
Archivos diarios: 29 de marzo, 2020
Postal nº 203

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ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL Nº 203

Cuando en 1949 la sucesión Casanova, dueña de los terrenos, planificó el desarrollo de Colinas de Bello Monte y a comienzos de los años 50 se comienzan a urbanizar con el promotor cultural Inocente Palacios a la cabeza y el arquitecto italiano Antonio Lombardini como su mano derecha, se plantea hacerlo en dos etapas: la primera que ocuparía las áreas más planas próximas al río Guaire estaría conformada principalmente por edificios residenciales con comercio en la planta baja regidos de acuerdo a las ordenanzas vigentes; y la segunda, destinada a la vivienda unifamiliar, que se ubicaría en la zona de más escarpada topografía, lo cual obligó a hacer una importante modificación de la normativa en asuntos tales como: la reducción del ancho de las vías, la eliminación de las aceras y tener la posibilidad de estacionar sólo a un lado de la calle.
Sin embargo, en lo que se conoce como la Avenida Principal de Bello Monte (prolongación hoy de la Río de Janeiro), paralela a río, se registra la aparición, eventual si se quiere, de algunas edificaciones de oficinas, otras destinadas al comercio y las menos a la actividad industrial ligera que irán ocupando también las avenidas Leonardo Da Vinci, Beethoven y Miguel Ángel.

Asimismo, cuando se emprende el desarrollo de la zona intermedia entre la parte más plana y las colinas propiamente dichas, y a la vez se busca dar cabida a la actividad cultural que tanto apasionaba al urbanizador Palacios, se trazan dos ejes paralelos noreste-suroeste constituidos por las avenidas Caroní y Caurimare los cuales vincularían el sector de mayor densidad y movimiento con la Concha Acústica, uno de los proyectos promovidos por Palacios con mayor afán. Pero sin duda es la avenida Caurimare la que asume el verdadero protagonismo como puerta de llegada al imponente anfiteatro, diseñándose con una ancha isla arbolada en el centro y canales de circulación amplios a ambos lados, condición que se prolonga hasta su propia entrada. No es de extrañar, por tanto, que, marcando su inicio, en la Caurimare se hayan ubicado tres elementos que buscaban darle el lustre necesario: una pequeña plaza, un cine-teatro (el Colinas) acompañado de un edificio multifamiliar de alta densidad (el Yoraco) y lo que sería la sede en Venezuela de una de las firmas transnacionales de mayor peso: la neerlandesa Royal Philips.
La Philips, hoy en día una de las empresas de tecnología más grandes e importantes del mundo, cuyas oficinas principales se encuentran en Amsterdam y en otras ciudades de los Países Bajos, fue creada, según hemos podido recoger de internet, en 1891 por el ingeniero físico Gerard Philips, su hermano Anton y su padre Benjamin Frederik David (primo hermano de Karl Marx), con formación comercial, con la finalidad de producir lámparas incandescentes en la zona de Eindhoven, provincia de Brabante (Países Bajos). Como el negocio funcionó muy bien gracias a la calidad de sus lámparas y a la habilidad comercial de Anton, en 1918 la compañía introduce al mercado un tubo de rayos X y un servicio de reparación de máquinas para radiografías de donde surge otra importante rama que desde entonces empiezan a cubrir: la dedicada a sistemas médicos. En 1925, se realizan los primeros experimentos de la compañía en materia de televisión y en 1927, se inicia la producción de radios, focos, combinados y otros pequeños electrodomésticos. En 1940, cuando llega la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos de la Luftwaffe destruyen las fábricas del país. Entre tanto, la empresa se instala en Bélgica, Estados Unidos y Reino Unido.
La empresa tiene en Eindhoven uno de los laboratorios de investigación más importantes del mundo, donde ha creado tendencias mundiales con productos innovadores como el casete, el CD, el DCC, el CD-ROM, el vídeo, el DVD y el blu-ray. A partir de 2016, Philips está organizada en dos subdivisiones: Philips Personal Health, que agrupa los productos de cuidado personal y para el hogar, cuidado del bebé y salud bucal, entre otros; y Philips Health Systems, donde convergen las líneas de negocio de imagenología (rayos X, resonancias y ultrasonidos), cuidado al paciente y otras soluciones tecnológicas para hospitales, como HealthSuite. Su tercera subdivisión era Philips Lighting, la cual al listarse en la Bolsa de Valores Euronext N V inició satisfactoriamente operaciones como empresa independiente a partir de mayo de 2016. En 2018, cambió su nombre a Signify.



Para el momento en que se termina la construcción de su sede en Caracas (a comienzos de la década de 1950), la Philips promocionaba fundamentalmente (tal y como podemos constatar en la propaganda que hoy ilustra nuestra postal) sus equipos de sonido, intercomunicación, telefonía y alumbrado que comercializaba en todo el país y exponía en un amplio local que ocupaba la planta baja de su sede caraqueña. Lamentablemente, de esta edificación tenemos pocos datos en cuanto a su autoría y documentación que apoye su arquitectura que nos puedan ayudar a ampliar la información necesaria para rendirle un justo reconocimiento.
No obstante, con la ayuda de la imagen procedente del anuncio y algunas tomas aéreas de la zona realizadas en fechas cercanas a su inauguración (en las que hemos señalado el edificio dentro de un círculo rojo), se puede inferir que se trataba de una obra correctamente resuelta, de tres plantas, en forma de “V”, compuesta por dos volúmenes: el principal (que probablemente albergaba el uso administrativo y comercial) alineado con la avenida Caurimare, reconocía el cruce con la Chama retirándose para dejar allí un jardín en pendiente. El secundario, un poco más alto y grueso (que seguramente contenía las áreas de servicio y almacenes), con frente hacia la avenida Chama, alineado con la parcela vecina, se desplaza y se abre ligeramente con relación al principal generándose entre ambos un espacio articulador cubierto de dos niveles. En su techo se ubicó el anuncio que identificaba a la compañía propietaria del edificio.
Existían dos accesos: uno desde la avenida Caurimare que se ofrecía para llegar a la zona administrativa y a la tienda que ocupaba la esquina en planta baja el cual estaba acompañado de una reducida área de aparcamiento; y otro desde un cómodo estacionamiento destechado situado al norte donde se ubicaba el núcleo de circulación vertical que servía a los dos volúmenes.
El cuerpo principal, que como ya dijimos presumimos contiene las oficinas, está resuelto con base a criterios claramente corbusianos: se eleva la caja contenedora de actividades sobre una estructura que libera las fachadas, se retrae la planta baja a nivel de los ejes estructurales acristalándose para contrastar con el cuerpo superior y se remata con una terraza cubierta que se abre hacia la esquina. Además de adaptarse a la topografía, la planta baja deja un leve respiro vertical con la caja suspendida resuelto mediante el uso de un alero. Tampoco es de menor importancia la consideración que se le da a la fachada oeste la cual presenta un largo ventanal que remarca la horizontalidad del volumen protegido por un saliente que contiene quiebrasoles verticales a modo de una gran persiana. Al norte las ventanas no se protegen y al sur el cuerpo se remata con el elemento vertical del núcleo de circulación.




La Philips ocupó el edificio hasta mediados de la década de los años 1980 momento en el que sus oficinas se trasladan a la Torre Phelps de la Plaza Venezuela donde la compañía ya se identificaba ocupando la enorme valla que remató el edificio durante más de 20 años (recordemos que a la Torre Phelps con frecuencia se le llamaba la Torre Philips). A partir de entonces la valla fue desplazada por el logo y gran tazón de Nestlé.
La sede original de Colinas de Bello Monte es vendida y se remodela a finales de los 80 transformándose en lo que hoy se conoce como Centro Caroní. La intervención hecha al edificio original, aprovecha el planteamiento existente para producir un espacio central a cuatro alturas cubierto por una estructura tridimensional hacia donde viven los comercios de la planta baja y las oficinas de los niveles superiores que ocupan los dos volúmenes que lo componen. Dicho espacio tiene su acceso principal hacia la avenida Chama y funge a su vez de pasaje al permitirse su salida hacia la avenida Caurimare sobre la cual se abren comercios que ocupan la planta baja y se ubican unos escasos puestos para estacionar vehículos. Los proyectistas echaron mano al uso al recubrimiento con tablilla de ladrillo de las fachadas externas y del courtain wall hacia las fachadas internas que dan hacia el espacio central.
Como otras tantas empresas transnacionales que vieron en la década de los 50 a Venezuela como el país donde, dada su prosperidad, se podía invertir y sentar bases, la Philips dejó de operar en nuestro suelo hace varios años. Durante décadas fue quizás la empresa que en mayor porcentaje equipó los hogares venezolanos hasta la aparición de la potente competencia japonesa primero y coreana después. A nivel mundial se mantiene como una de las firmas de tecnología más grandes e importantes del mundo enfocada principalmente, como ya dijimos, en los sectores de la electrónica y la asistencia sanitaria. “Es líder (tal y como reza en su portal web) en cuidados cardíacos, cuidados intensivos y cuidados de la salud en el hogar; en soluciones de iluminación energéticamente eficientes y nuevas aplicaciones de iluminación, así como en afeitadoras, cuidado personal y salud bucal.”
Nota
Si alguno de nuestros lectores posee mayor información sobre el edificio que le sirvió de sede a la Philips entre los años 50 y 80 en Colinas de Bello Monte, mucho le agradeceríamos nos la haga saber para completar debidamente esta reseña.
ACA
Procedencia de las imágenes
1 y 2. https://elcolinero.org
3. Mariano Goldberg, Guía de edificaciones contemporáneas de Venezuela. CARACAS. Parte 1, 1980
4. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad
¿SABÍA USTED…
… que en 1966, hace 54 años, se termina la construcción del edificio “El Camarón”?

“El Camarón”, proyectado en 1964 por el arquitecto Mario Breto (1934-2009 -FAU UCV, promoción 9/1959-) cuando apenas contaba con 30 años y 5 de graduado, es quizás uno de los edificios de Caracas más coherentes en cuanto a su resolución formal y que mejor responde a las condiciones del contexto donde hubo de insertarse.
Ubicado en la Av. Las Palmas con Av. Quito, Urbanización Los Caobos, Parroquia El Recreo. Municipio Libertador, “El Camarón” es sin duda un edificio que difícilmente puede pasar desapercibido. La polémica en torno a su particular forma curva y color vino tinto, a su caracterización, lejana de los imperantes preceptos racionalistas de la época en que se proyectó, junto a sus indudables aportes al espacio público, han provocado diversas reacciones dentro de la crítica arquitectónica nacional. Así, ya en 1969 Juan Pedro Posani en Caracas a través de su arquitectura dentro del capítulo titulado “El eclecticismo como sistema” emite comentarios tan elogiosos como: “Parece posible afirmar que este edificio es el de más calidad entre los edificios formalistas de Caracas”. Otro tanto ocurre con las apreciaciones que se incorporan en la nota que se le dedica en La vivienda multifamiliar/Caracas 1940-1970, libro publicado en 1983 por el Instituto de Arquitectura Urbana, donde se afirma. “Es difícil encontrar en Caracas otro edificio de apartamentos con la carga formal de El Camarón. La intención de utilizar una forma totalmente diferente de expresión en un momento, en que el racionalismo más estricto era la norma, lo convierte en una interesante excepción para la década de los sesenta”.
La calidad de la propuesta, producto de su coherencia formal y de la manera como enseña a comportarse responsablemente ante una esquina dentro de la ciudad, va de la mano con una clara intención por parte de su diseñador de asumir riesgos poco frecuentes. Dicha calidad incluye, además, la excelencia constructiva y el cuidado en los detalles que le otorgan a su dinámica volumetría un acabado impecable y sobrio.
Quizás sea aquí cuando valga la pena acotar que Breto aún más joven ya se había destacado (1961) a la hora de proponer, también de forma acertada, la respuesta urbana que se originó con el edificio “Los Aleros” ubicado en la Calle El Recreo entre Av. Casanova y Calle Humboldt, Bello Monte, lo cual nos habla de un arquitecto particularmente sensible a las variables de entorno a lo que se sumaba su preocupación (tal vez heredada de su padre) por aspectos constructivos ligados a un sentido práctico que buscaba establecer permanentemente relaciones entre el oficio y su realidad inmediata. Ello se verá una vez más confirmado cuando en 1981, tras proyecto realizado junto a Mariano Goldberg y Martín Padrón, se construyen las Residencias “Alarifes” (Calle Mirabal, urbanización Charavallito, Baruta), experimento orientado a diseñar en un mismo edificio 90 unidades de vivienda de interés social de diferentes áreas utilizando el sistema túnel. Por tanto, no es casual que Breto, quien también ejerció la docencia en la FAU UCV entre 1975 y 1999, lo haya hecho como profesor del Sector de Tecnología de la Escuela de Arquitectura.



“El Camarón”, resuelto sobre una parcela de 1.700 m2, tiene 6.600 m2 de construcción, 28 apartamentos y dos pent house dúplex, y cuenta en su planta baja con locales comerciales. Su condición de edificación aislada, regida por un esquema simétrico en el que su masa construida denota la presencia canónica de una base, un cuerpo y un remate bien articulados, apela a la geometría curva, al uso frecuente de bandas continuas y a la repetición de elementos cilíndricos en escaleras, balcones, jardineras y muros para lograr la unidad del conjunto. La distribución de su planta de cuatro apartamentos, organizados linealmente en dos bloques autónomos de dos unidades cada uno, sigue el arco que describe la simetría del volumen sin que esta condición afecte una eficiente funcionalidad. Por su parte, la planta baja comercial goza de la protección necesaria que provee el volado de la terraza que marca la transición hacia los pisos superiores, y se integra sin dificultad a la plaza-podio en que se convierte la esquina del terreno, cuyo pavimento y demás dispositivos han sido diseñados acordes con las reglas que rigen toda la composición.
Juan Pedro Posani en un artículo aparecido en el Boletín del CIHE nº 6 (1966) colocó a “El Camarón” entre los ejemplos de lo que denominó “El eclecticismo criollo”, actitud caracterizada por una visión formalista de la arquitectura anclada en la búsqueda de lenguajes expresivos procedentes del pasado reciente. Este edificio denotaría, según dicha lectura crítica, un origen expresionista y mendelsohniano que le otorgaría, además, un cierto halo historicista. Otros se han aventurado a hacer desenfocadas comparaciones de «El Camarón» con la Casa Milá de Gaudí. En todo caso, sea como sea, el tiempo ha demostrado que, de la mano del talento, esta aparente adhesión ecléctica en principio negativa puede cobrar autonomía y que ha surtido en el caso de “El Camarón” un efecto altamente positivo tanto en lo arquitectónico como en lo urbano.

“El Camarón”, también, forma parte de las obras que fueron incluidas en el artículo central de 26 páginas titulado “Venezuela”, que la revista inglesa Architectural Design (nº 8, volumen XXXIX, agosto 1969) dedicara a la arquitectura moderna en nuestro país, tras haberlo hecho de igual manera en su edición de febrero de 1956 (volumen XXVI). Allí el editor invitado, Walter Bor, arquitecto y planificador urbano, en su presentación de los diferentes textos incluidos, citando a Manuel Corao (Director de Planificación del Ministerio de Obras Públicas), destaca “los tremendos cambios que se han dado en Venezuela durante los mencionados 13 años. No tan sólo una explosión demográfica, sino profundos cambios en lo político, económico y social. Destacando que en lo político Venezuela está entre la republicas más democráticas de América del Sur”. A pesar de las cuestionables intervenciones de que ha sido objeto por sus ocupantes a lo largo del tiempo que afean hoy sus otrora limpias fachadas, y de las muestras claras de deterioro que presenta por falta de mantenimiento, “El Camarón” sigue allí como referencia recordándonos cómo se puede asumir desde una edificación aislada una ejemplarizante respuesta de lo que debe ser la ciudad.
ACA
Procedencia de las imágenes
1 y 2 izquierda. http://guiaccs.com/obras/edificio-el-camaron/
2 derecha. https://www.facebook.com/DOCOMOMO.VE/photos/a.158073844232654/2474982149208467/?type=3
3 y 4. Graziano Gasparini y Juan Pedro Posani, Caracas a través de su arquitectura, 1969
5. Colección Crono Arquitectura Venezuela
VALE LA PENA LEER
¿Y si aquella arquitectura cutre de los años 80 era en realidad muy valiosa?
Luis Alemany

Lunes, 2 marzo 2020
Tomado de www.elmundo.com
Owen Hopkins reivindica en un libro el espíritu rompedor de la arquitectura de los años 70 y 80, malentendida y desdeñada durante décadas como una estética ‘kitsch’, conservadora y comercial
A las personas educadas nos gustan Le Corbusier, el Club Náutico de San Sebastián y los libros de la Bauhaus, ¿verdad? En cambio, nos entristecen los adosados que quieren parecer Londres, los centros comerciales de neón y mármol y los hoteles de playa que imitan la arquitectura tradicional canaria. Es normal: Le Corbusier es casi poesía y los hoteles playeros son…
«A mí no me parecen mal los hoteles. La arquitectura del turismo está hecha para periodos de tiempo cortos, de modo que todo está un poco exagerado y la apariencia de lujo tiene su sentido. Todo eso tiene que ver con la popularidad, porque si el hotel no es popular, si no gusta, cierra. El postmodernismo también iba de eso, de gustar a la gente. La modernidad la había alienado, le había dado un producto abstracto y elitista, le miraba de arriba abajo. En cambio, los postmodernos querían encontrarse con el público, emplear elementos que se pudieran entender: color, formas tradicionales, ornamentos…».
El entrecomillado anterior pertenece a Owen Hopkins, arquitecto inglés y autor de Less is a bore (Menos es aburrido), una historia visual de la arquitectura postmoderna que edita en España Phaidon.
¿Qué entendemos por arquitectura postmoderna? Venturi y Scott Brown, Aldo Rossi, Gehry, Bofill, y toda aquella obra que, durante los años 70, 80 y 90, se presentó con un aspecto teatral, a veces copiado de la Historia, a veces bromista, a menudo confuso y kitsch… Hoy nos puede parecer anacrónica, hasta fea, pero eso no significa que careciese de un significado valioso.
Permisividad y eclecticismo
El libro de Hopkins, además de explicar el postmodernismo desde la arquitectura (la revuelta contra el lenguaje racionalista), lo hace desde la cultura de su tiempo: la música, la literatura, el hippismo y el neoconservadurismo… «El postmodernismo es parte de la radicalidad de los 70. Era una parte genuina de la contracultura, ligada estrecha y a veces contradictoriamente a la música, por ejemplo: al post-punk, a la música disco, y electrónica, a los nuevos románticos… La arquitectura postmoderna es parte de ese momento de permisividad y eclecticismo, de encuentro entre la baja y la alta cultura».
«También hay un significado político», explica Hopkins. «El individualismo promovido por Thatcher y Reagan se suele relacionar con la arquitectura de la época, pero la realidad es más complicada. Yo creo que el lenguaje postmoderno refleja un momento en el que se rompía el consenso socialdemócrata de la posguerra y se imponían las doctrinas neoliberales que hoy están en ese mismo momento de quiebra».
¿Entonces, no es justo relacionar postmodernismo con conservadurismo? «El origen del lenguaje es cualquier cosa menos conservador. Con el tiempo, hubo una apropiación. Es obvio el caso del Príncipe Carlos de Inglaterra y su defensa de la arquitectura tradicional… Pero el espíritu postmoderno es radical y contracultural. Es un ataque contra el conformismo en favor de la expresión individual, es una celebración del eclecticismo y de la mezcla de ideas».
Brutalismo arquitectónico en Instagram
Regreso a 2020: en el mismo momento en el que Instagram se llena de evocaciones de la arquitectura brutalista, el lenguaje postmoderno, su némesis, también entra en una fase de revisión amable. «Con el brutalismo hay una dimensión política: se pretende ver en él una materialización de los ideales socialdemócratas. Bueno: como relato funciona pero es una simplificación. También hubo arquitectura brutalista comercial. Y este brutalismo de Instagram es, en realidad, muy postmoderno. Diría que esta añoranza es la expresión de un momento de enorme fluidez cultural, de una transición desde un sistema liberal hacia otro que aún nos crea mucha incertidumbre».
«El mal nombre de la arquitectura postmoderna se debe en parte a lo que vino después: urbanismo de baja densidad, estética tradicionalista y comercial… La postmodernidad no iba de eso, aunque hoy nos parece evidente que abrió la caja de pandora de mucha arquitectura mala. Pero eso mismo se podría decir de la arquitectura racionalista. Y con más gravedad».
Durante años, la estética postmoderna ha sido vista como una viruela que vino y se pasó pero que dejó algunas marcas desagradables en nuestras ciudades. Sin embargo, su herencia es más profunda y positiva: «Ideas como contexto, memoria o identidad, que hoy están asumidas en la arquitectura, son el legado de esa época», termina Hopkins.

LESS IS A BORE
Postmodern architecture
Owen Hopkins
Editorial Phaidon
2020
Tapa dura
224 páginas
Nota de los editores
Este libro toma su título de la respuesta del icono postmodernista Robert Venturi a la afirmación de Mies van der Rohe, “less is more” (menos es más) Uno de los estilos más controvertidos en la arquitectura del siglo XX, el Postmodernismo comenzó en la década de los 70, alcanzó un máximo de discontinuidad ecléctica a finales de los 80 y principios de los 90 y después de más de 40 años está disfrutando hoy en día de una reencontrada popularidad. Incluye trabajos de Ettore Sottsass, Aldo Rossi, Philip Johnson, Michael Graves, Robert Stern, Venturi-Scott Brown, James Stirling y Ricardo Bofill entre otros en Asia, Europa y América.
ACA