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HA SIDO NOTICIA

Un nuevo hito para la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona

Escrito por Fabian Fejtiar

19 de diciembre de 2022

Tomado de https://www.archdaily.cl

La Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona ha iluminado los terminales en las torres de los Evangelistas Lucas y Marcos, celebrando así la culminación de estas dos nuevas estructuras que alcanzan los 135 metros de altura. Junto con la torre de la Virgen María, inaugurada en diciembre del 2021, quedan finalizadas 3 de las 6 torres centrales.

Esteve Camps, Presidente delegado de la Junta Constructora del Temple Expiatori de la Sagrada Família, señala que «la Sagrada Familia actualmente fija sus esfuerzos en la finalización del núcleo de las torres centrales (…) a finales del año 2023 prevemos haber culminado las torres de Mateo y Juan, lo que nos permitiría inaugurar todo el conjunto de los Evangelistas».

Como proyectó Gaudí, los remates de las torres representan a los evangelistas con la figura correspondiente del tetramorfo. El pasado viernes 16 de diciembre, se han iluminado la escultura del buey, que culmina la torre del Evangelista Lucas, y la escultura del león, que representa al Evangelista Marcos.

Las figuras del tetramorfo hechas de mármol de Tasos son obra del escultor Xavier Medina Campeny. Las alas superiores, elemento común para las cuatro torres de los Evangelistas «están generadas con la última geometría reglada que utilizaba Gaudí, un gran hiperboloide elíptico», indica Jordi Faulí, arquitecto director de la Sagrada Familia.

A través de comunicado de prensa, señalan que la previsión es finalizar la torre de Jesucristo en el 2026, coincidiendo con el centenario de la muerte de Antoni Gaudí. Ese mismo año, está previsto que Barcelona sea la Capital Mundial de la Arquitectura (UIA-Unesco).

ACA

VALE LA PENA LEER

Genios desvelados

Sobre Guastavino y Gaudí

Eduardo Prieto

31/01/2021

Tomado de arquitecturaviva.com

Uno de los atributos del genio es caer en el olvido. El olvido causado por la incomprensión del presente, que es también el olvido del que acaba rescatándolo la posteridad. El olvido provisional, sin drama, al que descendieron personajes que hoy forman parte del Olimpo, desde Velázquez hasta Lautréamont, desde Borromini hasta Tesla, y al que bajaron también los dos arquitectos borrosos a los que dos libros recientes ayudarán a perfilar con más precisión: Rafael Guastavino y Antoni Gaudí.

Aunque a su muerte en 1908 los periódicos estadounidenses lo calificaran de ‘arquitecto de Nueva York’, Rafael Guastavino pasó pronto al limbo de la arquitectura, y los nuevos tiempos de la modernidad amnésica lo retuvieron en él. No fue hasta la década de 1980, con la nueva sensibilidad patrimonial, que el personaje volvió a valorarse como lo que siempre fue: el testimonio genial de la tradición inventiva del denostado siglo XIX. Consecuencia de esta resurrección fueron las monografías que dieron cuenta de su imaginación constructiva y olfato empresarial, y recopilaron los datos claves de su biografía. Con todo, Guastavino no consiguió calar en el imaginario colectivo: siguió siendo un nombre famoso al que resultaba muy difícil ponerle cara.

Es probable que A prueba de fuego, la novela que Javier Moro ha dedicado a la familia Guastavino, contribuya a darle carne y huesos a esa sombra historiográfica que en parte sigue siendo el arquitecto nacido en Valencia en 1845. No sólo por la eficacia de la escritura de Moro, sino sobre todo por el trabajo de investigación que ha permitido desenterrar las cartas personales del artífice y construir con ellas un relato donde la exposición atinada de los hechos se enriquece con la revelación de las peripecias íntimas.

Moro describe bien el periodo de formación de un Guastavino talentoso y precoz —aunque nunca incomprendido—, y retrata los indiscriminados escarceos amorosos —hijos ilegítimos de por medio— que le llevaron a un callejón sin salida personal y profesional: el mismo que le hizo embarcarse hacia los Estados Unidos con 39 años y sin saber apenas inglés.

En el efervescente país de las oportunidades, Guastavino encontró un campo abonado para desarrollar su inventiva. Lo hizo extrapolando la construcción con bóveda tabicada típica del Levante español —el ‘Guastavino System’ que patentó en 1885— a los tipos exigidos por la modernidad americana: puentes, estaciones, iglesias. El fruto fueron los más de trescientos edificios en Nueva York que Gustavino levantó primero solo y después junto a su hijo homónimo y en cierto sentido rival, entre ellos la mítica Penn Station —donde colaboró con sus amigos McKim, Mead y White—, el Great Hall de la isla de Ellis o el metro de Manhattan.

Las virtudes del sistema Guastavino eran la eficacia estructural, la adaptabilidad tipológica y la resistencia al fuego, y su inventor supo sacar partido de ellas, convenciendo antes a los técnicos reticentes mediante pruebas espectaculares, como aquella que da título al libro, en la que un tramo de bóveda sometida a una carga de doscientos kilos por pie cuadrado se hizo arder hasta los mil grados durante cuatro horas, sin que se resintiese.

Aunque sirva también para perfilar a un personaje tan célebre como en realidad poco conocido, Yo, Gaudí, es un libro muy distinto al anterior. Su autor, el director de orquesta Xavier Güell —tataranieto del mecenas de Gaudí—, continúa en él la vía introspectiva de obras anteriores como La música de la memoria, para dar voz a un Gaudí que escribe en primera persona sobre sus anhelos y decepciones. El resultado es una semblanza muy bien construida merced a un lenguaje exquisito aunque por fuerza un tanto impostado que evoca aspectos desconocidos de la vida del maestro y sirve a la postre para iluminar al hombre real que se sigue ocultando tras el glorioso pero arcano nombre de ‘Gaudí’.

A prueba de fuego

Javier Moro

Editorial Espasa

2020

424 páginas

Yo, Gaudí

Xavier Güell

Editorial Galaxia Gutenberg 

2019

300 páginas

ACA

ES NOTICIA

La Sagrada Familia consigue la licencia de obras 137 años después

Grego Casanova

7 de junio, 2019

Tomado de El País

El patronato tendrá que pagar 4,6 millones de euros por regularizar las obras comenzadas en 1882.

La Sagrada Familia ha obtenido el pasado viernes 7 junio la licencia de obras del Ayuntamiento 137 años después de que se colocara su primera piedra. El patronato tendrá que pagar 4,6 millones de euros por el permiso para la gran rehabilitación aprobado por la Comisión de Gobierno del ayuntamiento, que establece el terreno edificable en 53.495 metros cuadrados.

La teniente de alcalde de urbanismo, Janet Sanz, ha celebrado haber completado uno de sus objetivos de legislatura más relevantes: “conseguir acabar con una anomalía histórica en nuestra ciudad”. Sanz ha explicado que la basílica tendrá que pagar “como todo el mundo y sin ningún tipo de privilegio” y que será el Instituto Municipal de Hacienda el que determine la forma de pago.

La Junta Constructora de la Sagrada Familia tendrá que abonar 4,6 millones al ayuntamiento de la capital por el Impuesto de construcciones, instalaciones y obras (ICIO), y por las tasas de licencia de obras. El permiso que pone en orden el templo modernista establece un máximo edificable en 172 metros de altura y determina la parcela en 53.495,61 metros cuadrados, 41.026,29 sobre suelo, y dos plantas de sótano.

En paralelo, el ayuntamiento ha determinado el principal uso del templo como centro de culto visitable, y delimita a 378 metros el espacio para uso comercial, al que se tendrá acceso solo desde el interior de la propia basílica.

La licencia ha sido concedida en los últimos días del mandato de Ada Colau, después que fuera solicitada hace más de 130 años al consistorio de Sant Martí Provençals en el año 1885. El acuerdo entre consistorio y patronato llega después de que en octubre de 2018 el gobierno Colau y el templo pactaran regularizar las obras: el templo pagará 36 millones en 10 años para compensar el gasto que genera a la ciudad, y el Ayuntamiento aprobó un plan especial urbanístico para las obras. La basílica es uno de los monumentos con más afluencia turística de España, con 4,5 millones de visitas en el interior y alrededor de 20 millones que la contemplan desde fuera. El incremento en el número de visitantes ha alterado de forma sustancial el uso del espacio público, y el transporte público se ha visto sensiblemente afectado. Con el objetivo de mejorar los servicios ciudadanos y el mantenimiento del espacio, de los 36 millones acordados, 22 de ellos irán destinados a la ayuda al transporte público, siete a mejorar los accesos al metro, cuatro a reurbanizar las calles que rodean la basílica, y tres destinados a sufragar servicios de limpieza, vigilancia y agentes cívicos.

ACA