
Venezuela, a pocos meses del derrocamiento de la dictadura perezjimenista, participa en Bruselas (Bélgica) como parte de los 43 países extranjeros que, junto al anfitrión, 2 colonias y 8 organizaciones internacionales, se mostraron en la primera Exposición Universal organizada después de la Segunda Guerra Mundial lo cual marcó la reanudación de eventos de esta categoría, suspendidos desde Nueva York 1939.

Expo Bruselas 58 al situarse en plena posguerra sirvió para que los gobiernos de los aliados de Europa Occidental aprovechasen para demostrar sus éxitos y prosperidad posbélicos, mientras que los países del Eje -Alemania, Japón e Italia- vieron en ella una oportunidad de lavar su imagen internacional. Sin embargo, lo más destacado entre la general exuberancia de la feria fue la tensión evidente entre Estados Unidos y la Unión Soviética quienes, como protagonistas de lo que se conoció como la Guerra Fría ya desatada para entonces, utilizaron sus respectivos pabellones para promover su antagonismo político, mostrar sus avances científicos y tecnológicos y hacer pulso en cuanto a su poderío armamentista e influencia internacional. Muchos recuerdan esta situación como similar a la que se presentó en la Exposición Internacional de París (1937) entre la Unión Soviética y la Alemania nazi de la cual sus respectivos pabellones representativos fueron también un claro reflejo de la crispación política e ideológica existente en el momento.

Propuesta originalmente para 1947 y aplazada inicialmente para 1955, la exposición se convirtió en un lugar para exaltar las posibilidades de la convivencia humana a la sombra de la amenazante destrucción nuclear. Identificada con el lema “Por un mundo más humano”, símbolo en sí mismo del mensaje pacifista que se quería colocar en el corazón del evento, la feria belga, abierta entre el 17 de abril y el 19 de octubre, se ubicó en un recinto de 200 hectáreas en la meseta de Heysel, a 7 kilómetros del centro de Bruselas. Muchos de los edificios utilizados fueron construidos originalmente para la exposición internacional de 1935 pero su extensión se amplió en un 50% debido a la incorporación del Parque Real de Leaken que dio cabida a un número importante de nuevas edificaciones. Su costo total, según las autoridades de la Expo, fue de 43.4 millones de dólares y recibió la visita de cerca de 42 millones de personas a lo largo de los 185 días que duró su apertura.


En términos generales, la Expo 58 ofreció un verdadero rango de las múltiples tendencias del paisaje arquitectónico de los años cincuenta. Sin embargo, el debate se ha centrado en precisar si lo allí mostrado no fue sino una vuelta de tuerca más para comprobar el ya decadente uso indiscriminado y tergiversado de los códigos propios del “estilo internacional” como sustituto del “modernismo” (caracterizados ahora por la transparencia, la dinámica de las superficies curvas y las construcciones suspendidas), sumados a la permanente búsqueda de efectos asociados a muchas “acrobacias neo-expresionistas” y a la superficialidad propia que toda feria impone. Por otro lado, ofrece una clara oportunidad para valorar posibilidades técnicas ilimitadas y, por lo tanto, los esfuerzos para dar la impresión de entrar en una nueva era donde el “progreso” vuelve a ser el protagonista. En este marco, quizás valga la pena recordar dos piezas como claras excepciones que confirman la regla: el pabellón de España (obra de José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún), que ocupa un lugar muy destacado dentro de la arquitectura del siglo XX de ese país y el Pabellón Philips, donde Le Corbusier manifiesta su particular interpretación de la integración de las artes bajo el ropaje de una inusual utilización de la tecnología constructiva. Caso emblemático pasó a ser con el tiempo el Atomium, símbolo de la Expo, diseñado por André Waterkeyn cuya presencia aún hoy llama la atención en la ciudad.
Paradójicamente, en Bruselas también se colocó de nuevo sobre el tapete la cuestión de si una exposición universal podría seguir siendo un medio de comunicación adaptado a nuestros tiempos. Algunas partes de la muestra, así como otras contribuciones, trajeron a la mente enfoques del siglo XIX. La presentación de las colonias belgas en un período de descolonización (el Congo se independizó dos años más tarde), así como los modelos de eventos arquitectónicos de una pequeña ciudad belga o la «Pequeña Holanda» del Pabellón holandés con reconstrucciones diques, faros y la simulación del oleaje, revivieron una puesta en escena que se creía superada.
En lo concerniente a la representación venezolana, lo primero que salta a la vista es la cercanía de las fechas entre la caída de Pérez Jiménez y el inicio de la Expo, lo cual nos hace presumir que la decisión de participar ya venía siendo manejada por el régimen defenestrado y que pudo lograrse gracias a una curiosa demostración de continuidad y tino político de parte de una administración que, apostando a la democracia como forma de gobierno, buscaba dar una imagen fresca y novedosa alejada de la tiranía que la precedió.
El pabellón nacional será diseñado por Dante Savino, formado en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela quien, a causa del cierre de la Universidad en 1952, concluye el último año de estudios en Firenze, Italia, donde obtiene el título en 1954. Nos encontramos pues, en presencia de un criterio de selección que, precedido por las actuaciones de Villanueva y Malaussena en París (1937), y de Alejandro Pietri (Santo Domingo -1955-) y Guido Bermúdez (Berlín -1957-), prevalecerá hasta hoy en día dejando atrás la costumbre instaurada desde la época de Guzmán Blanco de encargar a arquitectos foráneos el diseño de nuestros pabellones representativos.

La propuesta de Savino, ubicada en un lugar privilegiado dentro del conjunto de la feria, alejado a la vez de su zona más densa, bulliciosa y llamativa, nos permite apreciar una edificación horizontal, extendida, sin estridencias, de proporciones si se quiere modestas, conformada por una serie de piezas articuladas que se adaptan a la topografía y borde curvo del solar, logrando su mayor desarrollo por debajo del nivel de la calle permitiendo así la definición del acceso principal a través de un puente (que puede observarse en la fotografía que acompaña la postal del día de hoy) para dar así inicio a un recorrido en medio de patios sembrados con orquídeas que conducirán luego a un gran espacio de usos múltiples, integrado mediante una pérgola con una terraza que le sirve de expansión.


La muy bien lograda espacialidad se suma a un atinado criterio en cuanto al aprovechamiento de la luz, lo que permite valorar una ambientación vinculada a la tropicalidad del país que se representa, donde la utilización de las cubiertas destinadas a los dos espacios más importantes y las pieles tramadas que los envuelven juegan un papel fundamental, aspectos todos que hemos podido apreciar gracias a la información que nos suministrara Víctor Sánchez Taffur, a quien se le encomendó la realización de una maqueta que mostró el pabellón venezolano de Bruselas en la Exposición “Horta & after” montada en la FAU UCV el año 2005 (ver Contacto FAC, nº 39, 06-08-2017).


Los organizadores de la Expo, se refieren en el catálogo del evento (Guía oficial Exposition Universelle de Bruselas 1958 – Desclée & Co) al contenido del pabellón como una muestra de lo que el país puede ofrecer: “su arquitectura, la belleza de sus ciudades, el esplendor de su vegetación tropical y sus vastas riquezas industriales, minerales y agrícolas”. También remiten al “alto grado de industrialización que este país ha alcanzado (que) sin duda sorprenderá al visitante” y a la posibilidad de saber “que la refinación del petróleo (…) principal actividad industrial de Venezuela (…) sirvió como un trampolín para el desarrollo de otras industrias… (…) la mecanización agrícola y el aumento y racionalización de la cría, ayudados por la construcción de presas y sistemas de riego, han transformado este sector en uno de los principales activos del país”. Con respecto a la incorporación del arte y en busca de su no siempre lograda integración con la arquitectura, es bueno destacar que el pabellón incorporó en su recorrido, para así mostrarse a plenitud, obras de Soto, Narváez, Carreño, Leufert, Gego, Otero, Cruz-Diez, Pardo y Barrios. Ello permitió a la organización de evento declarar, no sin un cierto grado de ingenuidad y algo de verdad que: “El arte ha encontrado una nueva forma de expresión en este país donde, con la ayuda del clima, todo florece. Algo de la calidez y afecto de Caracas, la capital que se conoce como la ‘Ciudad de la Eterna Primavera’, ha sido infundida en este pabellón”.
ACA
Procedencia de las imágenes
Postal y 8. Colección Crono Arquitectura Venezuela
2. https://www.urbipedia.org/hoja/Exposici%C3%B3n_Internacional_de_Bruselas_de_1958
3 y 4. https://www.worldfairs.info/expolistepavillons.php?expo_id=14
5. Alayón J.J. «Naturalezas bajo cubierta. Los pabellones de Brasil, México y Venezuela en Bruselas 1958», Zarch, 2019
6, 7 y 9. Archivo de Víctor Sánchez Taffur
