la fecha ha logrado alcanzar las diez convocatorias. Ambas surgen a la luz del irregular comportamiento que en el tiempo había caracterizado la organización por parte del Colegio de Arquitectos de Venezuela (CAV) de las Bienales Nacionales de Arquitectura, que entre 1963 y 2014 logró estructurar únicamente diez eventos cuando las cuentas dicen que debieron ser veinticinco. Es este vacío que era necesario cubrir para garantizar un mínimo intercambio entre quienes están vinculados a la disciplina, lo que da sentido a la aparición de ambos encuentros. También el hecho de que en ambas localidades (Maracaibo y Valencia) y su entorno inmediato ya se podía mostrar la aparición de obras que hablaban de una pujante actividad constructiva y una buena calidad en cuanto a propuestas arquitectónicas.
Maracaibo, la segunda ciudad en importancia de Venezuela, además de su tradicional competencia en lo político, lo económico y lo cultural con la capital de la República y los sesgos de exacerbación del regionalismo que siempre la han acompañado, también fue la que, a través de la Universidad del Zulia (LUZ), acogió la segunda Escuela de Arquitectura del país que empieza a funcionar en octubre de 1960 con 48 alumnos. De ella egresa la primera promoción en 1967 ya convertida desde 1963 en Facultad de Arquitectura y Planificación con Miguel Casas Armengol como su primer decano, tras haber sido anteriormente el primer director de la Escuela.
Con los desfases temporales que la distancian del desarrollo de la arquitectura en Caracas en cuanto a cantidad y calidad de edificaciones realizadas, número de egresados incorporados a la actividad profesional y avances en cuanto a la investigación y el postgrado, donde la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, creada en 1953, es el buque insignia, Maracaibo comenzó a exhibir a partir de los años 50 un crecimiento que, basado en la consolidación de la industria petrolera (la cual hizo de ella su principal sede), derivó en el incremento de obras de arquitectura de importancia.

Tal y como señalan Janet Cestary, Nereida Petit y Laura Rodríguez O. en “Una mirada hacia la arquitectura de Maracaibo en los últimos cincuenta años”, texto aparecido en Revista de Artes y Humanidades UNICA (2005), antes de la aprobación del Plano Regulador de 1953, Maracaibo se encontraba dividida en dos sectores bien diferenciados: el casco tradicional y el asentamiento urbano impulsado al norte por las colonias petroleras de Bella Vista y las Delicias. Serán las avenidas Las Delicias y Bella Vista que conectaban las dos zonas junto a la avenida 5 de julio (calle 77), considerada como eje vial principal, las que permitirán estructurar el nuevo asentamiento al cual migrarán los usos comerciales, asistenciales, culturales y residenciales que tradicionalmente se localizaban en el centro. Para 1950, según el Censo Nacional, Maracaibo contaba con 271.599 habitantes, cifra que se duplicó para el inicio de la década siguiente.
Coincidiendo con la apertura de los estudios formales de arquitectura, durante la década de los sesenta del siglo XX la ciudad se extiende y se consolida, abandonando en los setenta su condición de ciudad horizontal para darle paso a la verticalidad que caracterizará a muchos de los edificios que se construyan, particularmente los de vivienda multifamiliar.
Los setenta, también, marcan el momento en el que Maracaibo parecerá “una colcha de retazos” y empezarán a aparecer estudios que establecen la importancia de preservar una memoria urbana muy golpeada y en vincular las raíces de su arquitectura a los vestigios de construcciones indígenas palafíticas precolombinas, al desarrollo de una arquitectura colonial asociada a su condición de puerto comercial, al surgimiento durante el período republicano de una rica arquitectura popular autóctona que manifiesta un particular carácter derivado de preocupaciones ambientales y constructivas, a la cual se suma posteriormente la proveniente de su consolidación como puerto de salida de mercancías de los Andes y el occidente venezolano hacia Europa y América y de una floreciente actividad comercial centrada en la exportación del cacao y el café.
Durante los ochenta continua la ciudad bajo el patrón de un crecimiento urbano disperso y prolifera el recubrimiento con tableta de ladrillo como acabado en las edificaciones que se van levantando durante el período. También se resalta la figura del ingeniero de origen belga León Achiel Jerome Höet y su aporte durante las décadas de los años 20 al 40, y a dar importancia a la denominada “arquitectura petrolera” como parte de una identidad marabina inclusiva.
Los años noventa y los primeros del siglo XXI ven como Maracaibo incrementa su población de 1.248.270 habitantes a inicios de la década a 1.571.885 habitantes para el año 2001. Según nos aclararán Cestary, Petit y Rodríguez: “En relación a la vivienda unifamiliar, durante esta década predominó la construcción de conjuntos residenciales cerrados, también denominados Villas…”, que “se caracterizan por estar confinados por un muro perimetral que les otorga seguridad y privacidad; constituidos por conjuntos de diez a noventa viviendas, unifamiliares, aisladas, bifamiliares y pareadas”.
Para los desarrollos de vivienda multifamiliar “reaparece el Bloque como unidades en los conjuntos cerrados, con áreas verdes y áreas mínimas por apartamento, ubicados en diferentes sectores de la ciudad, tanto al norte como al sur” y prevalecen Torres de “entre quince a veinte pisos de altura, de uno o dos apartamentos por piso, dirigidos a una clase social media alta”. Por otro lado, “con la creación de la Ley de Política Habitacional, en 1990, se ejecutó en Maracaibo la construcción de desarrollos habitacionales promovidos por el Instituto de Desarrollo Social (IDES), al cual -a partir de la Ley Orgánica de Ordenamiento Urbanístico (LOOU)-, le corresponden las intervenciones en los ‘asentamientos no controlados’ … ubicados en diferentes zonas de la ciudad, en particular en las zonas noroeste y suroeste… conformados por viviendas unifamiliares y pareadas entre 45 y 56 m2, en parcelas entre 100 y 120 m2”.
Edificaciones de diferente tamaño que van desde el centro comercial a los hipermercados caracterizan las manifestaciones dirigidas a este uso y destaca, dentro del recreacional, el diseño y la construcción de los espacios abiertos del Complejo Polideportivo de la ciudad de Maracaibo realizada en el marco de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en 1998; el proyecto de renovación del Paseo Ciencias (2004); y el proyecto Vereda del Lago.
Teniendo como marco la ciudad que la acoge y los antecedentes someramente mostrados, era de esperarse que los arquitectos marabinos aspiraran a organizar un evento que permitiese mostrar el desarrollo edilicio y urbano de la capital del Zulia, los avances en el terreno investigativo que se consolidaba en sus casas de estudio y la respuesta que se estaba dando a nivel de formación de pregrado.
Orientada justamente a cubrir el período 1990-2005, la I Bienal de Arquitectura de Maracaibo, que llevaba por subtítulo “Arquitectura regional entre milenios”, se abrió desde el 17 de julio al 2 de octubre de 2005, en las salas expositivas del Centro de Bellas Artes-Ateneo de Maracaibo. Conceptualizada, promovida y organizada por AcciónArte, cuya presidenta Anabeli Vera-Marín asumió la Coordinación General del evento, contó con el apoyo y la participación de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad del Zulia (FAD LUZ), el Centro de Bellas Artes-Ateneo de Maracaibo, la Asociación Civil Arquitectos del Estado Zulia y el Centro de Ingenieros del Estado Zulia, cuyos representantes, constituidos en Comité Coordinador de la Bienal, procedieron a hacer una “convocatoria nacional nacional a todos los arquitectos colegiados para presentar los proyectos construidos en la región zuliana durante el período estipulado”.

La Bienal aparece ampliamente reseñada a través de un artículo que, firmado por Anabeli Vera-Marín, apareció en la revista Portafolio, nº 11-12 de 2005, publicación periódica arbitrada de la FAD LUZ. Allí Vera-Marín nos apunta: “Enmarcada en la celebración de los 45 años de la Escuela de Arquitectura de LUZ y los 60 años del Colegio de Arquitectos de Venezuela, la BAM intentó abarcar la arquitectura de los últimos quince años de la región, en un periodo significativo: la década final del convulsionado siglo XX y los primeros cinco años de este nuevo milenio signado por la incertidumbre. Se buscaba así iniciar este tipo de actividad en la capital zuliana, estableciendo una visión arquitectónica y una base de reflexión amplias que constituyesen un sólido fundamento de la historia reciente de la arquitectura en la región.”
La Bienal, que quiso reconocer el magnífico trabajo de cinco décadas continuas en actividad del arquitecto José Antonio Hernández Casas y los cuarenta años de la empresa constructora Faría Sociedad Anónima, FASA, principal promotor de la propiedad horizontal en la región, logró reunir, con base en cuatro categorías, 27 proyectos de 15 oficinas e instituciones dedicadas al ejercicio del tema, 7 publicaciones, 4 animaciones y 10 trabajos de grado, número si se quiere bajo para el amplio abanico abierto tanto en lo temático como en lo temporal.
Así, el Jurado calificador integrado por los arquitectos: William Niño Araque (Jurado Nacional); Aquiles Asprino (Jurado Regional); Ramón Reyes (AcciónArte); Francisco Mustieles (FAD-LUZ); Carlos Aguilar (URU); Sandy Rincón (IUP Santiago Mariño) y Gustavo Gómez (Sociedad Civil Arquitectos del Estado Zulia), otorgó los siguientes reconocimientos:
- Premio Regional de la I Bienal de Arquitectura de Maracaibo: Remodelación del Edificio Las Laras, proyecto del arquitecto José R. Garnica “en virtud de la importancia que posee el rescate de este edificio a escala regional y nacional, así como por la consideración del proyectista a los aspectos geométricos y espaciales originales”.
- Categoría Diseño Arquitectónico: Declarado desierto pero se decidió otorgar dos Menciones. Vera-Marín acotará: “El jurado en este sentido fue crítico y expresó su opinión en cuanto a que ‘a pesar de la calidad de diseño’ presente en los proyectos, la arquitectura regional en general adolece ‘de la debida atención y coherencia a las exigencias del clima local’ ”.
- Categoría Diseño Urbano, Paisajismo y Urbanismo: Proyecto Unidad de Planificación Física Maracaibo Norte UPF-2, realizado por el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura y Diseño de LUZ coordinado por la arquitecto Helen Barroso “por la atención y propuesta a la coherencia urbana que exige el proceso metropolitano de Maracaibo para el logro del equilibrio de la calidad ambiental urbana”.
- Categoría Publicaciones: Se otorgaron cinco Menciones.
- Categoría de Trabajos Especiales de Grado: Se otorgaron dos Menciones.


El premiado edificio Las Laras construido en 1928 por la Caribbean Petroleum Company, formaba parte del proyecto de la colonia petrolera Las Delicias, de la Royal Dutch Shell que lo usaría como sede administrativa hasta 1956 cuando la compañía muda sus oficinas para Caracas y la Costa Oriental del Lago. De la ficha elaborada por IAM Venezuela (https://iamvenezuela.com/2016/01/edificio-las-laras/) hemos conocido que “el nombre de esta edificación se debe a los samanes que la circundaban, llamados laras por los marabinos”.
La misma ficha nos dice lo siguiente: “Su estructura se conforma de dos plantas cuyo espacio se organiza alrededor de un patio central, y el terreno donde se ubica ocupa una manzana. En la fachada principal destaca el acceso que se da mediante un pequeño volumen que sobresale del conjunto con grandes columnas que parten de la planta baja y suben al nivel superior, donde está un balcón. (…) En sus fachadas presenta el uso de galerías perimetrales estrechas en el segundo nivel donde se combinaron diferentes elementos arquitectónicos como el concreto, el metal y la madera. Fue una de las primeras edificaciones en contar con aire acondicionado en la ciudad y también poseía un sistema de refrigeración de agua helada, que requería de un enorme patio para ubicar los aparatos que la hacían funcionar”.
Desde 1956 el edificio Las Laras “funcionó como sede de varios organismos de distintas ramas de servicios públicos. Luego de un incendio que en 1994 consumió gran parte de la edificación, fue restaurado en 2003” por PDVSA, su propietario. En la rehabilitación se planteó como objetivo mantener la fachada original del edificio, modernizando las instalaciones eléctricas, sanitarias, los sistemas contra incendio y de seguridad, y se incorporó, además, el equipamiento necesario para discapacitados. “La zona que era usada para los grandes aires acondicionados se convirtió en áreas de estacionamiento con capacidad para 400 vehículos aproximadamente”. Las Laras fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1991.

Desde 2005, la Bienal de Arquitectura de Maracaibo ya acumula otras tres convocatorias con participación cada vez más nutrida: la segunda de 2008, que abarcó el período 2005-2008, cuyo tema central fue “La Ciudad” vista desde dos perspectivas distintas: una arquitectónica y urbana, otra artística y visionaria, le rindió homenaje al arquitecto Humberto Vera Barrios de destacada actuación en la ciudad de Maracaibo; la tercera 2010 (2008-2010), organizada bajo el lema “Develando experiencias y oportunidades”, homenajeó al arquitecto Tomás José Sanabria, al arquitecto y crítico de arquitectura nacional William Niño Araque y al arquitecto zuliano Aquiles Asprino; y la cuarta 2013 (2010-2013), bajo el lema “Umbrales de cambio”, rindió homenaje a la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad del Zulia (FAD-LUZ), que cumplía 50 años de ininterrumpida labor educativa, social y de investigación.
A partir de entonces han transcurrido siete años en los que, seguramente afectados por la situación que atraviesa el país, a sus promotores se les ha hecho cuesta arriba volver a lograr reunir esfuerzos y recursos que la revitalicen. Ojalá que esto no pase de ser algo temporal con la seguridad de que el tesón que caracteriza a los marabinos hará que así sea.
ACA
Procedencia de las imágenes
2, 3 y 4. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad
HOTELES NACIONALES

Pabellón del Hipódromo de El Paraíso
Sin ser propiamente una edificación hotelera, Ciro Caraballo en Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993) ubica la construcción en 1931 del Pabellón Social del Hipódromo Nacional de El Paraíso como un uso complementario que formó parte de la política oficial del régimen por promover el turismo, que tuvo su etapa de mayor esplendor al momento en que León Becker, anfitrión de origen alsaciano que arriba a Venezuela “posiblemente en la primera posguerra”, asume el manejo coordinado de las principales instalaciones que conformaban entonces la red de “Hoteles Nacionales”: el Miramar de Macuto y el Jardín de Maracay de las cuales fue sucesivamente su “Director Administrador”.
Caracas desplazada durante el gomecismo por Maracay como centro de poder y de las atenciones gubernamentales, siempre se vio en la necesidad de contar con un hotel de primera categoría lo cual, como señala Caraballo, no dejó de estar “presente en la mente de las autoridades del Ministerio de Obras Públicas y, a partir de 1930, en boca de los funcionarios relacionados con el Despacho de Turismo”. Dicha inquietud, que no era compartida por el Benemérito y en parte se vio minimizada por las inversiones hechas en el ramo de la hotelería caraqueña por el sector privado, orientó la mirada de los promotores turísticos oficiales hacia el único lugar de la capital donde Gómez se sentía como en su casa: el Hipódromo Nacional de El Paraíso.

Quizás sea bueno recordar que la afición hípica tuvo su primera manifestación a nivel nacional con la construcción de una pista para las carreras de caballos en el sector Las Delicias de Sabana Grande, inaugurada el 1 de marzo de 1896. Tal y como se recoge en la página http://www.anecdotashipicas.net/TrabajosEspeciales/SabanaGrande_CunaDelHipismo.htm: “Desde el año de 1893, comienza a publicarse en la prensa de la época, principalmente en el diario El Tiempo, una serie de avisos pagados por Mathieu Valery, donde se informa el proyecto de constituir el Jockey Club de Venezuela, a semejanza de Jockey Club de París, con la finalidad de construir un hipódromo en Caracas, pero sin indicar su ubicación”. Así, el Jockey Club de Venezuela, legalizado formalmente el 10 de agosto de 1895, fue la entidad que se encargó de impulsar y financiar la construcción del Hipódromo de Sabana Grande fijando allí su sede. Para su realización “…se contrataron los servicios del arquitecto Venter; se instaló la lujosa tribuna inglesa para albergar a los miembros del Jockey Club e invitados especiales; y Arturo Michelena, quien en sus tiempos en Francia fue asiduo visitante del Hipódromo de Longchamps, fungió de asesor en lo que respecta a la ornamentación de los alrededores del hipódromo”.
El crecimiento urbano de Caracas hacia el este llevó a pensar en la conveniencia de construir un nuevo hipódromo. Para ello en 1907 el Jockey Club procedió a adquirir 10 hectáreas a los hermanos García Prim en la naciente y aristocrática urbanización de El Paraíso, lo cual condujo a la inauguración de la nueva instalación el 15 de febrero de 1908 participando en el acto Gustavo J. Sanabria, Gobernador Político y Militar del Distrito Federal y Presidente del Jockey Club de Venezuela, conjuntamente con José Gil Fortoul, Manuel V. Lander Gallegos, Celestino Martínez, Eduardo Sucre, Félix Galavís y Manuel Corao, miembros de esta agrupación hípica nacional.
En la construcción inicial se utilizaron las gradería del desmantelado Hipódromo de Las Delicias, las columnas rescatadas como chatarra del Mercado de San Jacinto y rejas de hierro especialmente fabricadas por la Escuela de Artes y Oficios de Caracas.



Gómez, quien había respaldado el traslado del coso hípico, lo convierte en un importante foco de la intervención estatal: en 1911 se inaugura frente a dichas instalaciones el Monumento a Carabobo mejor conocido como la “India del Paraíso” (originalmente destinada para ubicarse en la Sabana de Carabobo para conmemorar los 90 años de la batalla) y, más adelante, la Plaza Alejandro Petión. Como señala Caraballo, “no sólo servía el centro hípico para las actividades de carreras, en su amplio óvalo central también tenían lugar importantes espectáculos de carácter masivo, desde el aterrizaje de aviones, hasta las marchas del ejército a caballo, en las fiestas patrióticas”.


En 1931 mediante Decreto Presidencial, el Benemérito ordena la remodelación total del Hipódromo de El Paraíso la cual el estará a cargo del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Caraballo apuntará: “Estas reformas incluyeron el mejoramiento de la pista, caballerizas, nuevas tribunas públicas y la presidencial, con un especial énfasis en el rescate de sus áreas circunvecinas. Las estructuras metálicas fueron encargadas a la firma de los ingenieros Ayala y Wallis. En los jardines se distribuyeron doce kioskos, destinados a la venta de boletos; sanitarios y grupos de música en la terraza de apostadores, nueva pavimentación y enrejados, hacían de marco a lo más novedoso del nuevo conjunto: ‘El Pabellón’, inmenso templete de ladrillo, concreto y techos metálicos, en moderno estilo Art-Deco, el cual serviría para las recepciones a cubierto, restaurant y ‘dancing’, contando a su vez con un bar abierto al exterior y una terraza para bailes y espectáculos. El tradicional lugar de carreras de caballos pasaba a convertirse así en el más importante conjunto recreativo de la Capital de la República”.


Diseñado por el arquitecto André Potel y elaborado en las oficinas de Edificaciones y Ornato del MOP, el “dancing”, como se le identificaba en los planos, tenía 2.200 m2 de área cubierta y, de acuerdo a la Memoria que presenta el citado Ministerio en 1932, “sus fundaciones fueron construidas considerando la posibilidad de ampliar con un segundo piso. Los techos de los corredores, del bar y de las dependencias de servicio se construyeron de platabandas; mientras que el salón central es de armadura metálica de una luz de 23,50 m por 23,50 m, cubierta de laminas de zinc; el cielo raso es de celotex y está colocado en forma de escalones y los interespacios sirven para ventilación y para alumbrado indirecto. La instalación eléctrica ha sido estudiada cuidadosamente; el salón principal con diversas luces de colores cambiantes y una cornisa luminosa de vidrios blancos opacos que la circundan”. Como datos adicionales cabe agregar que el salón tenía 8 metros de altura y que su estructura se apoyaba en doce pilares perimetrales lo cual liberaba el enorme espacio interior, único de tales dimensiones para la época. Rodeado por amplios corredores abiertos en tres de sus lados, que servían de espacio de interconexión con el exterior y áreas de expansión de la sala de fiestas, el del lado este del Pabellón se integraba con una terraza descubierta de 2.000 m2 aprovechable para grandes celebraciones. La zona norte estaba destinada a los servicios de apoyo.
La construcción se programó para ser concluida en 9 semanas y estuvo a cargo de Carlos Blaschitz & Cia, la más importante en el país para los años treinta.
A partir de su inauguración el 14 de noviembre de 1931 “el Pabellón fue adscrito al ‘Despacho de Turismo’ perteneciente al Ministerio de Salubridad, Agricultura y Cría, al tiempo que era entregado, para su administración y promoción, al Gerente de los Hoteles Nacionales: León Becker” que lo convertiría en una sala de festejos con capacidad para 1.200 personas o, en otros momentos, en un centro de diversiones, nos recordará Caraballo. “En el ramo turístico el Pabellón prestó servicio de apoyo a la red de Hoteles Nacionales, organizando desde allí excursiones, así como también sirviendo de centro para las reservaciones de habitaciones del Hotel Jardín y el Hotel Miramar”, habiendo servido eventualmente, también, para el alojamiento de turistas ante inconvenientes que se presentaban o como lugar de escala en largos traslados, sustituyendo, aunque sólo fuera parcialmente “al tan ansiado y nunca concretado, hotel de turismo de Caracas.”


En 1959 tras la inauguración del Hipódromo Nacional de La Rinconada cesan las actividades del Hipódromo de El Paraíso y con él los bailes y festejos especiales que se realizaron durante casi 30 años en el Pabellón, destinándose sus instalaciones para que el Instituto Pedagógico Nacional pusiese a funcionar el Liceo Aplicación, centro educativo para el entrenamiento de los nuevos docentes. El otrora espacio lúdico se convertiría en la Biblioteca y Salón de actos del nuevo Instituto, “… el área que había funcionado como cocina era transformada en enfermería y el bar en sala de gimnasia, mientras que el resto del edificio, pobremente tabicado, serviría para alojar, de alguna manera, otras instalaciones del centro educativo.”
La construcción del Distribuidor “La Araña” a finales de la década de los sesenta le da la estocada final al lugar: obliga al traslado de “La India” a una redoma en la confluencia de las avenidas La Paz y Páez, se arrasa con el parque Petión y con el campo deportivo, y la ubicación de las columnas del mamotreto vial negaron su participación urbana obligando al Pabellón a resignarse a ser considerado un “anónimo galpón”.

En 1977 la Unidad Educativa Nacional Edoardo Crema, fundada en 1974 en Montalbán, ocupa las instalaciones de la antigua sede del liceo Aplicación y en 2009 lo que fue el Pabellón del antiguo Hipódromo del Paraíso sería sometido a una “Intervención restaurativa” a cargo del Ing. Alfonso C. Olivares Garcés (la cual puede ser consultada en https://arquetipos21.blogspot.com/2010/10/intervencion-restaurativa-en-el.html), que buscó rescatar la deteriorada estructura, para un mejor uso de la comunidad educativa. En 2019 el portal Caraota Digital publica “Edoardo Crema: zona de desastre que 500 alumnos llaman liceo”, reportaje que, para quien esté interesado, ofrece una semblanza de las condiciones en las que se encuentra la que fuera la resplandeciente instalación que en los años 30 del siglo XX sirviera de lugar de encuentro y distracción para la sociedad caraqueña.
ACA
Procedencia de las imágenes
1, 7 y 8. Ciro Caraballo, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista, 1993
2. https://www.facebook.com/CojoIlustrado/posts/433709090872235/
3, 5 y 6. Colección Crono Arquitectura Venezuela.
4. https://orachapellincaracasvenezuela.blogspot.com/2008/08/plazas-y-parques-de-la-vieja-caracas.html
9 izquierda. Google Earth
9 derecha. https://twitter.com/jldangeloduran/status/1012492665441701890
10 y 11. https://arquetipos21.blogspot.com/2010/10/intervencion-restaurativa-en-el.html
NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Draw in Order to See: A Cognitive History of Architectural Design
Mark Alan Hewitt
ORO Editions
2020
Idioma: Inglés
Nota de los editores
Draw In Order to See es el primer libro que examina la historia del diseño arquitectónico utilizando las últimas investigaciones en neurociencia y cognición incorporada. En la actualidad, entre las docenas de libros sobre dibujo arquitectónico, teoría del diseño, metodologías, creación de modelos, CAAD y planificación, no hay ninguno que analice específicamente la historia de la representación como un reflejo de los hábitos cognitivos entre individuos y grupos de arquitectos.
Como historiador y arquitecto en ejercicio, Mark Hewitt tiene un punto de vista único que le ha permitido estudiar las prácticas de diseño de muchos arquitectos durante varias épocas, comenzando en el Renacimiento y extendiéndose hasta finales del siglo XX. Sus libros publicados anteriormente han tocado temas relacionados con la práctica del diseño, ya que muchos han tratado la vida de arquitectos y diseñadores. Además, ha escrito docenas de biografías de arquitectos, ha publicado ensayos sobre representación arquitectónica y ha escrito una tesis de maestría sobre percepción visual y arquitectura.
Hewitt ha dedicado más de 30 años a escribir sobre el proceso de concepción (o visualización) de edificios en el cerebro. Los investigadores sobre ese tema ahora citan constantemente uno de sus primeros estudios sobre dibujos y modos de concepción.
Este libro sigue esa línea de investigación con los nuevos descubrimientos sobre percepción visual, cognición y encarnación que han revolucionado la ciencia del cerebro. Hewitt cree que mirando históricamente cómo los arquitectos han diseñado, una práctica basada en el cerebro desarrollada durante y después del Renacimiento, los dibujos se volvieron lo suficientemente sofisticados como para proporcionar retroalimentación para la percepción y la memoria. Su argumento es que il disegno, surgido en Italia durante la época de Leonardo y Miguel Ángel, inició ese sistema que fue plasmado en planes de estudios durante el surgimiento de las instituciones de Bellas Artes antes de la década de 1920, y que posteriormente el sistema Bauhaus lo reemplazó por completo, con lo que tenemos hoy.
ACA
VALE LA PENA LEER
Origen y destino
Luis Fernández-Galiano

14/06/2020
Tomado de arquitecturaviva.com
Hay libros que se resumen en portada, y ese es el caso de estos dos volúmenes. El astrobiólogo Lewis Dartnell amplía el viejo vínculo entre la geografía y la historia para explicar ‘cómo la historia de la Tierra determina la historia de la Humanidad’, en un relato de nuestros orígenes que se extiende hasta el Antropoceno; por su parte, el economista Daron Acemoglu y el politólogo James A. Robinson exploran ‘el pasillo estrecho’ que desde la época clásica ha permitido a algunos estados y sociedades alcanzar la libertad mientras otros han fracasado en el empeño, creando regímenes autoritarios. Cartografiando la influencia del medio físico en el devenir humano, y jalonando con episodios ejemplares nuestro trayecto hacia la libertad, los libros se complementan para trazar un itinerario determinado tanto por las constricciones geográficas como por la voluntad de emancipación, y llevarnos desde el origen necesario hasta un destino voluntario y huidizo.
Orígenes se inscribe en el marco de las ‘grandes historias’ que se reseñaron en Arquitectura Viva 219, y si la mayor parte del relato pertenece a la deep history que toma como inicio la aparición del Homo sapiens, en su atención a la tectónica de placas y a la periodicidad cósmica de los cambios climáticos se sumerge en la aún más remota big history que ha popularizado David Christian, a quien por cierto no cita pese a haber publicado un libro de título y temática similar, Origin Story. Tampoco se cita el Sapiens de Harari, con el que ha sido comparado, pero la revista Nature asegura que su síntesis de geografía, oceanografía, meteorología, paleontología, arqueología e historia política «recuerda al clásico libro de Jared Diamond Armas, gérmenes y acero», y en este caso el autor sí merece incluirse en la bibliografía. Más allá de estas minucias, y del reproche que cabe hacer a la deficiente calidad de los mapas, el texto elegante, riguroso y bien traducido de Dartnell analiza ‘cómo la Tierra nos hizo’ a través de un zoom que lleva desde las modificaciones del planeta y el desarrollo de la vida a lo largo de miles de millones de años, la evolución humana durante los últimos cinco, la dispersión de la especie en los últimos cien mil años, el avance de la civilización desde hace diez mil años o el de la globalización en el último milenio. Es imposible resumir un libro que explica la geografía electoral contemporánea desde la geología, o la historia del mundo mediterráneo desde el cierre del océano de Tetis, pero los arquitectos encontrarán informaciones útiles en los capítulos ‘Con qué construimos’, ‘Nuestro mundo metálico’ o ‘Energía’, y estímulos abundantes en todos los demás.
El pasillo estrecho es la tercera gran obra de sus autores, que en 2006 publicaron Economic Origins of Dictatorship and Democracy y en 2012 Why Nations Fail (con versión española del mismo año, Por qué fracasan los países), un gran éxito de ventas que popularizó el término ‘élites extractivas’, y que con ese título reseñé en El País y en Arquitectura Viva 149. Avalado por dos premios Nobel de Economía y por el ya mencionado Jared Diamond, el nuevo libro de Acemoglu y Robinson persevera en la búsqueda del equilibrio entre Estado y sociedad que permite disfrutar de una libertad a la que se llega por una senda estrecha: «una libertad que sólo puede existir cuando la sociedad cuestiona el poder del Estado y de las élites, pero también cuando, al mismo tiempo, existe un Estado robusto capaz de defender nuestros derechos». En un recorrido histórico que lleva de la Atenas de Solón o el mundo árabe en tiempos de Mahoma a la República de Weimar o la Suecia socialdemócrata, los autores utilizan a Locke para definir la libertad que ambicionan, y a Hobbes para presentar a sus tres leviatanes: el ausente, el despótico y el encadenado, bien entendido que sólo este último hace posible que las naciones circulen hacia la libertad por el pasillo «entre el miedo y la represión que infligen los Estados despóticos y la violencia y la anarquía que surgen en su ausencia». Citando a Harari para advertir del peligro de que la tecnología facilite la tiranía, y a Pinker para subrayar la extrema violencia de las sociedades carentes de Estado, Acemoglu y Robinson transitan de los trabajos de Teseo a la Reina Roja de Alicia para trazar un camino emancipador. Nuestro origen está en la tectónica de placas y en las oscilaciones climáticas, pero nuestro destino no está escrito en el libro de la Tierra.

Orígenes
Lewis Dartnell
Debate
2019
392 páginas

El pasillo estrecho
Daron Acemoglu y James A. Robinson
Deusto
2019
672 páginas
ACA