
A finales del siglo XVIII (1783) en los terrenos de la antigua hacienda Santa Ana se funda la hacienda La Floresta desde donde se impulsa, junto las vecinas haciendas Blandín y San Felipe, la producción del café en Caracas. Propiedad de don Francisco Domínguez, colindaba al norte con el Camino Real de Petare (hoy avenida Francisco de Miranda), al oeste con la quebrada Seca, al sur con el río Guaire y al este con la quebrada Sebucán.

Manteniendo intacta su actividad agrícola la propiedad fue adquirida en 1915 por la familia Sosa quienes en 1944 cesan la producción cafetera y, en virtud de la presión ejercida por el crecimiento de la ciudad hacia el este del valle, deciden en 1952 dar inicio al proyecto de la urbanización La Floresta, la cual fue construida en la parte norte de sus terrenos conservándose por muchos años la antigua casa colonial de la hacienda junto a sus jardines dotados de una flora nativa excepcional.

Los Sosa, no sin antes intentar desarrollar infructuosamente el área verde colindante a la casona, ubicada al oeste con frente a la avenida Francisco de Miranda (para lo cual convocaron un concurso privado de ideas en 1978 para proyectar un Centro Empresarial), finalmente deciden vender a Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) en 1988 el privilegiado sitio ocupado por la casa colonial y sus áreas verdes.
Casi de inmediato, la empresa estatal a través de su Gerencia de Bienes y Servicios llama a un concurso privado con la finalidad de proyectar y construir la Nueva Sede de Petróleos de Venezuela S.A. en lo que se conocía como la Estancia La Floresta. La convocatoria hecha en 1988 mediante un concurso de credenciales, permitió seleccionar 20 equipos participantes reduciéndose finalmente a 5 en la última etapa donde las propuestas presentadas quedaron arropadas por el veredicto de “desierto” emitido por el jurado quien se pronunció al respecto en 1991.

PDVSA, tras el fallido intento de desarrollar allí su sede, toma la decisión de rescatar y remodelar la señorial edificación de finales del siglo XVIII con la idea de destinarla a ser sede para la recepción y albergue de huéspedes ilustres de la industria petrolera, conservando el esplendor de sus jardines. Los trabajos de restauración le son encargados al reconocido arquitecto Ramón Paolini quien, pese a las diversas alteraciones sufridas a través de los años, centró su propuesta en poner en valor la arquitectura que quedó de los siglos anteriores, usando racionalmente los materiales para dejar percibir claramente la intervención contemporánea y la arquitectura restaurada.


Estando en marcha los trabajos de restauración, el destino del edificio dio un afortunado giro que lo orientó ser sede de un centro cultural. “Fue así como Biserca, Bienes y Servicios C.A. filial de Petróleos de Venezuela, dirigida por Ada Bermúdez de Bass, creó en 1993 el Centro de Arte La Estancia, habiendo consultando a varios expertos entre los que se contaban los de la Galería de Arte Nacional y el artista, diseñador y docente Miguel Arroyo acerca de cuál podría ser la especificidad cultural de dicho Centro. Arroyo respondió de inmediato sobre la importancia e interés de abordar el diseño y la fotografía dentro del circuito cultural-artístico más notable del continente, integrado por los museos y galerías del Estado, entidades bancarias, industrias nacionales y privados, localizado en la ciudad de Caracas. De este modo, Biserca aceptó la propuesta de Arroyo, y para emprender la tarea convocó al diseñador gráfico Álvaro Sotillo y a mí, quienes respondimos con entusiasmo al desafío”, expresará Alberto Sato en “Recuerdos del futuro” artículo publicado en el diario El Nacional el 26 de abril de 2015.
Aprovechando al máximo la oportunidad que se presentaba, Sato y Sotillo se abocaron a partir de 1993 a llevar adelante un ambicioso plan que vislumbró “en primer lugar, la necesidad de instalar la noción de diseño y la fotografía en el marco de la producción cultural de Venezuela; en segundo lugar, la oportunidad de abrir el debate acerca de la construcción de un país capaz de producir sus propios bienes, mejorar su base industrial con sus propias iniciativas, reducir su dependencia de las importaciones, crear nuevas fuentes de trabajo y estimular el emprendimiento. Esto es, contribuir a la creación de un país independiente y orgulloso de su capacidad inventiva y productiva, que nos permitiera dejar de ser de consumidores para transformarnos en productores”, según palabras de Sato.

Fue así que diseño y petróleo empezaron a caminar de la mano, venciendo prejuicios que asociaban al primero con frivolidad, e impulsando desde 1993 desde lo que se denominó como el Centro de Arte La Estancia “las actividades de investigación, desarrollo tecnológico, divulgación y estímulo del diseño … que en pocos años se logró identificar como uno de los extraños ‘polos de atracción’ del conocimiento cultural y tecnológico, lo cual contrastaba notablemente con la realidad de un cuerpo social enfermo de incredulidad”, apuntará Sato.
A ello se sumó una cuidadosa programación expositiva llevada adelante por Sato y Sotillo que buscó, aprovechando la excelente ubicación y las remozadas instalaciones de la casa cuidadosamente tratada para albergar un nuevo uso que no alterara su esencia, añadir una pieza más al circuito expositivo a base de temáticas de convocatoria que resultaran innovadoras.
Es así como, coincidiendo con la finalización de los trabajos de restauración y acondicionamiento llevados adelante por Paolini, el 12 de noviembre e 1995 se inaugura en el Centro de Arte La Estancia “la primera exposición de diseño industrial venezolano”: “Detrás de las cosas”, con curaduría del propio Sato y diseño museográfico a cargo de Ignacio Urbina.
Sato complementará: “Debido al éxito de esta primera exposición, le sucedió un cerrado programa de muestras de diseño gráfico, industrial, de mobiliario, de fotografías, con una maravillosa concurrencia integrada por público en general y especialmente por jóvenes. En poco tiempo el lugar … se convirtió en punto de referencia del diseño, con una biblioteca que atendía a todos los estudiantes e interesados en diseño del país”.
A “Detrás de las cosas” le siguieron “Chicho Mata. El hombre de Uribe” (1996); “DGV 70–80–90 Diseño Gráfico en Venezuela” (1996); “Hans J. Wegner. Hacedor de sillas” (1996); y “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997), de cuyo diminuto y extraordinario catálogo, diseñado por Álvaro Sotillo, impreso por Exlibris en un formato de 15 x 7 cms a modo de libreta con hojas unidas con un espiral metálico y en papel glasé, hemos reproducido la portada y contraportada para engalanar nuestra postal del día de hoy.

La muestra, basada en una amplia y rica colección de sillas provenientes de CAPUY C.A. (copatrocinante del evento), Arquetipo, Casa Curuba y numerosas personas que pusieron a su disposición las que eran de su propiedad, fue curada por Alberto Sato (quien además redactó los textos), contó con la museografía de José Luis (Chuchi) Sánchez, el diseño gráfico de Álvaro Sotillo y la fotografía de Mariano U. de Aldaca. Cabe destacar que Sotillo, responsable de desarrollar la imagen de la institución creó para tal fin dos fuentes tipográficas Estancia Book ® y Floresta Book ® (que pasaron a ser propiedad del Centro de Arte la Estancia) las cuales se incorporaron de lleno en el diseño museográfico y gráfico tanto de la muestra como del catálogo.


Con la exhibición se desarrolla la idea de que “en la vida cotidiana de Venezuela, la silla es uno de los objetos más emblemáticos del espíritu moderno que anima a sus habitantes. En efecto, el escenario moderno como universo de representaciones sociales expone con naturalidad e inadvertidamente, una imagen de las aspiraciones y deseos de los modos de habitar un territorio; conforma una pequeña señal de cómo es imaginado el país, porque la silla no sólo sirve para sentarse; sirve para representar a quien está sentado y la forma que adquiere el ambiente con el símbolo de un tiempo que puede ser presente, pasado o futuro”, tal y como plantea Sato en la introducción del catálogo.
Con ello en mente se estructuró un recorrido cronológico que permitió apreciar la presencia de seis tiempos que refuerzan el enfoque que se buscó dar a la muestra:



Un “Primer tiempo” en el que hacen acto de presencia “Los primeros modernos” como señal de que “en el filo de los años cuarenta y cincuenta la introducción de sillas modernas en Venezuela no es ajena a la participación de los jóvenes arquitectos formados en el extranjero”. Marcel Breuer, Mies van der Rohe, Harry Bertoia, Charles Eames y Eero Saarinen serán los creadores que forman parte de esta etapa.



Un “Segundo tiempo” titulado como de “La modernización domesticada” donde “la confirmación y certeza de la modernización halló la pausa reflexiva del encuentro con algunas condiciones ambientales y con los valores locales: la organicidad de la madera, la artesanía de su producción, las tipologías vernáculas y las herencias coloniales consiguieron incorporarse a la ‘naturalización’ del mobiliario escandinavo. Alvar Aalto, Hans Wegner, Arne Jacobsen, Finn Juhl, Kaare Klint, Antonio Bonet/Juan Kurchan/J.Ferrari-Hardoy, Cornelis Zitman, Poul Kjaerholm, Gaetano Descalzi, Gio Ponti y Miguel Arroyo junto a sus diseños animarán este tiempo.



Un “Tercer tiempo” subtitulado como “La década rugiente” se centra en los años sesenta, década que transcurre entre crisis políticas y económicas “en un mundo trastornado por convulsiones sociales externas e internas (…) (donde) las reflexiones no tomaban en cuenta el universo cotidiano que, inadvertidamente, se cubría de plástico y de optimismos interplanetarios; es entonces cuando irrumpen en escena las sillas de plástico, los globos inflables y las bolsas informes rellenas de poliestireno que se amoldaban al acto de sentarse”. Es este el momento en que harán su aparición creaciones Piero Gatti, Eero Saarinen, Giancarlo Piretti, Achille Castiglioni, Eero Aarnio, e Yrjö Kukkapuro.



Un “Cuarto Tiempo” subtitulado “El confort del Boom” abre paso a la década de los setenta: “una nueva era de abundancia que se ocupa de destruir todo lo que encuentra a su paso; entre lo cual se cuenta la tradición moderna que a partir de entonces adquiere carácter heroico. Comienza a relajarse el optimismo tecnológico y las sillas domésticas recuperan el espacio perdido. Otra vez madera y eficiencia ergonómica, especialmente en el mobiliario de oficina”. Firmas como Knoll y Herman Miller copan la escena y tras ellas nuevamente Charles Eames y Eero Saarinen junto a Mario Bellini, Tobia Scarpa, Warren Plattner, y Charles Pollock.



Un “Quinto tiempo” dedicado a los ochenta le permite a Sato subtitularlo como el del “Posmoderno o las vanguardias revividas”. La silla definida como un objeto mueble compuesto de asiento y respaldo “trasciende el mero hecho de sentarse y asume su verdadero papel de adorno doméstico” convirtiéndose en pieza de colección o “esculturas que se esconden tras el signo de la función”. Se recupera la sobriedad moderna arropada por el historicismo posmoderno que fija su mirada en el pasado aunque este no sea tan lejano. Clásicos de comienzos de siglo realizados por Charles Rennie Mackintosh, Josef Hofmann, los Hermanos Thonet, Gerrit Rietveld, Frank Lloyd Wright, Robert Mallet-Stevens, Marcel Breuer y Le Corbusier sirven de telón de fondo para ilustrar cómo la posmodernidad en Venezuela no se tradujo en el derrumbe de los paradigmas modernos ni un desencanto por la modernidad.



Un “Sexto tiempo” subtitulado “Hoy y también aquí” cierra el itinerario a modo de balance teniendo la década de los noventa como escenario. “Hoy todo vale, aun cuando la silla deja pocos rastros de su función primigenia que es la de sentarse cómodamente” afirmará Sato. “La silla nos permite dos tipos de fruición: desde adentro y desde afuera. Cuando nos sentamos disfrutamos de su comodidad y estamos dentro de ella; cuando la contemplamos a cierta distancia nos transportamos al mundo de los valores estéticos: estamos afuera”. Es así como podemos pasar de una experiencia totalmente individual (sentarse) a una colectiva (la contemplación del objeto por varias personas a la vez). Es por ello que un elemento que nace signado por su utilidad se ha podido convertir en pieza museable.
“Sentados en un siglo” fue seguida por “Hablemos de reciclaje. Innovación y ambiente” (1997); “Grandes fotógrafos en colecciones venezolanas” (1997); “El arte por el arte. L’art pour l’art. Carteles de Mende; & Oberer”; “Miradas domésticas. Diseño español contemporáneo (1998); “40 años de Leica M. Momentos mágicos” (1998); y “Tools Toys. Herramientas lúdicas” (1998), todas de una alta calidad que estuvieron acompañadas de seminarios, charlas y conferencias nacionales e internacionales así como por catálogos que contenían elaboradas gráficas, con la idea de tener un registro permanente, didáctico y de alta calidad, de los temas tratados, y que se convirtieron en un valioso material de consulta. También se creó un Centro de Información sobre arte y diseño abierto al público, que se constituyó rápidamente en el punto de referencia de todos los centros educativos del país.
Así se cerró un intenso ciclo que formó parte de un proyecto modélico y que a partir de 1999 mutó a otro que carece justamente de proyecto.
El Centro de Arte La Estancia, todavía administrado por la estatal petrolera PDVSA, dejó de tener a la innovación como eje de un necesario fortalecimiento de lo diseñado y hecho industrialmente en Venezuela bajo la premisa de «Inventar entonces lo que nos falte, no por suponer que todo está mal, sino porque efectivamente falta», aprovechando las enseñanzas y avanzar inventando.

Hoy ha quedado reducido a ser, como tantos otros, un lugar de difusión del acervo cultural y las tradiciones venezolanas.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal, 6, 8, 9, 10, 11, 12 y 13. Centro de Arte La Estancia. Catálogo de la exposición “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997)
1. Caracas del valle al mar (http://guiaccs.com/planos/la-ciudad-del-caballo/)
2. Rafael Urbina Pacini. Jesús Tenreiro-Degwitz. Arquitectura. Edificios y proyectos. 1954-2007 (2023)
3. Capturas de Google Earth.
4. Caracas del valle al mar (http://guiaccs.com/obras/centro-de-arte-la-estancia-antes-hacienda-la-floresta/); Colección Crono Arquitectura Venezuela; Aporrea (https://www.aporrea.org/cultura/n297876.html); y TE RECOMIENDO EN… (https://terecomiendoen.wordpress.com/2016/11/06/centro-de-arte-la-estancia/)
5. Icomos Venezuela (http://icomosdevenezuela.blogspot.com/2023/04/18-de-abril-de-2023-dia-internacional.html) ; y Lo afirmativo venezolano (https://haimaneltroudi.com/centro-de-arte-la-estancia-un-oasis-cultural-urbano/)
7. Centro de Arte La Estancia. Catálogo de la exposición “Sentados en un siglo. Emblemas cotidianos en Venezuela” (1997); y ArchivoGráfico (VE) (https://archivografico.org/1995-Floresta-Book)
14. Lo afirmativo venezolano (https://haimaneltroudi.com/centro-de-arte-la-estancia-un-oasis-cultural-urbano/)
