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Cuando entre el 27 de julio y el 28 de septiembre de 2014 se abrió en los espacios del Centro Cultural BOD (Banco Occidental de Descuento), La Castellana, Caracas, la exposición “KLAUS HEUFER Arquitecto. Arqueología de la modernidad”, auspiciada por Collectania, el BOD, la Fundación Fotografía Urbana y la Fundación Klaus Heufer, que contó con la curaduría de Rafael Pereira apoyada en la investigación realizada por Lorenzo González Casas, Henry Vicente, Orlando Marín y Karen Mata, con una cuidada museografía a cargo de José Luis Sánchez, montaje de Víctor Díaz y diseño gráfico de Sigfredo Chacón, se le ofreció la oportunidad al medio arquitectónico nacional de conocer por primera vez a profundidad la obra y figura de un arquitecto de dilatada presencia en el país que, además, ha dejado un muy relevante grupo de piezas construidas que permiten complementar la comprensión de la modernidad en tierras venezolanas.

La promoción de la muestra, donde se pudieron apreciar maquetas, planos originales, fotografías y documentos personales del arquitecto, “a partir de los vestigios documentales rescatados, de sus edificaciones de mayor significación para nuestro acervo arquitectónico» simulando una «labor arqueológica”, como diría el propio Pereira, se basó en la selección del dibujo axonométrico que Heufer realizara para el proyecto (no construido) de la Casa Casado, Playa Grande, 1958, que hemos también escogido para engalanar nuestra postal del día de hoy.
Como bien señalara Pereira, la Casa Casado se convirtió en el “primer ejercicio de lo que Heufer llamó ‘casa patio moderna’ ”, donde el arquitecto de origen alemán nacido en 1923, formado en la Universidad Tecnológica de Braunschweig (la más antigua universidad tecnológica de Alemania), de donde egresa en 1950 bajo la tutoría del profesor Friedrich Wilhelm Krämer para luego llegar a Venezuela en 1952 contratado por Luis Malaussena (ver ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL, Contacto FAC nº 113, 17/02/2019), pone en práctica tanto su gran habilidad para el dibujo como la capacidad de integrar prácticas tradicionales provenientes de las enseñanzas de Krämer que le permitieron hacer una verdadera exploración en torno a la arquitectura doméstica de donde destaca su integración al medio ambiente, la continuidad espacial entre el interior y el exterior y el combinado equilibrio entre lo tradicional y lo moderno. De allí la paulatina asimilación por parte de Heufer de valores y elementos locales como el patio, el corredor y el alero que sumó al impacto producido por la luz, el color y la exuberancia vegetal de Caracas logrando resultados excepcionales.

La ejercitación del tema del patio que la Casa Casado abre, tiene su punto culminante en 1960 cuando Heufer termina la quinta Loma Baja (en colaboración con Jorge Cvejic, Lomas del Mirador) y también su vivienda personal (la Casa H, Los Palos Grandes), síntesis entre el lenguaje de la arquitectura internacional y las exigencias del trópico donde Heufer, además, pone en práctica la integración de la madera de acuerdo con las prácticas y modos de uso artesanales de la arquitectura escandinava (que absorbió tras su pasantía como estudiante por Malmö, Suecia), la destreza y el refinamiento en el diseño de detalles constructivos, y la importancia de incorporar el mobiliario integrado a los ambientes
Se sumaba Heufer a una tradición que permitió al patio constituirse en motivo de exploración constante para el diseño de casas dentro del Movimiento Moderno. Así, desde la casa patio en forma de “L” que utilizó Hilberseimer en 1931 como unidad básica de repetición para la generación de sus entramados urbanos de desarrollo horizontal, hasta la serie de “casas con patio” de Mies van der Rohe también de 1931, donde gracias a la colaboración que ofrecen los muros exteriores y los de las parcelas vecinas se respondía más bien a la búsqueda y la experimentación de nuevas formas de organizar los espacios, lograr privacidad y responder a la orientación solar ideal, y no tanto a una influencia directa de la tradición donde el patio se ubicaba centralizadamente (que curiosamente si cumple la casa Mouche de Adolf Meyer -1923-), los pioneros centroeuropeos del Movimiento Moderno le abrirán paso sin proponérselo a la hibridación y transformaciones que posteriormente se darán cuando dicha arquitectura aterrice en contextos periféricos (empezando por el ámbito mediterráneo) y lo vernáculo logre adaptarse a las exigencias funcionales propias de la modernidad sin necesidad de renunciar a las identidades nacionales.


Larga, pues, es la lista de experiencias a lo largo del siglo XX en las que el patio como herramienta y como espacio es utilizado y reinterpretado para resolver el hábitat moderno de mano de importantes arquitectos. Erich Mendelshon (“Casa Sternefeld, Berlín, 1923-24), Fernando García Mercadal (“Chalet a la orilla del mar”, 1926), Luigi Piccinato (“Casa coloniale”, 1932), Luigini Figini y Gino Pollini (“Villa-studio” para un artista, 1933) son algunos de ellos a los que se incorporarán a partir de 1940: Giuseppe Pagano, Franco Diotavelly e Irenio Marescotti (Propuesta para la “Cittá orizzontale”, Milán, 1940), Alvar Aalto (“Casa experimental”, Muuratsalo, 1952-53), Jørn Utzon (“Casas patio”, Helsingør, 1957), Arne Jacobsen (“Casas patio”, Berlín, 1957), Pennti Ahola (“Casas patio”, Tapiola, Finlandia, 1963), los casos emblemáticos de Josep Lluís Sert (Casa Sert, Cambridge, EEUU, 1957) y Marcel Breuer (“Casa Hooper, Baltimore, 1959), más las propuestas de agrupación y variación de Serge Chermayeff y Christopher Alexander (“Agrupaciones de casas con patio”, Chicago, 1953-61), por citar sólo unos cuantos ejemplos.
Heufer, por tanto, adquirirá en su formación alemana buena parte de los pasos que ya en su país se habían dado en lo relacionado a incorporar transformaciones tanto en la forma como en la función a la hora de utilizar el patio como elemento organizador de la vivienda, variando indistintamente su localización dentro del esquema compositivo en función de las condiciones climáticas imperantes. A ello agregará el aprendizaje derivado del estudio del modelo de casa-patio de la tradición colonial hispana.

Tal y como recoge Lorenzo Dávalos en el hermoso reportaje que apareció en su blog caracas 10N, 67W titulado “Klaus Heufer y su persistente pasión por los detalles”, del 27 de agosto de 2013 (https://caracas1067.wordpress.com/2013/08/27/la-persistente-pasion-por-los-detalles-de-klaus-heufer-1/) con motivo de la celebración de los 90 años del arquitecto alemán: “Más estrictamente, las casas de Heufer son variaciones modernas de ese estilo de casa. El término patio designa una diversidad de espacios (techados o no) que están ubicados en el límite entre el exterior y el interior de la casa y que se puede utilizar para comer o socializar. Dos variantes de este espacio que han sido felizmente integradas en casas modernas son: el atrium y el lanai. Se define como atrium a un espacio sin techo ubicado en el centro de la casa, y como lanai (término de origen hawaiano recuperado por arquitectos como Vladimir Ossipoff, 1907-1998) o porche, a los espacios sin paredes pero con techo y paneles de vidrio corredizos que separan este espacio del exterior”.
Lo anterior coincidiría con la apreciación que acerca de la simbología del patio establece Patricia Blanco Fernández en su trabajo titulado “La casa patio en el Movimiento Moderno. Orígenes y transformaciones” (2020) (http://oa.upm.es/62774/1/TFG_Jun20_Blanco_Fernandez_Patricia.pdf), y el cambio que sufrió en su significado ancestral: “En el siglo XX, sin embargo, en plena era de la Modernidad y de la máquina, donde la razón y la ciencia tenían un mayor peso en la sociedad que las creencias religiosas, la mirada del hombre moderno se dirigía, en vez de al cielo, a la tierra, donde ‘[…] se [encontraba] la ciencia, el progreso, la vida’. Por tanto, el patio, cuya apertura cenital había creado tensiones verticales en su versión tradicional, pasaba a transformarse en un espacio de tensión horizontal que, junto con los grandes huecos acristalados, permitía establecer una conexión directa con el paisaje. Además, a través de la introducción de la naturaleza en el patio, los arquitectos modernos conseguían integrar la arquitectura en el paisaje, lo artificial en lo natural, eliminando así las fronteras que siempre los había separado y haciendo del tipo doméstico tradicional de la casa patio, una vez más, una herramienta muy útil para solucionar los problemas del habitar moderno”.
Concebido como espacio de transición entre la naturaleza y la arquitectura, la cita de Alvar Aalto extraída por Blanco Fernández del texto “Del umbral a la sala de estar” (1926), reeditado en En contacto con Alvar Aalto (Arquitectura Viva, 1993), complementaría la explicación adelantada por Dávalos. Afirma Aalto: “El verdadero umbral de nuestros hogares se atraviesa en el momento en que pasamos de la calle o el camino al jardín. […] El jardín (el patio) forma parte de la casa, en la misma medida que cualquiera de sus habitaciones. […] Una sala, grande y ventilada, con su chimenea, su embaldosado visible y un tratamiento formal que la distingue de los demás espacios. […] Es la metáfora del aire libre bajo el tejado de la casa. Constituye, pues, el pariente lejano del atrium de las casas patricias de Pompeya, cuyo techo era el cielo real. […] Bien empleada, esta sutileza –el recibidor tratado como espacio al aire libre– es un fragmento de la piedra filosofal”.

Heufer con maestría logra plasmar en la “playera” y generosa Casa Casado (apreciable a través del dibujo que hoy publicamos y la maqueta elaborada para la exposición ya mencionada), diversas variantes de lo que durante mucho tiempo se denominó como “casa-patio” pero que sin duda en este caso se suma a la categoría de “casa con patios”, donde la multiplicidad de ellos permiten hablar de lo contenido y lo abierto, el interior y el exterior, lo techado y lo descubierto como características que no alteran su rol esencial y su condición de “elemento eternamente joven de la arquitectura”, tal y como lo definió Carlos Raúl Villanueva.
ACA
Procedencia de las imágenes
2. https://caracas1067.wordpress.com/2013/10/09/klaus-heufer-y-su-persistente-pasion-por-los-detalles-2/, https://sancheztaffurarquitecto.wordpress.com/2014/08/11/exposicion-klaus-heufer-arquitecto-arqueologia-de-la-modernidad-rafael-pereira-escalona-b-o-d-centro-cultural-caracas/ y Colección Crono Arquitectura Venezuela
3. https://helio-pinon.org/proyecto-tres_casas_patio_i69598
4. https://circarq.wordpress.com/2013/08/24/casa-sert/, http://arquitextosblog.blogspot.com/2016/09/casa-sert-en-cambridge.html, https://www.urbipedia.org/hoja/4_viviendas_en_H%C3%A4ndelallee y https://www.pinterest.es/pin/541628292677199954/
5. https://materialesamv.tumblr.com/post/126585778169/casa-lomabaja-caracas-1960-arquitecto-klaus, https://coleccioncisneros.org/es/editorial/cite-site-sights/la-villa-moderna-en-caracas, http://guiaccs.com/obras/quinta-lomabaja/ y https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/42434/1/Buscando%20a%20Heinrich%20Thede.pdf

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Hotel Guaicamacuto
El Guaicamacuto se distingue entre las instalaciones hoteleras impulsadas por la CONAHOTU, por ser el hotel de mayor capacidad encargado por la Corporación de entre todos los ejecutados, por constituirse en un giro dentro de la producción arquitectónica de su proyectista, Luis Malaussena (1900-1963) y por haber sido el único que no fue inaugurado a tiempo a pesar de haber sido anunciada su terminación para 1957, cosa muy extraña dentro de las obras programadas por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Ubicado en un enclave de excepcional condición paisajística y ambiental, una pequeña península frente al mar Caribe en el sector de Caraballeda, Litoral Central, actual estado Vargas (anteriormente Departamento Vargas del Distrito Federal), su gestación y primeros estudios, según consta en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento (MF) del año 1953, comienzan a raíz de la inauguración aquel año de la Autopista Caracas-La Guaira, buscándose con urgencia “la construcción de un nuevo hotel que sustituya las funciones que hasta el presente cumplía el ‘Hotel Miramar’, de Macuto, hoy insuficiente, debido al incremento de la población flotante que se desborda hacia el litoral”.
Para 1954, como reza en la correspondiente Memoria y Cuenta del MF, se concluye el anteproyecto de parte del arquitecto Luis Malaussena y “se iniciaron conversaciones con la Oficina Técnica Bernardo Nouel, para el estudio y proyecto de una dársena para embarcaciones deportivas”. También se estima su próxima construcción en la «Urbanización Caribe», y se precisa que “constará, según lo hasta ahora proyectado, de ciento cuarenta (140) habitaciones, previéndose una ampliación de ochenta (80) más; una suite especial, diez (10) apartamientos residenciales; hall de recepción, salas de espera y de estar; locales para agencias de viaje, tiendas, librería, barbería y salón de belleza; bar, fuente de soda, salones especiales, salón de juegos, terrazas cubiertas, piscina y bar anexo y vestuarios; dormitorios para la servidumbre de huéspedes y demás dependencias indispensables a los servicios del hotel, como recepción, gerencia, contabilidad y salones y dormitorios de empleados”. Ese mismo año, destinados para el entonces denominado “Hotel Naiguatá”, se le contratan definitivamente a la Oficina Técnica Bernardo Nouel Ingenieros C.A. “el estudio y proyecto de las obras de acondicionamiento de una dársena que sirva de abrigo a embarcaciones deportivas y acondicionamiento de la playa frente a los terrenos del establecimiento, a un costo de Bs. 73.560,00; se firmaron los contratos de proyecto y supervisión del referido hotel con el doctor Luis Malaussena y la firma ‘Simca’ respectivamente, y la construcción, de las fundaciones del edificio principal y sus anexos lo realiza la Empresa Venezolana de Ingenieros y Construcción S. A. a un costo de Bs. 3.351.050,00”.




El proyecto que adelanta Malaussena permite detectar, sumado al del hotel Maracay y al del Círculo de las Fuerzas Armadas, según resalta Silvia Hernández de Lasala en Malaussena. Arquitectura académica en la Venezuela moderna (1990), “la actitud más alejada de la arquitectura académica de toda su obra, y su lenguaje está más bien ligado a lo que se conoce como estilo internacional”. Dicha actitud, que pudiera asociarse a la ya manifiesta voluntad de asumir el estilo más adecuado al uso de la edificación que se enfrenta, sus características funcionales o los rasgos propios del contexto en que se ubica, debe atribuirse finalmente a “la presencia en el equipo de Luis Malaussena de los tres jóvenes arquitectos alemanes contratados por él para la época en que fueron desarrollados esos proyectos”. Se trata de: Federico Beckoff, Klaus Heufer y Karl Peter Jebens de los cuales los dos primeros posteriormente desarrollarán en Venezuela una prolífica obra.
Otro punto a considerar dentro del carácter y desarrollo final del proyecto del hotel, adelantado dentro de la oficina de Malaussena entre 1953 y 1955, es “la espectacular expansión desarrollada en la época por las grandes cadenas hoteleras internacionales … particularmente… la Hilton, cuyo hotel en Estambul, proyectado por Skidmore, Owings & Merril y Sedad H. Elden, muestra un asombroso parecido en su aspecto al hotel Guaicamacuto”, siendo sus fechas de construcción casi simultáneas.
De lo que se recoge en Caracas del valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (Iván González Viso, María Isabel Peña y Federico Vegas, 2015), “el edificio de siete pisos (…) es resultado de la articulación de tres categorías de volúmenes. La primera, un paralelepípedo rectangular destinado a apartamentos y habitaciones con dos núcleos de circulación ubicados al sur, el cual parece flotar sobre el terreno; la segunda, volúmenes de menor tamaño y altura destinados a servicios, usos sociales o recreacionales, con formas singulares que les otorgan un carácter propio; y la tercera, los corredores cubiertos con losas de concreto y columnas metálicas, que conectan elementos del conjunto y enmarcan visuales del paisaje tropical y del paisajismo interior. Las fachadas, concebidas como una retícula, permiten balcones profundos, protegen la fachada y proporcionan la imagen de un hotel de playa…”

Como ya dijésemos, aunque la obra ofrece ser entregada de acuerdo a la Memoria y Cuenta del MF de 1956 “para la próxima etapa”, por problemas surgidos durante el año 1957 que derivaron en la caída de la dictadura en 1958, el hotel todavía en 1960, aunque “sus construcciones e instalaciones principales se encuentran prácticamente terminadas” tiene pendiente la conclusión de sus obras finales las cuales están a cargo del Ministerio de Obras Públicas. Su programa inicial ha sido significativamente incrementado. De la Memoria y Cuenta de 1960 rescatamos que finalmente se construyó sobre un terreno de 85.000 metros cuadrados y cuenta con un área de construcción de 40.000 metros cuadrados siendo considerado como “uno de los más lujosos de la cuenca del Caribe. Sus instalaciones son de primera clase. Tiene 279 habitaciones y 79 apartamientos, una playa artificial de 60.000 metros cuadrados y un puerto propio para yates de gran calado, con capacidad para 50 embarcaciones”. Oficialmente, al ser abierto, la instalación registra un total de 306 habitaciones.
En vista de la cuantiosa inversión que el hotel ya había demandado y tras la búsqueda de su puesta en funcionamiento lo antes posible, en 1960 el Ejecutivo Nacional autorizó a la CONAHOTU “para negociar, con diversas empresas especializadas en hotelería de turismo internacionales, la celebración de un contrato para la administración y operación de dicho establecimiento. Esta Corporación consideró las proposiciones de 17 firmas internacionales”. Tras el nombramiento de una Comisión evaluadora “integrada por representantes de los Ministerios de Fomento, Hacienda y Obras Públicas y de la Oficina de Coordinación y Planificación de la Presidencia de la República, para que, conjuntamente con el Presidente de la CONAHOTU, estudiara las proposiciones recibidas, a fin de recomendar la firma a la cual habría de adjudicarse el contrato de administración… (se) recomendó celebrar el contrato, para la operación del Hotel Guaicamacuto, con la Sheraton Corporation of America”, quedando establecido entre sus cláusulas que “el hotel tendrá el rango ‘De Luxe’ y la Sheraton deberá mantenerlo y operarlo en ese nivel” y, además, que “con el fin de obtener una mayor eficiencia publicitaria en el exterior, se ha considerado conveniente cambiar el nombre del hotel por uno que tenga más expresión como incentivo turístico en el ambiente internacional. El nuevo nombre incluirá el de la empresa operadora”.
El Guaicamacuto es inaugurado en 1963 y fue conocido entre esa fecha y finales de 1999 (cuando el estado Vargas sufre una inmensa catástrofe natural) como hotel «Macuto Sheraton», viviendo desde su apertura hasta finales de los años 80 su período de mayor esplendor, convirtiéndose en referencia internacional y lugar de disfrute de la ciudadanía, a la que se le permitía el acceso de sus generosas áreas públicas.



Sumido desde 1999, junto al hotel Meliá Caribe (ubicado en el mismo sector), en el más absoluto abandono, empieza a ser objeto de atención por parte del gobierno en 2015, momento en que se le ofrece la oportunidad a The Harman Group (consorcio norteamericano con sede en Filadelfia y Nueva York dedicado a la ingeniería estructural y la planificación de estacionamientos) de realizar un proyecto que contemple la rehabilitación, renovación y ampliación de ambos hoteles. Dicho proyecto propone la incorporación de un centro de convenciones a tres niveles (que incluye un salón de baile de 1300 m2, un salón de baile junior de 750 m2, cocinas y escaleras), un gran lobby cúbico de vidrio (3800 m2) y una nueva estructura para un estacionamiento. Así, ambas instalaciones sumarían una oferta de 400 habitaciones y recuperarían de nuevo el importante rol que jugaban como promotores de un turismo de alto nivel.

Las obras, cuya gerencia de construcción se contrata a la empresa ABU Project, SL (radicada en Palma de Mayorca, España), se inician en noviembre de 2015 y ofrecen un importante empuje hasta diciembre de 2016, cuando, por razones ligadas a falta de continuidad en los pagos y oscuridad en el manejo de los recursos asignados (registradas con lujo de detalles por la prensa local), se paralizan los trabajos ofrecidos a ser terminados para el presente año de 2019 cosa que no ocurrirá. La comunidad de Vargas que tiene cifradas esperanzas en que se reactiven las obras y se genere un importante número de empleos como apoyo al sector turismo, sigue a la espera a que este importante hotel, sembrado en la memoria colectiva sea definitivamente recuperado como símbolo y referencia de la arquitectura del litoral caraqueño.
ACA
Procedencia de las imágenes
2, 3, 4 y 5. Silvia Hernánez de Lasala, MALAUSSENA. Arquitectura académica en la Venezuela moderna, 1990
6. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad
7. https://harmangroup.com/projects/hotel-guaicamacuto/
8. https://talcualdigital.com/hoteles-en-el-olvido-dos-decadas-de-promesas-y-dineros-perdidos/ y https://www.eluniversal.com/caracas/20315/para-el-2020-prometen-culminar-restauracion-de-los-hoteles-melia-y-sheraton

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El edificio Santa María, ubicado en la avenida México, Caracas, proyectado por el arquitecto de origen alemán Klaus Heufer (1923) con la participación del joven venezolano Francisco Pimentel para la firma Arquitectos Asociados (recién fundada en sociedad con Klaus Peter Jebens), constituye una de las obras en las que de manera temprana se utiliza en Venezuela un elemento que permitirá a lo largo del mundo generalizar los códigos del Estilo Internacional, tanto en edificios de oficinas como institucionales: el “curtain wall” cuya traducción al español es “muro cortina”.
La foto que ilustra nuestra postal del día de hoy da cuenta de la elegante presencia de esta correcta edificación en fechas recientes a su puesta en servicio y de la absoluta limpieza con que es tratada su volumetría, integrada por un cuerpo bajo y una torre, donde de esta última resalta la cuidadosa modulación de su fachada sur, impecablemente resuelta con una piel vidriada de diferentes tonos, sostenida por perfiles de aluminio e independiente de la estructura, contenida entre los muros laterales ciegos que la delimitan y dan respuesta a las orientaciones este y oeste. Esta manera de mostrarse al exterior recuerda sin lugar a dudas referentes tales como la Lever House (1952) de Gordon Bunshaft trabajando para Skidmore, Owings & Merril y el Seagram Building (1958) de Mies van der Rohe ambos en Nueva York, pioneros en la utilización de este recubrimiento que empezó a darle a las fachadas un acento característico.
Ya antes en Caracas, con la realización de la Torre Polar (1953) de Vegas & Galia Arquitectos Asociados, el “curtain wall” hizo por primera vez su aparición recubriendo por igual los cuatro frentes de un edificio a todas luces emblemático que buscaba, dada su localización, impactar y constituirse en símbolo recogiendo la tradición de los rascacielos newyorkinos. Esta atrevida y polémica decisión de tratar indiscriminadamente las cuatro fachadas de la edificación con un material de comportamiento uniforme ante el asoleamiento, se enfrentó provocadoramente a las enseñanzas que con relación a las consideraciones climáticas había ido mostrando Carlos Raúl Villanueva en el desarrollo de la Ciudad Universitaria de Caracas y los mismos Vegas & Galia a través de su propia obra temprana.

Sin que nos conste que en el caso del edificio Santa María haya sido así, vale la pena recordar que para resolver el cerramiento definitivo del Polar, Vegas & Galia, cuando la estructura ya estaba concluida y se disponían realizar las fachadas según el proyecto original (a semejanza del edificio El Municipal), convocaron a representantes y vendedores de los cristales Saint-Gobain (ofrecidos como aislantes y absorbentes de la radiación solar) y de ACO, S.A. distribuidores y también representantes de la compañía norteamericana ALCOA (Aluminum Company of America), quienes les ofrecieron utilizar sus productos, siendo estos últimos con quienes finalmente se concluyó la obra no sin antes tener que sortear importantes inconvenientes técnicos tanto de instalación como de filtración del agua cuando llovía. De esta manera, entre 1953 (cuando se termina el Polar) y 1959 (fecha de apertura del Santa María), aunque tímidamente varios edificios asumieron esta manera de envolverse que daba protagonismo a la superficie vidriada (Centro Comercial del Este -1953- de Diego Carbonell, Cámara de Comercio de Caracas -1954- de Julio Volante, Edificio de Radio Continente -1956-, Edificio del Rectorado del Colegio San Ignacio de Loyola -1958- de Erasmo Calvani y Juan Capdevila Elías y Palacio Municipal de Maracaibo -1959- de Miguel Casas Armengol, por citar algunos), ninguno lo hará con la maestría y contundencia con que Heufer la maneja, para lo cual debe haber contado con la asesoría de los proveedores de productos importados de los Estados Unidos tal y como lo hicieran Vegas & Galia en su momento.
En adelante, proliferará el uso del “curtain wall” en Caracas, desatando, como lo hiciera el edificio Polar, una encendida discusión acerca de su conveniencia y adecuación en climas tropicales (traducida a los tiempos actuales en “sostenibilidad”), más allá del recato con que durante un buen tiempo los proyectistas lo usaban destinándolo a las fachadas norte y/o sur, hasta que se liberaron de tal condición a medida que se lograban, sin conseguirlo del todo, mejoras en los índices de polarización de los cristales.
Por otra parte, no estaría de más recordar que Klaus Heufer, formado como arquitecto en la Universidad Tecnológica de Braunschweig (la más antigua universidad tecnológica de Alemania), de donde egresa en 1950 bajo la tutoría del profesor Friedrich Wilhelm Krämer, viene a Venezuela en 1952 para incorporarse junto a su compañero de estudios Friedrich Beckhoff a la oficina Malaussena & Silveira, donde desde hacía ya un año trabajaba Klaus Peter Jebens también condiscípulo de ellos. Casi de inmediato comienza su participación en los proyectos para el Círculo de las Fuerzas Armadas y los hoteles Guaicamacuto y Maracay de la CONAHOTU, apareciendo la utilización del “muro cortina” de forma clara tanto en este último como en el Salón Venezuela del club militar lo que le permite a la firma, junto a otros atributos propios de un enfoque diferente desde lo proyectual, dar un giro hacia el uso de códigos modernos que se sumarán a los de corte académico que Luis Malaussena manejaba con maestría.

Radicado definitivamente en Venezuela, independizado de la oficina de Malaussena & Silveira, Heufer desarrolla en su firma Arquitectos Asociados una prolífica carrera profesional de más de 30 años donde se realizaron aproximadamente 150 proyectos y anteproyectos arquitectónicos, de entre los cuales han quedado piezas memorables, mostrando en ellas un claro interés por la perfección en los detalles acompañada de la impecable utilización de materiales y acabados los cuales siempre pone a prueba antes de decidir su incorporación a un proyecto. Desde muy joven Heufer mostró una gran habilidad para el dibujo y de su formación junto a Krämer aprendió a integrar la madera en sus propuestas de acuerdo con las prácticas y modos de uso de la arquitectura escandinava, de la cual también absorbió, tras su pasantía por Malmö, Suecia, la importancia de incorporar el diseño del mobiliario integrado a los ambientes. Su aclimatación a nuestro país pasó del primer impacto producido por la luz, el color y la exuberancia vegetal de Caracas a la asimilación paulatina de valores y elementos locales como el patio, el corredor y el alero, que le permitieron hacer una verdadera exploración en torno a la arquitectura doméstica de donde destaca su integración al medio ambiente, la continuidad espacial entre el interior y el exterior y el combinado equilibrio entre lo tradicional y lo moderno.

Sobre la obra de Heufer, Alonso Ayala publicó La arquitectura interior y exterior de Klaus Heufer (Armitano Editores, 2005) y en un tono más personal, con motivo de la celebración de sus 90 años, Lorenzo Davalos le dedicó un hermoso reportaje en su blog caracas 10N, 67W titulado “Klaus Heufer y su persistente pasión por los detalles”, aparecido el 27 de agosto de 2013 (https://caracas1067.wordpress.com/2013/08/27/la-persistente-pasion-por-los-detalles-de-klaus-heufer-1/), que vale la pena consultar.


Sin embargo, el mayor reconocimiento a su trayectoria como arquitecto clave para entender la modernidad venezolana se le rindió en 2014, cuando bajo la curaduría de Rafael Pereira, se montó en los espacios del Centro Cultural B.O.D., La Castellana, Caracas, la exposición “KLAUS HEUFER, Arquitecto: Arqueología de la modernidad” donde se pudieron apreciar maquetas, planos originales, fotografías y documentos personales del arquitecto, “a partir de los vestigios documentales rescatados, de sus edificaciones de mayor significación para nuestro acervo arquitectónico» simulando una «labor arqueológica”, como dirá el propio Pereira.

Hoy, diluido entre la vorágine del centro de la ciudad, intervenido sin compasión alguna (coloreando artificialmente su fachada, pintando de rojo el mármol verde alpi y otras superficies, añadiéndole grafismos fuera de tono y clausurando su zona comercial en planta baja), desvirtuado en cuanto a la sobriedad de su planteamiento original a favor de una visión populista de la cultura (cuyo ministerio hoy alberga), el edificio Santa María resiste al igual que toda una sociedad a la espera de la llegada de tiempos mejores.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal y 6. https://entrerayas.com/2018/06/edificio-santa-maria-abusiva-intervencion/
1 izquierda. https://www.som.com/projects/lever_house
1 derecha. Revista CIV, nº 217, abril 1954
2. https://coleccioncisneros.org/es/editorial/cite-site-sights/la-villa-moderna-en-caracas
4. https://twitter.com/ZonArquitectur/status/754720717904744448/photo/1
5. https://traficovisual.com/2014/07/23/exposicion-klaus-heufer-arqueologia-de-la-modernidad/