Caracas en los años sesenta era una ciudad que se estiraba y se comprimía, que se hallaba en el umbral de una modernidad sin tregua, y que, sin embargo, empezaba a mostrar las costuras de sus contradicciones. Si bien las Páginas Amarillas de CANTV eran la biblia de la orientación masiva, y ese gran tomo amarillo que casi cada hogar tenía a mano junto a los mapas turísticos ofrecían una visión más amable y ordenada de la metrópolis, existían otras iniciativas, menos extendidas, pero no menos reveladoras, que nos hablaban más de la verdadera piel de la ciudad.
Y aquí es donde asoma la figura de Mario Rugiadi Battini, el ingeniero que en 1959, con una lucidez preclara, inscribió su «Guía-Plano de calles, inmuebles y comercios de Caracas» en el Registro Público de propiedad intelectual. Una guía que convertía el catastro como principio para ubicarse, en un sistema de orden, para hacer de Caracas una ciudad más comprensible.
1. Portada de la «Guía-plano de calles, inmuebles y comercios de Caracas» (1962) correspondiente al sector Centro-Sur. Llama la atención que pese a ser la guía patrocinada por la Compañía Shell de Venezuela se haya seleccionado esta excelente foto (s/f), perteneciente hoy al Archivo Fotografía Urbana, que muestra antiguo edificio Creole (ocupado hoy por la Universidad Bolivariana de Venezuela), urbanización Los Chaguaramos, Caracas, diseñado por Lathrop Douglass a partir de 1947 y terminado de construir en 1954.
No era un mapa turístico, ni un mapa para el conductor motorizado; era un ejercicio catastral disfrazado de guía práctica, una radiografía de la ciudad al detalle.
2. Propaganda que acompañaba la publicación de la Guía-plano de Caracas.
Mientras otros se conformaban con representar las vías principales, Rugiadi Battini con gran esfuerzo se dio a la tarea de desglosar Caracas en 560 planos parciales distribuidos en cuatro tomos: Centro Norte, Centro Sur, Centro Este y Centro Oeste.
El plano que acompaña la postal corresponde al sector Centro-Sur, inserto al final del libro. Sobre el plano, es posible notar una cuadrícula superpuesta en color rojo, indicativa del número de la página, correspondiente a cada uno de los 137 planos parciales que forman parte de la guía.
No solo las calles y avenidas, sino cada edificio, cada quinta con su nombre, sus números de parcela respectivos, los comercios más insignes y un índice de los edificios de toda Caracas, en orden alfabético impreso solamente en el tomo correspondiente al centro norte, conformaban la valiosa información que aporta el trabajo. Impreso en La Victoria, en los talleres de Grabados Nacionales, esta guía en cuatro tomos era, en esencia, un inmenso levantamiento catastral de una Caracas que se exhibía sin pudor.
3. Detalle del Plano-guía de Caracas correspondiente al sector Centro-Sur donde es posible notar una cuadrícula superpuesta en color rojo, indicativa del número de la página, correspondiente a cada uno de los 137 planos parciales que forman parte del documento. Los puntos rojos corresponden a la ubicación de Estaciones de Servicio Shell.
Así, el dibujo de la propiedad en su encuentro con la calle, fue el intento de poner orden en el caos que reinaba en la determinación precisa de los dueños de los terrenos. A ello se suma un inventario de los bienes inmuebles que no llego a ser total, pues faltaban los linderos que separan a los vecinos, la superficie total de la parcela, y el tipo de construcción que se yergue sobre ella.
En los años sesenta, en esa Caracas que se inflaba con el dinero del petróleo y el espejismo de la modernidad, el catastro era el instrumento vital para la administración municipal. Era la base de la recaudación fiscal, el ingreso que debía alimentar las obras públicas, las escuelas, los hospitales. Una herramienta para la planificación del crecimiento formal, para las zonificaciones, para la gestión de ese suelo que, si bien creíamos dominado, nos desafiaba a cada paso.
4. Detalle del Plano-guía que recoge el sector donde aparece Puente Mohedano y parte de la urbanización El Conde, en el que se puede apreciar la meticulosidad del trabajo de Rugiadi Battini basado en información catastral.
Pero Rugiadi Battini, en su meticulosa guía, no solo buscaba la utilidad fiscal. Él quería comprender la ciudad, desentrañar su complejidad usando el catastro como sistema de ubicación. Porque en cada cuadra, su prontuario no solo mostraba el trazado de las calles, sino que demarcaba el frente de cada propiedad inscrita, con su número de parcela, siguiendo esa lógica casi poética de la numeración par e impar. Eso permitía ubicar con una exactitud asombrosa no solo una calle, sino un edificio específico, una parcela en particular. Era un mapa que le hablaba al urbanista, al abogado, al simple curioso, al que quería saber quién era el dueño de aquella propiedad. En cierta medida este plano es la memoria parcelaria de la ciudad desvelada.
Sin embargo, la magnitud de este esfuerzo no hubiera sido posible sin sus anunciantes, y Shell, el gigante del petróleo, era su principal auspiciador. La red de estaciones de servicio de Shell –La Florida, El Peñón, Los Palos Grandes, Las Mercedes, Santa Mónica, Los Mangos, Veracruz, El Pedregal y La Castellana – se convierten en elementos destacados del mapa, una señal que nos habla de la vida automovilística de entonces, donde una gasolinera no era solo un lugar para cargar combustible, sino un centro de servicios, casi un punto de encuentro, ofreciendo desde lavados hasta el lujo de recoger y devolver el carro a domicilio.
5. Otro detalle del Plano-guía que recoge un sector de la Parroquia San Juan donde aparecen la avenida San Martín y la Plaza Capuchinos, en el que se puede apreciar la meticulosidad del trabajo de Rugiadi Battini basado en información catastral.
Este plano, inserto en la guía, es otra de esas iniciativas privadas que intentaron abarcar la totalidad de Caracas en los años sesenta, con la esperanza de que nos pudiéramos desplazar con cierta sensatez en ella. Una ciudad en rápida metamorfosis, con una estructura parcelaria que empezaba a complicarse como un reflejo brutal de las contradicciones que afloraban de sus instrumentos regulatorios. En sus páginas, se comienza a percibir el roce de la modernidad con la realidad de un crecimiento urbano que, a pesar de los esfuerzos, hacía cada vez más difícil controlar y sistematizar la nomenclatura. Una situación que, hoy, décadas después, sigue siendo una característica insoslayable del tejido urbano caraqueño. Y que Rugiadi Battini, en su afán de orden, plasmó en un documento inestimable para entender esa complejidad.
Nos queda pendiente la tarea de conseguir los otros 3 tomos de esta magnífica guía, para poder recomponer la ciudad de Caracas en 1962 vista por Rugiadi Battini.
Sobre la vida y obra de José Lino Vaamonde Valencia (Orense, 1900 – Caracas, 1986), autor del dibujo que ilustra nuestra postal del día de hoy, ya nos hemos referido al menos en un par de ocasiones desde estas páginas. La primera al elaborar la nota sobre su papel jugado en el diseño y construcción de dos “súper estaciones” de servicio (Blandín -La Castellana- y Las Mercedes, ambas en Caracas), proyectadas la primera en 1954 y la segunda en 1955, pero abiertas al público en 1959; y la segunda al referirnos a su rol dentro del equipo que concibe el nuevo edificio de la Shell (1957-1960), también conocido como edificio La Estancia, que se ubicaría en un sector vacío de la urbanización Chuao.
1. Sección de Arquitectura de la Compañía Shell de Venezuela. Izquierda: Super Estación de Servicio Las Mercedes. Carlos Augusto Gramcko bajo la supervisión de José Lino Vaamonde, 1955. Derecha: Super Estación de Servicio Blandín, La Castellana. Rafael Valery S. bajo la supervisión de José Lino Vaamonde, 1954.
La participación de Vaamonde en las obras señaladas las lleva a cabo desde la que fue tal vez su principal actividad realizada en el país: ser el responsable de la creación y organización de los Servicios de Arquitectura de la Shell Caribbean Petroleum Co. (antecesora de la Compañía Shell de Venezuela), dependencia que se encargaría desde 1946 de atender el urbanismo y diseño de campamentos petroleros, sus viviendas y sus diferentes servicios (clubes, edificaciones educativas y de atención médica o elementos de apoyo), así como también diversas necesidades que la compañía requería y aportaba a los centros poblados próximos a los lugares donde su actividad extractiva se desarrollaba, fundamentalmente en el occidente del país. Allí, Vaamonde desempeñará diversos cargos (Jefe de la Sección de Arquitectura, primero, y de la Sección de Proyectos, después), hasta que por su valiosa labor la transnacional anglo-neerlandesa lo nombre en 1958 Arquitecto Asesor de la Compañía, el más alto cargo en su rango dentro de la empresa, de la que se retirará en 1961 tras 15 años de servicio.
2. Edificio La Estancia (antiguo edificio de la Shell), Chuao. Diego Carbonell, Miguel Salvador Díaz y José Lino Vaamonde (1957-1960).
Vaamonde, egresado en 1927 de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid (título al que sumó los de arquitecto sanitario y aparejador en 1934), tuvo durante la República un activo desempeño gremial jugando “un destacado papel tanto en la creación de los Colegios de Arquitectos y redacción de sus estatutos fundacionales, como en los cargos, obtenidos por elección, que desempeñó: secretario de la Sociedad Central de Arquitectos los años 1929 a 1931, miembro fundador y secretario del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid desde 1931 a 1934, así como fundador y secretario general del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España entre 1932 y 1934”, de acuerdo al artículo dedicado a Vaamonde elaborado por Isabel Argerich Fernández para el portal de la Real Academia de la Historia de España (http://dbe.rah.es/biografias/44253/jose-lino-vaamonde-valencia)
3. Secundino Zuazo. Plan de Reforma Interior y Ensanche de Madrid (1929)
Siguiendo el texto de Argerich Fernández, sobresalen del período en que ejerció la profesión en la península su participación “en la construcción del Metro de Madrid (1927) y del ferrocarril Orense-Santiago (1929), dedicándose desde entonces al urbanismo. También trabajó para Secundino Zuazo en los planes de Reforma Interior y Ensanche de Madrid, Ensanche de Zaragoza y Plan Comarcal de Madrid”. En 1934 presentó a concurso del Ministerio de Obras Públicas en colaboración con Luis Pérez Mínguez y Joaquín Ortiz García un proyecto para poblados en zonas regables del Guadalquivir por el que logró mención especial del jurado. “En 1935 fue (…) premiado por su estudio Algunas aportaciones al estudio de la Vivienda Rural española; al año siguiente se distinguió con la 1ª Medalla en la Exposición de Bellas Artes de Córdoba (Sección Construcción) con el proyecto Vivienda Mínima para Obreros”. De 1928 será su escrito “La Arquitectura, función social” y de julio de 1935 el artículo “Algunas aportaciones al estudio del problema de la vivienda rural española”, publicado en la revista Administración y progreso nº 37.
4. Dos fotografías procedentes del archivo de José Lino Vaamonde que registran su participación como integrante de la Junta Central del Tesoro Artístico que llevó adelante la protección de las obras del Museo del Prado durante la Guerra Civil española (izquierda), y como Comisario General Adjunto del Pabellón Español en la Exposición Internacional de París de 1937 (derecha).
Incorporado a la gestión republicana, Vaamonde comienza una intensa actividad para la protección institucional del Tesoro Artístico español. “En octubre de 1936, fue nombrado arquitecto conservador del Museo del Prado, y vocal arquitecto de la Junta Central del Tesoro Artístico tres meses después. Como tal, dispuso medidas para la protección del Museo, y se responsabilizó de uno de los aspectos cruciales de la vasta operación de traslado de obras maestras a Valencia: su recepción y adecuada conservación en dicha ciudad” a raíz del bombardeo del centro de Madrid que causó serios daños al Museo. Finalmente, destaca su participación como Comisario General Adjunto del Pabellón Español en la Exposición Internacional de París de 1937. Por tanto, su militancia y compromiso con el gobierno de Manuel Azaña, es lo que le lleva a exiliarse en Venezuela donde arriba en 1939.
5. Izquierda: Edificio Peque, San Bernardino, Caracas. José Lino Vaamonde y Joaquín Ortíz García (1945). Derecha: Edificio de Servicio Shell para el Agricultor, Cagua. José Lino Vaamonde y Sección de Arquitectura de la Compañía Shell de Venezuela (1952)
Entre su llegada al país y su incorporación a la Shell Caribbean Petroleum Co. transcurrirán siete años en los que Vaamonde pasa un período de cierta inestabilidad profesional (común al de otros de sus colegas exiliados). Residenciado en Valencia, recién legado lleva adelante una fallida experiencia empresarial junto a Joaquín Ortiz –recién llegado de la República Dominicana– y ya en Caracas se asocia durante un corto tiempo con Javier Yárnoz y el propio Ortiz lo cual dio como resultado la construcción de varias obras todas ubicadas en la capital.
6. José Lino Vaamonde y Sección de Arquitectura de la Compañía Shell de Venezuela. Izquierda: Centro de Entrenamiento Artesanal de Lagunillas (1953). Derecha: Hotel Lagunillas (1955).7. José Lino Vaamonde y Sección de Arquitectura de la Compañía Shell de Venezuela. Izquierda: Viviendas de campamento petrolero, Lagunillas (1955). Derecha: Club Manaure también, Cardón (1953).
Así pues, retomando el hilo con que iniciamos esta nota, el edificio administrativo proyectado por Vaamonde para la Refinería Cardón, estado Falcón, en 1959, se sumará, como bien apunta Henry Vicente Garrido en “De Venezuela: La ficticia ‘ilusión’ del destierro”, texto publicado en Arquitecturas Desplazadas. Arquitecturas del exilio español, 2007, catálogo de la exposición del mismo nombre de la cual fue director y comisario, a otra importante cantidad de trabajos realizados dentro de la Sección de Arquitectura de la Shell: los planes reguladores de Lagunillas (1954) o de Altagracia (1958), el edificio de Servicio Shell para el Agricultor, en Cagua (1952), el Centro de Entrenamiento Artesanal de Lagunillas (1953), la Unidad de Quemaduras del Hospital Shell en Maracaibo (1955) y el Club Manaure también en Cardón (1953), entre otros.
8. José Lino Vaamonde y Sección de Arquitectura de la Compañía Shell de Venezuela. Edificio de oficinas Refinería de Cardón (1959).
Por otra parte debe señalarse que, con las estaciones de servicio como preámbulo, el edificio de oficinas de la Refinería Cardón y el edificio Shell de Chuao, serán las últimas obras en las que participó Vaamonde antes de jubilarse de la petrolera, mostrando ambas un claro parentesco en lo que a su preocupación por la protección solar se refiere constituyéndose tal vez ello en su rasgo más característico.
9. Portada y páginas interiores del libro Salvamento y protección del tesoro artístico español durante la guerra, 1936-1939 publicado por José Lino Vaamonde en Caracas en 1973.
Ya retirado de la Shell, Vaamonde publicó en Caracas en 1973 una monografía titulada: Salvamento y protección del tesoro artístico español durante la guerra, 1936-1939 y, posteriormente, “Objetivo: Museo del Prado” aparecido en la revista madrileña Historia 16, nº 7, noviembre de 1976 que recogieron la su actividad y experiencia ya citadas para la protección institucional del Tesoro Artístico español durante la Guerra Civil.
Posteriormente a su fallecimiento en Caracas, la figura de Vaamonde tuvo la oportunidad de ser revalorada en su tierra de origen. Ello ocurrirá a partir del momento en que la conservadora del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), Isabel Argerich, profundiza desde el año 2000 el estudio de la trayectoria y vida del arquitecto gallego naturalizado venezolano y cuando posteriormente, actuando como comisaria de la exposición «Arte protegido» (inaugurada en 2003 en el Museo del Prado) se relataron las medidas de salvaguarda del patrimonio artístico puestas en marcha por la Junta de Protección del Tesoro Artístico durante la Guerra Civil.
10. Fotografías procedentes del archivo de José Lino Vaamonde que forman parte del libro Salvamento y protección del tesoro artístico español durante la guerra, 1936-1939 y de la donación hecha por su hijo Joselino Vaamonde el año 2001 al Instituto del Patrimonio Cultural de España.
Para todo ello tuvo vital importancia la donación que en 2001 hiciera efectiva al Instituto del Patrimonio Cultural de España su hijo, Joselino Vaamonde Horacada, consistente en 299 documentos del archivo personal del arquitecto sobre su labor ya mencionada, donde destacan sus encargos para el Museo del Prado y la Junta Central del Tesoro Artístico en Valencia, así como durante su etapa como comisario general adjunto del Pabellón de la República española en la Exposición Internacional de París de 1937, y secretario general de Propaganda.
En 2019, al cumplirse el bicentenario del Museo del Prado, se llevaron a cabo una serie de reportajes que narraron con gran objetividad la labor llevada a cabo por el arquitecto ourensano de salvaguarda y protección del tesoro artístico del Museo durante la Guerra Civil que el libro de 1973 ya había registrado pero que el franquismo se empeñó en mantener a oscuras.
En 2021 el IPCE incorporó al catálogo web del archivo del Instituto (https://catalogos.mecd.es/opac/) cerca de 700 nuevos documentos del fondo histórico sobre la protección del patrimonio artístico durante la Guerra Civil entre los que se encuentran la colección donada por Joselino Vaamonde y los procedentes de los archivos de Roberto Fernández Balbuena (Madrid, 1890-Ciudad de México, 1965).
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal, 5, 6, 7 y 8. Henry Vicente Garrido. «José Lino Vaampnde». Arquitecturas Desplazadas. Arquitecturas del exilio español, 2007
Cuando en enero de 1952 la Revista Shell irrumpe en el aún limitado escenario editorial venezolano de las publicaciones periódicas dedicadas a la cultura, la empresa petrolera que la patrocinaba (la Royal Dutch Shell) ya hacía 40 años que se había establecido en nuestro país. También hacía 12 que venía apareciendo otra revista de corte similar impulsada en esta caso por laStandard Oil of New Jersey de Venezuela y la Lago Petroleum Corporation: El Farol, de la que la Shell toma buena parte de su orientación y con la que compite, si se quiere, sanamente.
Con base en el libro Londres en Caracas y la Haya en Maracaibo: retos empresariales de Royal Dutch Shell en la industria petrolera venezolana entre 1943-1958, de Alejandro E. Cáceres (2019), podemos afirmar que la Royal Dutch Shell, consorcio anglo-holandés fundado en 1907 tras la fusión de una compañía con sede en La Haya -dedicada a la exploración, producción y refinación de hidrocarburos- con una firma británica dedicada al transporte y la comercialización (con oficina central en Londres), se establece a partir de 1912 en Venezuela con la compra de la compañía Caribbean Petroleum Company, “que poseía el control de concesiones en un territorio inmenso, pero no capacidad para construir una torre”. Partícipe con limitaciones de los primeros 10 años de desarrollo de la industria cuando aún se producían 1.400 barriles diarios, que se incrementarán en 1914 con la perforación en Mene Grande del pozo Zumaque Nº 1 abriéndose con ello la posibilidad de exportación en 1917, todo cambiará en diciembre de 1922 con el reventón en Cabimas (Costa Oriental del Lago de Maracaibo) del pozo Los Barrosos 2, que llegará a producir 100.000 barriles de crudo diarios durante 5 días justamente en predios donde operaba la Shell. Esto permitirá que “Venezuela aparezca en el negocio petrolero mundial convirtiéndose para 1928 en el primer exportador y segundo productor del orbe”. Sin embargo, la poderosa Shell de entonces, que ejercía prácticamente el monopolio de la producción nacional, es contrarrestada por el gobierno de Gómez, “quien ofreció nuevas concesiones a la Standard Oil de Estados Unidos”.
Así, desde su establecimiento en Venezuela, la Shell adquiere nuevas compañías que sumarán once al final y se fusionarán entre 1953 y 1958. Para 1945 estas compañías representan más del 31 por ciento de la producción petrolera nacional (solo superada por Creole con 43 por ciento). Por otro lado, la Shell logra cubrir con lo que extrae en nuestro país el cuarenta por ciento de su producción mundial, la mayor proporción de sus concesiones en general; por ello, la empresa envía a Venezuela sus mejores talentos que después pasarán a ser directores gerentes en sus dos sedes de Caracas y Maracaibo.
Todo este introito, que nos ha servido para contextualizar brevemente el rol de la que fuera al inicio la más poderosa empresa petrolera radicada en el país, también nos permite detectar un momento en que la compañía hace más eficiente su funcionamiento a nivel nacional y, dentro de ello, decide también dar importancia a su promoción a través de la creación de un órgano que la facilitara, decantándose por otorgar peso a la difusión de la cultura venezolana de esos tiempos en los que Venezuela vivía una clara dictadura. De allí la aparición de una revista enfocada a temas diversos muy alejados de la política. No obstante, si bien la Revista Shell evadió siempre las manifestaciones de tipo ideológico en su contenido, logró dar cabida en medio de un ambiente represivo a destacadas firmas y a ampliar su alcance mucho más allá del tema petrolero siendo el arte, la literatura, el teatro y en un tono menor la arquitectura motivos de especial interés, compitiendo con la economía, la geografía, la historia, el folklore y la biología.
1. Algunas fotografías provenientes del Archivo Fotográfico Shell publicadas previamente en la Revista
Fue notoria la aparición de secciones tales como la dedicada a “Pintores Venezolanos” y en especial, a partir del número 4, al “Arte Fotográfico” (creándose desde el nº 15 la denominada “Foto del mes” que luego cambiaría por “Nuestra foto” en el nº 28), y que tiene en el artículo de Alfredo Boulton aparecido en el nº 3 titulado “¿Es un arte la fotografía?” su punto de partida. De tal modo, se puede afirmar que el archivo que logró acumularse constituye una de las colecciones fotográficas de mayor valor en Venezuela, reflejo de la vida urbana y social de la década de los 50 y de los paisajes que constituyen el país. Conformado por aproximadamente 16.608 fotografías de valor artístico, el archivo fue donado en 1968 a la Universidad Católica Andrés Bello, específicamente al Centro de Investigación de la Comunicación (CIC). Carlos Herrera, Leo Matiz, Pedro Maxim, Ricardo Espina, Zoltan Karpati, Gediminas Orentas, Walter Wachter, Paul Rupp, Juan A. Martinez Pozueta, Luis Noguera, Graziano Gasparini, Juan Francisco Hernández, Iván Petrovski, Mariano de Aldaca y Carlos E. Puche son algunos de los fotógrafos que publicaron sus imágenes allí.
2. Algunas de las portadas de la Revista Shell
La Revista Shell, que circulará entre 1952 y 1962, fue una publicación, al igual que El Farol, subsidiada para su distribución gratuita que además podía ser adquirida por el público en general a través de una suscripción. En su primer año apareció en cinco ocasiones, pero a partir del segundo regularizó su periodicidad trimestralmente (4 números con salida en marzo, junio, septiembre y diciembre), llegando a alcanzar un tiraje que osciló entre los 17.000 y los 26.000 ejemplares pudiéndose asumir los 20.000 como promedio. Sus medidas se mantuvieron en el tiempo siguiendo un formato aproximado de 31 x 23 cms y el número de páginas estuvo entre las 50 y las 60. Durante sus 11 años de existencia alcanzó en total 45 números.
El director fundador de la Revista Shell fue el escritor, poeta, político y diplomático venezolano Vicente Gerbasi, quien ejerció el cargo solamente durante los primeros dos números de enero y febrero de 1952. Luego le seguirían: Eligio Alcega (interino que se encargó del nº 3 -junio 1952-); el escritor, periodista y abogado Julián Padrón (números 4 -octubre 1952- al 12 -septiembre 1954-); el abogado, escritor, poeta y político José Ramón Medina (números 13 -diciembre 1954- al 30 -marzo 1959-); cerrando el ciclo el escritor, periodista e historiador Guillermo Morón (números 31 -junio 1959- al 45 -diciembre 1962-), lo cual habla a las claras del alto nivel que alcanzó una publicación dirigida por tan destacados humanistas que además fueron asiduos colaboradores. Como complemento a ello cabe señalar que en la revista, además, publicaron intelectuales y artistas de la talla de Juan Liscano, Arturo Uslar Pietri, Miguel Acosta Saignes, Juan Nuño, Ramón Díaz Sánchez, Marco Aurelio Vila, Aquiles Nazoa, Ida Gramcko, Adriano González León, Pedro Grases, Carlos Raúl Villanueva, Mariano Picón Salas, Gloria Stolk, Juan Calzadilla, Carlos Manuel Möller, Alejandro Otero, Jacobo Borges o Alfredo Boulton, entre otros.
En particular, el número 1 de la Revista Shell tuvo como director artístico a Santiago Riola, un tiraje de 17.000 ejemplares y 53 páginas. La portada, dada su aparición en enero de 1952, estuvo ilustrada por una reproducción del cuadro “Reyes Magos” del pintor Marcos Castillo impresa por Miangolarra Hnos. mientras que la tripa estuvo a cargo de Cromotip. El número 2 de febrero, siguiendo con el tono alegórico a las fechas, tuvo en su portada el cuadro “Carnaval” de Armando Barrios y como referencia de la permanente preocupación por el diseño de parte de sus editores, para la carátula del nº 35 se reprodujo una serigrafía de Jesús Soto.
El Sumario de aquel primer número lo conformaron los siguientes textos, artículos o reseñas: “De Andrés Bello a la crítica actual”, Mariano Picón Salas, pp. 4-9; “Biografía del antiquísimo toro”, Juan Liscano, pp. 10-16; “¿Se encuentra el porvenir del cine en manos de los pintores?”, Gastón Diehl, pp. 17-25; “Tamborón, teatrillo de títeres”, Sin firma, pp. 26-32; “La casa del hombre en la ciudad”, André de Raunies, pp. 33-41; “Carga la burra”, Miguel Acosta Saignes; pp. 42-44; “Juan Liscano. Folklore y cultura”. (Reseña bibliográfica), M.A.S., p. 45; “Ramón Díaz Sánchez. Guzmán, elipse de una ambición de poder”. (Reseña bibliográfica), pp. 45-46; “Benjamín Carrión. El nuevo relato ecuatoriano”. (Reseña bibliográfica), César Dávila Andrade, pp. 47; “George S. Murdock. Outline of South American Cultures”. (Reseña bibliográfica), p. 48; “Julio De Armas, J. A. Mata de Gregorio y Miguel Acosta Saignes. Tres trabajos presentados en la I Convención de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia”. (Reseña bibliográfica), L. D., pp. 48-49; “Rodolfo Moleiro. Reiteraciones del bosque y otros poemas”. (Comentario bibliográfico. Sección “El libro de actualidad”), Juan Sánchez Peláez, p. 52.
3. Portada y Sumario del nº 3 de la Revista Shell, junio1952, donde apareció en breve ensayo «El Sentido de nuestra Arquitectura Colonial» de Carlos Raúl Villanueva. También con la firma de Miguel Ágel García bajo el título «La Guaira a Caracas» se presentó una documentada descripción acompañada de impactantes fotografías de las obras de la autopista Caracas-La Guaira.
La arquitectura, como ya adelantamos, también estuvo presente en la Revista Shell siendo tal vez el más importante texto aparecido allí, referencia dentro de la historia de la disciplina, el escrito por Carlos Raúl Villanueva titulado “El sentido de nuestra arquitectura colonial” para el número 3 (junio 1952, pp. 16-22). También fueron publicados allí, entre otros: el Trabajo Especial preparado por Mateo Manaure y Carlos Celis Cepero para el IX Congreso Panamericano de Arquitectos titulado “Puntos para un esquema general de la arquitectura en Venezuela” (nº 16, 1955); “Machu Pichu” de Graziano Gasparini (nº 39, 1962); “La arquitectura y el mobiliario en Venezuela (en la época de la Independencia)” de Carlos Manuel Möller (nº 34, 1960); y “Arquitectura del paisaje” de Eduardo Robles Piquer (nº 40, 1961). En cuanto a imágenes aparecieron excelentes fotografías de la Ciudad Universitaria de Caracas, la arquitectura de Richard Neutra, el Parque del Este, jardines diseñados por Roberto Burle Marx y los del hotel Maracay de Luis Malaussena, así como numerosas ilustraciones sobre nuestra arquitectura colonial.
4. Portada y página de presentación del director Guillermo Morón de los Índices Analíticos de Diez años (1952-1961) de la Revista Shell realizados bajo la responsabilidad de Domingo Miliani.
La Revista Shell, siempre editada por la Compañía Shell de Venezuela, fue objeto a lo largo de sus 11 años de vida de la elaboración de dos Índices Analíticos: uno en 1955, cuando cumplió cinco años y alcanzaba 20 números, a cargo de Oscar Sambrano Urdaneta en momentos en que el poeta José Ramón Medina era el director; otro en 1961 al llegar a los 10 años y arribar al número 41 de manos de Domingo Miliani con el historiador Guillermo Morón como director. Del segundo de ellos que se encuentra en https://docplayer.es/146606537-Revista-shell-de-diez-anos.html es de donde hemos obtenido la casi totalidad de la información que aquí recogimos el día de hoy. De su Introducción titulada «El presente índice» rescatamos, para terminar, lo siguiente: “La Revista Shell constituye para Venezuela -y para América- un modelo de publicación miscelánea en el terreno cultural. La variedad temática de sus artículos hacen de ella un factor primario de consulta en los ramos más disímiles de la actividad humana”.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal, 2 y 3. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad