
Archivos diarios: 24 de septiembre, 2017
LA NOTICIA DE LA SEMANA
Expo 67: The Place to Be

Exposición al aire libre en McGill College Avenue, Montreal
Museo McCord. (Museo de Historia Social de Montreal)
Del 9 de junio al 15 de octubre

La Exposición Universal de Montreal, una de las cuatro más exitosas del siglo XX, que tuvo lugar del 27 de abril al 29 de octubre de 1967, fue un acontecimiento único en la historia de Canadá y sigue siendo un recuerdo inolvidable para quienes lo vieron. Durante esos seis meses, más de 50 millones de visitantes compartieron la embriagadora experiencia de «El hombre y su mundo». Gente de todo el planeta acudió a Montreal y, al abrirles los brazos, la ciudad -junto con Quebec y Canadá- redefinió su identidad.

Con motivo de cumplirse 50 años de la realización de este importante suceso y en el marco de la celebración de los 150 años de Canadá, el Museo McCord organizó, dentro de una amplia programación que incluye a otras instituciones y eventos, una exposición al aire libre sobre las aceras de la avenida McGill College -una de las mayores universidades, con sede en varios edificios ubicados en la zona del centro de la ciudad- para la que se utilizaron fotografías de Jean-Louis Frund, a quien se le comisionó en su momento, “capturar el ambiente de la exposición internacional.”
Frund, natural de Lac Saint-Jean, Quebec, es un reconocido documentalista. Ha realizado cerca de cincuenta películas ampliamente distribuidas que le han permitido obtener numerosos premios, incluyendo la Médaille de Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres del gobierno francés. En 1966 y 1967, fotografió la construcción de la feria mundial de Montreal, capturando los colores audaces y la arquitectura de los pabellones y el estado de ánimo flotante de las multitudes que acudieron a las islas Santa Helena y Notre Dame en el verano de 1967.

Una serie de 24 fotografías fueron seleccionadas entre más de 1.000 tomadas por Frund en la Expo (que hoy son parte de la colección del Museo McCord) e instaladas en otros tantos dispositivos fijos. Ellas capturan la espectacular arquitectura de los diversos pabellones (se construyeron 90 en total de los cuales 60 estaban destinados a diferentes países) y evocan la emoción de aquel lugar mágico emplazado en 400 hectáreas de las cuales cerca de 200 se aprovecharon sobre las dos islas creadas sobre el cauce del rio San Lorenzo. Venezuela y el estupendo pabellón diseñado por Carlos Raúl Villanueva para la ocasión, ocupan un lugar destacado dentro de la muestra.
ACA/HVH
¿SABÍA USTED…
…que entre 1974 y 1978 se proyecta y construye el Centro Banaven, Chuao, edificio de comercios y oficinas, cuyo anteproyecto pertenece a la firma de arquitectura norteamericana Johnson & Burgee, y generó en su momento una agitada polémica?

Coincidiendo casi exactamente con el primer período presidencial de Carlos Andrés Pérez, conocido como el de la “Gran Venezuela” o la “Venezuela saudita”, por el efecto que causó en la economía del país el incremento abrupto de los precios del petróleo y el dispendioso uso que se le dio a la enorme masa de dinero percibida, se proyecta y construye en uno de los lotes del sector de oficinas de La Estancia de la urbanización Chuao, próxima al aeropuerto La Carlota, Caracas, una obra que se ha conocido coloquialmente como “el cubo negro”, cuyo indudable impacto visual y urbano produjo y aún hoy en día produce opiniones encontradas.

Empecemos por señalar que en el año 1974 los propietarios e inversionistas que se encargan del desarrollo del lote de 17.197,74 m2 donde se ubicaría, tras el afán de dotar a la ciudad con un edificio que contase con el más alto nivel de diseño, contactan a la firma de arquitectos norteamericana Johnson & Burgee, de Philip Johnson y John Burgee (socios entre 1967 y 1991) y autores de un importante grupo de sedes corporativas. Sobre la dilatada trayectoria individual de Johnson, caracterizada por un variado eclecticismo que lo llevó de ser considerado uno de los más importantes arquitectos de la vanguardia moderna en la escena estadounidense a reconocido impulsor del “postmodern”, mucho se ha escrito y no es el caso ahondar en ello.

El hecho es que el anteproyecto para el Centro Banaven fue presentado con un alto nivel de definición en el primer trimestre de 1975 basando su concepto arquitectónico en un cubo parageométrico (en términos estrictos se trata más bien de un paralelepípedo de base cuadrada), del cual algunas secciones han sido sustraídas generando un espacio central abierto iluminado cenitalmente y plantas con áreas todas diferentes. Esta primera etapa contó con la colaboración de un equipo de profesionales venezolanos conformado por los arquitectos Enrique Gómez, Carlos Eduardo Gómez y Jorge Landi quienes, conjuntamente con el ingeniero estructural Mathias Brewer, se familiarizaron con el criterio de diseño de la firma norteamericana y fueron responsables del desarrollo del proyecto.



Tal y como se recoge en el completo portal del Centro Banaven (http://www.centrobanaven.com) : “La construcción fue realizada por la empresa Tempreca C.A. bajo la coordinación del Ingeniero Domingo Lucca. Como jefe del Proyecto y de la Obra participó el Ing. Leopoldo Azpúrua y los ingenieros residentes fueron el Ing. Pedro Alfonso y el Ing. Carlos Villegas. (…) Los trabajos de construcción se extendieron desde abril 1976 hasta septiembre de 1978.”
El resultado final fue una obra de gran pureza volumétrica, impecablemente ejecutada, cuidada al máximo en sus detalles, que combina el poderoso efecto visual percibido desde el exterior con la riqueza espacial que ofrece en su interior, regida por el escalonamiento progresivo de la forma a partir de dos de sus aristas que refuerzan una diagonal vacía cuyo centro contiene una imponente obra de Jesús Soto. Sus 96.000 m2 de construcción distribuidos en 13 plantas vinculadas por 4 núcleos de circulación vertical, con una ubicación de 6.241 m2, encierran una delicada selección de materiales contrastantes y un limpio tratamiento exterior que colabora en gran medida a enfatizar el impacto que produce el edificio dotándolo de una gran sobriedad y serenidad.

Dentro de toda esta positiva apreciación que la obra genera hay que detenerse, sin duda, en las decisiones que giraron en torno al diseño de su envolvente, para lo cual se apeló a un curtain wall conformado por vidrios de un negro grisáceo de 12 mm. de espesor con una modulación horizontal de 2,86 metros y vertical de 1,20 metros (que muestra al exterior la menor cantidad de aluminio posible del sistema que lo soporta), resistente a la presión de vientos de hasta 170 kilómetros por hora, con flexibilidad ante eventos sísmicos, cuya colocación comenzó “en agosto de 1977 como resultado de un trabajo en equipo entre todas las empresas que participaron en la obra, permitiendo el diseño de un sistema integral que contempló una serie de innovaciones. (…) El sistema es hermético cumpliendo con la normas para edificios de oficinas de la National Association of Architectural Metal Manufacturers (Office Building NAAMM Standard), tomando en cuenta los siguientes items: Prueba de presión de viento. Prueba de presión negativa de lluvia. Prueba de viento y lluvia.”
Tras la indudable conmoción que la construcción y puesta en funcionamiento del Centro Banaven generó en la Caracas de finales de la década de los 70 del siglo XX, mucho se especuló y debatió acerca de su condición de claro representante de la opulencia que signaba aquellos tiempos de bonanza petrolera; de obra “importada” ajena al contexto donde se insertó producto del desconocimiento del medio; de vedette que intentaba sobresalir, llamando la atención, de los otros edificios que lo rodean; de objeto creador de un status y un patrón de gusto; y de su desprecio hacia la consideración de las condiciones climáticas del trópico y, en consecuencia, del derroche energético que se derivaba de la acumulación de calor derivada justamente de la decisión que estuvo tras el diseño de sus herméticas y oscuras fachadas.
La revista Punto número 62 (junio de 1980), que dedica un importante espacio al análisis crítico y descripción del «Edificio de Trasbordo» (ver Contacto FAC, nº 39, 06-08-2017), incluye un polémico artículo aparecido en el cuerpo E del diario El Nacional (3-6-1979) con el título “¿Ha muerto la arquitectura?” firmado con el seudónimo Urbano del Valle en el que se comparan las actitudes asumidas por los proyectistas del “Cubo Negro” y del “banco de aulas” diseñado por el IDEC en la Ciudad Universitaria de Caracas.
Dicho texto empieza disparando lo siguiente: “El panorama de nuestra arquitectura actual es heterogéneo, presenta gran diversidad de enfoques que intentan abrirse camino por la vía de una experimentación gratuita, sin referencia cultural y ética alguna transformando la ciudad en un gran laboratorio del caos. (…) Esta situación se refleja tanto en la arquitectura comercial como en las propuestas calificadas de ‘progresistas’; de ambas podemos extraer dos ejemplos extremos, opuestos y que a la vez se tocan como dos caras de una misma moneda, cuyo valor se afirma en la tecnología, desplazando al hombre como centro del proceso de diseño y producción del objeto, y estableciendo una definida formulación ideológica no sólo ante la arquitectura, sino ante la sociedad misma. (…) Estos edificios son el conocido “Cubo Negro” en Chuao … y el menos conocido “Edificio de Trasbordo” construido en la Universidad Central de Venezuela.”

La relectura del artículo en cuestión, cargado de una vehemencia crítica propia del momento, respaldada por una clara postura a favor de “la recuperación de las formas significativas en una ciudad que deberíamos construir a través de su arquitectura”, permite hoy, también, llevar a cabo un balance sobre la vigencia de las consideraciones hechas acerca de la aparición en escena y la sobrevivencia de cada una de las piezas objeto de su atención, particularmente en lo relacionado al envejecimiento de ambas y al valor anticipativo que debe albergar todo proyecto a partir de los objetivos para los que fueron pensados cada uno, comparación (odiosa como todas) de la que sale airoso el edificio de Chuao, que con el transcurrir del tiempo se ha convertido en referencia dentro de la ciudad de Caracas ante la proliferación de ejemplos de dudosa calidad que podrían sumarse a la tipología por él representada. Luego de casi 40 años, gracias justamente a la comprensión del papel que juega la calidad del contenedor arquitectónico en el éxito corporativo de cualquier empresa, debidamente acompañada de políticas que velan por el cabal mantenimiento y cuidado tanto del objeto como de la imagen edificada, debe reconocerse que el “Cubo Negro” mantiene intactas las aspiraciones para las que fue creado, lo cual permite disfrutarlo a cabalidad hoy en día como una llamativa excepción (una burbuja) que confirma la decadencia de una ciudad que en buena parte se cae a pedazos.
Sobre su carácter de obra ajena a criterios de sostenibilidad que más que nunca se deben exigir a las nuevas edificaciones, las críticas hechas en su momento dirigidas al derroche energético que lo sostiene, sin lugar a dudas, tienen aún plena validez.
ACA
Procedencia de las imágenes
1 y 8. González Viso I.; Peña M.I.; Vegas F. Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje, 2015
2. https://fundamemoria.blogspot.com/2013/05/333-municipio-chacao-parroquia-chacao.html
3. Revista Punto, nº 61, junio 1979
4 y 6. http://www.centrobanaven.com
ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 81

Nuestra postal del día de hoy recoge la portada de lo que fue el primer número de Entre Rayas, la que conocemos como la más perdurable de las revistas de arquitectura no institucionales (comerciales, dirían otros) del país, que el pasado 19 de septiembre ya cumplió 25 años, hecho que bien pudimos haber registrado como nuestra “noticia de la semana”.
Entre Rayas nace como una publicación estudiantil coincidiendo con la celebración entre los días 19 y 27 de septiembre de 1992 del X Encuentro Nacional de Estudiantes de Arquitectura (ENEA), realizado en la FAU UCV, cuyo ambicioso lema fue “Teoría y práctica de la arquitectura actual… hacia la definición del arquitecto integral…”. A mostrar su desarrollo y a la vez reseñar el evento se dedica fundamentalmente el primer número.
Aunque hoy reconocemos en la incansable figura de Jesús Yépez la cara visible de la revista, tras la salida de aquel número 1 también hay que sumar como fundadores los nombres de Esperanza Zamora y Carlos Espejo, todos integrantes del Centro de Estudiantes de Arquitectura (CEA).
Como referencias colaterales podríamos añadir que ese mismo año de 1992 Juan Pedro Posani obtiene el Premio Nacional de Arquitectura, aparece el nº 1 de Arquitectura HOY, se crea la Unidad Docente Extramuros (UDE) de la Escuela de Arquitectura de la FAU UCV en Barquisimeto y Alvaro Siza se convierte en el primer arquitecto iberoamericano en ser reconocido con el premio Pritzker.
Con el tiempo Yépez (quien egresa como arquitecto en 1994), comprende que esta iniciativa estudiantil escondía la oportunidad de llenar un vacío dentro de la difusión de la arquitectura nacional la cual aprovecha como él bien ha dicho en alguna ocasión “sin prisa pero sin pausa” (frase con la que titula el texto preparado con motivo del 24 aniversario de la revista -nº 115, 19 de septiembre de 2016 dedicado al tema “Casas Latinoamericanas IV”-), para irle dando forma a un emprendimiento y a la vez proyecto editorial más ambicioso que con el tiempo se ha transformado, gracias al apoyo de “amigos arquitectos, empresas patrocinantes, colaboradores y familiares”, en referencia.

El crecimiento de Entre Rayas ha sido sostenido lo cual se evidencia no sólo en la publicación de 120 números impresos de la revista (el último fechado en agosto de 2017) cuya calidad en lo relativo a contenidos, diagramación e impresión la colocan dentro de estándares internacionales, sino en la construcción de una muy actualizada página web (www.entrerayas.com) donde se promueven “eventos nacionales e internacionales, opiniones de arquitectos e ingenieros, productos y servicios, entre tantas noticias, con su respectiva difusión en las redes sociales (principalmente instagram, twitter, facebook y google+)”.

En el número 118 (16 de febrero de 2017, “Arquitectura Residencial Multifamiliar VII”), con que Entre Rayas se adelanta a celebrar “sus bodas de plata”, se reafirma cómo “desde el año 1992 ha crecido con el propósito de divulgar la arquitectura como hecho cultural». Y se añade, con la seguridad que da la experiencia: “La revista, de lectura obligada para arquitectos, ingenieros, decoradores, estudiantes de diseño, demás carreras afines y público seguidor de las nuevas tendencias en materia de urbanismo, ha reseñado a lo largo de 25 años importantes contenidos editoriales y fotográficos de las obras y proyectos más relevantes de viviendas unifamiliares, multifamiliares, edificios de oficinas, centros comerciales, escuelas y demás espacios públicos tanto del país como de las principales capitales del mundo.”
Desde el reducido pero muy eficiente equipo que ha hecho posible la continuidad de la revista y con Yépez como bujía, Entre Rayas asumió durante años (a falta de un Colegio de Arquitectos bien estructurado) el montaje del evento de “Celebración del Día del Arquitecto” (4 de julio) y desde 1998 el propio Yépez tomó el rol de Coordinador Internacional por Venezuela de la Bienal de Arquitectura de Quito, labor que ha desempeñado con responsabilidad y seriedad, sirviéndole para estrechar importantes lazos y establecer redes de contacto con el resto de Latinoamérica con las que nutre en buena medida la publicación. Su presencia en exposiciones periódicas vinculadas al mundo de la construcción, la vivienda o la decoración también ha sido permanente con un interés marcado de renovar su stand gracias al apoyo de sus anunciantes y aliados estratégicos.
A pesar de su vocación comercial, Entre Rayas no ha reparado en colocar un lote importante de sus números al alcance de sus seguidores, hoy golpeados por la crisis económica que atraviesa el país, los cuales se pueden consultar y leer en issuu (https://issuu.com/search?q=entre%20rayas). Ello permite, además, apreciar la evolución que tanto en información, patrocinio y contenidos como en imagen, diseño y diagramación ha registrado la revista. A Jesús Yépez a quien siempre habrá que agradecer su disposición permanente por apoyar en lo necesario a su alma máter, donde con el apoyo del IDEC también aprendió a ser editor, le enviamos desde éste espacio nuestras más sinceras felicitaciones y el deseo de que esta meritoria empresa perdure durante muchos años más.
ACA
Procedencia de las imágenes
NotiFAC (Contacto nº 46)
