En el transcurso de cinco días de la semana del 2 al 6 de julio, Copenhague fue sede de la reunión más grande en el ámbito de la arquitectura sostenible, reuniendo a más de 6000 participantes de 135 países. El Congreso Mundial de Arquitectos de la UIA 2023 se centró en el tema «Futuros sostenibles: no dejar a nadie atrás». Este evento sirvió como foro para distinguidos investigadores y profesionales de diversos orígenes y edades para profundizar en los métodos de creación de edificios que abordan el cambio climático, refuerzan la biodiversidad y fomentan la inclusión social. A medida que el congreso llegaba a su fin, se dieron a conocer las «Lecciones de Copenhague», que comprenden diez principios destinados a facilitar un progreso rápido y transformador en el campo de la construcción sostenible.
«Fue increíble experimentar cómo el Congreso cobraba vida después de años de preparación. El objetivo principal era reunir a arquitectos de todo el mundo para compartir experiencias, puntos de vista y puntos de vista sobre cómo la arquitectura puede contribuir a los ODS, y eso sucedió. Ahora espero que las ideas de los diálogos y las conexiones entre las personas que asistieron se lleven adelante de alguna manera”, explicó la presidenta del Congreso de la UIA, Natalie Mossin, a ArchDaily.
El programa incluyó más de 150 sesiones y contó con más de 400 oradores de todo el mundo. Desde arquitectos estimados, talentos emergentes en la industria, científicos, hombres y mujeres de negocios y políticos influyentes que participaron en debates significativos durante todo el evento. El congreso fue un lugar para intercambiar conocimientos y compartir estudios de casos, puntos de vista y visiones. Además, las jornadas “Science Track” reunieron a destacados expertos para abordar los retos a los que se enfrenta el campo de la arquitectura. También hubo una serie «Next Gen», que brindó la oportunidad a las voces emergentes de contribuir con sus ideas y experiencias al programa en general.
“Espero que Barcelona pueda llevar más allá el trabajo que hemos realizado para aumentar la participación de los estudiantes y la próxima generación.Tuvimos colaboraciones sólidas con las dos Escuelas de Arquitectura Danesas, ambos socios fundadores, tuvimos el vibrante Comité de Próxima Generación, que contribuyó con una programación sólida, una increíble Academia de Estudiantes ‘Una sociedad construida para cada cuerpo’, la Cumbre Global de Estudiantes con la participación de 25escuelas de todo el mundo que han trabajado en el tema del Congreso durante el último semestre, la competencia estudiantil ‘Gran Muralla Verde’ y mucho más… – y ojalá hubiéramos tenido muchos más.La asombrosa presencia y las contribuciones de la próxima generación fueron un regalo increíble para el Congreso y para todos los asistentes”. Presidenta del Congreso, Natalie Mossin.
Las Lecciones de Copenhague, resultado del congreso de cuatro días, fueron presentadas por la presidenta del Congreso, Natalie Mossin. Estas lecciones se componen de diez principios simples, destinados a transformar rápida y radicalmente el entorno construido para alinearse con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas”.
Las lecciones de Copenhague:
La dignidad y la agencia para todas las personas son fundamentales en la arquitectura, no hay belleza en la exclusión
Las personas en riesgo de quedarse atrás deben ser acomodadas primero cuando construimos, planificamos y desarrollamos el entorno construido.
Las estructuras construidas existentes siempre deben reutilizarse primero.
Ningún nuevo desarrollo debe borrar los campos verdes.
Los ecosistemas naturales y la producción de alimentos deben mantenerse independientemente del contexto construido.
No se debe utilizar material mineral virgen en la construcción cuando sea posible su reutilización.
No se deben producir ni dejar residuos en la construcción.
Cuando se obtienen materiales para la construcción, los materiales renovables locales son lo primero.
En todo lo que construimos, la captura de carbono debe superar la huella de carbono.
Al desarrollar, planificar y construir el entorno construido, cada actividad debe tener un impacto positivo en los ecosistemas acuáticos y el suministro de agua limpia.
“Cada Congreso Mundial debe abordar su momento particular en el tiempo. Y 2023 es un momento significativo, que requiere transformación. Estamos a mitad de camino desde la adopción de los ODS hasta 2030, sin tiempo que perder en proteger la salud del planeta y la dignidad humana. Para hacer frente a este momento, nuestro comité científico ha dirigido una vía científica increíblemente ambiciosa, y hemos invitado a diversas voces de la práctica para ayudar a dar forma al programa del Congreso, con muchas vías y muchas perspectivas que contribuyen a las discusiones», agrega la presidenta del Congreso Natalie Mossin en su conversación con ArchDaily.
El pasado martes 11 de julio, en el Paraninfo de la Universidad Central de Venezuela, le fue conferido el Doctorado Honoris Causa a tres destacados profesionales y profesores de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo: Américo Faillace, Oscar Tenreiro y John Stoddart.
Merecido reconocimiento a quienes han cosechado una reconocida trayectoria profesional y han señalado el camino a seguir a las generaciones de arquitectos que han formado.
Vaya para ellos desde aquí nuestras más sinceras felicitaciones.
Cuando desde mediados de la década de los años 80 del siglo pasado el crítico venezolano William Niño Araque comenzó a elaborar sus argumentos en torno a la existencia de una “posible” Escuela de Caracas, esgrimía que el término “no está propuesto como una manera conciliada de hacer arquitectura, ni como una tendencia, ni como un manifiesto. Se propone como una intención que abarca las múltiples visiones enraizadas con el lugar”. Con ello complementaba sus primeras aproximaciones optimistas, seductoras y llenas de redundancias poéticas hacia una serie de edificaciones que ya a partir de los años 1970 traslucían su «caribeñidad» y «tropicalidad», dos categorías que va puliendo poco a poco con la finalidad de demostrar la existencia de dicha “escuela”.
La sugerente propuesta de Niño Araque surge de la asimilación y combinación de varias ideas y premisas: el planteamiento desarrollado por Helio Piñón a comienzos de los 80 en La arquitectura de la neovanguardias (1984); la presencia de dos polos claros en la evolución de la arquitectura moderna venezolana: el abstracto (representado por la arquitectura internacional o desarrollista que se da en los 50) y el figurativo (representado por la arquitectura «populista» del mismo período); el rechazo a toda clase de planteamiento ideológico; la conformación de una teoría procedente del examen de soluciones concretas a problemas concretos, consecuencia del convencimiento de la autonomía disciplinar; el importante peso que lo expresivo y lo formal tienen definitivamente en la arquitectura; el rol jugado por las condiciones ambientales y paisajísticas de la ciudad de Caracas como detonante en la concreción de una determinada actitud hacia el lugar; y la convivencia bajo un mismo techo de respuestas muchas veces disímiles, es decir, la no necesaria coherencia que conlleva normalmente la conformación de una «escuela».
1. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. El corredor, hacia el norte.2. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. El corredor, hacia el sur.
De esta manera, la «posible» Escuela de Caracas establecería su compromiso, ya no tanto con la tradición abstracta de la arquitectura moderna, sino con una simbología más figurativa, ya no con la simple eficiencia, funcionamiento y racionalidad constructiva sino «con el novedoso sentido que hoy adquiere la lógica de la historia, interpretada esta vez desde la perspectiva de la geografía tropical y caribeña». Niño Araque logra detectar que «el enfrentamiento esencial de la experiencia arquitectónica venezolana contemporánea no parece centrarse en la antigua relación forma-función de los cincuenta, ni en la forma-eficiencia tecnológica de los años sesenta, sino en la renovada visión forma-figura-lugar».
Niño Araque así parece alinearse a una poética de la figuración y de la historicidad que tiene sus antecedentes en la tradición fenomenológica que ya desde los 50 propiciaba una arquitectura del lugar y había sido retomada por algunos teóricos latinoamericanos. Poética que «sorprende a través del descubrimiento tardío de la morfología geográfica y de su topografía, de su luz, de la materia, de la vegetación, del viento y de la lluvia». Poética que apunta a una «atmósfera del lugar» que se presenta «cuando la luz dominada desde la naturaleza se introduce en un edificio concebido a partir de materiales auténticos y en geometrías instaladas sobre la geografía», haciendo que la arquitectura adquiera «su sentido de temperatura y riqueza». Poética que, contrariamente a su base empírica, aspira a convertirse en cuerpo doctrinario y a dictar las pautas sobre cómo deben ser entendidos, desde lo espacial, sus postulados.
Todo este largo preámbulo no ha tenido otra finalidad que la de contextualizar la aproximación a una casa emblemática como lo es “La Ribereña”, diseñada por Walter James (Jimmy) Alcock a solicitud inicialmente de la familia Bernárdez-Lecuna (posteriormente adquirida por la familia Cisneros), cuya construcción en un terreno de 4.000 m2 a las faldas del Ávila en la urbanización Caracas Country Club se concluye en 1976, ejemplo representativo como pocos de los argumentos con que Niño Araque buscaba justificar la existencia de aquella “posible” Escuela de Caracas.
3. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. El patio, paisajismo de Roberto Burle-Marx.4. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. Izquierda: Croquis de la planta. Derecha arriba: Isometría. Derecha abajo: Planta baja.
Baste con citarlo de nuevo y con ello observar esta amplia y generosa estancia unifamiliar que, como mencionaba escuetamente su proyectista al presentarla en la VIII Bienal Nacional de Arquitectura de 1987, no sólo se ajustó al programa que “el propietario fijó para su residencia con los requisitos normales para este tipo de vivienda”, sino que definitivamente los trascendió. Niño Araque en su momento expresará, como quien está recorriendo “La Ribereña”, lo siguiente: “… entre múltiples elementos necesarios para la concepción de la arquitectura habría que señalar… desde el trópico y la geografía caribeña tres condiciones de carácter indispensable. La primera de ellas estaría dada en el juego a partir de una geometría libre, el fundamento de una estructura que mantenga consonancia con la libertad del territorio; la segunda, estaría en la materia, la presencia de una condición sólida y auténtica, poseedora de sustancialidad: la madera, la arcilla, el hormigón bruto, la piedra; la última y seguramente la condición de mayor importancia estaría en la naturaleza, pero no una naturaleza en estado virgen sometida a una visión ecologista y orgánica, sino a una naturaleza artificial, en la que el hombre señala el dominio de un orden abstraído de la propia naturaleza”.
5. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. Arriba: Vista de la casa desde el sur. Centro: Fachada sur. Abajo: Corte-fachada por el corredor.
Alcock, escueto y objetivo a la hora de explicar soluciones como las suyas llenas de sensibilidad y talento, apuntará con relación a “La Ribereña”: “Las metas arquitectónicas propuestas corresponden a la filosofía arquitectónica que particularmente aplico a los proyectos de unas viviendas unifamiliares. a) Implantación de la vivienda en el terreno, como determinante más importante, tomando en consideración todos los factores naturales del sitio (topografía, vistas, brisas, etc.) y las construcciones existentes a su alrededor; b) La calidad espacial de la casa en cada uno de sus ambientes particulares”.
El resultado estuvo, por tanto, signado por respetar las vistas hacia la falda del Ávila lo que justificó la creación de una terraza que, ubicándose en el centro del terreno, se convertirá en el espacio de mayor relevancia del proyecto. “La ubicación de la terraza en este punto, hace que sea el Este el sitio más especial de toda la casa y tendería a opacar así a los otros ambientes. Por tal razón había que recurrir a planteamientos arquitectónicos espaciales en todos los otros ambientes al mismo tiempo que pudieran competir con la calidad que ofrece la terraza”, acotará Alcock.
Trabajada bajo la condición de asemejar una fortaleza que muestra sus encantos ocultos luego de traspasar el muro ciego, lineal, paralelo a la calle que la separa del exterior, es el deslumbrante paisaje natural diseñado por Roberto Burle-Marx lo primero que asombra al hacerlo a través del cubo girado utilizado para definir el acceso. Fuentes de agua, pequeños patios junto a obras de Alexander Calder y Nedo Mion Ferraio configurarán una secuencia espacial que, lograda por el juego entre los volúmenes edificados y el muro perimetral, es todo un deleite para los sentidos.
Iván González Viso en la nota sobre “La Ribereña” redactada para Caracas del valle al mar. Guía de arquitectura y paisaje (2015) expresará: “La casa trastoca los valores de las tipologías tradicionales, se apropia del lugar y lo interpreta sensiblemente, acusando la presencia del Ávila, en un conjunto armónico compuesto por formas construidas con muros de ladrillo macizo, que dialogan construyendo patios, texturas, espejos de agua, pérgolas, vegetación, suelos y paisaje. Las áreas sociales interiores son espacios intermedios definidos por la cubierta, sin puertas ni ventanas, donde se establece una continuidad entre la construcción y la naturaleza”.
6. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. Izquierda arriba: La entrada. Izquierda abajo: Detalle del área de la piscina. Derecha arriba: Detalle de la entrada. Derecha abajo: Vista del corredor desde el jardín interno.
Refiriéndose en concreto a la casa, Niño Araque en el catálogo de la exposición “La casa como tema. Primera aproximación antológica de la casa en Venezuela”, realizada en los espacios del Museo de Bellas Artes el año 1989, precisará: “La Ribereña sintetiza y continúa la experiencia iniciada con la Casa López en la década anterior (que será continuada con las casas Kavac y Fisher la década siguiente, añadiríamos nosotros). La dispersión de sus volúmenes valorados por medio de geometrías opuestas, la implantación de los mismos siguiendo una suave disposición sobre la topografía y el continuo manejo de materiales cálidos, porosos y nobles (ladrillo, madera y piedra), otorgan a la casa una cálida atmósfera de hábitat de montaña. Sin embargo, esta situación es enfrentada a la radical apertura y libertad de sus espacios integrados y distanciados a la vez por uno de los más conmovedores elementos de la arquitectura venezolana: el corredor. La pérgola de acceso y la escala de llegada constituyen el punto focal y articulación que actúa como referencia tipológica de la Arquitectura Colonial y también de una segura arquitectura del Caribe, pues, en este caso, el espacio no está signado por los cerramientos sino por los efectos de escala, los efectos plásticos y cinéticos de la luz, el poder de la materia y, sobre todo, la presencia de la vegetación límite y valoración de la tridimensionalidad”.
O, en palabras de Alcock: “El área de estar se colocó en un sitio totalmente separado, de tal manera que exista absoluta libertad para su tratamiento, en lo que a niveles de piso se refiere, altura y pendientes de techo, posición y forma de sus paredes: es decir, total libertad para controlar el espacio arquitectónico, de acuerdo a los planteamientos funcionales del cliente.(…) Igual filosofía se aplica al estar familiar, dormitorio principal y hasta el área de trabajo de la cocina.(…) La casa queda compuesta por una serie de ambientes estudiados especialmente en cada caso particular e integrada al sistema total de la vivienda”.
7. Jimmy Alcock. Quinta «La Ribereña», 1976. Espacio del salón.
Terminada de construir, como ya hemos dicho, en 1976 “La Ribereña”, extraordinario ejemplo de la relación entre edificación y lugar, no fue presentada en la VII Bienal Nacional de Arquitectura de 1980 (como tal vez correspondía) y sí en VIII la de 1987 donde se le otorgó el primer premio como mejor vivienda unifamiliar.
ACA
Procedencia de las imágenes
Todas. Catálogo de la exposición «Alcock . Obras y proyectos. 1959-1992», Editor A/Fundación Galería de Arte Nacional, 1992
… 9 de julio de 1994 aparece publicado en el semanario Arquitectura HOY el texto “Seis exploraciones arquitectónicas para un mismo tema” de Iván González Viso
1. Páginas centrales del nº69 del semanario Arquitectura HOY del 9 de julio de 1994.
Aprovechando que aún sigue abierta en los espacios de la FAU UCV la muestra “Todo llega al mar. Pensamiento y obra del arquitecto Oscar Tenreiro”, nos hemos topado con la feliz coincidencia de que un día como hoy en 1994 las páginas centrales del semanario Arquitectura HOY publicaban, como complemento a la exhibición “Una interpretación gráfica de seis casas de Oscar Tenreiro” (también albergada por la FAU UCV desde mediados de junio hasta el 14 de julio de aquel año), el texto “Seis exploraciones arquitectónicas para un mismo tema” de Iván González Viso, extracto del trabajo final presentado para alcanzar el grado de Magister en Arquitectura en la Pontificia Universidad Católica de Chile con Fernando Pérez Oyarzun como tutor, cuyo título adoptó el nombre de la exposición y estuvo acompañado del subtítulo “Variaciones sobre temas de arquitectura venezolana”.
2. Croquis de estudio elaborados por Iván González Viso durante su investigación.
La investigación llevada a cabo por González Viso se centró en analizar la experiencia desarrollada por Oscar Tenreiro y Francisco Sesto (quienes por aquellos años compartían como socios su oficina de proyectos en Caracas), en torno a una serie de cinco casas que les habían sido encargadas para la venta por el constructor Manuel Furió (cuyo apellido fue tomado para nombrar la serie), proyectadas y levantadas entre 1985 y 1987, las cuales Tenreiro y Sesto trabajaron como variaciones modernas sobre temas propios de la arquitectura venezolana con énfasis diferenciados. Cabe acotar que la sexta casa llamada la Casa Cantero (1990-1992), aunque forma parte de la misma indagación cerrando el ciclo, se realizó fuera de la experiencia constructiva compartida con el Sr. Furió.
3. Láminas de las casas Furió I y II presentadas por González Viso en la exposición.
Las casas estudiadas representan para González Viso “un conjunto de viviendas en las cuales es posible reconocer una exploración acotada y consciente de las posibilidades de desarrollo de ciertos temas de la arquitectura moderna venezolana. Realizadas en forma sucesiva forman parte … de un proceso evolutivo y se fundamentan en dos obras de gran envergadura como lo son la Plaza Bicentenario (1982-1987) y el Proyecto de la Galería de Arte Nacional (1981)”. Así, “la casa Furió I -ubicada en La Lagunita- marcó el comienzo de una serie. Una clásica imagen de ‘vivienda’ proyectada a la manera de una gran nave central que cubre un patio; la Furió II retoma el tema del zaguán y hace alardes estructurales al albergar una piscina en el techo; la Furió III se debate entre dualidades y se identifica con una casa-corredor; la Casa Furió IV explora los recorridos del techo jardín; la Furió V es mezcla de claustro y torre; y la Casa Cantero (la más moderna de todas) se desarrolla bajo una bóveda de concreto sobre la cual se sobrepone el techo jardín”. Cabe destacar que en tres de las casas, la I, la IV y la V hubo una evolución de nació del concepto del patio.
4. Láminas de las casas Furió III y IV presentadas por González Viso en la exposición.
Las interpretaciones gráficas elaboradas por González Viso como parte fundamental de su trabajo traducidas en dibujos altamente “museables” que dieron vida a la exposición, derivan en “un análisis que estudia la organización de la casa contemporánea, las implicaciones de su origen comercial, los materiales, temas recurrentes, implantación, estructura y uso del color, entre otros aspectos”. De entre ellas, el uso del color no sólo permitió identificarlas (a la Furió III se le llamó “la casa verde”, a la Furió IV “la casa blanca”, a la Furió V “la casa azul” y a Cantero “la casa roja”), sino establecer fuertes conexiones entre la arquitectura propuesta y la popular.
Resalta también González Viso el hecho de que las obras están conformadas por un repertorio de elementos formales autónomos que dan como resultado diversos volúmenes finales producto de “una sintaxis basada en estrategias de montaje, composición y tramas de orden (la yuxtaposición, la superposición y la subdivisión), que se suman y mezclan conjuntamente con ciertas claves o temas tradicionales y modernos que constituyen motivo para la densificación conceptual”.
5. Láminas de la casa Furió V y la Casa Cantero presentadas por González Viso en la exposición.
Oscar Tenreiro dedica a las casas las páginas que van de la 245 a la 277 del libro Todo llega al mar de 2020 (punto de partida de la exhibición que, como mencionamos, hoy se encuentra en la FAU UCV), dentro de la Tercera parte titulada “Incertidumbre”, donde las describe y explica con lujo de detalles. Antecedidas por la Plaza Bicentenario (1982-1987), el Proyecto de la Galería de Arte Nacional (1981), la propuesta para el Concurso de la Catedral de Guayana (1981) y el Proyecto del Museo del Petróleo (1984), la serie, a la cual Tenreiro otorga valor como experiencia de construcción intensiva, lograda en compañía de un promotor experimentado que ofreció pocas resistencias y se mostró siempre abierto a sus sugerencias, puede resumirse en una exploración gramatical que se asoció a la oportunidad de verificar la imagen arquetipal que se tiene de la vivienda; la relación exterior-interior; el uso del color, los materiales (la madera, la arcilla, el concreto en obra limpia); el control y dosificación de la luz en el interior del espacio.
6. Patio central de la «Casa Blanca».
Pese a los rasgos posmodernistas que reconoce en ellas traducidos en gestos y recursos formales, tal vez producto del momento en que se realizaron, para Tenreiro las casas le “ofrecieron oportunidades muy importantes, sin que me atreva a decir que alguna de ellas haya quedado para mí como una realización de las que enorgullecen (con la excepción tal vez de la Casa Verde que es la que encuentro más lograda, aún con su aire vernacular, y desgraciadamente la única que ha sido modificada gravemente). Y más bien me ocurre que algunos de sus rasgos me parecen hoy demasiado glamorosos, si bien deben verse en algunos casos -porque fue así- como mohines destinados a hacerlas atractivas a posibles clientes. Y fueron precisamente esos rasgos los que más despertaron críticas de gente cuyo juicio respeto pero que tal vez fueron incapaces de verlas como lo que fueron: oportunidades de experimentación, aprendizaje de las realidades de la construcción, momentos para la prueba y el error, en fin escalones de conocimiento… y todo ello partiendo de una operación comercial, condición que agrega no poco mérito”.
Pues bien, 29 años después de aquella exposición basada en el trabajo de grado de Iván González Viso reseñada tal día como hoy en Arquitectura HOY, las casas Furió ocupan un lugar destacado dentro de la exposición “Todo llega al mar” convertidas en eslabón que se tradujo, según Tenreiro, en “prolongaciones o más bien consecuencias” para diseños posteriores. Sumadas al conjunto de una sólida trayectoria signada más bien por la prevalencia de proyectos institucionales, aquellas modestas «casas para la venta» han contribuido a conformar un consistente trabajo que permite ubicar a Oscar Tenreiro como uno de los arquitectos venezolanos más importantes de su generación.
7. «La Casa Blanca, la Verde y la Azul se agrupan en un conjunto que no quiere ser conjunto». Oscar Tenreiro
Nota aclaratoria
La numeración que hemos usado para identificar las casas Furió la hemos tomado del trabajo de Iván González Viso que da origen a esta nota. En tal sentido, debemos mencionar que ella no coincide con la usada por Oscar Tenreiro en su libro Todo llega al mar. Así, aunque hay coincidencias en lo referente a denominar como casa I la ubicada en el sector El Arroyo, La Lagunita y como la casa III a “la casa verde”, la llamada “casa blanca” es para Tenreiro la casa II y para González Viso la IV; la “casa azul” es para Tenreiro la casa IV y para González Viso la V; y la “casa de la piscina” es para Tenreiro la casa V y para González Viso la II.
ACA
Procedencia de las imágenes
1 y 2. Arquitectura HOY, nº69, 9 de julio de 1994.