
Archivos diarios: 17 de noviembre, 2019
Postal nº 187

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HOTELES NACIONALES

A modo de preámbulo (y II)
En nuestro Contacto FAC nº 146 (06-10-2019) habíamos dejado pendiente, como etapa previa a abordar los Hoteles Nacionales creados durante la dictadura gomecista, el terminar de cubrir el tema correspondiente a la relación entre el turismo y la empresa privada, atendiendo dos instalaciones que fueron diseñadas por importantes arquitectos para tal fin en la década de 1920 del siglo XX venezolano: los hoteles “Palace” proyectado por Alejandro Chataing, inaugurado en 1921, ubicado de Veroes a Ibarras, y “Majestic”, producto de la adaptación de dos edificios destinados a oficinas y comercio realizada por Manuel Mujica Millán cerca de 1927, abierto en 1930.
Sin embargo, siguiendo la pauta que nos establece el libro Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista de Ciro Caraballo Perichi (1993), no estaría de más precisar que, tanto para entender la relación entre turismo y empresa privada como para contextualizar la aparición de hoteles como el “Palace” o el “Majestic”, Venezuela entra al siglo XX con varias asignaturas pendientes que debía aprobar si quería incorporarse al boom de la industria turística que ya empezaba a beneficiar a diversos países de la región. La primera era asimilar justamente la existencia de un individuo que, personificado en el “viajero por placer”, se denominaba “turista”, vocablo que poco a poco se fue insertando en las promociones de hoteles locales que empezaban a aparecer en la prensa. Para ello colaboró de forma importante el hecho de que el venezolano empezase a personificar al mencionado individuo al tener la oportunidad de viajar y vivir en carne propia la forma como era tratado en el extranjero y el tipo de facilidades que empezaban a crearse para hacer más confortable cualquier traslado o estadía.
De tal manera, el comprender al turismo como una red que implicaba la existencia de toda una serie de componentes que permitirían más adelante hablar de una “industria”, donde su comercialización ocupaba un lugar prominente generó la necesidad de incorporar al país al mercado internacional, pese a que ofrecía notables dificultades. Para que Venezuela fuese incluida como destino en los circuitos turísticos, no bastaba poseer innegables ventajas comparativas y tangibles atractivos tales como sus bellezas naturales, su tradición histórica, su clima, su ubicación geográfica, una población hospitalaria, una importante red de carreteras desarrollada por el régimen gomecista para interconectar y controlar el país, un frente marítimo con puertos importantes que lo atienden y hasta un incipiente desarrollo del transporte aéreo. El promotor turístico nacional empezaba a tener claro que para desarrollar todo ello “…necesitamos, como punto previo, amoldarnos al turismo, esto es, crear oficinas de información que le suministren a los viajeros toda clase de informes, hoteles y casas de albergues en el interior del país, apropiados a los diversos gustos. Y luego que hayamos establecido y organizado todo esto, ocurriremos (sic) a la publicidad en revistas y periódicos de aquí y del extranjero”, tal y como señalaba en 1920 Avelino Fuentes en un artículo titulado “Intereses Venezolanos. El Turismo” aparecido en El Nuevo Diario de Caracas, citado por Caraballo.

Por tanto, la promoción que del turismo poco a poco se fue desarrollando hizo de Venezuela un país “emisor y receptor”. Su incorporación a la red turística internacional inicialmente se logró a través de la vía marítima, beneficiada por el impacto que causó la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y posteriormente el crash de la bolsa de los Estados Unidos de 1929 en el viajero promedio norteamericano, nuestro principal mercado, quien por razones de inestabilidad política, de costos e incluso climáticas empezó a ver en el Caribe un destino posible.
El toque de buques de turismo en La Guaira de manos de importantes empresas navieras extranjeras, comercializado por nacionales, empezó a hacerse frecuente pese a la limitación del poco calado que el puerto ofrecía y los inconvenientes a ello asociados. Ciro Caraballo hace un interesante recuento de compañías, nombres de buques, paseos que se organizaban y agencias de turismo local que no transcribiremos e invitamos a recorrer en su libro. También señala las razones de “seguridad” por las que el régimen gomecista limitó el turismo fronterizo y da fundamental importancia a la creación en 1932 del “Club de Turismo Venezolano” (junto al eslogan “Conozca Venezuela primero”), para el desarrollo e incremento del desplazamiento por carretera, inicialmente copado por la alta burguesía caraqueña.

Llegados al punto relacionado con la respuesta que da la hotelería para aprovechar la apertura que se venía dando, Caraballo detecta “una tímida renovación de la planta hotelera”, producto de la desconfianza que en el sector privado aún producía dicha actividad dado su limitado desarrollo. La industria petrolera, que definitivamente convirtió a los Estados Unidos en principal aliado comercial del país sustituyendo a los europeos con quienes se intercambiaban los productos de exportación tradicionales (café, cacao, balatá y plumas de garza), empezaba a demandar para sus empleados y hombres de negocios vinculados a ella y también para el visitante medio, la construcción de un importante hotel en Caracas, asunto que ya tenía tiempo en el tapete. “Desde la construcción en 1895, frente a la Plaza Bolívar, del ‘Gran Hotel Venezuela’ -luego denominado ‘Gran Hotel Klindt’- hasta 1912, no se había realizado ninguna nueva edificación hotelera en la Capital. La recepción de excursionistas de cruceros que tomaban su lunch en el comedor del céntrico Hotel Klindt hacía sentir la demanda por un local más confortable, destinado no ya a los comerciantes, sino a los turistas y veraneantes, preferiblemente situado en las afueras de la ciudad. Todas las iniciativas hoteleras eran vistas aún entonces como un negocio de familia, no sólo en lo que competía al servicio sino además en cuanto a la inversión, lo cual impedía en la práctica la concreción de empresas mercantiles de capital accionario orientadas a satisfacer la demanda”, nos apuntará Caraballo.

Dentro del pausado giro que se empieza a dar, buscando atender los requerimientos del nuevo usuario es que se inscribirá la iniciativa frustrada del empresario Heriberto A. De Lima por proyectar y construir en 1912 un gran hotel en El Paraíso que se le encargó al reputado arquitecto Alejandro Chataing.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, al incrementarse el flujo de comerciantes y visitantes, se agudizará de nuevo la carencia de una planta hotelera a la altura más allá del ya mencionado Hotel Klindt, el “Gran Hotel” fundado por el Sr. Juan Rodríguez Cordero en 1909 (refundado en 1921 como “Gran Hotel Caracas” luego de ser objeto de una profunda renovación), ubicado en la calle Comercio de Bolsa a Mercaderes, en el mismo inmueble que durante mucho tiempo ocupó la afamada posada “El León de Oro” y, después de 1918, el “Hotel Middleton” localizado de Veroes a Ibarras propiedad del norteamericano Harry W. Middleton dedicado a albergar huéspedes básicamente de esa nacionalidad. “Tan caótica era la situación de alojamiento en la capital, que se recomendaba a los extranjeros el uso de pensiones en vez de los alojamientos llamados ‘hoteles’, dado que en aquellas al menos el servicio de comida era satisfactorio, a tiempo que la atención era más personal”.

En este contexto debe enmarcarse la segunda ocasión en que Alejandro Chataing participa en el diseño de una instalación hotelera de nueva planta cuando el Dr. Adriano Riera le encarga el proyecto, en un terreno largo y estrecho entre medianeras, de Veroes a Ibarras, del que se conoció como “Hotel Palace”, primero de su tipo que lograba construirse.
Para el diseño del “Palace”, cuya simétrica fachada con tres ventanas a cada lado del acceso responde al lenguaje con que Chataing ya en otras ocasiones había ido manifestando su particular eclecticismo (“molduras, balaustres y cornisas prefabricadas, combinadas con ladrillo visto en los dinteles y el entablamento”), se debió recurrir a la incorporación de una serie de patios necesarios para lograr la adecuada iluminación y ventilación de ambientes y habitaciones. “El edificio culminaba en el fondo en terrazas descubiertas, donde se ubicaban mesas para atender a los huéspedes, mientras que un pequeño kiosko para música, especie de tempietto con cúpula, cerraba axialmente la composición”, nos dirá Caraballo. Su modesto tamaño (40 habitaciones, 23 con baño propio y 17 atendidas por 6 baños generales, además de espacios públicos destinados a salones y comedores, más la cocina y demás servicios), no llegó a cubrir aún las expectativas del hotel que Caracas estaba demandando, pese a convertirse en el más importante establecimiento de este tipo durante la década de 1920 en la ciudad en virtud de su organización como empresa comercial de capital mixto, su buena administración (que compartió de manera conjunta con el “Hotel Victoria” de Maracaibo), la variedad de programas que ofrecía y su correspondiente conversión en lugar de encuentro social, y el menú dirigido fundamentalmente a su casi exclusiva clientela norteamericana.



La década de 1930 vio como el “Palace” sería desbancado por el hoy ya mítico “Hotel Majestic”, resultado de la adaptación para ese uso de dos edificaciones recién construidas entre la calle Sur 4 y la plaza José Gregorio Monagas (en diagonal con el Teatro Municipal) para albergar oficinas y comercio. Esta operación permitiría detectar la presencia de un arriesgado empresario-constructor en la figura del Sr. Eloy María Pérez Alfonso y la primera oportunidad en que Manuel Mujica Millán interviene como arquitecto en nuestro país, contratado en Barcelona por Pérez, en principio, para la realización del proyecto de conversión una vez que arriba en octubre de 1927. Así, Mujica “prepararía detallados planos de las edificaciones complementarias, destinadas a nuevas habitaciones y espacios de servicios, ubicadas en el interior del lote, al igual que se ocuparía de unificar las fachadas de los dos edificios (…) un collage de difícil definición…”, que alcanzaría los cuatro pisos y contaría como elemento que reconoce la esquina del lote donde se encontraba con una torre “de fuerte sabor decimonónico” el cual, además de ser el principal ornamento del edificio, se constituyó en su símbolo. Mujica “también realizaría toda la arquitectura interior del hotel, dibujando bocetos, planos y detalles de las decoraciones de los salones”, otorgándole a cada uno una ambientación particular.
Del “Majestic” hay abundantes reseñas y comentarios, muchos de ellos asociados al rol que jugó como verdadero hotel de lujo en la Caracas de entonces, a su condición de ser el edificio privado de mayor altura de la ciudad, a la diversidad de figuras que en él se alojaron (desde Carlos Gardel al torero Manolete) y a las vicisitudes que rodearon la compra del terreno (de 473 m2, con 33,96 m de frente hacia la plaza Monagas y 13,93 m sobre la calle Sur 4), el primer destino de lo que en principio se había construido en el terreno de la esquina según proyecto del arquitecto catalán Marcelino Mari (la sede de la Lotería de Beneficencia Pública y el debate que en torno a ello dividió a la opinión pública), su adaptación y su posterior supervivencia hasta ser demolido a causa de la realización del ala sur del Centro Simón Bolívar, construido siguiendo las pautas del Plan Rotival.
La capacidad del “Majestic” (menos de 100 habitaciones muchas orientadas hacia patios interiores y otras sin sala de baño integrada al dormitorio, que buscó incrementarse con la aparición parcial de un quinto piso que lució siempre como un añadido), quedaba aún corta para la capital de un país que ya había virado de su condición agrícola a la minera. Sin embargo su fama, glamour, exquisita decoración y lujoso mobiliario, llegaron a opacar las numerosas deficiencias funcionales de las que adolecía colocándolo como la instalación más importante realizada en el país durante los primeros 30 años del siglo XX. Su corta vida entre la apertura el 30 de diciembre de 1930, coincidiendo con la perspectiva de que la ciudad recibiría un crecido número de delegados y visitantes extranjeros, con motivo de la Conmemoración del Centenario de la muerte del Libertador, y su pesarosa demolición el 8 de marzo de 1949, dejaron en la historia de la ciudad y en la vida de sus ciudadanos una leyenda que aún perdura. Con la mención y recuerdo del “Majestic” finalizamos el repaso de la intervención privada en el incipiente desarrollo turístico venezolano a través de la hotelería a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX, para dedicarnos a partir de una próxima entrega del aporte oficial en cuanto a instalaciones de ese tipo auspiciado por el régimen de Juan Vicente Gómez.
ACA
Procedencia de las imágenes
2, 3, 4 y 5. Ciro Caraballo Perichi, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993)
6. https://www.pinterest.com/pin/453667362459155395/, https://iamvenezuela.com/2019/05/manuel-mujica-millan-el-espanol-que-modernizo-la-arquitectura-en-venezuela/, https://www.elimpulso.com/2020/05/05/opinion-cronicario-aquiles-nazoa-fue-aprendiz-de-carpinteria-botones-y-telefonista-del-hotel-majestic-5may/, Ciro Caraballo Perichi, Hotelería y turismo en la Venezuela gomecista (1993) y Colección Crono Arquitectura Venezuela.
DOS CURSOS DE AMPLIACIÓN DE CONOCIMIENTOS


ACA
ES NOTICIA
Go Hasegawa presenta pabellón ‘Flying Carpet’ en los jardines de Luis Barragán
Por Mónica Arellano

2 de noviembre 2019
Tomado de Plataforma arquitectura
Como parte de la agenda cultural de Jardín 17 –un espacio diseñado por Luis Barragán como una extensión de la Casa-Estudio el cual desde hace 20 años recibe a distintas universidades del mundo para presentar importantes exposiciones relacionadas al diseño y la arquitectura–, el arquitecto japonés Go Hasegawa presenta ‘Flying Carpet’, un pabellón que se suspende en un corredor entre la vegetación añadida de Luis Barragán e intervenida por el arquitecto mexicano Alberto Kalach.

La pieza consta de un marco estructural blanco de perfiles metálicos que serpentea por el espacio, cubierto por una superficie de tubos de acero pulido, que se asemeja a un río plateado corriendo por el jardín. La propuesta busca explorar –en palabras del arquitecto– una equilibrada coexistencia entre naturaleza y arquitectura. De igual manera, hace eco de uno de los elementos más icónicos de la Casa Barragán: la escalera en cantilever que conecta la estancia con el tapanco.



“El zigzag en madera que sobresale del muro, convierte una simple conexión linear en todo un evento, que estéticamente e incluso aventuradamente, desafía la gravedad. El recorrido ondulante plasmado por Hasegawa en Jardín 17, tiene un objetivo similar: escapar de la lógica pragmática de una circulación en favor de una composición espacial poética. En contraste con la expresión material tectónica del lenguaje de Barragán, Hasegawa recurre a la cualidad ligera y etérea de la arquitectura contemporánea japonesa, para lograr el ‘embrujo, magia y encantamiento’, que Luis Barragán invocó en su discurso de aceptación del premio Pritzker en 1980.

”Créditos. Coordinación general Jardín 17: Arq. Salvador Macías / Producción: Alejandra Rodríguez, Santiago Llamas / Ingeniería Estructural: Ohno Japan, Hirofumi Ohno, Ryuhei Fujita / Diseño: Go Hasegawa & Associates, Go Hasegawa, Tachi Asai, Hikari Masuyama Virgina Grimaldi, Henry Peters / Construcción y ejecución: Factor Eficiencia | Francisco Espinosa, Fermín Espinosa, Gerardo Salinas / Iluminación: Gabriela Bermeo / Diseño gráfico y de arte: Jacobo Mendoza.
ACA
ES NOTICIA
Álvaro Siza, Premio Nacional de Arquitectura de España 2019
Por Romullo Baratto

12 de noviembre 2019
Tomado de Plataforma arquitectura
Álvaro Siza Vieira ya cuenta con otro premio en su amplia colección de reconocimientos de todo el mundo. El maestro portugués acaba de recibir el Premio Nacional de Arquitectura de España 2019, una decisión tomada durante el II Congreso Internacional «Arte, Ciudad y Paisaje», que finalizó recientemente en Cuenca y tiene a Portugal como país invitado.
El Premio Nacional de Arquitectura es un reconocimiento otorgado anualmente, desde 1932, por el Gobierno de España. El ministro español de Desarrollo, José Luís Ábalos, celebró en sus redes sociales la decisión: «Acabo de informarle a Álvaro Siza que recibió el Premio Nacional de Arquitectura 2019. Un arquitecto portugués reconocido que ha contribuido tanto a la arquitectura y a las ciudades españolas», escribió en Twitter.
Con una amplia producción en Portugal y, más recientemente, en Asia, Siza construyó en España, entre otros edificios, el Centro Meteorológico de la Villa Olímpica de Barcelona, la vivienda social de Cádiz, la Facultad de Ciencias de la Información de Santiago de Compostela, la Rectoría de la Universidad de Alicante y el edificio Zaida de Granada. Siza es uno de los arquitectos más prestigiosos a nivel mundial, habiendo sido reconocido con el Premio de Arquitectura de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (1982), el Premio de Arquitectura de la Asociación de Arquitectos Portugueses (1987), la Medalla de Oro de Arquitectura del Consejo Superior de las Escuelas de Arquitectura de España (1988), el Premio Mies van der Rohe (1988) por el proyecto de renovación en el área de Chiado en Lisboa (1992), y el Premio Pritzker de Arquitectura (1992).
ACA