Archivo de la categoría: Concursos de arquitectura en Venezuela

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 149

La modalidad de asociarse a través de una oficina o empresa irrumpe en el medio profesional venezolano de la arquitectura a mediados de la década de los años 40 del siglo XX, momento en que el reconocimiento social del arquitecto empezaba a cobrar consistencia, empujado en buena medida por la fundación de la Sociedad Venezolana de Arquitectos (1945) y la normalización de los estudios en la Escuela de Arquitectura (creada en 1941) a partir de 1946, y el egreso de la primera promoción en 1948.

Hasta entonces había prevalecido la figura del arquitecto en solitario que o bien atendía encargos provenientes del sector privado o bien se incorporaba a entes públicos responsables de la ejecución de obras institucionales, siendo el Ministerio de Obras Públicas primero o el Ministerio de Educación más adelante y sus respectivas salas técnicas los principales destinos laborales. Eventual y excepcionalmente se producirían asociaciones destinadas a enfrentar algún proyecto específico como es el caso puntual del Pabellón para la Exposición Internacional de las Artes y de las Técnicas (París,1937) realizado entre Luis Malaussena y Carlos Raúl Villanueva, a quienes el concurso convocado para tal fin y su desenlace condujo a colaborar mutuamente.

Como bien señala Alberto Sato en José Miguel Galia. Arquitecto (Ediciones del Instituto de Urbanismo FAU, 2002), basándose en su propia investigación titulada “Cinco oficinas de arquitectura: 1948-1958”, Trabajo de Grado con el que obtiene en 1996 el título de Magister Scientiarium en Historia de la Arquitectura, “el período comprendido en la década de los años cincuenta ve florecer esta modalidad de trabajo de oficina de arquitectura. Reunían los rasgos comunes de participación intelectual y actitud profesionalista que contribuyó de manera especial al reconocimiento de la disciplina arquitectónica en la sociedad venezolana, en tanto que eran capaces de ofrecer al menos la imagen de empresa y, de algún modo, menos sujeta al riesgo de las decisiones individuales que caracterizaban tradicionalmente al arquitecto. (…) Estas sociedades, que utilizaban la & para integrar sus nombres (y el calificativo de Arquitectos Asociados como complemento, añadiríamos nosotros), proyectaron y construyeron para las más significativas instituciones (…) donde la individualidad del arquitecto se diluía dentro de la forma societaria, a tal punto que es difícil diferenciar hoy, a riesgo de cometer imprudentes afirmaciones, en qué medida y dónde se identifica la acción de alguno de los miembros de estas sociedades”.

De esta manera no es difícil apreciar cómo las circunstancias que acompañan la creación de una sociedad de arquitectos pueden ser muy diversas pero sin duda, más allá de intereses puntuales que puedan surgir a partir de la necesidad de enfrentar trabajos complejos, el compartir ciertas raíces y lineamientos formativos o una determinada visión de la arquitectura muchas veces hace que en etapas próximas al momento del egreso académico sean compañeros de estudios quienes tiendan a iniciar este tipo de experiencia.

Así, a lo largo de la década de los años 50 es posible detectar cómo muchas obras construidas en Venezuela se encuentran proyectadas por empresas, “entre las cuales las de arquitectura formaban parte”, apuntará Sato. Entre ellas cabe destacar: Arquitectura y Urbanismo C.A. de Jorge Romero Gutiérrez; Tekto C.A. de Carlos Celis Cepero; AISA C.A. de Fruto Vivas y el ingeniero Luis E. Pérez; Bermúdez & Lluberes; Guinand & Carrillo Batalla; Malaussena & Silveira; Fuenmayor & Sayago, y en especial Vegas, Ferris & Ferrero, Carpio & Suárez, Guinand & Benacerraf, Carbonell & Sanabria y Vegas & Galia (firmas estas cinco últimas estudiadas por Sato), cuya asociación y razón social bajo la cual trabajaban “permitía una relación de contratación más fluida, y en los mejores ejemplos societarios, la realización de las edificaciones más sobresalientes del período”. Otro aspecto a destacar, salvo alguna excepción, es la juventud (rondando la edad de 30 años) que mostraban la casi totalidad de los integrantes de estas oficinas y el hecho de que estaban constituidas en un alto porcentaje por arquitectos formados en el exterior, dada la reciente creación de los estudios de arquitectura en el país. Eso sí, todos de una u otra forma estuvieron involucrados en la creación de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV el año 1953.

Bermúdez & Lluberes Arquitectos Asociados, firma constituida por Guido Bermúdez Briceño (1925-2001) y Pedro Lluberes Domínguez (1928), autores del proyecto ganador del concurso para la sede de la Escuela de Formación de Oficiales de las Fuerzas Armadas de Cooperación (EFOFAC), cuya fotografía ilustra nuestra postal del día de hoy, se caracterizó por ser una oficina (quizás de las primeras) conformada por dos compañeros de estudios graduados ambos en Venezuela, pertenecientes a la misma promoción (la segunda) de egresados de la Escuela de Arquitectura de la UCV, cuando aún ésta formaba parte de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, el año 1951. También se podría decir que se trató de una sociedad que tuvo una duración relativamente breve, que permitió a sus integrantes cierta flexibilidad en cuanto a su desempeño como proyectistas dentro y fuera de ella dejando obras y propuestas de particular relevancia en una cuantía no tan elevada.

A pesar de su condición de condiscípulos, el equipo Bermúdez-Lluberes pensamos que no se conformó formalmente sino hasta 1955 momento en que el primero deja su trabajo como arquitecto adjunto en el Taller de Arquitectura del Banco Obrero (TABO) liderado por Carlos Raúl Villanueva, institución en la que entró aún siendo estudiante como auxiliar al arquitecto en 1951. De esta manera, en su doble condición, Bermúdez contó con la asesoría de Villanueva para su tesis de grado “Unidad de Habitación Cerro Grande, El Valle, Caracas”, que finalmente se construyó (1954) y formó parte del Plan Nacional de Vivienda 1951-1958.
Por su parte, Lluberes, sobrino del reconocido arquitecto Cipriano Domínguez, trabaja con éste y se perfila más hacia la realización de proyectos para el sector privado, registrándose su participación como Asesor de la Comisión Metropolitana de Urbanismo y en algunas obras en Los Anaucos Golf Club, urbanización ubicada en las afueras de Caracas. También es llamado en 1954 por Bermúdez (aún en el TABO) a participar en el diseño del Centro Comercial Cerro Grande, edificación complementaria a la mencionada Unidad de Habitación del mismo nombre, donde también interviene siendo aún estudiante Carlos Brando.

El concurso para la sede de la EFOFAC (siglas tras las que se esconde la archiconocida Guardia Nacional, sinónimo de Fuerzas Armadas de Cooperación), es convocado por invitación por el Ministerio de Defensa, a través del Servicio de Ingeniería Militar, participando además de Bermúdez & Lluberes los arquitectos y firmas de arquitectura: Ernesto Fuenmayor; Malaussena & Silveira; Carpio & Suárez, y Miguel N. Rodríguez.

Sobre el desarrollo del concurso es poco lo que hemos podido encontrar pero lo más importante es que el proyecto ganador es construido y se concluye en 1956, fecha en la cual se pone en servicio. Cabe acotar que la EFOFAC sustituyó en 1954 a la Escuela de Formación de Guardias Nacionales (denominada Centro de Instrucción de las Fuerzas Armadas de Cooperación -CIFAC- heredera a su vez de Escuela de Guardia Civil e Investigación o Guardia Nacional), cuya sede funcionó durante años en Villa Zoila (El Paraíso). El decreto de creación de la EFOFAC en 1954 vino asociado a su cambio de sede a Caricuao (en parte de los terrenos de la antigua hacienda) lo cual originó el llamado a concurso que nos ocupa, hasta que en el año 1959 se procedió a su instalación en su sede actual ubicada en el Fuerte Tiuna, sede del antiguo edificio de la Escuela Militar, donde también se encuentra la sede de la Academia Militar de Venezuela. Las instalaciones de Caricuao, sin embargo, aún hoy cumplen una importnte función para el proceso formativo de este componente armado.

El programa de la EFOFAC estaba conformado por áreas docentes, áreas de habitación y áreas de apoyo entre las que cuentan las culturales, las deportivas y las de servicio. La propuesta organizó las diferentes funciones en torno a un amplio patio donde se realizan las formaciones de los estudiantes o cadetes. La caracterización del edificio está lograda gracias a la utilización de un lenguaje en el que predomina la racionalidad constructiva, el uso del concreto armado y la expresividad estructural donde las envolventes se encargan de denotar las funciones contempladas. Los códigos utilizados en la Escuela de la EFOFAC volverán a hacer acto de presencia cuando en 1959 Bermúdez & Lluberes participen, también por invitación, en el concurso de anteproyectos para el diseño del edificio de la Biblioteca Nacional ganado por Julián Ferris y Carlos Dupuy, con la colaboración de Jaime Hoyos .

Sin que con ello pretendamos ser exhaustivos, Bermúdez & Lluberes Arquitectos Asociados también son autores de los proyectos (no construidos) del Centro Profesional La Parábola (1956, ubicado en Las Acacias, Caracas, próximo a El Helicoide) en el que también participa Carlos Brando y como consultor el arquitecto brasileño Rino Levi, expuesto en el Pabellón de Venezuela para Exposición Internacional de la construcción Interbau (Berlín, 1957, obra de Bermúdez en solitario); y del Palacio Arzobispal de Caracas donde aparecen como parte del equipo Cipriano Domínguez y, de nuevo, Carlos Brando.

Después de 1959 presumimos que la sociedad Bermúdez-Lluberes se distiende, hasta que en 1962 un nuevo concurso (nacional y abierto) los agrupa: el del Pabellón de Venezuela para la Feria Mundial de Nueva York 1964, donde obtienen el segundo premio.

A partir de entonces cada integrante se dio la oportunidad de desarrollar sus respectivas carreras profesionales por separado sumando sus obras al frenético crecimiento y expansión de la ciudad que ya se había iniciado desde cuando eran estudiantes.

ACA

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Todas. Colección Crono Arquitectura Venezuela

TAL DÍA COMO HOY…

… el 17 de febrero de 1996 aparece en el número 142 de Arquitectura HOY, por tercera ocasión, un importante espacio dedicado a cubrir los resultados del «Concurso para la sede del Conservatorio de Música del estado Carabobo».

El Concurso para la sede del Conservatorio de Música del estado Carabobo, promovido por la Gobernación de dicho estado junto al Colegio de Arquitectos de Venezuela (filial Carabobo), se convirtió en el evento que copó la actividad disciplinar durante la última mitad de 2015, año particularmente movido en cuanto a la realización de llamados de este tipo. Basta recordar que en ese mismo lapso de doce meses la Dirección de Gestión Urbana de la Alcaldía del Municipio Libertador promovió el Concurso para proyectar las Áreas de Acceso al Cementerio General del Sur, El Cementerio, Caracas, adjudicándosele el Primer Premio al arquitecto Doménico Silvestro, y que la Gobernación del Distrito Federal y el Instituto de Patrimonio Cultural auspiciaron el Concurso Patio Jardín / Gobernación del Distrito Federal, Esquina La Torre, Plaza Bolívar, Caracas, ganado por los arquitectos Jorge Rigamonti, Mario Quirós y Alfredo Caraballo.

Así, el jurado integrado por Eduardo Santaella, Juan Pedro Posani, Guillermo Mujica Sevilla, David Gouverneur, Tomás Martínez, Frida Añez Magasrevy, Alfredo Fermín y Elizabeth Canales, decidió otorgar por unanimidad el 9 de diciembre de 2015 el primer premio del Concurso del Conservatorio de Valencia, al equipo conformado por Edwing Otero, Alfredo Sanabria, Juan Luchsinger y Hugo D’Enjoy (OSLD) con la colaboración de María José Sedales y José Guerra. El segundo premio recayó en María Mercedes Boggiero e Iván Niubó y el tercero sobre Manuel Delgado Arteaga con quien colaboraron de José Manuel Da Silva, Henry González, Claudia Medina, Ricardo Pérez y Miguel Ramírez. Además se otorgaron hasta 8 Menciones Honoríficas siendo expuestos todos los trabajos presentados del 10 al 15 de diciembre de 2015 en el Museo de la Cultura de la capital carabobeña.

Quizás por la escasa promoción que tuvo el certamen o quizás por haber sido un año cargado de eventos, lo cierto es que para ser evaluados se entregaron únicamente 29 proyectos apareciendo sus resultados por primera vez en la edición nº 136 de Arquitectura HOY del 16 de diciembre de 2015 con la nota «Valencia entra en tono» a cargo de Carolina Heredia y Enrique Fernández-Shaw. Posteriormente se le brindaría la oportunidad a los ganadores de mostrar su propuesta (una breve descripción y las imágenes más representativas) en el nº 137 del 13 de enero de 2017 cuya información fue recogida por Carolina Heredia en «Entonando el Nuevo Año con la ‘caja de música'», hasta que finalmente Juan Pedro Posani decide saldar bajo el título de “A petición” una deuda crítica que debía como jurado del concurso el 17 de febrero de 2017 en el nº 142 que hoy nos ocupa.

En tal contexto lo primero que destaca Posani es el “altísimo nivel de aportes y contribuciones al diseño que se ha evidenciado en buena parte de los concursantes” ello basado en que, a pesar de la “escasa” participación, “casi la mitad -o tal vez más- de las proposiciones reflejan notable madurez, seguridad de pensamiento y dominio y control del lenguaje formal”. Sin embargo tales bondades, no atadas “a formalismos y formulismos de moda”, en los mejores trabajos lucen “comedidas” o excesivamente sensatas y prudentes extrañando Posani “una cierta carencia de sentido del riesgo que frena los ímpetus del atrevimiento”.

Al entrar a analizar posibles razones para que aparezcan las apreciaciones formuladas, Posani se atreve a atribuirlas en buena parte a “una fuerte asimilación de algunas de las mejores enseñanzas de la arquitectura española contemporánea -cuya información ha tenido y tiene amplia acogida en Venezuela- y que se distingue por la serenidad con que ha absorbido y, en más de un sentido, superado la experiencia moderna (…) sin renegar del pasado, más bien apuntando a él como permanente y amable referencia, pero también sin permanencia enclaustrada en una sumisión carente de actualidad y de sentido activo de la historia”.

Finaliza Posani su aproximación general a los resultados del evento señalando: “… es con gran alegría que se advierte cómo ha crecido y se ha impuesto, en la mayoría de los trabajos, la consideración de la relación con el contexto, bien sea éste cultural, ambiental o simplemente paisajista”, apreciación que se corrobora con toda claridad cuando extraemos de la escueta memoria del proyecto ganador lo siguiente: “La solución se caracteriza por expresar con claridad las dos partes esenciales del programa, en una edificación compuesta por dos volúmenes que cumplen roles diferentes y que se articulan volumétricamente en un conjunto por medio de una plaza cubierta que orienta los accesos a cada una de las partes” o, en palabras de Posani, “… resuelta con gran dominio del tema funcional” lo cual “se evidencia a cabalidad en la diferenciación de los cuerpos volumétricos y en la distribución de sus contenidos programáticos”. Dentro de la misma línea “contextualista” pero alejada de la manera como se expresan los ganadores, Isabel Lasala no duda en calificar la propuesta presentada por su padre, dentro de la categoría “Puro paisaje” en el libro Creando lugares. Entre la exaltación y la superación del objeto arquitectónico en la obra de Pablo Lasala (2014) donde precisa: “Lasala ofrece paisajes construidos para la contemplación, lugares que no evidencian su programa pero que nos hacen saber que estamos ante algo especial”.

Para quienes quieran detenerse en recrear los comentarios puntuales que Posani ofrece a cada una de las propuestas que resalta en el artículo -lamentablemente truncado por los duendes que suelen aparecer en las imprentas-  en el que además de los tres primeros premios incorpora únicamente las menciones otorgadas a Jesús Tenreiro, Pablo Lasala y Francisco Bielsa, siempre les queda la oportunidad de bajar el documento que encabeza esta nota. De resto, reconocer que la celebración de este concurso, aunque terminó de nuevo en frustración por la no realización de la obra, deja el sabor de estar en presencia de un episodio digno de ser repasado, donde se apostó de nuevo al talento nacional y la calidad se hizo presente de múltiples maneras, dejando en nuestras manos un calificado testimonio del momento que atravesaba nuestra arquitectura.

ACA

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 141

1971 fue un año particularmente intenso y movido en lo que a convocatorias de concursos de arquitectura se refiere. Para que ello aconteciese la activa participación del Colegio de Arquitectos de Venezuela -CAV- (que como se sabe, tomando el testigo de la Sociedad Venezolana de Arquitectos -SVA-, asume dicha denominación en 1966) fue decisiva en el logro de promover la selección de los profesionales que debían proyectar edificios sede de instituciones públicas por esa vía, lo cual se asomaba como una costumbre esperanzadora.

De esta manera, nos encontramos que el 17 de mayo de aquel año se emite el fallo del concurso organizado por el Centro Simón Bolívar con el auspicio del CAV  para la Sala de Conciertos y Sede de la Orquesta Sinfónica Venezuela (posteriormente denominado Complejo Cultural Teresa Carreño), el cual es ganado  por los arquitectos Jesús Sandoval, Tomás Lugo y Dietrich Kunkel. El 14 de octubre los arquitectos Fernando Fábregas y Marcelo Castro se adjudican el Concurso para el Edificio Sede de la Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico (CADAFE), organizado por la empresa de electricidad también con la colaboración del CAV. Y el 22 de junio le corresponde al arquitecto Jorge Soto Nones (en colaboración con los arquitectos Ricardo Soto Rivera y Alfredo Vera Delgado, el ingeniero civil Teunis Stolk y el ingeniero industrial Ernesto Navarro) ser distinguido con el primer premio del concurso para el anteproyecto de la sede del Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS), evento que dicha entidad organiza en alianza con el CAV. De este último, que a diferencia de los dos anteriores fue el único en no ser construido, hemos decidido publicar una perspectiva que formaba parte de su presentación como imagen de nuestra postal del día de hoy.

Los arquitectos nacionales se encontraron entonces ante el interesante dilema de a qué concurso atender, siendo el de la sede del INOS el que ofrecía mayores retos en cuanto a convertirse en una respuesta urbana que sirviera de detonante y guía en el desarrollo futuro de la zona, dada su localización céntrica dentro de la ciudad (como referencia valga decir que el terreno asignado es el que hoy ocupa la sede principal del BBVA Banco Provincial en La Candelaria), y la existencia en los alrededores de importantes lotes a la espera de poder ser atendidos, siendo el más importante el que ocupara antiguamente la Cervecería Caracas ubicado justo al frente y que terminó siendo destinado para el frustrado Centro Sambil La Candelaria.

Por tanto, la propuesta ganadora encabezada por el arquitecto Soto Nones, permite develar, gracias a la memoria entregada junto a los documentos gráficos  exigidos en el concurso, preocupaciones que van desde lo urbano, hasta lo representativo, pasando por lo simbólico y lo funcional, mostrándonos una edificación permeable que, dentro de un esquema conformado por una torre y un cuerpo bajo, facilita el acceso fluido del público que la frecuenta dado el tratamiento generoso de su planta baja abierta a la ciudad. El compromiso urbano y su condición de generador de nuevos desarrollos en la zona marcan el planteamiento espacial que “se ha materializado en el diseño reflejando y repitiendo los elementos propios de la ciudad a su escala. (…) Este concepto se manifiesta desde las plantas bajas integradas a la ciudad de donde se fluye directamente y mediante vías mecánicas a los niveles superiores, circulando a través de vías peatonales (aceras aéreas) las cuales desembocan en espacios de recepción (plazas), que distribuyen al público hacia las oficinas, repitiéndose de esta manera el esquema funcional de la ciudad; o sea el desarrollo verticalizado de lo que ocurre horizontalmente en ella.»

En cuanto a aspectos de carácter representativo, el agua (elemento al que el INOS debe su razón de ser como servicio público) fue considerado un tema relevante a ser incorporado en la ambientación de los espacios públicos y el tratamiento paisajístico con que se les acompañó. En tal sentido, se afirma que dentro del edificio, integrado con la ciudad “se ha intentado crear un ambiente natural en función del tratamiento paisajista que define un clima de confort amortiguado del ruido proveniente del casco urbano circundante mediante caídas sucesivas de agua que a la vez se transforman en centro de atracción de la zona, logrando de esta manera no acudir al convencional y acostumbrado acondicionamiento artificial de lugares similares”. El tratamiento dado a la piel que envuelve tanto la torre como el cuerpo bajo, a tono con tales preocupaciones ambientales, permite determinar un importante compromiso con la orientación solar a que responde cada fachada.

Develada la identidad que se escondía en los anteproyectos presentados, el jurado del Concurso para la sede del INOS, conformado por Gustavo Legórburu (invitado especial del INOS), Oscar Carpio (en representación de la FAU UCV), Javier Lartitegui (en representación del Colegio de Ingenieros de Venezuela), José Ignacio Sánchez Carneiro (en representación del CAV) y Luciano Giordano (en representación del INOS), decidió, tal y como se recoge en el veredicto, y de acuerdo a lo establecido en las bases, “otorgar el primer premio consistente en la concesión del Contrato para el desarrollo del proyecto definitivo a cuenta de cuyos honorarios se adelantan OCHENTA MIL BOLÍVARES (Bs. 80.000,00)”, al presentado por el equipo liderado por Soto Nones por “el planteamiento y las premisas que han determinado la concepción del Proyecto; por el alto grado de correspondencia entre las exigencias funcionales y distributivas impuestas por el Programa y la expresión formal resultante, que se traduce en una obra de notables valores arquitectónicos y urbanos. Por otra parte, la solución permite, sin alterar los criterios básicos que la han generado, resolver aquellos aspectos técnicos y de diseño que han sido solamente esbozados. Esto último de acuerdo a las recomendaciones que presentará el Jurado, oportunamente.”

Fueron distinguidos con el segundo premio Pablo Lasala y Silvia de Lasala con la colaboración de Víctor Mambié y Lourdes Meléndez. El tercero recayó sobre José Miguel Menéndez, Mario Bemergui y Augusto Tobito con el apoyo de Juan Pedro Posani y los ingenieros Jesús Darío Lima, Luis Odón y Alberto Gómez y el técnico Manuel Piña.

El arquitecto Soto Nones, quien en sus años de formación integró el Comité de Redacción fundador de la revista Taller, publicación periódica estudiantil que circuló entre 1963 y 1971 alcanzando 23 números, como ya indicamos, no tuvo la fortuna junto a su equipo de ver realizada la obra pasando a engrosar la lista de iniciativas truncadas pese a las loables intenciones que las motorizaron. Quienes quieran consultar los pormenores de este concurso y las imágenes de las propuestas ganadoras para darse una idea de por dónde andaban los intereses de quienes hacían arquitectura por aquel entonces, pueden acudir (tal y como lo hemos hecho nosotros) a las páginas del número 44 de la revista PUNTO, octubre 1971.

ACA

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Todas. Revista PUNTO, nº 44, octubre 1971

TAL DÍA COMO HOY…

… el 11 de noviembre de 1995 aparece el número 128 de Arquitectura HOY, todo un abanico de posibilidades para calibrar lo que ocurría en ese momento en el ambiente cultural y arquitectónico del país.

Cinco son las noticias recogidas en este ejemplar del semanario que apareció como encartado en el diario Economía HOY entre 1993 y 2000: cuatro de ellas a modo de reseñas y la otra como detonante de una reflexión crítica.

La primera corresponde a la realización los días 13 y 14 de noviembre en el Ateneo de Caracas, con motivo de la celebración de los 20 años de Fundarte (siendo Tulio Hernández su presidente en ese momento), de un seminario titulado “La gestión cultural de las ciudades”, cuyo interesante temario permitió abrir un debate por demás necesario y a Hernández canalizar una línea de trabajo permanente que lo distingue hoy en día como una autoridad en la materia. Algunos de los asuntos tratados fueron: La ciudad y la cultura: el espíritu urbano en la creación de Fundarte; Ciudad, municipio y gestión urbana: la experiencia pionera  de la Fundación Cultural José Ángel Lamas; El proyecto del Museo de la Ciudad de Caracas; La gestión de los cascos históricos de la ciudades: la experiencia de Ciudad Bolívar; Patrimonio intangible, memoria cultural del Municipio; Caracas: una ciudad sin historia o una historia mal contada; y El papel de la cultura en los planes estratégicos de las ciudades: Caracas, una visión hasta el 2001.

Como testimonio de que el tema del diseño industrial continuaba teniendo relevancia en el país y en particular para quienes conducían Arquitectura HOY (a lo largo del año y de forma puntual el tema es abordado por Ignacio Urbina Polo a través del texto “Diseño de vehículos” -27/05/95- y por Juan Pedro Posani en “La astucia de los objetos” -03/06/95-), y como parte de una febril actividad divulgativa a nivel internacional, se cubre la apertura de la importante muestra titulada “Detrás de las cosas. Diseño industrial en Venezuela”, inaugurada el 12 de noviembre de 1995 en el Centro de Arte la Estancia, la cual se mantendrá abierta hasta el 01-03-96. De la reseña publicada se rescata: “…se expone a un conjunto de productos diseñados y producidos en el país durante los últimos diez años, instalándose en la cotidianidad del venezolano. Del amplio espectro de temas que componen el diseño industrial, la selección que se ha realizado busca un primer acercamiento a la actividad del público con productos de uso cotidiano y de fácil identificación. (…) El hecho que Venezuela haya creado en el Centro de Arte La Estancia un núcleo de información y divulgación del diseño constituye un paso de singular importancia porque tiene alcances latinoamericanos (…) … se trata de estimular la producción industrial en Venezuela cualificando su oferta y, a la vez, generar una demanda también cualificada del público, alentando expectativas futuras de la sociedad venezolana fundada en el trabajo creativo”.

En tercer lugar, cerrando la cobertura que a lo largo de 3 entregas anteriores (09-09, 16-09 y 14-10) se le dio a su desarrollo como noticia, se muestra, acompañada de dos expresivas imágenes de la propuesta ganadora, el resultado final del Concurso Nacional de Ideas Áreas de acceso al Cementerio General del Sur -Caracas-, promovido por la Dirección de Gestión Urbana de la Alcaldía del Municipio Libertador, cuyo vencedor fue Doménico Silvestro. El jurado (integrado por Francisco Sesto, Lucas Pou, Sara Márquez, Tulio Hernández y Rosa Stredell) otorgó además tres Menciones Honoríficas que recayeron una en el planteamiento hecho por Roberto Castillo, la segunda sobre el equipo conformado por María José Sedales, Juan Luchsinger y Hugo D’Enjoy y la tercera en la pareja constituida por Alessandro Famiglietti y Ángela Rodríguez. De la idea ganadora se destacó “su comprensión de la globalidad del problema” y su “claridad y fuerza al tiempo que sintetiza la escala monumental y la doméstica en una solución muy atractiva estrechamente ligada al lugar”.

Como parte del seguimiento dado por Arquitectura HOY a la exposición “Tomás Sanabria. Arquitecto. Aproximación a su obra” montada en la Galería de Arte Nacional (GAN) entre el 10 de septiembre y el 19 de noviembre de 1995, pero en este caso como punto de partida de la aparición de una columna que sostuvo durante más de dos años con periodicidad quincenal, Azier Calvo se refiere a la muestra en su texto “Otra manera de leer los años 50”, década en la que Sanabria y su arquitectura jugaron, junto a otros protagonistas, un papel relevante en la conformación de una identidad arquitectónica venezolana otra basada en la manera como se asumía la dupla tradición-modernidad. La columna de Calvo titulada “En clave” apareció tres veces el año 95, 21 a lo largo de 1996 y 18 durante el 97, registrándose su última salida (del total de 42 entregas) el 12-12-97. Durante este lapso este espacio se reveló como clara demostración de la capacidad de relevo y renovación que caracterizó el funcionamiento del semanario y apuntaló en buena parte el interés en desarrollar un pensamiento crítico signado por temas tales como el valor de la arquitectura venezolana de los años 50 como soporte para construir una nueva noción de identidad, la relación entre proyectar e investigar en la actividad del arquitecto como eje en la estructuración de un programa de postgrado en diseño en la FAU UCV, la docencia de la arquitectura, la reseña de libros, el análisis de obras y los más variados temas de actualidad nacional e internacional.

Finalmente, en el número de Arquitectura HOY que nos ocupa, se anuncia la realización entre el 20 y el 23 de noviembre de un seminario vinculado a la exposición “Un lugar, cuatro arquitectos. Botta, Galfetti, Snozzi, Vacchini en el Ticino”, abierta durante ese mismo mes y hasta febrero en el Museo de Bellas Artes, donde se contaría con la presencia en Caracas de los cuatro reconocidos arquitectos suizos quienes dictaron cada uno una conferencia. “Las moradas de la memoria”, “Los lugares de lo Moderno”, “La Ciudad del Arquitecto” y “Arquitectura, Poesía y Pensamiento”, fueron los sugerentes títulos escogidos para la ocasión. El evento se constituyó en el broche de oro de un año lleno de relevantes muestras  donde “Arquitectos y obras. Manuel Delgado, Enrique Larrañaga, Pablo Lasala, Fernando Lugo, Joel Sanz, Doménico Silvestro, Jorge Rigamonti y Jesús Tenreiro” (reposición de la montada en julio-agosto del 94 en el Centro Cultural Consolidado por la Universidad José María Vargas, esta vez traída a los espacios expositivos de la FAU UCV del 13 al 29 de octubre del 95) se sumaría a las ya mencionadas  dedicadas a Tomás Sanabria y al diseño industrial en Venezuela. Aunque lo pudimos haber hecho al comienzo de esta nota, invitamos ahora al lector a realizar un sencillo ejercicio comparativo del número y calidad de las actividades que acontecían en aquel noviembre de 1995 (año que muchos ya señalaban como parte de una crisis estructural de país) con lo que hoy protagoniza nuestro desvencijado mundo cultural.

ACA

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 133

El Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV), cuya sede principal ubicada aledaña al Parque Los Caobos (Caracas) había sido objeto de un concurso convocado en 1939, ganado por Luis Alejandro Chataing en 1940 y terminado de construir en 1941, demostró al poco tiempo de ser ocupado y puesto en funcionamiento importantes carencias espaciales y funcionales para poder albergar las diversas e intensas actividades que el gremio promovía y asumía.

Es así que, a poco más de 20 años de inaugurada su conservadora edificación de rasgos art déco, el CIV, en vista del importante crecimiento tanto de sus afiliados como de sus programas gremiales, sociales y divulgativos, con la mente puesta en ofrecer un lugar de encuentro y mayor comodidad para sus crecientes dependencias, dentro de un necesario criterio de preservación, vuelve a convocar en 1964 otro concurso destinado a ampliar su infraestructura.

El jurado, integrado por los arquitectos Julián Ferris, Tomás Sanabria, Víctor Fossi, Leopoldo Martínez Olavarría y Oscar Carpio, otorgó el Primer Premio a la propuesta presentada por Jimmy Alcock (FAU UCV, promoción 9-1959) y Carlos Gómez de Llarena (FA ULA, 1967), caracterizada por «envolver» hábilmente las viejas instalaciones, incorporándolas a la composición mediante una especie de podio que baja de norte a sur desde la Calle Real de Quebrada Honda hasta el nivel del Parque Los Caobos, desde el cual es posible comunicarse con él. Los detalles de la realización del concurso se pueden revisar en el Boletín del CIV, Nº 53, mayo 1964.

Arriba izquierda: Perspectiva de la fachada principal. Arriba centro y derecha: Patios internos. Centro: Perspectiva general. Abajo: Planta baja

Tal y como lo describen Hannia Gómez y William Niño Araque en el texto elaborado para el catálogo de la exposición “Alcock. 1959-1992. Obras y proyectos” (Galería de Arte Nacional, 1992), dedicado a la propuesta ganadora del certamen: “El edificio de Chataing es envuelto por el nuevo edificio, un basamento que desciende hasta el parque, perforado de patios y surcado por pasarelas, sobre el cual se eleva el fuerte boque horizontal de oficinas. Entre este basamento surgen, como piezas integradas al juego de volúmenes, los fragmentos art déco del viejo colegio. El nuevo auditorio es el punto de referencia a la vez que la pieza clave de toda la composición, teñida sin lugar a dudas de un cierto tinte corbusiano. El techo del auditorio tiene encima otro al aire libre, como abierta tribuna al parque. Amarrando todo el complejo conjunto de niveles y escaleras de las nuevas áreas sociales y de servicios, transcurre una pasarela como una cinta continua. Esta pasarela, al llegar al frente, se extiende para convertirse en plaza de entrada, cortando el estacionamiento en dos. La plaza se reproduce adentro del edificio como su principal espacio interno”.

Corte transversal

Sin entrar a comentar la predominancia que tendría la ampliación por sobre la preexistencia (la cual se fragmenta y diluye) y la discutible connotación que termina cobrando el término “envolver”, la ambiciosa propuesta presentada por Alcock y Gómez de Llarena apunta a lograr una transformación integral tanto de lo edificado como del lugar donde se inserta, haciendo del recorrido de las instalaciones y los lugares de encuentro (cubiertos y descubiertos) que dicho transitar genera un tema fundamental, sincerando, además, el frente hacia el bulevar Santa Rosa  (hoy Amador Bendayán) como acceso de mayor uso y por tanto ofreciendo hacia él otra imagen de la institución que contrasta con la mostrada por la “modesta” edificación original más bien volcada hacia el parque.
Lamentablemente, como tantas veces ha ocurrido, la realización y puesta en marcha de la construcción del proyecto ganador se topó con innumerables intereses creados lo cual impidió su cabal realización, tomándose sólo retazos del mismo para resolver ciertos problemas puntuales correspondientes a las áreas sociales y de recreación del Colegio. Queda así destacada ésta como una experiencia “a medias” entre lo que debía ser y lo que resultó realizándose. Entretanto, Alcock por un lado y Gómez de Llarena por el otro se han destacado como dos de los más importantes arquitectos de su generación.

ACA

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Todas. Alcock. 1959-1992. Obras y proyectos, Galería de Arte Nacional, 1992

ALGO MÁS SOBRE LA POSTAL nº 125

Nuestra postal del día de hoy recoge uno de los dibujos (en específico una axonométrica seccionada horizontalmente por una de las plantas tipo) del anteproyecto presentado por Pablo Lasala Ferrer (1940-2000) para el Concurso Nacional de Arquitectura “Sede de la Asociación de Ejecutivos del estado Carabobo” (1998), en el cual fue distinguido con el primer premio. Colaboraron en la participación las arquitectos Carolina Díaz, Isabel Guerrero e Isabel Lasala y los bachilleres Claudio Ruiz y Ana Lasala.

Su condición de excelente dibujante, que fue cultivando a lo largo de toda su vida y que lo convirtió en referencia dentro de este tipo de certámenes a nivel nacional, ofreció a Lasala en esta ocasión la oportunidad de constatar, sumado a su dominio de la técnica de la perspectiva y conocimientos de geometría descriptiva (que plasmará en su trabajo de ascenso a la categoría de Agregado -1990- dentro del escalafón universitario en la UCV), lo que su hija Isabel denomina como “la llegada de la computadora” en Creando lugares. Entre la exaltación y la superación del objeto arquitectónico en la obra de Pablo Lasala (2014). De allí recogemos cómo, a diferencia de la dificultad que han tenido muchos arquitectos en asimilar su encuentro con lo virtual por el extrañamiento que implica “el despegue de lo sensorial y de la mano en contacto con el papel (…), Pablo Lasala más bien se mostró atraído por las posibilidades de los medios digitales, que rápidamente absorbió e hizo suyos, manteniéndose actualizado hasta el final. Tal vez su conocimiento de la geometría y la precisión con que siempre proyectó generaron su nueva pasión por este medio de representación. Su búsqueda incesante y entusiasta aceptación de los nuevos medios de comunicación, además, es una clara muestra de la necesidad de aprovechar al máximo, y hasta el último momento, las técnicas que mejor le permitieran expresar sus ideas”.

También se inscribe este dibujo dentro de una de las modalidades que más utilizaba Lasala a la hora de expresar los contenidos que le interesaban. En este caso da cuenta de la implantación a través de una vista axonométrica a vuelo de pájaro que a su vez permite apreciar y explicar la naturaleza del edificio proyectado, el manejo de la topografía y la manera como se materializa la doble piel que lo envuelve.

En lo que concierne al concurso en sí, el mismo permitió en su momento confrontar la veteranía y a la vez actualizada técnica representativa de Lasala con las propuestas enviadas por equipos conformados por jóvenes profesionales dos de los cuales obtuvieron el segundo y el tercer premio: Luis Miguel Ferreira, Luis A. Hoenicka y Gabriela Ríos por un lado y Ángel Rafael Sifuentes por el otro.

1. Arquitectura HOY, nº 252, 12 de junio de 1998.

La memoria descriptiva del proyecto ganador (recogida en el nº 252 de Arquitectura HOY del 12 de junio de 1998), señala lo siguiente: “Desde el punto de vista formal la edificación consta de dos elementos claramente identificables: un basamento tratado con una moderada elaboración formal y un volumen prismático que parece emerger del basamento ubicado en la zona sur de éste. (…) El basamento a su vez consta de dos partes. La primera tiene forma piramidal y se encuentra ubicada en la zona sur del terreno. La segunda está constituida básicamente por un prisma de base rectangular de 39M x 26M x 9M de altura, tres de cuyos bordes están tratados utilizando volúmenes adosados al prisma (…) El volumen prismático, que parece surgir del basamento está descompuesto en dos componentes separados por una estrecha brecha. El menor de ellos tiene planta triangular y nace claramente del suelo. El segundo, mucho mayor que el primero, tiene planta trapezoidal, y parece flotar a poca distancia de la superficie del basamento piramidal pues no hace contacto con él. Ambos componentes conforman un volumen total virtual de planta rectangular y de la misma altura”. A esta descripción detallada de las características formales del edificio seguirá la correspondiente a la manera como se maneja el programa (destinado a oficinas con una pequeña área comercial y sus respectivos servicios de apoyo) y su distribución en los diferentes cuerpos prefigurados.

Así, la “Sede de la Asociación de Ejecutivos del estado Carabobo” significará para Isabel Lasala la culminación en el tratamiento de un tema que en la trayectoria de su padre ya había aparecido diecisiete años antes en la primera propuesta para el Concurso de la Catedral de Ciudad Guayana y en el Concurso para la Sede del Edificio Administrativo para la Gobernación del Distrito Federal: la caja en el paisaje. Ello le permite clasificar la propuesta dentro del capítulo 3 de su libro dedicado a “El basamento y la caja flotante” bajo el subtítulo “El logro de una búsqueda” y afirmar: “Desde el exterior se recupera el espíritu de la primera propuesta: las dos piezas  recobran su independencia y pureza formal pero con algunos cambios sustanciales, pues la caja está dividida y al basamento se le suma un nuevo elemento”.

En cuanto a la “creación de lugares”, este proyecto, que como tantos otros procedentes de un Concurso nunca fue construido, se suma a la aspiración de Pablo Lasala de ir siempre más allá del cumplimiento del programa estableciendo un compromiso silente con el lugar donde le ha tocado insertarse, “que lo conduce -según Isabel- a trascender lo meramente arquitectónico y ubicarse en los ámbitos de lo atmosférico, de lo intangible” formando parte de aquellos volúmenes diseñados “para ser mirados desde lejos y para mirar a lo lejos desde ellos”.

ACA

Procedencia de las imágenes

Postal. Isabel Lasala, Creando lugares. Entre la exaltación y la superación del objeto arquitectónico en la obra de Pablo Lasala (2014)

  1. Arquitectura HOY, nº 252, 12 de junio de 1998