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LA RED HOTELERA NACIONAL

1. Anuncio publicitario de la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo C.A. (CONAHOTU), creada durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, promocionando las 12 instalaciones que conformaban la Red Hotelera Nacional distribuidas a todo lo largo y ancho del país. Circa 1955.

Hotel Humboldt (y III)

Como ya anunciáramos en nuestra entrega nº 130 del 16-06-2019, con la aproximación al hotel Humboldt en tres tiempos, hemos querido cerrar la elaboración de un total de 17 notas que han buscado constituirse en un repaso de lo que fue una importante y trascendental saga dentro de la historia de la arquitectura nacional, tanto por la calidad de lo realizado como por su constitución en escenario para permitir leer de qué manera se manejaron a través de la temática hotelera asuntos muy vinculados a la representatividad y el carácter nacional, enmarcados dentro de la relación entre tradición y modernidad.
Tal y como apunta Juan Manuel de Ascencao en “Arquitectura hotelera estatal en Venezuela: 1952-1958″ (trabajo de grado con el que obtuvo el título de Magíster Scientiarum en Historia de la Arquitectura el año 2005), quizás valga la pena recordar que, en rigor, “La Red Hotelera Nacional estará conformada por un conjunto de edificaciones: las estatales heredadas del período de Juan Vicente Gómez, denominadas como ‘Hoteles Nacionales’; las financiadas a través de participaciones accionarias por el Ministerio de Fomento y las realizadas directamente por la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo (CONAHOTU) a mediados de la década de 1950, conjuntamente con las provenientes de las numerosas compañías hoteleras en ‘dificultades’, las cuales serán adjudicadas en función de su importancia, de inversión y ubicación a la cadena estatal”.

De esta manera, cabe aclarar que desde aquí nos hemos dedicado fundamentalmente (salvo una nota preparada en su momento para el hotel Miramar en Macuto, otra para el Tamanaco en Caracas y una tercera para el Cumboto en Puerto Cabello), a describir, comentar y analizar las doce instalaciones con las que la CONAHOTU comenzó a operar en 1955 de las cuales, según se desprende de la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento de 1956, tres ya se encontraban inauguradas (los hoteles Trujillo, Bella Vista y Miranda) y otra prácticamente terminada pero no registrada (el Aguas Calientes), correspondiéndole participar directamente desde la escogencia de los terrenos, asignación y revisión de los proyectos y fiscalización de las obras en las restantes 8, divididas a su vez en dos etapas integradas por los hoteles Maracay, Llano Alto, Prado Río y El Tamá y posteriormente por el Humboldt, Guaicamacuto, Cumanagoto y Moruco.

Hecha la acotación, que por un lado nos abre la oportunidad de dedicarnos más adelante a algunos de los “Hoteles Nacionales” u otros pertenecientes a la “red” cuya participación tuvo carácter mixto (por los cuales la Corporación también tuvo que responder en mayor o menor grado), esta tercera y última entrega dedicada al hotel Humboldt nos facilitará la tarea de cerrar un periplo que, habiendo arrancado con su concepción y realización, nos permitió pasar por sus “infortunios existenciales” para llegar hoy a repasar aunque sea someramente su indudable “fortuna crítica”.

2. Aviso publicitario anunciando la próxima apertura del hotel Humboldt en marzo de 1957.
3. Portada de la revista Integral 10-11. 1958

Así, consolidado como icono de la ciudad e incorporado a la identidad caraqueña, a pesar de sus crónicas dificultades para operar regularmente, el Humboldt, desde que aparece publicado como proyecto por primera vez en la revista Integral nº 10-11 (1958), atrapó la atención de todos los interesados en conocer la lógica que condujo a su implantación, su racional manera de concebirse, su impecable proceso constructivo y sus indudables cualidades arquitectónicas, de forma tal que para cuando más tarde empiezan a darse ocasiones en las que la obra de Tomás Sanabria pasa a ser objeto de aproximaciones críticas, ya este edificio, pese a ser una obra temprana, marca un lugar determinante, lo que añade consideraciones referidas al talento que afloraba su entonces joven arquitecto y los orígenes de su formación.

4. Carátulas de los catálogos de dos de las exposiciones montadas por la Galería de Arte Nacional vinculadas a la figura de Tomás José Sanabria. Izquierda: “Los signos habitables. Tendencias de la Arquitectura Venezolana Contemporánea” (1984-85). Derecha: “Tomás José Sanabria Arquitecto. Aproximación a su obra” (1995)

A la espera aún de la aparición dentro de la Colección Sanabria, que construye con encomiable empeño su hija Loly, de la clasificación y catalogación de 115 publicaciones de libros y revistas que presentan entrevistas, eventos participativos o proyectos de la vida profesional del arquitecto desde 1952 hasta 2015, que a su vez permitirán una revisión más exhaustiva, nos adelantaríamos a señalar, dentro de una posible cronología orientada a recoger la manera como el Humboldt es visto tanto como pieza única como dentro de la trayectoria y pensamiento de Sanabria, la muestra “Los signos habitables. Tendencias de la Arquitectura Venezolana Contemporánea” (1984-85), realizada en la Galería de Arte Nacional (GAN), como la primera vez donde se contextualizan ambos hechos. El que haya sido en fechas tan lejanas a la construcción del hotel que se dé esta circunstancia tiene que ver, sin duda, con el desarrollo a partir de los años 80 y muy particularmente de los 90 de un verdadero interés por documentar y exponer los valores fundamentales de nuestros más relevantes arquitectos pertenecientes a una generación posterior a la de Carlos Raúl Villanueva, de entre los cuales Sanabria ocupa un lugar prominente, William Niño Araque su divulgador más importante y el Humboldt la más clara manifestación de lo insuficientes que son los efectos de la naturaleza, la técnica y la sociedad, para determinar o explicar la obra arquitectónica si no entran en juego otras variables que pueden llevarla a ser considerada una obra de arte que trasciende el uso, la construcción o la adecuación al clima.

Diez años más tarde, con motivo del montaje también en la GAN y bajo el liderazgo de Niño Araque (acompañado de Mónica Silva, Carmen Araujo y Gipsy Venegas en la curaduría) de la muestra antológica “Tomás José Sanabria Arquitecto. Aproximación a su obra” (septiembre-noviembre 1995), se develará en toda su amplitud esa relación entre “romanticismo y funcionalidad” que el hotel Humboldt pone en evidencia a los ojos del crítico. Basado en un artículo previo publicado en El Nacional (09-01-1995) titulado “Con cierta ligereza (A propósito del Humboldt y de Marianella)”, luego de haber dedicado buena parte del año 1994 a la revisión de los escrupulosamente ordenados y bien conservados archivos de Sanabria, Niño Araque aboga por la restauración del hotel, y en el catálogo de la exposición repetirá: “En esta empresa, Sanabria supo aprovechar instintivamente las nuevas posibilidades técnicas de la época, en una suerte de visión poética del mundo que le permitió adelantarse a sus coetáneos. (…) A la distancia del tiempo, desde la óptica de la grandeza de su concepción como obra epistemológica, trágica y heroica a la vez, el Hotel Humboldt puede considerarse como una de las obras maestras del siglo XX en Venezuela. En esta arquitectura se expresa la crónica contada de un modo ecléctico y un compromiso con la naturaleza. Su significado puede interpretarse como un dato iconográfico de la ciudad de Caracas, una declaración crítica y caribeña de la modernidad”.

5. Tres artículos aparecidos en la El Nacional en 1995 dedicados a comentar la obra de Tomás José Sanabria y en particular el hotel Humboldt.

Luego de que Niño Araque agotara prácticamente los calificativos posibles donde no dejan de aparecer los de “empresa heroica”, “faro de luz” o “lucernario urbano”, la mencionada exposición también detonó una serie de textos que darían cuenta de otras tantas miradas y preocupaciones con respecto al edificio y arquitecto que tanto nos han ocupado. De tal manera, Federico Vegas en “La Geografía de Sanabria” (El Nacional, 30-10-95) recogerá la importancia que para el proyectista tuvo esa combinación entre arquitecto y piloto que personificaba y su influencia a la hora de observar la ciudad y prefigurar soluciones urbanas, amén de la perspectiva que dicha condición le abriera para visualizar y revisitar su tan amado hotel. Bajo la sombra de una frase por él atesorada dicha por su padre (el arquitecto Martín Vegas Pacheco) “Caracas es una ciudad atacada por sus habitantes y defendida por su topografía”, Vegas, precisará: “He aquí las características del buen piloto y del buen arquitecto: Debe ser clarividente e inconsolable, lúcido y a la vez expuesto a la inconsciencia de la fe. Capaz de reflexiones apasionadas, capaz de mantener estos goces desmesurados en el alma, capaz de enfrentar el drama de la omnipresencia del lugar, el continuo resplandor de lo evidente”, todo ello en clara referencia a Sanabria.

6. Artículo «La corona de la ciudad» de María Fernanda Jaua aparecido en el nº 128 de Arquitectura HOY el sábado 21 de octubre de 1995, en momentos en que se encontraba abierta la exposición “Tomás José Sanabria Arquitecto. Aproximación a su obra” (septiembre-noviembre 1995)

También, en las fechas en que se encontraba montada la exposición, María Fernanda Jaua publica en Arquitectura HOY “La corona de la ciudad”, texto escrito dos años antes y que se ofrece como respuesta a la pregunta formulada por los editores del semanario: Tomando en cuenta la trayectoria e importancia de la obra de Sanabria ¿qué representa ésta para usted hoy?.

En el escrito, Jaua se enfoca fundamentalmente en la condición icónica del hotel aproximándose gracias al apoyo de autores como Joseph Addison, Burke o Kant a la noción “longiniana” de lo sublime, como fuente de emociones que no serían puramente estéticas sino más bien vinculadas a los sentidos. Se intentaba así darle peso a la idea “revolucionaria” de que “la belleza no estaba en lo tangible sino en lo que se percibía subjetivamente”, temas que fueron ampliamente trabajados por los artistas y arquitectos románticos: los unos pintando “las pasiones y las emociones que les inspiraba la naturaleza” y los otros imaginando “los edificios como los protagonistas de esa naturaleza, las formas puras creadas por el hombre contrastando con la exuberancia y la arbitrariedad de lo natural”, privilegiando (siguiendo a Addison) “la vista hacia la obra y no desde ella”. Herederos de Ledoux, Schinkel o Leo von Klenze, Bruno Taut, Mies van der Rohe o Le Cobusier no hacen otra cosa, al proponer obras como “La corona de la ciudad”, la casa Farnsworth o la Villa Saboya, que subrayar la preeminencia del objeto sobre el lugar, tradición que refleja con toda claridad el hotel Humboldt queriéndonos decir Jaua que Sanabria está muy lejos de ser considerado “un arquitecto interesado, sobre todo, en la eficiencia”.

Si a Federico Vegas, tal y como manifestaba en su artículo, no le hacen gracia los aviones a Hannia Gómez no le atrae para nada el tener que llegar al Humboldt en teleférico sensación entre incómoda y fascinante que describe con lujo de detalles en “Donde las águilas se atreven” (El Nacional, 13-11-95). Buscando maneras que permitan encauzar la recuperación del edificio tratando de explotar su condición de “monumento escénico”, ya duramente golpeado para la época, Gómez exclamará en tono tremendista y claramente premonitorio que nos retrotrae a su congelada situación actual que sigue topándose con dificultades para ponerlo a funcionar: “No discutíamos, pues, sobre los problemas complicadísimos de su restauración, ni de ‘la condición efímera de la materialidad de la obra moderna’ (…) ¡Discutíamos cómo hacer que venga el Aga Khan con la CIGA y haga las inspecciones de esta torre de marfil! ¡Cómo retar a Trump para que saque las cuentas de este resort aparentemente inalcanzable para el bolsillo! ¡Cómo lograr que apuesten a reponerla tan lujuriosamente afocante como fue imaginada y concebida!.”

7. Carátula del libro Hotel Humboldt. Un milagro en el Ávila de Joaquín Marta Sosa, Gregory Vertullo y Federico Prieto (2014)

Para finalizar, no se puede dejar pasar por debajo de la mesa la publicación que apareció paralelamente al último gran esfuerzo de restauración (2012-2018) que se le ha realizado al edificio y el aporte que ofrece para redondear una visión que, trastocada en mito, ha prevalecido en el tiempo. Hotel Humboldt. Un milagro en el Ávila de Joaquín Marta Sosa, Gregory Vertullo y Federico Prieto (Fundavag, 2014), ofrece según la completa reseña que realiza Juan José Pérez Rancel para entrerayas, la oportunidad de encontrarnos con tres visiones muy diferentes del objeto al que se dirige el texto. Por un lado valora su carácter documental lleno de material recopilado y puesto en escena por quien ideó el proyecto editorial, Federico Prieto; en segundo lugar el aporte más descriptivo y “técnico” pero no menos riguroso cargado de imágenes, láminas, fotografías , bocetos y planos que ofrece Gregory Vertullo (con el apoyo del archivo de la Colección Sanabria), a quien correspondió llevar a cabo la más reciente restauración del hotel; y por último el valor poético y “real-maraviloso” del texto preparado por Joaquín Marta Sosa titulado “EL TOTEM DE LA MONTAÑA (Mitos y Leyendas en el Humboldt… con algunas verdades)”, cargado de un “insaciable afán de conjurar símiles y metáforas” en el que Marta Sosa “juega con los documentos, con las entrevistas, con los testimonios y las crónicas, con los mitos y leyendas de los protagonistas que hicieron y vieron hacer el teleférico y el Hotel, cuyo nombre no termina de saberse por qué fue endilgado a aquel tótem”.

Según palabras del propio Pérez Rancel, la aparición del hotel “en la vida física y espiritual de Caracas, es narrada con este libro absolutamente transgenérico: ensayo, crónica, cuento, leyenda, ficción, prosa poética, crítica arquitectónica, historia arquitectónica y urbana, memoria descriptiva, documentación gráfica, fotográfica y cinematográfica, guión de cine, entrevista, testimonio, son algunos de los géneros amalgamados en este exhaustivo volumen, a fin de cuentas un gran poema multimedia. Tenía que ser así un libro que abarca holísticamente las múltiples visiones y disciplinas interconectadas e involucradas en aquella magia hecha realidad pues en El Ávila, la ingeniería se volvió expresión arquitectónica, como testimonia aquí el ingeniero Urreiztieta y el entorno natural se fundió con la arquitectura y el paisajismo artificial, como decidieron Sanabria, Larrazábal y Burle-Marx; el paisaje irrumpió en la arquitectura y ella en él y la ingeniería se volvió espectáculo en medio de riscos, vertientes, cultivos y aldeas. El libro y los dos DVD que lo acompañan, recogen tanta abundancia creativa”. El valor que Pérez Rancel le otorga a Hotel Humboldt. Un milagro en el Ávila como fuente de múltiples lecturas, dada la imagen “poliédrica” que ofrece asociada al “carácter holístico, multidisciplinar, integrador, transgenérico y polisémico” permite contar, tras casi 20 años de haberse abierto la exposición monográfica sobre Sanabria en la GAN, con un documento absolutamente complementario al catálogo entonces realizado y a las repercusiones que tuvo en la prensa, para darnos cuenta de la magnitud de la obra, su trascendencia y el valor que como pieza inigualable posee, conservada gracias a un halo de protección que ha hecho ver periódicamente que vale la pena hacerlo dada su relevancia.

ACA

LA RED HOTELERA NACIONAL

1. Vista exterior del hotel restaurado

Hotel Humboldt (II)

Una vez alcanzada la proeza de ser terminada su construcción en tan sólo 199 días, inaugurado el 29 de noviembre de 1956 y puesto en funcionamiento en enero de 1957, el hotel Humboldt operó tan sólo un año de manos de la dictadura que lo asumió como uno de sus grandes logros y como demostración de que no había impedimentos para alcanzar metas que, sin importar lo que las detonara (un capricho, una intuición), dieran cuenta de la magnitud del poder que las motorizaba y del empecinamiento por darles vida. Como tantas obras de importancia construidas en aquel período, el Humboldt le quedó como herencia incómoda a una democracia cuya dirigencia se debatía entre rechazarlo o tratar de borrarlo de la memoria colectiva pero se topaba con la enorme dificultad de que era admirado por todo el que lo visitaba y divisado a distancia por una ciudad que lo asumía como faro luminoso que remataba su montaña más importante y cierre de una empresa heroica para quienes tuvieron el privilegio de enfrentarla desde el diseño y la construcción.

Sin embargo, aquel portento del ingenio, de la tenacidad y de la capacidad de poner en marcha una compleja ejecución, tropezó muy pronto con problemas ya previstos por quien lo concibió, asociados a la importancia de contemplar una fuente de ingresos adicional a la simple operación como hotel de turismo, que garantizara su mantenimiento y viabilidad en el tiempo: los costos asociados a su difícil accesibilidad y a los efectos que causaba el agresivo entorno geográfico así lo presagiaban desde un principio. A su condición de lugar de disfrute y solaz esparcimiento para la colectividad caraqueña, así como de singular atractivo turístico, el Humboldt se enfrentó desde un principio al hecho irrefutable de que se trataba de una instalación costosa que para poder sobrevivir debía redireccionarse hacia un público muy distinto y con un poder adquisitivo muy diferente del que recorría sus alrededores o se admiraba al visitarlo los fines de semana.

La siguiente nota aparecida en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento de abril de 1960 habla por sí sola acerca del inicio de los infortunios que desde muy temprano empezó a padecer: “El Hotel Humboldt había sido cerrado en abril de 1959, por las reparaciones efectuadas en el teleférico Maripérez-Ávila. Durante su primera etapa de funcionamiento, produjo pérdidas netas por Bs. 2.928.152,44. (…) Terminadas las reparaciones del teleférico, el hotel fue reabierto al público, por decisión del Ejecutivo Nacional, el 12 de diciembre de 1959. Desde su reapertura hasta el 31 de agosto del presente año, las pérdidas netas llegaron a Bs. 878.337,16 y la tendencia es de aumentar el nivel de ocupación. (…) Se han realizado importantes cursos organizados por la Universidad Central de Venezuela y se han celebrado también numerosas conferencias y convenciones económicas, profesionales y culturales”.

La frase “es más económico cerrado que operativo” atribuida a Rómulo Betancourt, primer presidente de la era democrática, resume la creciente falta de interés gubernamental por mantener activa la instalación, lo cual, sumado a la asincronía entre su funcionamiento y el del teleférico del cual siempre ha dependido, han permitido constatar que, tras más de seis décadas transcurridas desde su apertura sólo se computen cuatro años funcionando como hotel y no más de nueve de servicio continuo, reapareciendo periódicamente, en medio de los intentos infructuosos de reabrirlo, propuestas de incorporar el casino que Sanabria había ideado originalmente como garante de su sostenimiento.

Así, sin lograrse resolver los problemas de fondo que lo aquejaban, el hotel pasó en los 60′ de estar en manos de la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo (CONAHOTU), a la cadena Sheraton a modo de tabla de salvación. Sobre este episodio el historiador Juan Carlos Díaz Lorenzo en su blog Venezuela en la Memoria, relata cómo de escenario de famosas fiestas y eventos sociales propios de su etapa inicial, en la medida en que se empezaron a agravar los problemas económicos, de operatividad y mantenimiento, la gestión del Humboldt “fue encomendada a la cadena norteamericana Sheraton, que también se ocupaba del hotel de Macuto. El apoyo logístico se convirtió en un problema, pues todos los suministros había que subirlos en el teleférico, lo que elevaba los costes y tampoco disponía de actividades recreativas”. Para ilustrar la dramática situación, refiere Díaz Lorenzo cómo un atractivo paquete “de cuatro noches en la costa y tres noches en la montaña tampoco dio resultado, limitado a 18 habitaciones disponibles de las 70 existentes debido a fallos y averías. De las áreas públicas solo funcionaba la discoteca, de modo que así como la instalación del litoral alcanzó un sonado éxito y reputación, la del Ávila se tornó en fracaso, lo que provocó su cierre en 1969, resentido parcialmente en su estructura, además, por los efectos del terremoto que asoló a Caracas el 29 de julio de 1967”.

De lo que hemos podido leer en el portal del Institutional Assets and Monuments of Venezuela (IAM Venezuela), que a su vez cita a Díaz Lorenzo, encontramos que posteriormente, en 1974, se pretendió reconvertir al Humboldt “en escuela hotelera y utilizarlo para la celebración de congresos y convenciones. Un año después se reabrió como sede de entrenamiento del Convenio Unión Internacional de Organismos Oficiales de Turismo (UIOT), actualmente Organización Mundial de Turismo (OMT), y la Corporación de Turismo de Venezuela (CORPOTURISMO), que dieron origen al Instituto de Capacitación Turística (INCATUR), mediante convenio firmado el 11 de septiembre de 1976. Para colmo de males, un accidente en agosto de 1977 en el teleférico -debido, posiblemente, a falta de mantenimiento- complicó todavía más su posible recuperación y desde mediados de 1979 quedó sumido en el abandono. (…) ‘Transcurrieron varios años y a mediados de la década de los ochenta, en tiempos del gobierno del presidente Jaime Lusinchi, se procedió a la rehabilitación de una parte del hotel Humboldt y el sistema del teleférico en el tramo de la estación de Maripérez, siendo reinaugurado el 6 de febrero de 1986. El diseño original de las áreas sociales del complejo hotelero fue alterado y posteriormente sería utilizado como escuela de turismo. El proyecto no tuvo éxito. De nuevo llegó el cierre de las instalaciones, lo cual, ante la falta de mantenimiento y la acción de la meteorología de la zona, provocó su deterioro’. (…) … tras el abandono del hotel las transformaciones que desdibujaban el diseño original continuaron, como las que se sumaron bajo la administración del Consorcio Inversora Turística de Caracas, ITC. A esta firma el Fondo de Inversiones de Venezuela y Corpoturismo le había otorgado una concesión de 30 años a partir de 1998 para que administrara el teleférico, el Parque Ávila Mágica y el Hotel Humboldt. Así como para que hiciera mejoras y ampliara el viejo proyecto del paso al litoral.

Después de 9 años, en agosto de 2007, el Estado venezolano le revoca la concesión a la aludida firma alegando ‘incumplimiento del contrato’, que incluyó la afectación de la condición original del hotel, contraviniendo las disposiciones del Instituto del Patrimonio Cultural, IPC, ente rector del ámbito patrimonial del país”.

2. Detalle interior
3. Arriba: dos vistas de las áreas sociales. Izquierda abajo: la piscina temperada. Derecha abajo: Espacio que comunica el lobby del hotel con una de las entradas, la torre de habitaciones y el comedor

Transcurridos 5 años, en mayo de 2012, el Estado emprendió el “Proyecto de Intervención Restaurativa del Conjunto Arquitectónico y Paisajístico Warairarepano” cuya coordinación, con la venia del IPC, por tener el inmueble una declaratoria de bien de interés cultural, se encargó al arquitecto Gregory Vertullo y que en su primera etapa consistió en el rescate del hotel y su adecuación a los altos estándares actuales. Vertullo ya había conocido a Tomás Sanabria quien lo asesoró justamente el año 2012 en la elaboración de su Trabajo de Grado de Maestría en Conservación y Restauración de Monumentos de la UCV, que buscaba involucrar al poblado de Galipán en el desarrollo del Teleférico Caracas –como se conoció en sus inicios– y del Conjunto Humboldt.

Vertullo, quien junto a Loly, la hija de Sanabria se convierte en garante de un legado que el autor del edificio nunca abandonó, asume para la restauración del hotel una actitud cuidadosa y respetuosa que buscó en todo momento devolverlo en la medida de lo posible a su condición original, luego de detectar que las intervenciones perpetradas por la empresa que obtuvo la última concesión habían afectado aproximadamente el 60 % de la instalación, “sobre todo en las áreas sociales que representan los lugares con mayor importancia en cuanto a espacio y estética del conjunto en total”.

Tras un impecable trabajo, Loly Sanabria ha alabado el esmero de Vertullo en reparar los daños estructurales y restablecer el fausto del diseño original luego que décadas de negligencia y saqueo despojaron al edificio de su vajilla, mobiliario, lámparas y recubrimientos los cuales Vertullo ha tenido que (y podido) reconstruir a partir del archivo de la Colección Sanabria y, subsecuentemente, rastrearlos, comisionarlos, y, en algunos casos, importarlos.

4. Vista interior
5. Izquierda: vista exterior. Derecha: área de descanso
6. Áreas sociales

Como producto de este modélico trabajo de recuperación, inaugurado el 4 de mayo de 2018, han quedado numerosos registros fotográficos plasmados a través de diferentes portales digitales. También destaca de manera especial el libro (que viene acompañado de una película documental en DVD y programa multimedia en CD-ROM) Hotel Humboldt. Un milagro en el Ávila (Joaquín Marta Sosa, Gregory Vertullo y Federico Prieto, 2014), el cual permite repasar toda la historia atesorada detrás de este mítico edificio desde su gestación a su casi milagrosa recuperación, para la que en 2017 ya se habían invertido más de 30.000 millones de bolívares con la aspiración de alcanzar así la mayor calificación posible, calculándose que podría costar pasar una noche en él no menos de 1000 dólares. Transcurrido un año de su reinauguración el destino del Humboldt sigue siendo incierto quedando aún pendiente el rescate integral de las áreas exteriores con base en el proyecto original de Burle Marx y la accesibilidad directa desde la estación del teleférico al hotel, requisito necesario para los potenciales usuarios de una instalación de esa categoría. Cabe destacar, como parte de la incertidumbre señalada, que al día siguiente de su reapertura, el 5 de mayo de 2018, el teleférico sufrió desperfectos dejando al hotel incomunicado con la capital.

ACA

Procedencia de las imágenes

1, 2 y 3 arriba. https://traficovisual.com/2018/04/23/la-restauracion-del-hotel-humboldt-y-la-revelacion-de-un-enigma/

3 abajo. https://iamvenezuela.com/2018/02/el-hotel-humboldt-la-joya-que-corona-el-avila/

4, 5 y 6. https://www.arquitecturapanamericana.com/restauracion-y-rehabilitacion-integral-del-hotel-humboldt/

LA RED HOTELERA NACIONAL

1. Vista del hotel Humboldt desde la estación de llegada del teleférico (postal de finales de los años 1950)

Hotel Humboldt (I)

Sin lugar a dudas, el hotel Humboldt es el buque insignia, la joya de la corona o, en todo caso, la más emblemática de las edificaciones que forman parte de la red hotelera que la CONAHUTU (Corporación Nacional de Hoteles y Turismo, adscrita al Ministerio de Fomento) construyó y administró a partir de 1955. Con el Humboldt hemos querido cerrar nuestro recorrido por esa importante cadena de instalaciones que dejaron huella en la impronta arquitectónica del país, tanto por la calidad de los resultados como por la posibilidad de entenderla como oportunidad de mostrar un claro acercamiento a las condiciones de tiempo y lugar en las que se gestaron, desarrollaron y levantaron.

Para empezar, podemos dividir nuestra aproximación a este edificio en dos momentos: aquel que repasa las razones que lo originaron y el contexto que lo circundaba, selección del arquitecto, ideación, proyecto, desarrollo, construcción y puesta en funcionamiento; y otro que daría cuenta del desempeño a través del tiempo de la obra, las diversas lecturas que ha suscitado desde su inauguración hasta nuestros días, su conservación y sucesivas intervenciones y, fundamentalmente, su vigencia y significado dentro de la cronología de la arquitectura venezolana, a sabiendas que se trató de un trabajo polémico, sujeto a la contaminación de aspectos ideológico-políticos, pero enfrentado con el más absoluto profesionalismo, siguiéndose la máxima que tanto repetía Villanueva de que “los gobiernos pasan pero las obras quedan”.

Tal y como hemos ido destacando cada vez que nos hemos aproximado a alguna de sus manifestaciones, el observar el desarrollo del Plan Hotelero Nacional ofrece la ocasión de apreciar el estado de la arquitectura venezolana del momento en toda su amplitud, es decir, permite palpar la totalidad de los visos que ofrece su variada identidad. De aquí que las fuentes a ser interpretadas por los proyectistas encargados de materializarlo no provengan sólo de lo tradicional o lo popular sino también directamente de las corrientes dominantes en el ámbito internacional, produciéndose casi siempre una traducción más que un simple traslado de códigos, donde la oportunidad ofrecida por la temática, en lo que de recreo y ocio contiene, hace que la mitigación funcionalista de las condiciones de cada lugar se convierta en excusa para caracterizar la respectiva experiencia. Es por ello que el Humboldt, de entre aquellos hoteles que se nutren con mayor claridad de lo que se está haciendo más allá de las fronteras nacionales, se erige en caso paradigmático.

2. Izquierda: trayecto del teleférico entre Maripérez (Caracas) y El Cojo (Macuto, Litoral Central). Derecha: vista aérea del lugar escogido para implantar el hotel

También lo es por su características excepcionales: en primer lugar por el emplazamiento escogido (la cima del cerro El Avila -2.140 metros sobre el nivel del mar- uno de los puntos más altos de la Cordillera de la Costa a lo largo del Valle de Caracas); en segundo lugar por las implicaciones constructivas que ello conllevaba ya que se trataba de la primera incursión humana de magnitud en una zona de difícil acceso y poca superficie; y, en tercer lugar, por el compromiso político, social y estratégico asociado a su diseño, ya que se convertiría en el bastión del desarrollo de una serie de puntos de servicio turístico en el Parque Nacional El Ávila destinados a incrementar la actividad recreacional de la capital de la República. Es, pues, el proyecto para el hotel Humboldt un caso que viene de antemano cargado de toda una serie de implicaciones que no tuvieron que soportar en tal grado otros desarrollos hoteleros.

De esta forma, teniendo como precedente “la visionaria ocurrencia que un Ingeniero francés, el Conde Vladimir de Bertren, con experiencia en teleféricos en Suiza, presentó en 1954 al Ministro de Obras Públicas Julio Bacalao Lara”, apuntado por Juan José Pérez Rancel en la “Reseña” escrita en abril de 2015 para el portal entrerayas del libro Hotel Humboldt. Un milagro en el Ávila (Joaquín Marta Sosa, Gregory Vertullo y Federico Prieto, 2014), se toma la decisión entre política y caprichosa de emprender la obra sobre El Ávila sin tener los estudios que respaldaran su viabilidad económica ni su inserción dentro de un plan más global. Por tanto, se acomete empíricamente la empresa bajo el supuesto de que ella motorizará y determinará el resto de las intervenciones que un futuro plan establezca, y como demostración extrema del alcance de los planteamientos del Nuevo Ideal Nacional con relación a la «transformación racional del medio físico», que en este caso viene a ser sinónimo a dominio de la naturaleza e imposición de una señal que a la vez sirva de control visual sobre la geografía. La gran suerte ha sido el haber contado con los profesionales capaces de dar una respuesta si bien polémica desde un cierto punto de vista, absolutamente racional, seria y coherente desde otro.

Mientras a un grupo de expertos alemanes de la firma Ernst Heckel, se les encarga el estudio para el trazado y funcionamiento del Teleférico (que garantizaría en primer lugar la realización de las obras en la cima y posteriormente brindaría la posibilidad de comunicar la ciudad con el Litoral Central), a Alejandro Pietri se le asignan los proyectos de la estación terminal de Maripérez (en Caracas) y la de transbordo de El Cojo (en el Litoral) con toda una serie de servicios adicionales que significaban el preámbulo de un itinerario visto como opción clara para el esparcimiento de una masa importante de la población. «El Teleférico con un recorrido de 3.400 metros, salva un desnivel de 1.100 metros en un tiempo de 12 minutos ofreciendo a los viajeros hermosas vistas de la ciudad desde diferentes alturas», se señalará en la Memoria Descriptiva que junto a los planos del proyecto aparecen por vez primera desplegados en la revista Integral, nº 10-11, Caracas, abril 1958, bajo el título «Parque Nacional del Ávila. Estación de llegada y Hotel Humboldt, en la Cima del Ávila».

3. Croquis esquemático de Tomás J. Sanabria indicandola implantación del hotel y su contacto con el teleférico
4. Izquierda arriba: boceto de la estación de llega del teleférico. Derecha arriba: croquis de la primera proposición presentada por Tomás J. Sanabria. Izquierda centro: bocetos conceptuales y explicativos de la propuesta definitiva para el hotel. Derecha centro: foto de la maqueta del proyecto del hotel. Abajo: corte esquemático explicativo del programa.

Es a Tomás José Sanabria (1922-2008), graduado de arquitecto en la Universidad de Harvard (1947), a quien con sólo 32 años corresponderá la responsabilidad de planificar y diseñar toda la intervención en el tope del cerro. Para ello se asumió desde un principio la división del proyecto en dos zonas claramente diferenciadas e incluso separadas mediante un atractivo tratamiento paisajístico a cargo de Roberto Burle Marx. Estas dos zonas serían: el Área Pública (ubicada al oeste, contenida dentro de un volumen compacto, cubierto por un sistema de bóvedas y resuelta bajo el criterio de un espacio flexible que se adapta mediante terrazas a la topografía), donde además de la llegada del Teleférico se previó el funcionamiento para un máximo de 800 personas de los servicios de bar, restaurant, terrazas de estar con amplias vistas y el atractivo especial de una pista de patinaje sobre hielo, y el Hotel de Turismo Humboldt (ubicado al extremo este como remate de todo el trayecto), el cual se conectaría con el Área Pública únicamente a través de un pequeño teleférico de 600 metros de recorrido (cuya pequeña estación conforma otro volumen de similares características al de la Áreas Públicas), sistema que garantizaría el control del acceso al hotel además de proporcionar al turista otra interesante perspectiva. Aquí cabe destacar que lamentablemente el proyecto original de Burle Marx se vio severamente afectado al tomarse la decisión de conectar con una calzada permanente de forma directa el Área Pública con el Hotel.

Con todos los argumentos técnicos y funcionales a su favor Sanabria llega a la conclusión de hacer del hotel un conjunto que debería permitir aprovechar las excelentes visuales en 360º, adaptándose lo mejor posible a la topografía. La pequeña meseta con que se contaba y el incremento sustancial del programa, el cual en un principio se pensó modestamente para contar con un rango de 13 a 20 habitaciones, pasándose luego a 100 (siguiendo instrucciones directas del propio Pérez Jiménez, quien a su vez vetó la propuesta de Sanabria de considerar la incorporación de un casino como fuente segura de financiamiento para su mantenimiento), y quedando definitivamente en 70, no daba cabida a soluciones extendidas o en todo caso mimetizadas al paisaje como originalmente se pensó. Así, para Sanabria fue de trascendental importancia el giro que tomó el incremento del programa para jugar con la escala y así lograr con un edificio de medianas proporciones la sensación a la distancia de que se trataba de uno mayor basado en acrecentar la verticalidad. Para ello la elección del punto preciso de su localización, muy próximo a un precipicio de cerca de 500 metros de profundidad, es la clave utilizada para sumarle la máxima esbeltez en virtud de que la forma más común de apreciarlo es mirándolo desde abajo y desde lejos.

5. Vista del conjunto de la estación y el hotel en plena construcción
6. Arriba: fotos del hotel en plena construcción. Izquierda abajo: el hotel prácticamente concluido. Derecha abajo: perspectiva del proyecto del hotel
7. Izquierda arriba: vista del hotel desde la llegada desde el teleférico. Derecha arriba: vista de la piscina temperada. Izquierda abajo: planta fiestas y planta pent house. Derecha abajo: vista interna de las áreas sociales

La opción definitiva de hacer del edificio un faro iluminado de noche y brillante de día gracias su aluminizada coraza se resuelve ubicando las 70 habitaciones-suites (5 por nivel) en una torre de planta circular, de 14 pisos y 60 metros de altura en la que la circulación ocupa la menor superficie posible para no entorpecer el aprovechamiento de las vistas. Las áreas sociales sí se solucionarían explotando el terreno al máximo mediante la creación de terrazas, cubiertas por un interesante juego de bóvedas parabólicas intersectadas, cerradas mediante grandes ventanales, con las que se ha logrado crear la suficiente intimidad sin perder la oportunidad de disfrutar del majestuoso paisaje circundante, producir una gran riqueza espacial, dar la escala justa en la medida que el visitante se aproxima al edificio y ofrecer una visual agradable a los techos vistos desde la torre. La piscina climatizada, el sauna y el gimnasio, techados por un bóveda independiente, también gozan del mismo privilegio espacial que el resto de las áreas con orientación en este caso hacia el norte, hacia el mar.

El sistema estructural adoptado para la torre (columnas perimetrales amarradas a una pantalla cilíndrica central de gran resistencia al sismo), difiere evidentemente al adoptado para las áreas sociales (a base a costillas parabólicas de gran envergadura que soportan las cubiertas abovedadas), aunque en ambos se utilizó el concreto armado como material fundamental. El cálculo, a cargo del ingeniero Oscar Urreiztieta, acompaña con total precisión la preocupación de Sanabria por este importante tema que colabora decididamente en la caracterización de una obra que logra culminarse en 199 días de la mano de la compañía venezolana ENECA y el aporte del ingeniero Gustavo Larrazábal. A esta apreciación se sumarán otros aspectos que ligan el edificio al espíritu de la arquitectura internacional del momento: el criterio de composición básica (torre y cuerpo bajo) y la solución espacial que se decide adoptar para las zonas comunes, cuyas formas curvas remiten a la experiencia brasileña.

8. Vista del hotel desde el camino que conduce a Galipán

Sin embargo, es la voluntad que ha manifestado la arquitectura a lo largo de toda la historia de trascender a través de objetos vistos como monumentos, lo que creemos pesó mucho a la hora tomar la decisión definitiva. Sanabria, dotado de una gran capacidad profesional y una incuestionable sensibilidad, logra resolver magistralmente el problema que tenía entre manos usando los elementos que desde siempre han acompañado a la arquitectura (forma, escala, espacio y orden) y los recursos que la más moderna tecnología le podía aportar. De esta manera arquitecto y régimen demostraron en este caso estar en plena sintonía con el afán de crear un símbolo que representase la voluntad y posibilidad de una sociedad para alcanzar las metas que se propone por sobre cualquier dificultad. Con el Humboldt, obelisco impregnado de contemporaneidad, inaugurado el 29 de noviembre de 1956, se transformó de manera importante la silueta del cerro que siempre ha acompañado a la ciudad, por lo que se puede decir que a partir de entonces Caracas sí comenzó a ser otra y que este icono querámoslo o no ya forma parte de su más profunda identidad.

ACA

Procedencia de las imágenes

  1. https://www.puentedemando.com/hotel-humboldt-icono-de-venezuela/

2. Izquierda: Revista Integral, nº 10-11, abril 1958. Derecha: Colección Tomás José Sanabria. Fundación Privada de Compromiso Urbano, Fundación Alberto Vollmer.

3. Colección Tomás José Sanabria. Fundación Privada de Compromiso Urbano, Fundación Alberto Vollmer.

4. Izquierda y abajo: Revista Integral, nº 10-11, abril 1958. Derecha: Colección Tomás José Sanabria. Fundación Privada de Compromiso Urbano, Fundación Alberto Vollmer.

5, 6 y 7. Colección Tomás José Sanabria. Fundación Privada de Compromiso Urbano, Fundación Alberto Vollmer.

8. https://conocedores.com/reinaugura-el-hotel-humboldt-con-la-mejor-vista-de-caracas-14906

LA RED HOTELERA NACIONAL

1. Vista general de las instalaciones del hotel Guaicamacuto, Litoral Central

Hotel Guaicamacuto

El Guaicamacuto se distingue entre las instalaciones hoteleras impulsadas por la CONAHOTU, por ser el hotel de mayor capacidad encargado por la Corporación de entre todos los ejecutados, por constituirse en un giro dentro de la producción arquitectónica de su proyectista, Luis Malaussena (1900-1963) y por haber sido el único que no fue inaugurado a tiempo a pesar de haber sido anunciada su terminación para 1957, cosa muy extraña dentro de las obras programadas por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Ubicado en un enclave de excepcional condición paisajística y ambiental, una pequeña península frente al mar Caribe en el sector de Caraballeda, Litoral Central, actual estado Vargas (anteriormente Departamento Vargas del Distrito Federal), su gestación y primeros estudios, según consta en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento (MF) del año 1953, comienzan a raíz de la inauguración aquel año de la Autopista Caracas-La Guaira, buscándose con urgencia “la construcción de un nuevo hotel que sustituya las funciones que hasta el presente cumplía el ‘Hotel Miramar’, de Macuto, hoy insuficiente, debido al incremento de la población flotante que se desborda hacia el litoral”.

Para 1954, como reza en la correspondiente Memoria y Cuenta del MF, se concluye el anteproyecto de parte del arquitecto Luis Malaussena y “se iniciaron conversaciones con la Oficina Técnica Bernardo Nouel, para el estudio y proyecto de una dársena para embarcaciones deportivas”. También se estima su próxima construcción en la «Urbanización Caribe», y se precisa que “constará, según lo hasta ahora proyectado, de ciento cuarenta (140) habitaciones, previéndose una ampliación de ochenta (80) más; una suite especial, diez (10) apartamientos residenciales; hall de recepción, salas de espera y de estar; locales para agencias de viaje, tiendas, librería, barbería y salón de belleza; bar, fuente de soda, salones especiales, salón de juegos, terrazas cubiertas, piscina y bar anexo y vestuarios; dormitorios para la servidumbre de huéspedes y demás dependencias indispensables a los servicios del hotel, como recepción, gerencia, contabilidad y salones y dormitorios de empleados”. Ese mismo año, destinados para el entonces denominado “Hotel Naiguatá”, se le contratan definitivamente a la Oficina Técnica Bernardo Nouel Ingenieros C.A. “el estudio y proyecto de  las obras de acondicionamiento de una dársena que sirva de abrigo  a embarcaciones deportivas y acondicionamiento de la playa  frente a los terrenos del establecimiento, a un costo de Bs. 73.560,00; se firmaron los contratos de proyecto y supervisión del referido hotel con el doctor Luis Malaussena y la firma ‘Simca’  respectivamente, y la construcción, de las fundaciones del edificio principal y sus anexos lo realiza la Empresa Venezolana de Ingenieros y Construcción S. A. a un costo de Bs. 3.351.050,00”.

2.Versión el plano de conjunto del hotel Guaicamacuto
3. Versión de la planta principal del hotel Guaicamacuto, tomada de los planos originales del proyecto
4. Dibujo isométrico del hotel Guaicamacuto, tomado de los planos originales del proyecto y de fotografías de la obra
5. Versión de la fachada sur-oeste del hotel Guaicamacuto, tomada de los planos originales

El proyecto que adelanta Malaussena permite detectar, sumado al del hotel Maracay y al del Círculo de las Fuerzas Armadas, según resalta Silvia Hernández de Lasala en Malaussena. Arquitectura académica en la Venezuela moderna (1990), “la actitud más alejada de la arquitectura académica de toda su obra, y su lenguaje está más bien ligado a lo que se conoce como estilo internacional”. Dicha actitud, que pudiera asociarse a la ya manifiesta voluntad de asumir el estilo más adecuado al uso de la edificación que se enfrenta, sus características funcionales o los rasgos propios del contexto en que se ubica, debe atribuirse finalmente a “la presencia en el equipo de Luis Malaussena de los tres jóvenes arquitectos alemanes contratados por él para la época en que fueron desarrollados esos proyectos”. Se trata de: Federico Beckoff, Klaus Heufer y Karl Peter Jebens de los cuales los dos primeros posteriormente desarrollarán en Venezuela una prolífica obra.

Otro punto a considerar dentro del carácter y desarrollo final del proyecto del hotel, adelantado dentro de la oficina de Malaussena entre 1953 y 1955, es “la espectacular expansión desarrollada en la época por las grandes cadenas hoteleras internacionales … particularmente… la Hilton, cuyo hotel en Estambul, proyectado por Skidmore, Owings & Merril y Sedad H. Elden, muestra un asombroso parecido en su aspecto al hotel Guaicamacuto”, siendo sus fechas de construcción casi simultáneas.

De lo que se recoge en Caracas del valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (Iván González Viso, María Isabel Peña y Federico Vegas, 2015), “el edificio de siete pisos (…) es resultado de la articulación de tres categorías de volúmenes. La primera, un paralelepípedo rectangular destinado a apartamentos y habitaciones con dos núcleos de circulación ubicados al sur, el cual parece flotar sobre el terreno; la segunda, volúmenes de menor tamaño y altura destinados a servicios, usos sociales o recreacionales, con formas singulares que les otorgan un carácter propio; y la tercera, los corredores cubiertos con losas de concreto y columnas metálicas, que conectan elementos del conjunto y enmarcan visuales del paisaje tropical y del paisajismo interior. Las fachadas, concebidas como una retícula, permiten balcones profundos, protegen la fachada y proporcionan la imagen de un hotel de playa…”

6. Diversas vistas del hotel Macuto Sheraton (antes Guaicamacuto)

Como ya dijésemos, aunque la obra ofrece ser entregada de acuerdo a la Memoria y Cuenta del MF de 1956 “para la próxima etapa”, por problemas surgidos durante el año 1957 que derivaron en la caída de la dictadura en 1958, el hotel todavía en 1960, aunque “sus construcciones e instalaciones principales se encuentran prácticamente terminadas” tiene pendiente la conclusión de sus obras finales las cuales están a cargo del Ministerio de Obras Públicas. Su programa inicial ha sido significativamente incrementado. De la Memoria y Cuenta de 1960 rescatamos que finalmente se construyó sobre un terreno de 85.000 metros cuadrados y cuenta con un área de construcción de 40.000 metros cuadrados siendo considerado como “uno de los más lujosos de la cuenca del Caribe. Sus instalaciones son de primera clase. Tiene 279 habitaciones y 79 apartamientos, una playa artificial de 60.000 metros cuadrados y un puerto propio para ya­tes de gran calado, con capacidad para 50 embarcaciones”. Oficialmente, al ser abierto, la instalación registra un total de 306 habitaciones.

En vista de la cuantiosa inversión que el hotel ya había demandado y tras la búsqueda de su puesta en funcionamiento lo antes posible, en 1960 el Ejecutivo Nacional autorizó a la CONAHOTU “para negociar, con diversas empresas especializadas en hotelería de turismo internacionales, la celebración de un contrato para la administración y operación de dicho establecimiento.  Esta Corporación consideró las proposiciones de 17 firmas internacionales”. Tras el nombramiento de una Comisión evaluadora “integrada por representantes de los Ministerios de Fomento, Hacienda y Obras Públicas y de la Oficina de Coordinación y Planificación de la Presidencia de la República, para que, conjuntamente con el Presidente de la CONAHOTU, estudiara las proposiciones recibidas, a fin de recomendar la firma a la cual habría de adjudicarse el contrato de administración… (se) recomendó celebrar el contrato, para la operación del Hotel Guaicamacuto, con la Sheraton Corporation of America”, quedando establecido entre sus cláusulas que “el hotel tendrá el rango ‘De Luxe’ y la Sheraton deberá mantenerlo y operarlo en ese nivel” y, además, que “con el fin de obtener una mayor eficiencia publicitaria en el exterior, se ha considerado conveniente cambiar el nombre del hotel por uno que tenga más expresión como incentivo turístico en el ambiente internacional. El nuevo nombre incluirá el de la empresa operadora”.

El Guaicamacuto es inaugurado en 1963 y fue conocido entre esa fecha y finales de 1999 (cuando el estado Vargas sufre una inmensa catástrofe natural) como hotel «Macuto Sheraton», viviendo desde su apertura hasta finales de los años 80 su período de mayor esplendor, convirtiéndose en referencia internacional y lugar de disfrute de la ciudadanía, a la que se le permitía el acceso de sus generosas áreas públicas.

7. The Harman Group. Proyecto de rehabilitación, renovación y ampliación del hotel. 2015

Sumido desde 1999, junto al hotel Meliá Caribe (ubicado en el mismo sector), en el más absoluto abandono, empieza a ser objeto de atención por parte del gobierno en 2015, momento en que se le ofrece la oportunidad a The Harman Group (consorcio norteamericano con sede en Filadelfia y Nueva York dedicado a la ingeniería estructural y la planificación de estacionamientos) de realizar un proyecto que contemple la rehabilitación, renovación y ampliación de ambos hoteles. Dicho proyecto propone la incorporación de un centro de convenciones  a tres niveles (que incluye un salón de baile de 1300 m2, un salón de baile junior de 750 m2, cocinas y escaleras), un gran lobby cúbico de vidrio (3800 m2) y una nueva estructura para un estacionamiento. Así, ambas instalaciones sumarían una oferta de 400 habitaciones y recuperarían de nuevo el importante rol que jugaban como promotores de un turismo de alto nivel.

8. Estado de avance de las obras de rehabilitación, renovación y ampliación del hotel a cargo de ABU Project, SL. 2016

Las obras, cuya gerencia de construcción se contrata a la empresa ABU Project, SL (radicada en Palma de Mayorca, España), se inician en noviembre de 2015 y ofrecen un importante empuje hasta diciembre de 2016, cuando, por razones ligadas a falta de continuidad en los pagos y oscuridad en el manejo de los recursos asignados (registradas con lujo de detalles por la prensa local), se paralizan los trabajos ofrecidos a ser terminados para el presente año de 2019 cosa que no ocurrirá. La comunidad de Vargas que tiene cifradas esperanzas en que se reactiven las obras y se genere un importante número de empleos como apoyo al sector turismo, sigue a la espera a que este importante hotel, sembrado en la memoria colectiva sea definitivamente recuperado como símbolo y referencia de la arquitectura del litoral caraqueño.

ACA

Procedencia de las imágenes

  1. Colección Crono Arquitectura Venezuela

2, 3, 4 y 5. Silvia Hernánez de Lasala, MALAUSSENA. Arquitectura académica en la Venezuela moderna, 1990

6. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad

7. https://harmangroup.com/projects/hotel-guaicamacuto/

8. https://talcualdigital.com/hoteles-en-el-olvido-dos-decadas-de-promesas-y-dineros-perdidos/ y https://www.eluniversal.com/caracas/20315/para-el-2020-prometen-culminar-restauracion-de-los-hoteles-melia-y-sheraton

LA RED HOTELERA NACIONAL

Hotel Trujillo

Al que hoy se le conoce como “Hotel Country Trujillo”, es la instalación de menos renombre de cuantas formaron parte del grupo emprendido por el Ministerio de Fomento y administrado por la CONAHOTU durante la década de los 50 del siglo XX, entre otras cosas por su localización en la capital del estado menos próspero de los andes venezolanos, por lo limitado de sus servicios y por no haber sido diseñado por un arquitecto de los que para la época ya empezaban a destacar dentro del ejercicio de la profesión, cuya selección mayoritariamente pasó por las manos de Daniel Camejo Octavio.

Conocido como “Hotel Carmona” cuando se daban los primeros pasos dentro de su incorporación al plan hotelero nacional (nombre que se le asignó asociándolo a la calle y sector donde se ubica), se planificó asumiendo los estándares de diseño internacionales de acuerdo a su escala y magnitud y, por su localización estratégica, para formar parte, junto a los hoteles Llano Alto (Barinas), Moruco y Prado del Río (Mérida) y El Tamá y Aguas Calientes (Táchira), del circuito sub-regional andino que ya contaba para aquel entonces con una red de carreteras bastante completa.

Según consta en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento del año 1953, como resultado de la política emprendida por dicho despacho, “se dio comienzo a la construcción del ‘Hotel Carmona’, de Trujillo, para lo cual el Gobierno Nacional suscribió acciones por un valor de setecientos mil bolívares (Bs. 700.000,00), que junto con lo aportado por el Gobierno del Estado, permitirá que en esta ciudad se construya un hotel digno de ella”.

Su proyecto original estuvo a cargo del arquitecto Oscar Lupi quien lo hace a instancias de la Dirección de Edificios, Departamento de Arquitectura, del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Por los problemas resultantes de “las deficiencias arquitectónicas en el sentido hotelero” de la propuesta original y a raíz de la celebración de una reunión con el arquitecto Lupi “para subsanar esas deficiencias, no llegándose a ningún acuerdo pues el mencionado arquitecto pide le sean remunerados sus servicios, y se opondrá dentro del M.O.P. a que sean realizadas allí” (según se recoge en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento del año 1954), será directamente Fomento, a través de la Asesoría Técnica de Ingeniería, quien encargará al arquitecto del departamento Alberto Chávez, conjuntamente con el ingeniero inspector de la obra, la responsabilidad de hacer las modificaciones necesarias y completar las especificaciones de arquitectura y materiales de construcción en los acabados. Chávez, colombiano graduado en los Estados Unidos, radicado en el país desde inicios de la década de 1950, se dedicará a la docencia del diseño en la Escuela de Arquitectura de la UCV y al ejercicio profesional privado, proyectando un buen grupo de viviendas unifamiliares.

La misma Memoria y Cuenta citada apuntará: “Se da el contrato de la piscina a Inveco. Por atraso de la obra se hacen recomendaciones al Contratista y se elabora un programa de trabajo para que la misma fuese concluida para fines de noviembre de 1954, habiéndose inaugurado en diciembre del mismo año y puesto en servicio en la 2a. quincena de enero del año en curso. Se convoca a una Asamblea para aumentar el capital social de la Compañía en Bs. 700.000,00 y las acciones correspondientes a este aumento son tomadas por el Ministerio de Fomento. (…) En esta misma Asamblea se acordó cambiarle el nombre de Hotel Carmona por el de Trujillo.”

Finalmente el hotel Trujillo es inaugurado el 22 de enero de 1955 formando parte de la primera etapa del plan de establecimiento de la Red Hotelera Nacional impulsada desde la Dirección de Turismo del Ministerio de Fomento. Al momento de su apertura contaba con un área de construcción de 2.950 M2 distribuidos entre un volumen de dos pisos (que contiene las habitaciones) y una planta baja (donde se localizan las áreas sociales y los servicios comunes). Estaba compuesto por 32 habitaciones, 28 dobles (de 44,88 M2 cada una) y 4 suites (de 64,86 M2 ubicadas en los extremos de cada una de las dos plantas); salón de usos múltiples, restaurante, piscina (de aproximadamente treinta metros de largo por quince de ancho), parque infantil, cancha de bolas criollas y jardines, entre otros servicios, y se incluiría en la categoría de “hotel de turismo”. Se encuentra ubicado (como ya se asomó) en la avenida Carmona frente al parque Los Ilustres sobre un terreno de 10.000 M2, de los cuales una parte es en pendiente pudiendo permitir una posible ampliación.

Desde su inauguración sus sencillas áreas lo convertirán en punto de “descanso familiar y de disfrute ambiental…” de la sociedad trujillana. Ello permite detectar, a su escala, un aspecto común a todos los hoteles de la CONAHOTU: la integración a la comunidad donde se encuentra y el ofrecer sus servicios para su amplio disfrute.

Podría decirse que el Trujillo pertenece al grupo de hoteles que se caracterizan por ser edificaciones “en altura”: cuerpo conformado por un paralelepípedo rectangular destinado a las habitaciones, con volúmenes de menores dimensiones de baja altura y variantes de pasillos techados como elementos conectores de dichos volúmenes. Su sencillo esquema organizativo presenta para la resolución de las habitaciones lo que se denomina como “crujía simple” (pasillo de circulación que sirve a las habitaciones dispuestas en un solo lado), el cual permite aprovechar para todas ellas las vistas hacia la ciudad. Su concepción estructural está basada en pórticos y placas de concreto armado con tabiquería de bloques. Contaba con materiales y acabados resistentes y duraderos (pisos de granito en las habitaciones, oficinas y áreas de servicio, baños con cerámica, fuente de soda y su área circundante en cerámica tipo terracota y, en el área de la piscina, cerámica antiresbalante), adaptados a la categoría que le corresponde (tres estrellas) y un nivel de lujo relativamente modesto.

Su ubicación en una zona de clima intermedio (temperado) permite reconocer cómo dicha variable es considerada dentro del diseño. Su orientación franca al norte, hacia donde se ubican los balcones de las habitaciones a modo de retícula horadada en su fachada, responde al acceso y a las visuales largas. La ventilación cruzada se incorpora gracias a su organización en crujía simple y los pasillos de acceso ubicados al sur, relacionados con la piscina, actúan como filtros ante el ruido proveniente de dicho uso.

Junto a los hoteles El Tamá, Cumanagoto y Miranda, el Trujillo fue en su momento incorporado al plan de privatización emprendido por el Fondo de Inversiones de Venezuela a inicios de la década de los años 90 con el objeto de rescatar su antiguo esplendor y ser repotenciado, para lo cual en 1991 se inventarió y elaboró un informe que valoraba su excelente ubicación, buen estado de mantenimiento, funcionalidad y “amplitud de las habitaciones en comparación con instalaciones turísticas afines”.

Hoy, bajo la denominación (como ya señaláramos) de hotel Country Trujillo, tras ser objeto de sucesivas remodelaciones y ampliaciones (se le aumentó un piso al edificio, se le agregó un ascensor y se ampliaron los servicios), hechas sin el debido cuidado, padece de serios problemas de mantenimiento. Cuenta, según consta en páginas dedicadas a promocionarlo, con “52 habitaciones distribuidas en 16 con cama matrimonial, 33 con dos camas y 3 suites. Las habitaciones cuentan con aire acondicionado integral, agua caliente, tv cable, teléfono, nevera ejecutiva, room service. Servicio de restaurant y bar, piscina, áreas verdes, salón ejecutivo (para 120 personas), servicio de tintorería, peluquería, servicio de taxi, parque infantil, ascensor, centro de navegación, mini tienda, salón recreacional, amplio estacionamiento con vigilancia, entre otros”. Además está ubicado a pocos kilómetros del Monumento de la Virgen de la Paz y del Aeropuerto Internacional Antonio Nicolás Briceño de Valera. Sin embargo, algunos de los que lo han visitado recientemente opinan que “debe cerrar para ser renovado”, cuenta con “buenas instalaciones pero deterioradas”, “es un lindo lugar, pero puede mejorar” o el consolador “excelente relación precio-calidad”, dándose siempre a entender que se trata de una muy buena instalación lamentablemente venida a menos.

Nota Esta aproximación al hotel Trujillo ha sido posible en buena medida gracias al apoyo que hemos conseguido en el Trabajo de Grado para obtener el título de Magister Scientarium en Historia de la Arquitectura de la UCV de Juan Manuel De Ascencao De Jesús, titulado “Arquitectura hotelera estatal en Venezuela: 1952-1958” presentado el año 2005. De allí procede la foto que encabeza esta nota y los dibujos que la acompañan. Las otras imágenes fueron bajadas de internet.

ACA

LA RED HOTELERA NACIONAL

1. Vista general (c.1955)

Hotel Miranda

La Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento del año 1953, recoge lo siguiente: “El proyecto para la construcción del ‘Hotel Miranda’, en la ciudad de Coro, con capacidad para sesenta y seis (66) dormitorios dobles, fue concluido, adelantándose los preparativos para la iniciación de los trabajos de su construcción, cuyo costo se ha estimado, aproximadamente, en dos millones doscientos mil bolívares (Bs. 2.200.000,00)”.

Y en efecto, el mismo año la Revista del Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV) dedica la portada y 8 páginas del nº 212 (noviembre) a presentar el “Proyecto de un hotel de turismo en la ciudad de Coro” el cual había sido contratado a la Oficina Técnica Eduardo Arnal (OTEA) -encabezada por el ingeniero Eduardo Arnal- donde a una nota introductoria, en la que se señala por un lado la trascendencia de la concepción por parte dell Ministerio de Fomento de una red hotelera nacional que contará con su apoyo tanto en lo económico como en lo técnico para que se desarrollen “hoteles de turismo” y, por el otro, la largamente sentida necesidad en la ciudad de Coro por contar con una instalación de gran nivel, destinada a sus visitantes, más aún con el auge que se esperaba una vez abiertas “las carreteras pavimentadas a Puerto Cabello y Paraguaná y los desarrollos petroleros en las zonas cercanas a ella, incluyendo las refinerías de Punta Cardón y Punto Fijo”, sigue la descripción de toda una serie de aspectos que permiten su cabal comprensión.

2. Perspectiva del anteproyecto

Así, dentro de los completos «Estudios preliminares» realizados por OTEA, publicados en la Revista del Colegio de Ingenieros de Venezuela, se puede detectar en primer lugar “la definición del tipo de hotel planeado”; en segundo lugar “la elección del sitio para el hotel”; en tercer lugar “la investigación del movimiento de pasajeros en la ciudad de Coro”; en cuarto lugar “la formulación del programa arquitectónico”; en quinto lugar el “presupuesto aproximado y justificación económica de la inversión necesaria”; y, finalmente, una serie de “conclusiones y recomendaciones”.

Cierra la presentación del hotel Miranda en la publicación mostrando la “memoria descriptiva del proyecto” acompañada de los planos correspondientes a plantas, cortes y fachadas, a detalles de puertas y ventanas y al abastecimiento de agua (esquema de ramales), lo cual permite encontrarse con un valioso documento de gran utilidad para hacerse una buena idea de todo un proceso que permitió dar inicio a su construcción el 1-9-54, luego de que el Ministerio de Fomento otorgara, entre las dos firmas que se presentaron a la licitación, la buena pro a la empresa De León & Magdaleno por un monto de Bs. 2.500.475,67, quien tras más de un año de trabajos en los que tuvo que superar diversos problemas técnicos cumplió entregando la obra para su inauguración el 5 de diciembre de 1955 a un costo definitivo de Bs. 5.500.00,00 (como se verá, más del doble de lo originalmente presupuestado).

Podríamos resumir, por tanto, que el hotel Miranda se concibió como una instalación “de 1ª calidad” dotado de todos los servicios y comodidades necesarias para el alojamiento de viajantes de negocios, con suficientes atractivos de recreo para turistas o viajeros en vacaciones que además debía prestar servicios sociales, públicos u oficiales a los residentes de la ciudad de Coro y ofrecer locales comerciales tanto para huéspedes como para vecinos que generarían ingresos adicionales destinados a cubrir la inversión, colaborar en labores de mantenimiento y producir ganancias.

3. Plano de situación dentro de la ciudad
4. Planta baja del conjunto

Su céntrica localización, la cual pasó por un proceso de adquisición de las parcelas vecinas a la originalmente destinada, con el objeto de dar cabida en una manzana mayor al hotel-club que se buscaba hasta alcanzar los 14.300 m2 de terreno, da frente a la Avenida Francisco de Miranda (que conecta con el casco histórico de Coro, donde se ubican en un cuerpo bajo los 12 locales comerciales con estacionamiento al frente), la Avenida del Aeropuerto -hoy Josefa Camejo- (hacia donde se presenta el volumen de tres plantas a doble crujía con orientación norte-sur que contiene las 66 habitaciones -6 suites incluidas- y parte de sus instalaciones de apoyo, retirado suficientemente para lograr el aislamiento necesario que requiere su uso), y la calle Hernández (paralela a la Miranda que junto a la paralela a la del Aeropuerto funciona como calle de servicios). En definitiva el resultado es una edificación de varios cuerpos en “U” articulados que bordean las zonas verdes, recreacionales y deportivas del hotel.

El programa que dio como resultado un área de construcción de 4.220 m2, orientó el desarrollo de un hotel “en varias plantas, destinando la Planta Baja a los servicios comunes del mismo y a los locales comerciales y las plantas superiores a las habitaciones para los huéspedes, lográndose así una eficaz circulación vertical, una mayor intimidad y aislamiento de los dormitorios y utilizando al máximo la orientación más favorable y el aprovechamiento de los vientos dominantes para obtener una ventilación natural adecuada”. Las tres zonas que componen la planta baja (recepción, servicios y comercios) “tienen acceso diferente y son independientes unas de otras, pero están íntimamente ligadas por corredores de circulación que conectan los ambientes relacionados entre sí”.
Llama la atención la consideración de los proyectistas a las variables funcionales de las que destacan el cuidado por lograr el confort ambiental necesario para las zonas destinadas a las habitaciones y las de disfrute social. Así, la memoria descriptiva puntualiza cómo los “locales comerciales sirven a la vez de pantalla, para aislar las zonas de reposo y parque del tránsito intenso de la Avenida (Miranda) y de los rayos directos del sol poniente. La orientación de estos locales condujo a la elección de las paredes pantalla en diente de sierra y al empleo de un alero continuo apoyado en dichas pantallas, para evitar así que el sol penetre en las vidrieras de exhibición y en los locales. Para facilitar su uso por los huéspedes del hotel se proveyeron de entradas y vidrieras adicionales al fondo, conectadas con un pasillo cubierto”, a lo que se suma: “Todas las habitaciones con vista al Norte tienen terrazas individuales techadas defendidas del sol poniente con pantallas racionalmente orientadas. Las habitaciones con vista al Sur, que se pueden ratar (sic) a un precio más reducido para halagar a los viajantes de comercio, no tienen terrazas, pero sus ventanas están defendidas del sol con pantallas y aleros proporcionados especialmente a fin de no permitir a los rayos del sol penetrar por ellas”.

El hotel Miranda aunque quedó fuera del grupo de instalaciones diseñadas por arquitectos destacados o que se abrían paso dentro de la profesión (seleccionados en su mayoría por Daniel Camejo Octavio) y un tanto al margen del reconocimiento que ello implica se constituye, sin embargo, de mano de su ingeniero-proyectista, en una respuesta clara resuelta bajo criterios absolutamente racionales ajustada a un esquema funcionalmente correcto y a los patrones que privaban internacionalmente para el diseño hotelero. También cumplió con las expectativas que la ciudad albergó con su apertura y se constituyó, en uno de las edificaciones que dieron pie a la creación de la CONAHOTU en 1955, luego de que el Ministerio de Fomento detectara que la política hotelera seguida por ellos no daba los resultados que se esperaban. En tal sentido, de la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento de ese año se recoge: “…en base de la experiencia adquirida, se llegó a la conclusión de que era necesario crear una organización capaz de dirigir en forma centralizada y eficaz los hoteles en que tenía participación el Ministerio de Fomento estableciendo al mismo tiempo normas de operación. Por estos motivos, el Ciudadano Ministro resolvió la. creación de la Corporación Nacional de Hoteles y Turismo, empezando con la fusión de las siguientes compañías: Compañía Anónima Hotel Miranda (Coro); C.A. Hoteles y Turismo de Nueva Esparta, Hotel Bella Vista (Porlamar); y Compañía Anónima Hotel Barinas (Barinas). Para la fecha de la fusión, se encontraban estos tres hoteles en construcción.”

A pesar de las auspiciosas expectativas creadas, en fecha tan temprana como 1960, la Memoria y Cuenta del Ministerio de Fomento precisa: Hotel Miranda. Las operaciones de este hotel se han reducido de manera notable como consecuencia del descenso de las actividades industriales en aquella región. Ha sido el único hotel de la red donde no fue posible rebajar las pérdidas finales, no obstante las rigurosas medidas de reajuste económico ejercidas en dicho establecimiento”.

Más adelante gracias a la inversión pública el Miranda amplió en 20 el número de habitaciones en una nueva ala y mejoró sus instalaciones y servicios lo cual aumentó su área de construcción a 7.196 m2. También fue modificada la forma original de la piscina.
No obstante los esfuerzos hechos, el hotel entra dentro de las instalaciones que en 1991, de manos del Fondo de Inversiones de Venezuela, se busca privatizar con la finalidad de detener el deterioro en el que de nuevo había caído. Lo acompañan el Tamá, el Cumanagoto y el Trujillo.

5. Vista actual desde el acceso
6. Vista actual desde la piscina

Hoy en día se le conoce como hotel Miranda-Coro Cumberland, posee calificación de tres estrellas y forma parte de una cadena que opera varias instalaciones a lo largo del país. Mantiene, por tanto, una actividad constante y a la vez modesta dadas las circunstancias económicas que atraviesa Venezuela pero su privilegiada ubicación, adecuada escala y completa infraestructura aún permiten presagiar tiempos mejores.

Nota Esta aproximación al hotel Miranda ha sido posible en buena medida gracias al apoyo que hemos conseguido en el Trabajo de Grado para obtener el título de Magister Scientarium en Historia de la Arquitectura de la UCV de Juan Manuel De Ascencao De Jesús, titulado “Arquitectura hotelera estatal en Venezuela: 1952-1958” presentado el año 2005.

ACA

Procedencia de las imágenes

1, 3 y 4. De Ascencao De Jesús, “Arquitectura hotelera estatal en Venezuela: 1952-1958”, Trabajo de Grado para obtener el título de Magister Scientarium en Historia de la Arquitectura, 2005

2. Revista del Colegio de Ingenieros de Venezuela, nº 212, noviembre 1953

5. https://us.pricetravel.com/hotel-miranda-cumberland/hotel-detail

6. https://www.hotelescumberland.com/contact_mir/