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Alejandro Chataing (1873-1928) a quien Mariano Picón Salas en su libro Los días de Cipriano Castro calificó como “el gran constructor del régimen”, le imprimió a la Caracas que recién entraba al siglo XX y aún no había empezado a desarrollar su proceso de urbanización, relieve y lucimiento a través de un grupo de construcciones que formaban parte del plan de realizaciones de El Cabito.
Graduado de Doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas en 1893 que lo habilitaba para ejercer la ingeniería, Chataing se ubica entre ese grupo de profesionales que sin duda mostraban una clara vocación por la arquitectura la cual también estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes. Así, en 1894 a los 20 años gana su primer concurso para la realización de las fachadas del Mercado Principal de San Jacinto, para luego entrar a trabajar en el Ministerio de Obras Públicas donde se le presenta la oportunidad de acrecentar su experiencia y aprender mejor el oficio colaborando con su maestro Juan Hurtado Manrique, quien vivía la etapa final de su carrera, “en la construcción de varias edificaciones tales como: el Hospital de Niños, los edificios de La Francia y la Farmacia Normal, el proyecto del Cenotafio de Miranda (en el Panteón Nacional), el proyecto no construido de la columna que en honor de mártires patriotas se pensaba erigir en Puerto Cabello, la Escuela Primaria de Puerto Cabello, premiada en concurso” (todo ello según https://iamvenezuela.com/2019/05/alejandro-chataing-pieza-clave-de-la-arquitectura-en-la-venezuela-de-entresiglos/), y muy particularmente el Arco de la Federación (1895).




Chataing quien “relevó y heredó de Hurtado no sólo sus conceptos y la maestría de sus proyectos, sino también su biblioteca, e incluso la cartera de clientes (…) para 1897 ya era presidente de la Sociedad de Arquitectura y Construcción de Venezuela y miembro de la Sociedad de Arquitectos Franceses” y tendrá la ocasión de realizar obras excepcionales una vez que Castro tome el poder en 1899 y lo ejerza hasta 1908. A ellas se entrega con dedicación y las concibe y realiza a una velocidad pasmosa echando mano hábilmente de todos los estilos posibles que su visión ecléctica e historicista es capaz de combinar, asociando cada uno a su respectiva función, incorporando en algunos casos nuevos materiales e innovaciones constructivas que permanecen ocultas tras la parafernalia decorativa. Entre las obras más resaltantes de ese período se encuentran: la reforma de la fachada del Panteón Nacional (1904), Villa Zoila (1904), el Teatro Nacional (1905), el Palacio de Gobernación y Justicia (1905), la Academia Militar de La Planicie, ganada por concurso en colaboración con el arquitecto Jesús María Rosales Bosque (1905), la Academia de Bellas Artes (1905), el Lazareto de la isla de la Providencia en el Lago de Maracaibo (1906), el Ministerio de Hacienda y Crédito Público (1907) y el Cuartel de Policía (1907), las cuales constituyen el mejor retrato de la época.
Juan Pedro Posani, quien le dedica a Chataing algunas páginas dentro del capítulo “Continuidad del Eclecticismo” en Caracas a través de su arquitectura (1969), afirmará: “Las ideas tipo (para cada función el estilo más apropiado, aceptar los nuevos materiales pero no exhibirlos) se encarnan en las obras con absoluta fidelidad. Las más conocidas no revelan, en realidad, un talento especial. Pero en otras, como por ejemplo en la Academia Militar de La Planicie, concebida en ‘estilo militar florentino’, ciertos episodios internos (el patio de honor particularmente) así como la integridad de forma de las fachadas, demuestran que Alejandro Chataing (salvando todas las diferencias de situaciones) no estaba muy apartado del camino que otros arquitectos en el mismo momento, recorrían en América Latina. En todo caso, hay que apreciar en su justo valor el esfuerzo material, intelectual y organizativo que significó el proceso de adecuación a los modelos internacionales a que fue sometida la construcción criolla, por iniciativa de Chataing”.
De 1905 será, también, la Casa de Baños de El Valle, cuyo delicado dibujo de la fachada ilustra nuestra postal del día de hoy, pieza si se quiere menor pero que muestra la habilidad propositiva de Chataing y recoge buena parte del repertorio estilístico seleccionado para la ocasión. Destaca en este caso la combinación de neo-morisco (que luego reaparecerá en el Nuevo Circo de Caracas) con la ligereza proveniente del uso del columnas de hierro que utilizó en Villa Zoila, patentes en el elemento central de la composición, dando como resultado una edificación de gran sobriedad que tanto en los extremos como en la solución de las cubiertas retoma elementos propios de “la pajarera de los trópicos”, calificación que Picón Salas en el libro ya señalado dará a la casa de la pareja presidencial.

En El Cojo Ilustrado nº 329 de junio de 1905 aparece una fotografía y una nota que apunta lo siguiente: “La casa de baños recientemente construida en el vecino pueblo de El Valle, llena todas las exigencias y posee las comodidades que dichos establecimientos reclaman. Su construcción es elegante y sólida como se verá en la copia con que adornamos una de nuestras columnas”. De la imagen (obtenida a través de https://mobile.twitter.com/cojoilustrado/status/1167079885707329536) se puede deducir que el proyecto elaborado por Chataing (de quien curiosamente no se hace mención por ningún lado) sólo fue construido parcialmente, prescindiéndose en buena medida de los elementos que lo conformaban, lo cual obligaría a indagar aún más acerca de las razones por las que ello pudo haber ocurrido. El destino definitivo del edificio en el tiempo sería otra incógnita interesante a despejar.


Chataing, que continuará su exitosa carrera una vez Gómez tome las riendas del país en 1908, sumará a los casos ya apuntados, el diseño de la Biblioteca Nacional (1910); el Archivo General de la Nación (1912); el ya mencionado Nuevo Circo de Caracas (1919); el monumento del Campo de Carabobo, en colaboración con Ricardo Razetti (1921); los hoteles Paraíso -no construido- (1913) y Palace (1921), ambos en Caracas, así como La Alemania (1913) y Miramar en Macuto (1928); el National City Bank de la esquina de Sociedad (1917); el Banco de Venezuela de Sociedad a Traposos (1924); la Casa Boulton (quinta Las Acacias) en El Paraíso (1912); los teatros Ayacucho (1925), Capitol (1921) y Princesa (Rialto) (1917); y la Iglesia San Agustín (1930).
Posani, refiriéndose de nuevo a Chataing resaltará la importancia que alcanzó su papel como profesional de la arquitectura en la vida caraqueña entre 1900 y 1925. “Cualquiera que haya sido el mecanismo que lo ubicó tan cerca de las palancas del poder durante tanto tiempo, fue un hecho nuevo e importante, en nuestro país, el que un arquitecto (o un ingeniero considerado por los demás y por sí mismo como arquitecto) desempeñase de una manera tan reconocida, pública y sostenida la tarea de diseñar edificios públicos que modificaron substancialmente el paisaje urbano. Igualmente la amplitud y la variedad de los temas funcionales que se someten a su estudio son tan grandes que con ellos ya se anuncia la nueva realidad profesional en la cual el arquitecto tiende a asumir como una tarea propia la solución de problemas enteramente nuevos, en realidad de ‘todos’ los problemas de la ciudad. El paso paulatino de los temas convencionales a una mayor riqueza de directrices es uno de aquellos primeros indicios de novedad que mencionábamos anteriormente. (…) Junto con la expansión hacia El Paraíso, las nuevas formas de transporte y las viviendas prefabricadas importadas, la arquitectura de Chataing, ostentosa pero nunca frívola, constituye el acento más definido de la Caracas del primer cuarto de siglo”.
ACA
Procedencia de las imágenes
2, 3, 4, 6 y 7. Colección Crono arquitectura Venezuela
5. El Cojo Ilustrado, nº 329, junio 1905
… que el 19 de diciembre de 1925 se inaugura el Teatro Ayacucho, Caracas?

Cuando la semana pasada repasábamos la fructífera trayectoria del Alejandro Chataing (1873-1928) saltaba a la vista el hecho de haber desarrollado diferentes tipologías de edificaciones públicas, muchas de ellas ubicadas en el casco central de Caracas. Hay una en particular a la que prestaremos atención el día de hoy: la conformada por salas de entretenimiento (teatro, cine o ambas) con importantes aforos y diversas condiciones que van del Teatro Nacional (1905) al Ayacucho (1925) pasando por el Princesa (luego Rialto y hoy Bolívar) (1917) y el Capitol (1921).


Una revisión rápida permite detectar una interesante evolución, ubicándose en los extremos temporales los dos mejores ejemplos (el Nacional y el Ayacucho) que, sin embargo, se distancian el uno del otro en cuanto a expectativas, valor representativo y condiciones contextuales a las cuales se debía responder. Quizás valga la pena remarcar que el Teatro Nacional se trató de un encargo procedente del régimen de Cipriano Castro mientras el resto obedecieron a iniciativas particulares de diferente tenor. En otras palabras, el Nacional (terminado en 1905), ubicado en un terreno en esquina que le permitió a Chataing resolver un objeto autónomo, buscó emular las realizaciones llevadas a cabo por Guzmán Blanco el siglo anterior. Los otros tres ejemplos no tenían tan elevadas aspiraciones. Resueltos entre medianeras sólo la respuesta hacia la calle demandó la consideración del tratamiento en fachada donde una vez más Chataing despliega diversidad de opciones provenientes de su habilidad para manejar códigos de la más variada procedencia, con la única finalidad dar a entender que se trataba de edificios destinados para el uso en cuestión.

Los aforos, absolutamente ligados a las dimensiones de los solares, son otro dato interesante a considerar. En tal sentido llama la atención el hecho de que el Teatro Ayacucho (diseñado para 1300 espectadores) duplique la capacidad del Teatro Nacional (664 asientos) cifra que también fue superada por el Princesa (710). Sin duda el primero fue pensado para resolver un problema donde la funcionalidad y aprovechamiento al máximo del lote fue una variable impuesta por un propietario (V. Vallenilla Lecuna) que buscaba sacar el mayor provecho de la inversión hecha predominando la austeridad en el tratamiento de los espacios interiores (platea, balcón y gradería), mientras el segundo tenía aspiraciones de gran teatro “a la francesa”, lo que se evidencia en el diseño del vestíbulo (donde destacan las escaleras de acceso a los palcos) y de la espacialidad de la sala principal (en forma de herradura que determina la solución perimetral de las galerías de los dos pisos superiores) junto a detalles tales como el plafond del techo decorado por Antonio Herrera Toro, la lámpara central y el recargado tratamiento de los balcones.
Por el hecho de tratarse de espacios destinados a la presentación de espectáculos que albergaban numeroso público, las salas diseñadas por Chataing ofrecen la posibilidad de detectar el uso de sistemas estructurales mixtos donde la utilización del hierro empieza a tener claro protagonismo a la hora de salvar grandes luces. También permiten hacerle seguimiento el desarrollo que tuvo la aparición del cine en la capital en momentos en que la ciudad apenas sobrepasaba los 100 mil habitantes y descubría una nueva forma de entretenimiento que animaba la vida social.
Así, las crónicas señalan que el teatro Princesa (1917) fue “la primera sala para proyección cinematográfica de la capital” y que el Ayacucho (1925) se convirtió en “el primer teatro-cine de América del Sur” y “hacía alarde del más moderno sistema de proyección” en momentos en que el cine sonoro empezaba a desplazar al cine mudo. De hecho se conoce que entre 1925 y 1931 el teatro Ayacucho engalanaba las noches de estreno con su orquesta “aumentada a 40 profesores” para realizar la adaptación de muy variados programas musicales a los filmes exhibidos, y que en el Princesa hasta 1920, cuando aparecieron las máquinas que permitieron la sincronización del sonido con la imagen, era también una orquesta la que servía de telón de fondo a las proyecciones.

De la página “Historia del cine en Venezuela” (https://historiadelcineucab.blogspot.com/2016/04/teatro-ayacucho-de-su-origen-y.html) rescatamos: “La premisa básica del Teatro Ayacucho era dar un espacio a los ciudadanos para su esparcimiento y consumo cultural, principalmente se buscaba ofrecer distintos eventos artísticos relacionados con las escenas. Y funcionaba perfectamente, su distribución permitía que todas las personas pudiesen acceder al lugar y presenciar lo que ahí sucedía. Tenía una platea, un balcón y una gradería, también había camerinos y una tramoya, pero estos espacios fueron eliminados y el espacio cambió un poco”. En 1929 mediante un sistema de cooperación comercial con el Almacén Americano (propiedad de William H. Phelps e importador de los nuevos sistemas de sonido), se proyectaron en las salas del Ayacucho las películas “Ramona” con Dolores del Río (1928, Artistas Unidos), “La dama misteriosa” con Greta Garbo (1928, Metro Goldwyn Mayer) y, posteriormente, “Canción de Amor” (1929, Art Cinema Corporation), película esta última que se promocionaba junto al disco de RCA Víctor en el que Lupe Vélez (la protagonista) interpretaba el tema central el cual podía adquirirse en el Almacén Americano.

Por tanto, la inauguración del Ayacucho fue todo una evento dentro de la dinámica urbana de la capital y una clara demostración de la pujanza de una ciudad que empezaba a percibir el impacto de la aparición del petróleo. Como señala Iván González Viso en Caracas del Valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (2015), “Fue edificado sobre bases coloniales, en una parcela alargada, frente al Congreso Nacional (al oeste), en pleno casco colonial. Su fachada evidencia una composición simétrica y referencias al academicismo francés. Destaca un gran arco apoyado sobre dos cuerpos sobresalientes que enmarcan el acceso principal, que se ve magnificado por cuatro columnas y una escalinata que conducía al hall de acceso”.
Volviendo a la inevitable comparación entre el Nacional y el Ayacucho, los dos más importantes teatros de Chataing, Beatriz Meza Suinaga en “Notas sobre arquitectura de Rafael Seijas Cook”, ponencia presentada en la Trienal de Investigación de la FAU UCV (2011), al repasar los escritos del “arquitecto poeta”, destaca particularmente una entrevista que le realizara a Chataig la cual daría origen al ensayo “Intervius de Élite. Causerie a Chataing” (Élite, agosto de 1926) donde luego de una serie de disquisiciones preliminares es curiosamente el entrevistado (Chataing) quien interroga al entrevistador (Seijas Cook) acerca de cuál de sus obras le gusta más, “quien indica la Sala de Espectáculos del Teatro Nacional por considerar bello el conjunto y ‘…el plafond evocador; y la empolvadísima araña un calderón de luminosa musicalidad…’ pero a su vez aprovecha para preguntar en relación con la demolición del balcón apenas inaugurado el coso, mas ante la indecisión de Alejandro Chataing para responder añade ‘…¿los cantilivier que los soportaban estarían bien equilibrados?…’ (…) En relación con el Teatro Ayacucho dice ‘Demasiado americano, un afán de multiplicar en logias, una encima de las otras, sus asientos … Su ‘Nacional’ sublima el alma; su ‘Ayacucho’ con su red de vigas de dimensiones brutales, la aplasta. Hace pensar en cargas y resistencias y pesos. El primero, es concepción de un arquitecto completo… El segundo, de un Ingeniero, un calculador, un empresario’. Queda establecida la diferencia entre el ingeniero frío y calculador y el arquitecto, quien es un artista que trabaja en función del ‘alma’, concluyendo Seijas que Chataing es ‘…el colega a quien más le debe la Caracas urbana y la Caracas suntuaria’ ”
Declarado Monumento Histórico Nacional según Gaceta Oficial nº 35.441 del 15 de abril de 1994, el Ayacucho dejó de funcionar como teatro a raíz de una desafortunada intervención que se le hiciera en la década de 1990 con el fin de albergar locales comerciales y múltiples salas de cine. Aunque su fachada aún aguanta los embates del tiempo y ofrece una cierta dinámica urbana, ha perdido totalmente el encanto de la época en la que fue construido quedando su esplendor de antaño sólo en el recuerdo de los ciudadanos que lo conocieron.
ACA
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2. https://twitter.com/CIVoficial/status/1494471372638244873 y Colección Crono Arquitectura Venezuela
3. http://guiaccs.com/obras/teatro-nacional/ y http://guiaccs.com/obras/teatro-ayacucho/
4. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad
5. https://www.pinterest.com/pin/285415695110787754/ y http://guiaccs.com/obras/teatro-ayacucho/

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Cuando en 1930 el Benemérito Juan Vicente Gómez viaja a Caracas a inaugurar la remodelación del Panteón Nacional, realizada de acuerdo al proyecto de Manuel Mújica Millán (1897-1965), ya habían transcurrido 55 años desde el momento en que el presidente Antonio Guzmán Blanco había puesto en servicio, en lo que fue la antigua iglesia de la Santísima Trinidad, un lugar para albergar los restos de personajes ilustres del país y muy particularmente para recibir los del Libertador.

El relato que se recoge en https://iamvenezuela.com/2016/05/panteon-nacional/ sobre el devenir de la iglesia y su conversión en mausoleo, establece que se trataba de una modesta edificación “construida entre 1744 y 1783 por iniciativa del maestro de obra Juan Domingo del Sacramento Infante (1710-1780), un pardo libre quien destinó 36 años de su vida y todos sus recursos a la construcción del templo original; el Coronel Juan Vicente Bolívar y el Marqués del Toro donaron solares para la obra”. Inaugurada en 1781 y consagrada en 1783 “la iglesia quedó destruida parcialmente debido al terremoto de 1812, y se vio reducida a escombros hasta que se reconstruye con las limosnas de los fieles”.
Durante el lento proceso de reconstrucción del templo, dirigido por varios ingenieros, se registra cómo “pernoctaron en 1842 los restos del Libertador, procedentes de Santa Marta, Colombia, antes de ser trasladados a La Catedral”, y cómo en ella también fueron sepultados, en 1851, los restos del marqués del Toro y más tarde, los de José Gregorio Monagas, Andrés Ibarra y Ezequiel Zamora, todo lo cual influyó (además de su singular localización dentro de la ciudad) en su selección para el destino que finalmente se le dio como Panteón Nacional, mediante decreto promulgado el 27 de marzo de 1874 por Guzmán Blanco.

Tras el decreto se impulsa la terminación definitiva de la obra y en particular “de sus fachadas en base al proyecto que para la iglesia había diseñado el ingeniero José Gregorio Solano en los años 1853-1858. Los trabajos fueron conducidos por los ingenieros Julián Churión, Juan Hurtado Manrique, Tomás Soriano y Roberto García, inaugurándose la obra el 28 de octubre de 1875”, muy cerca de cumplirse los 45 años de muerte de Bolívar. “No obstante, la verdadera consagración del edificio se efectuó el mismo día de San Simón un año más tarde (28.10.1876), cuando se trasladaron desde la catedral los restos del Libertador. Estos fueron colocados en un sarcófago de madera con revestimientos de plata y oro, realizado en estilo neogótico por el artista francés Emile Jacquin. Se trasladó asimismo desde la catedral la estatua del Libertador hecha en 1842 por el escultor italiano Pietro Tenerani. El sarcófago y la estatua fueron ubicados en el espacio que correspondía al presbítero de la iglesia, es decir, en el lugar del altar”, tal y como se reseña en https://www.venezuelatuya.com/historia/panteon_nacional.htm.


Posteriormente, en 1910, en ocasión de la celebración del centenario de la Independencia de la República, el Presidente Juan Vicente Gómez instruye al Ministerio de Obras Públicas (MOP) que convoque un concurso para remodelar integralmente el Panteón Nacional. El proyecto ganador del arquitecto Alejandro Chataing (1873-1928), condujo a una reforma general del edificio concluida en 1911 que implicó la modificación de las fachadas y la ornamentación exterior e, internamente, se complementó con la colocación de un cielo raso al techo de la nave principal y artesonados de madera en las laterales. El dibujo de la fachada principal de la propuesta presentada por Chataing es la imagen que hemos escogido para ocupar nuestra postal del día de hoy con la que despedimos este año 2019.

Es Gómez, luego de haber promovido la anterior reforma, quien también ordena a través del MOP, una segunda en 1927 con la finalidad de ser terminada en 1930 en conmemoración del centenario de la muerte del Libertador, encargándosele el proyecto, según ya hemos apuntado, a Manuel Mujica Millán quien también dirigió la obra junto a los ingenieros Edgar Pardo Stolk, Hernán Ayala y Guillermo A. Salas. Con el proyecto de Mujica Millán se logra magnificar las proporciones de la edificación, así como cambiar el aspecto neogótico de la misma producto de la intervención anterior de Chataing, por uno de aspecto neobarroco. “Internamente, fueron realizadas correcciones en los arcos y las columnas. El antiguo sarcófago de madera que contenía los restos del Libertador fue sustituido por uno de bronce, diseñado por el escultor español Chicharro Gamo y colocado sobre un basamento de mármol. La parte superior de las naves y los tímpanos fueron cubiertos por las pinturas de temas alegóricos e históricos de Tito Salas”, en total 17 pinturas o plafones que representan pasajes de la vida y obra de Simón Bolívar, y son escenas que a su vez conforman un programa iconográfico destinado a representar valores patrios.
De la intervención de Mujica dejó constancia el periodista Víctor Manuel Rivas en El Universal el 12 de noviembre de 1930, recogida en Caracas a través de su arquitectura (1969). Rivas en conversación con el arquitecto nos transmite que para éste “ha habido cierto receso en la persecución del arte criollo para las construcciones nuestras marcado por un afán de fabricación exótica, que por razones de clima, luz y demás condiciones del trópico, no cuadran suficientemente bien en estos medios. (…) Venezuela no sólo posee su estilo peculiar, sino que cuenta con materias primas excelentes para la construcción y decoración arquitectural, tales como el cascote (material aglomerado), y la cal. Todos estos elementos fueron acuciosamente solicitados para la construcción del Panteón Nacional. Las dos torres laterales fueron inspiradas por las dos torres de la Catedral de Coro, en donde adivinó el arquitecto una evolución del estilo español antiguo exigida por las condiciones ya dichas acerca del medio. De manera que el nuevo edificio ostenta una arquitectura venezolana, modernizada convenientemente por razones de estética”.


El Panteón desde entonces ha sido objeto de sucesivas atenciones y cuidados no todos ajustados a las normas atinentes a su condición de monumento histórico. Sus alrededores formaron parte de la propuesta del Foro Libertador, realizada por Tomás José y Eduardo Sanabria cuya construcción entre 1980 y 1983, además de alterar la perspectiva desde la que se aprecia la obra, originó una plaza concebida en dos partes: la alta diseñada para realizar actos oficiales y culturales; y la baja de carácter pasivo posee vegetación con bancos para el descanso. Más recientemente, previa exhumación de los restos del Libertador en 2010, el área norte fue intervenida con la incorporación de un mausoleo de 54 metros de altura (ocho metros más que la torre más alta del Panteón), de 2.000 metros cuadrados de superficie, con una capacidad para recibir hasta 1.500 personas que incorporó un espacio público adicional. La estructura fue hecha con cerámica blanca, acero ensamblado en talleres del país, láminas traídas de Suiza, cerámicas de España, granito negro de Suráfrica y acero corten de Estados Unidos. Su diseño estuvo a cargo de Francisco Sesto, Lucas Pou, Gilberto Rodríguez y Orlando Martínez Santana, causando en su momento una encendida polémica que quedó registrada en https://iamvenezuela.com/2016/07/mausoleo-del-libertador-anexo-del-panteon-nacional/, artículo que cierra de la siguiente manera: “En una visita realizada por a comienzos de 2016 por IAM Venezuela se pudo constatar que la edificación se encuentra en buen estado de conservación. Sin embargo, una fuente que prefirió mantenerse anónima señaló que durante la lluvia entra el agua y el féretro del Libertador debe protegerse de las goteras”. Hoy, a tres años de esa visita valdría la pena saber las verdaderas condiciones que presenta la controversial obra que minimizó y dejó reducido a hall de acceso el monumento que le dio origen.
ACA
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Postal, 3 y 4. Colección Crono Arquitectura Venezuela.
1 y 5 arriba derecha. https://iamvenezuela.com/2016/05/panteon-nacional/
2 y 5 abajo. Colección Fundación Arquitectura y Ciudad
5 arriba izquierda. https://www.pinterest.com/pin/384917099384872092/,
6. http://guiaccs.com/obras/foro-libertador-plaza-panteon/
7. https://es.wikipedia.org/wiki/Pante%C3%B3n_Nacional_de_Venezuela