ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 206

El plano del matemático, ingeniero militar y brigadier español Agustín Crame (identificado por algunos autores como Cramer), ilustra la capital de Venezuela en 1778 como parte de un detallado plan de defensa de la Provincia. Según Nelly Arcos Martínez en “Territorio y fortificación del Caribe: Agustín Cramer, visitador de plazas 1777-1779” (Revista Biblio3W. Revista bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona. Vol. XXI, núm. 1.152. Modificado el 5 de marzo de 2016), los estudios se “circunscribieron a un plan defensivo cuyo objetivo era controlar la comunicación con el mar pero no de facilitarla”.

El dibujo se encuadra de forma tal de recoger la relación dialéctica entre Caracas y La Guaira, representando los lugares poblados, los caminos y senderos entre ambas ciudades a través de la serranía, con una línea roja. Su interés radica en mostrar la serranía que separa ambas ciudades, para su comprensión como territorio, así como las implicancias de la topografía como elemento fundamental para la organización y construcción de un sistema defensivo, que sería modelo para un plan continental. De esta forma el mapa se concentra en detallar tres aspectos: la costa y La Guaira, el valle y la ciudad de Caracas, y los caminos que los relacionan a través de la serranía de El Ávila.

La hermosa representación de Crame que ilustra nuestra postal del día de hoy, muestra en detalle una topografía rica y compleja, que separa el valle de Caracas y el mar, y que muestra la cumbre de la serranía, así como los pliegues y valles que la constituyen. A través del dibujo de colores, sombras y claroscuros, es posible apreciar incluso las diferencias de altura en que se encuentran Caracas y la Guaira, así como su posición relativa a “escala de una legua o 5.000 varas castellanas”.

El ingeniero militar invierte la convención de orientar el plano con el norte en la parte superior, y lo ilustra al revés, demostrando que el interés de Crame como estratega y cartógrafo era representar mirando el territorio a conquistar como si fuese un enemigo que llega desde el mar al puerto de la Guaira, para luego emprender la conquista tierra adentro. Ello pone en evidencia su mirada de estratega militar en la construcción cartográfica del territorio.

Según Nelly Arcos, Crame visita La Guaira entre abril y mayo de 1778, y realiza un reconocimiento del territorio que incluyó la plaza de La Guaira, y las ciudades de Caracas y Puerto Cabello, como los posibles lugares de ataque, alrededor de los cuales articuló un plan de defensa más amplio.

El ingeniero militar detalló en un panorama general sus primeras impresiones de Caracas: “un excelente clima debido a su elevación sobre el nivel del mar; múltiples cursos de agua provenientes de la cordillera que lo convierten en un valle fértil asegurando el riego de las cosechas; 250 mil habitantes, y una vasta producción de cacao y añil”, tal y como lo recoge Nelly Arcos.

En el plano se muestra a la ciudad de Caracas como una retícula regular en color rojo, formada por un conjunto de manzanas, algunas de ellas con patio. Una lógica que se va disgregando progresivamente y que se interrumpe con claridad al encontrar obstáculos naturales para su crecimiento. Las manzanas se extienden a partir del cuadrilátero de la plaza, que aparece vacío pero ocupado por pequeñas construcciones. El rio Guaire y las quebradas de Catuche y Caroata, se identifican como los límites del manzanero de la ciudad, tal y como se determinó en el plano del primer asentamiento militar de 1567. A su vez, el dibujo menciona el “Valle de Caracas”, al oriente, reconociendo el potencial para la posible extensión de la ciudad. Al interior del valle, solo se mencionan como referencias “San Lázaro” (Hospital de San Lázaro nuevo, al pie del Ávila de acuerdo a Arístides Rojas en “Crónicas de Caracas” aparecido en El Nacional, 1999) y “El Calvario”. También se muestran distintas zonas de campos de cultivo.

A lo largo de la costa se identifican los poblados de Macuto, Punta de Mulatos y Maiquetía, así como lugares geográficos de referencia como Punta Gorda, Cabo Blanco, Las Canterías y Catia.

El complejo sistema defensivo entre La Guaira y Caracas, propuesto por Crame dispuso establecer en la cumbre, a mitad del camino entre ambas ciudades, el reducto de San Joaquín y elaboró el Plano de la Plaza que manifiesta el actual estado en que queda la obra de la muralla frente al mar, sugiriendo algunos cambios a los planos que había elaborado el ingeniero comandante de la provincia, Miguel González Dávila.

En relación al lugar de asentamiento de La Guaira, Crame observó que su relieve tenía las condiciones naturales para construir una barrera defensiva para el puerto. Su ubicación al pie de una elevada serranía con una cumbre elevada (1200 varas sobre el nivel del mar) y paredes naturales a los costados que emergen como murallas producto del relieve natural, harían difícil que el enemigo intentara atacar en forma franca. De esta forma el plan defensivo se concentró en reforzar los caminos entre la Guaira y Caracas (Trapiches, el Camino Real a Caracas y el de Guarracuma), incluyendo el camino de Las Dos Aguadas, un camino mas corto por detrás de La Guaira, y punto vulnerable de defensa. Así Crame ideó el complejo sistema de defensa de La Guaira, que contempló: el Castillo de San Carlos, el Fuerte San Agustín, la Batería de Las Mercedes y el Fuerte del Príncipe o El Zamuro (El Vigía). Le seguían las Baterías de San Gerónimo (El Colorado), Mapurite y el Palomo; el Fuerte El Gavilán, las Baterías de San Bruno, San Antonio y San Juan de Dios, y los Baluartes de La Trinchera y La Plataforma. Éstos se complementaban con las Baterías de San Fernando y la Fuerza; que reforzaban la ruta junto a los Baluartes de La Caleta, San Josef y El Peñón, de acuerdo a lo que apunta Nelly Arcos y de lo que también aporta el texto de Emanuele Amodio y otros, “El camino de los españoles”, Instituto del Patrimonio Cultural. Editorial Arte, Caracas, 1997.

Las referencias de Crame sobre la vertiente norte de la serranía de El Ávila, frente al mar son mas profusas. En el plano que abarca la costa desde Macuto hasta Catia, se identifican más de una veintena de lugares poblados situados en las faldas de la serranía, conectadas por caminos.

Crame también tuvo a su cargo varias tareas relativas a la cartografía de Venezuela: ayudó, según nos aporta Juan Carrillo del Albornoz en “Agustín Cramer y Mañeras”, artículo que forma parte del Diccionario Bibliográfico Español (Formato electrónico. Real Academia de la Historia. Modificado 2018), a “establecer la estrategia para la protección de las fortificaciones en Trinidad, Margarita, Cumaná, Guayana, La Guaira, Puerto Cabello, Cartagena de Indias, Portobelo, Nicaragua y Campeche”. Con amplios poderes, era el único que podía aprobar toda obra militar, por encima del gobernador y del capitán general de la provincia de Venezuela. También tuvo que ver con la elaboración del plano general de la ciudad de Cumaná y su entorno, con el de la torre abandonada de San Fernando en la orilla opuesta del Orinoco, así como “el plano de la batería de San Diego de Alcalá y el plano del Fuerte de San Francisco de Asís, situado sobre una pequeña altura en la margen meridional del río Orinoco, así como del castillo de San Antonio”, de acuerdo a Juan Carrillo del Albornoz. Según Graziano Gasparini, de las 60 fortalezas que se construyeron en Venezuela, 21 se situaron para la defensa de la plaza de La Guaira, siendo la ciudad mejor fortificada de América Latina. La importancia de Crame como inspector de las plazas de la costa sur del Caribe y estratega para la protección de las fortificaciones, fue la de considerar las fortalezas de ultramar como una gran defensa continental, un concepto renovador, que, de acuerdo a Nelly Arcos, respondía a una estrategia lógica para afrontar un territorio tan vasto como América. De esta forma el Caribe, una de las zonas estratégicas mas conflictivas de América, se convirtió en un proyecto ideal para ensayar un modelo de defensa que aspiraba a ser continental.

IGV

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

El vidrio: fronteras y máscaras

Rosana Rubio Hernández

Ediciones Asimétricas

2020

Nota de los editores

El vidrio es una de las materias que ha intervenido en la construcción de lo que Heidegger (hablando de arquitectura), denominó “fronteras”. Y lo ha hecho de una forma ambigua, compleja y elusiva, mediando entre la luz y la mirada. Las propiedades ópticas de este material desencadenan una serie de aspectos perceptivos, emotivos y semiológicos, que desbordan su estudio desde un punto de vista meramente científico.

El texto reflexiona sobre veintidós palabras, acompañadas de una serie de imágenes, que hacen referencia a esos aspectos, y que nos ayudan a entender cómo la arquitectura hace uso de algunas de las cualidades más inaprensibles de este material paradójico; propiedades que en ocasiones se emplean de forma premeditada, y que, otras veces, se activan de forma imprevista, añadiendo máscaras, capas de misterio, a la materia.

Rosana Rubio Hernández es Arquitecta y Doctora por la ETSAM (Premio Extraordinario de Doctorado de la UPM 2015-16). Master in Advanced Architectural Design and Research por la GSAPP Columbia University. Desarrolla la profesión libre, habiendo recibido diversos reconocimientos. Investigadora y docente en el Área de Proyectos Arquitectónicos y de Paisaje (ETSAM, UCJC, Columbia University y University of Virginia, entre otras), actualmente es investigadora postdoctoral en la Tampere University, en Finlandia.

ACA

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

La casa dispersa

Historias marginales del habitar

Daniel Cid Moragas

Ediciones Asimétricas

2020

Nota de los editores

Entre casas escritas (intimidad de la lectura) y casas fotografiadas (interiores desvelados) este libro se dispersa por el habitar moderno. En este recorrido el lector se irá encontrando con diversas historias que son, precisamente, el reflejo incompleto de un habitar que, si bien vive en el deseo de hacer sitio y recogerse, a menudo le cuesta encontrar emplazamiento. Paredes empolvadas con mucho de nada por cualquier rincón de una casa pequeño burguesa en Viena. O paredes débiles de un cuarto de alquiler, un habitar literalmente disperso o desposeído que huye precisamente de una idea de hogar convertida en una condición única. Barracones de un campo de exterminio, cabañas de fin de semana o chabolas desde las cuales, en un acto de nihilismo activo, se buscan formas de construir aunque sea desde poco y a partir de lo perdido. Casas de artista, algunas de ellas recién inauguradas, que con su obertura al público certifican que siglos más tarde habitar todavía significa dejar rastro en el interior. Una estética del bibelot que en casos como Proust entra y sale tanto de su apartamento como de su extensa novela, un texto que por cierto comienza con y en una cama. El blanco de la página y el blanco de la sábana, que diría Perec. Allí donde las banalidades del día a día, intrascendentes, se han convertido sin más en una excusa para escribir.

Daniel Cid Moragas es Associate Professor de la Winchester School of Art, University of Southampton. Es también codirector del grupo de investigación Critical Practices de la misma universidad. Tanto ahora, como en su etapa anterior en Elisava Escuela de Diseño de Barcelona, ha desarrollado proyectos de investigación tanto aplicada como teórica en diseño. En el ámbito concreto del habitar, donde centra gran parte de su atención, publicó Casas de la vida junto con Teresa Sala. La casa dispersa es en cierto modo una continuación, y en algunos casos una ampliación, de esta publicación. En este mismo sentido, junto a Eva Serrats y Francesc Pla ha desarrollado para Arrels Fundació Piso Cero, una nueva tipología de apartamento ubicado en Barcelona para personas sin hogar con dificultades para adaptarse a otro tipo de recurso habitacional debido a su alto nivel de exclusión social. Igualmente, y dentro del ámbito del sinhogarismo, ha llevado a cabo proyectos en colaboración con el grupo de arte de Trinity Winchester dentro del programa asociado que la Winchester School of Art realiza con la Tate Exchange.

ACA

NOVEDADES EDITORIALES DE AQUÍ Y DE ALLÁ

Grafton Architects

Arquitectura Viva 223

Tomado de arquitecturaviva.com

La coherente y comprometida trayectoria de Grafton Architects, oficina fundada en Dublín en el año 1978 por Yvonne Farrell y Shelley McNamara, se ha visto coronada con la concesión este año del Premio Pritzker, el primero que se otorga a una pareja de mujeres. Arquitectura Viva da cuenta de este hecho publicando en detalle dos de las últimas obras del estudio irlandés (la Kingston University en Surrey, cerca de Londres, y la Toulouse School of Economics en Francia) y una entrevista realizada por el periodista y poeta Antonio Lucas.

ACA