Habitando la modernidad en la urbanización Las Mercedes
Tomado de @ojmarinc
ARQhistorias invita a descubrir una verdadera joya arquitectónica a través del exclusivo recorrido organizado para todo público.
Se visitará el emblemático edificio La Isla, construido en 1956 según diseño del reconocido arquitecto italiano Doménico Filippone Maggio (Nápoles, 1903; Caracas, 1970).
Este impresionante ejemplo de la arquitectura moderna en nuestra ciudad se ha convertido en un símbolo de resistencia en medio del torbellino urbanístico que experimenta actualmente la Urbanización Las Mercedes en Caracas.
La travesía, dirigida por el arquitecto Orlando Marín (@ojmarinc) y una invitada muy especial, la arquitecta Iliana Germán (@ilianagerman_, @bocaproyectos), permitirá apreciar la estructura y belleza del edificio La Isla y conocer el valor que representa para nuestro patrimonio. Se visitarán sus espacios comunes y uno de sus apartamentos.
Es una oportunidad perfecta para aprender, inspirarse y conectar con la esencia de nuestra ciudad a través de su arquitectura. Se trata de una experiencia que celebra nuestro pasado y enriquece nuestro presente.
¡Te esperamos para explorar juntos esta Isla escondida en medio del bullicio urbano!
Sábado 21 de junio de 2025
10:00 a.m.
Inversión: Ref. 10
Información e Inscripciones: arqhistoriastours@gmail.com
Nota importante: accesible para personas con movilidad reducida (previo acuerdo).
… que en 1958, hace ya 60 años, se termina la construcción de la Casa de Italia en Caracas?
1. La Casa de Italia. Doménico Filippone, 1958. Vista exterior
La colonia de inmigrantes italianos que, a causa de las penurias que atravesaba esa región de Europa durante la posguerra, se residencia en Venezuela fue la más numerosa de cuantas optaron por venir al país.
Los datos más difundidos señalan que en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX casi 300.000 oriundos de Italia entraron por el puerto de La Guaira, 60% de ellos provenientes del sur de la península, acogidos en su mayoría a la política de “puertas abiertas” que se instaura a partir de 1952 durante la dictadura perezjimenista, la cual dejó de lado criterios aplicados desde el gobierno de Isaías Medina Angarita (1941-45) y luego hasta 1948, donde los organismos competentes asumieron la tarea de selección, recepción y ubicación de los extranjeros. Inicialmente, muchos de los inmigrantes italianos fueron enviados a las comunidades agrícolas, pero al abrirse y relajarse la puesta en práctica de normas racionales de distribución de la población migrante, la mayoría terminó trabajando en el comercio, industrias y servicios de las principales ciudades ubicadas en la región centro-norte costera, copando con bastante rapidez el ámbito correspondiente a la industria de la construcción, la segunda en importancia tras la petrolera.
De esta manera, el desbocado crecimiento demográfico y urbano que se manifestaba en Caracas colaboró enormemente a que la numerosa colonia italiana se fortaleciera gracias a su influyente intervención en la edificación de gran cantidad de inmuebles multifamiliares ubicados en diferentes sectores de la ciudad.
Por otro lado, la población ítala residenciada en la capital (cuantitativamente la mayor de todas las de esa nacionalidad presentes en el país), dada la natural coincidencia que suele darse con otras personas alejadas de su lugar de origen, busca establecer relaciones y pasar sus ratos de ocio en compañía de sus familiares y coterráneos en lugares adecuados para ello, lo cual derivará en la correspondiente organización estructurada en torno a inmuebles que las facilitaran.
Llegado el momento de decidir la construcción de una sede social de nueva planta que representara el estatus ya adquirido por los oriundos de Italia, que a su vez se constituyera en lugar de encuentro de tan floreciente colectividad, sus promotores compran un lote ubicado en la céntrica y multiétnica parroquia de La Candelaria -en la Av. Sur 17 (Av. Las Industrias) entre Av. Urdaneta y Av. Este 0- y encargan el proyecto al arquitecto napolitano residenciado en el país desde 1946 Doménico Filippone Maggio (1903-1970).
2. Doménico Filippone en su mesa de trabajo
De Filippone vale acotar que es junto a Gio Ponti el arquitecto italiano de mayor trayectoria de cuantos trabajan en nuestro país con la particularidad de que, a diferencia de Ponti quien desarrolla los proyectos que se le encargan a distancia, Filippone vivirá en Venezuela hasta su muerte.
De su etapa italiana de alrededor de 20 años, transcurridos entre su graduación de arquitecto en la recién establecida escuela de arquitectura de su ciudad natal en 1926 hasta su llegada a Venezuela en 1946, llamado por el gobierno a participar como consultor de la redacción del plano regulador de Caracas, Filippone dirige inicialmente su actividad profesional hacia la construcción residencial, a la que luego se unió una carrera intensa y exitosa en planificación urbana y en el diseño de obras públicas, de donde destaca el primer premio otorgado por Marcello Piacentini al grupo en el que participó para el plano regulador de Bolonia (1938) por haber “tratado con realismo convincente las tres cuestiones fundamentales: viabilidad, ampliación, restauración y mejora de los monumentos”, tal y como señala Maristella Casciato en el Dizionario Biografico degli Italiani Volume 47 (1997) en “Filippone, Doménico” nota biográfica por ella preparada. También sobresale de su primera etapa el edificio de la Juventud Italiana del Littorio (GIL) en Campobasso, “una arquitectura que recibió un aprecio unánime por la claridad de la distribución y por la atención con que el diseñador había respondido a la coherencia efectiva del paisaje y del entorno arquitectónico”.
Desde su llegada a Venezuela, Filippone lleva adelante una intensa actividad en diversos frentes: “fue consultor y luego funcionario del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social; representó al gobierno en congresos nacionales e internacionales de arquitectura y planificación urbana; fue profesor de planificación urbana en la Universidad Central de Venezuela; colaboró regularmente en la página cultural de los principales periódicos; con su actuación como diseñador, difundió ideas que lograron generar un debate nacional sobre los temas de la arquitectura social y el renacimiento de las actividades productivas en la agricultura”, apuntará Maristella Casciato, para luego referirse a su decisiva labor dentro de la División de Vivienda Rural de la Dirección de Malariología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS), cuyo Programa de Vivienda Rural, iniciado en abril de 1948, coordinará e impulsará decididamente desde 1958 (ver Contacto FAC nº 97 del 07-10-2018).
En Las Italias de Caracas (2012), catálogo de la exposición del mismo nombre montada en la Sala TAC del Paseo Las Mercedes, Caracas, Hannia Gómez al referirse a Filippone comentará: “Sus arquitecturas en toda Venezuela y en Caracas destacan por la inusitada imaginación, por la fluidez y el dinamismo de los espacios que desde sus años italianos caracterizaron su búsqueda arquitectónica, por su innovación formal, y por su amor a la ciudad, haciendo siempre una arquitectura urbana que transforma cada uno de los lugares donde fueron construidas…”.
3. La Casa de Italia. Doménico Filippone, 1958. Izquierda arriba: Plaza de entrada. Izquierda abajo: Altorrelieves de la fachada este del cuerpo alto. Derecha arriba: Planta baja. Derecha abajo: Fachada
De esta manera, al abordar el proyecto para la Casa de Italia, Filippone responde a las apremiantes solicitudes del contexto y a la responsabilidad de manejar valores asociados a la identidad del colectivo que disfrutará el edificio a través de una propuesta decididamente moderna, conformada por dos cuerpos articulados que incorporan la utilización de elementos expresivos que matizan su particular e impura racionalidad. El cuerpo alto, laminar, rematado en su fachada este con un mural alegórico realizado en mármol por el artista italiano Hugo Daini, contiene oficinas administrativas, mientras que en el bajo, recubierto de vidrio con perfiles metálicos, se ubican las áreas sociales rematado en el último piso por el restaurante, espacio referencial.
Sin duda, cierta dosis de teatralidad acompaña el comportamiento de la edificación hacia lo urbano, el tratamiento de las superficies que lo envuelven y el manejo de las relaciones espaciales, acentuada en su interior por un gran ventanal que a modo de terraza pública domina las visuales al norte de la ciudad.
4. La Casa de Italia. Doménico Filippone, 1958. Izquierda arriba: Escalera vista desde abajo. Izquierda abajo: Sala de fiestas. Derecha: Restaurante.
El esquema compositivo permite generar un proporcionado espacio público que da realce al acceso protagonizado por una potente escalinata. Sus diversas plantas libres, la equilibrada combinación de formas autónomas e incluso su consideración a las variables climáticas, resuelta a través de una piel de romanillas metálicas que confiere gran unidad al conjunto, reafirman la presencia de una modernidad atemperada por la caracterización que proveen lugar y uso pero a la vez atenta al vocabulario internacional en boga. La Casa de Italia, sin la rutilancia de muchas de las edificaciones que poblaron Caracas durante la década de los años 50 del siglo XX, no dejó de ser un punto de referencia y una oportunidad aprovechada al máximo por su arquitecto para manifestar que se encontraba en una ciudad y en una latitud del planeta que asimiló y lo asimiló y, por tanto, merecían una muy especial consideración.
ACA
Procedencia de las imágenes
1 y 3 (izquierda abajo). González Viso I.; Peña M.I.; Vegas F. Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje, 2015
Desde que aparece el primer número de la revista Punto (enero 1961) su espacio contempló la presencia de diferentes tipos de anuncios, mensajes y propagandas, en su mayoría de carácter institucional, vinculados con la gestión de gobierno que se llevaba a cabo tanto en el mundo universitario como en el contexto nacional, o con la promoción de la cultura en general a través de librerías o negocios afines radicados en la capital.
De allí que sean la Dirección de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación promoviendo su grupo de teatro; la divulgación para su venta por parte de la firma Inter Libros de La Historia de la Pintura de R. Cogniat (2 tomos) y la Historia Universal Ilustrada de E.T. Rimli (3 tomos); las últimas obras editadas por la Fundación de Cultura Universitaria; un extracto del mensaje emitido por el Presidente de la República, Rómulo Betancourt, en el acto de promulgación de la Ley para la Reforma Agraria promovido por el Instituto Agrario Nacional; el ofrecimiento de las Cinematecas de la Shell a través de su catálogo y sus sedes de sus documentales cinematográficos a “organizaciones industriales, comerciales y gremiales, escuelas, colegios, liceos e instituciones educativas y culturales en general”; y (nada menos que en la contraportada) la promoción por parte de la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo (CONAHOTU) de los “confortables salones” del hotel Maracay que podrían servir a “Directores de Asociaciones, Corporaciones, Empresas, Clubes y particulares … para la celebración de reuniones, Congresos, Convenciones y actos sociales”, los entes anunciantes que de forma sutil abrieron la puerta a este experimento que buscaba garantizar la supervivencia siempre difícil de toda publicación periódica.
No queremos explayarnos en demasía sobre este interesante filón, de entre los muchos que ofrece el análisis de Punto, que permitiría seguirle la pista a los entes que hacen de la revista su medio de promoción, política que mantuvo y amplió posteriormente a firmas de carácter comercial hasta su desvanecimiento progresivo a partir del nº 49-50 (octubre 1973).
Sólo nos interesa focalizarnos, teniendo como excusa la selección de la imagen que acompaña nuestra postal del día de hoy, en la forma como Punto se convirtió en medio para difundir toda una campaña que, en medio de la naciente democracia, podría parangonarse (salvando las distancias) con la “batalla contra el rancho” emprendida durante la dictadura perezjimenista. Si la “batalla” (ampliamente documentada por Beatriz Meza en “Contra el rancho en Venezuela: de la ‘campaña’ de 1946 a la ‘batalla’ de 1951”, Semana Internacional de Investigación FAU UCV, 2008) se concentraba en el ámbito urbano y era encabezada por el Banco Obrero (BO), la que ahora se promovía con particular ímpetu se concentraría en el campo y provenía de la División de Vivienda Rural de la Dirección de Malariología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS), cuyo Programa de Vivienda Rural, iniciado en abril de 1948, cuando a raíz de la erradicación del flagelo de la malaria se apostaba desde el ente encargado de velar por la salud pública a impulsar el resurgimiento del interior del país, nació “con el propósito de mejorar la zona extraurbana del país -donde vive casi la mitad de su población en condiciones precarias-, nivelar las condiciones económicas, sociales, culturales y sanitarias entre la zona rural y la urbana, y equilibrar los factores del progreso de ambas.”
De esta manera, Punto recoge como abreboca de la mencionada campaña en su número 3 (julio 1961) el texto “La vivienda rural y el paisaje venezolano”, firmado por Doménico Filippone (1903-1970), arquitecto napolitano que llega al país en 1946, tras dejar una significativa impronta en tierras italianas, llamado por el gobierno venezolano para participar como consultor en la redacción del Plano Regulador General de Caracas, ciudad donde llevará adelante una fructífera trayectoria palpable a través de edificios como la Casa de Italia (1955-58), el Edificio para la Junta de Beneficencia Pública del Distrito Federal (1951) o la Iglesia de Nuestra Señora de Pompei (1967-69), a la que habría que sumar su permanente presencia en el debate arquitectónico de los años 50 y 60 y su rol fundamental como arquitecto consultor en el desarrollo del ya mencionado Programa de Vivienda Rural del MSAS.
En el texto señalado, ilustrado por la foto de un grupo de viviendas tipo construidas en Marucare (estado Carabobo), Filippone apunta cómo “la División de Vivienda Rural del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social … estudió durante años los elementos autóctonos de arquitectura rural” y confiesa cómo, siendo oriundo “del punto más bello del Mediterráneo donde la cultura latina y la griega se encontraron y se fusionaron”, al llegar a Venezuela su “más fascinante aventura en el sector profesional fue el estudio directo de la arquitectura local del interior del País”, sumándose a quienes durante esos años ya habían emprendido aproximaciones similares. De las interesantes observaciones hechas, apunta Filippone, “se decidió partir del estudio de los métodos locales mejorados por la experimentación en lugar de usar sistemas constructivos consagrados que se consideraron más aptos para ambientes urbanos o de otras latitudes”.
También se atreve a afirmar, luego de disertar acerca de la consideración generalizada del campesino como un “inadaptado social” (cosa que según él sólo ocurre cuando puebla los “cinturones de miseria” alrededor de las ciudades, siendo dentro de su ambiente “moralmente más sano que el habitante urbano”): “Haciendo participar al campesino en la construcción de su casa -sin regalarla porque el Estado no puede regalar a nadie su patrimonio que es de todos- y financiándolos con préstamos, él siente la casa como suya, hecha con su propio esfuerzo; y la quiere, como demuestra el cuido con el cual generalmente la conserva”. Y como para no dejar dudas sobre la competencia existente con los programas de vivienda urbana impulsados por el BO observará: “… los barrios rurales de nueva construcción son más cuidados por sus habitantes que los barrios obreros y es también mayor la recuperación de los créditos”.
La presencia permanente de la Dirección de Malariología en las páginas de Punto se iniciará con el número 5 (enero 1962) donde se publica “Aspectos del programa de vivienda rural”, trabajo presentado al “Congreso Centenario del Colegio de Ingenieros de Venezuela” celebrado en Caracas, del 21 al 28 de octubre de 1961, por «los doctores Arturo Luis Berti, Doménico Filippone y Gilberto Chacín” (texto de lectura obligatoria para aproximarse al tema), y se extenderá, con la misma periodicidad con que aparecía la revista, al nº 34 (enero-febrero 1968), cuando aparece un resumen cuantitativo de los logros del programa que ya había alcanzado para ese momento las 67.818 viviendas.
Las palabras de Filippone, más allá de su asertividad subjetiva sobre asuntos no del todo demostrables, cargadas de convicción y racional conocimiento del tema, contrastan claramente con las utilizadas por quienes redactaban, en tono por demás demagógico, los textos que fueron apareciendo en la campaña desarrollada en Punto, de lo cual da fe nuestra postal, como clara muestra. Decir “sobre los escombros del pasado, nace una vida nueva”, apoyando la frase en la impactante, contrastante y manipuladora imagen que la acompaña (propaganda aparecida en los números 12, 15 y 19), o como también se asevera en otra ocasión (Punto nº 6, marzo 1962), sobrepasando toda mesura en el uso del lenguaje: “Venezuela lucha contra el rancho. ¿Es factible erradicar el rancho en Venezuela? La experiencia demuestra que sí es posible. Actualmente el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social se ha propuesto acabar de una vez por todas con el rancho inmundo que ha diezmado durante siglos el territorio nacional. La tarea será muy difícil porque Venezuela, al igual que la definición de isla, está rodeada de ranchos por todas partes. Los ranchos han constituido durante mucho tiempo un océano de hacinamiento humano, de insalubridad permanente, de desolación y miseria”, nos permiten afirmar que sobran, más allá de las medias verdades, los comentarios.
Otro tópico que quedaría pendiente por desarrollar es el correspondiente al diseño en sí de las “viviendas rurales” proyectadas por Malariología que fueron poblando indiscriminadamente el interior país sin mayor diferenciación de acuerdo a la región donde aparecían y la manera como se agrupaban, (cuyas propuestas para Boconó y Camatagua se recogen en Punto 27, 28, 29 y 30). También sería interesante analizar los “cuadros comparativos de asentamientos tipo” elaborados para explicar diferentes modalidades de acomodo de conjuntos como parte del material didáctico preparado por el Programa Nacional de Vivienda Rural (Punto 31, 32 y 33). La campaña emprendida por el MSAS a través de un programa con un alto componente social y pedagógico, dirigido a localidades cuya población oscilaba entre los 500 y los 2.500 habitantes, de la cual se hace eco Punto durante más de seis años, se encontraba a contracorriente de una sociedad que avanzaba a pasos agigantados hacia el abandono el campo y la consolidación de un desarrollo urbano que finalmente terminó imponiéndose. Si de crear conciencia entre los arquitectos en formación y el cuerpo docente se trataba, también valdría la pena evaluar si realmente ello se logró.
1951•El Ministerio de Obras Públicas (MOP) concluye la construcción del Edificio Sede de la Junta de Beneficencia Pública del Distrito Federal, ubicado en la Av. San Martín, diseñado por el arquitecto Doménico Filippone y construido por la Oficina Técnica Gutiérrez & Co. S.A.
1961•El Departamento de Vivienda Rural de la División de Malariología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS), conjuntamente con el Instituto Agrario Nacional (IAN), concluyen la construcción del poblado Manaure, estado Carabobo, proyectado por el arquitecto de origen napolitano Doménico Filippone.
HVH
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